miércoles, 7 de febrero de 2018

Enredos de Amor Capitulo 9

Capitulo 9
Un grito de ayuda
Edward
Buscando mi teléfono, miré fijamente hacia el fondo, su pintura de un pequeño niño simplemente parado en la lluvia, un paraguas roto a sus pies.

¿Qué está haciendo ahora?

Después de un segundo pensando, le mandé un texto.

Artista estafadora.

¡Pensé que estábamos siendo civilizados!

Sonreí.

Lo siento, es la costumbre.

Sí, seguro, doctor Idiota… “Lo siento, es la costumbre”.

¿Estás aquí? No pude verla esta mañana.

Esperando provisiones. No estaré ahí hasta más tarde. ¿Todavía en el hospital?

Saliendo ahora. ¿Bebidas esta noche?

Si tú invitas.

Tacaña.

Piensa en ello como un elogio que confío en tus opciones alcohólicas.


―Disculpa ―dijo una enfermera cuando chocó contra mí, los informes en sus manos cayendo al suelo.

―No te preocupes. No estaba prestando atención ―contesté, recogiéndolos cuando vi el informe de Molly.
―Perdió mucho cabello esta mañana ―dijo la enfermera mientras leía―. Ha sido un día duro.
―La comprobaré antes de irme. Gracias. ―Comencé a caminar hacia el pasillo.
Sin embargo, cuando llegué su habitación, un par de enfermeras e internos persistían alrededor del doctor Seo, quien se apoyó contra el escritorio de las enfermeras, mirando su reloj unas cuantas veces antes de mirar hacia la habitación. Comprobé para asegurarme que Molly estaba bien y bastante segura desde la ventana, su cabeza cubierta con una brillante bufanda azul. Se veía pálida, pero aparte de eso estaba bien.

―¿Qué está pasando? ―Me acerqué a Ian.

―EMM está teniendo una enorme reunión con la junta directiva hoy a las dos ―contestó como si yo debería saber de lo que estaba hablando.

―¿EMM? ¿El software y empresa robótica? ¿Y su reunión con la junta directiva qué tiene que ver contigo? ―O alguien más en realidad.

Me miró como si fuera un idiota.

―¿EMM, de otra manera conocido como Emmet McCarty Mechanics, o la compañía del padre de tu paciente es el fundador y presidente? Es un golpe de estado, Edward. Ha estado en todos los periódicos. Van a sacarlo de la empresa que él comenzó en la sala de su hermano mientras su hija lucha contra el cáncer. Es la cosa más jodida que he escuchado en un tiempo. Todo el mundo está esperando para ver si él se va a ir.

Bajando rápidamente la vista a mi reloj, vi que era la 1:23 p.m.; miré a cada uno cómo se cernían sobre ellos como si fuera alguna clase de zoo.

―Juro que si ninguno está en sus estaciones al momento en que pase por esa puerta haré de mi misión que sean despedidos de este hospital ―declaré, dirigiéndome ya a la puerta.

Oí su dispersión y cuando giré, Ian era el único que todavía estaba allí.

―Ian…

―Lo siento, me distraje. Tu corazón está creciendo tres veces de su tamaño.

―¡Ve!

Su teléfono sonó y, sin contestarlo, bailó directo por delante de mí cantando fuertemente “Feels Good” por su banda favorita South Korean Super Junior… el hecho que lo sabía me molestó más de lo que podía explicar.

He pasado demasiado tiempo alrededor de él.

Concentrado en la tarea, entré a la habitación para encontrar a Emmet sentado al lado de Molly mirando la fiesta del vecindario en la televisión.
―Hola, doctor Edward ―saludó Molly y su padre se levantó rápidamente, acercándose.

―Hola, Molly, ¿cómo te sientes?

―No enferma ―susurró, abrazando su oso contra su pecho.

―Eso está bien. Voy a hablar con tu padre por un segundo, ¿de acuerdo? ―Asintió, simplemente viendo la televisión en silencio.

Él me siguió afuera, y tan pronto como cerré la puerta me empezó a preguntar.

―¿Ha disminuido el tumor? ¿Puedes operarlo? Hoy se siente realmente bien entonces yo…

―Emmet ―lo detuve―. No tengo ninguna noticia sobre la condición de Molly y siento si te di el mensaje incorrecto por venir. Vine porque estoy preocupado por ti ahora mismo.

―¿Yo? Estoy bien. Si no tienes noticias entonces…

―Me enteré de la reunión de hoy ―dije cuando alcanzó la puerta.

Su agarre se tensó.

―No es de tu incumbencia.

―Sí, lo sé. Me estoy sobrepasando ahora mismo, pero quería saber si de verdad vas a entregar tu empresa a unos hijos de puta que no pueden permitirte el tiempo con tu hija. No sé mucho sobre EMM, pero recuerdo que su lema era acerca de hacer la vida mejor para otros.

―La innovación hoy en día para un cliente es un mejor mañana ―dijo, dejando la puerta y agarrando su rubia cabeza. Se quedó ahí por un momento y finalmente se volteó―. Dejé la universidad, viviendo de cereal y fideos construyendo EMM. Todavía recuerdo cuando compré mi primera oficina en la cima del restaurante chino. Sólo era yo, mi novia, y mi hermano. Pensé que realmente lo había hecho… ahora tengo más de cien mil empleados por todo el país; créelo o no, conozco el nombre de todos.

―Te creo; y porque te creo no quiero que te rindas y les entregues a los buitres que te rodean ahora mismo.

Negó.

―Edward, no me importa. Si me quieren quitar EMM, que lo hagan. No quiero dejar a mi hija sola, mucho menos hoy. No el día en que perdí a mi esposa y ella perdió su madre. Mi hija ni siquiera va a la fiesta del vecindario. No me sentaré en una sala de audiencia para escuchar sus estupideces…

―La cuidaré. ―¿Por qué voy tan lejos? ¡Qué demonios está mal conmigo!
―¿Qué? ―Frunció el ceño.

―La audiencia tomará qué, ¿una hora? ¿Dos? Molly no puede estar sin supervisión, mientras tú vas y sacas la mierda de los ejecutivos, iré con ella a la fiesta. Me aseguraré que pase un buen tiempo, y entonces puedes encontrarte con nosotros.

―Edward…

―Es la 1:31. Aún puedes hacerlo. Tengo tu información, y mi chofer nos recogerá a Molly y a mí…

―¿Por qué? ―Me cortó―. ¿Por qué harás esto? Vivimos en el mismo edificio, pero no somos amigos. Ni siquiera me conocías cuando vine aquí. Así que ¿por qué?

Lo pensé por un momento, y en todo lo que podía pensar era en los que me había dicho Isabella una vez.

―¿Sabes cuánta gente mala encontramos en esta ciudad en un día? No quiero ser uno de ellos. A veces simplemente necesitamos la ayuda y es duro pedirla, así que me ofrezco. Acéptalo, Emmet. No te rindas todavía, ¿qué clase de ejemplo es ese para Molly? En vez de rendirte cuando el mundo golpea tu culo, a veces está bien pedir ayuda ―contesté, estirando mi mano hacia él.

Bajó la mirada y tragó duro.

―Por favor ayúdame, Edward.

―Por supuesto.

Tan feliz como estaba de ayudarlo, por alguna razón quise llamar a Isabella y contarle que no tan patético como ella pensaba.

―Molly, irás a la fiesta con el doctor Edward ―dijo cuando abrió la puerta.

Isabella
―¿Vicky? ―dije cuando abrí mi puerta.

―Hola ―contestó. Estaba allí de pie en jeans y camiseta, su rojo cabello en una cola y sus ojos rojos e hinchados.

No estaba segura qué estaba mal con ella, pero salí y la abracé fuertemente. Lloró en mi hombro. Había alrededor de mil cosas pasando por mi cabeza y en todo lo que podía pensar era que debía conseguir calmarla.

―Tengo vino y chocolate, que preferiría no comer sola. ―Tomé su mano, metiéndola en mi apartamento. Taigi vino a ella cuando fui por las copas.
―Hola, chico, ¿cómo estás? ―Se sorbió los mocos y rió, frotando sus manos por su piel. Él ladró en su rostro y se paró en sus patas traseras, mientras ella tomaba su pata como si estuviese bailando con él.

Después de servir una copa para cada una, le tendí una.

―Tienes que probar esto, el-padre-de-mi-no-codiciado-vecino hizo esto y está para morirse…

Hice una pausa, sosteniendo mi copa cuando ella se bebió toda la cosa sin detenerse por aire, como una mujer muriendo por sed. Usando su mano, limpió su boca y la sostuvo por más.

―Está realmente bueno. ―Sonrió.

―¿Incluso lo probaste? ―pregunté, dándole mi copa.

No bebió, simplemente miró fijamente.

―Me equivoqué, ¿verdad, Bella? Casarme con James… me equivoqué.

―Vicky, ¿qué pasó? ―pregunté en vez de contestar, porque no sabía cómo responder eso.

―Peleamos ―susurró, sosteniendo la copa en sus labios―. Más como que sus padres y yo peleamos y él sólo se quedó allí mientras ellos continuaron sobre cómo esperaban que se casara con alguien mejor. Me pregunté, ¿así va a ser toda mi vida? ¿Voy a tener que quedarme de pie allí y tomar su mierda porque mi papá es sólo un electricista y mi madre una panadera?

―¿Sólo un electricista? ―Quise que replanteara esa declaración―. ¿Recuerdas cuando teníamos trece y yo me quedaba en tu casa cuando la tormenta de invierno Michael llegó? Dos metros y medio de nieve y hielo, sin electricidad, y estaba tan frío que compartimos tres mantas. Tu madre nos dejó comer todos los pastelitos y galletas que había horneado para la escuela al día siguiente mientras tu padre se puso sus botas, al menos tres bufandas, dos sombreros, y una máscara de esquí.

Cubrió su boca y rió.

―Se veía como un gigante malvavisco.

―Sí, y nos dijo que le diéramos un abrazo antes de salir y trabajar durante horas en la nieve para recuperar la electricidad antes que la noche llegara porque estaba preocupado que la gente se congelara desde que no hubo tiempo para prepararse. Cuando volvió, pudimos quitarle el hielo de sus cejas. Tu papá no es un simple electricista, Vicky. Es el hombre que mantiene el fuego sin importar qué.

Dejó caer su cabeza, poniendo la copa en la mesa.
―Lo sé. Lo sé. Es sólo que me hacen sentir que no soy lo suficiente buena todo el tiempo.

―Entonces pruébales que se equivocan. Sabes lo que mi papá dice. Barbilla en alto…

―¡Cabeza en alto! ―dijo con fuerza, desinflando su pecho antes que estalláramos en un ataque de risa―. Nuestros padres son algo más, ¿no?

―Sí, lo son, y no aprobarían que nos quedáramos aquí bebiendo por hombres, ¡que es por eso que saldremos! ―dije, yendo a mi sala para agarrar mi bolso y cámara.

―¿Salir a dónde?

―Hay una fiesta del vecindario en el centro. Iba a ir más tarde a ver los fuegos artificiales pero tú y yo podríamos conseguir algo de algodón de azúcar y risas. ―Pasé mi brazo alrededor de ella, agarré la correa de Taigi, sacándonos de mi apartamento.

Me sostuve fuertemente, y cuando subimos al elevador ella puso su cabeza en mi hombro.

―Gracias ―dijo suavemente.

―¿Por qué? Aún no hago nada.

―Por no decirme que lo deje. Sé que no te gusta James, así que gracias por no usar esto como una oportunidad para decirlo ―refunfuñó suavemente, mirando la disminución de números mientras bajábamos.

No estaba segura si me gustaba su agradecimiento por esto. Quise decirle lo mismo que le dije cuando lo conocí: James es un niño malcriado de mamá. Él debería haberla defendido y a su familia. El hecho que no lo hubiera hecho me molestó. Nuestras familias eran una de las cosas que nos definieron. Pero si le decía todo eso, podría ver nuestro pasado llegar a su fin otra vez y terminar en caminos separados. Ella estaba casada con él.

Ella había tomado esa decisión, y sabía que preferiría estar a su lado cuando me necesitaba que no hablar con ella.

A veces la mejor cosa que podrías hacer por una persona es simplemente estar allí, sin importar las circunstancias.

Como Edward era.

Edward
Sabía tanto como una hormiga sobre las niñas. La fiesta del vecindario estaba llena de niños y sus padres, globos y payasos. Cuando me ofrecí a traerla, no sabía realmente qué esperar, pero ella estando en silencio, sentada en su silla de ruedas, sosteniendo su oso no era definitivamente esto.

―¿Molly? ¿Estás bien? ―pregunté, arrodillándome delante de ella. Puso su barbilla en la cima de la cabeza del osito―. ¿Quieres volver al hospital?

―¡No! ―Pareció que estaba a punto de llorar, lo que causó que algunos padres voltearan a mirarnos.

―Bien, no tenemos que volver. Solamente preguntaba porque no pareces divertirte.

―Me estoy divirtiendo ―mintió.

Esta fue la peor idea.

―¿Edward?

Volteando me encontré cara a cara con Isabella, usando shorts de jeans y una camiseta roja y un cárdigan, su cámara alrededor de su cuello y algodón de azúcar fresco en la otra.

―¿Hola? ―Isabella le sonrió.

―Isabella, esta es Molly, mi paciente. La traje aquí un rato mientras su padre fue a trabajar. ―No sé por qué sentía la necesidad de explicarle eso.

Me ignoró de todos modos, mirando a Molly y agachándose.

―¿Nos hemos visto antes, señorita Molly?

Molly apretó su oso y Isabella tomó sus dedos y sonrió.

―Ahora te recuerdo. Fuiste la chica que casi me atropelló cuando me mudé al edificio. El nombre de tu papá es E…

―Emmet ―respondí por ella.

―Correcto, Emmet McCarty. Es un placer conocerte, señorita Molly. Huiste tan rápido esa vez que no tuve la oportunidad de decir hola. Me puedes llamar Bella. Mi nombre es Isabella, pero mis amigos me llaman Bella. ―Le sostuvo la mano y Molly la miró por un largo tiempo antes de sacudirla―. ¿Quieres un poco de algodón de azúcar? ―le preguntó a ella.

―No ―dije rápidamente y Bella alzó la mirada hacia mí―. Demasiada azúcar para ella ahora mismo no es bueno.
―Oh, bueno, demasiado azúcar para mí tampoco es bueno ―contestó, caminando hacia la basura y botarlo antes de volver hacia Molly.

Los ojos de Molly miraron fijamente por todo su rostro, y por una fracción de segundo pareció que estaba tratando de decirle algo en secreto de chicas más allá de mi conocimiento.

―Molly, chicos, esperen un segundo aquí. Regresaré en seguida, ¿bien? Sin escaparse. ―Levantó sus manos como si sostuviera un lugar―. Si Edward trata de huir, lo pateas.

Molly rió y asintió.

―¡No enseñes violencia! ―grité después de ella mientras corrió a lo que sea que iba a hacer.

Sacó la lengua como una niña, casi tropezando con un cochecito, para consternación de la niñera. Molly se rió cuando la vieja mujer le mostró el dedo medio y Isabella pidió disculpas, huyendo.

―Molly, cuando crezcas, intenta ser sólo más agraciada que Isabella, ¿está bien?

Levantó la mirada hacia mí, inclinando su cabeza.

―¿No es tu amiga?

―¿Eh?

―Dijo que sus amigos la llaman Bella. No la llamaste Bella.

Qué pequeña inteligente… y la manera en que me miró esperando por una explicación, supe que no podría mentirle.

―Somos amigos, pero me gusta llamarla más Isabella que Bella ―contesté.

―¿Por qué?

Molly, no lo sé.

―Porque Isabella es un nombre lindo.

―¡También me gusta! La llamaré Isa-be-lla. ―Luchó con ello durante un minuto.

―Isabella ―lo dije lentamente después de ella.

―Isabe-lla ―repitió, y asintió.

―Regresé ―gritó Bella, corriendo hacia nosotros con toda su fuerza.
Cuando llegó casi salta sobre mí, colocándome un sombrero en mi cabeza. Sorprendido por cuán cerca estaba, me congelé mientras ella se concentró en meter todo mi cabello ahí. Fue solo cuando se apartó que fui capaz de pensar otra vez.

―Te ves bien ―dijo ella cuando echó su cabeza hacia abajo, hacia un desordenado moño. Tomó una bufanda de seda y se la enrolló alrededor de su cabeza―. ¿Mejor? ―le preguntó a Molly, y por primera vez me di cuenta que ella debió haberse sentido mal en una silla de rueda con una bufanda en su cabeza.

Molly asintió, pero no dijo nada.

―Señorita Molly, ¿te tomarías una foto conmigo? ―le preguntó, sacando su cámara de su cuello.

―Sí. Doctor Edward, vamos. ―Molly sonrió.

―Sí, doctor Edward. ―Isabella me llevó alrededor de la silla con ella.

―Yo la tomo, mi brazo es largo. ―Agarré la cámara de su mano y nuestras manos duraron demasiado tiempo juntas.

No podía menos que mirarla fijamente, y sin pensarlo retiré un mechón de su cabello que se había escapado de la bufada.

―Gracias ―susurró, alejando la mirada y acariciando el mechón para asegurarse que lo tenía.

―Está bien. ―Miré hacia la cámara, mi rostro al lado del de Molly―. Uno. Dos. Tres.

―Polvillo de hada ―dijo Isabella en el clic.

―¿Polvillo de hada? ―Molly se volteó hacia ella.

―Sí. Está hecho de pensamientos felices y pueden hacerte volar. ―Fingió echar brillos por su rostro antes de fusilarme con la mirada.

¡Levántala!, me articuló.

Siguiendo sus órdenes, lo hice.

―¡Jaja! ―Molly rió, agarrándose de mí.

Gracias a Dios finalmente comenzaba a divertirse.

Y todo gracias a Isabella.

―¿Bella?

―¡Vicky, volviste! ¿Qué te tomó tanto tiempo? ―dijo, caminando hacia una mujer con cabello rojo y ojos verdes, Taigi a sus pies―. Me gustaría presentarte a mis amigos el doctor Edward y la señorita Molly. Vas a necesitas una bufanda si quieres estar con nosotros. ¿Verdad, señorita Molly? ―dijo Isabella animándola.
Molly asintió felizmente en mis brazos.

―¡Sí!

―Me voy por diez minutos y tú encuentras amigos bastantes atractivos todos para ti. ―Vicky puso sus manos sobre sus caderas.

―¿Qué puedo decir? Soy simplemente genial así ―dijo, apoyando su mano en mi hombro. Pareció que quemaba un agujero en mi camisa, su cuerpo estaba tan caliente. Permanecí consciente de manera extraña allí y me perdí por lo que sea que se reían―. ¿Eso está bien, doctor? ―me preguntó Isabella, de pie sola.

―¿Eh?

―El tren ―contestó Molly, señalando―. Puedo montar el tren, ¿verdad?

―Por supuesto.

―Vayamos antes que el niño con la camiseta de Batman robe la delantera. ―Isabella la levantó fácilmente de mis manos.

Me quedé allí sin habla, viéndolas, mi mente todavía tambaleándose. ¿De dónde había venido ella? ¿Cómo había llegado allí? Y más importante, ¿cómo tenía la habilidad de cambiar la atmosfera completamente así?

―¿Todo bien? ―Su amiga Vicky estaba de pie a mi lado, envolviendo su cabeza con una bufanda verde que debió haber comprado. Taigi todavía sentado en el suelo.

―Parecen cercanas. ¿Ella siempre ha sido así? ―pregunté mientras caminábamos al tren rojo, amarillo, y negro que apenas podrían entrar más de dos personas en cada uno.

―Sí. Esa es Bella ―dijo como si supiera exactamente qué estaba diciendo―. La he conocido toda mi vida y no puedo explicarlo. Ella es como…

―Perfectamente imperfecta, y mientras más la miras más confuso se hace pero ni siquiera puedes apartar la mirada.

―Vaya ―contestó.

―¿Qué?

―Nada, tomaré el próximo tren con ella ―dijo, alejándose. Se detuvo, mirándome otra vez, y negó antes de unirse a ellas.

―¿Qué dije?

Taigi ladró como si conociera la respuesta.



4 comentarios:

Anónimo dijo...

muchas gracias por escribir esta historia me encanta

Anónimo dijo...

Aaa!!! \^w^/
Perfectamente imperfecta!!! LO AMOOO!!! *w*
Siii!!! O siiii!!! Edward ya está cayendo y de picada :D
Muchas muchas gracias!!!

cari dijo...

GRACIAS 😘❤

Laura Natalia dijo...

Ayy q bonito gesto el de Edward al llevar a Molly a esa fiesta y el d Bella a comprar esa bufanda para q Molly no se sintiera mal

ORACION A MI SEXY VAMPIRITO

Edward de mi guarda
De mi sexy compañia
Bebete mi sangre
De noche y de Dia
Hasta que caiga en tus brazos
Y sea tu marca de heroina