Capitulo 22
Después
de mi única-vez-en-mi vida, nunca-siendo-repetida crisis emocional el
miércoles, le conté a Rosalie todo.
Resultó
ser una sorprendentemente buena oyente y no me juzgo incluso por estar
enamorada de un asesino en serie. Casi. Ella escuchaba, me animó lo mejor que
pudo, y me ayudó a ocultar mi depresión de mis padres hasta su salida para sus
vacaciones después de esta noche.
Estoy
a favor de esta nueva hermandad que Rosalie y yo parecíamos tener, pero para
cuando llegó el sábado y nos encontrábamos oficialmente bloqueadas por la
noche, yo no había visto ni hablado con nadie más que ella en días, y estaba
empezando a mostrarse.
—No
—dije cuando se volcó a MTV—. No estaré viendo esto toda la noche. De
ninguna manera.
—Bueno,
te puedes olvidar de ESPN.
—¿No
tienes algunos chicos que puedes ir a llamar o algo así? —espeté.
—¿No
tienes algunos juegos de vídeo que puedes ir a jugar o algo así? —escupió.
Cogí
el mando a distancia de Rosalie y empecé a moverlo de un tirón a través de los
canales.
—La
TV los sábados apesta.
—Olvida
eso. Voy donde Alice. Mamá y Papá ni siquiera están en casa. Nunca sabrán si
salimos.
—¿Vas a dejarme aquí
sola?
—Bueno,
¿por qué no? Tú eres probablemente la más segura pelirroja en el sur de
Michigan. No sólo el Detective Vulturi dice saber que Edward no hará daño a
nadie, Edward te ama. No va a matarte. Además, son las ocho ya.
Probablemente está afuera acechando a su próxima víctima en estos momentos.
Casi
como si el destino se burlara de nosotras, el timbre sonó entonces, ¿y supongo
que estaba de pie en el porche?
—Así
que, si está aquí en este momento —le susurré a Rosalie a medida que nos
asomamos a la ventana—, ¿eso me hace su próxima víctima?
Rosalie
miró confundida y preocupada.
—No
entiendo, ¿qué está haciendo aquí? —susurró a su vez.
—Ustedes
—llamó Edward con voz plana—, puedo ver sus sombras a través de la cortina.
Rosalie
y yo saltamos fuera de la ventana, fijando nuestras espaldas contra la puerta
principal.
—¿Qué
vamos a hacer? —le pregunté—. ¿Lo dejo entrar?
—Supongo.
Me refiero a que una novia de verdad lo haría —musitó Rosalie.
—¿Crees
que el detective Vulturi está ahí fuera viéndolo? Él no dejaría que nada nos
pasara. Tal vez deberíamos dejarlo entrar.
—Bella
—gritó Edward, golpeando la puerta de nuevo—. No me iré hasta que hablemos.
—Suena
enojado —dije.
—Bella,
¿por favor?
—En
realidad, suena desesperado —dijo Rosalie. Su rostro se llenó de simpatía y me
encogí. Ella todavía no había sido expuesta a la vulnerabilidad de Edward, y me
pareció que estaba tan susceptible a él como yo, porque antes de que pudiera
decir algo, abrió la puerta.
—Hola
Edward —comenzó a decir, pero irrumpió derecho pasándola, cerró la puerta
detrás de él, y luego se volvió hacia mí.
Retrocedí
hasta que me topé con la pared.
—¿Sólo
no vas a hablar conmigo otra vez? —preguntó.
Ese era más o menos
el plan.
—Lo
siento —dije sin más explicaciones. ¿Qué se supone que diga? ¿Odio haberme
enamorado de ti, y estar cerca de ti duele demasiado? Incluso ahora, mientras
permanecía de pie en silencio rogándome aceptarlo, mi corazón y mi cabeza se
hallaban en guerra dentro de mí.
Él
comenzó a venir hacia mí y en un movimiento sorpresa, Rosalie se acercó a mi
lado, estrechando mi mano.
—Sólo
necesitaba un poco de tiempo, Edward.
Me
quedé impresionada por la confianza que mostró. Su frontal protectora hacia Edward
se detuvo, y finalmente fui capaz de reunir un poco de coraje. Mantenlo
feliz, me recordé. No puede saber que sospechas de él.
—¿Te
quieres quedar por un rato?
—Sí.
Miré
a mi hermana. Parecía preocupada, pero me dejaba la decisión a mí.
—Vamos,
entonces —le dije con un suspiro—. Justo veíamos la televisión.
Edward
rozó sus dedos contra los míos cuando pasé por delante de él. ¿Por qué su
contacto tiene que ser así de eléctrico? Envió una corriente a través de mí,
haciendo imposible para mí romper la conexión. Miré impotente a Edward y luego
le di lo que quería… mi mano.
—¿No
podemos ir a tu habitación o algo así? —me preguntó en voz baja. Sus ojos se
clavaron en Rosalie—. Tú y yo tenemos algunos asuntos pendiente, y esperaba un
poco privacidad.
¿Asuntos
pendientes? Tragué
saliva. Tal vez soy la pelirroja de su elección esta noche después de todo.
—Um.
—Por
lo tanto, Edward, ¿cuáles son tus planes esta noche? ¿Nada divertido? —dijo Rosalie,
viniendo a mi rescate. Nos conduje a la sala de televisión antes de que Edward
me pudiera hablar de ir arriba.
—Es
sábado. Bella es mi único plan para la noche. La cantidad de diversión que
tenemos depende de ella —respondió Edward, mirando a mi hermana con desprecio—.
Y tuya, al parecer.
Rosalie y yo
intercambiamos una mirada de asombro. Traté de sentarme en el sillón de mi
padre, pero había dado mi mano a Edward y él no estaba dispuesto a renunciar a
ella. Tiró de mí hacia abajo en el sofá con él.
—¿Estás
bien? —preguntó cuándo me puse rígida a su lado.
Asentí
rápidamente, pero Edward parecía que no me creía. En un intento por
convencerlo, saqué mis pies debajo de mí y me inclino en su contra. Bingo. Edward
inmediatamente se olvidó de todo, excepto el hecho de que me acurruqué contra
él. Se olvidó de nuestro “asuntos pendientes” y resolvió a sí mismo una larga
noche de ver la televisión.
Dos
repeticiones de Los Simpson y un episodio de House después,
empecé a dudar de que el Detective Vulturi prometiera que todo esto acabaría
pronto. Edward, obviamente, no pensaba en ir a ningún lugar o matar a nadie
esta noche. Iba a ser atrapada por ser siempre su novia. Por supuesto, mientras
me encontraba sentada a su lado y me masajeaba ligeramente la parte de atrás de
mi cuello, relajándome en un estado de semi-conciencia, me imaginé que eran
peores cosas.
Debo
haberme dormido, porque desperté asustada por el jadeo de mi hermana.
—¿Qué
es? —pregunté, sonrojándome cuando levanté mi cabeza del hombro de
Edward.
Por suerte no hubo baba.
Edward
no me dejó sentarme.
—No
es nada —susurró, tirando de mí hacia él—. Vuelve a dormir.
—Bella,
¡mira! —dijo Rosalie, pero no importaba, ya lo veía.
Eran
las noticias de las once, y vi la cara de una pelirroja. Pero no era cualquier
pelirroja. La reconocí al instante como una de las imágenes en el armario de Edward.
—¿Hubo
otro asesinato? —jadeé—. ¿Esta noche?
Miré
a Rosalie. Lucía tan asombrada como yo.
—No
es de esta noche —dijo Edward, interrumpiendo nuestra conversación silenciosa.
Las dos lo miramos y esperamos a que lo explique.
—¿No
han visto la noticia en todo el par de días pasados?
—Supongo
que no —dijo Rosalie después de pensar en ello—. Desde que nuestros padres se
fueron. Son los adictos a las noticias.
—¿Por
qué? —le pregunté.
—La
encontraron la semana pasada —dijo Edward, apuntando a la pantalla—. Pero sólo
la identificaron como una de las víctimas de los Sábados por la Noche ayer.
—¿Ayer? —preguntamos Rosalie
y yo juntas.
—Quince
años de edad, Jennifer McConnelly de Wayne, Michigan —recitó Edward—.
Arrastrada encima de la orilla del Refugio de Vida Silvestre del Río Detroit la
última semana. Creen que fue abandonada cerca del río y fue arrastrada en esa
gran tormenta que tuvimos.
—¿Murió
hace dos semanas? —preguntó Rosalie—. ¿La noche de la gran tormenta?
Cuando
Edward asintió con la cabeza, Rosalie me miró con ojos muy abiertos, pero me
perdí lo que trataba de decirme con esa mirada.
—¿Por
qué les tomó una semana para identificarla? —le pregunté.
Edward
sonrió.
—Piensa
en ello. Les tomó una semana para encontrarla. Ella no estaba en la mejor
condición.
—Ew.
—Además,
¿con los animales en el refugio? Estoy sorprendido que fueron capaces de
confirmar que es víctima de los Sábados por la Noche en absoluto. Apuesto a que
el Acuchillador no se sentía muy feliz cuando no se encontró.
—Casi
suena como si tú fueras infeliz al respecto —me quejé.
Recibí
una mirada de Rosalie, pero Edward sólo se encogió de hombros.
—Me
volvía loco —admitió—. No tiene sentido que un asesino en serie rompa su
patrón. Y luego no hubo asesinato el pasado Sábado tampoco. No me gusta. —Edward
frunció el ceño y me llevó en sus brazos, apretándome protectoramente—. Ahora
que han encontrado a Jennifer, estoy seguro de que habrá otra víctima mañana.
Está
bien, así que tal vez ese apretón no era tan protector. Tal vez sólo estaba
ansioso de que Rosalie saliera de la habitación para que pudiera matarme ya.
—Bella
—dijo Rosalie, aclarándose la garganta.
Me
miraba con ojos locos. Por mi vida no me podía imaginar lo que pasaba
repentinamente con ella, así que cuando dijo—: ¿Todavía tienes las pinzas
negras que te dejé prestado? Mi pelo me está volviendo loca. —No cuestione la
idiotez de su declaración.
Estoy segura de que Edward
sabía que no había prestado ninguna pinza para el cabello de Rosalie—tienes que
ser un idiota para no adivinar eso—pero no me importaba. Rosalie se volvía loca
por algo, y yo era demasiado curiosa para no enterarme de lo que quería
decirme, así que dije—: Uh, sí. Te voy a enseñar donde están.
Edward
realmente no quería que me levantara, así que dije:
—Voy
a estar de vuelta. —Y rocé mis labios contra los suyos. Ese beso breve ofrecido
espontáneamente por mí le hizo sonreír tan grande que me di cuenta de lo
hambriento de afecto que se hallaba. Guau, soy muy mala. El beso tuvo el
efecto deseado, sin embargo. Me dejó levantarme sin cuestionar dónde iba o que
no iba a correr y esconderme. Lucía tan distraído que ni siquiera creo que cuestionó
la mentira. Debo tratar esto con más frecuencia.
Rosalie
se detuvo en la base de la escalera. Después miró hacia atrás para asegurarse
de que Edward no nos había seguido, me volví hacia ella.
—¿Qué
es eso?
Rosalie
miró hacia atrás, también. La costa estaba aún clara.
—Bella
—chilló con entusiasmo—. ¡Tenemos que ir a llamar al Detective Vulturi!
—¿Qué?
¿Por qué?
—Tenemos
que darle la noticia sobre Edward.
Me
confundí totalmente.
—¿Qué
noticias?
—¿No
lo entiendes?
—Um,
¿no?
—¡Edward
no lo hizo!
—¿Qué?
—Esa
chica fue asesinada hace dos semanas —dijo Rosalie como si eso lo explicara
todo.
—¿Y?
—¿La
noche de la gran tormenta?
—Todavía
no lo entiendo.
Rosalie
puso los ojos.
—La
noche pasada Edward estuvo contigo.
Era
tan simple que todavía no entendía. Mi hermana parecía muy decepcionada de mi
capacidad mental en el momento.
—Si
estuvo contigo toda la noche, entonces no pudo haber matado a esa chica —dijo—.
No es el acuchillador. Y si no es el acuchillador, entonces eso quiere decir
que no lastimó a Garret tampoco. ¡Ha estado diciendo la verdad!
—Pero
si no fue él el que lastimó a Garret, ¿quién lo hizo?
No
es que estas no fueran grandes noticia, pero yo acababa de comenzar a aceptar
la horrible verdad, ¿y ahora se suponía que sólo no creyera?
—¿A
quién le importa? —dijo Rosalie—. De lo único que Edward es culpable es de ser
un bombón. Puedes ser su novia. Como de verdad. Está bien amarlo.
—No
lo sé. ¿Qué pasa con las fotos, y el…?
—Es
un aficionado al crimen extraño, como dijiste. ¿Quién sabe? Bella, estuvo
contigo toda la noche y en algún lugar de todo el camino por la ciudad, una
chica fue asesinada. No pudo haber sido él. El Detective Vulturi dijo que el
hombre que atacó a Garret era sin duda el Acuchillador. Garret debe haber
estado sólo en el lugar equivocado en el momento equivocado.
—Pero…
—Tú
misma lo has dicho, Edward sigue diciendo que no tocó a Garret. Y seamos
honestos, Edward parece ser el tipo de persona que no tendría problemas en
admitir si hubiera lastimado a Garret. Está diciendo la verdad. Tiene que
hacerlo. ¡Esa chica muerta lo prueba!
—Pero
no tiene sentido —argumenté.
—Claro
que sí. Estás siendo una gallina porque Edward dijo que te ama.
—No
soy una gallina.
—Tú
eres totalmente una gallina. Voy a ir a las escaleras para llamar al Detective Vulturi
ahora mismo y decirle a él la buena nueva. Vuelve allí y pasa algún tiempo con
tu extraño-pero-no-totalmente-psicótico novio.
—¿Vas
a dejarme a solas con él? —No pude evitar mi pánico repentino.
—¿Ves?
Gallina. Vas a estar bien, lo prometo.
Suspiré.
Tal vez tenía un tiempo difícil creyendo en la inocencia de Edward porque lo
quería tan mal. Simplemente no hay forma en que podría ser tan fácil.
—¿Estas realmente tan
segura de que no va a tratar de matarme el segundo que desaparezcas?
—¿Alguna
vez te aconseje en la mal dirección antes? —dijo Rosalie, me giró para
enfrentar la sala de estar donde Edward me esperaba.
Cuando
dije la palabra—: Emmett. —Hizo rodar sus ojos y me dio un pequeño empujón. Me
encontré en la otra habitación y choqué contra algo sólido y muy adolescente
muchacho similar.
—¿Todo
bien por aquí? —preguntó Edward de repente.
Grité,
por supuesto. Bueno, él había espantado la viviente luz fuera de mí. La forma
en que Edward puede sigilosamente deslizarse a una persona es inquietante.
Rosalie
sonrió con más intensidad a Edward de lo que nunca la había visto sonreír a
nadie.
—Todo
está bien. No me di cuenta de lo cansada que me sentía. Creo que voy a dejarlo
todo por la noche. —Me lanzó una sonrisa sarcástica y dijo—: Tengo algunos
chicos a los que llamar o algo. ¿Crees que puedes manejar a Bella vigilándola
el resto de la noche?
Edward
asintió en silencio, como si todavía no le hiciera entender lo que pasaba, porque
el pensamiento de que podría dejarnos solos era imposible. Tengo que admitir,
que era bastante adorable.
—Bien.
Estoy fuera —dijo Rosalie, y luego vagaba por las escaleras.
Cuando
oímos la puerta del dormitorio cerrada, Edward se volvió hacia mí, aturdido.
—¿Ella
realmente se ha ido? Creí que no confiaba en mí lo suficiente como para
dejarnos solos.
De
ninguna manera iba a explicar este repentino cambio de corazón de Rosalie.
—Te
dije que Rosalie es voluble —le dije, diciéndome a mí misma que no tenía
nada
que temer.
—No
pensé que confiabas en mí, tampoco.
Toda
la alegría había desaparecido de la voz de Edward y me hizo sentir como un
idiota. No había confiado en él. Cuando no dije nada de inmediato preguntó—:
¿Por qué huyes de mí? ¿Por qué no me has hablado en tres días? ¿Por qué no
quieres siquiera mirarme ahora?
No me había dado
cuenta de que miraba a mis pies. Encontré entonces su mirada, y desee no
haberlo hecho. Uf, que cara. ¿Por qué tenía que mirarme así? El asustado Bambi
no podría hacerme sentir peor si hubiera sido quién mató a su madre.
—Lo
siento —le susurré. Me hubiera gustado encontrar más de mi voz, pero al menos
con agitación así, Edward sabía lo mucho que significaba lo que dije.
—¿Qué
hice mal? —preguntó.
—Nada
—le dije rápidamente—. No has hecho nada malo. —Si no has matado a nadie,
entonces no ha hecho absolutamente nada malo—. Soy la que se mantiene
metiendo la pata. Soy una mierda de novia.
Edward
me estudió y decidió que yo decía la verdad, o que no iba a renunciar a la
verdad.
—Estás
perdonada —dijo finalmente.
Luego,
en un movimiento tan rápido que me dejó sin aliento, Edward me levantó y me
fijó por debajo de él en el sofá.
—Me
debes una sesión llena. —Juro que ese chico está hecho de feromonas—. Y esta
vez… —Se distrajo demasiado por mis labios para terminar la frase.
Tuve
que volver la cabeza lejos de sus besos para poder hablar.
—¿Esta
vez? —pregunté.
Edward
se inclinó y sonrió como el diablo.
—Esta
vez no hay nadie que nos detenga. Tus padres se han ido. Tu hermana no importa.
Incluso le expliqué a mi tía que ustedes se encontraban en casa solas y
necesitabas a alguien que se quedara contigo, por lo que no tengo que dejarte
esta vez. Eres mía esta noche, y ni siquiera necesito una coartada.
Me
estremecí por la forma en que me había llamado suya. Era tan posesivo, pero en
una sexy exasperantemente manera que me hizo desear someterme. Por un segundo,
Lo hice—me perdí en su beso. Hasta que algo hizo clic en su lugar en la parte
de atrás de mi cerebro.
—Tu
coartada —jadeé.
—¿Qué?
—¡Te
fuiste! —Me puse en posición sentada, luchando para empujar a Edward de
encima—. La última vez que estuviste aquí, no te quedaste conmigo todo el
tiempo. ¡Te fuiste!
Edward
miró confundido. Supuse que no podía culparlo.
—¿Sí?
—dijo, sin saber por qué me volvía loca—. Para hablar con mi tía, ¿te acuerdas?
Pero no es necesario esta vez. —Empezó con los besos de nuevo y tenía un tiempo
difícil deteniéndolo lo suficiente como para decir—: No te dejaré esta noche, Bella.
Edward
continuó besándome, pero yo no podía devolverle el beso, mi cabeza daba
vueltas. Había estado dormida durante horas esa noche. Dijo que sólo se había
ido por una hora, pero en realidad, pudo haberme dejado en cualquier momento.
Tenía tiempo de sobra para escaparse, matar a alguien, lavar la evidencia, y
colarse de nuevo en mi habitación después de la salida del sol. La única cosa
que hizo que mi hermana esté tan segura de que era inocente, era su coartada,
era un gigante negro agujero.
Edward
trató de ponerme hacia debajo de nuevo, pero no se lo permití.
—Edward,
espera —le dije, entrando en pánico.
Volví
la cabeza hacia un lado, pero eso no hizo detener de Edward. Sus labios rozaron
mi mejilla y luego fue a mi oído.
—Bésame,
Bella —exigió en voz baja—. Antes de que me vuelva loco.
Me
estremecí.
—Oh,
no. No la voz sexy. ¡Eso no es justo!
Edward
no me hizo caso.
—Sólo
besos —dijo, acercando su boca a la mía de nuevo—. Nada más. Lo
prometo.
Puedes manejar los besos.
Edward
procedió a sacar mi cola de caballo para que pudiera enredar sus dedos en mi
cabello. Él iba a ganar esta batalla. Era un asesino en serie y yo iba a ceder
ante él. Quería darle a él. Soy tan psicótica como él.
—Te
amo, Bella. ¿Tienes alguna idea de lo que se siente?
Sí.
—Necesito
que me beses. Ahora mismo.
Oh,
por el amor de… mierda. Le
di un beso. Envolví mis brazos alrededor de su cuello y lo besé como si no
hubiera mañana. Después de todo, era un asesino con un gusto por las
pelirrojas, tal vez no había mañana para mí. Oh bueno. Si me mata esta
noche, al menos moriré feliz.
Los
besos se detuvieron al instante. Abrí mis ojos para averiguar que pasó y
encontré a Edward mirándome con cautela.
—¿Qué
acabas de decir?
Fruncí
el ceño. ¿Había dicho algo?
—¿Qué quieres decir
con “si te mata esta noche vas a morir feliz?” ¿Si quien te mata? ¿Yo?
Oops.
¡Maldito estúpido mi cerebro!
—Uh...
—Ahora estoy muerta con seguridad—. No sé lo que dices. Yo no he dicho nada.
—Bella.
—Los ojos de Edward brillaron con ira y sacó mis manos de su cuello—. No me
mientas. Te escuché alto y claro. ¿Qué quieres decir?
—Nada
—le solté, mi temperamento quemando en respuesta al suyo—. Y si te vas a poner
de mal humor, entonces puedes irte.
—No
lo creo. No hasta que me lo digas.
Salté
del sofá y Edward se puso de pie con sus manos cerradas en torno a mi muñeca
antes de que incluso pudiera pensar en correr.
—Suéltame.
No
lo hizo.
—Explica
—ordenó—. Ahora.
—Que
te jodan.
Me
aparté, y cuando Edward aún no me dejó ir, hice una bola con el puño libre y
golpeé tan duro como podía.
No
creo que Edward creyera que jamás pudiera golpearlo. O tal vez pensó que no
podía. Esa es la única explicación para el hecho de que no se agachó lo
suficientemente rápido, y la mirada de sorpresa en su cara cuando lo registró.
Edward
me miró, sorprendido, y miré atrás, mi pecho agitado aún por la furia. Poco a
poco, llevó sus dedos a la nariz.
Cuando
retiró la mano, examinó la sangre en el dedo con un sentido de temor
reverencial.
Tiré
mi brazo libre de él.
—¡No.
Me des. Órdenes!
—Tú
me golpeaste. —Se veía desconcertado aún por esto.
—Y
voy a hacerlo de nuevo si tengo que hacerlo. ¡Fuera de mi casa!
Edward
finalmente se sacó de su estupor.
—No
me iré mientras estés actuando como una persona loca. ¿Qué está pasando?
Dio
un paso hacia mí y di un salto atrás, golpeando con fuerza la mano. Cuando se
dio cuenta de lo seria que estaba, evaluó la situación. Por desgracia, el
camino que decidió seguir fue hacerme frente. Corrió hacia mí, pero esta vez lo
vi venir y no me iba a llegar tan fácilmente. Le tomó cuatro veces más para
ponerme en el suelo con mis manos detrás de mi espalda esta vez, y una vez que
lo hizo, estaba indefensa y ambos agotados.
—Estás
mejorando mucho en eso —dijo, y tuvo el descaro de parecer divertido. Si
estuviera frente a él, le habría escupido en la cara.
Ya
sabía que era inútil luchar, pero eso no significaba que no lo haría. Luché y
luché y luché hasta que mi cuerpo me dolía. Entonces grité con frustración
cuando me vi obligada a darme por vencida.
—¡Te
odio!
—No,
no lo haces.
Eso
me puso de nuevo y Edward habló sobre mi paliza y maldición.
—Sabes
que lo siento por esto, pero eres demasiado terca para tu propio bien, y no
estás actuando racionalmente en estos momentos. Dime por qué crees que te voy a
matar.
Le
respondí golpeándolo tan fuerte que casi tiró mi brazo de su agarre. Parte de
mí quería arrancarlo de mi hombro, sólo para que Edward se sintiera mal, pero
antes de que pudiera sacar las agallas para hacer eso, Edward inclinó su cabeza
hacia la mía.
—Por
favor, cálmate —suplicó. Odiaba que su voz sonara llena de preocupación—. No
puedo manejar este juego que estás jugando. Algo ha pasado. Algo ha estado
equivocado toda la semana y necesito que me digas qué es. La verdad esta vez,
por favor. No te puedo ayudar a menos que confíes en mí.
—Sé
que eres tú, ¡está bien! —grité, derrotada—. ¡Sé que mataste a esas chicas! ¡Y
si me vas a matar, entonces hazlo ya, porque no aguanto más! ¡Te odio! ¡Te odio
por hacerme sentir cosas sobre ti que no debo!
—¡Bella!
—Edward se quedó sin aliento—. ¿De qué estás hablando? ¡Yo no he matado a
nadie!
—Ahora,
¿quién es el mentiroso?
—¡No
estoy mintiendo! ¿Cómo se te ocurre eso?
—¡Encontraron el
coche de Garret! —grité, y entonces toda la lucha me dejó. No podía gritar
más—. Eso es lo que dijo ese detective cuando me viste con Rosalie hablándole.
Encontraron el coche de Garret y en el interior había un cuchillo que tenía
tanto el ADN de Garret como el ADN de dos de las chicas de los Sábados por la
Noche.
Fue
entonces cuando Edward dejó de luchar. Sentí su cuerpo aflojarse. Tropezó
mientras subía encima. Cuando me di la vuelta sobre mi espalda, Edward se
encontraba sentado allí, viéndose fantasmalmente blanco. Dudo que habría sido
capaz siquiera de ponerse de pie en el momento, si lo hubiera intentado.
Parecía
asustado, lo que me hizo querer consolarlo. Lo odiaba por eso. Pero también no
pude evitarlo.
—Yo
no quería creerlo, Edward. Lo siento. No lo intenté tampoco. Pero era tan
seguro.
—Si
eso es cierto, ¿por qué a ti? ¿Por qué te dijo eso? ¿Por qué simplemente no me
arrestó?
—Porque
no tenemos pruebas concretas de que tú atacaste a Garret. Te necesita para ir
tras otra chica. Me dijo que no podía romper contigo, porque averiguarías lo
que sabíamos. Dijo que era una buena distracción para ti y me dijo que te
hiciera feliz. —Yo no podía dejar de sonreír amargamente—. Fallé bastante con
esa asignación la mayoría del tiempo.
—Créeme
—dijo Edward con una risa áspera—. Su plan funcionó a las mil maravillas. Me ha
mantenido distraído mucho esta semana. Demasiado distraído.
Edward
se puso de pie y comenzó a caminar por la habitación.
—Debería
haberlo imaginado —se reprendió a sí mismo—. Lo vi contigo y no cuestioné.
Sabía que algo iba mal contigo. Incluso sabía que me mentiste el miércoles,
pero me preocupé tanto por ti que no lo relacioné. ¿Cómo pude haber sido tan
estúpido?
Ahora
lucía enfadado. Enojado porque había estado descubierto, y enojado por haber
dejado a una chica distraerlo a meter la pata en su perfecta operación.
Edward
se perdió en sus pensamientos y sacó su cuchillo de su bolsillo trasero. Mi
sangre se convirtió en hielo en mis venas mientras lo miraba estúpidamente
abrirlo y cerrarlo. Mientras contemplaba mis posibilidades de escape si
corriera hacia la puerta ahora mismo —lo que era una pobre consideración ya que
ahora se encontraba parado y saltaría sobre mí en el segundo que tratara de
ponerme de pie— los ojos de Edward cruzaron como un relámpago hacia abajo en
mí.
—Este
detective —dijo—, ¿está con el FBI?
Parecía casi una
locura ahora. Pensé que no era prudente darle más mierda. Sacudí mi
cabeza.
—Detroit
PD.
—Quería
utilizarte como cebo, ¿y sólo estuviste de acuerdo con él?
—No
me usó. Sólo dijo que si sabías que yo sabía tu secreto, ibas a tratar de
matarme. Dijo que no romper contigo era la única manera de mantenerme a salvo.
Prometió mantener un ojo en mí. Dijo que sabía que no podrías lastimarme.
—Apuesto
a que lo hizo —murmuró Edward.
Tuve
que mirar hacia otro lado mientras decía mis próximas palabras, porque me daba
vergüenza creerla.
—Yo
pensé que lo sabía, también —susurré patéticamente—. Incluso si pensaba que
matabas a las chicas que se veían igual a mí, estaba segura de que nunca me harías
daño. Es por eso que seguí con esto. Y es por eso que me molesté tanto el
miércoles, porque no podía hacerme odiarte. No podía no gustarme cuando me
besaste. Me dijiste que me amabas y yo… yo… ¡Eres un asesino en serie! Y
yo estúpida no podía dejar de enamorarme de ti de todos modos.
La
ira de Edward se desvaneció. Sonrió cariñosamente lastimado.
—Tienes
razón —bromeó—. Eso fue estúpido de ti. No es que no lo aprecio.
Mi
mandíbula cayó.
—¿Esto
es una broma para ti?
—¡No!
—dijo Edward, toda su ira volviendo en un instante. Hombre, ¿tengo un talento
para hacerlo perder los estribos o qué?
—No
es una broma. Y no puedo creer que no estés tomándolo más en serio. Estás en
peligro, Bella. Peligro real. ¿Te das cuenta de eso?
Edward
estaba al cien por ciento serio, y su tono fue más duro de lo que jamás lo
había oído. Era la primera vez que realmente creía que iba a hacerlo. Iba a
matarme. Fue sólo una cuestión de tiempo. Bueno, no me tendrá sin luchar.
—¿Y
qué hay de tus padres? —continuó a despotricar—. No puedo creer que tus padres
se fueron con esto. Y dejarte sola.
—¿Estás bromeando?
Mis padres no saben nada de esto. Cuando el detective Vulturi nos contó dijo
que no podíamos decirle a nadie, nos hizo mantenerlo en secreto. Tenía miedo de
que te enteraras. Tenía miedo de que si mis padres cancelaran su viaje, podrías
conseguir asustarme y matarme.
—Espera.
¿Él sabe que estás sola en casa este fin de semana?
Los
ojos de Edward se estrecharon y todo su cuerpo se puso rígido. Me agarró del
brazo y tiró de mí a mis pies.
—Vamos
a salir de aquí ahora mismo —dijo.
Me
tomó unos pasos antes de que lograra golpearlo. Esto fue todo.
—¡El
infierno que nos vamos! —le dije, arrancando mi mano de la suya. Me sorprendió
que no hubiera estado aferrado con más fuerza. Intenté contra atacar por las
escaleras, pero me agarró por el tobillo.
—¿Aún
crees que quiero matarte? —preguntó Edward incrédulo.
Sabía
que sólo era cuestión de segundos antes de que él me tirara de nuevo, pero ahora
me encontraba suficiente cerca para que Rosalie pudiera oírme sobre el estéreo
explotante de su habitación.
—¡Rosalie!
—grité—. ¡Rosalie! ¡Llama al Detective Vulturi!
—¡Bella,
para! ¡Sólo espera!
—¡Aléjate
de mí! —Pateé hacia atrás y logré golpear a Edward en la cara con tanta fuerza
que me soltó. Me apresuré a subir las escaleras. Si tan sólo pudiera llegar a
la habitación de mi hermana, podríamos cerrar la puerta y esperar a que la
policía aparezca.
Edward
era demasiado rápido. Voló a mí, ya llegando a la cima de la escalera. Me tenía
en el piso de nuevo.
—¡Rosalie!
—grité.
—¡Bella,
sólo escúchame un segundo! No lo pueden llamar —me gritó Edward—. ¿No lo
entiendes? Los asesinatos en serie son manejados por el FBI, no…
Edward
cortó a media frase y dejó escapar un grito de dolor. Luego Rosalie gritó y Edward
cayó inerte encima de mí.
—¡Rosalie!
—grité—. Rosalie, ¿qué pasó? ¿Estás bien? ¡Rosalie!
Empujé
el cuerpo de Edward lejos de mí y encontré a mi aterrorizada hermana de pie
junto a nosotros, sosteniendo el arma de electrochoque de Edward.
—¿Estás
bien? —preguntó ella, con las manos temblando y las lágrimas corriendo por su
rostro.
Edward tosió mi
nombre, no del todo inconsciente, y cuando trató de alcanzar su mano hacia mí, Rosalie
y yo gritamos cuando mi frenética hermana lo aniquiló otra vez. Tuve que
quitarle la cosa de las manos antes de que soltara el gatillo. Esta vez Edward
quedó inconsciente.
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1 comentario:
OMG y ahora q paso
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