Capitulo 23
Isabella
Ese
fin de semana trabajé un par de turnos en Alec’s, pero Edward no volvió por
allí. Por suerte. Todavía me sentía avergonzada por aquella discusión que
habíamos mantenido en público, pero sabía que en el local de Alec no era algo
raro. De hecho, la novia por correo de Felix Clancy intentó atropellarlo dos
horas más tarde. No, lo cierto era que solo me sentía herida. La rabia que me
había inundado me había hecho sentir mucho mejor. Conseguía que me sintiera al
mando. El dolor era dolor, pero me había sentado bien regresar al pueblo.
Quería ver cómo quedaba la nueva escuela, era mi sueño y mi legado para el
lugar en el que había nacido, el pueblo que me había facilitado los medios para
poseer una educación. Sin embargo, después me gustaría contratar a alguien para
garantizar el mantenimiento de la financiación anual. Luego me marcharía a otro
lugar, para empezar de nuevo. Quizá eso era el cierre que necesitaba esa etapa
de mi vida, para pasar realmente de Edward. ¿Me había estado mintiendo a mí
misma? Parecía que una parte de mí había querido saber qué pasaría si lo veía
de nuevo, que en realidad no lo había dejado atrás. Y ese era el problema. Pero
lo mejor era ser sincera al respecto. Tenía la confirmación: estaba realmente,
de verdad, con la mujer con la que me había engañado. Tenía un hijo con ella.
Era la realidad. Y era mejor que me enfrentara a ello.
«Ahora
lo has visto con tus propios ojos, Isabella. ¿Podrás por fin aceptarlo y seguir
adelante? Es lo mejor, no tienes otra opción».
El
lunes, Alice y yo teníamos planes para visitar a mamá. Como estaba lista muy
temprano, decidí pasar a saludar a Aro. No lo había visto todavía desde que
había regresado. Llamé a su puerta y, cuando me abrió, soltó un grito y me
envolvió en un abrazo de oso, llegando a levantarme del suelo. Me reí en voz
alta.
—¡Hola,
Aro! Yo también me alegro de verte.
Me
dejó en el suelo.
—Bueno, déjame
mirarte bien, pequeña Isabella. —Negó con la cabeza, sonriendo—. Bueno, que me
aspen si no pareces una chica de ciudad. ¿Te has convertido en una chica de
ciudad, señorita Isabella? —Abrió la puerta y me invitó a entrar. La casa de Aro
estaba llena de muebles de madera hechos a mano, cada centímetro cuadrado de
superficie quedaba cubierto por una figura que representaba un acto sexual
explícito. Si no conociera a Aro de toda la vida, me hubiera sentido realmente
incómoda en aquel lugar.
—¿Una
chica de ciudad? Aro, me conoces demasiado bien para saber que no es cierto.
Soy una chica de las montañas de pies a cabeza.
Se
rio entre dientes.
—Bueno,
quería asegurarme. Estás muy cambiada.
Sonreí
mientras me sentaba en una silla que él había tallado, lijado y moldeado con la
figura de un hombre desnudo. Había otra mujer tallada detrás de él, con la boca
llena con sus partes íntimas. Al sentarme había formado un trío. Era el único
sexo que había tenido desde hacía mucho tiempo. «Qué suerte la mía».
—Cuéntame
qué has estado haciendo todo este tiempo. ¿Qué te ha parecido la universidad?
—preguntó Aro.
Le
hablé de la facultad a la que había ido, de California, de lo que había
supuesto estar lejos, de los amigos que había hecho, con los que pensaba
mantener contacto, y también le hablé de la escuela que pensaba construir.
—¿Y
tú, Aro? ¿Qué tal te ha ido? —me interesé después de poner fin al breve
resumen.
—Bueno,
mejor que nunca. Ya te has enterado del negocio que hemos montado los de las
colinas, ¿verdad?
—¿Qué
negocio? —Fruncí el ceño y ladeé la cabeza.
—Ahora
somos empresarios. Algunos incluso están realmente orgullosos de ello. Y de
paso han limpiado los patios.
—Sí
—repuse—, de eso ya me he dado cuenta. ¿Qué es exactamente lo que estáis
haciendo?
—Cultivamos
lavanda. Y tenemos productos derivados también. Vamos a las ferias de artesanía
de la zona. Incluso he empezado a vender mis figuras. Tienen mucha aceptación
—aseguró guiñándome un ojo.
«Lavanda.
¿Lavanda?».
En
mi mente apareció una imagen de la luna creciente sobre mí, mientras un hermoso
chico adoraba mi cuerpo, con el fragante olor a lavanda flotando en el aire.
Regresé
a la realidad.
—Ya
me imagino —comenté distraídamente—. Ese negocio de la lavanda ¿a quién se le
ocurrió?
—Oh,
fue idea de Edward Cullen. Fue a él a quien se le ocurrió. Incluso los jardines
traseros se han convertido en cultivos rentables de lavanda. Tenemos hasta un
folleto informativo y todo. Además, la flor se puede secar y usar como base de
otros productos. Hemos hecho bolsitas, jabones, aceite, el té que tú…
—Entonces, ¿todos
estáis ganando dinero con eso? —pregunté, sorprendida. Nunca se me hubiera
ocurrido algo por el estilo.
—Claro
—afirmó con orgullo—. A diferencia de otros cultivos, las ganancias son
continuas durante todo el año. No se desperdicia nada. En realidad es bastante
simple.
—Bueno,
suena muy bien, Aro —dije, y él asintió, sonriendo de nuevo.
Me
quedé allí sentada en silencio, moviendo la cabeza de vez en cuando.
—Entonces,
¿por qué no todo el mundo se dedica a ello? —pregunté, recordando las casas que
había visto tan desaliñadas como siempre.
Aro
se rascó la pelusilla que le cubría la cabeza.
—Ah,
bueno…, ya sabes cómo son los montañeses, puede gustarles la lavanda, pero no
saben hacerla crecer. —Se rio al tiempo que se daba una palmada en la rodilla.
Solté
también una risita un tanto incrédula.
—Ya…
—En ese momento sonó un golpe en la puerta, sobresaltándome.
Se
trataba de Alice. Me despedí de Aro con rapidez, asegurándole que volvería
pronto a visitarlo. Le di un último abrazo de despedida y me dirigí al coche
acompañada de mi hermana.
—Alice,
¿estás enterada del asunto de la lavanda?
Ella
me miró.
—Sí.
Es una pasada. Quería contártelo, pero estabas demasiado enfadada con Edward.
No era necesario que te enteraras justo cuando regresaras.
Asentí
moviendo la cabeza.
—Es
que realmente es… una pasada, ¿verdad? Me refiero a que toda esa gente está
consiguiendo ganar dinero con algo que no necesita ningún tipo de inversión…
—Me mordí el labio—. Me pregunto por qué no lo hace él también.
—Sí,
no lo sé.
«¿Qué
te está pasando, Edward?».
Aunque
no debería sorprenderme de nada. Él siempre había sido emprendedor y
trabajador. Solo hacía falta ver cómo había sobrevivido por su cuenta durante
tantos años.
Estábamos cerca de su
casa, y, en esta ocasión, volví la cabeza para ver una pickup blanca
aparcada delante. Me sorprendió que la puerta se abriera de repente y que
saliera Edward vestido con vaqueros, una camisa de franela, una gorra de
béisbol en la cabeza y una fiambrera metálica en la mano. Volví a mirar hacia
delante, inclinándome hacia delante justo en el momento en que él pasaba. Se
detuvo y nuestros ojos se enredaron, incluso a pesar de la distancia y de la
velocidad a la que iba el coche. Giró la cabeza para seguirme con la vista. En
ese momento vi la pegatina de la pickup: era la imagen de un minero con
un casco de seguridad que se arrastraba por un túnel oscuro con el mensaje
«Amigos en las profundidades».
Me
concentré en conducir. Respiré hondo para tranquilizarme. Había muchas cosas
que no entendía, como por ejemplo que siguiera doliéndome verlo.
«¿Por
qué estás tan enfadado conmigo, Edward? ¿Cómo has podido pasar de amarme a
odiarme con tanta fuerza?».
—¿Qué
ha sido esa mirada tan intensa? —preguntó Marlo con una expresión de sorpresa.
—Ni
idea —respondí de forma distraída—. No tengo ni idea.
Un
par de horas después, cuando llegamos al hospital, aparqué y me quedé mirando
el lugar por la ventanilla delantera.
—Guau…
—dije finalmente.
El
enorme edificio de ladrillo era viejo, pero estaba muy bien cuidado. Estaba
rodeado por exuberantes campos de hierba perfectamente cortada. Los pacientes
paseaban por el entorno, algunos de ellos acompañados de enfermeras, otros
solos. Más allá, unos pocos ocupaban los bancos distribuidos entre los macizos
de flores, bajo la sombra de viejos castaños de indias.
—Lo
sé —convino Alice—. Es un lugar agradable. Y tienen los mejores médicos, los
que han hecho que ayudar a personas con enfermedades mentales sea el trabajo de
su vida.
—¿Cómo
puede Emmet permitirse esto? —pregunté mientras salíamos del coche.
—Tiene
ahorros. Nunca se lo he pedido, ¿sabes? —Me miró al tiempo que caminábamos
hacia el edificio—. Iba a decirle que lo dejara, pero luego vi cómo estaba mamá
después de pasar un par de semanas aquí, y no pude hacerlo.
Cogí
la mano de Alice y la apreté.
Unos
minutos después, habíamos firmado el impreso de visita que nos presentó la
enfermera y nos sentamos a esperar en una salita.
Cuando
nuestra madre dobló la esquina, apenas la reconocí. Llevaba el pelo con un corte
a la altura de los hombros y, obviamente, estaba recién lavado y peinado. Su
expresión era alegre y excitada. Vestía unos vaqueros y un jersey de manga
corta color crema. Se detuvo en seco al verme, llevándose las manos a la boca
mientras me miraba con incredulidad.
—Isabella,
mi niña —suspiró mientras se acercaba a mí.
—Mamá
—dije con la voz entrecortada—. Estás impresionante.
Me
abrazó con fuerza, envolviéndome con su aroma, limpio y reconfortante.
—¡Oh, mamá! —Me
separé y le pasé la mano por el pelo estudiándola de pies a cabeza. Ella se rio
con suavidad antes de mirar a Marlo, sonriente.
—Mi
otra niña —añadió mientras abrazaba a mi hermana—. ¿Damos un paseo? —preguntó,
señalando por la ventana.
Nos
movimos afuera y empezamos a recorrer un camino iluminado por el sol. Soplaba
una ligera brisa y el olor a hierba recién cortada flotaba en el aire. Alice
nos guio hasta un banco bajo un árbol, donde me senté con mi madre.
—Voy
a por unas botellas de agua —dijo mi hermana—. ¿Queréis algo más?
Las
dos dijimos que no y Alice se alejó de donde estábamos sentadas. Sabía que su
intención era darnos un poco de tiempo a solas.
Cogí
las manos de mi madre y las apreté con fuerza.
—¿Cómo
te encuentras? —pregunté.
—Estoy
muy bien, cariño. Tengo días buenos y días malos, pero creo que eso es algo que
le pasa a todo el mundo. Estoy aprendiendo una nueva normalidad, me están
enseñando a entender mis propias emociones y a cómo debo tratar con ellas.
—Eso
está muy bien, mamá.
Se
rio por lo bajo.
—Sí,
está muy bien. Los médicos han ido probando algunos medicamentos, y los que
tomo ahora son los mejores para mí. Participo en varios grupos de terapia, y
eso es lo que más me está ayudando. Hay otras personas que entienden
exactamente cómo me siento. —Noté que se ruborizaba un poco—. Ellas entienden
que me siento culpable del daño que causo a los que me rodean, a pesar de que
es lo último que quiero hacer.
Le
apreté las manos otra vez y luego le sequé con el pulgar la lágrima que caía
por su mejilla
—No
tienes que sentirte culpable de nada. Ni conmigo ni con Alice —aseguré.
Asintió
moviendo la cabeza, pero su expresión era triste.
—Pero
me siento así. Tú necesitabas una madre, y fue Alice la que ejerció en vez de
hacerlo yo. Te he hecho sentir avergonzada… —Otra lágrima cayó por su mejilla.
—Sé
que no era tu intención, mamá. Lo sé. No tienes que lamentar nada.
Respiró
hondo y clavó los ojos en mí.
—Bella,
tengo una enfermedad mental. Y, bueno, es algo que no va a cambiar. Sin
embargo, sé que puedo hacerle frente, sé qué puedo hacer para evitar esos
episodios. Ahora lo sé. Y me siento más fuerte. Por primera vez en mi vida, me
parece que tengo control sobre los monstruos que pueblan mi cabeza. Por primera
vez, tengo esperanza.
Sorbí
por la nariz y sonreí.
—También yo, mamá.
—Me incliné hacia delante y volví a abrazarla—. ¿Te da miedo regresar a casa?
—pregunté cuando me senté de nuevo.
—Un
poco. Es decir, mira este lugar… —Hizo un gesto envolvente con el brazo y se
rio por lo bajo—. Es una especie de vacaciones de lujo. —Sonrió, pero luego se
puso seria—. Sin embargo, con el tiempo tendré que volver a la vida real, y esa
es una de las cuestiones que más trabajo aquí con mis terapeutas. Cuando
vuelva, voy a conseguir un trabajo, haré algo… Sam me ha ofrecido un puesto en
su consulta, y me parece apropiado. —Respiró hondo—. Lo que sí sé, sin embargo,
cariño, es que puedes estar en el lugar más lujoso de la tierra o en una
caravana, que si estás enferma, estás enferma.
—Nuestra
situación no era fácil para ti, mamá. Lo sé. Y también lo sabe Alice. Y ahora
que estoy de vuelta y voy a tener un trabajo bien pagado, pienso alquilar una
casita en alguna parte… Puede que no tengamos mucho, pero sí todo lo necesario.
Vamos a vivir bien, con comodidad, ¿de acuerdo?
Sonrió.
—Mi
niña sigue queriendo cuidar de mí. —Su sonrisa se volvió triste—. No siempre
tendrás que hacerlo, te lo prometo. Isabella, quiero que sepas que no siempre
fue malo. Cuando tu padre me llevó a los Apalaches, me encantó el lugar, incluso
a pesar de que vivíamos en una caravana, en el bosque. Me enamoré de las
montañas, de los arroyos y las puestas de sol. Me encanta la gente de allí,
poseen los corazones más grandes que jamás he conocido. —Sonrió de nuevo, y yo
también lo hice. Tenía razón en eso—. Y estaba muy enamorada. —Bajó la vista—.
Sé que él no me quería igual, al menos no me amaba como yo, pero quiero que
sepas que amaba a tu padre. Lo quería con todo mi corazón. Cuando te miro,
cuando os miro a ti y a Marlo, lo recuerdo con cierta tristeza, pero sobre todo
con agradecimiento.
«Oh,
mamá…».
Sentía
como si me sangrara el corazón.
Asentí
con la cabeza, tragándome el nudo que tenía en la garganta. ¿Podría llegar a
sentirme así algún día? ¿Podría sentirme agradecida por el amor que había
tenido con Edward a pesar de que había terminado con una tremenda angustia?
—Todos
estos años, se me había metido en la cabeza que lo único digno de importancia
que había hecho en mi vida fue ganar ese estúpido concurso. —Movió la cabeza
con tristeza—. Pero me equivocaba. Tú, tú y Alice… Eso es lo mejor que he hecho
en mi vida.
—Mamá…
—grazné, rodeándola con mis brazos y apretándola con fuerza.
Después, dimos las
tres un paseo por los jardines, poniéndonos al día como amigas por primera vez en
mi vida. Me sentí llena de alegría y, cada tres minutos, quería pellizcarme
para comprobar que era verdad. Mi madre me preguntó por San Diego, por las
clases, por la universidad, y acabé charlando con ella de una forma animada,
como nunca antes. Fue maravilloso. Y por primera vez en años, recordé lo dulce,
tímida y delicada que era mi madre cuando era ella de verdad. Era
preciosa.
Cuando
nos despedimos de ella con un beso y nos metimos en el coche, estaba en un
estado de alegre sorpresa y, finalmente, empecé a reírme como una loca mirando
a Alice. Ella también se rio.
—¡Lo
sé! —dijo, abrazándome—. A mí me pasó lo mismo cuando la vi por primera vez,
hace meses. Me pasó lo mismo.
Sabía
que este hospital había logrado que mi madre se encontrara a sí misma de nuevo
en primer lugar. Pero nosotras también la habíamos recuperado, habíamos vuelto
a tener una parte de nosotras mismas, una parte que rara vez habíamos
disfrutado: el papel de hijas. Siempre le estaría agradecida a Sam por este
increíble regalo que me había cambiado la vida.
La
constructora empezó las obras de la escuela esa semana. Mi proyecto era real y
estaba en marcha. Me permití un momento para sentirme orgullosa. Todavía
quedaba mucho trabajo por hacer, pero a pesar de la desesperación que sentía
todavía con respecto a Edward, estaba llena de esperanza en relación con el
trabajo que había hecho para el pueblo. Había muchas razones para creer que
este proyecto sería un éxito, que había hecho algo que supondría una diferencia
real.
Todavía
tenía que guardar lo que quedaba en la pequeña biblioteca. Solo me quedaban por
llenar algunas cajas y quedaría listo. Lo había estado evitando porque me
resultaba particularmente doloroso, pero era necesario hacerlo de una vez.
Estaba programado que el edificio fuera demolido durante los días siguientes.
Me
encontraba de rodillas vaciando uno de los estantes inferiores cuando oí que se
abría la puerta a mi espalda. Miré por encima del hombro y me sorprendió ver a Jessica.
Ella me brindó una sonrisa y arqueó las cejas, haciendo que el corazón se me
acelerara mientras me ponía en pie con rapidez.
—Hola,
Jessica —la saludé con cautela. ¿Para qué estaba aquí?
—Hola,
Isabella. No creo que hayamos llegado a mantener nunca una conversación de
verdad —comentó con otra pequeña sonrisa.
Solté
un suspiro antes de devolverle el gesto.
—No,
creo que tienes razón. Bueno, me alegro de conocerte oficialmente. —No pude
evitar que sonara como una pregunta. Estaba segura de que estaba aquí por lo
ocurrido la otra noche. Pero si era así, ¿por qué me sonreía de una forma tan
amistosa?
Asintió.
—Igualmente
—respondió, ya más seria.
Permanecimos
en silencio unos segundos antes de que señalara la mesa.
—¿Quieres
sentarte?
—Por supuesto.
Se
acercó y ocupó un lugar en la mesa que siempre había usado como escritorio. Me
recosté contra la estantería mientras la miraba. Era muy guapa, menuda y con
espeso cabello rubio.
—Bien
—dijo ella—. Estoy segura de que te estás preguntando por qué estoy aquí.
Asentí
moviendo la cabeza mientras me tensaba para oír lo que estaba a punto de decir.
¿Iba a aconsejarme también que me marchara de Dennville? ¿Que dejara en paz a
su pequeña familia? ¿Que dejara de montar escenas con su novio en los bares?
¿Podría culparla si esa era realmente la razón de esta visita?
—¿Has
visto a Joey?
—¿A
Joey? —repetí, parpadeando.
—A
mi hijo.
—Ah…
—Solté el aire. «El hijo de Edward»—. Solo desde lejos. —«Así que lo va a
utilizar para conseguir que sienta que mi presencia aquí no es productiva para
nadie».
Asintió.
—Se
parece muchísimo a su padre.
Me
sentí herida al oír cómo Jessica se refería a Edward como padre de Joey. Sin
embargo, sentí también una repentina sensación de propiedad. Me enderecé.
«No
seas estúpida, Isabella. Tú no posees ni una pequeña parte de Edward. Ni una
sola. Si no lo tienes claro en este momento, tu capacidad de razonar es muy
defectuosa. Y si no es razonable, ¿por qué tu instinto sigue indicándote eso?».
—Lo
que me resulta difícil algunas veces, pues su padre me forzó.
¡Guau!
«¡Vaya!». ¿Qué? Edward nunca, jamás, ni en un millón de años… «¡Oh!». ¡Oh, Dios
mío! La cabeza me dio vueltas. Sus palabras me sacudieron por dentro. Eché la
mano hacia atrás para sujetarme a la sólida estantería.
—¿No
es Edward el padre de Joey? —Contuve el aliento. Y por alguna razón que solo
podía estar relacionada con la estupidez, se me llenaron los ojos de lágrimas.
Negó
con la cabeza.
—Es
imposible. No me acosté con él. Es decir… —Me miró—. Lo hice… en el pasado.
—Movió la cabeza—. Cuando éramos torpes y estúpidos adolescentes. —Se rio con
suavidad por lo bajo—. Nunca me quiso. Ni tampoco me ama ahora. Solo es un
amigo. —Permaneció en silencio durante un momento—. Edward fue al primero al
que acudí cuando… Después de que ocurriera. Después de enterarme de que estaba
embarazada. Ni siquiera sé por qué lo hice. Quizá porque estaba un poco colgada
por él. Quizá esperaba que él también me quisiera un poco…, y supongo que
siempre lo pensé. Ahora soy consciente de ello, pero no lo era entonces. —Se
encogió de hombros.
Me acerqué y me senté
a su lado en la mesa.
—Me
mintió —confesé. Todavía sentía que todo me daba vueltas a pesar de que estaba
sentada.
Se
volvió hacia mí y asintió.
—Lo
sé.
—¿Por
qué, Jessica? ¿Por qué hizo eso?
Se
volvió a encoger de hombros.
—En
realidad no lo sé. Dijo que me ayudaría. Que se quedaría en Dennville, que ya
tenía que quedarse aquí por alguna razón, y que me ayudaría si necesitaba
dinero. Luego me preguntó si yo podía ayudarlo a él, que solo tenía que
respaldar sus mentiras si tú hablabas conmigo. No entendí por qué, pero… —Soltó
un suspiro—. En ese momento estaba tan mal que casi me sentí feliz de tener que
fingir que estaba con él. Sin embargo… —se encogió de hombros—, nunca me
preguntaste nada, así que no tuve que mentir.
—No
—repuse, mirando al frente—. Me largué de aquí en cuanto pude después de que me
dijera que te había dejado embarazada.
«¿Me
lo había llegado a decir realmente? ¿O simplemente mencionó que ella estaba
embarazada y yo había deducido el resto? De cualquier forma, me dejó creer una
mentira. Era su intención».
Asintió.
—Imaginé
que seguramente esa fue la razón, pero él no me lo confirmó. Me ayuda con Joey
cuando puede. Mi padre y mis hermanos… —respiró hondo y pareció que iba a
llorar— pensaban que me abría de piernas para cualquier tipo y, durante un
tiempo, supongo que pensé que era verdad. Se negaron a ayudarme.
Me
acerqué y puse la mano sobre la suya mientras me sonreía con tristeza.
—¿Cómo
fue? —pregunté con suavidad.
—Lo
conocí en Alec’s y me fui a un hotel en la carretera con él —explicó—. Lo
acompañé de buena gana. Incluso tenía intención de echar un polvo con él,
evidentemente. —Permaneció en silencio un minuto—. Cuando llegamos allí,
comenzó a comportarse de una forma rara. Quería atarme. Yo no quería, así que
empecé a marcharme. Sin embargo, me lanzó sobre la cama y empezó a llamarme
calientapollas. Le dije que no quería, pero no luché. No me resistí en ningún
momento. —Volvió a sacudir la cabeza—. A veces me pregunto si debería… Pero
bueno, ¿qué más da, verdad? Me folló y después me dio las gracias. —Vi que le
caía una lágrima por la mejilla—. Me dio las gracias, y, a veces, sigo oyéndolo
en mi cabeza. No sé por qué eso fue lo peor, la parte que se me quedó grabada,
¿sabes?
«Porque
no le diste nada, él lo robó». Asentí con la cabeza, aunque no sabía cómo se
sentía. Solo podía imaginarlo. Un profundo dolor se extendió por mi pecho.
—Luego
me enteré de que estaba embarazada, y ya sabes el resto.
—¿Intentaste…?
¿Intentaste ponerte en contacto con él? —pregunté.
—Ni
siquiera sé su apellido. —Soltó una risita rápida, aunque parecía avergonzada—.
Era un camionero. Yo era una chica de apenas dieciocho años pasando el rato en
un bar. Me ligué a un extraño y me fui con él a un hotel barato. No represento
precisamente la imagen de la castidad.
—No
te merecías que te violara, Jessica. Todo el mundo tiene derecho a decir que
no. —Lo dije en voz baja.
Asintió
y se limpió la mejilla, pasándose los dedos por debajo de los ojos para borrar
la mancha negra del rímel. Miré a mi alrededor en busca de un pañuelo de papel,
pero no había nada.
—Ahora
lo sé —explicó—. Es decir, mi mente lo sabe. Y Mike, mi novio, me está ayudando
mucho.
—¿Tienes
novio?
—Sí.
Es muy bueno conmigo. Quiere que nos casemos, y adoptar a Joey. —Sonrió de
verdad.
—Eso
está muy bien, Jessica.
—Sí
—suspiró. Se volvió de nuevo hacia mí un minuto después—. La otra noche, en el
bar, Edward me acompañó porque Mike estaba trabajando. Están juntos en la mina.
Mike confía mucho en Edward. De todas formas, no había ido a Alec’s desde
entonces… Bueno, ya sabes. Pensaba que era la pieza que necesitaba para olvidar
el pasado, para poder centrarme en el futuro. Entonces, Edward y tú os
pusisteis a discutir y estuve a punto de decir algo. Pero estabas trabajando… y
se me ocurrió que debía decírtelo Edward. Aunque no sé cuándo será eso. Quizá
incluso piensa que es una historia que no le corresponde contar. Pero se me
pasó por la mente que, si fuera tú, querría saberlo. No lo entendí por completo
hasta que os vi juntos. No sabía que todavía lo amabas.
Abrí
mucho los ojos.
—Ya
no lo amo.
Me
miró de reojo, pero no dijo nada.
—Bueno,
de todas formas, está bien que conozcas los hechos. Yo he podido proporcionarte
algunos, creo que es lo mejor.
—Gracias,
Jessica. Si hubiera sabido por qué estabas en Alec’s la otra noche, no habría
montado aquel numerito.
Ella
movió la cabeza, negándolo.
—En
realidad, lo que hiciste fue lo mejor. Estaba tan distraída por la discusión
que no sentí ninguna angustia al estar allí. —Se rio con suavidad, y yo
también.
—De
verdad, aprecio que hayas venido. Y siento que no llegáramos a conocernos antes
de esto.
Su sonrisa fue cálida
y amable.
—No
hubiera funcionado antes. Estaba celosa de ti. Pero ahora… Bueno, si realmente
conservas algún tipo de sentimiento por Edward, creo que me haría muy feliz.
«Porque
Jessica está embarazada». Las palabras seguían persiguiéndome, todavía me
herían, aún resonaban en mi mente.
Asentí,
sin saber qué pensar. Esto era toda una sorpresa.
—Te
vi ese día —comenté distraídamente—. Paseabais por la calle mayor. Edward
llevaba a Joey en los hombros..
«Dios,
lo que me había dolido. Todavía sentía el dolor, a pesar de que sabía la
verdad»
Jessica
estaba embarazada, pero de otro hombre. Y Edward lo sabía y se había
aprovechado de ello para sus fines.
Asintió.
—Es
muy bueno con él, como un tío. Es así desde que era un bebé. Le ha comprado
zapatos, pañales, ya sabes, me ayudaba. En especial cuando mis hermanos no me
hablaban. Así es Edward. Bueno, tengo que irme —soltó antes de poder
responderle, bajándose de la mesa—. Joey está con una amiga y tiene que irse a
trabajar.
Me
puse de pie también.
—Gracias
de nuevo, Jessica. De verdad. No tenías por qué hacer esto y… Gracias.
Asintió
y sonrió.
—Buena
suerte, Isabella. —Salió de la biblioteca cerrando la puerta. Me apoyé en la
estantería de nuevo mientras soltaba el aire bruscamente.
—Gracias
—dije en la habitación vacía—. Lo necesitaba.
¿Qué demonios pasaba?
¿Qué demonios había ocurrido realmente hacia cuatro años? ¿Por qué Edward había
decidido romperme el corazón con una mentira tan cruel?
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Que les pareció ahora
ya sabemos la verdad de no es su hijo y ahora por
Edward le mintió a
bella bueno nos vemos el lunes con capitulo ya nos quedan 7 capítulos para terminar
la adaptación.
Otra cosa chicas como
saben siempre les digo que si saben que historia es porfa no lo divulguen el
chiste el leer la adaptación se que quieren saber quiénes la autora o el nombre
de la historia original pero si les digo no tiene caso subir capítulos a esta adaptación
o subirla me encanta leer sus comentarios siempre estoy pendiente de ellos y
les agradezco mucho por ello pero porfa si saben que historia es no escriban
nada porfa.
6 comentarios:
Hola hola vaya vaya así que el bombón Edward se sacrificó para que Bella saliera del pueblo, y por eso esta tan molesto con ella de que volviera pero él decidió eso y no tiene porque decirle que por ella baja cada día al infierno esa frase se me grabó, no se que piensa hacer Bella con la información que acaba de conocer, pero de algo estamos seguras se siguen amando como el primer dia, que emocionante se están poniendo las cosas ya no son unos adolescentes y se aman, me dejas ansiosa por leer más
Gracias por los capítulos Annel
Saludos y besos 😘😘😘😘
Hola...
Gracias por actualizar hoy.
Esperé con ansias esté capítulo y ahora ya va quedando más claro las cosas.
Realmente sufrí por Bella y sea cual sea ahora las razones de Edward me da tristeza....
Gracias
O porfavor. Tú no puedes simplemente porner el punto de bella. Debe ver de Ed también. Muero por saber lo que él piensa cómo siguió después de dejarla ir. Porfavor quiero leer a Ed.
Sabia que no podía ser así , me queda pensar que Ed renunció renunció la beca por ella y al ententerarse lo de Jess pensó en ayudar a las dos en verdad .
Vaya se aclara el primer punto.
Pero porqué Edward no trabaja con la lavanda. (será por los recuerdos)...
La historia me gusta y gracias por publicar
Edward lo hizo para q Bella se fuera el se sacrifico x ella prefirió quedarse en ese pueblo y dejar q Bella pudiera cumplir su sueño aun q la lastimó mucho y el también sufre ojala ahora hablaran y se contaran la verdad ❤😘 Gracias
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