lunes, 23 de abril de 2018

Capitulo 25 No Esperaba enamorarme de ti


Capitulo 25
Edward

El sol entró por mi ventana demasiado pronto. No había sido capaz de pegar ojo después de volver a casa, ducharme y meterme en la cama, a pesar de que estaba agotado. Lo cierto era que no había podido dormir bien desde que Isabella regresó al pueblo.

«Isabella».

Me dio un vuelco el corazón. Tenía que contarle la verdad. Había estado a punto de hacerlo la noche anterior, pero no me pareció el momento adecuado. ¿Cómo íbamos a hablar de cualquier cosa sentados en los escalones de la caravana, en la oscuridad de la noche? O quizá solo era un cobarde. Esperaba —tenía la firme esperanza— que si me disculpaba, si sabía la verdad, ella encontraría la forma de perdonarme.


Por otra parte, ¿cómo pide disculpas uno por una mentira cuando en sí es casi tan cruel como si hubiera sido verdad?

Subí la mano y me pasé los dedos por el cabello.

«¡Dios!».

Y estaba aquel pequeño detalle de Jacob Black. La rabia y los celos me atravesaron al pensar en ese tipo, impulsándome fuera de la cama. Entré en la cocina y me apoyé en la encimera. Durante todo el tiempo que Isabella había estado fuera, me había torturado la idea de que seguramente estaba saliendo con otros chicos, que quizá incluso se había enamorado de otra persona. Me había vuelto loco de celos. Sabía que ella me amaba, sí, pero le había hecho un daño atroz. Su amor por mí no le hubiera dejado seguir adelante. Así que me había visto obligado a liberarla. Era la elección que hice en su día, y tenía que vivir con ella. Tal y como había hecho, durante cuatro largos años. Nunca había esperado que volviera de la mano de Jacob Black. Sabía que él la había rescatado aquel día en la carretera, cuando regresaba de Alec’s, y le estaba agradecido por ello. Pero su padre era un cerdo asqueroso, y no sabía qué tipo de persona era Jacob. Podía ser un buen tipo, sí, aunque cuando lo había visto en el solar donde iba a estar la escuela de Isabella, sosteniéndola entre sus brazos, lo único que había pasado por mi mente eran todos los lugares remotos de las montañas en los que nunca, jamás, encontrarían su cadáver.

Encendí el fogón y puse a hervir el agua para hacer café. Mientras esperaba que se calentara, volví a recordar lo que había ocurrido la noche anterior.

Todo había ido de mal en peor desde que ella había vuelto a casa. No había estado preparado para enfrentarme a ella; de hecho, no habría imaginado que se dieran estas circunstancias ni en un millón de años… No esperaba que ella volviera aquí. Había reaccionado como un loco…, o como un completo idiota. Isabella no tenía forma de saber cómo me había afectado, cómo había destrozado mis planes. Así que ahora tenía que recomponerlos bien.

Cuando Isabella había dejado que la consolara, me había sentido genial. Pero si ella no me perdonaba, ¿cómo iba a asumir la situación? Los últimos cuatro años habían sido miserables y tristes. Sin embargo, verla regresar así, con clase y segura de sí misma, me había hecho sentir muy orgulloso. Isabella había hecho justo lo que yo sabía que podía hacer. El dolor y la soledad de siempre inundaron mi pecho cuando pensaba en cómo era ella antes, cómo era yo. A pesar de lo contento que estaba al verla cambiada, y por mucho que aceptara cómo era yo ahora, entonces, Isabella era mía. Entonces me miraba con los ojos llenos de confianza y amor. Entonces me deseaba a pesar de todo. Entonces, estaba dispuesta a luchar con uñas y dientes por mí. Entonces…

«Basta, Edward. Esto es ahora, y tienes que lidiar con ello».

Tenía que ducharme. Iba a ser un día muy largo. Tenía que estar en la mina a las diez, pero antes quería ir a la biblioteca una última vez antes de que la derribaran. Imaginé que tirarían el edificio hoy o mañana, pues cuando pasé ante ella la última vez había un equipo de demolición. Esa maldita biblioteca… Después de que Isabella se marchara, había acudido al edificio día tras día solo para sentirme más cerca de ella. Me había sentado ante la pequeña mesa del fondo para sufrir. Y era justo lo que me merecía.

Entré en el pequeño edificio, ahora vacío, salvo por las estanterías que quedaban atornilladas a la pared. Me quedé allí disfrutando de unos minutos de silencio. ¿Qué cojones estaba haciendo allí? Aspiré aire mientras cerraba los ojos brevemente ante los recuerdos, tanto alegres como tristes, que pasaban por mi mente. Oí un pequeño clic a mi espalda y me giré. Isabella estaba allí, con una expresión de profunda sorpresa.

—Hola —suspiró ella, entrando y cerrando la puerta a su espalda.

—Hola —respondí con el corazón acelerado. Llevaba unos vaqueros y una sudadera de la universidad de San Diego. Se había recogido el pelo en una coleta, pero algunos mechones se le habían soltado y bailaban alrededor de su cara.

Era la mujer más guapa del mundo. Para mí, siempre lo había sido… Siempre lo sería.

Mientras la miraba, me di cuenta de que entre nosotros había cambiado algo desde la noche anterior. Todavía parecía tomar precauciones, pero la expresión de sus ojos era más suave, y eso me hacía albergar esperanza.

—Lo siento —dije, dando un paso hacia ella—. No debería estar aquí…

—No, no pasa nada. El equipo de demolición no llegará hasta dentro de una hora o así. Es que yo solo quería… —Se mordió el labio, apartando la vista durante un segundo—. Solo quería pasar un tiempo aquí antes de que la derribaran.

Asentí moviendo la cabeza.

—He tenido la misma idea.

Nuestras miradas se enredaron durante varios segundos, y en el aire flotó la energía que parecía surgir siempre que Isabella y yo estábamos en la misma habitación. Asintió también ella y se acercó a mí.

—Llevas lentillas —dije en voz baja.

Me miró con sorpresa.

—Sí. ¿Cómo lo has sabido?

Me pasé la mano por el pelo.

—Por la forma en que escudriñabas antes. Era como sabía que me estabas mirando desde el otro extremo de la habitación.

Sonrió.

—Mmm… No sabía que se hubiera dado cuenta alguien.

«Cuando se trataba de ti, me daba cuenta de todo. Estaba ya medio enamorado de ti antes de que hubiéramos cruzado media palabra»

—Y tu voz, es decir, tu acento, ha vuelto.

Se rio por lo bajo.

—Mi hermana me ha dicho lo mismo. No he tardado mucho en recordar que soy una chica de Kentucky.

«Mi chica de Kentucky».

Respiró hondo y apartó la vista para pasar la mano por la estantería.

—Este lugar me salvó en muchas ocasiones de la soledad. —Su expresión era melancólica.

Cogí una enorme bocanada de aire.

—A mí también. Después de que te marcharas…, vine mucho por aquí.

Me miró con una expresión de sorpresa, luego inclinó la cabeza a un lado.

—¿En serio?

—Sí, en serio.

—¿Por qué? —jadeó.

—Porque te echaba tanto de menos que pensaba que me iba a morir —confesé.

Abrió mucho los ojos y tragó saliva.

—¿De verdad?

—Sí, de verdad. —Hice una pausa—. De verdad —repetí, permitiendo que el recuerdo de esa angustia me asaltara durante un breve instante.

Se mordió los labios, frunciendo con suavidad el ceño mientras observaba el rastro que dejaba su dedo en la plataforma.

—Joey no es hijo mío, Isabella. Nunca cupo la más mínima duda —solté bruscamente.

—Lo sé —repuso, deteniendo el dedo.

Me quedé paralizado durante un segundo, pero luego emití un largo suspiro.

—¿Jessica?

—Sí. Vino a verme ayer.

Levanté los brazos y me entrelacé los dedos en la nuca. No podía decir que me sorprendiera. Me había exigido que se lo contara a Isabella, y que si no…

—Quería contártelo yo. Solo he estado esperando… el momento adecuado.

Ella abrió los brazos y los dejó caer.

—¿Existe un momento adecuado para decirle a alguien que le has destrozado el corazón con una cruel mentira? —preguntó.

—No querías marcharte, Isabella. Ibas a renunciar a la beca y a la estancia. No podía permitir que lo hicieras. No podía.

—Había otras maneras.

—Quizá. Pero en ese momento no se me ocurrió otra. Ninguna que garantizara que te marcharías sin mirar atrás.

Resopló.

—Bien. Sin duda lo conseguiste, te lo aseguro. —Apartó la mirada un instante antes de volver a mirarme—. ¿Por qué no podías venir conmigo? Es más, ¿querías hacerlo? Es decir, en ese momento, ¿me querías? —Parecía a punto de llorar. Me acerqué a ella.

—No podía ir. Quería, Dios sabe cuánto quería marcharme contigo, pero no podía.

—¿Por qué? —Su voz sonó entrecortada y llena de tristeza.

Me acerqué, invadiendo su espacio, igual que había hecho la primera vez que la besé, la primera vez que probé su exuberante boca.

—Porque quería algo más para ti —expliqué, esperando que no insistiera. No pensaba decirle más que eso. El resto era mío. Y siempre lo sería. Vi que hundía los hombros, pero no apartó la mirada.

Durante varios segundos, solo hubo silencio entre nosotros.

Miré hacia la estantería en la que habían estado todos los libros que habíamos leído juntos, donde habíamos dejado pequeñas notas de amor para el otro. Eso era lo que habían sido, al menos para mí.

—Justo aquí me enamoré de ti. —Hice una pausa al ver que abría los ojos—. Traté de descubrir dónde había sido después de que te fueras. ¿Dónde había perdido mi corazón? Como si el momento… o el lugar tuvieran importancia de alguna manera para lograr entenderme a mí mismo. Supe que fue aquí, justo aquí. —El amor y el dolor se mezclaban en mi garganta, haciendo que mi voz fuera un ronco susurro—. Caí con todo el equipo, Isabella. Al lado de esta librería. Te entregué mi corazón y tú ni siquiera estabas presente. —Me agarré el pelo de la base del cráneo. Ella cerró los ojos durante un segundo al tiempo que dejaba salir un suspiro entrecortado—. Lo he intentado mucho, pero no he logrado recuperar mi corazón de nuevo. Y, Dios… —Negué con la cabeza lentamente, acercándome más, hasta presionar mi cuerpo contra el de ella, que parpadeó, separando los labios—. Espero que algún día me vuelvas a querer.

Movió los ojos por mi cara, con una emoción contenida que no supe definir.

—Dime lo que estás pensando, por favor —supliqué.

Abrió la boca, pero no dijo ninguna palabra. Se aclaró la garganta, y aun así, cuando habló, su voz fue un susurro.

—Estoy pensando lo mismo que la primera vez que nos encontramos aquí, no puedo dejar de pensar: «Dios, espero que este chico me dé un beso ahora mismo».

Me dio un vuelco el corazón y noté un aleteo en el estómago. Mi cuerpo ardía por la inconmensurable pasión que sentía por ella. Me incliné y me apoderé de su boca, separándole los labios con la lengua. Cuando me deslicé dentro de aquella cálida humedad, salió de mi garganta un gemido primitivo y presioné su espalda con más fuerza contra la estantería. Isabella sabía a café y a chocolate, a ella misma. Emitió un gemido entrecortado que me excitó todavía más, haciendo que mi erección palpitara contra su vientre.

Retiré la boca de sus labios y la arrastré por su garganta mientras ella echaba la cabeza hacia atrás. Lamí el pulso que palpitaba en la base del cuello y dejé allí los labios.

—«… me atraviesa usted el alma, soy mitad esperanza y mitad agonía. Puede que haya sido injusto, débil y resentido, pero jamás inconstante. No me diga que es demasiado tarde, que esos preciosos sentimientos se han ido para siempre. No he amado a nadie más que a usted…» —susurré contra su piel, citando las palabras que sabía que recordaría.

Se quedó inmóvil, pero se le aceleró el pulso. Aspiré su olor.

«¡Dios…!».

Tardé un segundo en contenerme. Salvo por el beso de la noche anterior, habían pasado cuatro años desde la última vez que toqué a una mujer, desde que había tocado a Isabella. Mi cuerpo reaccionaba de una manera muy potente cada vez que ella estaba cerca.

—Isabella —murmuré contra su piel.

Hundió los dedos en mi pelo y me echó la cabeza hacia atrás para mirarme de nuevo a los ojos.

—¿Qué estamos haciendo, Edward? ¿Qué estoy haciendo? —preguntó casi para sí misma.

—No lo sé, pero espero… Espero que estemos yendo hacia algún lugar… Hay tanto que… Me conformaré con lo que quieras darme, Isabella. Lo que sea.

Sus ojos se movieron sobre mi cara con una expresión de tristeza.

—No… no lo sé. No sé si puedo.

Apoyé la frente en la suya y respiré su olor durante un minuto.

—¿Es por Jacob? —Tenía que saberlo. Era preciso que supiera si él era la razón por la que no estaba segura de que podíamos tener otra oportunidad.

—¿Por Jacob?

Solté un suspiro y me enderecé.

—¿No es tu novio? ¿No sales con él?

La vi fruncir el ceño durante un segundo antes de echarse a reír.

—Jacob es gay, Edward.

Fruncí el ceño.

—¿Es…? Ah…

—Sí, lo es.

«Bueno, eso está bien. Era un día lleno de noticias».

—Entonces, supongo que no estás saliendo con él.

—Mmm… no. Que yo sepa, sigo siendo una mujer.

Me reí por lo bajo.

—Sí, definitivamente eres una mujer.

Su sonrisa, llena de diversión genuina, hizo que el corazón me diera un vuelco en el pecho. Me encantaba esa sonrisa. La había echado de menos. Había anhelado volver a verla.

—Y eres preciosa —susurré.

La expresión de mi cara debía de mostrar todo el anhelo que sentía, porque abrió mucho los ojos y la sonrisa desapareció de su rostro. Se inclinó hacia delante y nos encontramos a mitad de camino. Esta vez, nuestros besos fueron alocadamente apasionados, y el ruido que había en mi cabeza se hizo continuo.

Isabella se apoyó en la estantería, a su espalda, y subió una pierna para rodearme con ella la cadera, encajando mi erección entre sus piernas. Emití un profundo gemido al tiempo que me apretaba contra aquella suavidad. ¡Dios, era increíble! El corazón se me aceleró en el pecho.

De repente, solo éramos manos, jadeos, cuerpos frotándose con frenesí, llenos de deseo, fuera de control.

Le acaricié el pecho por encima de la camiseta y utilicé el pulgar para frotar el pezón hasta que ella gritó. Entonces bajó la mano y me desabrochó los pantalones. Después metió la mano dentro. Cuando rodeó mi polla con los dedos, jadeé y me arqueé hacia ella.

—Isabella, joder, ¡Oh, Dios mío! —gemí.

Tenía los ojos abiertos, y me miraba con los labios separados, presa de la lujuria. Hice una pausa para recrearme en la belleza que asomaba a su rostro en ese momento.

Se quitó los zapatos y se bajó la cremallera de los vaqueros, empujándolos hacia abajo con urgencia acompañados de las bragas. Al llegar al suelo, se deshizo de la ropa con rapidez. Luego me envolvió con los brazos y me rodeó de nuevo con la pierna. Nos besamos con profunda desesperación. Moví la boca hasta su cuello, deslizándola por la mandíbula antes de chupar y mordisquear sus labios, justo antes de coger mi miembro para guiarlo y hundirme en su interior. Nuestros labios se separaron y nos miramos a los ojos mientras jadeábamos en voz alta. Me empujé hacia aquel apretado agarre, feliz de sentirla a mi alrededor. Estaba dentro de Isabella. La alegría se expandió por mi pecho mientras comenzaba a moverme. Ella gimió de nuevo antes de apoyar la cabeza contra las estanterías.

—Sí, sí, sí… —jadeaba.

Traté de ir despacio, pero había pasado mucho tiempo. Llevé la mano entre sus piernas y la acaricié mientras pegaba la boca contra su cuello, haciéndola gemir profundamente.

—Dios, Bella, es tan bueno… —No pude evitar el desigual gemido que siguió a mis palabras cuando sentí que el orgasmo se arremolinaba en mi vientre.

Moví los dedos con más rapidez. Ella estaba húmeda y resbaladiza. Levanté la cabeza y la miré a los ojos mientras sus gemidos se intensificaban.

—Edward, no…, yo… —Se le ahogó la voz.

—Lo sé, Bella, lo sé… —Y de repente comenzó a vibrar a mi alrededor, apretándome mientras su cabeza caía de nuevo hacia atrás con un grito—. Me corro, Isabella. —Contuve el aliento cuando alcancé el éxtasis. El orgasmo me inundó con tanta fuerza que me tuve que apoyar en ella. Surgieron de mi boca unas palabras ininteligibles mientras el placer me atravesaba en oleadas, recorriendo todo mi cuerpo hasta los dedos de los pies.

Nos quedamos así durante varios minutos, esperando que nuestras respiraciones jadeantes recuperaran la normalidad. Me sentía como si estuviera de nuevo en casa. Di un paso atrás y Isabella se puso los vaqueros y los zapatos mientras yo me subía la cremallera. Tenía las mejillas encendidas cuando alzó de nuevo la cabeza, y parecía un poco conmocionada. Le sonreí con ternura antes de inclinarme para besarla, retirando de su cara los mechones que se le habían soltado de la coleta.

—Supongo… Supongo que los dos necesitábamos desahogarnos —dijo en voz baja, mirando a un lado.

Negué con la cabeza.

—No ha sido eso para mí, Isabella. Ha sido mucho más. Dime que también lo ha sido para ti.

Sus ojos se encontraron de nuevo con los míos y soltó un suspiro. Asintió.

—Ha sido más que eso para mí —admitió en voz baja. Una honda esperanza anidó en mi pecho a pesar de lo disgustada que parecía ante su propia declaración.

Ambos nos sorprendimos un poco cuando oímos el motor de un coche en el exterior.

—Seguramente es Jacob —comentó—. Iba a pasar por aquí antes de ir a trabajar.

Asentí con la cabeza, aliviado de saber que Jacob solo era un amigo.

Isabella se apartó de mí.

—Será mejor que me vaya. De todas formas, tengo que ir a trabajar. Quizá pueda pasarme mañana… —insinué con esperanza—. ¿Qué me dices, Isabella? Solo dime qué necesitas y yo lo haré.

Asintió moviendo la cabeza mientras se mordía el labio.

—¿Por qué estás trabajando en la mina? —soltó de repente.

Hice una pausa.

—¿Por qué? Porque necesito un trabajo, y es el único sitio donde lo hay. —«Mentiroso».

Ella frunció los labios al tiempo que sacudía la cabeza.

—No lo entiendo. Te ibas a marchar. No ibas a mirar atrás. Si Joey no es hijo tuyo, si mentiste sobre eso para dejarme, ¿por qué te quedaste?

Se me aceleró el corazón. En ese momento no podía recordar ni mi nombre, ¿cómo iba a ocurrírseme una respuesta coherente?

—Fue lo mejor. Me di cuenta de que Dennville es mi casa. Así que decidí quedarme. Eso es todo. —No parecía muy convencida, pero guardó silencio—. Será mejor que me vaya, no quiero llegar tarde —me disculpé.

Asintió.

—Vale. Nos vemos luego.

—Sí —convine, sintiendo un rayo de esperanza por primera vez en casi cuatro años.

—Ten un buen día.

Sonreí.

—Igualmente, Isabella. —No la besé de nuevo; parecía demasiado confundida. Pero tampoco estaba dispuesto a dejar de mirarla. No quería alejarme de ella. Igual que antes, no me quería marchar. Sin embargo, empecé a retroceder. Cuando llegué a la puerta, la empujé y esbocé una sonrisa más grande. Ella me la devolvió, aunque no parecía demasiado segura. La puerta se cerró entre nosotros. En el exterior, Jacob estaba sentado en el coche, hablando por el móvil. Lo saludé brevemente antes de dirigirme a mi pickup.

Mientras conducía, sentía que la euforia se extendía por mi pecho por haber podido tocar a Isabella, por haber estado dentro de ella. Dios, su aroma dulce y almizclado todavía estaba en mis dedos. Tenía la esperanza de que hubiera dicho lo suficiente como para convencerla de que todavía la amaba, que nunca había dejado de hacerlo. La cuestión estaba todavía en el aire, pero por fin tenía esperanza, algo que no había poseído en cuatro años.


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Hola a todas que les pareció el capitulo las que querían un saber de  Edward bueno ya vimos una parte pero aun falta nos vemos el miércoles no se olviden mañana habrá martes de adelantos en el grupo de elite fanfiction.

11 comentarios:

laia dijo...

awwwwwwwwww gracias por este capitulo !!!! 😍😍😍

brigitteluna dijo...

ahh y ahora que no se asuste y luche por el

Sully Martinez dijo...

Cuáles son los verdaderos motivos Es estar reservando mucha información y para mi es vital .
Que esconde ? Porque lo hace ?
Gracias por los capítulos

Melina dijo...

O por dios gracias por ponerlo. Me encantó.

Karina dijo...

Gracias pronto porfa

beata dijo...

Gracias por los capìtulos.
Què serà lo que oculta Edward...

Kar dijo...

Hola hola Annel un par de Buenos capítulos ese reencuentro estuvo lleno de necesidad el uno por el otro y me encanto,aunque no entiendo que es lo que está ocultando Edward porque no es claro con Bella, me pregunto si el no querer dejar el pueblo tiene algo que ver con su mamá?
Gracias nena por los capítulos te leones los siguientes
Saludos y besos Annel 😘😘😘😘😘

Ana dijo...

Me encanta la historia, gracias por los capítulos

Anónimo dijo...

Aaa!! Lo siento pero entre la uní, mi servicio social y periodo de exámenes e estado vuelta loca y me entristecía que solo veía las actus :’(
Así que hoy me di tantito tiempo y leí este
xD se que me perdí mucho pero ya no aguantaba!!!
Espero que el fin de semana ya me ponga al corriente mientras tanto.
Aaaa!!! GRACIAS!!!
Espero que ahorita se hagan más cercanos 7u7

cari dijo...

X fin algo es algo espero q Edward le diga x q sigue allí , el la esperaba y aun q Bella se pone difícil no pudo negarse q lo ama este par de tontos hermosos 😍😉❤😘 Gracias

Anónimo dijo...

Ya sabemos que paso cob Edward al menos un poco.... Con Adelanto estoy ansiosa de leer el proximo capitulo.. gracias por las actualizaciones

ORACION A MI SEXY VAMPIRITO

Edward de mi guarda
De mi sexy compañia
Bebete mi sangre
De noche y de Dia
Hasta que caiga en tus brazos
Y sea tu marca de heroina