Edward
El día que finalmente conocí a
Bella comenzó como cualquier otro día desde que me había mudado a Michigan
—conmigo tomando un vaso de jugo de pasto de trigo frente a mi tía Esme en la
mesa, mientras ella trataba otra vez de convencerme de mover mi equipo de gimnasio
hacia el sótano.
—Creo que ya está a treinta
grados afuera —se quejó—. ¿Estás seguro de que no prefieres mover tus cosas al
sótano? Es más fresco allí abajo.
Habíamos tenido variaciones de
esta conversación por seis días consecutivos. —No hay luz real allí abajo. Soy
un chico del sur de California, nacido y criado. Necesito sol. —Un hecho real,
pero no la razón del por qué hacía mis ejercicios en el garaje. Esperaba que Bella
me notara y viniera a saludarme. Sin embargo, no le iba a admitir eso a mi
tía—. Además, treinta grados no es tan caliente.
—Lo es cuando lo combinas con
un noventa por ciento de humedad —se quejó la tía Esme.
Ella trabajaba en su último
manuscrito en la mesa de la cocina porque decía que hacía demasiado calor en su
oficina. Tenía dos ventiladores apuntando directamente a ella y su botella
atomizadora fijada para rociarse ocasionalmente. También había remplazado a su
café de la mañana por lates helados y había cambiado sus pantalones para
escribir por un par de pantalones cortos.
—¿Por qué no pudiste escoger
una casa con aire acondicionado?
Me
encogí de hombros. —Querías que esta mudanza se sintiera auténtica. Ninguna de
las casas en este vecindario tiene aire acondicionado.
La
tía Esme se quitó sus lentes y se frotó el puente de su nariz. —Tienes razón
—dijo con un suspiro—. Esta locura fue mi idea. Y es bueno para nosotros
experimentar. Somos muy mimados, tú y yo, ¿verdad?
—Habla
por ti misma —bromeé, aunque ambos sabíamos que tenía razón—. ¿Me has escuchado
quejarme una sola vez desde que nos mudamos aquí?
—No.
—La tía Esme sonrió afectivamente—. Eres un muy buen chico, Edward. No te
merezco. Gracias por venir aquí conmigo, y gracias por tener una actitud
positiva.
Ella
en verdad me daba demasiado crédito. Si no fuera por Bella, no habría hecho
otra cosa que quejarme sobre este estado infernal las veinticuatro horas, siete
días a la semana. Por supuesto, sería mejor si Bella realmente me hablara.
He
estado aquí por una semana entera, y no creo que Bella incluso se haya dado
cuenta de que existo. Eso, o a ella no le importaba que existía. Esa era una
idea deprimente, así que elegí creer que se encontraba encerrada en su propio
mundo.
Si
sólo supiera cómo extender ese mundo para incluirme a mí.
Normalmente
yo habría ido feliz a hablar primero, pero de alguna manera no creía que eso
iría con ella. Parecía del tipo que tiene que hacer las cosas a su manera. Por
lo que pude ver, si me le acerco era muy probable que yo recibiera un golpe.
No
podía ir e invitarla a salir, no importaba cuánto quisiera.
Además,
no hay forma de que pueda llegar hasta ella. Esa hermana suya se aferraría a mí
al segundo que diera un paso en su porche. Probablemente había visto una docena
de chicos diferentes ir y venir de su casa esta semana y mientras Rosalie
coqueteaba con ellos, seguía mirándome como un animal hambriento.
Desearía
que Bella me mirara con la misma cantidad de lujuria que su hermana. Diablos,
deseaba que me mirara en general.
La idea de Bella
teniendo ya una relación cruzó por mi mente. La había desechado después de
verla con esos chicos la primera vez que la vi, pero tal vez me equivocaba. Mis
manos se apretaron en puños ante la idea del novio de Bella. Odiaba al tipo más
de lo que he odiado a alguien, y ni siquiera sabía si existía.
La
tía Esme me trajo lejos de mis pesadillas con otro suspiro. —Todavía me
preocupo por ti entrenando. Asegúrate de beber mucha agua. No te sobre
calientes.
—No
soy un auto, tía Esme —dije.
La
besé en la cima de la cabeza, luego me dirigí hacia fuera, rezando porque hoy
fuera el día en el que Bella y yo finalmente hablaríamos.
No
lo fue. Al menos, no entonces. Hice mis ejercicios como siempre, sin
interrupciones. Bella no se hallaba a la vista.
Rosalie
revisó el correo dos veces.
La
tía Esme tenía razón sobre lo del calor. No importaba cuanta agua consumía
durante mi entrenamiento, aún seguía muriendo de sed. Tomé otra botella fría
del refrigerador antes de llegar a la ducha. Mientras bebía, miré por la
ventana de mi habitación hacia la casa de enfrente.
La
habitación de Bella se encontraba directamente frente a la mía. Tenía una
tendencia de dejar su ventana abierta con la cortina completamente abierta, y
ese hábito, odiaba decirlo, me convertía en una especie de acosador. Incluso me
di por vencido y busqué mis binoculares. No podía no mirar. La habitación de
una persona hablaba mucho sobre ella, y necesitaba saber todo lo que podía
sobre Bella si iba a hacerla mía.
No
había notado a Bella hasta que me terminé mi botella de agua. Ella estaba de
pie en su ventana mirándome justo a mí. Nuestras miradas se encontraron y una
descarga de adrenalina subió por mis venas. Era la primera vez que hacíamos
contacto visual. Pero tan pronto como nos notamos el uno al otro, se agachó
fuera de mi vista.
Se
arrastró lejos como si estuviera avergonzada. Era casi como si pensara que la
había atrapado mirándome y no al revés. La esperanza surgió dentro de mí. ¿La había
atrapado mirándome? ¿Era posible que me observara de la forma en que yo la
observaba?
Esperé.
Tenía que saber si miraría de nuevo. Vamos, Bella. Mira de nuevo. Mírame.
Quise que sucediera. Aunque fuera sólo un pequeño vistazo y yo sería capaz de
descifrar algo de sus pensamientos. Soy extremadamente bueno leyendo a las
personas.
Efectivamente,
Bella lentamente dio un paso de nuevo a la vista. Se encontraba lo
suficientemente lejos para no poder leer la expresión en su rostro, pero me di
cuenta de que se sorprendió al verme aún de pie ahí. Me di cuenta de que se
sentía avergonzada. Eso era suficiente. Si había estado observándome, o sí me
acababa de notar, se había tomado un minuto para chequearme. De eso estaba
seguro. Y a juzgar por el nivel de inquietud que mostraba, le gustaba lo que
veía. Pudo incluso tener unos cuantos pensamientos sucios. Eso esperaba. Eso
nos convertiría en algo más.
No
estaba seguro de cómo alguien podría tener tal efecto en mí, pero mi cuerpo
entero se sintió vivo con energía imprudente sólo con saber que me miraba. Que
pensaba en mí en ese mismo momento. Me gustaba —me gustaba demasiado, tal vez.
Pensé
que iba a agacharse de nuevo, pero me sorprendió y saludó con la mano
admitiendo su culpa. Era tímida y desafiante a la misma vez —como si se
sintiera tímida por primera vez en su vida y no supiera muy bien cómo manejarlo.
La
idea de que podía hacer que una chica tan segura como Bella se sintiera tímida
era tan excitante que no pude regresarle el saludo. Era un gesto demasiado
casual para los tipos de pensamientos que me entretenían en ese momento.
Nuestro
momento se terminó muy rápido. Algo o alguien, la sorprendió tanto que
prácticamente saltó fuera de su piel. Considerando que sus padres trabajaban,
supe quien era ese alguien.
Con
nuestro momento oficialmente terminado, fui a prepararme para mi día, tratando
de encontrar una buena manera de acercarme a ella. Porque no podía esperar más
a que viniera a mí. No después de eso. No ahora que sabía que me había notado.
Hoy era el día. De una manera o de otra, iba a hablar con la chica de mis
sueños.
No
sucedió como yo esperaba. Habían pasado sólo cuarenta y cinco minutos desde que
había visto a Bella. Me las había arreglado para ducharme y arreglar mi
cabello, pero vestirme había sido complicado. No sabía que tipo de chicos le
gustaban a Bella y yo absolutamente no quería dar una mala impresión.
Era
claro que yo era el tipo de su hermana Rosalie, y estaba muy seguro de que en
la opinión de Bella, eso contaría como algo en mi contra. Necesitaba algo que
pudiera sugerir que había más en mí que sólo una buena apariencia y un buen
auto. Vaqueros eran obviamente un hecho, pero no tenía una camiseta deportiva
de ningún tipo —atuendo estándar de Bella —así que pensé que como teníamos el
mismo gusto en música, una camiseta de mi banda favorita local de Los Ángeles
estaría bien. Podría ser un buen tema de conversación para empezar.
Acababa de rociar un
poco de colonia cuando escuché lo que reconocí como el sonido de patines
saltando la cuneta. Me acerqué a mi ventana y efectivamente, Bella se hallaba
de pie en su entrada y lucía como si volviera de un buen y largo entrenamiento.
Esto
era perfecto. Ella no tenía auto, y tenía una debilidad obvia por el helado, y
actualmente se moría de calor. Apostaba a que si yo iba allí y le preguntaba si
por aquí había alguna genial heladería cerca, no sería capaz de rechazarme,
incluso si no se interesaba en mí.
Se
quitó el casco y se secó el sudor de la frente, un gesto que me pareció
excesivamente atractivo, pero luego lucía asustada. Puso sus manos enfrente de
ella y gritó—: ¡Bruno, no! ¡Sentado! ¡Perro malo!
El
perro era grande y se veía feroz. Tenía las orejas cortas y un cabo de cola
como un pitbull. No soy un experto, pero esto no podía ser bueno. Había
aprendido sobre ataques de perros cuando trabajaba con la unidad K-9 una vez en
Los
Ángeles. Después de ver lo que esos perros policías podían hacerle a un hombre
adulto, me mantuve lejos de ellos. Pero no iba a dejar que uno se comiera a mi
futura novia.
Ni
si quiera lo pensé, en realidad. Sólo reaccioné por instinto. Tomé mi arma de
electrochoque, la cual siempre tengo a mano, ya que mi tía Esme no me permite
llevar un arma, y corrí bajando las escaleras. Para el momento en que salí
volando por la puerta principal, Bella estaba inconsciente en el suelo y el
perro encima de ella. La cosa esa iba directo hacia su rostro y no dudé. Dejé
sin sentido al perro hasta el próximo martes.
El
perro aulló y cayó al suelo, pero estaría bien eventualmente. Me preocupaba más
Bella. Había un charco de sangre del tamaño de una piscina decente manchando la
entrada. Se había abierto la cabeza bastante fuerte, pero lo bueno era que se
encontraba despierta.
Su
mirada se veía un poco confundida, pero cuando me notó inclinado sobre ella,
fue capaz de centrar sus ojos en mí. Que color avellana tan hermoso. Más verdes
que cafés, con diminutas motas de dorado en ellos. Eran unos ojos hermosos. No
podía creer que por fin los miraba.
—Hola
Bella —dije—. Es un placer conocerte.
No
pude quitar la sonrisa de mi rostro. Esta no era para nada la manera en la que
me había imaginado presentarme con ella, y aún así, de alguna forma, parecía
apropiado que nuestro primer encuentro involucrara armas y mucha sangre.
Bella aparentemente
no apreciaba las inusuales circunstancias de nuestro encuentro, porque gritaba
como una loca. Debió estar confundida por el golpe en la cabeza porque me miró
con pánico en sus ojos e inmediatamente comenzó a empujarme lejos.
—Tranquila,
Bella —le dije, tratando de parecer tranquilo. Se iba a hacer más daño si no se
quedaba acostada y quieta. Había demasiada sangre y necesitaba detenerla. La
única cosa que tenía era mi camiseta, irónico considerando cuanto tiempo me
llevó escogerla.
Con
un suspiro, tiré de ella sobre mi cabeza y la presioné contra su herida. Gritó
de nuevo, pero después de un momento pareció que entendió un poco mejor lo que
ocurría y comenzó a calmarse. Una vez que había desaparecido, gimió. No podía
culparla. Probablemente tenía un dolor de cabeza terrible y todos esos gritos
no podían haber ayudado en nada.
—¡Bella!
¿Por qué diablos gritas? ¡Estoy al teléfono!
Me
había olvidado de su hermana mayor. En verdad esperaba conocer un poco más a Bella
antes de tener que interactuar con el buitre, pero supuse que en esta situación
no tenía remedio.
Contuve
un suspiro cuando Rosalie se acercó. Gritó un grito de los que te hielan la
sangre, sonó casi idéntico al de Bella. Supongo que eran familia después de
todo.
—No
te preocupes, estará bien —le aseguré a Rosalie—. Pero va a necesitar unas
puntadas.
—Son
azules —dijo Bella de pronto—. Profundos, oscuros, azules como el océano. —No
tenía idea de qué hablaba hasta que agregó—: Hermosos, justo como el resto de
él.
Casi
me echo a reír. No era que no estuviera emocionado al igual que aliviado de
saber que se sentía atraída hacia mí así como yo hacia ella, pero este no era
el momento para coquetear. Debió golpearse muy fuerte la cabeza.
Moví
mi dedo en frente de su rostro y gimió como si estuviera a punto de vomitar.
—Podría tener una conmoción también —le dije a su hermana—. Deberíamos llevarla
al hospital. ¿Están tus padres en casa?
Rosalie
había estado mirando fijamente la sangre en el suelo, pero salió de su trance
al sonido de mi voz. Finalmente vino corriendo a mi lado. —¡Los dos están en el
trabajo! —exclamó, casi histérica.
—Muy
evidente, ¿Rose? —preguntó Bella. Seguí la mirada de Bella hacia Rosalie,
siempre tan delicada aferrándose a mí. Esta vez sí me reí. En voz alta. Incluso
con su conmoción, Bella logró hacer una mueca de disgusto.
Las hermanas se
miraron una a la otra por un momento, pero luego Bella perdió su enfoque y
comenzó a parpadear. Necesitaba atención médica. Puse la mano de Rosalie sobre
la camiseta en la cabeza de Bella. —
Sostén
esto —le dije. Esperaba que fuera capaz de seguir al menos una instrucción
hasta que yo volviera. Aunque tenía mis dudas, así que me apresuré por si
acaso.
Crucé
la puerta principal momentos después con el perro inconsciente en mis brazos y
mi tía saltó de la mesa. —¿Edward? ¿Qué…?
—Es
un perro. Lo paralicé. Atacó a la chica de enfrente.
—Atacó…
—La voz de mi tía se fue apagando, horrorizada. Corrió para abrirme la puerta
trasera—. ¿Está bien?
—No
la mordió —le aseguré mientras acostaba al perro en el porche trasero—. Pero se
golpeó la cabeza. Creo que tiene una conmoción cerebral. —Corrí hasta la sala
de lavandería y tomé la primera camiseta que pude encontrar—. El perro tiene un
collar. ¿Puedes llamar a su dueño mientras llevo a la chica al hospital?
—Claro.
—La tía Esme me siguió hasta la puerta principal—. ¿Necesitas ayuda para
llevarla allí?
—Su
hermana está afuera. Estaremos bien.
—Está
bien. Llamaré a los padres de la chica. Su madre me dio su número cuando nos
mudamos. ¿Cuál hermana fue?
—La
pelirroja.
La
tía Esme asintió como si no estuviera sorprendida. —Ella es interesante, ¿verdad?
No
me había dado cuenta de que sonreía hasta que la tía Esme me lanzó una mirada
astuta. —Por supuesto —dijo con un suspiro juguetón—. La pelirroja. Debí
haberlo sabido. —Miró hacia la horrible casa sin aire acondicionado—. Ahora
todo tiene sentido.
—¡Adiós,
tía Esme!
Afuera,
Rosalie realmente se las había arreglado para mantener la presión en la cabeza
de su hermana. —¿Sabes dónde hay un hospital? —le pregunté, dándole mis llaves.
—Uh,
sólo a unos tres kilómetros de aquí.
—Bien.
La llevaré. Tú maneja.
Cuidadosamente,
tomé a Bella en mis brazos. Todo lo que puedo decir es que es algo bueno que yo
entrene. Bella debió estar hecha de músculos. Pude sentir lo delgada que era
debajo de su ropa holgada, pero se encontraba lejos de ser un peso ligero. De
pronto, por más inapropiado que podría ser en el momento, me imaginé cómo sería
tener un combate de lucha con ella. Me encantaría intentarlo.
Fui
despertado de mi sueño por otro grito. —¡Hay demasiada sangre!
Miré
de nuevo hacia la entrada. No estaba tan mal como originalmente había pensado.
—He visto cosas mucho peores.
—¿Has
visto cosas peores?
—Ha
perdido mucha sangre. Confía en mí. ¿Puedes abrir la puerta por mí?
Mientras
subía en el auto, Rosalie me preguntó—: ¿La sangre no mancha? Vas a tenerla
sobre todo el auto.
Instantáneamente,
una imagen de mis pesadillas vino a mi mente. —No sería la primera vez
—murmuré.
Traté
de alejar la memoria mientras subía en la parte trasera y cuidadosamente
acomodaba a Bella en mi regazo. Puse la camiseta de nuevo en su cabeza y traté
de ignorar la sangre. Esta no era la misma situación, y este definitivamente no
era el momento para tener un ataque de pánico.
—¿Q-qué
q-quieres decir con que no sería la primera vez? —susurró Bella.
Se
oía débil. Cansada. Pero acarició su rostro contra mi pecho y mi accidente de
hace años quedó en el olvido. —Shh —le dije, dándole un guiño en el que
esperaba que encontrara consuelo. Luego sólo dije—: Sólo date prisa, ¿está
bien? —A Rosalie, que aún tenía que manejar el auto.
Cuando
doblamos la esquina fuera de nuestro vecindario hacia la carretera principal, Bella
gimió y sus ojos se pusieron en blanco. —Bella —dije en voz baja, dándole una
suave sacudida. No despertó, así que le di una palmada en la mejilla con sólo
suficiente fuerza para despertarla. Si había una cosa que sabía sobre lesiones
en la cabeza, era que no se suponía que te durmieras si tenías una—. Oh, no, no
—le dije, sonriendo aliviado cuando abrió los ojos—. Nada de dormir.
—No
lo puedo evitar —murmuró, derritiéndose como mantequilla contra mí—. Estoy tan
cansada, y eres tan cómodo.
Encajaba tan
perfectamente contra mí, lo cual era casi como si ella estuviera hecha para mí.
Si no estuviera preocupado por su bienestar físico, podría haberla tenido así
para siempre. Así como se encontraba, sangrando sobre mí, no cambiaría este
momento por nada. Luché contra un estremecimiento y la apreté con fuerza contra
mí.
Bella
dejó escapar un suspiro de satisfacción contra mi pecho. —Para alguien con unos
músculos tan fuertes, el chico nuevo es sorprendentemente suave.
Me
reí. Estaba seguro de que Bella no se encontraba completamente consciente de
las palabras que salían de su boca. Claramente, la parte de su cerebro que se
había golpeado era la parte que filtraba sus pensamientos antes de que los
dijera.
—¿Algo
gracioso? —me preguntó, y casi tuve que reír de nuevo.
—Tú
lo eres.
Y
lo era. Apreciaba este raro vistazo de su mente sin vigilancia, casi tanto como
lo iba a disfrutar cuando ella recordara este momento después de que se
sintiera mejor. Oh, Bella, pensé mientras la miraba fijamente. Vas a
ser tan divertida.
***********************
Bueno que les parecio llegamos al final de esta adaptacon muchas gracias a todas por leer y comentarios tambien si alguien llego a saber el nombre la historia original muchas gracias por no decirlo.
la adaptacion es del Libro: Serial Hottie
de la autora: Kelly Oram
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