sábado, 3 de marzo de 2018

Enredos de amor Capitulo 23


Capitulo 23


Cinco pequeñas palabras
Edward
Estaba sentado en el porche cuando una cerveza apareció frente a mí.

―Gracias ―le dije a Charlie.

Se sentó a mi lado, sin decir una palabra.

Era nuestra última noche antes de regresar. Habían preparado una cena junto al lago, e incluso me las arreglé para encender la fogata. Al igual que en la primera noche, el cielo estaba cubierto de estrellas.

Isabella jugó con Taigi, persiguiéndolo alrededor de la fogata. Había pasado el día mostrándome todo Cypress. Tenía casi una cosa de todo: un cine, una tienda de comestibles, un centro comercial, y en cada uno, me di cuenta de cómo todos le daban la bienvenida, ya fuera con un abrazo, un beso o cosas gratis. Cada uno de ellos también le agradeció el dinero que les había prestado; incluso había ayudado a financiar un nuevo centro de artes para la secundaria.

―Sabes que todavía no me agradas, ¿verdad? ―me dijo, abriendo su lata y atrayendo mi atención.

―Sí. Tal vez cuando volvamos la próxima vez, te convenceré más ―respondí, tomando un trago.

―Nunca va a suceder ―murmuró.


Me tomó un tiempo, pero finalmente le pregunté:

―¿Te importa si te pregunto algunas cosas?

―¿Acerca de mi hija?

―Sí. Y de usted también.

―Sólo si respondes la mía.

Arriesgado.

―Está bien.

―Pregunta, entonces. ―Él esperó.

―¿Cómo sabes cuando te has enamorado de alguien?

Permaneció en silencio durante largo rato.

―Lo siento, no sé a quién más preguntar. Mi madre, por increíble que sea, no siempre ayuda.

―¿No ibas a casarte? ―me preguntó.

Me enderecé, con los brazos sobre las rodillas.

―Sí, pero eso no significa que debería haberlo estado. Establecí una meta de estar casado, y elegí a una persona que pensé que encajaba mejor con lo que necesitaba. Nunca me pregunté si la amaba. Pensé: esto es genial, ella es lo que estaba buscando. La herí y ella me lastimó a cambio. ―Me había preocupado por Charlotte. No podía mentir sobre eso, ni tendría que hacerlo, pero esto era diferente; me sentía diferente con Isabella.

―Creo que cuando empiezas a pensar así, ya te has enamorado ―murmuró.

―¿Cómo lo supo con su madre? Bella dijo que huyeron juntos para casarse cuando apenas tenían dieciocho años. ―Y después de todos esos años, todavía se tomaban de las manos mientras caminaban.

Él rió, sentándose erguido y mirando a su esposa donde ella miraba fijamente por un telescopio.

―Primero me sorprendió cuando me di cuenta que no quería que ella se fuera a casa. Quería que mi hogar fuera su casa. Entonces empecé a pensar en mi vida en diez o veinte años, y no importa qué, ella estaba allí. Una vez que me hice estas preguntas, estuvo claro para mí.

Pensé en la primera noche con Isabella. Dije que no quería que fuera sólo sexo de una sola vez y le pedí que se quedara conmigo. Ésa no era la razón… puede que no haya pensado que su hogar era el mío, pero nunca la detuve cuando ella trajo su cepillo de dientes, secador de cabello, y rizadora a mi cuarto de baño. Pensé en cómo no podía dormir en su lado de mi cama, incluso si ella no estaba allí… porque ahora era su lado.

―¿Quieres saber dónde me veo en diez años? ―le susurré cuando ella se movió hacia su madre, mirando el cielo.

―No, pero estoy seguro que me lo vas a decir.

Me volteé para mirarlo.

―Me veo tratando de agradarte.

―Va a tomar más de diez años. ―Frunció el ceño, bebiendo de nuevo―. Edward.

Finalmente dijo mi nombre. Sin embargo, no parecía satisfecho.

―Ella es mi niña. Iría al infierno y volvería por ella, y no puedo soportar que la lastimen de nuevo.

―No le haré daño.

―Esa es la cosa. No tratamos de lastimar a la gente que nos importa, simplemente lo hacemos. ¿Sabe que no nos dijo cómo terminó su compromiso? Sólo llamó para decir que la boda estaba cancelada. Tuvimos que presionar a Vicky para que dijera la verdad. Y de nuevo, sentí que le había fallado a mi hija. Le dije que no fuera a Nueva York, le rogué que no se fuera, le dije que la ciudad la devoraría y la escupiría. Le dije que podía ser una artista aquí, y enseñar en la secundaria. Tuvimos una gran pelea al respecto. A la mañana siguiente, ella y Vicky estaban en su auto, y no me habló otra vez hasta que sintió que podría decirme que lo había logrado. Escribió cartas, se aseguró de llamarnos mientras estábamos en el trabajo, o cuando pensaba que estábamos ocupados. Si respondíamos, nuestras llamadas telefónicas duraban cinco minutos, ni eso. Todo porque no quería que yo pensara que tenía razón, que ella no podría hacerlo. Así que no tengo idea de lo que pasó en su primer año. No aceptaba dinero ni nada. Pero el día que fue mencionada en el periódico como artista, me llamó y habló durante horas.

―Quería demostrar que podía hacerlo ―dije.

Asintió.

―¿Y te culpabas por el vacío entre ambos, porque te recordaba a tu hijo?

Su cabeza se giró de golpe hacia mí, sorprendido, como si preguntara si sabía.

Simplemente asentí, bebiendo de nuevo.

―No puedo creer que te haya hablado de eso. Nunca habla con nadie sobre eso.

―También me lo dijo. Tenía problemas lidiando con los deseos de mi hermano de seguir su propio camino.

―Maldita sea. ―Suspiró, poniéndose de pie―. Supongo que voy a tener que acostumbrarme a ti. Asegúrate de traerla de vuelta tan a menudo como puedas. Aún no me agradarás, pero te toleraré.

―¿Por qué el repentino cambio? ―pregunté, levantándome también.

―Porque está enamorada de ti. Pensé que eras otra fase pasajera, como el otro. Pero si estuvo dispuesta a desenterrar algo tan doloroso como para ayudarte,  entonces no queda nada que hacer o decir ―respondió, preparándose para regresar a la fogata.

―¿Puedo hacerle una pregunta más?

―Muchacho, ¿eres un neurocirujano o un psiquiatra?

Ignorándolo, le pregunté seriamente:

―¿Cómo está tu corazón? No se lo diré, si te hace sentir incómodo. Pero honestamente, ¿cómo está de salud?

―Manteniendo mi colesterol y la presión arterial baja. Sin embargo, no estás ayudando a este último con tus preguntas. ¿Algo más?

Levanté mis manos en rendición.

Se acercó a su esposa.

Isabella le dijo algo antes de correr hacia mí y aferrarse a mi brazo.

―Hola. ―Le sonreí.

―Ven. ―Me arrastró hacia la casa y ni su madre ni su padre miraron hacia atrás; sólo se abrazaban, mirando las estrellas. Casi parecía que estaban bailando.

Tomando en mi mano su linterna, me llevó más y más lejos por el camino.

―¿A dónde vamos?

―Shh, lo arruinarás ―susurró.

Caminamos un poco más hasta llegar al mismo claro que antes. Dejó escapar un silbido bajo, y resonó en los árboles sobre nosotros. Una luciérnaga brilló justo delante de nosotros, luego una docena más, y entonces todo el claro brilló en la oscuridad. Estaban por todas partes, como luces de Navidad.

―Quería mostrarte esto antes de que nos fuéramos. Cuando era niña, pensé que podía entrenarlas o algo así, para que sus luces parpadearan con cualquier canción que silbara. No funcionó, obviamente, pero salían cuando silbaba. ―Soltando mi mano, trató de atrapar una. Mantuvo sus manos cerradas por un segundo, luego abrió los dedos lentamente, pero cuando lo hizo, no había ninguna luciérnaga―. ¿Cómo es posible que no pueda atrapar una luciérnaga en un campo de luciérnagas después de todos estos años? ―Se rió de sí misma.

Al bajar la linterna, fui detrás de ella, envolviendo mis brazos a su alrededor para acercarla a mí. Cuando sentí su cuerpo, apoyé mi cabeza junto a la suya, levantando las manos.

―Vamos a atraparla juntos ―le dije suavemente al oído.

Se inclinó hacia mí.

―Bueno.

―Tienes que estar realmente quieta y esperarlas.

Ella mantuvo sus palmas abiertas sobre las mías, y nos quedamos allí. Su respiración igualaba la mía, su latido del corazón se sentía como el mío. Y entonces, la luciérnaga, probablemente confundiéndonos con otro árbol en el bosque, vino y se asentó en la palma de su mano, seguida de muchas más.

Quería decirlo en ese momento, en voz alta para el mundo, pero todo lo que pude hacer, fue decirlo para mí mismo.

Estoy enamorado de ti, Isabella.

Isabella
Cuando volvimos a la casa, huyendo de la lluvia que de repente, casi mágicamente había cubierto todo Cypress, sentí que no podía respirar. Entré en mi habitación y, todavía goteando, volví a caer en mi cama. Mi corazón se sentía como si estuviera tratando de salir de mi pecho. Me quedé allí un momento, contemplando mi techo color agua marina, mi viejo poster de Orlando Bloom todavía colgando allí. Cuando lo miré, no sentí nada como en todos esos años atrás. La persona por la que estaba loca estaba a metros de distancia.

Quiero verlo. Acababa de verlo y lo quería de nuevo. Mi cerebro no estaba pensando racionalmente. Abrí la puerta y mi mamá pasó caminando. Se detuvo, girándose hacia mí.

―Buenas noches ―le dije.

―Ve. ―Asintió hacia mí―. Si tu padre pregunta, me encargaré de ello. Ve.

―Mamá…

―Bueno, si no quieres…

―Gracias ―susurré, pasando a su lado y dirigiéndome por el pasillo.

Tomando aire antes de bajar, caminé lo más suave posible, pisando en las partes exteriores de la escalera así que no chirriaba. Cuando mi pie llegó a la alfombra, lo vi sentado al borde de la cama, sin camisa, con una toalla sobre la cabeza mientras miraba fijamente un collar de lágrimas que colgaba junto a su cadena delante de él. Debido que la lluvia continuaba, sólo un poco de luz entraba en la habitación a través de la ventana por encima de la cama.

―Es bonito ―susurré.

Se quedó inmóvil un momento, levantando la cabeza para mirarme.

Su cabello todavía estaba mojado, como el mío en ese momento.

―¿Para quién es?

―Para ti ―murmuró, sin moverse, su mirada fija en mí―. Lo compré en la ciudad hoy. He estado tratando de pensar en cuándo dártelo. La lluvia mató mi momento.

―¿Ahora es un buen momento?

Se puso de pie, acercándose a mí, y me volteé. Me hizo el cabello a un lado, colocando el collar delante de mí y sujetándolo alrededor de mi cuello. Lo enfrenté y lo centró en medio de mi pecho.

Sin apartar la mirada de él, me quité la camisa y la dejé junto a mis pies.

―No me tientes así, porque fracasaré ―dijo con la mano en el tirante de mi sujetador.

Caminando alrededor de él y de pie delante de su cama, lo desabroché, dejándolo caer al suelo.

―No hay nada malo en fall… ―Sus labios estaban en los míos antes que pudiera terminar, sus manos en los lados de mi cara, su lengua en mi boca cuando envolví mis brazos alrededor de su cuello. Su beso pasó de mis labios a mi barbilla, y por mi cuello. Su mano ahuecó mi pecho, apretándolo fuertemente, y luego tirando de mi pezón duro, mientras que el otro fue hacia mi falda hasta agarrar mi culo, tirándome hacia él. Besándome el cuello, la mandíbula hasta que estuvo en mi oreja, susurró―: No te voy a dejar ir, Isabella.

―No habría venido aquí si quisiera que lo hicieras ―le recordé.

―¿Entonces qué quieres?

―A ti. A ti en todos los sentidos posibles. ¿Por qué sigues con tus jeans? ―Los desabroché, empujándolos hacia abajo, echándolos a un lado, y tomándolo―. ¿Quieres que lo demuestre? ―No le di espacio para discutirlo antes de besar la punta, luego lamiendo una y otra vez antes de meterlo en mi boca.

―Isa… Isabella ―gimió, agarrando mi cabello.

Lo llevé tan profundamente como pude dentro de mi boca, mis dientes rozaron su piel antes que mi lengua lamiera su alrededor. Podía sentirlo palpitante, y yo chupaba cada vez más rápido, él empujando hacia adelante, follando mi boca. Cuando lo saqué de mi boca, seguí con mis manos, acariciándolo lentamente mientras mi lengua lamía su punta y mis labios besaban un lado.

―Y tú dices que tengo buen sabor ―dije antes de llevarlo tan profundamente como pude en mi garganta. No quería parar hasta hacerlo sentir de la misma manera que yo me sentía.

Sin embargo, me detuvo, apartándose para que su erección estuviera alta y orgullosa. Él tomó mi otra mano de su estómago, poniéndome de pie. Pasó el pulgar por mi labio inferior.

―Si crees que voy a dejar que me controle esta noche tan fácilmente, Srta. Swan, entonces eres sexy, pero también estás equivocada. Así que ponte sobre tus manos y rodillas.

No pude evitar excitarme y hacer lo que me pidió. Podía sentir su cuerpo detrás de mí mientras me quitaba la falda y la ropa interior. Se colocó sobre mí, el calor de él presionado contra mi culo junto con su mano, frotando suaves círculos.

―Me presionas demasiado, Isabella ―me susurró al oído, besando mi mejilla―. Iba a tomar una ducha fría, algo que estoy acostumbrado a causa de ti, acariciándome porque no puedo estar dentro de ti… ―Besó mi hombro y agarró mi pecho―. Entonces apareces, mojada y desnudándome. ―Tiró mi pezón, frotándose contra mi culo―. Y pensé, no voy a follarla esta noche. En su lugar, le haré el amor lenta, suave y apasionadamente.

―Pero luego te metí en mi boca…

Cuando hablé, sentí que su mano me golpeaba el culo con tanta fuerza que agarré la cama y me mordí el labio inferior para no gemir de dicha.

―Entonces sentí tus dientes en mí, tu lengua, disfrutándome como si fuera helado de vainilla.

―¿No es así?

SLAP.

―¡Ahh! ―gemí, mi cuerpo empezó a temblar.

―Le dije a tu padre que no te haría daño, tu padre que está en alguna parte de esta casa. Pero te gusta tener sexo con un poco de dolor, así que ¿qué puedo hacer? Me has hecho un mentiroso, Isabella.

SLAP.

Bajé la cabeza, agarrando las sábanas con mucha fuerza.

SLAP.

Se me hizo agua la boca.

SLAP.

Mi culo tembló, y él deliberadamente se presionó contra mí. Podía sentir lo húmeda que estaba para él mientras se frotaba de un lado a otro. Me movía contra él, hambrienta de más.

SLAP.

―Edward…

SLAP.

No estaba segura si me estaba golpeando más fuerte, o si me estaba volviendo más sensible, tal vez las dos. Lo único que sabía era que me gustaba. Me gustaba jodidamente demasiado, y el hecho que mis padres estuvieran en casa y yo temblaba en las manos de Edward era demasiado para mí.

SLAP.

―Más duro ―susurré.

SLAP.

―Más fuerte.

SLAP.

―Sí.

SLAP.

¡Edward!, grité en mi mente cuando me vine. Ni siquiera pude mantenerme sobre mis manos y rodillas, mi tronco colapsó en las almohadas, mi culo en el aire, demasiado dolor para acomodarme.

―El primero de muchos orgasmos que tendrás esta noche. ―Lo besó, frotando círculos sobre él antes que su lengua viajara entre mis muslos. Apenas podía respirar mientras él lamía y me chupaba, mi mente se nubló. Cualquier fatiga que había sentido antes, desapareció cuando se aferró a mis muslos. Sentándome encima de él agarré su cabeza, frotándome contra su boca.

No bajó la velocidad, decidido provocar que perdiera la cabeza, y pude verme en el espejo de la pared, sin esconder nada a la vista. Vi la forma en que mis pechos rebotaban mientras me arqueaba hacia atrás y cabalgaba sobre su lengua. Cuanto más miraba, más amplia era la sonrisa en mi rostro, y cuando miré hacia abajo, sus ojos estaban cerrados, su agarre apretado en mis muslos. Me encantó el hecho que él lo disfrutara tanto, queriendo más de mí… todo de mí.

Agarrando mi propio pezón, no pude detenerme, y quería gritar su nombre a cualquiera que pudiera oírme.

―Dos. ―Sonrió, limpiando la comisura de su boca cuando casi me derrumbé en la cama a su lado.

―Edward… ―Ni siquiera estaba segura a dónde iba con eso. Mi mente no era más que gelatina liquida en ese punto.

Encima de mí, besó mis labios ligeramente y se movió, depositando besos suaves en mi cuello. Me aferré a él, casi abrazándolo mientras me dejaba tomar un respiro, besando mi pecho.

―Edward ―dije de nuevo, más fuerte, y él se detuvo, mirándome. La única cosa en mi mente mientras sus ojos verdes azulados me miraban era, estoy enamorada de ti, Edward. Deseaba más que nada poder decírselo, pero decir, “Hazme el amor”, fue lo mejor que pude hacer.

Me apartó mechones de mi rostro y, besándome la frente, sonrió.

―Como quieras. ―Se movió entre mis piernas y lentamente se deslizó dentro de mí, sus manos tomaron las mías. Su cabeza, sus labios, sus ojos en mí, y empujó dentro de mí.

Era como si ninguno pudiera apartar la mirada.

―Eres hermosa ―dijo.

Intenté hablar, pero me besó suavemente.

―Tú… ―Gimió, y me aferré a él, tratando de disfrutar cada lento y poderoso empuje―. Tú, Isabella Marie Swan, eres la mujer más bella del mundo para mí. Déjame decirlo. Deberías oírlo.

No podría haber hablado incluso si hubiese querido hacerlo. En cambio, envolví mis piernas y brazos alrededor de él, y me abrazó, su frente sobre la mía, sin espacio entre nuestros cuerpos, y ambos encontramos la liberación.





3 comentarios:

cari dijo...

❤❤❤😘😍😜❤ GRACIAS

Laura Natalia dijo...

Ayyy un muy hermoso capitulo 😍😍

Anónimo dijo...

Ok primero ufff!!! Que calor 7u7
Yo a él lo tentaría de 7/24 ;)
Y aún que sea solo para ver más seguido a bella Charly ya lo quiere :D
Gracias

ORACION A MI SEXY VAMPIRITO

Edward de mi guarda
De mi sexy compañia
Bebete mi sangre
De noche y de Dia
Hasta que caiga en tus brazos
Y sea tu marca de heroina