Mi
cabeza latía con fuerza cuando me desperté a la mañana siguiente. Probablemente
porque después de la fiesta, soñé toda la noche. Algunos de los sueños fueron
pesadillas, pero algunos de ellos... bueno... digamos que me acordé de cómo los
labios de Edward se sentían en mi cuello y cómo sus dedos podrían elevar la
piel de gallina en mi piel un poco demasiado bien.
Las
pesadillas eran reconfortantes porque eran muy sencillas, pero los buenos
sueños me confundían. No sabía qué pensar de Edward, pero una cosa era cierta:
no había manera en el infierno en la que fuera a pasar el día a solas con él.
Mi coche tendría que esperar.
Bajé
las escaleras para tratar de explicar la mala noticia a mi madre, pero me
detuve en el pasillo cuando la oí a ella y a Rosalie hablando de mí. —No lo
entiendo —dijo Rosalie.
—Estaban
hablando y Edward era tan dulce. Entonces Bella enloqueció y nos hizo salir. No
dijo ni una sola palabra de camino a casa.
—Bueno
Rose, cariño —pude escuchar la simpatía en la voz de mamá, así como asombro—,
probablemente se asustó.
¡Gracias!
Me alivio tanto que alguien entendiera cómo de espeluznante era Edward. Pero
entonces mamá dijo—: Bella no está acostumbrada a los chicos como tú.
—¡Lo
único que hace es salir con chicos!
—Pero
ninguno de ellos le ha prestado esa clase de atención antes. Los J, son buenos
chicos, pero tratan a Bella como a uno de ellos. ¿Puedes ver a alguno de ellos
pidiéndole una cita, o tratando de darle un beso?
Rosalie resopló. —Ew.
No
podía creer que mamá y mi hermana estuviesen teniendo esta conversación acerca
de mí, pero al menos Rosalie y yo nos hallábamos en la misma página con ese
pensamiento. ¿Salir con los J? Ew, ew y ¡ew!
Mamá
continuó—: Así que si a Bella le gusta Edward, ¿no puedes entender lo
confundida que puede estar en este momento? La pubertad es una cosa muy
difícil. No todo el mundo se adapta a él tan naturalmente como tú lo hiciste.
—Asco,
mamá, no puedo creer que hayas dicho la palabra pubertad.
—Bueno,
¿De qué otra forma se supone que la llame?
—Um,
nada. Esta conversación está tan terminada. ¿Y sabes qué? Tal vez no deberías
decirle nada a Bella. Voy a ayudarla con Edward.
Al
oír una silla deslizarse de la mesa, empecé a arrastrarme escaleras arriba, pero
todavía oí la respuesta estoica de mi madre. —¿Rosalie?
—¿Qué?
—Deja
a tu hermana en paz.
—Pero
mamá, no la viste. Necesita ayuda.
—¡Aléjate
de ella! —dijo mamá de nuevo—. Estoy segura de que pedirá tu ayuda cuando esté
preparada para ello.
¡Ha!
Y los monos podrían volar fuera de mi culo, también.
Esperé
en mi cuarto hasta que oí a Rosalie encender la ducha en el baño y luego bajé a
enfrentar a mamá. Afortunadamente, no dijo nada cuando entré en la cocina. Tomó
un sorbo de café mientras que cogí un plato de Cocoa Puffs.
Cuando
por fin habló, no dijo ni una palabra acerca de la fiesta.
—Así
que, ¿alguna idea del tipo de coche que quieres?
—Dudo
que tenga muchas opciones con sólo cuatro mil dólares para trabajar —le dije,
encontrando la transición perfecta para cancelar mis planes del día sin tener
que recurrir a Edward—. Tal vez debería esperar hasta el final del verano,
cuando ahorre un poco más.
—Te
sorprenderías, Bella. ¿Recuerdas a Genevieve del hotel? Su esposo Frank maneja
un concesionario Ford Livonia y me dijo que tenía unas pocas grandes ofertas en
este momento. Le dije lo mucho que has estado ahorrando y está emocionada por
ti para que vayas hoy.
¡Demonios!
No es que no
estuviese agradecida por el intento de mi madre de conseguirme un acuerdo pese
a la falta de conexiones con vehículos de nuestra familia—mamá no trabajaba
para una compañía de autos tampoco, útil como eso resultaría ahora. Es la
gerente de recepción del hotel Marriott en Dearborn, pero ¿cómo se supone que
vaya a librarme de ir ahora?
—Oye,
¿mamá? Si conoces a este chico, ¿por qué no vas conmigo hoy?
Mi
mamá me estudió entonces de una forma en la que nunca me había visto antes. Le
tomó mucho tiempo para responder. —Oh, cariño —dijo, suspirando—. Eso va a
tomar todo el día y tengo toda una lista de cosas por hacer.
—Pero
sólo soy una niña. ¿No crees que debería tener un adulto conmigo para algo como
comprar un coche?
—Estás
pagando en efectivo, por lo que no será necesario que firme ningún documento y
sabes más sobre coches que yo.
—Pero…
—Estás
a punto de cumplir dieciséis años. Es hora de que comiences a tomar un poco de
responsabilidad adulta. Especialmente si vas a ser dueña de tu propio auto.
—Hizo una pausa para sonreírme por encima de su taza de café—. Confío en ti
para tomar una buena decisión.
Ugh,
ella fue por todo el viaje a la culpabilidad. Había estado dándome discursos
sobre la responsabilidad de tener mi propio auto por semanas. Si le decía que
no podía manejar esto por mi cuenta, probablemente me diría que no podía
conseguir uno.
Bueno,
si ella podía ir a por el sentimiento de culpa, también podría yo. —¿No quieres
ir conmigo, mamá? Es para mis dulces dieciséis. Podríamos ir las dos. Podríamos
pasar el día juntas. ¿Ir a por algo de comer? No lo hacemos muy a menudo.
La
verdad es que ofrecerle algo de tiempo de calidad de chicas sólo para nosotras
dos era bastante solapada de mí parte. Mamá es mucho más parecida a Rosalie, y
no es ningún secreto que soy hija de mi padre. Me sentí un poco mal
manipulándola, pero tiempos desesperados requieren medidas desesperadas.
Mamá
se quedó muy tranquila, mientras dejaba su taza de café. ¡La tenía! Iba a
ceder, pude verlo en sus ojos. Cuando por fin habló, esperé a que dijera bien,
pero lo que salió de su boca fue—: Lo siento, cariño. Es que no puedo hoy.
Fue entonces cuando
me di cuenta de lo que hacía. —¡Ella te tiene totalmente! —acusé.
—¿Qué?
—Mamá parecía asustada.
—¡La
voy a matar!
—¿Matar
a quién?
—¡Rosalie!
—grité con la parte superior de mis pulmones—. Esa pequeña perr…
—Me
contuve a tiempo antes de llegar a ser castigada—. ¡Mocosa!
—¡Bella!
¿Qué es lo que te pasa?
No
pude evitar enojarme con mamá. —¡Me estás mandando a volar porque quieres que
tenga que ir con Edward!
Mamá
no pudo encontrar una respuesta, di justo en el clavo.
—¡Eres
tan mala como ella! —le grité.
—Bella,
deja de gritar —dijo mamá, con la voz cada vez más dura—. Edward fue muy
agradable al ofrecerse para ayudarte. Es nuevo en la ciudad y sólo quiere pasar
tiempo con la única gente de su edad que conoce. Sería muy grosero de tu parte
cancelarle.
—Oh,
por favor. No te importa ofender a nadie. Sólo quieres que tu hija, la bicho
raro, se parezca más a la que es perfecta.
—¡Isabella
Eleanor Swan!
Había
cruzado una línea con eso, pero no lo retiraría. Crucé los brazos tercamente,
cayendo en una pelea de miradas con mamá. Esperé a que empezara conmigo, me
diera el sermón y el castigo que merecía, y me sorprendió realmente cuando
llegó la compasión. —Rosalie no es perfecta, cariño, y no eres un bicho raro.
Mi
madre se inclinó sobre la mesa y puso su mano en mi brazo. Tenía esa mirada
orgullosa de todo padre en sus ojos. —Eres una criatura inteligente, una mujer
fuerte y una hermosa joven, Bella —dijo— Era sólo cuestión de tiempo antes que
los chicos comenzaran a darse cuenta de eso. Y ahora que lo hacen, vas a tener
que aprender a lidiar con eso.
—¡Oh,
caramba! —Me hundí de nuevo en la silla más incómoda de lo que jamás había
estado en mi vida. Este no era el sermón que había estado esperando.
—Lo
digo en serio, Bella.
—Yo
también. Esperare por papá para conseguir el coche.
—Sabes lo mal que tu
padre se sentía por tener que salir este fin de semana. Se sentirá aún peor si
no tienes tu coche antes de tu cumpleaños. Él sabe lo mucho que has estado
deseando que llegue.
—Va
a estar bien, mamá. Una semana no me va a matar.
—Es
más que eso, Bella. Tu padre y yo sabemos que estás hecha polvo sobre tus
amigos que se han ido este verano y se perderán tu cumpleaños.
—Le
voy a hacer una fiesta —dijo Rosalie, entrando en la cocina—. El cuatro es este
viernes, lo que no me deja mucho tiempo, pero apuesto a que puedo lograrlo.
Mi
madre me miró con esperanza y suspiró cuando negué con la cabeza. —Es tu
decimosexto cumpleaños —dijo—. ¡Debe ser especial!
Esto
tocaba una fibra sensible, no importa lo mucho que intentaba no permitirlo.
—Bueno, no hay manera de que una estúpida fiesta llena de amigos de Rosalie sea
algo especial —espeté.
—Ingrata
—murmuró Rosalie. La fulminé con la mirada.
—Olvídalo,
es sólo un cumpleaños estúpido.
—Bella
—dijo mi mamá, frunciendo el ceño.
La
pena en su voz tiró mi temperamento sobre el borde. —¡No quiero una fiesta!
—le
grité—. ¡Y no voy a ir hoy!
—¿Qué
quieres decir con que no vas a ir hoy? —exclamó Rosalie en estado de pánico—.
¡Tienes que hacerlo! Bella, esto es básicamente como una cita. Incluso llamé a
Alice y a Victoria para que vinieran a ayudarte a prepararte. Estarán aquí en
como quince minutos.
—No
es una cita.
—Ya
oíste a Edward la última noche de camino a casa. Está muy entusiasmado con hoy.
No le puedes cancelar, le romperías el corazón.
—Estoy
segura que lo haría. No voy a ninguna parte sola con Edward.
—Entonces
lleva a tu hermana contigo —sugirió mamá rápidamente.
—¿En
su cita? —preguntó Rosalie, horrorizada.
Pero
mamá tenía un punto. Tal vez había una posibilidad de que pudiera conseguir mi
coche hoy. Cuando Rosalie se encontraba allí, Edward hacia un trabajo decente
controlando su factor de rareza.
—No
es una cita —repetí—. Y si no vas, no voy.
Rosalie
me miró con incredulidad. —Eres un monstruo.
—Está bien. Creo que
no voy —le dije, volviendo a salir de la habitación.
llegara
pisando fuerte hasta detrás de mí diciendo—: Está bien, voy a ir. Tú, bebé
grande.
Me
encerré en el cuarto de baño antes de que pudiera empezar a darme consejos de
armario.
Por
suerte, Rachel y Brooke no aparecieron para darme un cambio de imagen de la
primera cita, pero había un conjunto tendido en mi cama cuando salí de la
ducha. No quería darle a Rosalie la satisfacción de haber ganado, pero no
quería pelear con ella tampoco. Necesitaba estar en un buen estado de ánimo
para mantener a Edward distraído.
Me
di cuenta de que trataba de ser razonable. Había traído un par de pantalones
vaqueros míos, probablemente sólo porque soy demasiado alta para usar
cualquiera de los suyos, así que me puse la camiseta sin discutir demasiado a
pesar de que era de color rosa, tenía una correa alrededor de la parte trasera
de mi cuello en lugar de mangas, y parecía haber perdido la parte posterior.
Bajé
las escaleras esperando que se quejara de mi cola de caballo, pero se limitó a
mirarme en una especie de sobresalto y dijo—: Guau. Te ves realmente linda.
Hombre, soy muy buena.
—¿Es
esto realmente necesario? —le pregunté, señalando la camisa. Miré la camiseta
que ella llevaba puesta y fruncí el ceño—. ¿Cómo es que tú si usas mangas?
—Bella,
si vas a hacerme acompañarte a tu cita, entonces por lo menos tiene que parecer
que trataste de verte más linda que yo.
—¿Le
darías un descanso ya? ¡Esto no es una cita! —Pero dos segundos más tarde, sonó
el timbre y contestamos para encontrar a Edward de pie con rosas en la mano.
¡Rosas! Rosalie me dio una mirada muy puntiaguda. La ignoré.
Los
ojos de Edward pasaron por encima de mí, de la cabeza a los pies, demorándose
curiosamente en la camisa que llevaba puesta. Cuando su mirada finalmente cayó
de nuevo a mi cara, se rió de mi ceño y me tendió las flores. —Para la chica
del casi cumpleaños.
No
me di cuenta que estaba allí de pie como una idiota boquiabierta mirando las
flores hasta que Rosalie me dio un codazo. Edward tenía que tomar realmente mi
mano y poner las flores en ella.
—Um, gracias —dije,
pero por alguna razón sonó como una pregunta.
Edward
extendió su brazo hacia mí y me preguntó—: ¿Estás lista para irnos?
Bajé
la mirada al brazo expectante y luego a Rosalie. Me daba una mirada suplicante,
pidiendo que fuera sin ella. —Lista —le dije, sin apartar los ojos de mí
hermana—. ¿Estás lista, Rose?
Rosalie
puso los ojos en blanco. Con un suspiro irritado, dijo—: Sólo tengo que ir por
mi bolso. —Y se dirigió hacia las escaleras.
—¿Tu
hermana viene?
Volví
a mirar a Edward y me encogí de hombros.
La
cara de Edward lucía cuidadosa. —Pensé que sólo íbamos a ser nosotros —dijo de
manera uniforme.
—Ella
quería venir —mentí.
Edward
me estudió por un momento, su mirada intensa. —Podrías haberle dicho que no.
Afortunadamente,
Rosalie volvió entonces. Huh. Nunca pensé que diría eso.
—Está
bien, estoy lista —dijo Rosalie, aplicando brillos a sus labios cuando se
detuvo frente a nosotros.
—Genial
—dijo Edward con una gran sonrisa en su dirección. Pero mientras caminaba hacia
la puerta apuntó a su cara y dijo—: Te untaste un poco.
Cuando
me dirigí a la parte trasera del coche de Edward, me agarró por los hombros y
me condujo alrededor del coche, y me dejó caer en el asiento delantero.
—Quédate —me ordenó y luego se apresuró a deslizarse detrás del volante.
Después
de abrochar el cinturón de seguridad, Edward pasó los dedos a lo largo de mi
brazo y mi mano quedó en la suya. Bajé la mirada, un poco desconcertada por
cómo había entrelazado sus dedos con los míos—jamás me había tomado de la mano
con un chico antes.
—Entonces
—su voz me sobresaltó. Alcé la vista y me encontré con una sonrisa tan cálida
que no pude tirar de mi mano—, pensé que podría…
—Es una lástima que
no estés viniendo a casa con un coche como este hoy, Bella
—interrumpió Rosalie,
quien finalmente había dejado de quejarse sobre sus labios, cuando se metió en
el asiento trasero. Ante el sonido de su voz arranqué la mano de la de Edward.
Edward
arrancó el coche, enviándole una sonrisa paciente a Rosalie por el espejo
retrovisor. —¿Te gusta? —le pregunté.
Todavía
podía sentir el calor de la mano de Edward en la mía. Mi piel se estremeció
cuando él la había sujetado como si ansiara más. ¿Por qué el primer chico que
me ha gustado alguna vez tenía que estar loco? Y sabía que estaba loco porque
mientras hablaba con mi hermana acerca de las ventajas de conducir un BMW, su
voz era de lo más amable, pero agarraba el volante con los nudillos blancos.
—¿Bella?
Levanté
la mirada. Edward y Rosalie esperaban que yo dijera algo.
—¿Qué
te parece? —preguntó Rosalie nuevo.
—No
compraría una de estas cosas, incluso si tuviera un trillón de dólares.
—Eso
no es de lo que hablábamos —dijo Rosalie—. Y no seas grosera.
—¿Demasiado
rico para tu sangre? —me preguntó Edward con curiosidad.
—Trata
muy extranjero. Esto es Detroit. ¿Motor City? ¿Ford, Chevrolet,
GM?
Edward
se encogió de hombros. —Por lo menos con este coche no tendrías que reemplazar
la transmisión cada tres años.
¡Oh!
Rosalie
vio mis ojos entrecerrados y rápidamente dio un paso al frente. —Bella,
hablábamos de Patty’s.
—¿Qué?
—¿Quieres
ir a Patty’s antes de empezar a buscar coches? Le decía a Edward lo
mucho que te encanta.
Patty’s
es este comedor de
vieja escuela donde tienen las mejores malteadas del planeta. No tenía ganas de
prolongar el día de hoy más de lo necesario, pero algunas cosas valían la pena.
—Bien —me quejé.
—¿Ves?
—Rosalie sonrió triunfalmente a Edward—. Te dije que nunca puede resistirse a Patty’s.
Edward visiblemente
se relajó en su silla. —¿A qué otras cosas no puede resistirse? —le preguntó a Rosalie,
sonriéndome diabólicamente.
—Boletos
para un juego de los Red Wings —dijo Rosalie automáticamente—. Y chicos que
tocan la guitarra.
Di
un grito ahogado. —¡Rosalie! ¡Cállate! —No me di cuenta que sabía eso sobre mí.
—¿En
serio? —Se rió Edward y yo me volví un tono muy profundo de rojo—. Los músicos,
¿eh?
—¿Tocas?
—preguntó Rosalie a Edward esperanzada.
Oré
porque Edward no se diera cuenta de que Rosalie trataba de hacer de
casamentera, pero también sospeché que no había mucho que Edward pasara por
alto.
—Puedo aprender
—dijo.
2 comentarios:
Jajajajaja Edward va con todo, gracias
Hola. Ed no da un paso atrás ni para coger impulso.
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