Capitulo
13
Ganadores y perdedores
Edward
Dos veces en menos de
veinticuatro horas, fui forzado a someterme a una ducha fría gracias a Isabella
Swan. Dos días antes, no habría pensado en ella así; no me lo permitiría. Sin
embargo, al segundo que lo admití, sentí que una barrera cayó y pude verla de
un modo que… me dejó cachondo. Mi mente puso todos los pedazos juntos como un
rompecabezas. No había comprendido que ya había sentido mucho por ella. Sabía
que ella tenía pies delgados por el tiempo que pasé envolviendo su tobillo, la
suave piel por el tiempo que pasé tratando de quitarle el vestido, lo que
también me recordó cómo se veía su trasero, y cuán llenos eran sus pechos.
No ahora, me reprendí,
agarrando mi bolso, aunque sonreí hacia los tenis que ella me había dado.
Cuando salí a mi sala de estar, vi que Jasper estaba sentando en mi mostrador,
comiendo mi cereal.
―¿No deberías estar
en clase?
―Es sábado. ¿Por qué
estabas sonriendo cuando saliste? ―preguntó a medio mordisco.
―No es tu problema…
―Me detuve, queriendo hacerle una pregunta―. ¿Qué piensas de Isabella? ¿Como
una mujer?
Sonrió ampliamente.
―Antes que comiences
con tu insensatez, sólo responde a mi pregunta.
―¿De verdad?
―No, miénteme. Sí. De
verdad.
―Ella es súper sexy
―dijo en serio.
Casi deseé que me
hubiera mentido.
―Sólo estás diciendo eso
para ver si puedes meterte bajo mi piel.
―No. ―Negó―. Cuando Peter nos presentó primero, lo pensé
también. Tiene una sonrisa realmente agradable.
―Detente. ―Le pegué. Antes de golpearle la cabeza con ese
tazón.
―¿Qué? Tú preguntaste.
―Te pedí decirme lo que pensabas de ella como una mujer, no
me que dieras un informe detallado de su cuerpo.
―¿Los cuerpos no son lo suficiente una parte importante que
hace a una mujer?
¿Por qué estoy hablando con este niño?
―Sólo olvídalo, no importa.
Me moví para agarrar fruta de mi refrigerador y una botella
cuando él habló otra vez.
―Bien. Todo excepto su cuerpo: ella es simpática, y en cierto
modo, un poco rara pero de un modo gracioso y lindo, para su propio bien, y
finalmente, pero más importante, mamá ya está enamorada de ella. Si no te
gustara tanto, yo probablemente la invitaría a salir.
Dejé de mirarlo.
―¿Te gusta?
Se encogió de hombros.
―No tanto como lo haces tú, y antes que me uses como una
excusa para no salir con ella, que sepas que dije que la invitaría a salir, no
confesarle estar enamorado o algo como eso. Ella es una mujer bastante
agradable para estar. Por supuesto, cualquier hombre querría salir con ella.
Sólo porque tú estás ciego no significa que todos lo estemos.
―Ambos acabamos de salir de relaciones bastante serias. Esto
podría golpearnos en el rostro. Tal vez deberíamos esperar un poco más antes de
hacer algo. ―Algo más.
―Si sabes que también le gustas, ¿qué estás esperando? La
gente con la que salían no lo hizo.
No quise ni siquiera pensar en ello más.
―No te comas todo mi cereal ―dije, dirigiéndome a la puerta.
―No le dejes ves tu parte tacaña por un tiempo… si en
realidad vas por ello ―resopló para sí mismo.
―Ya lo hice. ―Sonreí cuando
echó su cabeza hacia atrás, y cerré la puerta.
―Espera, ¿qué? ―gritó.
Sabía que me seguiría, así que rápidamente me subí al
elevador. Justo cuando estaba a punto de cerrarse oí su voz.
―¡Por favor aguántelo! Gracias. ―Entró, sin siquiera
molestarse en alzar la mirada, el teléfono en una mano mientras la otra cavaba
por su monedero en su bolso―. No, voy a necesitar el doble de la cantidad de
esa pintura. Sí. Muchas gracias. Además, ¿puedes conseguirme los mismos
estudiantes de arte que antes? Eres un ángel con seis alas, Suzy. Chao. ―Colgó,
respirando profundo―. Gracias por aguantar el… ―Se detuvo, mirándome.
―De nada ―dije justo cuando las puertas se abrieron en la
planta baja.
―Pensé que estarías en el hospital en este momento ―dijo
cuando la dejé ir primero.
―Mi turno comienza en veinte minutos. Por lo general voy
temprano, pero llegaré a tiempo.
―¿Es por mi culpa? Estropeé tu programa esta mañana, ¿verdad?
La razón fue que salí a correr más tarde de lo usual debido a
ella y nuestra mañana, pero no en el modo que ella pensaba.
―Está bien, lo prometo. ¿Vienes conmigo hasta el hospital?
―le pregunté cuando mi chofer llegó.
Ella miró el auto, luego a mí.
―¿Tienes un chofer que te lleva al trabajo todas las mañanas?
―No todas las mañanas. ¿Cómo vas tú?
―En autobús.
―¿Qué clase de millonario usa el autobús en esta ciudad?
―Abrí la puerta para ella.
Vaciló. Y no estaba seguro por qué.
―¿No estás dolorida?
―Verdad ―dijo, entrando.
Asintiéndole al chofer, me senté al lado de ella.
―¿Tienes reglas? ―preguntó, poniendo su cinturón de
seguridad.
―¿Reglas?
Asintió.
―¿Como no hablarte en el
trabajo? O fingir que no somos cercanos, o…
―¿Quién tiene reglas así? ―Conocía a alguien.
No respondió, sólo miró por la ventana.
Volteé su rostro hacia mí.
―Te dije mi única y sola regla esta mañana: no mentir. Sólo
eso. Si quieres hablar conmigo cuando no estoy ocupado, entonces háblame. No
voy a difundir que somos… una pareja, pero si la gente lo descubre, no me
preocupa realmente. No soy Peter, y odiaría si fuera comparado con él en tu
mente.
―¿No me comparas con Charlotte?
―No pienso en ella. Pienso en ti, sólo en ti. Es por eso que
estoy aquí. ¿No lo notas? Me siento más atraído hacia ti con cada segundo que
pasa. Ponte al día.
―¿Cómo lo haces? ―susurró, sus ojos cayendo a mis labios―.
¿Por qué de repente pienso en ti así? Deberíamos ir lento, llegar a conocernos
uno al otro…
―Quizá es porque ya hemos estado haciendo esto durante
semanas ―le dije.
―Todavía debería hacerte trabajar por mí, ¿cierto?
Ella está muy cerca.
―Bien. Salgo a las ocho. ¿Cena tarde? Cocinaré.
―Es nuestra primera cita, entonces ―dijo, desabrochando su
cinturón de seguridad cuando llegamos.
Abriendo la puerta para ambos, agarré su mano para ayudarla a
salir y le agradezco al chofer.
Ella miró nuestras manos y sonrió, pero no dije nada.
Solo cuando entramos al edificio azul y blanco, nos
apartamos.
―¿Me avisas cuando te vayas? ―pregunté.
Asintió, saludando.
―Esperando por ello, doctor Cullen ―contestó, dirigiéndose al
mural.
Miré como agarró sus auriculares de su bolso y los colocó en
sus oídos. Bailó mientras caminaba como si no le preocupara quién la veía,
simplemente balanceando su cabeza.
―¿Es esa la artista que trajo tu madre? ―preguntó el doctor
Seo, llegando a mi derecha. Mientras mirábamos, ella se quitó su chaqueta y la
dejó caer junto a ella en el piso, dejándola en sólo un top y cortos shorts de
jean.
―Sí…
―Interesante. ―Inclinó su cabeza, mirándola―. Sigue adelante,
compañero. Parece que necesito ir a presentarme.
Se detuvo cuando puse mi mano en su hombro.
―¿Qué?
―Puedes decirle hola, pero si tratas de sobrepasarte, lo
lamentarás. Disfruta tu día de siliconas y estiramientos faciales. ―Di vuelta,
yendo a las escaleras.
Tristemente, me siguió de dos a la vez.
―Ni siquiera es tu tipo.
―Las mujeres son mi tipo, ¿no lo sabías? ―contesté,
dirigiéndome al vestuario.
Se rió disimuladamente, poniendo su cabello en una cola de
caballo.
―Apuesto que puedo conseguir una cita con ella más rápido que
tú, cruel y estirado.
―¿En serio? ¿De cuánto estamos hablando? ―Levanté mi camisa y
saqué mi bata.
―Los cinco mil dólares usuales, y esta vez el perdedor tiene
que teñir su cabello.
Idiota.
―Bien. Apostemos. ―Le ofrecí mi mano.
Cuando la tomó, dije:
―Pienso que rosado se vería bien. ¿Qué crees?
―Está bien, mientras estés dispuesto a blanquear tu cabello.
―Él todavía no lo entendía. Sacando mi teléfono, hice una video-llamada con
ella.
―¿Edward? ―Me miró fijamente, confundida.
―Me estaba preguntando, ¿qué debería hacer para nuestra
primera cita esta noche? ―Sonreí cuando la boca del doctor Seos se abrió y
cerró antes que me enseñara el dedo.
―Cualquier cosa está bien, solo soy alérgica a…
―Café, lo recuerdo. Lo siento por molestarte.
―No hay problema. Chao. ―Rió, colgando.
―A veces, hombre, no puedo creer que sea tu amigo ―murmuró.
Até mis cordones.
―Te advertí que si
intentabas ir más lejos lo lamentarías, ¿verdad? Escuchar es lo que hace a un
buen doctor. ―Palmeé su brazo, dirigiéndome a la puerta.
―Uno de estos días te voy a ganar. ¿Dono el dinero a la sala
de niños otra vez?
―Al menos alguien sólo pensará que eres un tipo
extraordinario ―contesté, saliendo. Cuando lo hice, noté al doctor Estirado, el
doctor Cuatro Ojos, y el doctor Cabeza de moño corriendo hacia mí―. Llegan
tarde ―dije, mirando mi reloj.
―¡Solo por dos minutos! ―El doctor Estirado levantó su mano.
Lo miré.
―¿El hoyo?
Parecieron tristes. Era agradable. No contesté, simplemente asentí, dirigiéndome
a mi primer paciente. Este día me sentía asombroso.
Isabella
Dando un paso atrás, miré fijamente la pared delante. Había
estado en ello durante las últimas cuatro horas y solo había llegado a la
esquina izquierda. Estirando mi brazo y dedos, seguí distanciándome.
―¿Qué es esto?
Volteándome no vi a nadie, pero sentí su movimiento hacia la
pared. Colocando mi mano en su hombro, la detuve. Su cabeza estaba cubierta con
un pequeño gorro de hospital. Su blanca piel estaba demasiado pálida. Ella ni
siquiera parecía viva.
Abrazó su osito a su pecho.
No debería estar caminando.
―¿Señorita Molly?
―Hola, Isabella.
―Molly, no deberías estar en tu habitación o algo…
―¡No! ―gritó, alejándose de mí y corriendo. No llegó muy lejos
antes de trastabillar… o quizá sus piernas cedieron.
―Molly. ―Me precipité, recogiéndola―. Molly, ¿puedes oírme?
Apretó sus brazos alrededor de mi cuello, respirando
profundo.
―Quiero salir. ―Empezó a llorar―. Odia estar aquí. Quiero
jugar.
Caminé rápidamente a la
estación de las enfermeras. Tres doctores se acercaron corriendo, sus ojos
fijos en la niña en mis brazos. Sin embargo, fue… cuál era su nombre… el hombre
del apartamento 32C quien gritó su nombre.
―¡Molly! ―gritó él, tratando de tomarla de mis brazos―.
Molly, ven. Detente, regresemos.
―¡No! ―gritó ella en mi oído.
Me estremecí. Su agarre se intensificó.
―La encontré en mi puesto de trabajo. No me va a dejar ir.
Traté de quitármela, pero simplemente apretó sus piernas más
fuerte.
¿Qué es esto?
―Molly, si prometo venir a jugar contigo, ¿irás con tus
doctores? ―Esperé que se soltara.
Negó.
―Los adultos mienten, no vendrás. Papá miente, dijo que me
sentiría mejor. Los doctores mintieron, diciendo que los demás doctores me curarían.
¡Quiero irme a casa! ―gritó más fuerte.
Le eché un vistazo a su papá, que sólo se miró devastado. Su
camisa estaba arrugada, sus hombros encorvados, y su barba estaba larga.
―Está bien. No te mentiré entonces ―dije, cambiándola―. Estás
enferma, señorita Molly, y esta gente está tratando de ayudar. Huir no te hará
sentir mejor, no ganarás al final. Te gustó el dibujo, ¿verdad? No puedo venir
a jugar, pero puedo pintar cualquier imagen que quieras. Sólo dime.
―Mi mami ―susurró―. ¿Puedes dibujarla?
Sonreí, asintiendo.
―Lo tendré en una semana, y si no lo recibes, puedes decirle
a todo el mundo que soy una mentirosa también. Pero ahora mismo, ¿irás con tus
doctores?
Frunció el ceño, pero asintió.
Se la di a un doctor de piel morena con anteojos.
―La llevaremos a hacerle unos exámenes, y luego volverá a su
habitación ―dijo mientras el trio la escoltó lejos.
Su padre, Emmet, ahora recordé, retorció sus manos,
mirándola.
―Sé que esta es una pregunta muy tonta, pero ¿estás bien?
―pregunté.
Se sostuvo la cabeza, volteándose.
Su mirada en blanco era como
si se hubiese olvidado que yo estaba allí, lo que era comprensible.
―Mi hija me llamó mentiroso, y está sufriendo. Estoy lo más
lejos de estar bien. ―Puso su mano en su rostro y suspiró―. Siento desahogarme
contigo.
―Está bien, dije que era una pregunta estúpida. Te ves como
si necesitaras un descanso mental. ¿Te gustaría sentarte conmigo? Eres Emmet McCarty,
¿verdad? ¿De mi edificio?
―Ah, por eso te me haces familiar. Sí. Señora Swan, ¿correcto?
―Me siguió para sentarse en las sillas pegadas a la pared―. ¿Es este tu puesto
de trabajo? ―Echó un vistazo al boceto en la pared.
―Sí. Oficialmente comencé hoy. ―Me incliné en mi silla y
seguí su mirada. Mi boceto era bastante difícil de ver a simple vista, así que
no estaba preocupada que nadie lo entendiera aún. Cuando la pintura quede
lista, es cuando voy a quitar la manta.
―¿Qué va a ser?
―Es un secreto por ahora. Lo que me recuerda, ¿tienes una
foto de tu esposa? ¿Está ella aquí?, así puedo trabajar en la pintura de Molly.
Se sentó más recto en la silla, sin mirarme.
―Murió. Está bien, estás ocupada. No querría que ella…
―Señor McCarty, si hay algo que lamentaría ser llamada, es
una mentirosa. Le prometí una pintura. Tengo que dársela antes que la semana
termine, o de lo contrario, no sé qué haré.
Me miró de regreso, una pequeña sonrisa en sus labios, antes
de sacar su cartera y pasándome una foto.
―Si no está bastante bien…
―Está bien. ―Saqué mi teléfono y le saqué una foto. No quería
quitársela.
―¿Señor McCarty?
Me volteé, y ahí estaba Edward en su uniforme azul y bata
blanca, sosteniendo una gran taza en su mano.
―¿Todo está bien?
―Sí, doctor Cullen. Molly se escapó, pero la encontramos.
Regresaré a su habitación y a esperarla, si eso está bien.
―Por supuesto. Estaré ahí en un momento.
Emmet asintió y se volvió hacia mí.
―De nuevo, gracias.
―En cualquier momento. ―Me levanté cuando él se alejó y me
volteé hacia Edward, quien lo miraba también.
―No pasó nada ―dije rápidamente.
Él se volteó, con la ceja levantada.
―Encontré a Molly. Bueno, Molly me encontró, y le prometí que
pintaría…
―¿Por qué me estás explicando esto? ―Se vio completamente
confundido, enfrente de mí.
―Simplemente no quería que te hicieras con la idea equivocada
y ofender…
―Lo estás haciendo otra vez. No estoy seguro que lo
comprendas, pero piensas que mi reacción será como la de Peter. ―Suspiró,
tomando mi mano y dándome la taza.
Él tenía razón, y ni siquiera pensaba en ello.
―Lo siento.
―No lo estés. Sólo voy a tener que trabajar más duro para
asegurarme que veas la clara diferencia entre él y yo. ―Sonrió con
satisfacción, asintiendo hacia la bebida en mi mano―. Es vainilla caliente. Ya que
no puedes beber café, no estaba seguro qué traerte.
―No debiste traerme nada, pero gracias.
―Lo sé, pero si no lo hacía, ¿qué excusa iba a usar para
venir a verte?
Sonriendo, tomé un sorbo, y mis ojos sobresalieron de mi
cabeza.
―Esto está realmente bueno.
―Es bueno saberlo. Tengo que volver. ¿Te veo más tarde? ―dijo,
girando parcialmente.
Agarrando su brazo, lo detuve de ir más lejos besando su
mejilla.
―Gracias.
―De nada. Y sólo voy a ser honesto: tu ex suena como un
jodido imbécil. ―Se despidió, alejándose.
Cuando se fue, me senté otra vez y no podía menos que
preguntarme si todos los tipos se parecían realmente a Edward. Peter era la
única persona con la que había salido. Cuando se ponía celoso cuando hablaba
con otros tipos, simplemente pensaba que estaba preocupado por perderme. Cuando
dijo que no quería que la gente del trabajo supiera que nosotros salíamos,
pensé que estaba preocupado por ser despreciado por su jefe. Mientras más
pensaba en la situación, más me pareció
que
nunca debí quedarme con él. Pero la retrospección era siempre veinte-veinte, y
había sido difícil ver los defectos cuando siempre lo miraba a través de lentes
rosas.
Edward
Alejándome de la habitación de Molly descansando junto a su
padre, enfrenté a los internos, intentando mi mejor esfuerzo para no gritar.
―¿Ella se escapó? ―pregunté suavemente.
―Ha pasado por muchas sesiones de quimio, aún no sabemos cómo
se levantó ―dijo Cuatro Ojos, y todos asintieron con él.
Cabeza de moño se enderezó.
―Además, nos fuimos solo por un segundo. Pensamos que las
enfermeras la vigilarían.
No lo pierdas, Edward.
―¿Por qué no me avisaron? Lo tuve que descubrir de su padre ―logré
decir a través de dientes apretados.
El doctor Estirado encogió sus delgados hombros.
―No quisimos molestarte con algo…
―¡Cállense! ―grité. Voy a matarlos―. Voy a decirlo una
vez, así que presten atención, porque si tengo que repetir, no solo serán
sacados de este servicio, serán sacados de este piso. Doctor Cuatro Ojos, la
razón por la que deben vigilar a los niños que han recibido quimioterapia es
porque ellos son más resistentes que los adultos. Algunos días pueden ser
horribles, incluso completamente dolorosos, pero algunos días se sienten lo
suficiente bien para levantarse y moverse. Doctor Estirado, esa es la razón por
la que les pedí vigilarla. A diferencia de ustedes, las enfermeras no son
internos. A diferencia de ustedes, ellas tienen más de cien pacientes para
revisar. Doctor estirado, si alguna vez fallas en informarme sobre el paradero
de mis pacientes, juro que no estarás más en este piso, sino que nunca más
harás prácticas en este estado. ¿Alguna pregunta?
Ninguno habló.
―Preguntaré de nuevo. ¿Alguna pregunta?
―No, doctor Cullen
―contestaron todos a la vez.
―Genial, lo que significa que todos tendrán un turno nocturno
para asegurarse no solo que Molly esté bien, sino que también harán
radiografías en la mañana junto a cualquier procedimiento. Por ahora, sólo
revisen su hemoglobina.
Asintiendo, corrieron tan rápido como pudieron al otro lado.
En la dirección equivocada.
Ni me molesté en detenerlos, simplemente fui a la estación
del doctor Seo, que parecía tener mucho tiempo libre, inclinándose hacia atrás,
negando.
―Eres muy malo con los niños, cariño. ―Se rió.
―Los niños tienen que quedarse en la escuela ―murmuré,
llenando mi tabla―. Aún no estoy seguro cómo hicieron para llegar tan lejos.
¿Quién no le dice a su asistencia que su paciente se escapó? Idiotas.
―Así que, ¿estás emocionado por tu cita de esta noche? ―preguntó
él.
―No estoy hablando de esto contigo. ―Firmé mi nombre antes de
dejar mi tabla y alejarme.
Me siguió.
―Hemos sido amigos desde la escuela de medicina…
―No, fuimos a la escuela de medicina juntos. Tú simplemente
seguiste diciéndole a la gente que éramos amigos.
Él suspiró.
―¿Qué ven las mujeres en ti? Eres un idiota.
―Guapo y exitoso, ¿qué más tienen que ver?
Murmuró algo entre dientes.
―Mira ―dijo cuando entramos al elevador―. Sólo estoy
sorprendido que de verdad estés con alguien después…
―Detente. ―Suspiré―. No sé por completo qué somos Isabella y
yo. Nos gustamos y nos gusta estar juntos. Me siento bien cuando ella está
alrededor, y después del año que he tenido… el año que ambos hemos tenido,
sintiéndome bien es algo que no tomo muy a la ligera. Así que sí, para
responder a tu primera pregunta, estoy esperando esta noche. De verdad espero
que funcione. Pero si no, no lo hace. ―Terminando, me volteé hacia él cuando
estaba a punto de volver otra vez―. Espero que mañana vengas con el cabello
teñido.
―Sólo estás siendo rencoroso ahora. ―Frunció el ceño cuando
el elevador se cerró.
Sacando mi teléfono cuando
vibró, sonreí a su mensaje de texto.
Terminé por hoy. Avísame cuando regreses.
Ve a ser “un poco genial”.
Isabella.
3 comentarios:
GRACIAS 😘❤😉
Ayy pobre Moly por tanta quimio debe ser muy doloroso para ella y su papa.😢😦
Gracias :D
Pff... pobre Molly y también mi Emmet :(
Pero bueno espero se mejore por que de lo contrario llorare mares
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