lunes, 16 de julio de 2018

Un Alma Compartida Capitulo 25

Isabella

Edward intentó acercarse a mí aproximadamente una media hora más tarde, pero no me atreví a responder a sus llamadas. No le hice caso hasta que se acercó físicamente, pasó detrás de la barra, me tomó de la mano y me llevó a la esquina oscura y vacía.

—¿Isabella? —Aun así, evité su mirada—. Isabella, habla conmigo.

Sus manos ahuecaron mis mejillas y él habló a un suspiro de mis labios.

—Por favor.

Con voz ronca, respondí:

—¿Podemos hablar de esto más tarde?

Pasó sus pulgares ligeramente a través de mis mejillas.

—Está bien.


Luego llevó sus labios a los míos y me besó en lo que yo creía que era un intento de hacer que me olvidara de lo que acababa de ver. Volví la cabeza hacia un lado, separando nuestros labios, con el corazón roto.

¿Quién era esa versión de Edward en la oficina de Emmett?

Ciertamente no era el hombre del que me enamoré.

No conocía a ese hombre, y estaba muerta de miedo de que nuestra relación pudiera haber sido construida sobre supuestos y mentiras. Me pregunté si conocía a Edward del todo.

Lo descubriría más tarde, esa noche.

Manejamos en silencio a casa. Edward tiró de mi brazo a través de la consola central y sostuvo mi mano, pero mi agarre permaneció suelto.

El viaje se sintió más largo que las noches anteriores, en donde habría cantado junto con la radio, ni siquiera medianamente preocupada por mi horrible tono porque estaba malditamente feliz con mi vida actual para que me importara un carajo. Tenía a Edward, y eso era todo lo que necesitaba.

Pero después de esta noche, me pregunté, ¿qué pasaba con Edward? Había dos de ellos, según había descubierto.

Necesitaba una explicación.

El silencio era pesado y se hacía más espeso cada segundo.

Nos dirigimos escaleras arriba, desvistiéndonos, y por primera vez en una semana, me vestí con mi pijama amarillo. Edward lo notó. La mirada desagradable en sus ojos mientras miraba el horrible conjunto lo dijo. Me senté en el medio de la cama, con las piernas cruzadas.

De pie frente a la cama, vestido con nada más que sus calzoncillos negros, dejó escapar un suave suspiro, incapaz de mirarme a los ojos.

—Entiendo que estés confundida.

Mi ceja se levantó y solté un ligero gruñido de acuerdo.

Su mano se elevó y rascó su barbilla.

—Hay cosas que no sabes sobre mí, Isabella.

Me reí sin humor.

—Puedo ver eso.

—Le debe dinero a Emmett.

Mi sangre comenzó a hervir.

Edward continuó:

—Así es como los negocios se manejan cuando eres un Cullen.

Tragué saliva, mientras la ira hacía que mi estómago cayera.

—El hombre que viste esta noche le debe a Emmett cien mil dólares.

Eso fue todo. Había escuchado suficiente. Cuando mi boca se abrió, la ira se expulsó, y algo que no había planeado decir salió.

—¿A quién le importa si el tipo le debe ese dinero? Él me ofreció la misma cantidad para dejarte, ¡maldición! —Fruncí el ceño—. El dinero, claramente, no es un problema para Emmett —gruñí su nombre.

En el momento en que me di cuenta de lo que acababa de decirle a Edward, mi rostro palideció.

La mandíbula de Edward se afiló y sus mejillas se marcaron. Sus manos se cerraron en puños y su estómago se tensó. Su voz era baja y peligrosa.

—¿Qué dijiste?

No, no, no, no, no, no, nooooooo.

¿Qué acababa de hacer? La sangre rugía en mis oídos y escuche mi pulso fuerte y claro. Mi boca se secó, intenté traer un poco de humedad en mis labios lamiéndolos. Tiré una almohada sobre mi regazo y la abracé con fuerza.

—Obviamente, no lo tomé. —Mi voz era pequeña. Diminutiva.

Sus ojos se estrecharon, y habló de nuevo con los dientes apretados.

—¿Él, qué?

Mierda. ¡Ahora lo has hecho!

La mirada en su rostro me dijo que estaba a punto de hacer algo temerario. Así que hice lo único que se me ocurrió.

Levantándome lo más rápido que pude, di dos pasos al borde de la cama y salté de ella. Antes de que Edward pudiera pensar en lo que estaba pasando, mi cuerpo colisionó en pleno aire con el suyo y envolvió sus brazos alrededor de mí, sosteniéndome, casi con demasiada fuerza. Mis brazos fueron alrededor de su cuello y mis piernas se envolvieron alrededor de su cintura. Lo apreté fuerte.

Seguía enojado.

—Isabella, déjame ir, por favor.

—Nunca —susurré.

Debe haber sido lo correcto que decir en ese momento, porque sus fuertes brazos se aflojaron a mi alrededor, sosteniéndome ligeramente, y volvió su cabeza para descansar sus labios en mi sien, una mano moviéndose lentamente para acunar mi nalga izquierda.

No podía creer lo que estaba a punto de decir.

—Tu hermano te ama, Edward. Podría tener una manera de mierda de demostrarlo, pero lo hace. De lo contrario, no se molestaría en hacer lo que hizo. —Hice una pausa añadiendo un apretón—. Mataría por tener una familia que me ame. No te enfades con él, cariño. Simplemente está cuidando de ti.

Eso calmó a la bestia furiosa. Me llevó a la cama y, sin soltarme, se acostó de espaldas, llevándome con él. Levantó la vista hacia el techo y respiró profundo, pronunciando mientras exhalaba:

—Lamento lo que viste.

Descansando mi barbilla en su pecho, hablé en voz baja:

—¿Eres feliz haciendo cosas como esas?

Lo pensó un momento, su voz era austera cuando respondió:

—No siento nada cuando hago cosas como esas.

La respuesta fue una tan triste que mi corazón dolió por él. Girando mi cabeza hacia un lado, susurré:

—Me asustaste esta noche.

—Lo siento.

Tantas disculpas de este hombre. Me pregunté si lo sentía, o si era simplemente algo que decir para llenar el vacío.

Levanté mi rostro una vez más para buscar el suyo y decir en voz alta:

—¿Crees que me lo habrías dicho si no me hubiera enterado en la forma en la que lo hice?

Sus intensos ojos se desviaron, negó con la cabeza. Por lo menos era honesto.

—¿Por qué no puedes mirarme, cariño?

Otra negación de cabeza. Sus brazos se apretaron alrededor de mi espalda. Lo que dijo a continuación me rompió el corazón. Con voz tranquila, declaró honestamente:

—No sé lo que haría si viera decepción ahí.

Mis ojos se cerraron y los apreté fuerte, sosteniendo las lágrimas que tanto quería arrojar. Mis labios bajaron de su pecho y lo besaron ahí, justo sobre su corazón.

No iba a conseguir las respuestas que necesitaba. No esta noche, y no de Edward. Tendría que ir a otra parte.

***

Despertarse por la mañana con una boca caliente en tu pecho, gruñendo contra la suave carne, succionando con fuerza, era de hecho una buena manera de ser despertada.

Mis buenos días salieron algo así como:

—Dios, sí, cariño. Chupa más fuerte.

Mientras mis brazos se ceñían alrededor de la parte posterior de su cabeza, acercándolo más.

¿A dónde se había ido mi pijama?

Quitó su boca, moliendo su erección contra mi cadera, y preguntó:

—¿Se acabó?

Me quedé en blanco. ¿Se acabó ya?

Bueno, eso fue rápido.

Cara triste.

No pude evitar sentir una punzada de decepción. Pero entonces preguntó de nuevo, esta vez más claramente:

—Tu periodo, bebé. ¿Se acabó?

¡Oh!

Eres una idiota.

Casi me eché a reír, pero estaba demasiado ocupada jadeando y pasando mis dedos por el cabello revuelto de Edward.

—Sí, se acabó.

El ligero sangrado se había terminado hacía tres días, gracias al Señor.

Sus pulgares se engancharon a la cinturilla de mis blancas bragas sedosas. Las bajó de un tirón severo y yo las pateé de mis tobillos, mientras él se arrodillaba encima de mí. La luz del sol que entraba por las grietas entre las cortinas me ayudaba a ver la polla de Edward sobresalir hacia arriba por el borde de la cintura de su bóxer.

Él estaba tan listo como yo.

Miró hacia mí, teniendo por primera vez la vista de todo mi cuerpo desnudo. Me alegré de que Alice me hubiera hablado de la cera la semana anterior. Aunque me mantenía bien recortada, me negaba a ir sin vello. Simplemente no me gusta. Y, en este momento, estaba agradecida por ello. Es lo que me impedía sentirme excesivamente expuesta mientras los ojos de Edward recorrían lentamente cada centímetro de mí.

Me estaba poniendo ansiosa. Necesitaba contacto. Alcanzándolo, pasé suavemente mis manos por sus brazos, y cuando nuestras manos se rozaron, entrelazó nuestros dedos, llevando mis manos a sus labios y presionó besos lentos y precisos en mis nudillos.

Sus manos soltaron las mías y entonces estaba encima de mí, atrapándonos en un abrazo, y besándonos.

Estos besos no eran salvajes, pasionales o lujuriosos. Eran cálidos, amables, gentiles y perezosos. Del tipo peligroso. Del tipo que me hacía preguntarme por qué no podíamos seguir haciendo esto para siempre. Que fuera así para siempre.

Ser el uno del otro para siempre.

Tenía la esperanza de que fuera posible.

Sus labios se arrastraron por mi mandíbula hasta mi cuello, se detuvieron para acariciar el valle entre mis pechos, y luego mi estómago, deteniéndose justo debajo de mi ombligo para respirar la cálida carne temblorosa de allí.

La punta de su nariz marcó el viaje, y luego sus manos estaban en mis caderas, apretándolas mientras enterraba su nariz en el suave vello de mi sexo.

Tragué saliva. Mis ojos estaban muy abiertos. Mis mejillas ardían. Jadeé ligeramente.

¿Él no iba a…? ¿Iba?

Todo esto era tan repentino. No tuve tiempo para elegir una pose sexy. Ni siquiera sabía si estaba lista para esto. Era mucho más íntimo que el coito. No había ningún escondite cuando tenías el rostro de alguien en tu guante del amor.

Luego, sus manos estaban en mis rodillas y fue extendiendo mis piernas bien abiertas, mirando hacia mi lugar más íntimo. Una parte de mí quería ver su reacción, pero mi mente acomplejada, no me lo permitió. Mis ojos se cerraron y mis manos subieron para cubrir mi cara.

Dejé escapar un gemido avergonzado. Ese gemido de vergüenza se convirtió rápidamente en un gemido de pasión, mis manos se apartaron de mi cara cuando la lengua de Edward se deslizó firmemente desde mi culo hasta mi clítoris.

Lento y preciso.

Profundo y seductor.

Húmedo y cálido.

Su lengua era un arma, y me estaba matando lentamente.

Puso su boca sobre mi botón pulsante y chupó suavemente, retirándose después. Mis manos se enredaron en las sábanas mientras un suspiro irregular salía de mi garganta. Edward sabía dar placer a una mujer. No había nada fingido en mi reacción. Era cruda, genuina y tan dichosa que bordeaba lo doloroso.

Sus dedos tocaron mi entrada, frotando y amasado, pero nunca adentrándose donde más lo necesitaba, privándome de la sensación. Y justo cuando pensaba que iba a volverme loca por la dulce tortura, me dio lo que necesitaba. Un dedo se deslizó en mi interior con una lentitud insoportable.

Y mi cuerpo se iluminó como los fuegos artificiales del cuatro de julio.

Ya no tenía control sobre mí misma, mis muslos se apretaron alrededor de la cabeza de Edward mientras lloriqueaba de necesidad. Estaba tan cerca.

Colocó besos con la boca abierta en mi coño, lamiéndome y comiéndome. De vez en cuando, su lengua se endurecía y se introducía en mí. No había delicadeza. Él me hizo exactamente lo que decía su denominación. Me estaba haciendo sexo oral.

Bueno no. No exactamente.

Me estaba follando el coño con su lengua.

El pensamiento me volvía salvaje. El acto me dejaba sin sentido. Combinados, me dejaban fuera de juego.

Mis muslos se apretaron a ambos lados de su cabeza, mis manos agarraron su cabello y mi cabeza salió disparada hacia atrás en un éxtasis incontrolable. No pasó mucho tiempo antes de que estuviera empujándome contra su inteligente boca. Sus manos se deslizaron bajo mi cuerpo, levantando mis caderas de la cama.

Me atrajo hacia él, gimiendo y la vibración me hizo cosas maravillosas ahí abajo hasta que no estaba del todo segura de que fuéramos personas distintas.

Mi cuerpo se retorcía, apretado y rígido en todos los sentidos. Mis ojos se cerraron por voluntad propia, las luces bailaron detrás de mis párpados cerrados. Su boca envió olas de placer por mi columna vertebral hasta el punto de no retorno.

Estaba perdida. Y él lo sabía.

—Córrete, Isabella. Córrete en mi boca, nena. Dame esa miel —gruñó en la cara interna de mi muslo. Oh, mierda.

Una explosión de luz se descargó a través de mí. Mi corazón se aceleró. Me quedé rígida.

Entonces, nada más que felicidad.

Mi coño se estremeció y se apretó, dándole exactamente lo que había pedido. Mis dientes se apretaron, rechinando y estrujándose, y un largo gemido salió de mí sin mi permiso mientras mi cuerpo luchaba por recuperar el control después de la liberación.

Santo infierno. Dulce Jesús. Dulce niño Jesús.

Yo era un fideo blando.

Jadeando suavemente, Edward besó su camino de regreso por mi cuerpo, apretándose contra mí y sosteniéndome fuerte. Mis brazos flácidos se aferraron a él lo mejor que pudieron, pero mis ojos no podían abrirse. Mantuve mi cara en su cuello.

—Wow —gruñí—. Eso fue... Mierda.

Su cuerpo se estremeció ligeramente, pero no dijo nada. Cuando volvió a hablar, lo hizo con franqueza.

—Nunca he probado nada como tú. Estás deliciosa. Eres ambrosía.

Sonreí contra su clavícula, somnolienta.

—Y toda tuya, bebé.

Me besó en la frente, con labios persistentes. Su mano bajó para amasar mis nalgas.

—Toda mía, bebé.

El agotamiento me llevó poco después. Recuerdo vagamente que me limpiara y arropara. Cuando me desperté, estaba completamente sola, pero saciada y sonriente.

* * *
El brinco en mi paso era una señal segura que a pesar de que había tenido una noche anormal y un tanto alarmante, había tenido una buena mañana. Una muy buena mañana.

Me dirigí a la casa de Alice alrededor de las diez, estaba un noventa por ciento segura de que estaría despierta. Si no, simplemente tenía que golpear su puerta. Cuando llegué, levanté mi mano para golpear la puerta, pero lo pensé mejor. En su lugar, saqué mi teléfono del bolsillo y le envié un mensaje.

Yo: ¿Estas despierta? Tengo brownies.

La puerta se abrió un minuto después. Alice parpadeó hacia mí, despierta, vestida y con los ojos bien abiertos.

Sonrió, pero cuando miró hacia abajo a mis manos vacías, frunció el ceño.

—No hay brownies, ¿verdad?

Entré y solté una carcajada.

—No. Eso era parte de mi plan cobarde para conseguir que me dejaras entrar.

Sonaba insultada.

—Eso no está bien, pequeña. —Me vio subir las escaleras—. Oye, ¿a dónde vas?

—Voy a darle los buenos días a mi maridito. —Sonreí para mis adentros—. ¿Te importa?

Abrí la puerta del cuarto de Alice y entré. Las cortinas estaban abiertas y las ropas arrogadas por toda la habitación. Jasper estaba sentado en la cama con una sábana hasta la cintura, los brazos cruzados detrás de su cabeza y mirando las noticas en la televisión que Alice tenía en la pared. En el momento en que me vio, sonrió.

—Maldita sea, mi esposita. Luces bien hoy. Eres todo brillo y esa mierda. —Sonrió con descaro—. Tuviste suerte, ¿verdad?

Me encantaba Jasper, de hecho, me costaba creer que él y Rosalie fueran hechos del mismo espermatozoide y ovulo, y que compartieran ADN. Algunas veces quería darle mis condolencias por el hecho de que su hermana fuera una idiota gigante.

Hoy, le sonreí.

—Iría ahí y te abrazaría si no estuviera totalmente segura de que estás desnudo debajo de esa sábana.

Le dio a sus caderas un ligero empujón para mostrarme que estaba desnudo bajo la sábana, y llevé una mano sobre mis ojos, gimiendo.

Era un cerdo. Un cerdo adorable.

Alice entró a la habitación con una bandeja de cafés y tomé uno, dándole a su cintura un ligero apretón. Me conocía demasiado bien. Me guiñó, y tomé asiento en el borde más alejado de la cama, mientras Alice se sentaba con las piernas cruzadas cerca de Jasper. Le entregó un café, y él se inclinó y le dio un suave beso en la mejilla. Y, Dios, me hizo sonreír.

Me encantaba lo mucho que él la amaba.

—Entonces —comenzó Jasper—, ¿cómo te sientes sobre lo que viste anoche?

Alice agrupó sus cejas mientras echaba una mirada clínica hacia mí.

—¿Qué viste anoche?

Jasper se encogió de hombros.

—Negocios. Lidiando con el imbécil de Moretti. —Jasper me lanzó una mirada comprensiva—. Isabella vio a Edward haciendo lo suyo.

El hombro de Alice se desplomó y suspiró.

—Oh, Isabella. Lo siento. No lo sabía.

Actuaban como si fuera un simple malentendido. Era el tipo de reacción que habría esperado si hubiéramos tenido una cita y luego trataran de cancelarla, como si fuera fácil de entender y perdonar, pero aun así seguía muy confundida. Sostuve ambas manos alrededor de mi taza de café, calentándolas.

—No sé cómo me siento sobre eso. Edward no me dijo exactamente mucho cuando nos fuimos a casa anoche. Estoy muy confundida. Por eso es que estoy aquí.

Alice me alcanzó a través de la cama para poner una mano sobre mi rodilla.

—Desearía haber podido advertirte. —Parecía decepcionada consigo misma—. He querido hacerlo durante semanas, pero me contuve. Entonces comenzaste a salir con Edward y pensé que él te había hablado sobre eso. —Puso los ojos en blanco—. Sí, como si lo fuera a hacer, ¿verdad?

No lo entendía.

—¿Por qué él no me lo dijo?

Alice miró a Jasper, y él respondió por ella.

—Ya sabes, Edward no es ajeno a la compañía femenina, Isabella.

—¿Por qué necesito escuchar eso? —Le fruncí el ceño. Sonrió y continuó rápidamente.

—Pero esas mujeres estaban ahí por una razón, y él se aseguró de darle los detalles. Hay algo en ti que hace que te trate de forma diferente.

—Nunca antes había dejado a una mujer dormir en su habitación. Nunca. —Alice me sonrió—. No, hasta ti.

Mi corazón sonrió y mi vientre revoloteó, pero mantuve mi cara de póker.

Jasper añadió:

—Eres la única persona con la que se ha encerrado en su habitación con él desde que tenía diez años. No sé por qué, pero te ha incluido en su pequeño círculo de protección. Eres parte de su santuario.

—Está bien —murmuré, eufórica por la información, pero aún confusa—. ¿Qué significa eso?

Alice habló suavemente, detallándolo.

—No te lo dijo porque tiene miedo de perderte, muñeca.

Tomé un sorbo de café, apenas probándolo.

—Está bien, correcto. Eso todavía no explica lo que vi anoche. —Miré de Alice a Jasper—. ¿Alguno de los dos me quiere iluminar?

Alice levantó el brazo izquierdo de Jasper y señaló un tatuaje que había ahí. Uno grande y osado que decía XAOC.

—Todo comienza aquí, con Chaos.

—¿Qué es eso? ¿Cómo una banda o algo así? —pregunté con cuidado.

Jasper rió entre dientes.

—Alto ahí, cosa pequeña. Lo llamas una banda y te pegarán un tiro —explicó—. Se llaman a sí mismos una firma. Éramos una empresa.

Alice se enderezó.

—Vamos a rebobinar veintiún años. —Se aclaró la garganta—. Bratva era la mafia rusa, la hermandad. Todavía están alrededor, pero no hacen publicidad, ya sabes. Son un grupo remoto privado. La única forma de entrar es ser hijo de un miembro o tener a dos miembros dentro que respondan por ti. No sucede a menudo. No quieren personas, es decir policías, en sus negocios, así que comenzaron empresas por todo el mundo para despistar la esencia de sus negocios. Por lo que los policías sabían, las empresas no tenían que ver con la Bratva. —Hizo una pausa—. Comenzó mi padre, Carslie, y su hermano, Aro. Ambos hombres era miembros de Bratva, como su padre y su abuelo antes que ellos, pero cuando se mudaron a los EE.UU. desde Rusia, se les pidió que comenzaran una empresa, reclutaran algunos de los mejores criminales ruso-americanos e hicieran lo que las empresas hacían.

Casi no quería preguntar.

—¿Qué hacían las empresas?

Jasper frunció los labios.

—Lo normal. Narcotráfico, soborno, extorción, tráfico de armas, fraude, contrabando. —Se encogió de hombros como si no fuera gran cosa—. Ya sabes.

Alice continuó:

—Así papá se convirtió en el presidente de la empresa. Tío Aro se convirtió en vice-presidente. El papá de Jasper, Yuri, estaba a cargo de las finanzas. La empresa era hermética. El almacén en donde se llevaban a cabo las cosas era casi impenetrable. Entonces llegó el momento de que los hijos fueran iniciados.

Está bien, estaba obteniendo respuestas, pero tenía muchas más preguntas.

—¿Qué significa eso? ¿Por qué necesitaban ser iniciados?

Jasper sonrió.

—Lo dices como si fuera algo malo, pero para nosotros, para los hijos, era un honor. Éramos ejecutores. Emmett, sus primos, Nahuel, Benjamin, su hermano adoptivo, Amun y yo. Todos nosotros nos unimos al mismo tiempo. —Sonrió traviesamente—. Estábamos fuera de control. Éramos unos malditos maniáticos, querida. Teníamos armas, teníamos mujeres. Teníamos dinero. Los mejores años de mi vida.

¿Qué hay de Edward?

Tuve que preguntar:

—¿Qué hay de Edward? No lo mencionaste.

Alice lucía triste.

—Los hombres en la empresa decidieron ir contra Alice. Votaron no. Dijeron que era muy impredecible. Dijeron que no podían confiar en él. —Agregó rápidamente—: Lo cual era una total pila de mierda. Ni siquiera le dieron una oportunidad.

Sonaba jodido sentirme mal porque a Edward no se le hubiese permitido entrar a un grupo de pandilleros, pero mi corazón se oprimió dolorosamente. Siempre era extraño ser dejado a un lado. Odiaba eso.

Alice continuó:

—Así que los chicos estaban fuera haciéndose sus tatuajes de Chaos y dejaron a este tipo, Maxim, para que custodiara solo por la noche. Ninguno de los chicos sabía que la mierda estaba a punto de caerles encima. Nadie excepto Edward. —Sorbió de su café—. El salón de tatuajes que pertenecía a Chaos tenía sus puertas rotas. Una empresa de italianos había estado sobre nuestras espaldas por entrar en su territorio. Uno de sus hombres decidió enviar un mensaje. Entró con las armas levantadas, listo para disparar a quien sea que se atreviese a ponerse en su camino.

Mi corazón comenzó a latir más rápido.

—¿Qué sucedió?

Jasper respondió:

—Edward sucedió. Vino por detrás, de entre las sombras, tiró al tipo al suelo y dejó que sus puños hicieran toda la charla. —Jasper sonrió—. Estamos hablando de un culo grande de hombre con, no una, sino dos malditas armas, siendo superado por un chico de quince años desarmado, y fue golpeado tan mal que necesitó cirugía para arreglar su feo rostro.

Whoa.

Alice inclinó su cabeza hacía un lado.

—Los Italianos eran una desgracia. Fueron motivo de burlas después de eso. Chaos estaba complacido. Bueno, puedes imaginar qué pasó después de eso.

Déjame adivinar.

—Querían a Edward en el club.

—Síp —confirmó y luego sonrió—. Pero no se unió. Dijo que protegería a sus hermanos, pero que nunca sería de Chaos. Mi padre estaba decepcionado. Quería que Edward fuese un hermano en todos los sentidos, pero estuvo de acuerdo con que Edward tomara su decisión. Respetaba eso.

—¿Qué pasó después, si no se unió?

Jasper lo aclaró:

—Nosotros éramos los ejecutores, pero Edward cuidaba nuestras espaldas. Era nuestro músculo. Nosotros hacíamos las recolecciones. Él se encargaba de todas las peleas. —Vaciló antes de decirlo—. Era como si hubiese nacido para pelear, Isabella. Le surgía tan naturalmente. Él podría haberse perdido aquí —golpeó su sien—, pero lo estás ayudando a encontrar la manera de salir de esa prisión.

Hablé.

—¿Pero está dentro ahora, cierto? ¿Cómo sucedió eso?

Alice habló.

—Mi padre se estaba volviendo mayor, también mi tío. Ambos tenían familia. Querían asentarse, pero no puedes simplemente dejar el club. Es de por vida. Cuando mi tío Aro murió repentinamente de un ataque al corazón, fue duro para mi padre. Eran cercanos. La salud de mi padre decayó y delegó sus responsabilidades de Chaos. La Bratva estuvo de acuerdo en que no estaba en condiciones de liderar. —Negó suavemente con la cabeza—. La versión corta de la historia es que la Bratva no estaba feliz por la forma en la que las cosas se estaban manejando por aquí, sin mi padre al mando. Los hombres se estaban peleando, luchando por el poder. La gente tomó bandos. La lealtad desapareció. Eventualmente, la Bratva forzó a la empresa a disolverse. Cada uno tomo caminos separados.

Arrastrando las palabras Jasper dijo:

—Puedes sacar al chico del club, pero no puedes sacar el club del chico. ¿Me comprendes?

No lo hacía. Debe haberlo notado, porque se explicó.

—La mayoría de los miembros disueltos formaron sus propios clubes ilícitos. Nosotros no lo hicimos. Optamos por permanecer neutrales, comenzar un negocio, ir limpios y rectos, por el buen camino.

Mi ceja se alzó.

—No luce de esa manera para mí.

Alice alzó una mano.

—Escucha, los chicos no están haciendo nada demasiado loco. Emmett es un prestamista. Presta grandes sumas de dinero a gente, con altos intereses. Cuando ellos no devuelven el préstamo según los términos acordados… —Trató de sonreír, pero salió como una mueca.

Hablé por ella.

—Consiguen ser golpeados hasta la mierda. Por Edward.

Jasper tosió.

—Bueno, claro que suena mal cuando lo dices de esa manera.

Ah, Jasper. No pude evitar sonreírle.

Hablé suavemente.

—Bueno, eso explica algunas cosas. Aún no sé cómo me siento respecto a ello, pero ahora lo sé.

Alice me detuvo con la mirada.

—Déjame preguntarte algo, Isabella. ¿El que Edward haga esto afecta a la manera en la que te trata?

No. No lo hacía.

Negué con la cabeza.

Ella tenía otra pregunta.

—¿De verdad quieres saberlo cada vez que destroce a alguien? Porque yo no. Jasper y yo, nosotros no hablamos de ello. ¿O solo estás dolida por haberlo descubierto por accidente?

Estaba dolida por cómo lo descubrí. Todo era culpa de Rosalie.

Alice agregó:

—Sí, machaca a esos perdedores, pero esos idiotas sabían exactamente en lo que se estaban metiendo cuando hicieron negocios con Emmett. No son tan inocentes. Hay razones por la que no pueden ir por las vías legales para obtener dinero.

Entendía eso. Sin embargo, no lo hacía mejor.

Me encogí de hombros.

Pasó su mano sobre la mía y la apretó.

—Hazte un favor. Aléjalo de tu cabeza. Causara problemas donde no los hay —recalcó—. Es un trabajo, Isabella. Sólo un trabajo. Piensa en ello como en un agente de cobro.

Jasper asintió en acuerdo y luego agregó:

—Puedes juzgar, Isabella, pero recuerda —sus ojos se suavizaron—, que Edward no te juzgó cuando te atrapó robando la billetera de su hermano. Te dio un trabajo, un lugar donde vivir, te alimentó y vistió cuando no tenías nada.

Esa declaración dolió muchísimo, porque era verdad. Edward no me juzgó. Seguro, no confiaba en mí al principio, pero no me juzgó. Estaba allí para mí cuando estaba sola, sin un amigo en el mundo. Y aquí estaba yo cuestionándolo.

Mi corazón se contrajo. Era una persona terrible.

Jasper gentilmente siguió:

—Esta es la vida con la que tenemos que lidiar. Es todo lo que conocemos. Quizás no seamos hombres que van a la iglesia temerosos de Dios, pero no somos malas personas, cariño.

Tenía razón. ¿Quién era yo para juzgar lo que era normal?

Estaba furiosa conmigo misma. Edward era un hombre dulce. Era atento conmigo todo el tiempo cuando no lo merecía. Mi mente tomó una decisión, fui contra todo lo que había aprendido sobre lo que era bueno en el mundo. En lo que a mí respecta, nunca había visto lo que Rosalie planeó para que viese.

No era importante.

Estaba totalmente olvidado.

*****************************************
Hola a todas perdon por subir el capitulo tarde chicas les aviso que no se asusten su no actualizo los dias asignados estoy en un curso en el cual me la paso todo el dia aqui en la compu y pues ya sabes leer hacer las actividades me lleva tiempo y como tengo una fecha limite para entregarlo trato de hacerlo bien pero no se preocupen no abandonare ahora hoy subire el primer capitulo de desenmascarado en fanfiction asi que espero se den una vuelta por ahi.

13 comentarios:

Unknown dijo...

Me encanta,ya quiero leer el próximo. Felicidades por la adaptación.

Kar dijo...

Hola hola Annel bueno en el mundo de Edward las cosas son como son y Bella lo está entendiendo ahora comprende más el mundo de Edward
Gracias por el capítulo nena
Saludos y besos 😘😘😘

Kar dijo...

Hola hola Annel bueno en el mundo de Edward las cosas son como son y Bella lo está entendiendo ahora comprende más el mundo de Edward
Gracias por el capítulo nena
Saludos y besos 😘😘😘

Unknown dijo...

Pobre Edward y bien por bella que entendió.
En serio Rosalíe es una perra pero a creo a ayudo para q bella entendiera un poco más a Edward y mal por Emmet no quiero sáber lo q Edward la ara por querer sobornar a bella ha ha ha :-)

Karina dijo...

Ooooooooooo es wuáuuuuu tipo mafia muero q díficil pero no costo tanto la reconciliacion

Adriu dijo...

Ohhh imaginaba que eran algo así con Emmet pero la explicación fue muy clara...
Y lo más importante es como Edward sea con Bella
Su despertar mañanero estuvo genial para que Bella olvide la otra visión de Edward
Gracias por la historia

Kari Salinas dijo...

Gracias mucho exéxien tu curso

cari dijo...

GRACIAS😍😜😉😘💕❤

MELANY dijo...

A la hora de los cates el bueno es Ed
Bien. Dice jasper Ed no la a juzgado 😙

Unknown dijo...

Gracias!!! 😍😍😍

TataXOXO dijo...

Por fin le explicaron la situación de Edward a Bella... y me parece muy buena decisión que haga de cuenta que no vio nada, porque eso hará que Rosalie se sienta horrible y celosa!!!!!!
Besos gigantes!!!!
XOXO

Unknown dijo...

OMG!!! 7u7
Qué bonito despertar!!! Por qué no me puede despertar un edward igual de sexy y hermoso!!!
Y si es cierto, nadie puede juzgar y como dice Alice que lo vea como un prestamista, de la mafia xD
Gracias!!!
Ya quiero ver como bella se reconcilia con edward 7u7 \^w^/

Anónimo dijo...

creo que era necesario tanto para bella
como para nosotras las lectoras saber bien de que trataban
los negocios de emmett con jasper
y el rol que jugaba ed
que bueno que bella de a poco va entendiendo
y que jasper sea tan diferente de su hermana
apoyando a ed y con alice los dos
explicandole mejor para que entendiera como es la vida de ellos
gracias por el cap

ORACION A MI SEXY VAMPIRITO

Edward de mi guarda
De mi sexy compañia
Bebete mi sangre
De noche y de Dia
Hasta que caiga en tus brazos
Y sea tu marca de heroina