Capitulo
16
Edward
se quedó conmigo hasta que los Clearwater llegaron a casa a las doce y media, y
nunca se me ocurrió que tal vez no les gustaría hasta que oí la puerta del
garaje. Por supuesto, él tuvo todo controlado con una sola frase. —Lo siento,
Sr y Sra. Clearwater, pero no creí que era seguro para Bella estar sola un
sábado por la noche con un asesino en serie suelto.
El
Sr. y la Sra. Clearwater le agradecieron a Edward por ser tan atento, y luego
comentaron cómo todas las chicas muertas se parecen a mí. —Esta es una
conversación fascinante y todo —dije, interrumpiéndolos—. Pero preferiría no
tener pesadillas esta noche. Entonces, ¿les importaría si me voy a casa en
lugar de hablar sobre el hecho de que hay un desquiciado por ahí quien me
rebanará si llega a tener la oportunidad?
—Oh,
por Dios. Lo siento, Bella. Nunca lo pensé así. Voy a llevarte a casa ahora
—dijo el Sr. Clearwater mientras tomaba las llaves nuevamente y se dirigía
hacia el garaje.
—Sr.
C., vivo ocho casas calle abajo. No es necesario que me lleve.
—Bella,
Edward tiene razón. Hay un asesino en serie por allí fuera.
—Puedo
llevarla a casa a salvo, señor Clearwater —ofreció Edward—. No me molesta. Voy
en esa dirección, de todos modos.
Lo
siguiente que supe fue que caminaba por una calle desierta en medio de la noche
con mi extremadamente caliente vecino, quien resultó ser muy bueno besando. La
tormenta disminuyó a una ligera llovizna y caminamos por el medio de la calle
para evitar las ramas de los árboles caídos.
A
pesar de que pasamos las últimas horas juntos a solas, la televisión había
estado encendida y la tormenta había sido ruidosa. Ahora estaba realmente
silencioso. Demasiado silencioso. —¿Sabías que nuestra calle originalmente se
llamaba Chuck Norris Drive? —le pregunté, sólo para romper el silencio.
Edward
me miró. Había visto el final de la película conmigo, y se rió desde el
comienzo hasta el final.
—Es
cierto —continué—. Pero tuvieron que cambiar el nombre porque nadie se cruza a Chuck
Norris y sobrevive.
Edward
trató de no reírse, pero fracasó. —No puedo creer que nunca has tenido que
luchar contra tus admiradores —dijo—. No hay manera de que por lo menos la
mitad de los chicos con los que pasas el rato no estén locamente enamorados de
ti.
—Créelo
—le dije tratando de evitar lo incómodo de su declaración—, hasta que llegaste
tú, ningún chico me había llamado por mi primer nombre. Bueno, supongo que Garret
y tú. Pero tú fuiste el primero, y él no cuenta porque cuando me conoció yo
llevaba el estúpido bikini de Rosalie.
Edward
frunció el ceño cuando mencioné el nombre de Garret. Llegamos a la calle en
medio de nuestras casas y mientras me dirigía a la mía, Edward tomó mi mano.
—Ven
a mi casa conmigo esta noche.
—¿Perdón?
—Me sorprendí y tuve que trabajar para controlar mi repentina ira.
—No
quiero decir de esa manera —dijo Edward. Para su suerte, parecía sincero. Había
golpeado a otros chicos por pedir mucho menos—. Sólo esta noche, es sábado.
Sólo para cuidarte.
—No
le mentiste al Sr. C —dije, asombrada—, realmente viniste esta noche porque te
preocupabas, ¿no es así?
—Bella,
no tienes idea de lo que los sábados por la noche se han convertido para mí.
Tengo que buscar maneras de distraerme a mí mismo cada fin de semana con el fin
de no ir a romper tu puerta.
—Está
bien, ¿se supone que debo señalar cada vez que haces o dices algo raro? Porque
ahora sería uno de esos momentos.
Edward
me ignoró. —Quédate conmigo esta noche —dijo de nuevo.
—Edward,
voy a estar bien. Ven por la mañana para ver cómo estoy, si es necesario, pero
no puedo ir contigo. Fin de la historia.
Edward no parecía
feliz, pero no discutió conmigo. —Bien —dijo y me acompañó hasta mi casa. Bajó
la voz a un susurro al acompañarme, pensando probablemente lo mismo que yo, que
mi padre sobreprotector sin duda esperaba por mí y que no le gustaría que Edward
me trajera a casa en lugar del señor Clearwater.
—Buenas
noches, Bella —susurró Edward, y luego me sorprendió inclinándose para
presionar sus labios rápidamente sobre los míos. Todo eso me hizo querer
agarrarlo y tratar de recrear el beso anterior. Me pregunté si podía leer mi
mente porque me dedicó una amplia sonrisa—. Nos vemos por la mañana.
Puse
mis ojos en blanco. —Y prometo que estaré viva.
***
—Papá,
estoy en casa —dije, sacudiéndolo. Se había quedado dormido frente al
televisor. Supongo que mamá fue capaz de calmarlo un poco después de que salí
esta noche. Pensé que iba a encontrarlo caminando por la cocina hasta que
llegara a casa. Tal vez eso significaba que tanto él como mi madre estarían de
mejor humor de ahora en adelante.
Papá
se limpió el sueño de los ojos y me sonrió. —Bien —dijo. Luego besó mi frente,
comprobó que la puerta estuviera bien cerrada con llave y luego desapareció
hacia la cama.
Me
sentía exhausta, también, pero la montaña rusa emocional en la que había estado
esta noche tenía mi cabeza dando vueltas. No habría sueño para Bella Swan esta
noche.
Me
puse mi pijama, encendí el televisor y me terminaba de acomodar en la cama
cuando oí un pequeño ruido en la ventana de mi dormitorio. Al principio, pensé
que lo había imaginado, pero luego lo escuché de nuevo. Silencié el televisor y
me deslicé sigilosamente a lo largo de la pared hasta llegar al borde de la
ventana, escuchando para comprobar que no estaba loca.
—¡Bella!
—susurró alguien desde el otro lado—. Soy yo.
Si
la voz no hubiera sido tan familiar, hubiera gritado lo suficientemente fuerte
como para despertar a los muertos.
—¿Edward?
—Sí.
Abre.
Rosalie
habría estado decepcionada de mí en varios niveles si hubiera visto lo rápido
que obedecí. Abrí la ventana, pero antes de que pudiera decir—: ¿Qué estás
haciendo aquí? —Ya estaba adentro y cerrando la ventana—. ¡Edward! —susurré—.
Si mis padres te encuentran aquí, mi papá me va a matar antes que El
Acuchillador de los Sábado por la Noche tenga su oportunidad. ¡Y te matará a ti
primero!
—Entonces
deja de hacer tanto escándalo —susurró.
—¿Qué
estás haciendo aquí?
Edward
se puso cómodo en mi cama y sonrió. —Es mañana —dijo, como si eso explicara
todo. Cuando claramente no lo hizo, explicó—: Dijiste que podía venir en la
mañana. —Miró el reloj en la mesita de noche. Era casi la una—. Técnicamente,
es mañana.
—Lindo.
—Mira.
Dijiste que no podías venir a mi casa, así que me voy a quedar aquí. Contigo.
Algo
sobre la forma en la que dijo “contigo” me hizo agradecerle a las estrellas por
no haber escuchado a Rosalie en el tema de la ropa de dormir. Mi enorme pijama
de franela de los Simpsons era realmente cómoda en estos momentos.
—No
vas a pasar la noche conmigo, Edward.
—Oh,
claro que sí. Incluso si tengo que atarte y amordazarte hasta la mañana para
evitar que despiertes a todos en la casa.
Un
pequeño matiz de miedo me apretó el pecho, pero lo arrojé lejos. —No lo harías.
Edward
arqueó una de sus cejas. —¿No lo crees?
Está
bromeando. Probablemente. Quizás. Espero.
Decidí
que realmente no quería averiguarlo. Cuando suspiré mi derrota, Edward tendió
una mano hacia mí. —Ven aquí, Bella.
Lo
miré dudosamente mientras yacía apoyado contra mis almohadas. —No, gracias.
En
lugar de acostarme con él, fui hasta los pies de la cama y me senté con la
espalda contra la pared. Cuando Edward se dio cuenta de que realmente no iba a
ir con él, se acercó a mí. —¿Cómo se supone que vamos a dormir estando sentados
de esta manera? —preguntó.
—Noticia
de última hora, Edward. No hay manera de que pueda dormir contigo aquí, sin
importar la posición en la que esté.
—¿Ayudaría
si duermo en el suelo?
—Definitivamente me
haría sentir mejor, pero no me ayudaría a dormir.
—Bueno,
si no vas a poder dormir sin importar qué haga, entonces no me sentaré en el
suelo duro.
Todo
se quedó incómodamente tranquilo, y cuando Edward tomó mi mano en la suya,
sentí mi cuerpo tensarse. Me estremecí lo suficiente para que Edward frunciera
el ceño. Puso su mano de nuevo en su regazo y cerró los ojos. —Estoy confundido
—admitió, tratando de controlar cualquier emoción que estuviera sintiendo en el
momento—. Pensé que pasamos un buen rato esta noche.
—Lo
hicimos —concordé.
—Te
di un beso de buenas noches en el porche hace menos de quince minutos.
—Lo
hiciste —concordé de nuevo.
—Y
no te asustaste de mí entonces.
—No.
—¿Pero
te estoy haciendo sentir incómoda ahora?
—Sí.
—Después de todo lo que había pasado esta noche, era mucho más fácil ser
honesta con él—. Es difícil no tener miedo de ti.
Edward
tomó mi mano de nuevo. Esta vez la sostuvo. —Realmente no quiero que tengas
miedo de mí. Bella, te juro que nunca…
—No.
No. Lo sé. Es bueno saber un poco más sobre ti, pero no es sólo eso. Son las
cosas que dices y la forma en que me miras. —Sentí el peso de su cuerpo junto
al mío, y el calor de su mano y añadí—: Y cómo siempre estás buscando alguna
manera de tocarme.
Miré
a mi regazo, esperando que Edward se riera de mi ingenuidad, pero me sorprendió
con su seriedad. —Nunca he querido a alguien tanto en toda mi vida —admitió,
tirando de mi barbilla de modo que me vi obligada a mirarlo.
Oh,
genial. Honestidad. Eso fue una brillante idea. Ahora que me estaba tocando y mirando,
y diciéndome esas cosas al mismo tiempo. No podía respirar. O respiraba muy
rápido. No lo sabía. Pero no podía pensar en ese momento.
—Lo
siento si eso te asusta —dijo Edward—. Pero no puedo evitarlo. Cuando estoy
contigo siento tanto, es abrumador.
Di un grito ahogado y
traté de soltarme de su agarre, pero me abrazó. —De ninguna manera —dijo a la
ligera, su brazo a mí alrededor haciéndose de hierro—. Nunca vas a
acostumbrarte si sigues huyendo.
Santa
hiperventilación. —Edward,
me estás asustando otra vez.
—Relájate,
Bella. Confía en mí. —Sus labios de pronto estuvieron en mi oreja—. Cierra los
ojos —susurró tranquilamente. Un escalofrío corrió a través de mi cuerpo y mis
ojos se cerraron como si estuvieran bajo un hechizo—. Toma una respiración
profunda.
Sentí
el pecho de Edward imitar la acción. Tomamos un par de respiraciones juntos y
entonces mi cuerpo, básicamente, se derritió contra él.
—Buena
chica —dijo Edward, relajando su agarre. Me removió en sus brazos hasta que prácticamente
me acunaba contra su pecho, y comenzó a pasar sus dedos por mi cabello. Se rió
cuando suspiré contentamente—. ¿Ves? No es tan malo. Ahora vamos a quedarnos
aquí sentados hasta que de lo único que sientas miedo es de lo mucho que
disfrutas lo que estás sintiendo.
—¿Qué
estoy sintiendo? —Además de cansancio y una comodidad extrema.
—Tú
dime. Sé que sientes más por mí que sólo miedo. Me besaste como si realmente lo
quisieras.
—¿Lo
hice? —pregunté.
Edward
se rió de nuevo. —Lo hiciste.
—Oh.
Caímos
en un gran e incómodo silencio. Me refiero a, ¿Qué se supone que debo decir a
eso? Probablemente no lo que dije después, que fue—: ¿Has notado las
similitudes entre El Acuchillador de los Sábados por la Noche y tú?
Fue
lo que salió de mi boca cuando le eché un vistazo a la TV y vi las noticias
reportando algo sobre los toques de queda implementados en toda el área
metropolitana. Me sentí mal cuando Edward me soltó y se puso ligeramente
pálido. —Lo siento —le dije con la mano sobre mi boca—. Olvida que dije eso.
Sólo
dejo escapar cualquier cosa cuando estoy nerviosa.
—¿Qué
quieres decir? ¿Qué similitudes?
—Nada.
No lo decía en serio. Pensé en algo que Rosalie y yo hablamos antes.
Edward
realmente se veía consternado. Era peor que hacerlo enojar. —¿Rosalie y tú han
estado comparándome con un asesino en serie?
Me encogí. —Eh, no. —Te
acusábamos de ser un asesino en serie.
—Mentirosa.
—¡Lo
siento! Es sólo que el Acuchillador y tú aparecieron en mi vida en el mismo
momento, acechando todos mis movimientos. Fue un poco difícil no notarlo cuando
ambos me asustan mucho. Además, ambos tienen algo perturbador por los
cuchillos. Tú eres un entusiasta del crimen, y él… es realmente entusiasta en
cometer crímenes.
—Eso
no es exactamente lo mismo —argumentó Edward.
Respondí
con—: Los dos tienen una obsesión con las pelirrojas.
Eso
finalmente lo hizo sonreír. —Ya no —dijo—. No tengo una obsesión con todas las
pelirrojas, sólo contigo.
Palidecí,
lo que creo era la intención de Edward porque se echó a reír y luego extendió
sus brazos para que me acurrucara en ellos. Negué con la cabeza vigorosamente,
pero Edward se estiró y me atrajo hacia él. Luché menos que Rosalie siendo
arrastrada a una venta de zapatos, e incluso me acurruqué contra él, suspiré; molesta
conmigo misma.
Edward
retiró el pelo fuera de mi cara. —¿Cuál es el problema? —preguntó. Parecía
realmente tranquilo ahora que me tenía devuelta en sus brazos.
—Rosalie
y yo también nos preguntábamos como las chicas pueden ser tan estúpidas como
para ir a casa con alguien tan espeluznante como el Acuchillador, quien sólo
termina matándolas.
—¿Y
estar sentada aquí conmigo en este momento te recordó a eso?
Suspiré
de nuevo. —Me di cuenta de cómo sucede. —Está bien, no estás haciendo la
cosa mejor, idiota.
Edward
frunció el ceño. —¿Por qué soy espeluznante y te doy miedo? —preguntó con
sequedad.
Le
sonreí tímidamente. —Y aún así, te abrí la puerta. Y dejé que me besaras. Y que
entraras en mi habitación. Y luego tuve la osadía de estar sorprendida cuando
me asustaste otra vez. Ahora aquí estoy de nuevo. De vuelta en tus brazos.
Debió
haberle gustado la idea de que yo estuviera en sus brazos, porque me dio un
apretón y besó mi frente.
Resistí
la tentación de estremecerme. —Soy una de esas chicas tontas. Me
pregunto si el asesino me encuentra, ¿lo dejaré entrar, también?
—Por supuesto que no.
—¿Cómo
lo sabes? Cuando sacaste ese cuchillo realmente pensé que ibas a matarme.
Luego, veinte minutos después estábamos besándonos.
Edward
se rió de nuevo, pero yo no trataba de ser graciosa. —¿Qué? —espeté.
—Uno
de estos días te voy a enseñar la diferencia entre un simple beso y lo que es
besar.
Me
alegré de que no pudiera verme sonrojar. Pero, nuevamente, tal vez no
importaba, porque debió haber notado la forma en que mi corazón empezó a latir
con fuerza.
—Dejaste
que te besara esta noche porque en el fondo sabías que no te haría daño
—continuó Edward, finalmente respondiendo a mi pregunta—. Me tomó mucho tiempo
ganar esa confianza y tú todavía ni siquiera puedes estar acostada conmigo en
la cama. Créeme, Bella, tú no eres una de esas chicas. Si tu vida alguna vez
realmente está en peligro, vas a luchar por ella de manera impresionante.
—No
sería suficiente —murmuré—. Odio ser tan impotente contra ti. Nunca me había
sentido tan indefensa.
—No
eres completamente indefensa. Tienes que tener en cuenta que he estado
practicando autodefensa desde que tenía diez años. También soy un boxeador
entrenado, cinta negra, y he pasado por campamentos y la academia de policía.
—¿En
serio? —jadeé.
Edward
se encogió de hombros. —Larga historia, pero el punto es, que he sido entrenado
para derrotar a un atacante y tú me diste pelea. La mayoría de los chicos
probablemente no tendrían una oportunidad contra ti. Realmente no tienes que
preocuparte, porque nadie va a tocarte. Te lo juro, Bella.
Edward
me abrazó con fuerza y con ese apretón finalmente me convenció de que estaba
completamente segura. Incluso si en realidad era el asesino en serie y
utilizaba sus habilidades con los cuchillos para matar un millón de pelirrojas,
él no me haría daño.
Me
quedé allí, en los brazos de Edward. Pensando en todas las cosas que podía
hacer. La vida extraña, emocionante y solitaria que ha tenido hasta ahora. El
pasado trágico que de alguna manera era romántico. La parte más alucinante de
todo era, que él parecía pensar que yo era lo único que necesitaba para darle
sentido a todo.
Entendí lo que quería
decir sobre sentirse abrumado.
—No
puedo creer que fuiste apuñalado —susurré, tratando de comprender las cosas que
me dijo esta noche—. ¿Tienes una cicatriz?
Su
pecho se sacudió con su risa silenciosa y me recordó a Eric Sherman en clase de
biología. A diferencia de mi viejo compañero de clase, Edward no parecía
incómodo por mi morbosidad. Aparentemente, tampoco se sentía incómodo con la
desnudez, ya que dijo—: No es muy impresionante. —Y se quitó la camisa más
rápido que decir “abdominales fuertes.”
Claro
que había visto a Edward sin camisa una o dos veces, pero la primera vez sufría
una conmoción cerebral, y las otras veces, habían sido a unos cuarenta metros
de distancia a través de mi ventana. Esta vez, teniéndolo en mi cuarto, en mi
cama, en medio de la noche, era completamente diferente. Contuve el aliento y
traté de no mirar.
—¿Ves?
—dijo Edward, pasando sus dedos por una pequeña línea rosa.
—Guau,
¿eso es todo? —le dije cuando por fin vi la cicatriz. Si no la hubiera
señalado, tal vez ni la hubiera visto. Ahora tenía sentido por qué no la había
notado antes—. Esperaba algo más mortífero.
Edward
se rió. —Te dije que no era impresionante. El cuchillo no era muy grande, y se
ha desvanecido con los años. Todavía se puede sentir, sin embargo.
Automáticamente
extendí la mano, pero antes de tocar su piel me di cuenta de lo que hacía, y
alejé mis dedos.
—Está
bien —dijo.
No
estaba a punto de, ya saben, tocarlo, así que él tomó mi mano y la puso sobre
la cicatriz.
—Tan
cerca de tu corazón —susurré con voz temblorosa. Podía sentir su corazón
latiendo rápidamente bajo mis dedos. No podía imaginarme a alguien clavando una
navaja en él. Deteniéndolo. Matándolo—. Me alegro de que no acertaran —admití.
Cuando
sin pensar comencé a pasar mis dedos una y otra vez sobre la cicatriz en su
piel, su respiración se aceleró y sostuvo mi mano. —Bella —dijo, enviando
escalofríos por mi cuerpo—. Sé mi novia.
—¿Q-qué?
Gateé hasta el otro
lado de la cama tan pronto como pude. No trató de detenerme, pero cuando lo
miré sus ojos lucían más hambrientos de lo que jamás los había visto, y su
pecho se agitó como si estuviera teniendo dificultades para respirar. Tragó
saliva.
—Necesito
que seas mía. No puedo soportar el perseguirte y todas esas tonterías. Estos
momentos que tenemos, se sienten como que casi te tengo, pero siempre estoy
preguntándome lo qué estás pensando y qué es lo que esperas para huir de mí. No
puedo soportarlo. Es hora de que esto sea una relación verdadera.
—Yo…Eh…Yo
no…
—Sí,
sí lo haces.
—Déjame
pensarlo.
Edward
sacudió la cabeza y gateó hacía mí. —No te estoy dando una opción —dijo,
deteniéndose a sólo unos centímetros de mi cara.
—¿No?
—pregunté estúpidamente. Esa era toda la pelea que yo iba a dar.
Edward
sacudió su cabeza de nuevo y cerró la distancia entre nosotros. —Voy a ser
bueno para ti —dijo contra mis labios.
No
podría haber discutido con él incluso si quisiera. Lo que, seamos realistas, no
hacía. Me besó suavemente al principio, pero en el momento en que le devolví el
beso, me besó duro. Tuve que envolver mis brazos alrededor de su cuello para
evitar el caer de espaldas de la cama, y eso fue todo. Estaba en mi espalda con
el peso de Edward sobre mí. Sólo que esta vez no tenía miedo de que fuera a
matarme. Me preocupaba que tratara de enseñarme algo mucho más que sólo besar.
—Edward
—dije una vez que finalmente me dio la oportunidad de respirar.
Movió
su boca a mi cuello, y no me malinterpreten, me gustó. Me gustó mucho. Pero ni
siquiera había sido su novia por treinta segundos y sin embargo algo me dijo
que Edward no necesitaba, en todo caso, más estímulo del que ya le había dado.
Lo empujé un poco hacia atrás y traté de nuevo. —Edward, espera. Detente.
—Lo
siento —dijo Edward, acercando sus labios a los míos para otro beso y luego
dijo—: Lo siento. Tienes razón. Aún no estás lista para eso.
—No,
no. No lo estoy —concordé antes de que yo cambiara de opinión. Entonces, para
mi propio beneficio añadí—: No lo voy a estar por mucho tiempo.
—Está
bien —dijo Edward con una sonrisa—. No te preocupes, voy a detenerme.
Retiró su peso y me
acercó a él hasta que mi espalda se hallaba contra su pecho, de alguna manera
su cuerpo se moldeó alrededor del mío.
—¿Qué
tal esto? —preguntó, burlonamente—. ¿Puedes soportar por lo menos esto?
¿Estás
bromeando? Nunca me
sentí más cómoda en mi vida. —Sí, lo puedo hacer
—dije,
ya medio dormida. Eran casi las 2:00 a.m. después de todo, y soy una chica de
dormir temprano y levantarse temprano.
—En
realidad, podría acostumbrarme a esto. —Ahora que no me sentía preocupada de
nada más, el cansancio me consumía y estaba prácticamente en un estado de
delirio—. Esto es bueno. Debería haber un nombre para esto.
—Cucharear.
—Edward se rió entre dientes.
—¿Eh?
—Se
llama cucharear.
—Cucharear.
Me gusta cucharear. Guau, tengo que cerrar la boca antes de que cambies tu opinión
acerca de mí.
Edward
rió de nuevo. —Duerme un poco, Bella —dijo. Así que lo hice.
Caí
dormida como un ladrillo en cuestión de segundos. Fue la mejor noche de sueño
que había tenido en todo el verano. De hecho, estaba tan dormida que no
desperté hasta que el sol empezó a iluminar mi habitación y Edward entraba
nuevamente a escondidas por mi ventana, lo que significaba que se había colado
por ella en algún momento y no me di cuenta.
—Lo
siento —susurró—. No era mi intención despertarte. —Se metió debajo de las
sábanas e hizo eso de cucharear otra vez. Aún se sentía increíble, incluso
cuando no estaba medio dormida.
—Buenos
días.
—Es
temprano. Vuelve a dormir —dijo Edward mientras me besaba el cuello y luego se
colocó en la misma posición en que había estado cuando me quedé dormida.
Era
como si nunca se hubiera ido, pero ahora estaba duchado, con ropa fresca y
oliendo increíblemente. Yo, por otro lado, probablemente tenía el pelo como un
pajar y el aliento de la mañana, y estaba encantada de no estar frente a frente
con él.
—¿Qué
hora es? —le pregunté.
—Seis
y media.
—¿Cuándo
te fuiste anoche? Nunca te escuché salir.
—Hace una hora.
—¿Una
hora? ¿Te quedaste toda la noche?
Edward
se rió de la sorpresa en mi voz. —Te dije que iba a hacerlo. No me hubiera ido
en lo absoluto pero tenía que consolidar mi coartada.
—¿Eh?
—Mi
tía no presta mucha atención cuando llego a casa por la noche, pero creo que se
daría cuenta si no regreso a casa durante toda la noche. Se levanta a hacer
yoga a las seis y siempre comprueba que esté allí.
—Hablando
de padres a quienes les gusta chequear a sus hijos, tienes hasta las nueve
antes de que los míos despierten y entonces es mejor que no estés aquí.
—Ocho y media,
entonces. Lo que significa que tenemos dos horas más para dormir y te prometo
que estaré fuera cuando tus padres despierten.
1 comentario:
Los amo Bella muy difícil d convencer no se resiste ahora este Edward me encanta, gracias nos leemos
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