Capitulo 16
Edward
Las
cosas se habían salido de control con Isabella. No podía dejar de pensar en
ella —su voz, sus pensamientos, su risa, su olor, su sabor, su cuerpo
delicioso, sus labios—. Ella. Había hecho justo lo que me había prometido que
no haría, había permitido que entre nosotros surgiera una unión que no iba a
ser capaz de dejar atrás dentro de un par de meses. ¿Una unión? Dios, estaba
prácticamente obsesionado con ella. Estaba colgado, loco por completo. Sin
embargo, debía dejarla atrás. Y eso haría. Porque cualquier otra cosa era
impensable. Me sentía como si estuviera ahogándome en ella, y como cualquier
persona en ese trance, mi reacción instintiva era mover las piernas y
resistirme, pelear. Luchar contra eso que se había apoderado de mi cuerpo y de
mi corazón. Luchar contra ella.
Me
quedé mirando sin ver el pueblo desde la colina que había bajado en trineo con Isabella
meses atrás… El día que empecé algo con ella, ya no hubo vuelta atrás.
Desde
allí, parecía que esa pequeña población que teníamos debajo podía ofrecernos
una vida a los dos. Desde allí no se podía ver la basura y la pobreza, la
miseria y las cosas indecibles que ocultaba la oscuridad de la noche. Hundí la
cabeza entre las manos y me pasé los dedos por el cabello. Estaba
desmoronándome.
«Me
desgarra el alma. Soy mitad agonía, mitad esperanza».
«Oh,
sí».
Había
leído esas palabras en Persuasión y casi se las había repetido a Isabella
mientras miraba su cara dulce, sus labios hinchados y rojos por mis besos, sus
ojos, llenos de algo que yo sabía que era amor. Pero me contuve. No sería justo
que se lo dijera. La había dejado acceder a mí de una forma que no había dejado
a nadie. Pero no había hecho el amor con ella. No le había dicho que la amaba
ni había permitido que ella me lo dijera a mí. Me había jurado a mí mismo que
esa sería la barrera que pondría entre nosotros, la que me permitiría salir de
aquí con al menos una parte de mi corazón intacta, todavía en posesión con al
menos una parte de mí que no era de ella. Y eso sería lo que me impulsaría
hacia delante, lo más lejos posible.
Había
intentado resistirme a ella, pero había sido demasiado débil y egoísta. Así que
cuando me fuera, pagaríamos el precio los dos.
Quizá podríamos estar juntos… algún día. Un momento
lejano, cuando yo hubiera visto mundo, cuando hubiera averiguado qué tipo de
vida podría tener fuera de aquí. Tenían que existir lugares llenos de felicidad
y esperanza. Aunque, si era completamente honesto conmigo mismo, Isabella ya me
había dado un poco. Durante un tiempo muy, muy largo había bloqueado los
recuerdos de mis padres y Silas.
Resultaban
demasiado dolorosos, y me hacían sufrir demasiado. Así que, por malo que fuera,
había tenido que alejar el bien. No podía separarlo en mi mente. Pero entonces
había aparecido ella y me había ayudado a superarlo… casi sin querer. Y ahora
esas colinas me parecían diferentes por primera vez en cuatro años. Unas
semanas antes, cuando regresaba a casa desde el instituto, había visto un
conejo atrapado debajo de un arbusto y un recuerdo inundó mi mente, tan de
repente que me detuve y me quedé mirando el bosque como si me hubieran golpeado
en la cabeza. Una vez, cuando tenía unos diez años y Jasper quince, habíamos
encontrado a un conejito herido a un lado de la carretera. Lo cogimos y lo
llevamos a casa, donde lo ocultamos en el viejo cobertizo detrás de la casa. Le
dimos leche con un cuentagotas y, al final, verduras blandas. Lo llamamos Bugs,
y, cuando estuvo lo suficientemente fuerte, lo soltamos en el mismo lugar donde
lo habíamos encontrado. Jasper había dicho que de esa manera podría encontrar a
su familia. Yo había llorado un poco, y mi hermano me había dicho que era un
bebé, pero me había rodeado los hombros con un brazo mientras regresábamos a
casa.
Sin
embargo, unos años después, Jasper y yo estábamos sentados en el exterior una
noche, mientras nuestros padres discutían en el interior. Jasper acababa de
cumplir dieciocho años y estaba a punto de graduarse. Estaba planteándose
trabajar en la mina. Mi padre lo hacía y teníamos todo lo que necesitábamos,
aunque no tanto como para pagar la universidad de Jadper.
—Solo
unos meses, Edward —me había susurrado—. Solo hasta que tenga suficiente dinero
para salir de aquí. Entonces nos marcharemos y no miraremos atrás. ¿A dónde
quieres ir?
—A
Nueva York —le había respondido igual que siempre.
Él
había asentido como si fuera la primera vez que lo oía.
—Entonces
ahí iremos. Solo necesito un par de meses de mi salario y nos largaremos,
hermanito. Nunca tendrás que trabajar en esas minas. Harás algo grande, muy grande,
algo realmente importante. Y, ¿quién sabe?, tal vez yo también.
Había
movido la cabeza, asintiendo y, de repente, capté un movimiento a nuestra
derecha. Cuando giré la cabeza, había un conejo. Estaba sentado a la derecha
del patio, nos miró y luego salió cojeando. Y en mi corazón, supe que era Bugs.
Y verlo allí era una señal de que todo iría bien. La vida podía golpearnos,
pero podríamos levantarnos de nuevo si éramos lo suficientemente fuertes y,
sobre todo, si tenía la persona adecuada para ayudarme. Jasper había puesto la
mano en mi hombro y la había dejado allí hasta que en la casa reinó de nuevo el
silencio y fue seguro volver a entrar.
Irme y empezar una vida en otra parte era algo que no
solo me debía a mí mismo, sino también a mi hermano. Viviría la vida que a él
le habían negado. La que él había soñado. Y quizá si Isabella tenía que
quedarse aquí, algún día volvería a por ella. O tal vez acabara siendo solo un
dulce recuerdo. Era posible que ella encontrara a un tipo decente en Evansly,
uno de los que trabajaban en las minas, con el que tendría un par de bebés. Por
supuesto, a veces tendrían que luchar para reunir el dinero de la renta, y ella
compraría ropa de oferta para los niños en el Wal-Mart, pero serían felices y…
«¡Joder,
no!».
Quería
deshacerme de la ira y la frustración que esos pensamientos provocaban, y que
me hacían estar más desesperado de lo que nunca me había sentido en mi desgraciada
vida. Isabella Swan. La hermosa, esperanzada, inteligente, apasionada y
compasiva Isabella Swan merecía una vida mejor que esa que conllevaba una lucha
continua. Hundí la cabeza entre las manos. Era una situación imposible.
Imaginar que ella vivía una vida de privaciones me hacía sentir violento.
Recogí una piña del suelo, a mi lado, y la tiré con todas mis fuerzas a los
árboles que había a los pies de la colina. Oí cómo golpeaba algo, a lo lejos,
pero fue un sonido suave y poco satisfactorio.
Unos
minutos después me puse de pie y fui a casa con las manos metidas en los
bolsillos. Había una cálida brisa y el campo estaba lleno de las flores
silvestres que Isabella adoraba. La primavera había llegado plenamente por fin.
El
final del curso estaba a la vuelta de la esquina y tenía mucho que estudiar.
Sinceramente no me preocupaba. Me lo sabía todo tan bien que podría recitarlo
en sueños. Me sorprendería que no me eligieran como ganador de la beca. Mi
expediente académico era intachable. Me había asegurado de ello a pesar de que
había estado en un tiovivo de emociones en las que combinaba una constante
euforia con una puntual agonía, a pesar de que a veces mi mente se concentraba
en el dolor que rugía entre mis piernas, un dolor que solo podría aliviar si me
sumergía en el estrecho cuerpo de Isabella. Negué con la cabeza para mí mismo y
apreté los labios.
—No
—dije en voz alta—. Simplemente no.
«Es
posible que pienses que ahora lo tienes jodido, Edward, pero como llegues a
poseerla de esa manera, no podrás dejarla aquí».
Ahogué
un sonido al sentir que se me revolvía el estómago.
Había
conseguido resistirme hasta ese momento y no iba a pifiarla ahora. Aspiré
profundamente el limpio aire de la montaña cuando mi casa apareció ante mi
vista. Pasé junto a la caravana de Isabella y me contuve para acercarme a la
puerta en su busca. Apresuré el paso para que mi traidor cuerpo no tomara la
decisión por mí. Era probable que ella se hubiera preguntado hoy dónde me había
metido al acabar el instituto, pero yo había salido por atrás para tomar el
camino más largo a casa y así evitarla. No había dicho nada, pero estaba seguro
de que le había dolido. Sin embargo, era necesario que empezara a hacerle daño
en estas pequeñas cosas. Ella tenía que entender lo que estaba pasando y
empezar a apartarse de mí como yo me apartaba de ella. De esa manera, al menos
sería más fácil la separación dentro de un par de meses.
«Un
par de meses y no volverás a verla».
Me
inundó la desesperación.
Oí
risas femeninas provenientes del remolque y en mi interior sentí regocijo
mezclado con dolor y añoranza. Isabella.
«Mitad agonía, mitad esperanza.
Mitad dolor, mitad éxtasis.
Mitad pena,
mitad alegría.
Mitad mi caída,
mitad mi salvación».
****************
Hola a todas otros capitulos mas bueno espero les
agrade y comenten que les parece hoy es martes de
adelantos en el grupo Elite FanFiction y habra adelanto
de los proximos capitulos de
la adaptacion nos vemos el jueves.
7 comentarios:
Pobre los que pasaria si no ganan la beca .... Muchas preguntas y el jueves lejos
Me encanto el capítulo muchas gracias...
espero tu actualizacion.....es dificil saber quien ganara estan por igual los dos ..... gracias por seguir subiendo capitulos ;) ;)
Dilema... quién ganará la beca...???
Gracias por publicar
Amo esta historia, muchas gracias por publicarla, ten un maravilloso día y nos vemos el jueves.
Mitad esperanza mitad agonía, así me sienro porque quiero lo mejor para ellos, pero la separación es inminente Edward se va a ir de todos modos gane o no la Beca, vienen sufrimiento con la despedida 😢😢😢
Gracias por el capítulo nena
Saludos y besos 😘😘😘
Que vida tan dura y triste han tenido este par ,han recorrido un largo camino y también van en contra de lo que realmente quieren y desean .
Muy difícil la verdad , no se que harán realmente , no lo veo a él simolwmnte yéndose o a ella y dejando el otro atrás , aunque los razonamientos de Bella están en lo correcto así como el anhlelo de el !
Muchas gracias me ha gustado nucho ...
Publicar un comentario