Capitulo 25
Edward
El
sol entró por mi ventana demasiado pronto. No había sido capaz de pegar ojo
después de volver a casa, ducharme y meterme en la cama, a pesar de que estaba
agotado. Lo cierto era que no había podido dormir bien desde que Isabella
regresó al pueblo.
«Isabella».
Me
dio un vuelco el corazón. Tenía que contarle la verdad. Había estado a punto de
hacerlo la noche anterior, pero no me pareció el momento adecuado. ¿Cómo íbamos
a hablar de cualquier cosa sentados en los escalones de la caravana, en la
oscuridad de la noche? O quizá solo era un cobarde. Esperaba —tenía la firme
esperanza— que si me disculpaba, si sabía la verdad, ella encontraría la forma
de perdonarme.
Por
otra parte, ¿cómo pide disculpas uno por una mentira cuando en sí es casi tan
cruel como si hubiera sido verdad?
Subí
la mano y me pasé los dedos por el cabello.
«¡Dios!».
Y
estaba aquel pequeño detalle de Jacob Black. La rabia y los celos me
atravesaron al pensar en ese tipo, impulsándome fuera de la cama. Entré en la
cocina y me apoyé en la encimera. Durante todo el tiempo que Isabella había
estado fuera, me había torturado la idea de que seguramente estaba saliendo con
otros chicos, que quizá incluso se había enamorado de otra persona. Me había
vuelto loco de celos. Sabía que ella me amaba, sí, pero le había hecho un daño
atroz. Su amor por mí no le hubiera dejado seguir adelante. Así que me había
visto obligado a liberarla. Era la elección que hice en su día, y tenía que
vivir con ella. Tal y como había hecho, durante cuatro largos años. Nunca había
esperado que volviera de la mano de Jacob Black. Sabía que él la había
rescatado aquel día en la carretera, cuando regresaba de Alec’s, y le estaba
agradecido por ello. Pero su padre era un cerdo asqueroso, y no sabía qué tipo
de persona era Jacob. Podía ser un buen tipo, sí, aunque cuando lo había visto
en el solar donde iba a estar la escuela de Isabella, sosteniéndola entre sus
brazos, lo único que había pasado por mi mente eran todos los lugares remotos
de las montañas en los que nunca, jamás, encontrarían su cadáver.
Encendí el fogón y
puse a hervir el agua para hacer café. Mientras esperaba que se calentara,
volví a recordar lo que había ocurrido la noche anterior.
Todo
había ido de mal en peor desde que ella había vuelto a casa. No había estado
preparado para enfrentarme a ella; de hecho, no habría imaginado que se dieran
estas circunstancias ni en un millón de años… No esperaba que ella volviera
aquí. Había reaccionado como un loco…, o como un completo idiota. Isabella no
tenía forma de saber cómo me había afectado, cómo había destrozado mis planes.
Así que ahora tenía que recomponerlos bien.
Cuando
Isabella había dejado que la consolara, me había sentido genial. Pero si ella
no me perdonaba, ¿cómo iba a asumir la situación? Los últimos cuatro años
habían sido miserables y tristes. Sin embargo, verla regresar así, con clase y
segura de sí misma, me había hecho sentir muy orgulloso. Isabella había hecho
justo lo que yo sabía que podía hacer. El dolor y la soledad de siempre
inundaron mi pecho cuando pensaba en cómo era ella antes, cómo era yo. A pesar
de lo contento que estaba al verla cambiada, y por mucho que aceptara cómo era
yo ahora, entonces, Isabella era mía. Entonces me miraba con los ojos llenos de
confianza y amor. Entonces me deseaba a pesar de todo. Entonces, estaba
dispuesta a luchar con uñas y dientes por mí. Entonces…
«Basta,
Edward. Esto es ahora, y tienes que lidiar con ello».
Tenía
que ducharme. Iba a ser un día muy largo. Tenía que estar en la mina a las
diez, pero antes quería ir a la biblioteca una última vez antes de que la
derribaran. Imaginé que tirarían el edificio hoy o mañana, pues cuando pasé
ante ella la última vez había un equipo de demolición. Esa maldita biblioteca…
Después de que Isabella se marchara, había acudido al edificio día tras día
solo para sentirme más cerca de ella. Me había sentado ante la pequeña mesa del
fondo para sufrir. Y era justo lo que me merecía.
Entré
en el pequeño edificio, ahora vacío, salvo por las estanterías que quedaban
atornilladas a la pared. Me quedé allí disfrutando de unos minutos de silencio.
¿Qué cojones estaba haciendo allí? Aspiré aire mientras cerraba los ojos brevemente
ante los recuerdos, tanto alegres como tristes, que pasaban por mi mente. Oí un
pequeño clic a mi espalda y me giré. Isabella estaba allí, con una expresión de
profunda sorpresa.
—Hola
—suspiró ella, entrando y cerrando la puerta a su espalda.
—Hola
—respondí con el corazón acelerado. Llevaba unos vaqueros y una sudadera de la
universidad de San Diego. Se había recogido el pelo en una coleta, pero algunos
mechones se le habían soltado y bailaban alrededor de su cara.
Era
la mujer más guapa del mundo. Para mí, siempre lo había sido… Siempre lo sería.
Mientras
la miraba, me di cuenta de que entre nosotros había cambiado algo desde la
noche anterior. Todavía parecía tomar precauciones, pero la expresión de sus
ojos era más suave, y eso me hacía albergar esperanza.
—Lo siento —dije,
dando un paso hacia ella—. No debería estar aquí…
—No,
no pasa nada. El equipo de demolición no llegará hasta dentro de una hora o
así. Es que yo solo quería… —Se mordió el labio, apartando la vista durante un
segundo—. Solo quería pasar un tiempo aquí antes de que la derribaran.
Asentí
moviendo la cabeza.
—He
tenido la misma idea.
Nuestras
miradas se enredaron durante varios segundos, y en el aire flotó la energía que
parecía surgir siempre que Isabella y yo estábamos en la misma habitación.
Asintió también ella y se acercó a mí.
—Llevas
lentillas —dije en voz baja.
Me
miró con sorpresa.
—Sí.
¿Cómo lo has sabido?
Me
pasé la mano por el pelo.
—Por
la forma en que escudriñabas antes. Era como sabía que me estabas mirando desde
el otro extremo de la habitación.
Sonrió.
—Mmm…
No sabía que se hubiera dado cuenta alguien.
«Cuando
se trataba de ti, me daba cuenta de todo. Estaba ya medio enamorado de ti antes
de que hubiéramos cruzado media palabra»
—Y
tu voz, es decir, tu acento, ha vuelto.
Se
rio por lo bajo.
—Mi
hermana me ha dicho lo mismo. No he tardado mucho en recordar que soy una chica
de Kentucky.
«Mi
chica de Kentucky».
Respiró
hondo y apartó la vista para pasar la mano por la estantería.
—Este
lugar me salvó en muchas ocasiones de la soledad. —Su expresión era
melancólica.
Cogí
una enorme bocanada de aire.
—A
mí también. Después de que te marcharas…, vine mucho por aquí.
Me
miró con una expresión de sorpresa, luego inclinó la cabeza a un lado.
—¿En
serio?
—Sí,
en serio.
—¿Por
qué? —jadeó.
—Porque
te echaba tanto de menos que pensaba que me iba a morir —confesé.
Abrió mucho los ojos
y tragó saliva.
—¿De
verdad?
—Sí,
de verdad. —Hice una pausa—. De verdad —repetí, permitiendo que el recuerdo de
esa angustia me asaltara durante un breve instante.
Se
mordió los labios, frunciendo con suavidad el ceño mientras observaba el rastro
que dejaba su dedo en la plataforma.
—Joey
no es hijo mío, Isabella. Nunca cupo la más mínima duda —solté bruscamente.
—Lo
sé —repuso, deteniendo el dedo.
Me
quedé paralizado durante un segundo, pero luego emití un largo suspiro.
—¿Jessica?
—Sí.
Vino a verme ayer.
Levanté
los brazos y me entrelacé los dedos en la nuca. No podía decir que me
sorprendiera. Me había exigido que se lo contara a Isabella, y que si no…
—Quería
contártelo yo. Solo he estado esperando… el momento adecuado.
Ella
abrió los brazos y los dejó caer.
—¿Existe
un momento adecuado para decirle a alguien que le has destrozado el corazón con
una cruel mentira? —preguntó.
—No
querías marcharte, Isabella. Ibas a renunciar a la beca y a la estancia. No
podía permitir que lo hicieras. No podía.
—Había
otras maneras.
—Quizá.
Pero en ese momento no se me ocurrió otra. Ninguna que garantizara que te
marcharías sin mirar atrás.
Resopló.
—Bien.
Sin duda lo conseguiste, te lo aseguro. —Apartó la mirada un instante antes de
volver a mirarme—. ¿Por qué no podías venir conmigo? Es más, ¿querías hacerlo?
Es decir, en ese momento, ¿me querías? —Parecía a punto de llorar. Me acerqué a
ella.
—No
podía ir. Quería, Dios sabe cuánto quería marcharme contigo, pero no podía.
—¿Por
qué? —Su voz sonó entrecortada y llena de tristeza.
Me
acerqué, invadiendo su espacio, igual que había hecho la primera vez que la
besé, la primera vez que probé su exuberante boca.
—Porque
quería algo más para ti —expliqué, esperando que no insistiera. No pensaba
decirle más que eso. El resto era mío. Y siempre lo sería. Vi que hundía los
hombros, pero no apartó la mirada.
Durante varios
segundos, solo hubo silencio entre nosotros.
Miré
hacia la estantería en la que habían estado todos los libros que habíamos leído
juntos, donde habíamos dejado pequeñas notas de amor para el otro. Eso era lo
que habían sido, al menos para mí.
—Justo
aquí me enamoré de ti. —Hice una pausa al ver que abría los ojos—. Traté de
descubrir dónde había sido después de que te fueras. ¿Dónde había perdido mi
corazón? Como si el momento… o el lugar tuvieran importancia de alguna manera
para lograr entenderme a mí mismo. Supe que fue aquí, justo aquí. —El amor y el
dolor se mezclaban en mi garganta, haciendo que mi voz fuera un ronco susurro—.
Caí con todo el equipo, Isabella. Al lado de esta librería. Te entregué mi
corazón y tú ni siquiera estabas presente. —Me agarré el pelo de la base del
cráneo. Ella cerró los ojos durante un segundo al tiempo que dejaba salir un
suspiro entrecortado—. Lo he intentado mucho, pero no he logrado recuperar mi
corazón de nuevo. Y, Dios… —Negué con la cabeza lentamente, acercándome más,
hasta presionar mi cuerpo contra el de ella, que parpadeó, separando los
labios—. Espero que algún día me vuelvas a querer.
Movió
los ojos por mi cara, con una emoción contenida que no supe definir.
—Dime
lo que estás pensando, por favor —supliqué.
Abrió
la boca, pero no dijo ninguna palabra. Se aclaró la garganta, y aun así, cuando
habló, su voz fue un susurro.
—Estoy
pensando lo mismo que la primera vez que nos encontramos aquí, no puedo dejar
de pensar: «Dios, espero que este chico me dé un beso ahora mismo».
Me
dio un vuelco el corazón y noté un aleteo en el estómago. Mi cuerpo ardía por
la inconmensurable pasión que sentía por ella. Me incliné y me apoderé de su
boca, separándole los labios con la lengua. Cuando me deslicé dentro de aquella
cálida humedad, salió de mi garganta un gemido primitivo y presioné su espalda
con más fuerza contra la estantería. Isabella sabía a café y a chocolate, a
ella misma. Emitió un gemido entrecortado que me excitó todavía más, haciendo
que mi erección palpitara contra su vientre.
Retiré
la boca de sus labios y la arrastré por su garganta mientras ella echaba la
cabeza hacia atrás. Lamí el pulso que palpitaba en la base del cuello y dejé
allí los labios.
—«…
me atraviesa usted el alma, soy mitad esperanza y mitad agonía. Puede que haya
sido injusto, débil y resentido, pero jamás inconstante. No me diga que es
demasiado tarde, que esos preciosos sentimientos se han ido para siempre. No he
amado a nadie más que a usted…» —susurré contra su piel, citando las palabras
que sabía que recordaría.
Se
quedó inmóvil, pero se le aceleró el pulso. Aspiré su olor.
«¡Dios…!».
Tardé un segundo en
contenerme. Salvo por el beso de la noche anterior, habían pasado cuatro años
desde la última vez que toqué a una mujer, desde que había tocado a Isabella.
Mi cuerpo reaccionaba de una manera muy potente cada vez que ella estaba cerca.
—Isabella
—murmuré contra su piel.
Hundió
los dedos en mi pelo y me echó la cabeza hacia atrás para mirarme de nuevo a
los ojos.
—¿Qué
estamos haciendo, Edward? ¿Qué estoy haciendo? —preguntó casi para sí misma.
—No
lo sé, pero espero… Espero que estemos yendo hacia algún lugar… Hay tanto que…
Me conformaré con lo que quieras darme, Isabella. Lo que sea.
Sus
ojos se movieron sobre mi cara con una expresión de tristeza.
—No…
no lo sé. No sé si puedo.
Apoyé
la frente en la suya y respiré su olor durante un minuto.
—¿Es
por Jacob? —Tenía que saberlo. Era preciso que supiera si él era la razón por
la que no estaba segura de que podíamos tener otra oportunidad.
—¿Por
Jacob?
Solté
un suspiro y me enderecé.
—¿No
es tu novio? ¿No sales con él?
La
vi fruncir el ceño durante un segundo antes de echarse a reír.
—Jacob
es gay, Edward.
Fruncí
el ceño.
—¿Es…?
Ah…
—Sí,
lo es.
«Bueno,
eso está bien. Era un día lleno de noticias».
—Entonces,
supongo que no estás saliendo con él.
—Mmm…
no. Que yo sepa, sigo siendo una mujer.
Me
reí por lo bajo.
—Sí,
definitivamente eres una mujer.
Su
sonrisa, llena de diversión genuina, hizo que el corazón me diera un vuelco en
el pecho. Me encantaba esa sonrisa. La había echado de menos. Había anhelado
volver a verla.
—Y
eres preciosa —susurré.
La
expresión de mi cara debía de mostrar todo el anhelo que sentía, porque abrió
mucho los ojos y la sonrisa desapareció de su rostro. Se inclinó hacia delante
y nos encontramos a mitad de camino. Esta vez, nuestros besos fueron
alocadamente apasionados, y el ruido que había en mi cabeza se hizo continuo.
Isabella
se apoyó en la estantería, a su espalda, y subió una pierna para rodearme con
ella la cadera, encajando mi erección entre sus piernas. Emití un profundo gemido
al tiempo que me apretaba contra aquella suavidad. ¡Dios, era increíble! El
corazón se me aceleró en el pecho.
De
repente, solo éramos manos, jadeos, cuerpos frotándose con frenesí, llenos de
deseo, fuera de control.
Le
acaricié el pecho por encima de la camiseta y utilicé el pulgar para frotar el
pezón hasta que ella gritó. Entonces bajó la mano y me desabrochó los
pantalones. Después metió la mano dentro. Cuando rodeó mi polla con los dedos,
jadeé y me arqueé hacia ella.
—Isabella,
joder, ¡Oh, Dios mío! —gemí.
Tenía
los ojos abiertos, y me miraba con los labios separados, presa de la lujuria.
Hice una pausa para recrearme en la belleza que asomaba a su rostro en ese
momento.
Se
quitó los zapatos y se bajó la cremallera de los vaqueros, empujándolos hacia
abajo con urgencia acompañados de las bragas. Al llegar al suelo, se deshizo de
la ropa con rapidez. Luego me envolvió con los brazos y me rodeó de nuevo con la
pierna. Nos besamos con profunda desesperación. Moví la boca hasta su cuello,
deslizándola por la mandíbula antes de chupar y mordisquear sus labios, justo
antes de coger mi miembro para guiarlo y hundirme en su interior. Nuestros
labios se separaron y nos miramos a los ojos mientras jadeábamos en voz alta.
Me empujé hacia aquel apretado agarre, feliz de sentirla a mi alrededor. Estaba
dentro de Isabella. La alegría se expandió por mi pecho mientras comenzaba a
moverme. Ella gimió de nuevo antes de apoyar la cabeza contra las estanterías.
—Sí,
sí, sí… —jadeaba.
Traté
de ir despacio, pero había pasado mucho tiempo. Llevé la mano entre sus piernas
y la acaricié mientras pegaba la boca contra su cuello, haciéndola gemir
profundamente.
—Dios,
Bella, es tan bueno… —No pude evitar el desigual gemido que siguió a mis
palabras cuando sentí que el orgasmo se arremolinaba en mi vientre.
Moví
los dedos con más rapidez. Ella estaba húmeda y resbaladiza. Levanté la cabeza
y la miré a los ojos mientras sus gemidos se intensificaban.
—Edward,
no…, yo… —Se le ahogó la voz.
—Lo
sé, Bella, lo sé… —Y de repente comenzó a vibrar a mi alrededor, apretándome
mientras su cabeza caía de nuevo hacia atrás con un grito—. Me corro, Isabella.
—Contuve el aliento cuando alcancé el éxtasis. El orgasmo me inundó con tanta
fuerza que me tuve que apoyar en ella. Surgieron de mi boca unas palabras
ininteligibles mientras el placer me atravesaba en oleadas, recorriendo todo mi
cuerpo hasta los dedos de los pies.
Nos
quedamos así durante varios minutos, esperando que nuestras respiraciones
jadeantes recuperaran la normalidad. Me sentía como si estuviera de nuevo en
casa. Di un paso atrás y Isabella se puso los vaqueros y los zapatos mientras yo
me subía la cremallera. Tenía las mejillas encendidas cuando alzó de nuevo la
cabeza, y parecía un poco conmocionada. Le sonreí con ternura antes de
inclinarme para besarla, retirando de su cara los mechones que se le habían
soltado de la coleta.
—Supongo…
Supongo que los dos necesitábamos desahogarnos —dijo en voz baja, mirando a un
lado.
Negué
con la cabeza.
—No
ha sido eso para mí, Isabella. Ha sido mucho más. Dime que también lo ha sido
para ti.
Sus
ojos se encontraron de nuevo con los míos y soltó un suspiro. Asintió.
—Ha
sido más que eso para mí —admitió en voz baja. Una honda esperanza anidó en mi
pecho a pesar de lo disgustada que parecía ante su propia declaración.
Ambos
nos sorprendimos un poco cuando oímos el motor de un coche en el exterior.
—Seguramente
es Jacob —comentó—. Iba a pasar por aquí antes de ir a trabajar.
Asentí
con la cabeza, aliviado de saber que Jacob solo era un amigo.
Isabella
se apartó de mí.
—Será
mejor que me vaya. De todas formas, tengo que ir a trabajar. Quizá pueda
pasarme mañana… —insinué con esperanza—. ¿Qué me dices, Isabella? Solo dime qué
necesitas y yo lo haré.
Asintió
moviendo la cabeza mientras se mordía el labio.
—¿Por
qué estás trabajando en la mina? —soltó de repente.
Hice
una pausa.
—¿Por
qué? Porque necesito un trabajo, y es el único sitio donde lo hay.
—«Mentiroso».
Ella
frunció los labios al tiempo que sacudía la cabeza.
—No
lo entiendo. Te ibas a marchar. No ibas a mirar atrás. Si Joey no es hijo tuyo,
si mentiste sobre eso para dejarme, ¿por qué te quedaste?
Se
me aceleró el corazón. En ese momento no podía recordar ni mi nombre, ¿cómo iba
a ocurrírseme una respuesta coherente?
—Fue
lo mejor. Me di cuenta de que Dennville es mi casa. Así que decidí quedarme.
Eso es todo. —No parecía muy convencida, pero guardó silencio—. Será mejor que
me vaya, no quiero llegar tarde —me disculpé.
Asintió.
—Vale.
Nos vemos luego.
—Sí
—convine, sintiendo un rayo de esperanza por primera vez en casi cuatro años.
—Ten
un buen día.
Sonreí.
—Igualmente,
Isabella. —No la besé de nuevo; parecía demasiado confundida. Pero tampoco
estaba dispuesto a dejar de mirarla. No quería alejarme de ella. Igual que
antes, no me quería marchar. Sin embargo, empecé a retroceder. Cuando llegué a
la puerta, la empujé y esbocé una sonrisa más grande. Ella me la devolvió,
aunque no parecía demasiado segura. La puerta se cerró entre nosotros. En el
exterior, Jacob estaba sentado en el coche, hablando por el móvil. Lo saludé
brevemente antes de dirigirme a mi pickup.
Mientras
conducía, sentía que la euforia se extendía por mi pecho por haber podido tocar
a Isabella, por haber estado dentro de ella. Dios, su aroma dulce y almizclado
todavía estaba en mis dedos. Tenía la esperanza de que hubiera dicho lo
suficiente como para convencerla de que todavía la amaba, que nunca había
dejado de hacerlo. La cuestión estaba todavía en el aire, pero por fin tenía
esperanza, algo que no había poseído en cuatro años.
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Hola
a todas que les pareció el capitulo las que querían un saber de Edward bueno ya vimos una parte pero aun
falta nos vemos el miércoles no se olviden mañana habrá martes de adelantos en
el grupo de elite fanfiction.
11 comentarios:
awwwwwwwwww gracias por este capitulo !!!! 😍😍😍
ahh y ahora que no se asuste y luche por el
Cuáles son los verdaderos motivos Es estar reservando mucha información y para mi es vital .
Que esconde ? Porque lo hace ?
Gracias por los capítulos
O por dios gracias por ponerlo. Me encantó.
Gracias pronto porfa
Gracias por los capìtulos.
Què serà lo que oculta Edward...
Hola hola Annel un par de Buenos capítulos ese reencuentro estuvo lleno de necesidad el uno por el otro y me encanto,aunque no entiendo que es lo que está ocultando Edward porque no es claro con Bella, me pregunto si el no querer dejar el pueblo tiene algo que ver con su mamá?
Gracias nena por los capítulos te leones los siguientes
Saludos y besos Annel 😘😘😘😘😘
Me encanta la historia, gracias por los capítulos
Aaa!! Lo siento pero entre la uní, mi servicio social y periodo de exámenes e estado vuelta loca y me entristecía que solo veía las actus :’(
Así que hoy me di tantito tiempo y leí este
xD se que me perdí mucho pero ya no aguantaba!!!
Espero que el fin de semana ya me ponga al corriente mientras tanto.
Aaaa!!! GRACIAS!!!
Espero que ahorita se hagan más cercanos 7u7
X fin algo es algo espero q Edward le diga x q sigue allí , el la esperaba y aun q Bella se pone difícil no pudo negarse q lo ama este par de tontos hermosos 😍😉❤😘 Gracias
Ya sabemos que paso cob Edward al menos un poco.... Con Adelanto estoy ansiosa de leer el proximo capitulo.. gracias por las actualizaciones
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