domingo, 8 de octubre de 2017

Dulce Asesino Capitulo especial Edward

Edward
El día que finalmente conocí a Bella comenzó como cualquier otro día desde que me había mudado a Michigan —conmigo tomando un vaso de jugo de pasto de trigo frente a mi tía Esme en la mesa, mientras ella trataba otra vez de convencerme de mover mi equipo de gimnasio hacia el sótano.

—Creo que ya está a treinta grados afuera —se quejó—. ¿Estás seguro de que no prefieres mover tus cosas al sótano? Es más fresco allí abajo.

Habíamos tenido variaciones de esta conversación por seis días consecutivos. —No hay luz real allí abajo. Soy un chico del sur de California, nacido y criado. Necesito sol. —Un hecho real, pero no la razón del por qué hacía mis ejercicios en el garaje. Esperaba que Bella me notara y viniera a saludarme. Sin embargo, no le iba a admitir eso a mi tía—. Además, treinta grados no es tan caliente.


—Lo es cuando lo combinas con un noventa por ciento de humedad —se quejó la tía Esme.

Ella trabajaba en su último manuscrito en la mesa de la cocina porque decía que hacía demasiado calor en su oficina. Tenía dos ventiladores apuntando directamente a ella y su botella atomizadora fijada para rociarse ocasionalmente. También había remplazado a su café de la mañana por lates helados y había cambiado sus pantalones para escribir por un par de pantalones cortos.

—¿Por qué no pudiste escoger una casa con aire acondicionado?
Me encogí de hombros. —Querías que esta mudanza se sintiera auténtica. Ninguna de las casas en este vecindario tiene aire acondicionado.

La tía Esme se quitó sus lentes y se frotó el puente de su nariz. —Tienes razón —dijo con un suspiro—. Esta locura fue mi idea. Y es bueno para nosotros experimentar. Somos muy mimados, tú y yo, ¿verdad?

—Habla por ti misma —bromeé, aunque ambos sabíamos que tenía razón—. ¿Me has escuchado quejarme una sola vez desde que nos mudamos aquí?

—No. —La tía Esme sonrió afectivamente—. Eres un muy buen chico, Edward. No te merezco. Gracias por venir aquí conmigo, y gracias por tener una actitud positiva.

Ella en verdad me daba demasiado crédito. Si no fuera por Bella, no habría hecho otra cosa que quejarme sobre este estado infernal las veinticuatro horas, siete días a la semana. Por supuesto, sería mejor si Bella realmente me hablara.

He estado aquí por una semana entera, y no creo que Bella incluso se haya dado cuenta de que existo. Eso, o a ella no le importaba que existía. Esa era una idea deprimente, así que elegí creer que se encontraba encerrada en su propio mundo.
Si sólo supiera cómo extender ese mundo para incluirme a mí.

Normalmente yo habría ido feliz a hablar primero, pero de alguna manera no creía que eso iría con ella. Parecía del tipo que tiene que hacer las cosas a su manera. Por lo que pude ver, si me le acerco era muy probable que yo recibiera un golpe.
No podía ir e invitarla a salir, no importaba cuánto quisiera.

Además, no hay forma de que pueda llegar hasta ella. Esa hermana suya se aferraría a mí al segundo que diera un paso en su porche. Probablemente había visto una docena de chicos diferentes ir y venir de su casa esta semana y mientras Rosalie coqueteaba con ellos, seguía mirándome como un animal hambriento.
Desearía que Bella me mirara con la misma cantidad de lujuria que su hermana. Diablos, deseaba que me mirara en general.

La idea de Bella teniendo ya una relación cruzó por mi mente. La había desechado después de verla con esos chicos la primera vez que la vi, pero tal vez me equivocaba. Mis manos se apretaron en puños ante la idea del novio de Bella. Odiaba al tipo más de lo que he odiado a alguien, y ni siquiera sabía si existía.

La tía Esme me trajo lejos de mis pesadillas con otro suspiro. —Todavía me preocupo por ti entrenando. Asegúrate de beber mucha agua. No te sobre calientes.

—No soy un auto, tía Esme —dije.
La besé en la cima de la cabeza, luego me dirigí hacia fuera, rezando porque hoy fuera el día en el que Bella y yo finalmente hablaríamos.

No lo fue. Al menos, no entonces. Hice mis ejercicios como siempre, sin interrupciones. Bella no se hallaba a la vista.

Rosalie revisó el correo dos veces.

La tía Esme tenía razón sobre lo del calor. No importaba cuanta agua consumía durante mi entrenamiento, aún seguía muriendo de sed. Tomé otra botella fría del refrigerador antes de llegar a la ducha. Mientras bebía, miré por la ventana de mi habitación hacia la casa de enfrente.

La habitación de Bella se encontraba directamente frente a la mía. Tenía una tendencia de dejar su ventana abierta con la cortina completamente abierta, y ese hábito, odiaba decirlo, me convertía en una especie de acosador. Incluso me di por vencido y busqué mis binoculares. No podía no mirar. La habitación de una persona hablaba mucho sobre ella, y necesitaba saber todo lo que podía sobre Bella si iba a hacerla mía.
No había notado a Bella hasta que me terminé mi botella de agua. Ella estaba de pie en su ventana mirándome justo a mí. Nuestras miradas se encontraron y una descarga de adrenalina subió por mis venas. Era la primera vez que hacíamos contacto visual. Pero tan pronto como nos notamos el uno al otro, se agachó fuera de mi vista.

Se arrastró lejos como si estuviera avergonzada. Era casi como si pensara que la había atrapado mirándome y no al revés. La esperanza surgió dentro de mí. ¿La había atrapado mirándome? ¿Era posible que me observara de la forma en que yo la observaba?

Esperé. Tenía que saber si miraría de nuevo. Vamos, Bella. Mira de nuevo. Mírame. Quise que sucediera. Aunque fuera sólo un pequeño vistazo y yo sería capaz de descifrar algo de sus pensamientos. Soy extremadamente bueno leyendo a las personas.

Efectivamente, Bella lentamente dio un paso de nuevo a la vista. Se encontraba lo suficientemente lejos para no poder leer la expresión en su rostro, pero me di cuenta de que se sorprendió al verme aún de pie ahí. Me di cuenta de que se sentía avergonzada. Eso era suficiente. Si había estado observándome, o sí me acababa de notar, se había tomado un minuto para chequearme. De eso estaba seguro. Y a juzgar por el nivel de inquietud que mostraba, le gustaba lo que veía. Pudo incluso tener unos cuantos pensamientos sucios. Eso esperaba. Eso nos convertiría en algo más.

No estaba seguro de cómo alguien podría tener tal efecto en mí, pero mi cuerpo entero se sintió vivo con energía imprudente sólo con saber que me miraba. Que pensaba en mí en ese mismo momento. Me gustaba —me gustaba demasiado, tal vez.

Pensé que iba a agacharse de nuevo, pero me sorprendió y saludó con la mano admitiendo su culpa. Era tímida y desafiante a la misma vez —como si se sintiera tímida por primera vez en su vida y no supiera muy bien cómo manejarlo.

La idea de que podía hacer que una chica tan segura como Bella se sintiera tímida era tan excitante que no pude regresarle el saludo. Era un gesto demasiado casual para los tipos de pensamientos que me entretenían en ese momento.
Nuestro momento se terminó muy rápido. Algo o alguien, la sorprendió tanto que prácticamente saltó fuera de su piel. Considerando que sus padres trabajaban, supe quien era ese alguien.

Con nuestro momento oficialmente terminado, fui a prepararme para mi día, tratando de encontrar una buena manera de acercarme a ella. Porque no podía esperar más a que viniera a mí. No después de eso. No ahora que sabía que me había notado. Hoy era el día. De una manera o de otra, iba a hablar con la chica de mis sueños.
No sucedió como yo esperaba. Habían pasado sólo cuarenta y cinco minutos desde que había visto a Bella. Me las había arreglado para ducharme y arreglar mi cabello, pero vestirme había sido complicado. No sabía que tipo de chicos le gustaban a Bella y yo absolutamente no quería dar una mala impresión.

Era claro que yo era el tipo de su hermana Rosalie, y estaba muy seguro de que en la opinión de Bella, eso contaría como algo en mi contra. Necesitaba algo que pudiera sugerir que había más en mí que sólo una buena apariencia y un buen auto. Vaqueros eran obviamente un hecho, pero no tenía una camiseta deportiva de ningún tipo —atuendo estándar de Bella —así que pensé que como teníamos el mismo gusto en música, una camiseta de mi banda favorita local de Los Ángeles estaría bien. Podría ser un buen tema de conversación para empezar.

Acababa de rociar un poco de colonia cuando escuché lo que reconocí como el sonido de patines saltando la cuneta. Me acerqué a mi ventana y efectivamente, Bella se hallaba de pie en su entrada y lucía como si volviera de un buen y largo entrenamiento.

Esto era perfecto. Ella no tenía auto, y tenía una debilidad obvia por el helado, y actualmente se moría de calor. Apostaba a que si yo iba allí y le preguntaba si por aquí había alguna genial heladería cerca, no sería capaz de rechazarme, incluso si no se interesaba en mí.

Se quitó el casco y se secó el sudor de la frente, un gesto que me pareció excesivamente atractivo, pero luego lucía asustada. Puso sus manos enfrente de ella y gritó—: ¡Bruno, no! ¡Sentado! ¡Perro malo!

El perro era grande y se veía feroz. Tenía las orejas cortas y un cabo de cola como un pitbull. No soy un experto, pero esto no podía ser bueno. Había aprendido sobre ataques de perros cuando trabajaba con la unidad K-9 una vez en
Los Ángeles. Después de ver lo que esos perros policías podían hacerle a un hombre adulto, me mantuve lejos de ellos. Pero no iba a dejar que uno se comiera a mi futura novia.

Ni si quiera lo pensé, en realidad. Sólo reaccioné por instinto. Tomé mi arma de electrochoque, la cual siempre tengo a mano, ya que mi tía Esme no me permite llevar un arma, y corrí bajando las escaleras. Para el momento en que salí volando por la puerta principal, Bella estaba inconsciente en el suelo y el perro encima de ella. La cosa esa iba directo hacia su rostro y no dudé. Dejé sin sentido al perro hasta el próximo martes.

El perro aulló y cayó al suelo, pero estaría bien eventualmente. Me preocupaba más Bella. Había un charco de sangre del tamaño de una piscina decente manchando la entrada. Se había abierto la cabeza bastante fuerte, pero lo bueno era que se encontraba despierta.

Su mirada se veía un poco confundida, pero cuando me notó inclinado sobre ella, fue capaz de centrar sus ojos en mí. Que color avellana tan hermoso. Más verdes que cafés, con diminutas motas de dorado en ellos. Eran unos ojos hermosos. No podía creer que por fin los miraba.

—Hola Bella —dije—. Es un placer conocerte.

No pude quitar la sonrisa de mi rostro. Esta no era para nada la manera en la que me había imaginado presentarme con ella, y aún así, de alguna forma, parecía apropiado que nuestro primer encuentro involucrara armas y mucha sangre.
Bella aparentemente no apreciaba las inusuales circunstancias de nuestro encuentro, porque gritaba como una loca. Debió estar confundida por el golpe en la cabeza porque me miró con pánico en sus ojos e inmediatamente comenzó a empujarme lejos.

—Tranquila, Bella —le dije, tratando de parecer tranquilo. Se iba a hacer más daño si no se quedaba acostada y quieta. Había demasiada sangre y necesitaba detenerla. La única cosa que tenía era mi camiseta, irónico considerando cuanto tiempo me llevó escogerla.

Con un suspiro, tiré de ella sobre mi cabeza y la presioné contra su herida. Gritó de nuevo, pero después de un momento pareció que entendió un poco mejor lo que ocurría y comenzó a calmarse. Una vez que había desaparecido, gimió. No podía culparla. Probablemente tenía un dolor de cabeza terrible y todos esos gritos no podían haber ayudado en nada.

—¡Bella! ¿Por qué diablos gritas? ¡Estoy al teléfono!
Me había olvidado de su hermana mayor. En verdad esperaba conocer un poco más a Bella antes de tener que interactuar con el buitre, pero supuse que en esta situación no tenía remedio.

Contuve un suspiro cuando Rosalie se acercó. Gritó un grito de los que te hielan la sangre, sonó casi idéntico al de Bella. Supongo que eran familia después de todo.
—No te preocupes, estará bien —le aseguré a Rosalie—. Pero va a necesitar unas puntadas.

—Son azules —dijo Bella de pronto—. Profundos, oscuros, azules como el océano. —No tenía idea de qué hablaba hasta que agregó—: Hermosos, justo como el resto de él.

Casi me echo a reír. No era que no estuviera emocionado al igual que aliviado de saber que se sentía atraída hacia mí así como yo hacia ella, pero este no era el momento para coquetear. Debió golpearse muy fuerte la cabeza.

Moví mi dedo en frente de su rostro y gimió como si estuviera a punto de vomitar. —Podría tener una conmoción también —le dije a su hermana—. Deberíamos llevarla al hospital. ¿Están tus padres en casa?
Rosalie había estado mirando fijamente la sangre en el suelo, pero salió de su trance al sonido de mi voz. Finalmente vino corriendo a mi lado. —¡Los dos están en el trabajo! —exclamó, casi histérica.

—Muy evidente, ¿Rose? —preguntó Bella. Seguí la mirada de Bella hacia Rosalie, siempre tan delicada aferrándose a mí. Esta vez sí me reí. En voz alta. Incluso con su conmoción, Bella logró hacer una mueca de disgusto.

Las hermanas se miraron una a la otra por un momento, pero luego Bella perdió su enfoque y comenzó a parpadear. Necesitaba atención médica. Puse la mano de Rosalie sobre la camiseta en la cabeza de Bella. —
Sostén esto —le dije. Esperaba que fuera capaz de seguir al menos una instrucción hasta que yo volviera. Aunque tenía mis dudas, así que me apresuré por si acaso.

Crucé la puerta principal momentos después con el perro inconsciente en mis brazos y mi tía saltó de la mesa. —¿Edward? ¿Qué…?

—Es un perro. Lo paralicé. Atacó a la chica de enfrente.

—Atacó… —La voz de mi tía se fue apagando, horrorizada. Corrió para abrirme la puerta trasera—. ¿Está bien?

—No la mordió —le aseguré mientras acostaba al perro en el porche trasero—. Pero se golpeó la cabeza. Creo que tiene una conmoción cerebral. —Corrí hasta la sala de lavandería y tomé la primera camiseta que pude encontrar—. El perro tiene un collar. ¿Puedes llamar a su dueño mientras llevo a la chica al hospital?

—Claro. —La tía Esme me siguió hasta la puerta principal—. ¿Necesitas ayuda para llevarla allí?

—Su hermana está afuera. Estaremos bien.

—Está bien. Llamaré a los padres de la chica. Su madre me dio su número cuando nos mudamos. ¿Cuál hermana fue?

—La pelirroja.

La tía Esme asintió como si no estuviera sorprendida. —Ella es interesante, ¿verdad?

No me había dado cuenta de que sonreía hasta que la tía Esme me lanzó una mirada astuta. —Por supuesto —dijo con un suspiro juguetón—. La pelirroja. Debí haberlo sabido. —Miró hacia la horrible casa sin aire acondicionado—. Ahora todo tiene sentido.

—¡Adiós, tía Esme!
Afuera, Rosalie realmente se las había arreglado para mantener la presión en la cabeza de su hermana. —¿Sabes dónde hay un hospital? —le pregunté, dándole mis llaves.

—Uh, sólo a unos tres kilómetros de aquí.

—Bien. La llevaré. Tú maneja.

Cuidadosamente, tomé a Bella en mis brazos. Todo lo que puedo decir es que es algo bueno que yo entrene. Bella debió estar hecha de músculos. Pude sentir lo delgada que era debajo de su ropa holgada, pero se encontraba lejos de ser un peso ligero. De pronto, por más inapropiado que podría ser en el momento, me imaginé cómo sería tener un combate de lucha con ella. Me encantaría intentarlo.
Fui despertado de mi sueño por otro grito. —¡Hay demasiada sangre!
Miré de nuevo hacia la entrada. No estaba tan mal como originalmente había pensado. —He visto cosas mucho peores.

—¿Has visto cosas peores?

—Ha perdido mucha sangre. Confía en mí. ¿Puedes abrir la puerta por mí?
Mientras subía en el auto, Rosalie me preguntó—: ¿La sangre no mancha? Vas a tenerla sobre todo el auto.

Instantáneamente, una imagen de mis pesadillas vino a mi mente. —No sería la primera vez —murmuré.

Traté de alejar la memoria mientras subía en la parte trasera y cuidadosamente acomodaba a Bella en mi regazo. Puse la camiseta de nuevo en su cabeza y traté de ignorar la sangre. Esta no era la misma situación, y este definitivamente no era el momento para tener un ataque de pánico.

—¿Q-qué q-quieres decir con que no sería la primera vez? —susurró Bella.
Se oía débil. Cansada. Pero acarició su rostro contra mi pecho y mi accidente de hace años quedó en el olvido. —Shh —le dije, dándole un guiño en el que esperaba que encontrara consuelo. Luego sólo dije—: Sólo date prisa, ¿está bien? —A Rosalie, que aún tenía que manejar el auto.

Cuando doblamos la esquina fuera de nuestro vecindario hacia la carretera principal, Bella gimió y sus ojos se pusieron en blanco. —Bella —dije en voz baja, dándole una suave sacudida. No despertó, así que le di una palmada en la mejilla con sólo suficiente fuerza para despertarla. Si había una cosa que sabía sobre lesiones en la cabeza, era que no se suponía que te durmieras si tenías una—. Oh, no, no —le dije, sonriendo aliviado cuando abrió los ojos—. Nada de dormir.
—No lo puedo evitar —murmuró, derritiéndose como mantequilla contra mí—. Estoy tan cansada, y eres tan cómodo.

Encajaba tan perfectamente contra mí, lo cual era casi como si ella estuviera hecha para mí. Si no estuviera preocupado por su bienestar físico, podría haberla tenido así para siempre. Así como se encontraba, sangrando sobre mí, no cambiaría este momento por nada. Luché contra un estremecimiento y la apreté con fuerza contra mí.

Bella dejó escapar un suspiro de satisfacción contra mi pecho. —Para alguien con unos músculos tan fuertes, el chico nuevo es sorprendentemente suave.

Me reí. Estaba seguro de que Bella no se encontraba completamente consciente de las palabras que salían de su boca. Claramente, la parte de su cerebro que se había golpeado era la parte que filtraba sus pensamientos antes de que los dijera.

—¿Algo gracioso? —me preguntó, y casi tuve que reír de nuevo.

—Tú lo eres.

Y lo era. Apreciaba este raro vistazo de su mente sin vigilancia, casi tanto como lo iba a disfrutar cuando ella recordara este momento después de que se sintiera mejor. Oh, Bella, pensé mientras la miraba fijamente. Vas a ser tan divertida.

No pude evitarlo. Rocé con mis dedos su mejilla. Era tan suave. Tan perfecta. En ese momento éramos sólo Bella y yo. Todo lo demás se había desvanecido. Se estremeció debajo de mi roce en una forma que me puso la piel de gallina, y luego me miró con una sonrisa perezosa. —Tan brillante y radiante cabello rojo —susurré mientras puse un mechón caído detrás de su oreja—. Hermoso, justo como el resto de ti.
***********************
Bueno que les parecio llegamos al final de esta adaptacon muchas gracias a todas por leer y comentarios tambien si alguien llego a saber el nombre la historia original muchas gracias por no decirlo.

la adaptacion es del Libro: Serial Hottie
 de la autora: Kelly Oram

No hay comentarios:

ORACION A MI SEXY VAMPIRITO

Edward de mi guarda
De mi sexy compañia
Bebete mi sangre
De noche y de Dia
Hasta que caiga en tus brazos
Y sea tu marca de heroina