jueves, 5 de julio de 2018

Un Alma Compartida Capitulo 20

Isabella

Condujimos de regreso a Bleeding Hearts en silencio. Jasper captó la mirada de pánico en mis ojos y me arrastró dentro del coche. Edward estaba conduciendo antes de que la puerta del pasajero incluso se cerrase.

—¿Qué pasó? —preguntó Jasper mientras Edward mantenía sus ojos en la carretera.

Desenganche la cámara oculta y se la di de regreso.

—Nada.

Era estúpido mentir. Jasper vería qué sucedió cuando mirara la filmación. Creo que parte de mi esperaba que no lo viera hasta el final.

No. Esperar era una palabra muy débil. Estaba rogando que no lo viera hasta el final.

De haber sabido que el tipo de los sándwiches iba a estar en el Beso de Afrodita, nunca me hubiera ofrecido para jugar a la espía. El hombre me había humillado ahora en dos ocasiones. Él se iría a dormir esta noche sin darle importancia, y a mí me atormentaría por un tiempo venidero. Sabía que le estaba dando poder al hacer eso, pero diantres, era difícil detenerme.


Mientras llegábamos de nuevo al club, Edward me ayudó a salir del coche, y sin quererlo, me pegué a él, envolviendo mi brazo alrededor de su cintura y alzando mi mirada, una mirada de súplica en mis ojos, pidiendo permiso en silencio.

No me decepcionó. Me dio lo que necesitaba, su brazo se apretó a mí alrededor, apretándome contra él.

Un suave suspiro escapo de mí. Cuando Edward me sostenía, sentía como si nada pudiera tocarme. Interpretaba bien el papel de protector y a pesar de que luchaba contra el hecho de que lo necesitaba, me hacía sentir que valía algo y que era más de lo que había sido en años.

Entramos y bajamos por el largo pasillo hasta la oficina de Emmett. Jasper abrió la puerta y Emmett hizo una pausa de medio segundo. Alzó la vista de su estado pensativo y sus ojos se posaron en mí, sus labios se curvaron.

Estaba comenzando a cansarme de verdad de su mierda. No podía descubrir qué tenía en mí contra. Primero, pensé que era debido a todo lo que pasó con su billetera, pero mientras el tiempo pasaba, veía que era más que eso. Sólo que no podía identificar el qué.

Emmett pasó su mirada de mí al brazo de Edward, que estaba fuertemente alrededor de mis hombros, luego hacía Jasper, a quien le preguntó amablemente:

—¿Lo tienen?

Jasper le expendió la cámara-botón, sacudiéndola suavemente antes de darle la vuelta al escritorio de Emmett para conectarla a su computadora. Trabajó rápidamente, abriendo el archivo. Antes de apretar el botón de reproducir en el reproductor, Jasper miró hacia mí.

—Creo que Alice va a querer ver esto.

¿Esto va a ser una reproducción grupal?

Mi corazón dio un vuelco, pero tomé la indirecta y encontré a Alice sentada en la esquina oscura de la barra, sorbiendo un whiskey sour. Tan pronto como me vio, su rostro se iluminó. Se puso de pie, caminó hacia mí y tomó mi brazo.

—Finalmente —murmuró—. Mientras tú has estado fuera pretendiendo ser Maxwell Smart, he estado muriendo de aburrimiento. ¿Por qué consigues toda la diversión?

—¿Quién diablos es Maxwell Smart? —pregunté y ella ahogó una risa, ignorando mi pregunta.

Una simple mirada por el lugar y supe lo que quiso decir. No teníamos casi ningún cliente.

Encaminé a Alice por el largo pasillo, pero antes de seguirla dentro, me detuve un momento, retrocediendo. Mis nervios crepitando.

—Te dejaré aquí.

—¿Qué? —preguntó, su ceño fruncido distorsionando su lindo rostro—. Siéntate conmigo.

No era una petición. Alice no preguntaba.

Ordenaba.

La indecisión me retuvo hasta que, finalmente, tragué fuerte, caminé hacia la oficina y cerré la puerta detrás de mí. Edward se sentó en la silla de invitados, al lado opuesto de Emmett. Jasper se quedó de pie, mientras Alice se sentó en el brazo de la silla de Edward.

Me acomodé en la parte trasera junto a la puerta, sintiendo frío y abrazándome.

La filmación era superflua hasta que el acto comenzó. Al segundo que ChaCha apareció, Alice escupió una cadena de escandalosas e imaginativas, maldiciones. Emmett lucía listo para dispararle a alguien. Llamada ChaCha.

Veinticinco minutos de filmación después, salté rápidamente desde mi esquina.

—Eso es todo —comencé—. Me levantaré para irme en un minuto.

Jasper se dirigió hacía Emmett.

—Es un espectáculo —expresó con un pequeño encogimiento de hombros, como si no fuese la gran cosa.

Alice comentó sobre ello.

—Sí, es un espectáculo —comenzó—. Pero viste cómo reaccionaron los hombres. Era positivo y brillante. No sórdido. Y la manera que arreglaron el lugar —miró a Emmett—, lucía bien.

Emmett asintió como si estuviese respondiendo a una pregunta no hecha.

—Tenemos que mejorar nuestro espectáculo, mejorar nuestra imagen. Vamos a perder más negocios si no les damos algo de qué hablar.

Mientras la conversación sucedía. Estaba mirando el reproductor, que aún reproducía el archivo, con mi cuerpo helado por la ansiedad. En la pantalla, me acababa de levantar de la mesa en El Beso de Afrodita y estaba yéndome cuando…

—Oye, te conozco —se escuchó alto y claro—. Eres la chica sin hogar.

Toda la conversación se detuvo. Todos los ojos se giraron hacía la pantalla.

—Por favor, apágalo —rogué en un susurro, mi voz temblando.

Pero nadie escuchó. Estaban muy cautivados por el altercado sucediendo en la pantalla.

—Que mal que ya no estés hambrienta. —Mordí el interior de mi labio, mi corazón se aceleró—. Demonios, eres bonita —mi garganta se cerró y mis brazos se apretaron alrededor de mi cuerpo—. Me estoy arrepintiendo de no haber aceptado tu oferta esa noche. Mi polla ruega por tu boca, muñeca. —Lagrimas llenaban mis ojos y los cerré fuertemente, quitándole la satisfacción de hacerme llorar por sus acciones una vez más—. ¿Qué haría falta para que la oferta estuviera de vuelta?

—Que el infierno se congelara, sucio idiota.

Escuché el suave sonido de alguien levantándose de su silla. Sabía que estaba frente a mí incluso antes de que abriera mis ojos. En su lugar, los mantuve cerrado aún más fuerte.

—Lo siento —le dije.

Me escuché en la computadora.

—¿Es así como dejan que los hombres traten a las mujeres en su club?

Me encogí, golpeando mi cara con mis manos, sabiendo lo que venía a continuación.

—No, gracias. Llevaré mis asuntos a Bleeding Hearts.

Hablando a través de mis manos, dejé salir un silencioso:

—Oh, Dios.

Escuché a alguien reírse quedo. Alice lo golpeó.

—¡No es gracioso! —lo acalló antes de que pudiera humillarme aún más.

Emmett habló.

—Sé que no es gracioso. No me estoy riendo porque sea cómico. —Su voz contenía una nota de burla—. Sí, ahí se van el resto de nuestros clientes.

—Cállate, Emmett —siseó Alice. Su voz se suavizó de gran manera cuando preguntó—. Isabella, ¿conoces a ese tipo?

Negué con la cabeza.

Cuando Edward habló, sentí su furia.

—Dijiste que no había pasado nada. Eso no era nada.

Fue entonces cuando abrí mis ojos y, tristes como estaban, se fijaron sobre Edward.

—No quería que escucharas lo que dijo.

—¿Por qué? —preguntó, bordeado de furia.

Mordí el interior de mi labio y hablé a través del nudo en mi garganta

—Porque lo que dijo… —Oh, Dios, estaba tan avergonzada—. Es verdad

Sollocé, la primera de muchas lágrimas deslizándose por mí, realmente, roja mejilla.

—Es el dueño de un bar de sándwich. Le pedí comida. Me dijo que le chupara la polla. Primero, dije que no, pero… —escapó de mí una maltrecha respiración—. Pero estaba tan hambrienta, Edward. Tan hambrienta —me apresuré—. Y cuando finalmente accedí, me dijo que era demasiado tarde y me dejó llorando en la calle.

Bajé mi mirada al suelo.

—Él no consiguió su mamada. Y yo no conseguí nada que comer —mi voz descendió a un susurro—. Ese fue el día antes de que te conociera. Por eso robé la billetera de Emmett. —Alcé la vista a través de mi borrosa visión para quedar atrapada por Emmett. Mi susurro fue quebrado—. Estaba desesperada.

Nadie habló por un rato. No quería que nadie hablara. No quería miradas de lastima. No quería simpatía. Quería irme a casa.

—Está bien —murmuró Edward suavemente.

Era casi como si leyese mi mente, porque se dirigió hacia los otros en la habitación y dijo:

—Voy a llevar a Isabella a casa.

Incluso aunque no estaba pidiendo permiso, Emmett se lo dio de la única manera que imaginé que pudiese.

—Sí, lo que sea. No es como si tuviéramos clientes a los que servir.

Condujimos en un largo y cómodo silencio, estrechando nuestras manos sobre la consola central.

Cuando llegamos a casa, nos preparamos para irnos a la cama. Edward se desvistió completamente hasta quedar en bóxer, sin temor por deslumbrar mis suaves sensibilidades, y yo me vestí con mi “horrible” pijama amarillo. Edward le puso el seguro a la puerta del dormitorio, abrió el sofá, se acostó y apagó su lámpara. Mi lámpara siguió su ejemplo mientras me subía a la gigantesca cama tamaño King.

Me quedé recostada allí un tiempo, incapaz de poder ponerme cómoda o conciliar el sueño.

Tomó una larga y severa charla mental, pero tomé mi decisión.

Me deslicé fuera de la cama, me dirigí hacia el sofá-cama y me subí sobre el colchón. No fue ni un poco sorprendente de que Edward hubiera predicho mi movimiento, y hubiera apartado las sabanas para dejarme entrar. Me acurrucó, envolviendo un brazo alrededor de mi cintura y jalándome hacia su cálido y fuerte cuerpo.

Su esencia era cálida y masculina. Estaba calentito, y su duro cuerpo rodeo el mío. Me calmó. La comodidad de llego inmediatamente y bostecé.

Sentí los labios de Edward presionados suavemente en la base de mi cuello.

—Buenas noches, Isabella.

—Buenas, cariño. —Mis ojos se volvieron pesados, y rápidamente, caí dormida.

Dormimos de esa manera hasta el amanecer.

A la mañana siguiente, mientras salía del baño vestida con mis pantalones de yoga negros y mi camiseta de un hombro caído blanca, me vi obligada a detenerme porque Edward que estaba sentado al borde de la cama, esperándome.

Cepillando mi cabello húmedo, sonreí suavemente frente a la visión de él en sus pantalones de ejercicio, camiseta y sudadera.

—Buenos días.

Arqueó su ceja, se puso de pie y caminó hacia mí, con una pequeña caja turquesa en sus manos. Sus pasos eran pesados y había un decisivo brillo en sus ojos cuando se detuvo a centímetros de mí. Entonces supe lo que iba a suceder a continuación.

Edward se inclinó y se acercó, y pude aspirar su cálida y masculina esencia, cerré mis ojos, esperando el beso que había deseado toda mi vida.

Me puse de puntillas con mi rostro estirado, lista para recibirlo.

Este beso sería el beso con el que juzgaría a todos los demás. Lo sentía en lo profundo de mis huesos. 

Este beso sería decisivo. Este beso me llevaría al límite y por fin caería enamorada de Edward Cullen.

Este beso…

Nunca ocurrió.

Sus manos se deslizaron, ligeramente, anudando algo detrás de mi cuello.

Miré hacia abajo.

Un ancla de plata en una larga y delicada cadena de plata se encontraba posada sobre el valle entre mis pechos. La decepción de no ser besada se disipó, pero solo ligeramente.

—No es mi cumpleaños —le dije.

Resultó que no necesitaba un beso decisivo para caer enamorada de Edward Cullen. Sabía eso, porque lo que dijo después selló el asunto.

—Esto es por todos los cumpleaños que te has perdido. —Se acercó para acariciar el colgante de ancla, su dedo rozando, accidentalmente, la parte superior de mi pecho—. Por los cumpleaños que no fueron reconocidos como deberían haberlo sido.

Mis ojos comenzaron a humedecerse.

¡Ugh! No de nuevo.

Me estaba volviendo un desastre lloroso. No quería llorar, pero este momento era más de lo que jamás hubiese esperado en toda una vida, y el regalo sincero de Edward me tenía al límite.

El hombre no tenía idea de cuán encantador era, y lo probó cuando me atrajo contra él, abrazándome y hablando suavemente.

—Por favor, no llores, Isabella. Lo siento. No soy bueno con las palabras.

Me reí a través de las lágrimas de lo absurdo de su declaración. Acuné sus mejillas, atraje su rostro hacia abajo y presioné un suave pero ligero beso en su boca. Me retiré, notando su falta de asombro pero decidí ignorarlo. Toqueteé el colgante y dije con alegría.

—Lo adoro, Edward. Gracias. Nunca me lo quitaré.

Más tarde esa noche, después de otra noche en el club con sólo un puñado de clientes habituales, Edward y yo nos marchamos un poco después de las dos de la madrugada.

Noté que algo estaba sucediendo.

Durante el viaje en coche a casa, entrelazamos nuestras manos sobre la consola central, y una vez en casa, nos desvestimos y nos fuimos a nuestras propias camas. Apagamos las luces y nos acomodamos.

Quince minutos pasaron y no podía dormirme.

Me mordí el interior de mi labio antes de decir en la oscuridad:

—¿Edward?

Su inmediato gruñido en respuesta me dijo que no había caído dormido aún.

Y fui por ello, de lleno.

—Ya sabes, hay mucho espacio en esta cama para ambos.

Lo siguiente fue un largo silencio y quería golpearme en la frente.

Presioné demasiado.

Justo cuando estaba abriendo mi boca para lanzar un incómodo buenas noches, escuché el roce de las sábanas. Vi la sombra de él acercándose a la cama. Dio la vuelta por el lado izquierdo y se deslizó debajo de las mantas. Mi alivio fue evidente, me acerqué a él y me acomodé a su lado. Mi cabeza en su pecho y mi brazo descansando sobre su abdomen.

—¿Esto está bien? —pregunté, sabiendo muy bien que estaba perfecto.

Su fuerte brazo me rodeó y suspiró.

—Perfecto.

Sonreí sobre el pecho desnudo de Edward, inhalando su cálida esencia y me dormí esperando poder irme a dormir sonriendo más a menudo.

***

Encontrar un momento a solas no fue difícil entre las diez y las doce. Esas eran las horas en que Edward desaparecía para hacer ejercicio. Siempre se iba a las diez y volvía a las doce, en punto. No sabía qué le gustaba hacer para ejercitarse. Sí sé que, sea lo que sea, lo hacía volver sudando mucho.

Me quedó en claro en más de una ocasión que Edward me parecía atractivo. Era, de lejos, el hombre más apuesto que conocía. Con ojos dorados, las facciones angulosas, cabello oscuro y a la moda, y su alto y esculpido cuerpo, me encontraba preguntándome lo que se sentiría estar debajo de ese cuerpo, desnuda y sudando por otro tipo de ejercicio.

Cuando Edward llegaba a casa, con la ropa pegada al cuerpo, mi boca se hacía agua y no podía contenerme.

Edward era sexy, así de simple.

Con el arreglo para dormir ahora como algo permanente, no me era indiferente que despertaba con una gran erección contra mi trasero, o mi pierna, o donde terminara apoyada en la mañana.

Ambos nos portábamos bien, no le prestábamos atención, pero sabíamos que estaba ahí. Era obvio, de una forma dolorosa.

Pero esta mañana fue algo distinto. Acababa de despertar, con esa dura polla presionando contra mi trasero por tercer día consecutivo, actué inconscientemente en mi estado de vela, arqueé la espalda y dejé salir un suspiro de felicidad mientras su firmeza se frotaba contra mí de la forma más deliciosa.

Por un momento, creí que Edward era un sueño.

Obviamente, me equivocaba.

Mi cuerpo, actuando por cuenta propia, se apoyó contra él, otra increíble vez, y Edward suspiró de placer. La cavidad oculta entre mis piernas tembló suavemente, y de repente sentí calor en todo mi cuerpo. Una necesidad se metió en mí, y antes de saberlo, quería esa polla dura dentro de mí, llenándome y estirándome.

En ese momento Edward se retiró suavemente y, un segundo después, oí la puerta del baño cerrarse. Abrió la ducha, y entonces me desperté, comprendiendo lo que había sucedido.

Mi rostro y cuello ardieron de vergüenza.

Había frotado a Edward dormida.

Eso no es muy amable, Isabella.

Pensé en disculparme, pero sabía que sería tan incómodo como la situación misma. Entonces hice la segunda mejor opción, la que Edward y yo hacíamos bien.

Fingí dormir, hice como que nunca había sucedido, respirando tan pesada y lentamente como pude mientras Edward salía del baño.

Oí la ropa moviéndose, se abrió la puerta del dormitorio, y me encontré sola en un cuarto para dos.

Me volví para estar sobre mi espalda y suspiré. Mis dedos se deslizaron por mi estómago, bajo mi pijama y mis bragas hacia el lugar donde más lo necesitaba. Cerrando los ojos, pensé en los largos dedos de Edward, sus labios carnosos, y su firme trasero mientras me liberaba. Pero no fue tan bueno.

La satisfacción que necesitaba no llegó.

Esperé a oír la puerta trasera antes de levantarme. Me duché rápidamente, abrí las cortinas y me senté en el medio de la cama, con las piernas cruzadas. Mi teléfono frente a mí, miré la tarjeta de negocios y consideré hacer la llamada.

Mi estómago se encogió mientras levantaba el aparato y marcaba. Sonó dos veces antes de que respondiera con un suave saludo.

—Soy Isabella —comencé. Me mordí el labio y le dije lo que necesitaba—. ¿Recuerdas esos anticonceptivos que me decías? Estoy lista para verlos.

Siguió un silencio, luego me dijo a dónde tenía que ir.

—De acuerdo. —Quería sonreír, pero no pude porque tenía el corazón en la garganta—. Gracias Laurent.

Sin dudar, llamé a Alice y le pedí un favor. Necesitaba que me llevaran.

La clínica era pequeña pero limpia, y una mujer vestida con uniforme me llevó a un cuarto vacío. No quería ir sola. Alice estaba en una de las sillas, mirando su teléfono.

Tragué duro.

—Oye —dije, con la lengua pegajosa—. ¿Vienes?

Ella me miró, estudiándome un momento antes de notar el miedo en mis ojos. Se puso de pie, y suspiré de alivio mientras me seguía a la consulta.

Esperamos en silencio total. Después de unos minutos, una mujer con un rodete desordenado y pantalón rosado entró, sonriente.

—¿Isabella? —Miró de mí a Alice, insegura de cuál de las dos era su paciente.

—Soy Isabella —dije, sentándome más derecha y levantando la mano como una colegiala.

Su sonrisa se amplió al sentarse.

—Hola Isabella. Soy la doctora Victoria. Mi hermano me llamó. Me dijo que necesitabas un DIU.

Hizo una pausa y preguntó:

—¿Puedo saber por qué un DIU y no un implante?

Esperen… ¿Laurent es su hermano?

No se parecían en nada.

Retorcí mis manos en nerviosismo y le dije:

—Dura más.

Asintió comprensivamente y comenzó a escribir en su ordenador.

—No los tenemos a mano, por supuesto. —Mi rostro cayó, pero ella prosiguió—. No me preocuparía por eso. Te daré una receta y te enviaré al lado. La farmacia tiene muchos. —Suspiró alegremente—. Tengo que decirte Isabella, no me gusta hacer estas cosas con prisas. En un escenario normal, haríamos un examen completo, un papanicolau, y exámenes de enfermedades sexuales antes de insertar el DIU.

Me miró amablemente y preguntó:

—¿Supongo que no volverías en una semana?

Con la voz débil, hablé.

—Preferiría que no. Los doctores me ponen nerviosa.

Asintió comprensivamente.

—Entonces de acuerdo.

El rostro compasivo, habló suavemente:

—Pero no puedo hacer mucho sin un chequeo interno.

Sabía que eso vendría. Claro que tendría que mirarme ahí abajo. Era donde sucedía todo el asunto.

La doctora Victoria me llevó detrás de una cortina, indicándome que me quitara los vaqueros y las bragas antes de poner una sábana sobre mi mitad inferior. Hice lo ordenado con tranquilidad sabiendo que Alice estaba a un grito de distancia.

El examen fue corto y relativamente indoloro y, satisfecha con el resultado, la doctora Victoria me dejó vestirme, dejando un vaso de agua y dos analgésicos en la mesita. Las tomé, salí, y ella escribió en un papel que me dio.

—Ve al lado y pregunta por Marianne. Ella te llenará la orden en unos minutos.

Marianne era una mujer regordeta que parecía no sonreír mucho. Como la doctora dijo, me llenó la orden en unos minutos y, después, estaba otra vez en una camilla, medio desnuda y con una sábana.

Alice se quedó al otro lado de la cortina. La doctora y yo fuimos acompañadas por Jane, la enfermera que me había recibido. Jane me sostuvo la mano y me dijo que respirara hondo mientras me abrían con un aparato de plástico. La doctora me informó de cuándo mi pelvis cedería, haciendo que mi estómago me doliera mucho. Fue sincera y abierta, y parecía que sabía de lo que hablaba. El dolor no fue muy prolongado. De hecho, el aparato fue insertado en cinco minutos, y tan pronto lo sacó todo, el dolor desapareció.

—¿Eso es todo? —pregunté, sorprendida de lo bien que me sentía a pesar de tener algo insertado en mi útero.

La doctora bajó la sábana para cubrirme.

—Eso es todo —confirmó—. No te engañes. Sentirás unos dolores fuertes más adelante, cuando el implante se asiente. Recomiendo que tomes analgésico cada cuatro horas, incluso si crees que no es necesario. Ayudará con la inflamación.

Ella y Jane me dejaron para vestirme, dándome una compresa. Me vestí rápido para reunirme con los demás.

Alice levantó la mirada.

—¿Ya terminaste cariño? Sabes lo que dicen. Si no hay guante, no hay amor.

La miré.

—Cállate Alice.

Sonrió.

—Oh para. Sabes que me amas.

Sí que la amaba. Se estaba volviendo mi mejor amiga. No importaba que fuera mi única amiga mujer. Era comprensiva y divertida, y me escuchaba. Estaba agradecida de su amistad.

La doctora me advirtió.

—Tienes el guante, pero sin amor por una semana, ¿de acuerdo? No sin condón.

Mi rostro se puso rojo.

—Ni siquiera tengo novio. No habrá amor. —Me volví hacia Alice—. No habrá amor.

La doctora sonrió.

—Tendré los resultados de tu pap y test de enfermedades el lunes. Haré que Jane te llame. También, te programaré para una revisión en cinco semanas. Espero que mientras tanto mantengas un diario de qué tan seguido tienes pérdidas.

Abrí la boca para protestar, pero ella se lo esperaba, porque levantó la mano y me cortó.

—Es estándar. Tengo que asegurarme que se haya asentado bien. —Usó su táctica del miedo—. Si no asienta bien, puede infectarse en tu útero y tendremos que sacártelo quirúrgicamente. Ven a la revisión.

Su táctica funcionó, maldita sea. Accedí.

Desde el momento que Alice y yo salimos, me sentí mejor que en meses, y algo me dijo que todo mejoraría.

Debería haber escuchado a la doctora Victoria, pero siendo la rebelde que soy, no lo hice.

El consejo que no seguí volvió a atormentarme cuando me doblaba del dolor, una sensación de puñalada aguda en mi estómago. Pensé que me iba a desmayar.

Sosteniéndome a la barandilla de las escaleras, bajé lentamente, un escalón a la vez. Encontré a Edward en la cocina. Apenas me vio, dejó el periódico que estaba leyendo y se puso de pie.

—¿Qué te pasa Isabella?

Gemí, aferrándome a mi estómago.

—Necesito analgésicos. Ibuprofeno.

Me ayudó a sentarme antes de revisar en la caja de remedios.

—Sólo tengo acetaminofina —dijo, mientras la traía con un vaso de agua.

Sacudí la cabeza.

—No. Ibuprofeno. Tiene que ser anti-inflamatorio.

—¿Qué te pasa? —repitió, pero lo ignoré.

—Llama a Alice. —Hice una mueca mientras surgía otro retorcijón, que hizo que apretara los dientes.

Él hizo caso, y ella llegó poco después sosteniendo una caja blanca de pastillas en una mano. Sacudió la cabeza.

—¿Conque no escuchar al médico?

—¿Qué medico? —preguntó Edward.

Gemí en agonía, mi frente comenzando a sudar.

—¿Los tienes o no?

Suspiró.

—Sí, sí. Aquí están.

Dejó la caja en la mesa. La abrí con manos temblorosas y me metí dos en la boca, tragándolas en seco. Alice me chasqueó la lengua.

—¡Mírate! No haces caso, y ahora estás inutilizada. No trabajarás hoy. A la cama.
Pero Edward seguía con:

—¿Qué médico?

Alice se apiadó de mí y le mintió.

—Es ese momento del mes de Isabella. La llevé a una clínica a ver si hacían algo con sus dolores.

Esperaba que se contentara con eso como la mayoría de los hombres. No me gustaba mentirle. En cambio, se arrodilló a mi lado y apoyó una mano en mi rodilla.

—¿Y por qué no me lo dijiste?

—Es vergonzoso.

Gemí, masajeándome las sienes lentamente como mi madre hacía cuando me dolía la cabeza. Nunca se sintió igual cuando ella se fue. Sólo era eficaz cuando alguien lo hacía por ti.

Sacudió la cabeza, frunciendo el ceño.

—No, no lo es. Eres mujer Isabella. No puedes evitar menstruar. Es lo natural. —Luego me sorprendió aún más—. ¿Necesitas que vaya a la farmacia por ti?

Estaba dispuesto a ir a la tienda a comprarme productos de higiene femenina como si nada.

Edward era la definición de un hombre. Se lo había ganado. Ciertamente se comportaba como uno. No como esos nenitos que se encogían al oír “período”.

Pero la cosa era, que había usado mi única compresa y necesitaba más, dado que las pérdidas han sido profundas. Miré a Alice.

—¿Tienes compresas?

Sacudió la cabeza.

—Lo lamento nena. Soy una chica de tampones.

Miserablemente, me volví hacia Edward y asentí.

—Necesito compresas.

Su mirada se suavizó.

—De acuerdo. —Si no lo conociera, diría que parecía complacido de que lo dejara ser de ayuda—. Dime cuáles necesitas.

Le describí lo único que necesitaba y Edward me llevó a la cama antes de irse. Volvió media hora después con una caja. No parecía incómodo por la situación. En cambio, sabiendo que lo necesitaba, se sentó a mi lado y me sostuvo la mano hasta que me quedé dormida.

Más tarde, me desperté lo suficiente para sentir al cuerpo cálido de Edward a mi lado. Suavemente me acercó más y metiéndome en el espacio que estaba hecho para mí y sólo para mí. Apoyó su barbilla en mi cabeza y suspiró suavemente.

Ya sin dolor, y en el lugar que más sentía como mi hogar, me encontré sonriendo antes de que el sueño volviera a mí.

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recien listo el capitulo de hoy que les parecio este esta un poquito largo bueno muchas gracias a todas por estar pendiente de la adaptacion y por sus comentarios ahora la sopresa que les queria dar es que subire una adaptacion esta ya habia estado en blog pero quedo inconclusa ya que mi compu la repararon y se borro y tuve que borrarla pero ahora la subire es una de epoca les dejare la sinopsis las actualizaciones seran martes y jueves con dobles capitulos.

Desenmascarado.
La  delicada  tímida  Isabella,  joven  corista  de  la  Opera  de  París,  oculta  un voluptuoso  secreto.  Cuando  cae  la  noche  las  luces  del  escenario  se  apagan,  una enigmátic sombra   pronunci su  nombr y  la  arrastr por  caminos   de  pasiones escondidas,  mostrándole  el poder de su voz y despertando  toda su sensualidad  con sus manos  aterciopeladas  y su rostro  desconocido.  Es  su ángel  dla música,  su tutor,  su inspiración,  quien le enseña cómo afinar las notas para que suenen perfectas  mientras recorre lentamente su espalda y posa sus labios en su cuello nacarado. Él, la legendaria figura que aterroriza a todo el mundo de la ópera, es el único que puede someterla, que la hace vibrar con cada uno de sus susurros y atenciones, un enigmático hombre sin cara que la transporta  a un mundo de placeres  ocultoshaciendo  emerger  tanto su musicalidad como sus deseos más recónditos.
Esta es la historia del Fantasma de la Opera como nunca antes había sido relatada.

Como dice la sinopsis si este libro esta basado en el fantasma de opera pero es una version mas erotica explicita esta si tiene contenido de violencia, violacion, texto muy explicito y mucho sexo asi que para las menores de edad mejor no se la recomiendo que la lean es muy fuerte bueno chicas nos vemos mañana con un capitulo nuevo de "un alma compartida"

11 comentarios:

Kar dijo...

Hola hola Annel Edward es un sueño hecho realidad ¿dónde puedo conseguir uno así? Adore el capítulo y espero ansiosa el siguiente
Se ve muy bien la sinopsis de la nueva adaptación y ya quiero leerla
Gracias nena por todo
Saludos y besos 😘😘😘😘

Unknown dijo...

Me encantó el capítulo, la verdad que lo estába esperando. Me parece que Bella no va a resistir mucho tiempo más, por lo menos ya se puso el diu jaja.
Respecto a la otra historia me parece muy interesante y seguro que la leeré hasta pronto .

TataXOXO dijo...

Edward es demasiado lindo!!!! Le compra lo que le.pida sin avergonzarse... quiero uno de esos!!! ;)
Besos gigantes!!!!
XOXO

MELANY dijo...

Me encanta Ed es tan tierno 😘 aunque se haga 🙂
Bella está lista para la guerra 😄😅😚
Pero k pasa con Charlie 😑

Unknown dijo...

Gracias :-)

vani dijo...

Hola, me encanta este Edward.
Gracias por actualizar.

Anónimo dijo...

me encanto el capitulo en serio que si
o sea no todo
fue muy penoso que todos se enteraran de lo
que estuvo a punto de llegar bella por hambre
pero ya es parte de su pasado
aun no entiendo por que emmett es asi con bella
pero lo de ed
siendo tan comprensivo
con sus problemas femeninos
me encantoooo en serio quiero uno asi igualitoooo <3

Kari Salinas dijo...

Edward es un amor gracias por el capítulo

cari dijo...

Edward tan protector y hermoso todos deberían ser así consentir a sus chicas en esos días q algunas lo pasan muy mal, ya quiero leer la historia nueva 😜😉😘😍💕❤ gracias Annel

Unknown dijo...

OMG!!! Las adaptaciones como siempre magníficas!!! Ya quiero leerla!!!
Pero este edward es un Amor!!!
Y ellos cada ves más cerca, pero bella antes a durado, yo desde el primer día que hubiera amanecido con semejante 7u7 hombre lo hubiera violado xD pero ya espero que estos dos se vuelvan uno 7u7
Gracias!!!

Esmeralda ch. dijo...

Amo a este Edward es tan tierno y lindo.

ORACION A MI SEXY VAMPIRITO

Edward de mi guarda
De mi sexy compañia
Bebete mi sangre
De noche y de Dia
Hasta que caiga en tus brazos
Y sea tu marca de heroina