lunes, 5 de marzo de 2018

No Esperaba Enamorarme de Ti Capitulo 1



Isabella Swan debe luchar cada día para sobrevivir en el humilde pueblo minero de Dennville, Kentucky, en los montes Apalaches, donde vive con su hermana y su madre, quien padece una enfermedad mental. Su sueño es ganar la beca para la universidad que otorga la dirección de la mina de Dennville cada año a un estudiante de la localidad. Isabella sabe que esa es su única oportunidad para escapar de una vida de pobreza y escasez de oportunidades.

Edward Cullen también vive en el pueblo, y siempre ha trabajado sin descanso para no morir de hambre. Se ha centrado en el objetivo de ganar la beca de la mina para salir del lugar en el que tanto dolor ha sufrido desde que era un niño.

Ambos están decididos a no mantener ninguna relación entre ellos, pero aunque se resisten con todas sus fuerzas, acaban enamorándose. ¿Qué ocurrirá ahora? Solo uno puede triunfar. Solo uno podrá marcharse. ¿Qué le pasará al que quede atrás?

Esta es una historia de esperanza y sacrificio, de dolor y perdón, pero también de un amor profundo y eterno a pesar de las adversidades.



LA LEYENDA DE TAURO
Dice la leyenda de Tauro que Cerus era un toro errante y solitario. A pesar de que no era inmortal, la mayoría de la gente pensaba que lo era debido a su increíble fuerza.
Cerus era salvaje e incontrolable, no pertenecía a nadie. Un día, Perséfone, la diosa de la primavera, lo encontró pisoteando un campo de flores y se acercó a él. La belleza y dulzura de la joven lo calmaron, y se enamoró de ella por completo. La diosa domesticó a Cerus, le enseñó a tener paciencia y cómo usar su fuerza con inteligencia.
En otoño, cuando Perséfone se marcha al Hades, Cerus viaja al cielo y se convierte en la constelación de Tauro. En primavera, cuando Perséfone regresa a la tierra, Cerus se reúne con ella. En ese momento, ella se sienta sobre su espalda y él corre, atravesando los campos iluminados por el sol mientras ella hace que florezcan todas las plantas y flores.


La historia no es mía es una adaptación Los personajes son propiedad de Stephanie Meyer 
Capitulo 1

Isabella A los diecisiete años

La primera vez que me di cuenta realmente de que Edward Cullen existía, él estaba apropiándose del desayuno que alguien había dejado abandonado en una mesa de la cafetería. En una reacción automática por mi parte, alejé la mirada, dejando que conservara la dignidad. Pero después lo miré por encima del hombro mientras caminaba en mi dirección hacia las puertas, todavía tenía la boca llena con restos de comida. Nuestros ojos se encontraron; los suyos brillaron brevemente, y luego entornó los párpados. Una vez más aparté la vista, en esa ocasión con las mejillas ardiendo, como si acabara de entrometerme en un momento íntimo. Y así era. Lo sabía muy bien. Yo había hecho lo mismo. Sabía lo que era la vergüenza. Y también sabía lo que era que te doliera de hambre el estómago vacío un lunes por la mañana después de un largo fin de semana. Era evidente que Edward también lo sabía.

Por supuesto, lo había visto antes de ese momento. Cualquier mujer que se cruzara con él se hubiera girado a mirarlo, con aquellos llamativos rasgos, su altura y su sólida constitución. Pero esa fue la primera vez que lo vi de verdad, la primera vez que sentí una punzada de simpatía en el pecho hacia el chico que siempre parecía lucir una expresión de indiferencia, como si no le importara demasiado ninguna persona o cosa. Ya entonces estaba muy al tanto de que había hombres a los que todo les daba igual, y ese era un problema al que no quería enfrentarme.

Sin embargo, no todas las chicas del instituto tenían los mismos escrúpulos que yo, porque cuando Edward tenía compañía, siempre era femenina.

El nuestro era un instituto grande, donde acudíamos los chicos de tres pueblos cercanos. Había coincidido en algunas clases con Edward a lo largo de los tres años y medio que llevábamos cursando secundaria; en esas ocasiones, él siempre estaba sentado al fondo del aula, y rara vez decía una palabra. Yo siempre me sentaba en la parte de delante para ver bien la pizarra; estaba segura de que era miope, pero no nos podíamos permitir una revisión de la vista y menos unas gafas. Sabía que él sacaba buenas notas, así que debía de ser inteligente a pesar de su actitud aparentemente indiferente. Pero después de aquel día en la cafetería, no pude evitar mirarlo de una forma distinta, y era como si mis ojos siempre estuvieran tropezándose con él. Lo buscaba en el abarrotado pasillo repleto de adolescentes que se movían hacia sus respectivas aulas lentamente, como ganado conducido a pastos más verdes, en la cafetería o caminando delante de mí. La mayoría de las veces me lo encontraba con las manos metidas en los bolsillos y la cabeza gacha, como si estuviera enfrentándose a un fuerte viento. Me gustaba observar cómo se movía, y me gustaba más que él no lo supiera. Ahora sentía curiosidad por Edward. De repente, aquella expresión suya me parecía más cautelosa que indiferente o pasota. Sabía algo sobre él. Vivía al pie de las montañas, como yo. Y al parecer, no tenía suficiente para comer, pero no era poca la gente que pasaba hambre en esa zona.

En medio de las verdes laderas, con impresionantes vistas a las montañas, cascadas y puentes, se encuentra Dennville, Kentucky, una parte de los montes Apalaches que avergonzaría a cualquier barrio urbano, donde la desesperanza es tan común como los robles blancos, y el desempleo es más la regla que la excepción.

Mi hermana mayor, Alice, había dicho en una ocasión que Dios había creado los Apalaches y luego se había largado lo más rápido que había podido para no regresar nunca. En mi interior, sospechaba que la gente decepcionaba más a Dios que a la inversa. Pero ¿qué sabía yo de Dios realmente? Ni siquiera pisaba la iglesia.

Lo que entendía era que en un lugar como Dennville, Kentucky, la regla de Darwin era más que aplicable: solo sobrevivían los más fuertes.

Dennville no siempre había estado tan mal. Había habido un momento, cuando la mina de carbón estaba en su apogeo, en el que las familias disfrutaban de unos salarios dignos, aunque los tuvieran que complementar con cupones de alimentos. Fue entonces cuando surgieron algunos negocios prósperos en el pueblo, empleos para los que querían trabajar y gente con algo de dinero que gastar. Incluso aquellos de nosotros que vivíamos en las montañas, en una triste colección de cabañas, chozas o caravanas —los más pobres de los pobres—, teníamos lo suficiente para sobrevivir. Pero entonces, había habido una explosión en la mina. Los medios dijeron que era la peor tragedia minera de los últimos cincuenta años. Murieron sesenta y dos hombres, la mayoría con familias que dependían de ellos. El padre y el hermano mayor de Edward perdieron la vida ese día. Después, él vivió en una casita un poco retirada, cerca de la mina, a los pies de la montaña, con su madre, que era inválida. No sabía exactamente qué enfermedad padecía.

En cuanto a mí, vivía con mi madre y mi hermana en un pequeño remolque enclavado en un bosque de pinos. Los meses de invierno, el viento ululaba a través de la caravana y la sacudía de una forma tan violenta que estaba segura de que acabaría volcándola. Sin embargo, se las había arreglado para mantenerse firme hasta el momento. De alguna forma, todos en la montaña habíamos logrado conservar nuestras propiedades. Hasta ahora.

Un día a finales de otoño, mientras caminaba por la carretera que conducía a la caravana, encogida dentro del jersey mientras el viento me azotaba el pelo, observé que Edward caminaba unos metros por delante de mí. De repente, Jessica Stanley me adelantó corriendo para alcanzarlo, y él se volvió y asintió con la cabeza mientras ella se ponía a la par, respondiendo a algo que le había dicho. Los perdí de vista al doblar una curva y me concentré en mis pensamientos. Unos minutos más tarde, cuando yo misma llegué a la curva, vi que no estaban a la vista, pero al pasar junto a unos nogales, oí la risa de Jessica. Me detuve a observar; Edward la apretaba contra un árbol y la besaba como si fuera un indomable animal salvaje. Ella estaba de espaldas a mí y solo podía ver la cara de él. No sé por qué me quedé allí, mirándolos, entrometiéndome claramente en su privacidad en lugar de seguir mi camino. Pero había algo en la forma en la que Edward cerraba los ojos, en su expresión concentrada mientras movía la boca sobre la de Jessica, que me hizo apretar las piernas de una forma que el calor inundó mis venas y la lujuria se apoderó de mí. Vi cómo movía la mano hasta su pecho, mientras ella gemía en respuesta. Mis propios pezones se endurecieron como si estuviera tocándome a mí. Alargué la mano para sujetarme al árbol más cercano, y debí de hacer algún ruido que llamó su atención, porque abrió los ojos y me miró sin dejar de besarla, con las mejillas ahuecadas mientras hacía algo con la lengua. Solo podía imaginar qué. Y estaba haciendo precisamente eso, imaginándolo, hasta que una oleada de vergüenza inundó mi rostro cuando nuestras miradas se encontraron. Entrecerró los ojos. Cuando la realidad me aplastó, me eché hacia atrás, avergonzada.

Y celosa. Aunque eso no quería reconocerlo. No, eso traía problemas y no quería nada de eso.

Me di la vuelta y después corrí durante el resto del camino hasta donde estaba la caravana en la que vivía. Abrí bruscamente la puerta metálica para entrar y la cerré a mi espalda antes de hundirme en el sofá, sin aliento.

—Por Dios, Isabella —canturreó mi madre, que se encontraba de pie ante la pequeña cocina, revolviendo algo que olía a sopa de patata en una olla sobre los fogones eléctricos. La miré con la respiración todavía acelerada. Gemí para mis adentros al ver que llevaba una bata y la cinta que la designaba «Miss Rayo de Sol de Kentucky» cruzada sobre su pecho. El día iba a ser de los malos. En más de un sentido.

—Hola, mamá —la saludé—. Hacía frío ahí fuera. —Fue la única explicación que se me ocurrió—. ¿Quieres que te ayude?

—No, no, está todo controlado. Estaba pensando en llevarle algo caliente a Charlie, al pueblo. Le gusta la sopa de patata, y esta noche hará mucho frío.

Hice una mueca.

—Mamá, Charlie está en casa con su esposa y el resto de la familia. No puedes llevarle sopa de patata.

Una nube atravesó los rasgos de mi madre, pero luego sonrió, sacudiendo la cabeza.

—No, no, la ha dejado, Isabella. No es una mujer adecuada para él. Me ama a mí. Y esta noche hará frío. El viento… —Continuó revolviendo la sopa mientras tarareaba una melodía sin nombre, sonriendo para sí misma.

—Mamá, ¿te has tomado hoy la medicina? —pregunté.

Levantó la cabeza. Primero me miró con confusión, pero pronto me dirigió una sonrisa.

—¿Medicina? ¡Oh, no, nena! No necesito tomar más esa medicina. —Movió la cabeza—. Solo me da ganas de dormir todo el rato… Y ahora me siento feliz… —Frunció la naricita como si fuera la cosa más tonta del mundo—. No, he tirado esas pastillas. Y ¡me siento maravillosa!

—Mamá, Alice te ha dicho cientos de veces que no puedes dejar de tomar el medicamento. —Me acerqué a ella y le puse la mano en el brazo—. Mamá, te sentirás bien durante un rato, pero luego ya no. Sabes que tengo razón.

Su expresión cambió un poco mientras paraba de revolver la espesa sopa. Luego movió la cabeza de nuevo.

—No, esta vez será diferente. Ya lo verás. Y esta vez, Charlie nos llevará a todas a una bonita casa. Se dará cuenta de que me necesita con él… Que nos necesita a todas.

Hundí los hombros derrotada. Estaba demasiado cansada para enfrentarme a esto.

Mi madre subió la mano y se ahuecó el pelo castaño —el mismo color que yo había heredado de ella—, y sonrió de nuevo.

—Todavía soy guapa, Isabella. Charlie siempre ha dicho que soy la mujer más hermosa de Kentucky. Y tengo esta banda que demuestra que no miente. —Su mirada se volvió soñadora como siempre que hablaba de su título de Miss Rayo de Sol, que había ganado cuando tenía mi edad. Se volvió hacia mí y me guiñó un ojo. Me acarició un mechón de cabello antes de sonreír—. Eres tan guapa como yo —aseguró, pero luego frunció el ceño—. Me gustaría tener dinero para que participaras en algunos concursos. Apuesto lo que sea a que ganarías igual que lo hice yo. —Suspiró profundamente y se dio la vuelta para seguir removiendo la sopa.

Me sobresalté cuando la puerta se abrió y entró Alice súbitamente, con las mejillas encendidas y respirando con dificultad.

—Por Dios —exclamó, sonriéndome—. Menudo viento hace.

Asentí con la cabeza, sin devolverle la sonrisa, mientras hacía un gesto con los ojos en dirección a nuestra madre, que estaba vertiendo la sopa en un recipiente de plástico. La expresión de mi hermana se volvió seria al instante.

—Hola, mamá, ¿qué estás haciendo? —preguntó mientras se quitaba la cazadora y la dejaba a un lado.

Mi madre la miró con una sonrisa.

—Le voy a llevar sopa a Charlie —informó mientras ponía la tapa al recipiente antes de llevarlo a la zona de la caravana destinada a salón y comedor.

—No lo vas a hacer, mamá —aseguró Alice en tono amargo.

—¿Por qué? Claro que voy a hacerlo —respondió ella.

—Dame esa sopa, mamá. Isabella, ve a buscar la medicina.

Mi madre comenzó a sacudir la cabeza vigorosamente cuando pasé junto a ella para ir en busca de la medicación. Se trataba de unas pastillas que conseguíamos pagar a duras penas, un medicamento que adquiría con las ganancias que obtenía limpiando el suelo y el polvo en James’s, los almacenes para todo del pueblo, propiedad de uno de los mayores gilipollas que conocía. El medicamento que Alice y yo comprábamos aunque después no tuviéramos dinero para comer.

Oí una pelea a mi espalda y corrí al cuarto de baño, donde cogí con manos temblorosas el frasco con las pastillas de mi madre del estante de las medicinas.
Cuando regresé de nuevo al espacio más amplio del remolque, mamá estaba llorando y la sopa derramada por el suelo y por encima de mi hermana. Mi madre se dejó caer de rodillas en el suelo antes de hundir la cara entre los dedos, lamentándose. Alice cogió el medicamento. Noté que también a ella le temblaban las manos.

Se arrodilló junto a nuestra madre y la abrazó mientras ella se mecía.

—Sé que todavía me ama, Ali. Sé que lo hace —gimió mi madre—. Soy guapa. Mucho más guapa que ella.

—No, mamá, él no te ama —contradijo Alice con suavidad—. Lo siento mucho, pero no lo hace. Nosotras sí te queremos. Isabella y yo, te queremos. Mucho. Y te necesitamos, mamá.

—Quiero que alguien cuide de nosotras. Solo necesitamos a alguien que nos ayude. Charlie nos ayudará si…

Pero ese pensamiento se perdió entre sus sollozos mientras Alice la acunaba, sin añadir una palabra más. Nada de lo que dijera serviría de nada, y menos cuando se ponía así. Al día siguiente se quitaría la banda. Sí, mañana se quedaría en la cama todo el día. Dentro de unos días, el medicamento comenzaría a hacer efecto y todo volvería poco a poco a la normalidad. Luego decidiría que no lo necesitaba más y dejaría de tomarlo sin decirnos nada, por lo que volveríamos a encontrarnos en una situación similar. Me preguntaba si era normal que una chica de diecisiete años estuviera tan cansada como yo. Cansada hasta los huesos.

Ayudé a Alice con mamá y le dimos la medicina acompañada de un vaso de agua. Luego la llevamos a la cama y regresamos en silencio al salón. Limpiamos la sopa del suelo, recogiendo con la cuchara toda la que pudimos. No estábamos en posición de desperdiciar comida, incluso aunque hubiera estado en el suelo. Más tarde, la servimos en unos tazones y la tomamos de cena. Estuviera sucia o no, sirvió para llenarnos el estómago.

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Bueno que les pareció este primer capítulo espero les agrade bueno nos vemos el martes con capitulo nuevo esta vez solo un capitulo subiré la adaptación tiene 29 capitulos mas el epilogo. Mañana como siempre mandare el adelanto del segundo capitulo al grupo Elite Fanfiction para los martes de adelanto.
Bueno chicas ya saben la dinámica si saben de qué libro se trata o la autora porfa no comenten.

10 comentarios:

vani dijo...

Gracias por la historia...

saraipineda dijo...

Gracias muy muy interesante gracias

Kar dijo...

Ok me gusta la historia un tema no muy agradable pero con tinte a mejorar Ok espero el siguiente capítulo gracias Annel
Saludos y besos 😘😘😘

Unknown dijo...

Me atrapó esta historia! Desde ahora esperare cada actualizacion!

Anónimo dijo...

Me gusta

Ol96 dijo...

Espero con ansias el próximo cap.

cari dijo...

GRACIAS hermosa 😉❤😘

Unknown dijo...

Gracias!! Presiento que necesitare pañuelos más adelante.

lidu dijo...

Esto es muy cruel y la vidak llevan .

Nos seguimos leyendo

Anónimo dijo...

Mmm... si me engancho la historia pero espero que mejore con los cap
Sé que no todo en la vida es color rosa pero la literatura es una forma de evadir ello.
Gracias por la adaptación pero en vdd espero que mejore :)

ORACION A MI SEXY VAMPIRITO

Edward de mi guarda
De mi sexy compañia
Bebete mi sangre
De noche y de Dia
Hasta que caiga en tus brazos
Y sea tu marca de heroina