Capitulo 6
Dos
días más tarde, estaba tomando mi café de la mañana cuando un aviso de texto
iluminó mi teléfono. Era del Dr.James Danger.
Reflexioné
sobre mi respuesta. Probablemente sería bueno aprovechar una distracción de Edward.
Desde nuestra conversación la otra noche, las cosas han sido más cordiales
entre nosotros. Al menos ya no me evitaba. Después de su presentación anoche,
de hecho, vinimos a casa juntos desde Sandy‟s. Fue un viaje tranquilo, pero
también fue un paso en la dirección correcta. Así que las cosas estaban tan
bien como era posible.
El
problema era yo. Todavía no podía contener mi atracción por él y no sabía dónde
trazar la línea en mis emociones. Pensé en él cada segundo del día. Pronto
iríamos por caminos separados, por no mencionar el detalle no tan
insignificante de su relación de compromiso con Tanya. Nunca haría nada
intencionalmente para ponerla en peligro. Pero todavía no podía controlar mis
sentimientos.
Mis
dedos forzaron una respuesta a James.
Mañana por la noche suena genial. Sólo déjeme saber la
hora.
La
profunda voz mañanera de Edward me sobresaltó. —Veo que hiciste la fusión de
café.
Salté,
rápidamente dejando el teléfono.
Se
rió. —Oh. ¿Interrumpo algo? ¿Le estás enviando mensajes a un chico?
—No.
Me
miró con recelo. —Mentirosa.
Una
risa nerviosa se escapó. —¿Quieres un café?
—¿Tratando
de cambiar de tema?
—De pronto.
—Entonces,
¿quién era?
—James.
—Dr.
¿Peligro?
—Sí.
—¿Has
oído hablar del peligro de los extraños?
—Sí.
—Crearon
ese término por él.
—¿Ah
sí?
—Estoy
bastante seguro. Sí. —Se sirvió una taza de café y se dirigió a mí nuevamente—.
¿En serio? ¿El doctor pelele? ¿Saldrás con él?
Asentí,
y dije—: Mañana por la noche. ¿Cuál es tu problema con él de todos modos?
—Es
irrespetuoso.
—¿En
qué manera?
—El
tipo te comía con la mirada incluso antes de confirmar que no estábamos juntos.
—Tal
vez es sólo perceptivo.
—¿Cómo?
—Él
percibió tu desprecio hacia mí. Era bastante obvio.
—¿A
dónde te invitó?
—No
sé todavía.
—Deberías
averiguarlo.
—¿Que
importa?
—En
caso de que desaparezcas, sabré dónde decirle a la policía que empiece a
buscar.
***
La
noche llegó, y no sabía qué ponerme. James dijo que me llevaría a un restaurante
en el agua en las inmediaciones de Tiverton. Sería una noche húmeda, por lo que
opté por un vestido tubo ligero y floral que me había comprado una tarde
mientras salimos de compras con Tanya a principios de este verano.
Podía escuchar a Edward cantando
por el pasillo.
No
otra vez.
No
me atreví a ir allá para evaluar la situación después de lo que sucedió la
última vez que fui testigo de ese jamboree pajero. Después de varios minutos,
lo que sonaba como puñetazos se añadieron a la mezcla. Rompí mi promesa de
permanecer lejos y salí de mi habitación para comprobar las cosas.
Resultó
que Edward estaba en la sala de ejercicios sacando la mierda a un saco de boxeo
Everlast.
Gotas
de sudor goteaban por su esculpida espalda. La habitación olía a sudor mezclado
con su colonia. Su cabello estaba empapado. Tenía auriculares puestos, y podía
oír la música a todo volumen a través de ellos. Apretando los dientes, golpeó
el artefacto de caucho negro más y más fuerte. Mi corazón latía más rápido con
cada golpe.
Cuando
me moví un poco más cerca con cautela, gruñó—: ¡Sal del camino! —Me estremecí
cuando su brazo balanceó peligrosamente cerca de mí.
Retrocedí,
pero me quedé mirándolo desde la esquina de la habitación. Lo había visto
ejercitarse antes, pero nunca de esta manera. Era como una bestia, tan fuerte y
viril. Se me ocurrió que con Tanya lejos tanto tiempo, debió haber estado
sexualmente frustrado. Tal vez era por eso que golpeaba el saco de boxeo.
Cualquiera que sea la razón, me encontraba paralizada por la energía que estaba
gastando y me hallé incapaz de apartar los ojos de él.
De
pronto se detuvo, sacó los auriculares y se acercó a la puerta donde había
instalado una barra de metal para hacer flexiones. Mis ojos siguieron el
movimiento de su cuerpo mientras levantaba su propio peso, sus abdominales
duros como las rocas se rizaban con cada levantamiento.
Él
saltó de la barra y secó el sudor de su frente con el dorso de su mano. —¿No
tienes nada mejor que hacer que verme hacer ejercicio? ¿No se supone que te
alistes para una cita?
—Ya
estoy lista.
—Ese
es el vestido de Tanya, ¿verdad?
—No.
Es el mismo que ella tiene, pero éste es el mío. Las dos nos los compramos en
la misma tienda en liquidación el mismo día.
—En
ella se ve normal. En ti… se ve ridículo.
Mi
estómago se hundió. —¿Estás diciendo que estoy gorda?
—No, pero tu cuerpo es
diferente al de ella. Ese vestido se ve obsceno en ti.
Mirándome
hacia abajo, de repente me sentí desnuda. —¿De qué estás hablando?
—¿Quieres
que lo deletree?
—Sí.
Él
vino detrás de mí, agarrando mis hombros y me posicionó frente al espejo de
cuerpo entero en la pared. Escalofríos me recorrieron la espalda por la
sensación de sus manos ásperas en mí.
—Mira.
Tus tetas se están reventando fuera de él. Tus pezones están empujando fuera de
la mitad de esas margaritas.
Mi
mente estaba en una niebla, porque todo lo que podía ver en el espejo fue a mí
junto al caliente y sudoroso cuerpo de Edward, detrás de mí. Entonces, me
volteó rápido y su mirada ardía en la mía. Estaba demasiado cerca para mi
comodidad, y mis piernas se sentían como si fueran a colapsar por el aumento de
la conciencia sexual. —Mira tú culo en el espejo. El material apenas se puede
envolver alrededor de él. ¿Crees que el Dr. Doolittle será capaz de mirarte a
los ojos cuando estás vestida así?
—¿De
verdad piensa que esto se ve tan mal?
De
repente se alejó de mí y volvió a la barra. Mis pezones hormigueaban. Sólo
quería sus manos sobre mí de nuevo.
—Creo
que te hace ver como una puta, sí —dijo antes de hacer unas pocas repeticiones
más en silencio. Saltó, el peso de su cuerpo causando un gran golpe contra el
suelo de madera—. Realmente no lo sabes, ¿verdad?
—¿Qué
quieres decir?
—Nunca
tuviste ninguna idea de qué tipo de efecto tienes sobre las personas.
—Se
más específico, por favor.
—Cuando
éramos más jóvenes, solías sentarte en mi regazo, ponías tus manos sobre mí,
corrías tus dedos por mi cabello, me abrazabas todo el tiempo con tus enormes
tetas presionadas contra mí. Pasé la mitad de mi adolescencia caminando
empalmado y no podía hacer nada al respecto. Durante todo el tiempo,
aparentemente no tenías ni idea.
—No
la tenía.
—Ahora
lo sé. Y no tienes idea de cuántas veces tuve que defenderte detrás de tu
espalda. Chicos hablando de tu cuerpo, diciendo cosas sexuales sobre ti justo
en frente de mi jodida cara. ¿Tienes alguna idea de cuántas peleas tuve gracias
a ti?
—Nunca me dijiste.
—No.
No lo hice. Porque intentaba proteger tus sentimientos. Intenté tan jodidamente
protegerte de la mierda, y eso fue lo único que me mordió en el culo al final.
—Lo
siento.
Levantó
las manos. —¿Sabes qué? No importa. Mi error. No haremos esto otra vez. Te dije
que habíamos terminado de hablar. Y lo hicimos.
—Está
bien.
—Me
gustaría continuar mi ejercicio en paz si no te importa.
—Vale.
De
vuelta en mi habitación, podía oír que había regresado a la bolsa de boxeo con
toda su fuerza. Aun recuperándome de sus palabras, no podía dejar de
preguntarme si tenía razón. Tal vez realmente sólo era una persona despistada. Pero
él nunca exactamente expresó sus sentimientos hacia mí en aquel entonces,
tampoco.
¿Se
suponía que leyera la mente? Sentí que necesitaba resaltar ese punto. Me
molestaba. Volví al pasillo y a través de sus violentos puñetazos a la bolsa,
dije—: La otra noche me preguntaste por qué nunca te dije cómo me sentía.
Bueno, claramente, tampoco tenías las pelotas para decirme cómo te sentías.
Edward
dejó de dar puñetazos, pero mantuvo sus brazos sobre la bolsa, inclinándose en
contra de ella. Se tomó unos segundos para recuperar el aliento. —Pensé que era
evidente. ¿Cuánto más obvio podría haber sido? ¿Todas las malditas canciones
que te escribí? ¿Alguna vez incluso me viste con alguna otra chica?
—No.
Pero admitiste besar, antes, a alguien más esa noche en lo de Brian.
—Besé
a una chica antes de esa noche. ¿Quieres saber por qué? Porque no quería ser un
ignorante en lo que me encontraba haciendo cuando finalmente tuviera el valor
para besarte. Nunca lo consideré un beso de verdad. Quería que fuera contigo mi
primera vez de verdad. Lo quería todo contigo. Pero tenía miedo de que fueras
demasiado pequeña, de modo que esperé. No quería apresurar las cosas y
arruinarlo. Pero tienes razón. Una parte de mí, tampoco tenía las pelotas para
decirte lo que sentía.
—Ojalá
las hubieras tenido. Fuiste cuidadoso, y yo despistada. Juntos, fuimos…
negligentes.
—¿Ser cuidadoso más
despistada es igual a negligente? ¿Acabas de inventar eso ahora mismo?
—Sí.
—Eso
es jodidamente cursi.
—Muchas
gracias.
—Será
mejor que te alistes para tu cita con Trapper Con M. D.5
Me
reí, aliviada de que ahora bromeaba sobre el tema. —¿Me ayudarás?
—¿Ayudarte?
¿Para qué mierda necesitas ayuda?
—Ayudarme
a escoger qué ponerme. Porque creo que tienes razón. Esto es un poco revelador.
—¿Un
poco revelador? Hustler te estaría llamando mañana si les enviara una foto.
—Bien.
Muy revelador.
—¿No
puedes resolver esta mierda por tu cuenta? Es muy sencillo. Cubre tus tetas y
culo. Listo.
—Sí.
Pero todavía quiero verme bien. Sabes que tengo una tendencia a escoger cosas
raras. Saco de bolsas de papa y todo. Siento que voy de un extremo al otro, y
no sé cómo vestirme en el medio.
—Está
bien. —Edward dejó escapar un suspiro agotado y me siguió hasta mi habitación.
Empecé
a sacar los vestidos de mi armario, lanzándolos sobre la cama uno en uno. —¿Qué
tal este?
—Zorra.
—¿Este?
—Más
zorra.
—Bueno.
¿Este?
—¿Tienes
una Birkenstock para ir con ella?
—Está
bien... ¿este?
—Bueno,
esa sería una manera de deshacerte de él.
Me
tapé la cara. —¡Aargggh! Esto es muy frustrante.
—Conozco
una solución.
—¿Qué?
—No
vayas a la cita.
—¿Porque
no puedo encontrar qué ponerme?
—Sí.
Creo que deberías quedarte en casa.
—Simplemente
no te gusta.
—Tienes
malditamente razón.
—Una
vez más... ¿por qué?
—Lo
único que quiere es meterse en tus bragas, Isabella.
—Bueno,
él no se meterá en mis bragas.
—¿Estás
segura de eso?
—No
tengo relaciones con chicos en la primera cita.
Arqueó
su ceja escépticamente. —¿Nunca has tenido relaciones con un chico en la primera
cita?
—Bueno…
—Exactamente.
—Incluso
si quisiera, lo cual no es así, no sería esta noche.
—¿Por
qué así?
—Me
apuñalaría a mí misma otra vez.
Sacudió
la cabeza y se rió cuando se dio cuenta de que me refería a mi período. —Ya
veo.
—De
todos modos, ¿por qué piensas que sólo está interesado en mi cuerpo?
—Fueron
sus ojos. No me inspiraron confianza. Puedes decir mucho sobre una persona por
la mirada en sus ojos. Me dieron una mala vibra.
—Bueno,
tengo más que tetas y culo. Por lo tanto, tengo la esperanza de que estés
equivocado.
—Tienes
razón. También tienes unos lindos hoyuelos cuando sonríes.
Mi
cuerpo se sonrojó ante el cumplido que salió de la nada. No sabía cómo
responder, por lo que simplemente dije—: Cállate.
—Solo
ten cuidado —dijo seriamente, metiendo la mano en su bolsillo trasero—.
Hablando de eso... lleva esto contigo. —Era su vieja navaja suiza de color rojo
de cuando éramos más jóvenes.
—¿Aún
la tienes?
—Nunca
dejaré de necesitar esto.
—¿De verdad quieres que la
lleve?
—Sí.
Tomándola,
dije—: Está bien.
—¿Terminamos
aquí?
—Todavía
no hemos escogido qué voy a usar.
Edward
se acercó a mi armario y pasó la mano lentamente a lo largo de la línea de
trajes, finalmente se detuvo en un sencillo vestido negro, sin mangas, que se
hallaba lejos de ser revelador. Parecía más como algo que podría llevar a un
funeral. En realidad, era el vestido que compré para usar en el funeral de
Nana, antes de que me enterara de que escribió explícitamente que no quería
uno. Quiso simplemente ser incinerada y que sus cenizas fueran arrojadas en el
mar sin ningún espectáculo.
—¿Este?
¿De verdad?
Sostuvo
el vestido. —No me pidas ayuda si no me harás caso.
—Bueno.
Este entonces. —Lo agarré y observé mientras se dirigía hacia la puerta. Mis
ojos se centraron en el tatuaje rectangular en su espalda. A pesar de que
siempre pensé que era sexy como el infierno, hasta ahora, jamás había sido
capaz de mirarlo detenidamente.
—Edward.
Se
dio la vuelta. —Sí.
—¿Qué
es ese tatuaje en tu espalda?
Su
cuerpo se tensó. —Es un código de barras.
—Eso
es lo que pensé. Siempre me he preguntado si significa algo.
Negándose
a responder mi pregunta, dijo—: Vístete. No quieres hacerle esperar al doctor
Dick.
***
Se
suponía que James pasaría por mí en unos veinte minutos. Me senté en la mesa de
la cocina bebiendo un vaso de vino blanco para relajarme. El vestido negro que Edward
eligió, en realidad parecía bastante lindo. No mostraba excesivamente la piel y
esa era, probablemente, la forma en que debería haber sido. Terminé recogiendo
mi cabello, largo y castaño, en una cola alta.
Una ráfaga de su colonia me
impulsó a mirar al costado. Mi corazón se encogió al ver a Edward de pie en la
entrada. No me di cuenta de que estaba allí hasta que lo olí. Parecía estar
observándome sin yo saberlo.
Después
de su sesión de ejercicios se había duchado y se veía tan increíblemente
atractivo con una sencilla camiseta de color negro que abrazaba sus músculos.
Los pantalones vaqueros que llevaba eran los que siempre exhibían su trasero de
la mejor manera. A pesar de que yo tenía la noche libre, Edward se suponía que
se presentaba en Sandy. Las mujeres iban a saltarle encima esta noche.
Se
acercó y se sentó en un taburete, junto a mí. Mis pezones reaccionaron ante la
cercanía de su cuerpo.
Observó
mi rostro y dijo—: No te ves demasiado emocionada.
—Siendo
honesta, no estoy segura de cómo me siento.
—No
estás nerviosa por salir con ese imbécil, ¿o sí?
—Un
poco.
—¿Por
qué? No merece la pena como para que te pongas nerviosa.
—Es
la primera cita que tengo desde Jacob.
Bajó
su mandíbula casi con rabia. —Ese es el tipo que te engañó...
—Sí.
¿Cómo supiste?
—Tanya
me lo contó.
Me
sorprendió que ellos hablaran de mí. No estaba segura de qué sentir acerca de Edward
al tanto de lo de Jacob.
—Oh.
—No
dejes que lo que sucedió con ese idiota te haga pensar que deberías conformarte
con el primer Tom, Dick o Harry que aparezca.
—¿Alguna
vez has engañado a nadie?
Dudó
antes de responder—: Sí. Pero, no estoy orgulloso de ello. Era más joven. No es
algo que alguna vez haría ahora. De la manera en que lo veo, si quieres engañar
a alguien, deberías terminar la relación. El engañar es para los cobardes.
—Estoy
de acuerdo. Deseo que Jacob simplemente hubiera terminado la relación conmigo.
—Me
alegro de que ya no estás con él.
—Yo
también.
—Él
intentaba tener lo mejor de ambos mundos. También terminará engañando a la otra
chica. Solo observa.
—Tanya tiene suerte de
tenerte, estar con alguien que es fiel.
Su
expresión oscureció antes de decir—: La tentación es natural. Eso no quiere
decir que debas actuar en base a ello. —Parecía estar pensando en sus palabras
intentando convencerse a sí mismo de ese hecho.
—Cierto.
Por supuesto.
Edward
rápidamente cambio de tema. —¿Llevas el cuchillo en tu bolso?
—Sí.
No voy a necesitarlo, pero está en mi bolso.
—Bien.
¿Tienes mi número de teléfono?
—Sí.
—Deberías
llevar tu propio auto.
—Bien,
ya estuve de acuerdo con que él me recoja.
—Si
él intenta algo gracioso, llámame. Iré a recogerte.
—Pero
estarás a la mitad de una presentación.
—No
importa. Llámame si necesitas un aventón.
—Está
bien. Lo haré.
Su
protección me recordó los viejos días. Tener a alguien velando por mí era un
sentimiento realmente bueno. De hecho, no lo había sentido desde que corrí
lejos de casa todos estos años.
Tomé
otro sorbo de mi bebida. Antes de que pudiera colocarla en el mostrador, sentí
la mano de Edward sobre la mía interceptándola, tomando el vaso de mi agarre y
bebiendo de golpe el resto del vino.
Mi
voz fue prácticamente un susurro. —No sabía que te gustaba el vino.
—Estoy
de un humor diferente esta noche, supongo. —Tomó el vaso del pequeño bar y lo
volvió a llenar antes de regresar a sentarse y colocarse frente a mí.
Bebimos
tranquilamente de la misma copa, pasándola de ida y de regreso entre nosotros,
haciendo silencioso contacto visual. Cada vez que lamía el Chardonnay de sus
labios, me excitaba totalmente. Me sentí culpable por sentirme de esa manera,
pero estaba más allá de mi control. Como él dijo, la tentación era natural,
¿cierto? Sabiendo que no podía ni debía actuar sobre eso, hacia los
sentimientos más poderosos, sin embargo. El hecho de que él fuera inalcanzable me
consumía.
Si
fuera honesta, ninguna parte de mí quería ir con James esta noche. Cada parte de
mí, por otro lado, quería ir a ver la presentación de Edward, especialmente
desde que estábamos en los últimos días antes de que regresara a Nueva York.
El
golpe en la puerta fue ruidoso y seguro. Edward frotó la parte posterior de su
cuello masajeando la tensión de allí. Si no lo supiera mejor, pensaría que era
quien estaba nervioso por esta cita.
Cuando
bajé para responder la puerta, dijo—: Espera.
—¿Sí?
—Te
ves realmente bien. Creo que ese vestido fue la decisión correcta.
Mi
corazón dio un brinco. —Gracias.
Mis
tacones hicieron ruido en el suelo mientras caminaba hacia la puerta principal.
James sostenía un pequeño ramo de flores. —Buenas tardes, Isabella. Dios, luces
espectacular.
—Hola, James. Gracias. Adelante.
Los
brazos de Edward estaban cruzados. Su lenguaje corporal era más como un guardia
armado del banco que como un hombre de pie casualmente en su propia cocina.
—Recuerdas
a mi compañero de piso, Edward.
—Por
supuesto. ¿Qué tal te sientes?
—Lleno
de energía por el momento. Dr. Danger.
James pareció molesto por la pronunciación de Edward. —Dan-ger. —Corrigió.
—Lo
siento. No quise decir peligro, Dr. Danger.
James no parecía divertido. —No hay problema.
—¿A
dónde irán esta noche chicos?
—Al
Boathouse. ¿Has estado allí?
—Justo
en el agua. Tranquilo. Alejado de todas las paradas.
Tomando
mi bolso, dije—: Bueno, deberíamos irnos.
Edward
mantuvo su mano hacia afuera. —Me encargaré de las flores.
De
alguna manera, me pregunté si terminarían en el cubo de la basura al segundo en
que la puerta se cerrada detrás de nosotros.
—Gracias.
—No hay problema.
Cuando
estuvimos afuera, James se giró hacia mí. —A tu compañero de piso le gusta
degradar mi nombre. Es un poco listillo.
—Sí.
Puede serlo.
James abrió la puerta de su Mercedes y me dejó en el asiento del acompañante. La
conversación fue fácil durante el camino hacia Tiverton. Me preguntó acerca de
mi carrera en enseñanza, y hablamos acerca de su tiempo en la Universidad de
Medicina de Carolina del Norte en Chapel Hill.
Mi
teléfono vibró.
Edward: Estas flores son del supermercado.
Isabella:
¿Cómo lo sabes?
Edward: Dejó la calcomanía naranja en ellas. Que idiota.
Isabella:
La intención es lo que cuenta.
Edward: Mira en el asiento trasero. Apuesto a que verás
leche y huevos.
Isabella:
¿No tendrías que estar en Sandy’s?
Edward: Saliendo ahora.
Isabella:
Rómpete una pierna esta noche.
Edward: Mantente lejos del Peligro. Mejor aún, mantén al
Peligro lejos de ti.
Isabella:
Eres un tonto.
Edward: Ordena la langosta. Al menos tendrás una salida
esta noche.
Isabella:
¡Adiós, Edward!
—¿Qué
es tan gracioso?
—Oh,
no es nada. Lo siento.
Miró
por encima de mí. —Así que, ¿qué estábamos diciendo? Oh, me decías que cuándo
planeas regresas a Providence.
—La
última semana de agosto. Debo tener listo mi salón de clases para comienzos de
septiembre.
—Apuesto
a que tus estudiantes te aman.
—¿Por
qué dices eso?
—Debería haber tenido una
maestra con tu apariencia cuando estabas en secundaria.
—Bueno,
me gusta pensar que ellos me aprecian por otras razones.
—Oh.
Estoy seguro que sí.
Cuando
llegamos al restaurante, se encontraba realmente oscuro afuera, por lo que la
vista frente al mar no era tan buena como durante las horas de la luz del día.
Comenzaba a estar frío, así que optamos por un asiento junto a la ventana para
ver el agua. Las luces de algunos de los veleros iluminaban el oscuro océano.
Las bombillas blancas de Navidad colgaban dentro del restaurante logrando un
ambiente acogedor. El olor a comida de mar fresca llenaba el aire. Reí para mí
misma, pensando en cómo Edward probablemente hubiera ducho que el lugar olía
como un bote de basura.
Terminé
ordenando pez espada con salsa de mango mientras que James optó por Pollo
Marsala. La conversación mientras esperábamos por la comida fue muy mundana.
Hablamos un poco acerca de las cercanas elecciones presidenciales. James era
republicano mientras que yo era demócrata. También le dije la historia de cómo
me convertí en la heredera de la casa de Nana.
Mi
teléfono vibró.
Edward: ¿Cómo va todo?
No
quería ser descortés y responderle. Así que, ignoré su texto hasta que Will se
excusó para usar el baño.
Isabella:
¿No se supone que deberías de estar cantando?
Edward: Es mi descanso de diez minutos.
Isabella:
Todo marcha bien.
Edward: Sólo asegurándome de que aún sigues viva.
Isabella:
No he tenido que usar el cuchillo, no.
Edward: ¿Ordenaste la langosta cómo te dije?
Isabella:
No. Pez espada.
Él
no respondió, así que asumí que había terminado de escribirme, lo cual era
bueno, desde que James había regresado a la mesa.
Nuestra
comida llegó, y la mesera me sirvió una segunda copa de vino. Comimos en un
silencio agradable cuando pude sentir mi teléfono vibrar en mi regazo.
Asumiendo que era Edward, estaba curiosa por ver hacia abajo pero no quería
parecer grosera. Después de comer la mitad de mi plato, decidí excusarme para
usar el tocador y poder checar mi teléfono.
En el baño, me apoyé en el
lavamanos mientras sacaba mi teléfono.
Edward: Tenías razón.
¿Qué
significaba eso?
Isabella:
¿Razón de qué?
Después
de esperar durante cinco minutos completos, decidí regresar a la mesa.
—¿Todo
bien?
—Sí.
Todo está bien.
—Estaba
pensando que podríamos regresar a Newport, tal vez tomar un paseo nocturno por
la calle principal y parar a tomar un café o un helado, lo que prefieras.
A
decir verdad, quería ir a casa, quitarme los zapatos de tacón, y sumergirme en
un baño caliente.
—Eso
suena muy bien —mentí.
Mi
teléfono vibró de nuevo. Esta vez, miré hacia abajo en mis piernas para echar
un vistazo a la respuesta de Edward.
Edward: no me quedé por la presentación en Sandy’s.
Edward: Podría haber vuelto a Nueva York.
Edward: Quería quedarme.
Esas
palabras aseguraron lo que yo era un fracaso completo para el resto de nuestro
tiempo en The Boathhouse. No respondí al texto, pero eso fue todo porque no
sabía qué decir. Puede que no necesariamente esperara una respuesta. Mi corazón
se sintió inexplicablemente pesado.
De
vuelta en el auto, acabamos de regresar de nuevo a Newport cuando James dijo que
necesitaba ir una tienda por un minuto. De la nada, mi nariz comenzó a moquear.
Necesitaba con urgencia un pañuelo de papel, así que abrí la consola central
con la esperanza de encontrar algo para limpiar mi nariz. Si bien no encontré
un pañuelo de papel, mi mano tropezó con algo: una alianza de oro de hombres.
¿Qué
demonios?
Mi
corazón comenzó a latir furiosamente.
¿Estás
de broma en este momento?
El
idiota probablemente compraba condones para un encuentro conmigo. Sin pensarlo
bien, salí del auto y estrellé la puerta. No estaba de humor para una
confrontación y honestamente no me importa lo suficiente para sacarle la
información. Lo único que importaba era ver a Edward. Mirando hacia abajo en mi
teléfono, me di cuenta de que todavía estaría tocando la última actuación en
Sandy‟s, era alrededor de dos kilómetros a pie de mi ubicación actual.
Corriendo en mis tacones, caminé mientras hice mi camino a través del centro de
Newport.
Me
detuve para recuperar el aliento antes de entrar en el restaurante. Debido a
que estaba más frío esta noche, Edward estaba presentándose en el escenario en
el interior. Me colé dentro y escondí en un rincón en el que no podía verme,
pero donde todavía podía verlo.
Esto tenía que ser cerca del final.
Su
voz de repente vibró a través del micrófono. —Esta última canción va dedicada a
todas las personas que alguna vez han tenido un cierto tipo de amigo que te
vuelve loco, el tipo que se mete en tu piel y permanece allí incluso cuando no
están físicamente presentes. El tipo con hoyuelos que has estado soñando desde
que era un niño. El tipo con ojos de espuma de mar verde en los que te pierdes.
El tipo que es confuso como el infierno. Ese tipo. Si puedes relacionarte, esta
canción es para ti.
Oh
Dios mío.
Edward
comenzó a tocar una versión de una canción que reconocí. Era Realize de Colbie
Caillat. Intentando escuchar las palabras, no podía descifrarlas todo
porque estaba demasiado paralizada en la forma en que la cantaba. La letra era
en su mayoría sobre la darse cuenta de verdaderos sentimientos y cómo a veces
podían ser unilateral. Durante la mayor parte de la canción, sus ojos se
hallaban cerrados, a pesar de que tocaba la guitarra. No sabía que estaba aquí,
y yo me sentía bastante segura de que estaba pensando en mí. No sabía si debía
irme. Se sentía como si estuviera invadiendo su privacidad un poco. Era dudoso
que hubiera elegido cantar esta canción a mi cara.
Cuando
Edward terminó la canción, agradeció a la audiencia e inmediatamente se
levantó. Haciendo caso omiso al grupo de mujeres que intentan acercarse a él
para un CD autografiado, en su lugar sólo salió por la parte trasera del
restaurante. Tenía que decidir si haría conocida mi presencia.
Todavía
en la esquina de la habitación, sentí que mi teléfono vibrar.
Edward: Terminé por la noche. Dirigiéndome a casa. ¿Todo
legal?
Isabella:
No exactamente.
Edward: ???
Opté
por fingir que no había oído la canción o lo que había antes. Nada de esto era
para mis oídos. Haciendo mi camino de vuelta a fuera, escribí.
Isabella: Estoy bien. Acabo
de llegar a Sandy’s. Estoy afuera.
Diez
segundos después, la puerta se abrió y Edward se encontraba afuera llevando su
guitarra.
La
ira estaba escrita en toda su cara. —¿Qué demonios?
—Hola
a ti también.
—¿Qué
pasó?
—Tus
sospechas acerca de su carácter eran correctas.
—¿Trató
de tocarte?
—No.
Él no me puso la mano encima.
—¿Qué
hizo entonces?
—No
mencionó que es casado.
—¿Qué?
¿Cómo te diste cuenta de eso?
—Encontré
el anillo de bodas de hombres en la consola central del coche.
—Cabrón.
—Gracias
por cuidar de mí.
—Creo
que los viejos hábitos tardan en morir. —Se quedó mirando hacia el cielo
estrellado—. De todos modos, lo siento porque desperdiciaste tu noche.
—Lo
único que siento es perderme tu presentación. Lo dejé en la tienda Cumberland
Farms y corrí aquí tan rápido como pude, pero no llegué a tiempo.
—No
te perdiste mucho.
—¿Por
qué es eso?
—Me
sentí un poco raro esta noche.
—Apuesto
a que es sólo tu percepción.
—No.
Estaba distraído.
Un
grupo de chicas salió y se quedaron lejos de él. Una de ellas se acercó a él
con un CD. —¿Te importaría firmar este, Edward?
—No,
en absoluto. —Él fue muy amable al respecto.
Ella
chilló antes de irse con sus amigas.
Me reí. —Entonces, ¿crees
que podría dejarme caer por allí una celebridad local?
—No
lo sé. Tu casa podría estar demasiado lejos de mi camino. —Movió su cabeza—. Vamos. Aparqué en el aparcamiento al otro lado de la calle.
Me
encantaba montar en la Range Rover de Edward porque su olor intoxicante era
diez veces en el interior de la misma. Inclinando mi cabeza contra el asiento,
cerré los ojos, tan increíblemente feliz de estar con él. Me di cuenta de que
serían realmente sólo una cuestión de días que quedaban antes de que él se
hubiera ido de nuevo a Nueva York. Yo habría cerrado la casa, y no lo vería
cada día nunca más.
Cuando
abrí los ojos, me di cuenta de que íbamos por el puente de Mount Hope. Él
conducía fuera de la isla.
—¿A
dónde vamos?
—Estamos
tomando un pequeño desvío. ¿Te parece bien?
La
emoción me llenó. —Sí.
Cuarenta
minutos más tarde, llegamos a Providence, la ciudad donde vivía y donde crecí.
—No
he estado aquí en años —dijo.
—No
te estás perdiendo mucho.
—Es
más como yo trato de no pensar en lo que me estoy perdiendo
Nos
dirigimos a través de nuestro viejo barrio y finalmente hicimos nuestro camino
por las calles atestadas de East Side de la ciudad. Cuando giramos en una calle
determinada, finalmente me di cuenta de donde me llevaba. Como si estuviera
reservado para nosotros, había un lugar de estacionamiento justo en frente del
pequeño teatro rojo. Edward aparcó paralelo y apagó el motor.
Se
sentó allí durante unos segundos y luego se giró hacia mí. —Parece abierto.
¿Puedes creer que todavía tienen un programa de media noche?
—No
he estado aquí en años. Podríamos comprobar que funciona.
Nunca
pensé que este viaje al pasado.
Edward
se acercó al anciano desaliñado detrás del mostrador. —¿Todavía se muestran
películas independientes?
—Como
quieras llamarlas.
—¿Cuándo
para la siguiente película?
—Diez
minutos.
—Tomaremos dos entradas.
—Número
uno a su izquierda.
—Gracias
—dijo Edward antes de llevarme a la sala a oscuras.
Mirando
a su alrededor, le dije—: Estoy tan contenta de que pensaras en esto.
—¿Recuerdas
esta habitación? —preguntó.
—Lo
hago. —Señalé la mitad—. Solíamos sentarnos a la derecha por allí. Huele peor
de lo que recuerdo.
—Huele
bastante obsceno.
Solo
había una persona en el teatro, un hombre sentado en diagonal al otro lado de
nosotros.
Las
luces se apagaron, y la película comenzó. En cuestión de segundos, quedó
perfectamente claro que mientras el pequeño teatro rojo se veía físicamente
igual, todo lo demás había cambiado.
La
secuencia inicial mostraba un montaje musical de mujeres haciendo mamadas a
diferentes hombres. Parecía que nuestra pequeña sala de cine rojo perdió por
completo su inocencia en los años que lo abandonamos. Ahora era un cine porno.
Cuando
miré a Edward, se reía tan fuerte que prácticamente lloraba.
Susurré—:
Júrame lo que no lo sabías.
Se
secó los ojos. —Lo juro por Dios, Isabella. No tenía ni idea. ¿Incluso ves una
señal… algo?
—No.
Pero en realidad nunca hubo señales indicando lo que se reproducía, así que
asumo…
—Ya
sabes lo que dicen de asumir las cosas…
—¿Nos
convierte en estúpidos?
—Cerca.
A veces, cuando asumes las cosas, accidentalmente terminas en una sala de cine
para adultos viendo sexo anal.
Señaló
a la pantalla, que exhibía nada más que un gigantesco culo siendo follado.
—Nuestro pequeño cine rojo ha sido corrompido, Patch.
Para
empeorar las cosas, el único otro cliente en el lugar parecía estar sacudiendo
la mano hacia arriba y abajo debajo de una manta. Nos quedamos mirando al tipo
y luego estallamos en risas.
—¿Crees
que esa es nuestra señal para salir? —pregunté.
—Puede
ser.
Una
nueva escena de repente apareció en la pantalla. No era tan explícito como el
otro y parecía más cinematográfico, como una película real en lugar de una
barata película triple X. La música era más suave. El fragmento mostraba a dos
chicos disfrutando a una chica lenta y sensualmente. Ella le daba sexo oral a
uno mientras el otro tipo le comía el coño. Se suponía íbamos a irnos, pero me
sentí congelada en mi asiento, incapaz de apartar los ojos. Sabía que Edward lo
veía también porque estaba callado. Todo el asunto duró unos diez minutos.
Cuando
todo terminó, miré a Edward que solo me miraba fijamente. ¿Estuvo observando la
película, o me observó ver la película? ¿Sabía que estaba excitada por ella? En
cualquier caso, no hizo ningún comentario sarcástico, y ciertamente no se reía
de mí.
Cuando
por fin habló, su voz sonaba tensa cuando me susurró al oído—: ¿Quieres
quedarte?
—No.
Deberíamos irnos.
—Está
bien.
Cuando
empecé a levantarme, puso su mano en mi brazo para detenerme. —Necesito un
minuto.
—¿Por
qué?
Se
me quedó mirando como si debería saber el por qué.
Lo
comprendí. —Oh.
No
sabía qué me excitaba más, ver esa escena o saber que Edward se encontraba duro
por ella. Todo era demasiado para mí. Cerró los ojos durante un minuto y luego
se volvió hacia mí. —No está bajando.
—Estar
aquí no va a ayudar.
—Probablemente
no.
—Vámonos.
—No quería reírme, pero era bastante divertido.
Nos
levantamos y salimos del cine. Realmente me esforcé en no mirar hacia abajo, pero
mis ojos me traicionaron cuando se desviaron hacia el bulto presionando a
través de sus vaqueros. Pensamientos sucios inundaron mi mente. Deseaba que las
cosas fueran diferentes, porque podía pensar en un millón de maneras en las que
podía ocuparme de él.
El viaje de regreso a
Newport fue silencioso. La tensión sexual en el aire era espeso. Mis pezones se
habían convertido en acero, y mis bragas estaban empapadas sabiendo que
probablemente aún se hallaba duro. Se me ocurrió que ciertas situaciones podrían
ser incluso más excitantes que el sexo en sí, aquellas situaciones en las que
querías algo tan mal, pero no podías tenerlo. Mi cuerpo experimentaba un
imposible estado de excitación.
Llegamos
a la casa. Cuando apagó el motor, recostó la cabeza en el asiento y se volvió
hacia mí, mirando como si quisiera decir algo, pero no podía encontrar las
palabras.
Rompiendo
el hielo, le dije—: Gracias por intentar de mejorar mi noche.
—Intentar
es la palabra operativa. Fue un fracaso épico.
—No,
no lo fue.
—¿No
lo fue? Accidentalmente te llevé a ver una porno y tuve una erección en el
proceso. ¿Qué demonio… tengo quince años?
—Me
encontraba excitada, también. No es tan obvio.
—Lo
sé. Me di cuenta. Eso fue lo que… —Vaciló y sacudió la cabeza—. Olvídalo.
—Bien,
de todos modos. Fue aún mejor que la cita con Dr. Danger.
—No
puedo creerle a ese imbécil. Mañana debería ir al hospital y molerlo a golpes.
—No
vale la pena. —Miré por la ventanilla—. De todos modos, deberíamos ir adentro.
—Sí.
Regresando
al interior de la casa, nos quedamos en la cocina. No me encontraba lista para
ir a dormir, a pesar de que ya habían pasado la una de la mañana. Ninguno de
los dos se movió.
—Jesús,
es tan tarde, pero no estoy cansada en absoluto —dije.
—Si
hago un poco de la fusión de café, ¿Querrás un poco?
—Sí.
Me encantaría un poco. —Sonreí.
Observé
todos sus movimientos mientras preparaba el café.
Te
amo.
Dios,
el pensamiento solo apareció de repente en mi subconsciente. De vez en cuando,
esas dos palabras jugarían en mi mente cuando estaba con él. Lo amaba, tanto
como siempre lo hice. Pero necesitaba controlar estos sentimientos, de lo
contrario estaría tendiéndome una trampa para gran decepción.
Se
encontraba de espaldas a mí cuando dijo—: Tanya volverá en unos pocos días.
Se me cayó el alma a los
pies. —¿De verdad? ¿Regresarás a Nueva York con ella?
—No.
Después de que se vaya, me quedaré unos días más para cumplir mi promesa a Aro.
—Oh.
Colocó
una taza humeante delante de mí. —Aquí tienes.
—Gracias.
Durante
las últimas cuarenta y ocho horas, parecía que algo entre nosotros había
cambiado. Tal vez su cambio de actitud fue el resultado del inminente fin del
verano.
Sorbiendo
el café, le dije—: No creo que alguno de nosotros vaya a dormir pronto después
de esto.
—También
podríamos quedarnos levantados.
Durante
las próximas dos horas, Edward y yo solo hablamos, sincerando las cosas que
perdimos en la vida del otro. Me enteré que antes de mudarse a Nueva York, en
realidad había completado un semestre en el Conservatorio Berklee de Boston,
pero no podía permitirse el lujo de continuar. Sus padres se habían negado a
financiar su educación si elegía especializarse en música. En cambio, se mudó a
Nueva York y tuvo pequeños trabajos y conciertos hasta que, finalmente, regresó
a la escuela, especializándose en negocios con una mención en música. Me dijo
que conoció a su ex novia Kate unos pocos años después que se mudó allí.
Vivieron juntos durante un par de años y quedaron como amigos incluso después
de que rompió con ella. Había sido su única novia formal antes de Tanya. Dijo
que Tanya cree que la ex quiere volver con él, a pesar de que Kate ahora está
con otra persona. Entre estas dos relaciones, se acostó con su parte justa de
mujeres. Aprecié que sea sincero conmigo, pero aún dolía escuchar eso.
Le
conté historias sobre mi tiempo en la Universidad de New Hampshire y cómo elegí
especializarme en educación porque se sentía como una opción sólida, no porque
era algo que me apasionara. Admití que a pesar de que disfrutaba la enseñanza,
se sentía como si había algo que faltaba, algo más que se suponía que debía
hacer con mi vida que no me había dado cuenta todavía.
Energizados
por el café, habíamos hablado, literalmente, toda la noche. Aún llevaba puesto
el vestido negro de mi cita. En un momento dado, subí para ir al baño. Cuando
regresé a la cocina, se hallaba sentado en un taburete junto a la ventana,
tocando su guitarra.
El
sol comenzaba a elevarse sobre el océano. Su espalda se encontraba frente a mí
cuando empezó a tocar Here Comes the Sun de los Beatles. Me apoyé
en la puerta, escuchando su reconfortante voz. Cuanto más prestaba atención a
las letras, más metafóricas parecían. La última década había sido como un largo
período de oscuridad y arrepentimiento cuando se trataba de Edward y yo. Esta
reconexión era realmente como el sol ascendiendo de nuevo por primera vez en
mucho tiempo. Por supuesto, probablemente eligió cantarlo porque el sol estaba
literalmente ascendiendo. Aun así, no pude evitar que mi mente viajara,
especialmente sin dormir.
Deja
de enamorarte de él otra vez, Isabella.
¿Cómo
exactamente se suponía que iba a cambiar lo que sentía? No podía. Solo tenía que
aprender a aceptar que Edward estaba con Tanya. Era feliz. De algún modo tenía
que averiguar cómo ser su amiga otra vez sin salir herida en el proceso.
Cuando
la canción terminó, se dio la vuelta y vio que había estado observándolo.
Me
acerqué a dónde se encontraba sentado y miré hacia fuera. —La salida del sol es
hermosa hoy, ¿verdad?
—Realmente hermosa —aceptó,
excepto que no miraba el sol en absoluto.
6 comentarios:
Creo q leo muy rápido qde con gusto a poco ya qro leer otro y falta mucho para el lunes
Muchas gracias por el capítulo
Gracias por los 2 capítulos. Es agradable que ya se estén comunicando.
Bueno pase por alto este capítulo no había visto que lo publicaste y leí el que sigue.
Gracias por actualizar!!!
Hola hola Annel me mataste con este capítulo, por más que uno no quiera salir herida pasa porque entregas el alma aunque no quieras
Gracias por el capítulo
Saludos y besos
Ohhhhh!!!!!
Están tan enamorados el uno del otro....
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