sábado, 30 de septiembre de 2017

Dulce Asesino Capitulo 16

Capitulo 16
Edward se quedó conmigo hasta que los Clearwater llegaron a casa a las doce y media, y nunca se me ocurrió que tal vez no les gustaría hasta que oí la puerta del garaje. Por supuesto, él tuvo todo controlado con una sola frase. —Lo siento, Sr y Sra. Clearwater, pero no creí que era seguro para Bella estar sola un sábado por la noche con un asesino en serie suelto.

El Sr. y la Sra. Clearwater le agradecieron a Edward por ser tan atento, y luego comentaron cómo todas las chicas muertas se parecen a mí. —Esta es una conversación fascinante y todo —dije, interrumpiéndolos—. Pero preferiría no tener pesadillas esta noche. Entonces, ¿les importaría si me voy a casa en lugar de hablar sobre el hecho de que hay un desquiciado por ahí quien me rebanará si llega a tener la oportunidad?


—Oh, por Dios. Lo siento, Bella. Nunca lo pensé así. Voy a llevarte a casa ahora —dijo el Sr. Clearwater mientras tomaba las llaves nuevamente y se dirigía hacia el garaje.

—Sr. C., vivo ocho casas calle abajo. No es necesario que me lleve.

—Bella, Edward tiene razón. Hay un asesino en serie por allí fuera.

—Puedo llevarla a casa a salvo, señor Clearwater —ofreció Edward—. No me molesta. Voy en esa dirección, de todos modos.

Lo siguiente que supe fue que caminaba por una calle desierta en medio de la noche con mi extremadamente caliente vecino, quien resultó ser muy bueno besando. La tormenta disminuyó a una ligera llovizna y caminamos por el medio de la calle para evitar las ramas de los árboles caídos.

A pesar de que pasamos las últimas horas juntos a solas, la televisión había estado encendida y la tormenta había sido ruidosa. Ahora estaba realmente silencioso. Demasiado silencioso. —¿Sabías que nuestra calle originalmente se llamaba Chuck Norris Drive? —le pregunté, sólo para romper el silencio.
Edward me miró. Había visto el final de la película conmigo, y se rió desde el comienzo hasta el final.

—Es cierto —continué—. Pero tuvieron que cambiar el nombre porque nadie se cruza a Chuck Norris y sobrevive.

Edward trató de no reírse, pero fracasó. —No puedo creer que nunca has tenido que luchar contra tus admiradores —dijo—. No hay manera de que por lo menos la mitad de los chicos con los que pasas el rato no estén locamente enamorados de ti.
—Créelo —le dije tratando de evitar lo incómodo de su declaración—, hasta que llegaste tú, ningún chico me había llamado por mi primer nombre. Bueno, supongo que Garret y tú. Pero tú fuiste el primero, y él no cuenta porque cuando me conoció yo llevaba el estúpido bikini de Rosalie.

Edward frunció el ceño cuando mencioné el nombre de Garret. Llegamos a la calle en medio de nuestras casas y mientras me dirigía a la mía, Edward tomó mi mano.

—Ven a mi casa conmigo esta noche.

—¿Perdón? —Me sorprendí y tuve que trabajar para controlar mi repentina ira.
—No quiero decir de esa manera —dijo Edward. Para su suerte, parecía sincero. Había golpeado a otros chicos por pedir mucho menos—. Sólo esta noche, es sábado. Sólo para cuidarte.

—No le mentiste al Sr. C —dije, asombrada—, realmente viniste esta noche porque te preocupabas, ¿no es así?

—Bella, no tienes idea de lo que los sábados por la noche se han convertido para mí. Tengo que buscar maneras de distraerme a mí mismo cada fin de semana con el fin de no ir a romper tu puerta.

—Está bien, ¿se supone que debo señalar cada vez que haces o dices algo raro? Porque ahora sería uno de esos momentos.
Edward me ignoró. —Quédate conmigo esta noche —dijo de nuevo.

—Edward, voy a estar bien. Ven por la mañana para ver cómo estoy, si es necesario, pero no puedo ir contigo. Fin de la historia.

Edward no parecía feliz, pero no discutió conmigo. —Bien —dijo y me acompañó hasta mi casa. Bajó la voz a un susurro al acompañarme, pensando probablemente lo mismo que yo, que mi padre sobreprotector sin duda esperaba por mí y que no le gustaría que Edward me trajera a casa en lugar del señor Clearwater.

—Buenas noches, Bella —susurró Edward, y luego me sorprendió inclinándose para presionar sus labios rápidamente sobre los míos. Todo eso me hizo querer agarrarlo y tratar de recrear el beso anterior. Me pregunté si podía leer mi mente porque me dedicó una amplia sonrisa—. Nos vemos por la mañana.
Puse mis ojos en blanco. —Y prometo que estaré viva.
***

—Papá, estoy en casa —dije, sacudiéndolo. Se había quedado dormido frente al televisor. Supongo que mamá fue capaz de calmarlo un poco después de que salí esta noche. Pensé que iba a encontrarlo caminando por la cocina hasta que llegara a casa. Tal vez eso significaba que tanto él como mi madre estarían de mejor humor de ahora en adelante.

Papá se limpió el sueño de los ojos y me sonrió. —Bien —dijo. Luego besó mi frente, comprobó que la puerta estuviera bien cerrada con llave y luego desapareció hacia la cama.

Me sentía exhausta, también, pero la montaña rusa emocional en la que había estado esta noche tenía mi cabeza dando vueltas. No habría sueño para Bella Swan esta noche.
Me puse mi pijama, encendí el televisor y me terminaba de acomodar en la cama cuando oí un pequeño ruido en la ventana de mi dormitorio. Al principio, pensé que lo había imaginado, pero luego lo escuché de nuevo. Silencié el televisor y me deslicé sigilosamente a lo largo de la pared hasta llegar al borde de la ventana, escuchando para comprobar que no estaba loca.

—¡Bella! —susurró alguien desde el otro lado—. Soy yo.
Si la voz no hubiera sido tan familiar, hubiera gritado lo suficientemente fuerte como para despertar a los muertos.

—¿Edward?

—Sí. Abre.

Rosalie habría estado decepcionada de mí en varios niveles si hubiera visto lo rápido que obedecí. Abrí la ventana, pero antes de que pudiera decir—: ¿Qué estás haciendo aquí? —Ya estaba adentro y cerrando la ventana—. ¡Edward! —susurré—. Si mis padres te encuentran aquí, mi papá me va a matar antes que El Acuchillador de los Sábado por la Noche tenga su oportunidad. ¡Y te matará a ti primero!

—Entonces deja de hacer tanto escándalo —susurró.

—¿Qué estás haciendo aquí?

Edward se puso cómodo en mi cama y sonrió. —Es mañana —dijo, como si eso explicara todo. Cuando claramente no lo hizo, explicó—: Dijiste que podía venir en la mañana. —Miró el reloj en la mesita de noche. Era casi la una—. Técnicamente, es mañana.

—Lindo.

—Mira. Dijiste que no podías venir a mi casa, así que me voy a quedar aquí. Contigo.
Algo sobre la forma en la que dijo “contigo” me hizo agradecerle a las estrellas por no haber escuchado a Rosalie en el tema de la ropa de dormir. Mi enorme pijama de franela de los Simpsons era realmente cómoda en estos momentos.

—No vas a pasar la noche conmigo, Edward.

—Oh, claro que sí. Incluso si tengo que atarte y amordazarte hasta la mañana para evitar que despiertes a todos en la casa.
Un pequeño matiz de miedo me apretó el pecho, pero lo arrojé lejos. —No lo harías.

Edward arqueó una de sus cejas. —¿No lo crees?

Está bromeando. Probablemente. Quizás. Espero.

Decidí que realmente no quería averiguarlo. Cuando suspiré mi derrota, Edward tendió una mano hacia mí. —Ven aquí, Bella.

Lo miré dudosamente mientras yacía apoyado contra mis almohadas. —No, gracias.

En lugar de acostarme con él, fui hasta los pies de la cama y me senté con la espalda contra la pared. Cuando Edward se dio cuenta de que realmente no iba a ir con él, se acercó a mí. —¿Cómo se supone que vamos a dormir estando sentados de esta manera? —preguntó.

—Noticia de última hora, Edward. No hay manera de que pueda dormir contigo aquí, sin importar la posición en la que esté.

—¿Ayudaría si duermo en el suelo?

—Definitivamente me haría sentir mejor, pero no me ayudaría a dormir.

—Bueno, si no vas a poder dormir sin importar qué haga, entonces no me sentaré en el suelo duro.

Todo se quedó incómodamente tranquilo, y cuando Edward tomó mi mano en la suya, sentí mi cuerpo tensarse. Me estremecí lo suficiente para que Edward frunciera el ceño. Puso su mano de nuevo en su regazo y cerró los ojos. —Estoy confundido —admitió, tratando de controlar cualquier emoción que estuviera sintiendo en el momento—. Pensé que pasamos un buen rato esta noche.

—Lo hicimos —concordé.

—Te di un beso de buenas noches en el porche hace menos de quince minutos.

—Lo hiciste —concordé de nuevo.
—Y no te asustaste de mí entonces.

—No.

—¿Pero te estoy haciendo sentir incómoda ahora?

—Sí. —Después de todo lo que había pasado esta noche, era mucho más fácil ser honesta con él—. Es difícil no tener miedo de ti.

Edward tomó mi mano de nuevo. Esta vez la sostuvo. —Realmente no quiero que tengas miedo de mí. Bella, te juro que nunca…

—No. No. Lo sé. Es bueno saber un poco más sobre ti, pero no es sólo eso. Son las cosas que dices y la forma en que me miras. —Sentí el peso de su cuerpo junto al mío, y el calor de su mano y añadí—: Y cómo siempre estás buscando alguna manera de tocarme.

Miré a mi regazo, esperando que Edward se riera de mi ingenuidad, pero me sorprendió con su seriedad. —Nunca he querido a alguien tanto en toda mi vida —admitió, tirando de mi barbilla de modo que me vi obligada a mirarlo.

Oh, genial. Honestidad. Eso fue una brillante idea. Ahora que me estaba tocando y mirando, y diciéndome esas cosas al mismo tiempo. No podía respirar. O respiraba muy rápido. No lo sabía. Pero no podía pensar en ese momento.

—Lo siento si eso te asusta —dijo Edward—. Pero no puedo evitarlo. Cuando estoy contigo siento tanto, es abrumador.

Di un grito ahogado y traté de soltarme de su agarre, pero me abrazó. —De ninguna manera —dijo a la ligera, su brazo a mí alrededor haciéndose de hierro—. Nunca vas a acostumbrarte si sigues huyendo.
Santa hiperventilación. —Edward, me estás asustando otra vez.

—Relájate, Bella. Confía en mí. —Sus labios de pronto estuvieron en mi oreja—. Cierra los ojos —susurró tranquilamente. Un escalofrío corrió a través de mi cuerpo y mis ojos se cerraron como si estuvieran bajo un hechizo—. Toma una respiración profunda.

Sentí el pecho de Edward imitar la acción. Tomamos un par de respiraciones juntos y entonces mi cuerpo, básicamente, se derritió contra él.

—Buena chica —dijo Edward, relajando su agarre. Me removió en sus brazos hasta que prácticamente me acunaba contra su pecho, y comenzó a pasar sus dedos por mi cabello. Se rió cuando suspiré contentamente—. ¿Ves? No es tan malo. Ahora vamos a quedarnos aquí sentados hasta que de lo único que sientas miedo es de lo mucho que disfrutas lo que estás sintiendo.

—¿Qué estoy sintiendo? —Además de cansancio y una comodidad extrema.

—Tú dime. Sé que sientes más por mí que sólo miedo. Me besaste como si realmente lo quisieras.

—¿Lo hice? —pregunté.
Edward se rió de nuevo. —Lo hiciste.

—Oh.

Caímos en un gran e incómodo silencio. Me refiero a, ¿Qué se supone que debo decir a eso? Probablemente no lo que dije después, que fue—: ¿Has notado las similitudes entre El Acuchillador de los Sábados por la Noche y tú?

Fue lo que salió de mi boca cuando le eché un vistazo a la TV y vi las noticias reportando algo sobre los toques de queda implementados en toda el área metropolitana. Me sentí mal cuando Edward me soltó y se puso ligeramente pálido. —Lo siento —le dije con la mano sobre mi boca—. Olvida que dije eso.
Sólo dejo escapar cualquier cosa cuando estoy nerviosa.

—¿Qué quieres decir? ¿Qué similitudes?

—Nada. No lo decía en serio. Pensé en algo que Rosalie y yo hablamos antes.

Edward realmente se veía consternado. Era peor que hacerlo enojar. —¿Rosalie y tú han estado comparándome con un asesino en serie?
Me encogí. —Eh, no. —Te acusábamos de ser un asesino en serie.

—Mentirosa.

—¡Lo siento! Es sólo que el Acuchillador y tú aparecieron en mi vida en el mismo momento, acechando todos mis movimientos. Fue un poco difícil no notarlo cuando ambos me asustan mucho. Además, ambos tienen algo perturbador por los cuchillos. Tú eres un entusiasta del crimen, y él… es realmente entusiasta en cometer crímenes.

—Eso no es exactamente lo mismo —argumentó Edward.
Respondí con—: Los dos tienen una obsesión con las pelirrojas.
Eso finalmente lo hizo sonreír. —Ya no —dijo—. No tengo una obsesión con todas las pelirrojas, sólo contigo.

Palidecí, lo que creo era la intención de Edward porque se echó a reír y luego extendió sus brazos para que me acurrucara en ellos. Negué con la cabeza vigorosamente, pero Edward se estiró y me atrajo hacia él. Luché menos que Rosalie siendo arrastrada a una venta de zapatos, e incluso me acurruqué contra él, suspiré; molesta conmigo misma.
Edward retiró el pelo fuera de mi cara. —¿Cuál es el problema? —preguntó. Parecía realmente tranquilo ahora que me tenía devuelta en sus brazos.

—Rosalie y yo también nos preguntábamos como las chicas pueden ser tan estúpidas como para ir a casa con alguien tan espeluznante como el Acuchillador, quien sólo termina matándolas.

—¿Y estar sentada aquí conmigo en este momento te recordó a eso?
Suspiré de nuevo. —Me di cuenta de cómo sucede. —Está bien, no estás haciendo la cosa mejor, idiota.

Edward frunció el ceño. —¿Por qué soy espeluznante y te doy miedo? —preguntó con sequedad.

Le sonreí tímidamente. —Y aún así, te abrí la puerta. Y dejé que me besaras. Y que entraras en mi habitación. Y luego tuve la osadía de estar sorprendida cuando me asustaste otra vez. Ahora aquí estoy de nuevo. De vuelta en tus brazos.

Debió haberle gustado la idea de que yo estuviera en sus brazos, porque me dio un apretón y besó mi frente.
Resistí la tentación de estremecerme. —Soy una de esas chicas tontas. Me pregunto si el asesino me encuentra, ¿lo dejaré entrar, también?

—Por supuesto que no.

—¿Cómo lo sabes? Cuando sacaste ese cuchillo realmente pensé que ibas a matarme. Luego, veinte minutos después estábamos besándonos.
Edward se rió de nuevo, pero yo no trataba de ser graciosa. —¿Qué? —espeté.

—Uno de estos días te voy a enseñar la diferencia entre un simple beso y lo que es besar.

Me alegré de que no pudiera verme sonrojar. Pero, nuevamente, tal vez no importaba, porque debió haber notado la forma en que mi corazón empezó a latir con fuerza.

—Dejaste que te besara esta noche porque en el fondo sabías que no te haría daño —continuó Edward, finalmente respondiendo a mi pregunta—. Me tomó mucho tiempo ganar esa confianza y tú todavía ni siquiera puedes estar acostada conmigo en la cama. Créeme, Bella, tú no eres una de esas chicas. Si tu vida alguna vez realmente está en peligro, vas a luchar por ella de manera impresionante.

—No sería suficiente —murmuré—. Odio ser tan impotente contra ti. Nunca me había sentido tan indefensa.
—No eres completamente indefensa. Tienes que tener en cuenta que he estado practicando autodefensa desde que tenía diez años. También soy un boxeador entrenado, cinta negra, y he pasado por campamentos y la academia de policía.

—¿En serio? —jadeé.
Edward se encogió de hombros. —Larga historia, pero el punto es, que he sido entrenado para derrotar a un atacante y tú me diste pelea. La mayoría de los chicos probablemente no tendrían una oportunidad contra ti. Realmente no tienes que preocuparte, porque nadie va a tocarte. Te lo juro, Bella.

Edward me abrazó con fuerza y con ese apretón finalmente me convenció de que estaba completamente segura. Incluso si en realidad era el asesino en serie y utilizaba sus habilidades con los cuchillos para matar un millón de pelirrojas, él no me haría daño.

Me quedé allí, en los brazos de Edward. Pensando en todas las cosas que podía hacer. La vida extraña, emocionante y solitaria que ha tenido hasta ahora. El pasado trágico que de alguna manera era romántico. La parte más alucinante de todo era, que él parecía pensar que yo era lo único que necesitaba para darle sentido a todo.

Entendí lo que quería decir sobre sentirse abrumado.

—No puedo creer que fuiste apuñalado —susurré, tratando de comprender las cosas que me dijo esta noche—. ¿Tienes una cicatriz?

Su pecho se sacudió con su risa silenciosa y me recordó a Eric Sherman en clase de biología. A diferencia de mi viejo compañero de clase, Edward no parecía incómodo por mi morbosidad. Aparentemente, tampoco se sentía incómodo con la desnudez, ya que dijo—: No es muy impresionante. —Y se quitó la camisa más rápido que decir “abdominales fuertes.”
Claro que había visto a Edward sin camisa una o dos veces, pero la primera vez sufría una conmoción cerebral, y las otras veces, habían sido a unos cuarenta metros de distancia a través de mi ventana. Esta vez, teniéndolo en mi cuarto, en mi cama, en medio de la noche, era completamente diferente. Contuve el aliento y traté de no mirar.

—¿Ves? —dijo Edward, pasando sus dedos por una pequeña línea rosa.

—Guau, ¿eso es todo? —le dije cuando por fin vi la cicatriz. Si no la hubiera señalado, tal vez ni la hubiera visto. Ahora tenía sentido por qué no la había notado antes—. Esperaba algo más mortífero.
Edward se rió. —Te dije que no era impresionante. El cuchillo no era muy grande, y se ha desvanecido con los años. Todavía se puede sentir, sin embargo.

Automáticamente extendí la mano, pero antes de tocar su piel me di cuenta de lo que hacía, y alejé mis dedos.
—Está bien —dijo.

No estaba a punto de, ya saben, tocarlo, así que él tomó mi mano y la puso sobre la cicatriz.

—Tan cerca de tu corazón —susurré con voz temblorosa. Podía sentir su corazón latiendo rápidamente bajo mis dedos. No podía imaginarme a alguien clavando una navaja en él. Deteniéndolo. Matándolo—. Me alegro de que no acertaran —admití.

Cuando sin pensar comencé a pasar mis dedos una y otra vez sobre la cicatriz en su piel, su respiración se aceleró y sostuvo mi mano. —Bella —dijo, enviando escalofríos por mi cuerpo—. Sé mi novia.

—¿Q-qué?

Gateé hasta el otro lado de la cama tan pronto como pude. No trató de detenerme, pero cuando lo miré sus ojos lucían más hambrientos de lo que jamás los había visto, y su pecho se agitó como si estuviera teniendo dificultades para respirar. Tragó saliva.

—Necesito que seas mía. No puedo soportar el perseguirte y todas esas tonterías. Estos momentos que tenemos, se sienten como que casi te tengo, pero siempre estoy preguntándome lo qué estás pensando y qué es lo que esperas para huir de mí. No puedo soportarlo. Es hora de que esto sea una relación verdadera.

—Yo…Eh…Yo no…

—Sí, sí lo haces.

—Déjame pensarlo.
Edward sacudió la cabeza y gateó hacía mí. —No te estoy dando una opción —dijo, deteniéndose a sólo unos centímetros de mi cara.

—¿No? —pregunté estúpidamente. Esa era toda la pelea que yo iba a dar.
Edward sacudió su cabeza de nuevo y cerró la distancia entre nosotros. —Voy a ser bueno para ti —dijo contra mis labios.

No podría haber discutido con él incluso si quisiera. Lo que, seamos realistas, no hacía. Me besó suavemente al principio, pero en el momento en que le devolví el beso, me besó duro. Tuve que envolver mis brazos alrededor de su cuello para evitar el caer de espaldas de la cama, y eso fue todo. Estaba en mi espalda con el peso de Edward sobre mí. Sólo que esta vez no tenía miedo de que fuera a matarme. Me preocupaba que tratara de enseñarme algo mucho más que sólo besar.

—Edward —dije una vez que finalmente me dio la oportunidad de respirar.
Movió su boca a mi cuello, y no me malinterpreten, me gustó. Me gustó mucho. Pero ni siquiera había sido su novia por treinta segundos y sin embargo algo me dijo que Edward no necesitaba, en todo caso, más estímulo del que ya le había dado. Lo empujé un poco hacia atrás y traté de nuevo. —Edward, espera. Detente.

—Lo siento —dijo Edward, acercando sus labios a los míos para otro beso y luego dijo—: Lo siento. Tienes razón. Aún no estás lista para eso.

—No, no. No lo estoy —concordé antes de que yo cambiara de opinión. Entonces, para mi propio beneficio añadí—: No lo voy a estar por mucho tiempo.

—Está bien —dijo Edward con una sonrisa—. No te preocupes, voy a detenerme.
Retiró su peso y me acercó a él hasta que mi espalda se hallaba contra su pecho, de alguna manera su cuerpo se moldeó alrededor del mío.

—¿Qué tal esto? —preguntó, burlonamente—. ¿Puedes soportar por lo menos esto?

¿Estás bromeando? Nunca me sentí más cómoda en mi vida. —Sí, lo puedo hacer
—dije, ya medio dormida. Eran casi las 2:00 a.m. después de todo, y soy una chica de dormir temprano y levantarse temprano.

—En realidad, podría acostumbrarme a esto. —Ahora que no me sentía preocupada de nada más, el cansancio me consumía y estaba prácticamente en un estado de delirio—. Esto es bueno. Debería haber un nombre para esto.

—Cucharear. —Edward se rió entre dientes.

—¿Eh?

—Se llama cucharear.

—Cucharear. Me gusta cucharear. Guau, tengo que cerrar la boca antes de que cambies tu opinión acerca de mí.

Edward rió de nuevo. —Duerme un poco, Bella —dijo. Así que lo hice.
Caí dormida como un ladrillo en cuestión de segundos. Fue la mejor noche de sueño que había tenido en todo el verano. De hecho, estaba tan dormida que no desperté hasta que el sol empezó a iluminar mi habitación y Edward entraba nuevamente a escondidas por mi ventana, lo que significaba que se había colado por ella en algún momento y no me di cuenta.

—Lo siento —susurró—. No era mi intención despertarte. —Se metió debajo de las sábanas e hizo eso de cucharear otra vez. Aún se sentía increíble, incluso cuando no estaba medio dormida.

—Buenos días.
—Es temprano. Vuelve a dormir —dijo Edward mientras me besaba el cuello y luego se colocó en la misma posición en que había estado cuando me quedé dormida.

Era como si nunca se hubiera ido, pero ahora estaba duchado, con ropa fresca y oliendo increíblemente. Yo, por otro lado, probablemente tenía el pelo como un pajar y el aliento de la mañana, y estaba encantada de no estar frente a frente con él.

—¿Qué hora es? —le pregunté.

—Seis y media.

—¿Cuándo te fuiste anoche? Nunca te escuché salir.

—Hace una hora.

—¿Una hora? ¿Te quedaste toda la noche?
Edward se rió de la sorpresa en mi voz. —Te dije que iba a hacerlo. No me hubiera ido en lo absoluto pero tenía que consolidar mi coartada.

—¿Eh?

—Mi tía no presta mucha atención cuando llego a casa por la noche, pero creo que se daría cuenta si no regreso a casa durante toda la noche. Se levanta a hacer yoga a las seis y siempre comprueba que esté allí.

—Hablando de padres a quienes les gusta chequear a sus hijos, tienes hasta las nueve antes de que los míos despierten y entonces es mejor que no estés aquí.


—Ocho y media, entonces. Lo que significa que tenemos dos horas más para dormir y te prometo que estaré fuera cuando tus padres despierten.

1 comentario:

cari dijo...

Los amo Bella muy difícil d convencer no se resiste ahora este Edward me encanta, gracias nos leemos

ORACION A MI SEXY VAMPIRITO

Edward de mi guarda
De mi sexy compañia
Bebete mi sangre
De noche y de Dia
Hasta que caiga en tus brazos
Y sea tu marca de heroina