viernes, 22 de junio de 2018

Un Alma Compartida Capitulo 15


Isabella

Edward pasó por delante de tres parques antes de encontrar uno que considerara adecuado. Cuando  los dos primeros, bajó sus gafas de sol, se asomó por mi ventana, sacudió la cabeza y murmuró: 

—Demasiada gente.


Cuando hacía cosas como esta, me recordaba a mí misma que aunque me pareciera extraño, yo no conocía a este hombre, de ahí el propósito de hoy. Me quedaría sentada y dejaría que hiciera las cosas a su manera. Tenía todo el tiempo del mundo para Edward y sus excentricidades.

Ayudé a Vanessa salir del coche, tomé su manita, y esperé a que Edward sacara la manta y la cesta de picnic y dirigiera el camino. Nos llevó a un corto recorrido desde el coche a un pequeño grupo de árboles en las afueras de la vegetación. 

Cuando Vanessa tiró de mi mano, la levanté y la abracé con fuerza, dándole tiempo a Edward para que estirara la espesa manta de lana y estableciera la cesta.

Vanessa se retorció para que la soltara y, de mala gana, la dejé ir. En el momento que se escapó de mi mano, sus pequeñas regordetas piernas la alejaron de nosotros a una velocidad sorprendente para una con pies tan pequeños. Un jadeo se me escapó, y fui a correr tras ella, pero Edward me detuvo con una mano en el brazo. 

—Ella está bien. Nunca se va muy lejos.

Él era su padre. La conocía mejor que yo, pero aun así, me preocupaba. 

—¿Estás seguro? —le pregunté vacilante mientras mantenía un ojo en ella. 

Había encontrado una hoja que era de su agrado. Sabía esto porque se había quedado embelesada, sonriéndole como si se tratara de un rubí brillante en el sol. La sostuvo delicadamente en su desgarbada mano y se volvió, volviendo a nosotros a la carrera con la mano levantada sobre su cabeza para mostrarnos su botín.

Mi corazón acelerado se desaceleró.

 Miré a Edward, que sonreía a la niña.

—Gracias, Nessa. Es encantadora.

Ella salió corriendo por segunda vez, pero vi que se detuvo a la misma distancia de antes, como si conscientemente supiera que ir más lejos era ir demasiado lejos.

Una cálida mano se cerró alrededor de la mía y me di la vuelta. Edward señaló la manta. 

—Siéntate.

Estaba a punto de decirle que no necesitaba ayuda para sentarme, pero cuando me di cuenta de que llevaba puesto un vestido, decidí no hacerlo. No quería enseñarle a Edward mis bragas blancas sin marca. Hoy no, de todos modos.

Con su ayuda, me senté con tanta gracia como me fue posible sin mostrar mi ropa interior, y él se sentó tan cerca de mí como pudo sin llegar a tocarme. Era un día precioso, y con los árboles actuando como sombra, era positivamente encantador. 

Los dos giramos la cabeza para observar a Nessa mientras jugaba a una distancia segura y cercana. Edward abrió la cesta de picnic, comenzó a sacar elementos, y me los entregó a mí.

Cuando Edward le dijo a Esme que habíamos planeado robarle su pupila durante la tarde, ella insistió en elaborar una cesta de picnic para nosotros en vez de tener que comprar algo de comer. A mí me pareció bien. Quiero decir, Esme me había hecho tostadas en alguna ocasión, y era bastante buena en ello. Estaba segura de que podía hacer sándwiches con facilidad. A los diez minutos, tuvimos una cesta de picnic relativamente llena, una muñeca y una pelota para que jugara Vanessa si se aburría, su frazada en caso de que se sintiera con sueño, y botellas de agua de las que beber.

Mientras Edward me entregaba productos, yo los colocaba delante de nosotros. 

Esme había hecho bien en empacar patatas fritas, bolsitas llenas de rodajas de manzana, fresas, palitos de zanahoria, rebanadas de pepino, cuadrados de queso, y galletas saladas finísimas, sándwiches, algunos de los ridículos muffins de arándanos de Carmen, y, por último, pedazos de brownie del tamaño de un bocado. Sacó botellas de agua y me entregó una. La abrí, sorbiendo lentamente, mirándolo por el rabillo de mi ojo.

Se quitó la chaqueta, colocándola encima de la cesta para que no tocara el suelo, luego se quitó los gemelos y se enrolló las mangas de la camisa hasta los codos.

—Tengo mi primera pregunta. —Sonreí para mis adentros—. ¿Siempre vas en traje?

Él inclinó la cabeza. 

—Sí, la mayoría del tiempo.

Esperé por una explicación.

No obtuve nada.

Mis ojos se estrecharon, le hice señas con las manos para que me dijera más.

Sus cejas se levantaron. 

—Eso es. No hay más.

Me burlé. 

—Oh, vamos a tener que hacerlo mejor. ¿Por qué llevas trajes todo el tiempo? ¿Tienes algo más que no sea atuendos de negocios? ¿Qué hay de un par de vaqueros? 

Miró a su hija, que había recogido un grupo de hojas, y respondió: 

—No sé por qué llevo traje todo el tiempo. Es una costumbre, supongo. Y sí, tengo otras prendas de ropa, incluyendo un par de vaqueros.

Oh mi.

Lo que daría por ver ese culo en un par de vaqueros bien ajustados. ¡Gah!

—Está bien. —Estaba satisfecha con esas respuestas. Abrí una bolsa, agarré un trozo de queso, y me lo tiré a la boca—. Ahora tú me haces una pregunta a mí.

Él no respondió durante mucho tiempo, y por un momento, pensé que no lo haría, pero luego abrió la boca y habló, clínicamente. 

—¿Amabas a tu madre?

Mi ceño se frunció.

¿Qué clase de pregunta es esa?

Le respondí con facilidad:

—Por supuesto que amaba a mi madre. Ella era la mejor. Su nombre era Rene, y soy igual que ella.

—Era hermosa entonces —pronunció Edward, casi para sí mismo, y me volví a la 
vieja yo, girando la cabeza para ocultarme detrás de mi cabello.

—Ella era hermosa, ¿pero sabes lo que la hacía deslumbrante?

—¿Qué?

Me volví hacia él. 

—Su sonrisa. —Sonreí—. Era contagiosa. Y cuando reía, todo su cuerpo se estremecía en un alegre, coreografiado movimiento. Era como si bailara con su risa. 

Sonreía todo el tiempo, incluso cuando era difícil, y también se reía mucho. 

Mi garganta se espesaba cuanto más hablaba de ella. Terminé en un susurro:

—Ella era puro sol.

—Y entonces murió. —Fue tan morboso, tan lúgubre que hice una mueca.

—Y entonces murió —confirmé con un movimiento de cabeza—. Todo sucedió tan rápido. Fue al médico con dolores de estómago e hinchazón, y fue mal diagnosticada al principio. Cuando nos enteramos de que tenía cáncer de intestino, ya era demasiado tarde. Nos dijeron que duraría tres meses. —Fruncí el ceño ante el recuerdo—. Apenas llegó a dos.

—Lo siento.

Me encogí de hombros justo cuando Vanessa regresaba con otro grupo de hojas para agregar a la pequeña colección que había reunido. Esta vez, se sentó, justo en mi regazo, y alcanzó la bolsa de rodajas de manzana. La abrí para ella y le entregué una rodaja, abrazándole su vientre con un brazo y apoyando la mejilla en su cabeza. 

—¿Qué hay de tus padres, Edward? No los has mencionado.

—Están muertos —afirmó él sin emoción.

Le devolví su pregunta. 

—¿Los amabas?

Agarró una brizna de hierba, su ceño juntándose. 

—No entiendo el amor —comenzó—. El amor es sólo una palabra.

Mis cejas se levantaron en sorpresa. Podía ver que amaba a Vanessa, la amaba con todo lo que tenía dentro de él. Podía ver que amaba a Alice, e incluso a Emmett a su manera. No entendía cómo una persona rodeada de gente que lo amaba no entendía el amor. 

—Pero tú amas Vanessa. Amas a Alice y a Emmett.

—¿Lo hago? —se cuestionó—. Me pondría en peligro para verlos felices. Daría mi vida para verlos a salvo. Lo haría. ¿Eso es amor? Quizás. —Su cabeza se inclinó hacia un lado—. Quizás es más.

Vanessa comía, balbuceando bajito, y entregándome cosas que encontraba fascinante, como la tapa de mi botella de agua. Medité sus palabras en silencio, y cuando creí haberlo entendido, hablé con suavidad. 

—Crees en el amor del verbo. No en el amor de la palabra. 

Su rostro se volvió y me miró como si se sorprendiera de que entendiera. Añadí:

—El amor, la acción. No amor, la emoción acuosa. 

—Sí —pronunció, asombrado.

Yo podría amarte, Edward Cullen.

El pensamiento me tomó por sorpresa. Me emocionaba y aterrorizaba al mismo tiempo.

Me mordí el interior del labio. 

—Entiendo.

Mi concentración estaba puesta en la niña, comiendo su peso en rodajas de manzana, pero sentía sus ojos puestos en mí. Girando mis dedos por los dulces rizos de Vanessa, la sostuve más cerca, usándola como una distracción demasiado linda.

La intensidad de su padre me estaba matando.

—Antes, cuando tenías un hogar, ¿planeabas ir a la universidad? —Su pregunta me sorprendió.

—Sí. —Sonreí abiertamente—. Iba a ser fotógrafa. Gastar todo mi dinero en una cámara y despegar, tomar fotos de esto y aquello. —Sonreí—. Vender mis fotografías por miles de dólares y ser la persona a la que acudir cuando la gente de Vogue necesitara inspiración. —Me reí para mis adentros—. Ese era el sueño, de todos modos.

—¿De qué sacarías fotografías?

Vanessa se había puesto el dedo en la boca, agarrado su frazada, e instalado en mi pecho, apoyando la cabeza en mi hombro. La besé en la frente. 

—Quería tomar fotos al azar. Imágenes de personas y situaciones que hicieran a las personas mirar dos veces. Quería ser temeraria e imprudente, y hacer tomar conciencia de temas que a menudo se olvidaban. —Me encogí de hombros, haciendo que Vanessa saltara accidentalmente—. Oh, lo siento, cariño —le susurré—. Quería hacer una diferencia.

Vanessa, cansándose de mi charla y movimiento, se levantó por sí misma y se arrastró hasta su papá, que ya tenía los brazos abiertos para ella. Él los envolvió alrededor de ella, abrazándola, y en el momento que ella metió la nariz en el lado de su cuello, cerró los ojos y suspiró, dormitando casi de inmediato.

Sonreí a la pareja. Pero la visión desencadenó mi siguiente pregunta. 

—¿Dónde está la madre de Vanessa? —pregunté con cautela—. Sé que vive con ella pero nadie la menciona.

Sin pensarlo, él respondió a través de un gruñido:

—La madre de Vanessa es una excusa pobre de un ser humano, y en cuanto se presente la oportunidad, Nessa vivirá conmigo permanentemente.

Estuve momentáneamente aturdida. Fue la mayor emoción que había visto salir de él. No podía entender lo que le había hecho la mujer para que la odiara tanto. 

Tenía que preguntar: 

—¿Qué hizo?

Sus labios se hicieron más finos y sus fosas nasales se movieron, como si estuviera teniendo dificultades para controlarse a sí mismo. 

—Irina pensó que podría extorsionarme por quedar embarazada. Manipulaba los condones, y nunca pensé en cuestionarla. Nunca tuve que cuestionar a una mujer antes. Ella me enseñó cuán astuta podía llegar a ser una mujer. —Negó con la cabeza—. La mirada de asombro en su rostro cuando le dije que quería al bebé fue divertida. Después de eso, exigió dinero para no interrumpir el embarazo. —Besó la cabeza de una Vanessa dormida—. Ella nunca quiso a Vanessa. La desprecia. Esme no es sólo la niñera de Vanessa. —Me lanzó una mirada feroz—. Es su guardaespaldas.

—Oh, Dios mío —susurré con la cara pálida—. ¿Le ha hecho daño?

—No, no se atrevería. No con Esme alrededor. —Reacomodó a la niña, manteniéndola cerca—. Es la razón por la que la contraté. Esme es una marine retirada. Le expliqué nuestra necesidad de alguien que pudiera actuar bajo presión. No deja que Vanessa salga de su vista. Nunca.

Mis hombros cayeron del alivio. 

—Espero nunca tener que conocer a esta mujer. Me encantaría darle un pedazo de mi cabeza.

—Vas a tener que ponerte a la cola —pronunció él, y la confusión se extendió a través de mí, porque sonaba como si hubiera hecho una broma.

Nunca bromeaba.

Trabajé en desenvolver un sándwich y le entregué la mitad. Lo tomó sin decir una palabra y comimos en silencio un rato antes de que pensara en otra pregunta. 

—Espero que esto no suene grosero, pero me lo he estado preguntando. —Sonreí a través de una mueca, sabiendo que sonaría grosero—. ¿Qué es exactamente lo que haces en el club?

Sus ojos se clavaron en los míos, y sonreían. 

—Por la noche, mantengo un ojo en los clientes. Estoy atento a los problemas. Me aseguro de que la gente esté divirtiéndose. Durante el día, me ocupo de los libros, las transacciones y tal.

—Contable de libros. —Solté un bufido ligeramente—. ¿Quién lo hubiera pensado? Cuando pienso en un contador de libros, veo a un hombre de mediana edad calvo con un abdomen abultado, no a alguien como tú. 

—¿Como yo? —preguntó, su perplejidad evidente.

Puse los ojos en blanco ante su intento de modestia. 

—Vamos, Edward. Debes saber que eres hermoso. Si tus ojos no pudieran hipnotizar a las mujeres, el resto lo haría con seguridad.

Sus cejas se levantaron. 

—¿Crees que soy guapo?

Le hubiera dado un golpe con la mano si no fuera por la dulce niña actualmente usándolo como un colchón. En cambio, agarré mi botella de agua y tomé un sorbo, manteniendo mis ojos en él. Parecía sincero en su incredulidad de que lo fuera a encontrar atractivo.

La vida tenía esta forma de sorprenderte. Estarías sentado allí, perdido en un momento, cuando de repente, una sensación de frío se extendería por todo tu abdomen y te preguntarías a ti mismo si alguna vez habías vivido un día de tu vida.

Estar vivo era fácil. Vivir, por otro lado... bueno, eso era un poco más difícil.

Coraje se levantó de muy dentro de mí, y mi corazón latía con fuerza. No tenía nada que perder, así que fui a por ello.

—Eres el hombre más guapo que he visto en mi vida, Edward. Sin duda alguna.

Él me miró parpadeando durante un largo rato, y luego volvió la cabeza, mirando hacia la vegetación abierta. Su rostro estaba atrapado en un ceño fruncido. 

Luego murmuró: 

—Está bien.

Salió de una manera que casi sonaba como si se estuviera tranquilizándose a sí mismo, y me dolió el corazón. Esperé un rato, pero parecía que había acabado de interrogarme. Me aproveché. 

—Háblame de tu familia.

Dio un largo suspiro y comenzó a hablar mientras exhalaba. 

—Emmett es un imbécil. Eso es todo lo que quiere que la gente sepa de él. Él tenía veintiuno cuando mi padre murió, y se hizo cargo de todo. Perdió gran parte de su juventud tan de repente que no creo que alguna vez se haya recuperado de la pérdida. Mi madre se fugó cuando yo tenía ocho años. Nunca la vimos de nuevo. Eso afectó a Alice relativamente fuerte. Era la favorita de mamá. —Un latido sordo trabajaba en mi pecho. Lo sentía por esta familia—. Alice puede parecer dura, pero es una de las personas más generosas que conozco. Cuando ama, ama tanto que duele. Y estoy agradecido por ello.

Sonreí al oírle hablar de su hermana. 

—¿Por qué no tiene novio?

—Como he dicho, ama tanto que duele. Y Alice ha amado a Jasper desde que éramos niños.

Me incorporé en ese punto con la boca abierta. 

—¿Qué? ¿Jas Jasper? ¿Ese Jasper? 

—El único. —Él estaba disfrutando de mi asombro. Podía decirlo.

Me quedé de piedra por esta información. Farfullé: 

—¡Pero ni siquiera se gustan!

—Por el contrario —reveló Edward—. Jasper ama muchísimo a Alice. De hecho, pasa todas las noches en su cama.

Jadeé de la incredulidad. 

—¡De ninguna manera!

Se encogió de hombros, sus ojos encendidos de alegría. 

—Ella piensa que nadie lo sabe, pero a menudo, cuando no puedo dormir, camino alrededor del complejo y su coche está estacionado enfrente de su casa. Cada noche.

Oh, Dios mío. Ese era con quien estaba la noche anterior. El dios que la mantenía despierta con sus habilidades de la lengua era Jaz. Pero entonces…

—Pero Alice lo hace parecer un mujeriego. —Estaba desconcertada.

Edward asintió.

—Lo es.

Me estaba empezando a doler la cabeza. 

—No entiendo. ¿Por qué aguantaría eso? Yo no lo haría. Estaría de patitas en la calle.

—El amor —aconsejó él suavemente—, es una palabra de hacer. Y a veces las personas que menos lo merecen son los que más lo necesitan.

Él tenía razón, por supuesto. Esta conversación que estábamos teniendo era fácil. Casi demasiado fácil. Estaba reconociendo que Edward Cullen era un libro abierto. 

Sólo necesitaba descubrir el idioma en que estaban escritas sus páginas.

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Hola todas que les pareció ahora sabemos un poco de la mamá de vanessa nos vemos el lunes. 

13 comentarios:

carola dijo...

Me encanto que en este capitulo hayamos conocido un poco mas de cada uno. Gracias por el cap.

MELANY dijo...

K cosas ese Ed no habla pero cuando cuando lo hace es de 😲

Chayley dijo...

Me encanTa encanta esta historia. Nunca tengo suficiente. Besos

Unknown dijo...

Buenisima, me he vuelto adicta.Actualiza pronto. Adios.

saraipineda dijo...

XD mucha información jajajajajjj sacadas con cuchara jajajaja adoreeeeeee el cap nena Graciassssssssssss Graciassssssssssss

cari dijo...

GRACIASSSSSSSSSSSSSSSSSSSS ❤❤❤❤❤❤❤❤❤😘💕

Unknown dijo...

Muchas gracias por el.capitulo me.Encanta hasta el lunes nena xoxo

beata dijo...

Me encantó y además aprendí un nuevo concepto.

Unknown dijo...

Aaaa!!!
Mi edward me imaginé su cara de incredibilidad ante lo que dijo bella, ay!!! Yo lo habría besado.
Ay!!! En vdd ya quiero que bella le diga lo que siente. AMO ESTA HISTORIA!!!
Pero pobre de Alice :/ espero que Jas se dé cuenta de lo que va a perder pero yo recuerdo que en un capi bella decía que Jas la veía con amor a Alice... entonces por qué no son nada??
Pff... haber qué tal el desarrollo entre ellos :D

Kari Salinas dijo...

Gracias por el capítulo

crysty.katy dijo...

jas en serio tienes a alice dios porque buscar otras tienen que ser hombres gurrr

Adriu dijo...

Holaaa
Genial este capítulo... Amo a Edward también un hombre que sólo dice la verdad y no busca engañar...de esos quiero jaja
Me encanta la historia
Saludos de mi lindo Ecuador

TataXOXO dijo...

Ouch, parece que los dos sacaron cosas que querían saber del otro, sólo espero que las cosas sigan tan bien, y que Irina no aparezca nunca....
Besos gigantes!!!!
XOXO

ORACION A MI SEXY VAMPIRITO

Edward de mi guarda
De mi sexy compañia
Bebete mi sangre
De noche y de Dia
Hasta que caiga en tus brazos
Y sea tu marca de heroina