viernes, 2 de noviembre de 2018

la forma que estaba destinada a ser capitulo 6




Capitulo 6

Dos días más tarde, estaba tomando mi café de la mañana cuando un aviso de texto iluminó mi teléfono. Era del Dr.James Danger.

¿Qué te parece cenar mañana por la noche?

Reflexioné sobre mi respuesta. Probablemente sería bueno aprovechar una distracción de Edward. Desde nuestra conversación la otra noche, las cosas han sido más cordiales entre nosotros. Al menos ya no me evitaba. Después de su presentación anoche, de hecho, vinimos a casa juntos desde Sandy‟s. Fue un viaje tranquilo, pero también fue un paso en la dirección correcta. Así que las cosas estaban tan bien como era posible.

El problema era yo. Todavía no podía contener mi atracción por él y no sabía dónde trazar la línea en mis emociones. Pensé en él cada segundo del día. Pronto iríamos por caminos separados, por no mencionar el detalle no tan insignificante de su relación de compromiso con Tanya. Nunca haría nada intencionalmente para ponerla en peligro. Pero todavía no podía controlar mis sentimientos.

Mis dedos forzaron una respuesta a James.

Mañana por la noche suena genial. Sólo déjeme saber la hora.

La profunda voz mañanera de Edward me sobresaltó. —Veo que hiciste la fusión de café.
Salté, rápidamente dejando el teléfono.

Se rió. —Oh. ¿Interrumpo algo? ¿Le estás enviando mensajes a un chico?

—No.

Me miró con recelo. —Mentirosa.

Una risa nerviosa se escapó. —¿Quieres un café?

—¿Tratando de cambiar de tema?

—De pronto.

—Entonces, ¿quién era?

—James.

—Dr. ¿Peligro?

—Sí.

—¿Has oído hablar del peligro de los extraños?

—Sí.

—Crearon ese término por él.

—¿Ah sí?

—Estoy bastante seguro. Sí. —Se sirvió una taza de café y se dirigió a mí nuevamente—. ¿En serio? ¿El doctor pelele? ¿Saldrás con él?

Asentí, y dije—: Mañana por la noche. ¿Cuál es tu problema con él de todos modos?

—Es irrespetuoso.

—¿En qué manera?

—El tipo te comía con la mirada incluso antes de confirmar que no estábamos juntos.

—Tal vez es sólo perceptivo.

—¿Cómo?

—Él percibió tu desprecio hacia mí. Era bastante obvio.

—¿A dónde te invitó?

—No sé todavía.

—Deberías averiguarlo.

—¿Que importa?

—En caso de que desaparezcas, sabré dónde decirle a la policía que empiece a buscar.

***

La noche llegó, y no sabía qué ponerme. James dijo que me llevaría a un restaurante en el agua en las inmediaciones de Tiverton. Sería una noche húmeda, por lo que opté por un vestido tubo ligero y floral que me había comprado una tarde mientras salimos de compras con Tanya a principios de este verano.

Podía escuchar a Edward cantando por el pasillo.

No otra vez.

No me atreví a ir allá para evaluar la situación después de lo que sucedió la última vez que fui testigo de ese jamboree pajero. Después de varios minutos, lo que sonaba como puñetazos se añadieron a la mezcla. Rompí mi promesa de permanecer lejos y salí de mi habitación para comprobar las cosas.

Resultó que Edward estaba en la sala de ejercicios sacando la mierda a un saco de boxeo Everlast.

Gotas de sudor goteaban por su esculpida espalda. La habitación olía a sudor mezclado con su colonia. Su cabello estaba empapado. Tenía auriculares puestos, y podía oír la música a todo volumen a través de ellos. Apretando los dientes, golpeó el artefacto de caucho negro más y más fuerte. Mi corazón latía más rápido con cada golpe.

Cuando me moví un poco más cerca con cautela, gruñó—: ¡Sal del camino! —Me estremecí cuando su brazo balanceó peligrosamente cerca de mí.

Retrocedí, pero me quedé mirándolo desde la esquina de la habitación. Lo había visto ejercitarse antes, pero nunca de esta manera. Era como una bestia, tan fuerte y viril. Se me ocurrió que con Tanya lejos tanto tiempo, debió haber estado sexualmente frustrado. Tal vez era por eso que golpeaba el saco de boxeo. Cualquiera que sea la razón, me encontraba paralizada por la energía que estaba gastando y me hallé incapaz de apartar los ojos de él.

De pronto se detuvo, sacó los auriculares y se acercó a la puerta donde había instalado una barra de metal para hacer flexiones. Mis ojos siguieron el movimiento de su cuerpo mientras levantaba su propio peso, sus abdominales duros como las rocas se rizaban con cada levantamiento.

Él saltó de la barra y secó el sudor de su frente con el dorso de su mano. —¿No tienes nada mejor que hacer que verme hacer ejercicio? ¿No se supone que te alistes para una cita?

—Ya estoy lista.

—Ese es el vestido de Tanya, ¿verdad?

—No. Es el mismo que ella tiene, pero éste es el mío. Las dos nos los compramos en la misma tienda en liquidación el mismo día.

—En ella se ve normal. En ti… se ve ridículo.

Mi estómago se hundió. —¿Estás diciendo que estoy gorda?

—No, pero tu cuerpo es diferente al de ella. Ese vestido se ve obsceno en ti.

Mirándome hacia abajo, de repente me sentí desnuda. —¿De qué estás hablando?

—¿Quieres que lo deletree?

—Sí.

Él vino detrás de mí, agarrando mis hombros y me posicionó frente al espejo de cuerpo entero en la pared. Escalofríos me recorrieron la espalda por la sensación de sus manos ásperas en mí.

—Mira. Tus tetas se están reventando fuera de él. Tus pezones están empujando fuera de la mitad de esas margaritas.

Mi mente estaba en una niebla, porque todo lo que podía ver en el espejo fue a mí junto al caliente y sudoroso cuerpo de Edward, detrás de mí. Entonces, me volteó rápido y su mirada ardía en la mía. Estaba demasiado cerca para mi comodidad, y mis piernas se sentían como si fueran a colapsar por el aumento de la conciencia sexual. —Mira tú culo en el espejo. El material apenas se puede envolver alrededor de él. ¿Crees que el Dr. Doolittle será capaz de mirarte a los ojos cuando estás vestida así?

—¿De verdad piensa que esto se ve tan mal?

De repente se alejó de mí y volvió a la barra. Mis pezones hormigueaban. Sólo quería sus manos sobre mí de nuevo.

—Creo que te hace ver como una puta, sí —dijo antes de hacer unas pocas repeticiones más en silencio. Saltó, el peso de su cuerpo causando un gran golpe contra el suelo de madera—. Realmente no lo sabes, ¿verdad?

—¿Qué quieres decir?

—Nunca tuviste ninguna idea de qué tipo de efecto tienes sobre las personas.

—Se más específico, por favor.

—Cuando éramos más jóvenes, solías sentarte en mi regazo, ponías tus manos sobre mí, corrías tus dedos por mi cabello, me abrazabas todo el tiempo con tus enormes tetas presionadas contra mí. Pasé la mitad de mi adolescencia caminando empalmado y no podía hacer nada al respecto. Durante todo el tiempo, aparentemente no tenías ni idea.

—No la tenía.

—Ahora lo sé. Y no tienes idea de cuántas veces tuve que defenderte detrás de tu espalda. Chicos hablando de tu cuerpo, diciendo cosas sexuales sobre ti justo en frente de mi jodida cara. ¿Tienes alguna idea de cuántas peleas tuve gracias a ti?

—Nunca me dijiste.

—No. No lo hice. Porque intentaba proteger tus sentimientos. Intenté tan jodidamente protegerte de la mierda, y eso fue lo único que me mordió en el culo al final.

—Lo siento.

Levantó las manos. —¿Sabes qué? No importa. Mi error. No haremos esto otra vez. Te dije que habíamos terminado de hablar. Y lo hicimos.

—Está bien.

—Me gustaría continuar mi ejercicio en paz si no te importa.

—Vale.

De vuelta en mi habitación, podía oír que había regresado a la bolsa de boxeo con toda su fuerza. Aun recuperándome de sus palabras, no podía dejar de preguntarme si tenía razón. Tal vez realmente sólo era una persona despistada. Pero él nunca exactamente expresó sus sentimientos hacia mí en aquel entonces, tampoco.

¿Se suponía que leyera la mente? Sentí que necesitaba resaltar ese punto. Me molestaba. Volví al pasillo y a través de sus violentos puñetazos a la bolsa, dije—: La otra noche me preguntaste por qué nunca te dije cómo me sentía. Bueno, claramente, tampoco tenías las pelotas para decirme cómo te sentías.

Edward dejó de dar puñetazos, pero mantuvo sus brazos sobre la bolsa, inclinándose en contra de ella. Se tomó unos segundos para recuperar el aliento. —Pensé que era evidente. ¿Cuánto más obvio podría haber sido? ¿Todas las malditas canciones que te escribí? ¿Alguna vez incluso me viste con alguna otra chica?

—No. Pero admitiste besar, antes, a alguien más esa noche en lo de Brian.

—Besé a una chica antes de esa noche. ¿Quieres saber por qué? Porque no quería ser un ignorante en lo que me encontraba haciendo cuando finalmente tuviera el valor para besarte. Nunca lo consideré un beso de verdad. Quería que fuera contigo mi primera vez de verdad. Lo quería todo contigo. Pero tenía miedo de que fueras demasiado pequeña, de modo que esperé. No quería apresurar las cosas y arruinarlo. Pero tienes razón. Una parte de mí, tampoco tenía las pelotas para decirte lo que sentía.

—Ojalá las hubieras tenido. Fuiste cuidadoso, y yo despistada. Juntos, fuimos… negligentes.

—¿Ser cuidadoso más despistada es igual a negligente? ¿Acabas de inventar eso ahora mismo?

—Sí.

—Eso es jodidamente cursi.

—Muchas gracias.

—Será mejor que te alistes para tu cita con Trapper Con M. D.5

Me reí, aliviada de que ahora bromeaba sobre el tema. —¿Me ayudarás?

—¿Ayudarte? ¿Para qué mierda necesitas ayuda?

—Ayudarme a escoger qué ponerme. Porque creo que tienes razón. Esto es un poco revelador.

—¿Un poco revelador? Hustler te estaría llamando mañana si les enviara una foto.

—Bien. Muy revelador.

—¿No puedes resolver esta mierda por tu cuenta? Es muy sencillo. Cubre tus tetas y culo. Listo.

—Sí. Pero todavía quiero verme bien. Sabes que tengo una tendencia a escoger cosas raras. Saco de bolsas de papa y todo. Siento que voy de un extremo al otro, y no sé cómo vestirme en el medio.

—Está bien. —Edward dejó escapar un suspiro agotado y me siguió hasta mi habitación.
Empecé a sacar los vestidos de mi armario, lanzándolos sobre la cama uno en uno. —¿Qué tal este?

—Zorra.

—¿Este?

—Más zorra.

—Bueno. ¿Este?

—¿Tienes una Birkenstock para ir con ella?

—Está bien... ¿este?

—Bueno, esa sería una manera de deshacerte de él.

Me tapé la cara. —¡Aargggh! Esto es muy frustrante.

—Conozco una solución.

—¿Qué?

—No vayas a la cita.

—¿Porque no puedo encontrar qué ponerme?

—Sí. Creo que deberías quedarte en casa.

—Simplemente no te gusta.

—Tienes malditamente razón.

—Una vez más... ¿por qué?

—Lo único que quiere es meterse en tus bragas, Isabella.

—Bueno, él no se meterá en mis bragas.

—¿Estás segura de eso?

—No tengo relaciones con chicos en la primera cita.

Arqueó su ceja escépticamente. —¿Nunca has tenido relaciones con un chico en la primera cita?

—Bueno…

—Exactamente.

—Incluso si quisiera, lo cual no es así, no sería esta noche.

—¿Por qué así?

—Me apuñalaría a mí misma otra vez.

Sacudió la cabeza y se rió cuando se dio cuenta de que me refería a mi período. —Ya veo.
—De todos modos, ¿por qué piensas que sólo está interesado en mi cuerpo?

—Fueron sus ojos. No me inspiraron confianza. Puedes decir mucho sobre una persona por la mirada en sus ojos. Me dieron una mala vibra.

—Bueno, tengo más que tetas y culo. Por lo tanto, tengo la esperanza de que estés equivocado.

—Tienes razón. También tienes unos lindos hoyuelos cuando sonríes.

Mi cuerpo se sonrojó ante el cumplido que salió de la nada. No sabía cómo responder, por lo que simplemente dije—: Cállate.

—Solo ten cuidado —dijo seriamente, metiendo la mano en su bolsillo trasero—. Hablando de eso... lleva esto contigo. —Era su vieja navaja suiza de color rojo de cuando éramos más jóvenes.

—¿Aún la tienes?

—Nunca dejaré de necesitar esto.

—¿De verdad quieres que la lleve?

—Sí.

Tomándola, dije—: Está bien.

—¿Terminamos aquí?

—Todavía no hemos escogido qué voy a usar.

Edward se acercó a mi armario y pasó la mano lentamente a lo largo de la línea de trajes, finalmente se detuvo en un sencillo vestido negro, sin mangas, que se hallaba lejos de ser revelador. Parecía más como algo que podría llevar a un funeral. En realidad, era el vestido que compré para usar en el funeral de Nana, antes de que me enterara de que escribió explícitamente que no quería uno. Quiso simplemente ser incinerada y que sus cenizas fueran arrojadas en el mar sin ningún espectáculo.

—¿Este? ¿De verdad?

Sostuvo el vestido. —No me pidas ayuda si no me harás caso.

—Bueno. Este entonces. —Lo agarré y observé mientras se dirigía hacia la puerta. Mis ojos se centraron en el tatuaje rectangular en su espalda. A pesar de que siempre pensé que era sexy como el infierno, hasta ahora, jamás había sido capaz de mirarlo detenidamente.

—Edward.

Se dio la vuelta. —Sí.

—¿Qué es ese tatuaje en tu espalda?

Su cuerpo se tensó. —Es un código de barras.

—Eso es lo que pensé. Siempre me he preguntado si significa algo.

Negándose a responder mi pregunta, dijo—: Vístete. No quieres hacerle esperar al doctor Dick.

***

Se suponía que James pasaría por mí en unos veinte minutos. Me senté en la mesa de la cocina bebiendo un vaso de vino blanco para relajarme. El vestido negro que Edward eligió, en realidad parecía bastante lindo. No mostraba excesivamente la piel y esa era, probablemente, la forma en que debería haber sido. Terminé recogiendo mi cabello, largo y castaño, en una cola alta.

Una ráfaga de su colonia me impulsó a mirar al costado. Mi corazón se encogió al ver a Edward de pie en la entrada. No me di cuenta de que estaba allí hasta que lo olí. Parecía estar observándome sin yo saberlo.

Después de su sesión de ejercicios se había duchado y se veía tan increíblemente atractivo con una sencilla camiseta de color negro que abrazaba sus músculos. Los pantalones vaqueros que llevaba eran los que siempre exhibían su trasero de la mejor manera. A pesar de que yo tenía la noche libre, Edward se suponía que se presentaba en Sandy. Las mujeres iban a saltarle encima esta noche.

Se acercó y se sentó en un taburete, junto a mí. Mis pezones reaccionaron ante la cercanía de su cuerpo.

Observó mi rostro y dijo—: No te ves demasiado emocionada.

—Siendo honesta, no estoy segura de cómo me siento.

—No estás nerviosa por salir con ese imbécil, ¿o sí?

—Un poco.

—¿Por qué? No merece la pena como para que te pongas nerviosa.

—Es la primera cita que tengo desde Jacob.

Bajó su mandíbula casi con rabia. —Ese es el tipo que te engañó...

—Sí. ¿Cómo supiste?

—Tanya me lo contó.

Me sorprendió que ellos hablaran de mí. No estaba segura de qué sentir acerca de Edward al tanto de lo de Jacob.

—Oh.

—No dejes que lo que sucedió con ese idiota te haga pensar que deberías conformarte con el primer Tom, Dick o Harry que aparezca.

—¿Alguna vez has engañado a nadie?

Dudó antes de responder—: Sí. Pero, no estoy orgulloso de ello. Era más joven. No es algo que alguna vez haría ahora. De la manera en que lo veo, si quieres engañar a alguien, deberías terminar la relación. El engañar es para los cobardes.

—Estoy de acuerdo. Deseo que Jacob simplemente hubiera terminado la relación conmigo.

—Me alegro de que ya no estás con él.

—Yo también.

—Él intentaba tener lo mejor de ambos mundos. También terminará engañando a la otra chica. Solo observa.

—Tanya tiene suerte de tenerte, estar con alguien que es fiel.

Su expresión oscureció antes de decir—: La tentación es natural. Eso no quiere decir que debas actuar en base a ello. —Parecía estar pensando en sus palabras intentando convencerse a sí mismo de ese hecho.

—Cierto. Por supuesto.

Edward rápidamente cambio de tema. —¿Llevas el cuchillo en tu bolso?

—Sí. No voy a necesitarlo, pero está en mi bolso.

—Bien. ¿Tienes mi número de teléfono?

—Sí.

—Deberías llevar tu propio auto.

—Bien, ya estuve de acuerdo con que él me recoja.

—Si él intenta algo gracioso, llámame. Iré a recogerte.

—Pero estarás a la mitad de una presentación.

—No importa. Llámame si necesitas un aventón.

—Está bien. Lo haré.

Su protección me recordó los viejos días. Tener a alguien velando por mí era un sentimiento realmente bueno. De hecho, no lo había sentido desde que corrí lejos de casa todos estos años.

Tomé otro sorbo de mi bebida. Antes de que pudiera colocarla en el mostrador, sentí la mano de Edward sobre la mía interceptándola, tomando el vaso de mi agarre y bebiendo de golpe el resto del vino.

Mi voz fue prácticamente un susurro. —No sabía que te gustaba el vino.

—Estoy de un humor diferente esta noche, supongo. —Tomó el vaso del pequeño bar y lo volvió a llenar antes de regresar a sentarse y colocarse frente a mí.

Bebimos tranquilamente de la misma copa, pasándola de ida y de regreso entre nosotros, haciendo silencioso contacto visual. Cada vez que lamía el Chardonnay de sus labios, me excitaba totalmente. Me sentí culpable por sentirme de esa manera, pero estaba más allá de mi control. Como él dijo, la tentación era natural, ¿cierto? Sabiendo que no podía ni debía actuar sobre eso, hacia los sentimientos más poderosos, sin embargo. El hecho de que él fuera inalcanzable me consumía.

Si fuera honesta, ninguna parte de mí quería ir con James esta noche. Cada parte de mí, por otro lado, quería ir a ver la presentación de Edward, especialmente desde que estábamos en los últimos días antes de que regresara a Nueva York.

El golpe en la puerta fue ruidoso y seguro. Edward frotó la parte posterior de su cuello masajeando la tensión de allí. Si no lo supiera mejor, pensaría que era quien estaba nervioso por esta cita.

Cuando bajé para responder la puerta, dijo—: Espera.

—¿Sí?

—Te ves realmente bien. Creo que ese vestido fue la decisión correcta.

Mi corazón dio un brinco. —Gracias.

Mis tacones hicieron ruido en el suelo mientras caminaba hacia la puerta principal.
James sostenía un pequeño ramo de flores. —Buenas tardes, Isabella. Dios, luces espectacular.

—Hola, James. Gracias. Adelante.

Los brazos de Edward estaban cruzados. Su lenguaje corporal era más como un guardia armado del banco que como un hombre de pie casualmente en su propia cocina.

—Recuerdas a mi compañero de piso, Edward.

—Por supuesto. ¿Qué tal te sientes?

—Lleno de energía por el momento. Dr. Danger.

James pareció molesto por la pronunciación de Edward. —Dan-ger. —Corrigió.

—Lo siento. No quise decir peligro, Dr. Danger.

James no parecía divertido. —No hay problema.

—¿A dónde irán esta noche chicos?

—Al Boathouse. ¿Has estado allí?

—Justo en el agua. Tranquilo. Alejado de todas las paradas.

Tomando mi bolso, dije—: Bueno, deberíamos irnos.

Edward mantuvo su mano hacia afuera. —Me encargaré de las flores.

De alguna manera, me pregunté si terminarían en el cubo de la basura al segundo en que la puerta se cerrada detrás de nosotros.

—Gracias.

—No hay problema.

Cuando estuvimos afuera, James se giró hacia mí. —A tu compañero de piso le gusta degradar mi nombre. Es un poco listillo.

—Sí. Puede serlo.

James abrió la puerta de su Mercedes y me dejó en el asiento del acompañante. La conversación fue fácil durante el camino hacia Tiverton. Me preguntó acerca de mi carrera en enseñanza, y hablamos acerca de su tiempo en la Universidad de Medicina de Carolina del Norte en Chapel Hill.

Mi teléfono vibró.

Edward: Estas flores son del supermercado.

Isabella: ¿Cómo lo sabes?

Edward: Dejó la calcomanía naranja en ellas. Que idiota.

Isabella: La intención es lo que cuenta.

Edward: Mira en el asiento trasero. Apuesto a que verás leche y huevos.

Isabella: ¿No tendrías que estar en Sandy’s?

Edward: Saliendo ahora.

Isabella: Rómpete una pierna esta noche.

Edward: Mantente lejos del Peligro. Mejor aún, mantén al Peligro lejos de ti.

Isabella: Eres un tonto.

Edward: Ordena la langosta. Al menos tendrás una salida esta noche.

Isabella: ¡Adiós, Edward!

—¿Qué es tan gracioso?

—Oh, no es nada. Lo siento.

Miró por encima de mí. —Así que, ¿qué estábamos diciendo? Oh, me decías que cuándo planeas regresas a Providence.

—La última semana de agosto. Debo tener listo mi salón de clases para comienzos de septiembre.

—Apuesto a que tus estudiantes te aman.

—¿Por qué dices eso?

—Debería haber tenido una maestra con tu apariencia cuando estabas en secundaria.

—Bueno, me gusta pensar que ellos me aprecian por otras razones.

—Oh. Estoy seguro que sí.

Cuando llegamos al restaurante, se encontraba realmente oscuro afuera, por lo que la vista frente al mar no era tan buena como durante las horas de la luz del día. Comenzaba a estar frío, así que optamos por un asiento junto a la ventana para ver el agua. Las luces de algunos de los veleros iluminaban el oscuro océano. Las bombillas blancas de Navidad colgaban dentro del restaurante logrando un ambiente acogedor. El olor a comida de mar fresca llenaba el aire. Reí para mí misma, pensando en cómo Edward probablemente hubiera ducho que el lugar olía como un bote de basura.

Terminé ordenando pez espada con salsa de mango mientras que James optó por Pollo Marsala. La conversación mientras esperábamos por la comida fue muy mundana. Hablamos un poco acerca de las cercanas elecciones presidenciales. James era republicano mientras que yo era demócrata. También le dije la historia de cómo me convertí en la heredera de la casa de Nana.
Mi teléfono vibró.

Edward: ¿Cómo va todo?

No quería ser descortés y responderle. Así que, ignoré su texto hasta que Will se excusó para usar el baño.

Isabella: ¿No se supone que deberías de estar cantando?

Edward: Es mi descanso de diez minutos.

Isabella: Todo marcha bien.

Edward: Sólo asegurándome de que aún sigues viva.

Isabella: No he tenido que usar el cuchillo, no.

Edward: ¿Ordenaste la langosta cómo te dije?

Isabella: No. Pez espada.

Él no respondió, así que asumí que había terminado de escribirme, lo cual era bueno, desde que James había regresado a la mesa.

Nuestra comida llegó, y la mesera me sirvió una segunda copa de vino. Comimos en un silencio agradable cuando pude sentir mi teléfono vibrar en mi regazo. Asumiendo que era Edward, estaba curiosa por ver hacia abajo pero no quería parecer grosera. Después de comer la mitad de mi plato, decidí excusarme para usar el tocador y poder checar mi teléfono.

En el baño, me apoyé en el lavamanos mientras sacaba mi teléfono.

Edward: Tenías razón.

¿Qué significaba eso?

Isabella: ¿Razón de qué?

Después de esperar durante cinco minutos completos, decidí regresar a la mesa.

—¿Todo bien?

—Sí. Todo está bien.

—Estaba pensando que podríamos regresar a Newport, tal vez tomar un paseo nocturno por la calle principal y parar a tomar un café o un helado, lo que prefieras.

A decir verdad, quería ir a casa, quitarme los zapatos de tacón, y sumergirme en un baño caliente.

—Eso suena muy bien —mentí.

Mi teléfono vibró de nuevo. Esta vez, miré hacia abajo en mis piernas para echar un vistazo a la respuesta de Edward.

Edward: no me quedé por la presentación en Sandy’s.

Edward: Podría haber vuelto a Nueva York.

Edward: Quería quedarme.

Esas palabras aseguraron lo que yo era un fracaso completo para el resto de nuestro tiempo en The Boathhouse. No respondí al texto, pero eso fue todo porque no sabía qué decir. Puede que no necesariamente esperara una respuesta. Mi corazón se sintió inexplicablemente pesado.

De vuelta en el auto, acabamos de regresar de nuevo a Newport cuando James dijo que necesitaba ir una tienda por un minuto. De la nada, mi nariz comenzó a moquear. Necesitaba con urgencia un pañuelo de papel, así que abrí la consola central con la esperanza de encontrar algo para limpiar mi nariz. Si bien no encontré un pañuelo de papel, mi mano tropezó con algo: una alianza de oro de hombres.

¿Qué demonios?

Mi corazón comenzó a latir furiosamente.

¿Estás de broma en este momento?

El idiota probablemente compraba condones para un encuentro conmigo. Sin pensarlo bien, salí del auto y estrellé la puerta. No estaba de humor para una confrontación y honestamente no me importa lo suficiente para sacarle la información. Lo único que importaba era ver a Edward. Mirando hacia abajo en mi teléfono, me di cuenta de que todavía estaría tocando la última actuación en Sandy‟s, era alrededor de dos kilómetros a pie de mi ubicación actual. Corriendo en mis tacones, caminé mientras hice mi camino a través del centro de Newport.

Me detuve para recuperar el aliento antes de entrar en el restaurante. Debido a que estaba más frío esta noche, Edward estaba presentándose en el escenario en el interior. Me colé dentro y escondí en un rincón en el que no podía verme, pero donde todavía podía verlo. 

Esto tenía que ser cerca del final.

Su voz de repente vibró a través del micrófono. —Esta última canción va dedicada a todas las personas que alguna vez han tenido un cierto tipo de amigo que te vuelve loco, el tipo que se mete en tu piel y permanece allí incluso cuando no están físicamente presentes. El tipo con hoyuelos que has estado soñando desde que era un niño. El tipo con ojos de espuma de mar verde en los que te pierdes. El tipo que es confuso como el infierno. Ese tipo. Si puedes relacionarte, esta canción es para ti.

Oh Dios mío.

Edward comenzó a tocar una versión de una canción que reconocí. Era Realize de Colbie Caillat. Intentando escuchar las palabras, no podía descifrarlas todo porque estaba demasiado paralizada en la forma en que la cantaba. La letra era en su mayoría sobre la darse cuenta de verdaderos sentimientos y cómo a veces podían ser unilateral. Durante la mayor parte de la canción, sus ojos se hallaban cerrados, a pesar de que tocaba la guitarra. No sabía que estaba aquí, y yo me sentía bastante segura de que estaba pensando en mí. No sabía si debía irme. Se sentía como si estuviera invadiendo su privacidad un poco. Era dudoso que hubiera elegido cantar esta canción a mi cara.

Cuando Edward terminó la canción, agradeció a la audiencia e inmediatamente se levantó. Haciendo caso omiso al grupo de mujeres que intentan acercarse a él para un CD autografiado, en su lugar sólo salió por la parte trasera del restaurante. Tenía que decidir si haría conocida mi presencia.

Todavía en la esquina de la habitación, sentí que mi teléfono vibrar.

Edward: Terminé por la noche. Dirigiéndome a casa. ¿Todo legal?

Isabella: No exactamente.

Edward: ???

Opté por fingir que no había oído la canción o lo que había antes. Nada de esto era para mis oídos. Haciendo mi camino de vuelta a fuera, escribí.

Isabella: Estoy bien. Acabo de llegar a Sandy’s. Estoy afuera.

Diez segundos después, la puerta se abrió y Edward se encontraba afuera llevando su guitarra.

La ira estaba escrita en toda su cara. —¿Qué demonios?

—Hola a ti también.

—¿Qué pasó?

—Tus sospechas acerca de su carácter eran correctas.

—¿Trató de tocarte?

—No. Él no me puso la mano encima.

—¿Qué hizo entonces?

—No mencionó que es casado.

—¿Qué? ¿Cómo te diste cuenta de eso?

—Encontré el anillo de bodas de hombres en la consola central del coche.

—Cabrón.

—Gracias por cuidar de mí.

—Creo que los viejos hábitos tardan en morir. —Se quedó mirando hacia el cielo estrellado—. De todos modos, lo siento porque desperdiciaste tu noche.

—Lo único que siento es perderme tu presentación. Lo dejé en la tienda Cumberland Farms y corrí aquí tan rápido como pude, pero no llegué a tiempo.

—No te perdiste mucho.

—¿Por qué es eso?

—Me sentí un poco raro esta noche.

—Apuesto a que es sólo tu percepción.

—No. Estaba distraído.

Un grupo de chicas salió y se quedaron lejos de él. Una de ellas se acercó a él con un CD. —¿Te importaría firmar este, Edward?

—No, en absoluto. —Él fue muy amable al respecto.

Ella chilló antes de irse con sus amigas.

Me reí. —Entonces, ¿crees que podría dejarme caer por allí una celebridad local?
—No lo sé. Tu casa podría estar demasiado lejos de mi camino. —Movió su cabeza—. Vamos. Aparqué en el aparcamiento al otro lado de la calle.

Me encantaba montar en la Range Rover de Edward porque su olor intoxicante era diez veces en el interior de la misma. Inclinando mi cabeza contra el asiento, cerré los ojos, tan increíblemente feliz de estar con él. Me di cuenta de que serían realmente sólo una cuestión de días que quedaban antes de que él se hubiera ido de nuevo a Nueva York. Yo habría cerrado la casa, y no lo vería cada día nunca más.

Cuando abrí los ojos, me di cuenta de que íbamos por el puente de Mount Hope. Él conducía fuera de la isla.

—¿A dónde vamos?

—Estamos tomando un pequeño desvío. ¿Te parece bien?

La emoción me llenó. —Sí.

Cuarenta minutos más tarde, llegamos a Providence, la ciudad donde vivía y donde crecí.

—No he estado aquí en años —dijo.

—No te estás perdiendo mucho.

—Es más como yo trato de no pensar en lo que me estoy perdiendo

Nos dirigimos a través de nuestro viejo barrio y finalmente hicimos nuestro camino por las calles atestadas de East Side de la ciudad. Cuando giramos en una calle determinada, finalmente me di cuenta de donde me llevaba. Como si estuviera reservado para nosotros, había un lugar de estacionamiento justo en frente del pequeño teatro rojo. Edward aparcó paralelo y apagó el motor.

Se sentó allí durante unos segundos y luego se giró hacia mí. —Parece abierto. ¿Puedes creer que todavía tienen un programa de media noche?

—No he estado aquí en años. Podríamos comprobar que funciona.

Nunca pensé que este viaje al pasado.

Edward se acercó al anciano desaliñado detrás del mostrador. —¿Todavía se muestran películas independientes?

—Como quieras llamarlas.

—¿Cuándo para la siguiente película?

—Diez minutos.

—Tomaremos dos entradas.

—Número uno a su izquierda.

—Gracias —dijo Edward antes de llevarme a la sala a oscuras.

Mirando a su alrededor, le dije—: Estoy tan contenta de que pensaras en esto.

—¿Recuerdas esta habitación? —preguntó.

—Lo hago. —Señalé la mitad—. Solíamos sentarnos a la derecha por allí. Huele peor de lo que recuerdo.

—Huele bastante obsceno.

Solo había una persona en el teatro, un hombre sentado en diagonal al otro lado de nosotros.

Las luces se apagaron, y la película comenzó. En cuestión de segundos, quedó perfectamente claro que mientras el pequeño teatro rojo se veía físicamente igual, todo lo demás había cambiado.

La secuencia inicial mostraba un montaje musical de mujeres haciendo mamadas a diferentes hombres. Parecía que nuestra pequeña sala de cine rojo perdió por completo su inocencia en los años que lo abandonamos. Ahora era un cine porno.

Cuando miré a Edward, se reía tan fuerte que prácticamente lloraba.
Susurré—: Júrame lo que no lo sabías.

Se secó los ojos. —Lo juro por Dios, Isabella. No tenía ni idea. ¿Incluso ves una señal… algo?

—No. Pero en realidad nunca hubo señales indicando lo que se reproducía, así que asumo…

—Ya sabes lo que dicen de asumir las cosas…

—¿Nos convierte en estúpidos?

—Cerca. A veces, cuando asumes las cosas, accidentalmente terminas en una sala de cine para adultos viendo sexo anal.

Señaló a la pantalla, que exhibía nada más que un gigantesco culo siendo follado. —Nuestro pequeño cine rojo ha sido corrompido, Patch.

Para empeorar las cosas, el único otro cliente en el lugar parecía estar sacudiendo la mano hacia arriba y abajo debajo de una manta. Nos quedamos mirando al tipo y luego estallamos en risas.

—¿Crees que esa es nuestra señal para salir? —pregunté.

—Puede ser.

Una nueva escena de repente apareció en la pantalla. No era tan explícito como el otro y parecía más cinematográfico, como una película real en lugar de una barata película triple X. La música era más suave. El fragmento mostraba a dos chicos disfrutando a una chica lenta y sensualmente. Ella le daba sexo oral a uno mientras el otro tipo le comía el coño. Se suponía íbamos a irnos, pero me sentí congelada en mi asiento, incapaz de apartar los ojos. Sabía que Edward lo veía también porque estaba callado. Todo el asunto duró unos diez minutos.

Cuando todo terminó, miré a Edward que solo me miraba fijamente. ¿Estuvo observando la película, o me observó ver la película? ¿Sabía que estaba excitada por ella? En cualquier caso, no hizo ningún comentario sarcástico, y ciertamente no se reía de mí.

Cuando por fin habló, su voz sonaba tensa cuando me susurró al oído—: ¿Quieres quedarte?

—No. Deberíamos irnos.

—Está bien.

Cuando empecé a levantarme, puso su mano en mi brazo para detenerme. —Necesito un minuto.

—¿Por qué?

Se me quedó mirando como si debería saber el por qué.

Lo comprendí. —Oh.

No sabía qué me excitaba más, ver esa escena o saber que Edward se encontraba duro por ella. Todo era demasiado para mí. Cerró los ojos durante un minuto y luego se volvió hacia mí. —No está bajando.

—Estar aquí no va a ayudar.

—Probablemente no.

—Vámonos. —No quería reírme, pero era bastante divertido.

Nos levantamos y salimos del cine. Realmente me esforcé en no mirar hacia abajo, pero mis ojos me traicionaron cuando se desviaron hacia el bulto presionando a través de sus vaqueros. Pensamientos sucios inundaron mi mente. Deseaba que las cosas fueran diferentes, porque podía pensar en un millón de maneras en las que podía ocuparme de él.
El viaje de regreso a Newport fue silencioso. La tensión sexual en el aire era espeso. Mis pezones se habían convertido en acero, y mis bragas estaban empapadas sabiendo que probablemente aún se hallaba duro. Se me ocurrió que ciertas situaciones podrían ser incluso más excitantes que el sexo en sí, aquellas situaciones en las que querías algo tan mal, pero no podías tenerlo. Mi cuerpo experimentaba un imposible estado de excitación.
Llegamos a la casa. Cuando apagó el motor, recostó la cabeza en el asiento y se volvió hacia mí, mirando como si quisiera decir algo, pero no podía encontrar las palabras.
Rompiendo el hielo, le dije—: Gracias por intentar de mejorar mi noche.

—Intentar es la palabra operativa. Fue un fracaso épico.

—No, no lo fue.

—¿No lo fue? Accidentalmente te llevé a ver una porno y tuve una erección en el proceso. ¿Qué demonio… tengo quince años?

—Me encontraba excitada, también. No es tan obvio.

—Lo sé. Me di cuenta. Eso fue lo que… —Vaciló y sacudió la cabeza—. Olvídalo.

—Bien, de todos modos. Fue aún mejor que la cita con Dr. Danger.

—No puedo creerle a ese imbécil. Mañana debería ir al hospital y molerlo a golpes.

—No vale la pena. —Miré por la ventanilla—. De todos modos, deberíamos ir adentro.

—Sí.

Regresando al interior de la casa, nos quedamos en la cocina. No me encontraba lista para ir a dormir, a pesar de que ya habían pasado la una de la mañana. Ninguno de los dos se movió.

—Jesús, es tan tarde, pero no estoy cansada en absoluto —dije.

—Si hago un poco de la fusión de café, ¿Querrás un poco?

—Sí. Me encantaría un poco. —Sonreí.

Observé todos sus movimientos mientras preparaba el café.

Te amo.

Dios, el pensamiento solo apareció de repente en mi subconsciente. De vez en cuando, esas dos palabras jugarían en mi mente cuando estaba con él. Lo amaba, tanto como siempre lo hice. Pero necesitaba controlar estos sentimientos, de lo contrario estaría tendiéndome una trampa para gran decepción.

Se encontraba de espaldas a mí cuando dijo—: Tanya volverá en unos pocos días.

Se me cayó el alma a los pies. —¿De verdad? ¿Regresarás a Nueva York con ella?

—No. Después de que se vaya, me quedaré unos días más para cumplir mi promesa a Aro.

—Oh.

Colocó una taza humeante delante de mí. —Aquí tienes.

—Gracias.

Durante las últimas cuarenta y ocho horas, parecía que algo entre nosotros había cambiado. Tal vez su cambio de actitud fue el resultado del inminente fin del verano.

Sorbiendo el café, le dije—: No creo que alguno de nosotros vaya a dormir pronto después de esto.

—También podríamos quedarnos levantados.

Durante las próximas dos horas, Edward y yo solo hablamos, sincerando las cosas que perdimos en la vida del otro. Me enteré que antes de mudarse a Nueva York, en realidad había completado un semestre en el Conservatorio Berklee de Boston, pero no podía permitirse el lujo de continuar. Sus padres se habían negado a financiar su educación si elegía especializarse en música. En cambio, se mudó a Nueva York y tuvo pequeños trabajos y conciertos hasta que, finalmente, regresó a la escuela, especializándose en negocios con una mención en música. Me dijo que conoció a su ex novia Kate unos pocos años después que se mudó allí. Vivieron juntos durante un par de años y quedaron como amigos incluso después de que rompió con ella. Había sido su única novia formal antes de Tanya. Dijo que Tanya cree que la ex quiere volver con él, a pesar de que Kate ahora está con otra persona. Entre estas dos relaciones, se acostó con su parte justa de mujeres. Aprecié que sea sincero conmigo, pero aún dolía escuchar eso.

Le conté historias sobre mi tiempo en la Universidad de New Hampshire y cómo elegí especializarme en educación porque se sentía como una opción sólida, no porque era algo que me apasionara. Admití que a pesar de que disfrutaba la enseñanza, se sentía como si había algo que faltaba, algo más que se suponía que debía hacer con mi vida que no me había dado cuenta todavía.

Energizados por el café, habíamos hablado, literalmente, toda la noche. Aún llevaba puesto el vestido negro de mi cita. En un momento dado, subí para ir al baño. Cuando regresé a la cocina, se hallaba sentado en un taburete junto a la ventana, tocando su guitarra.

El sol comenzaba a elevarse sobre el océano. Su espalda se encontraba frente a mí cuando empezó a tocar Here Comes the Sun de los Beatles. Me apoyé en la puerta, escuchando su reconfortante voz. Cuanto más prestaba atención a las letras, más metafóricas parecían. La última década había sido como un largo período de oscuridad y arrepentimiento cuando se trataba de Edward y yo. Esta reconexión era realmente como el sol ascendiendo de nuevo por primera vez en mucho tiempo. Por supuesto, probablemente eligió cantarlo porque el sol estaba literalmente ascendiendo. Aun así, no pude evitar que mi mente viajara, especialmente sin dormir.

Deja de enamorarte de él otra vez, Isabella.

¿Cómo exactamente se suponía que iba a cambiar lo que sentía? No podía. Solo tenía que aprender a aceptar que Edward estaba con Tanya. Era feliz. De algún modo tenía que averiguar cómo ser su amiga otra vez sin salir herida en el proceso.

Cuando la canción terminó, se dio la vuelta y vio que había estado observándolo.
Me acerqué a dónde se encontraba sentado y miré hacia fuera. —La salida del sol es hermosa hoy, ¿verdad?

—Realmente hermosa —aceptó, excepto que no miraba el sol en absoluto.





6 comentarios:

Llll dijo...

Creo q leo muy rápido qde con gusto a poco ya qro leer otro y falta mucho para el lunes

Ana dijo...

Muchas gracias por el capítulo

beata dijo...

Gracias por los 2 capítulos. Es agradable que ya se estén comunicando.

vani dijo...

Bueno pase por alto este capítulo no había visto que lo publicaste y leí el que sigue.
Gracias por actualizar!!!

Kar dijo...

Hola hola Annel me mataste con este capítulo, por más que uno no quiera salir herida pasa porque entregas el alma aunque no quieras
Gracias por el capítulo
Saludos y besos

Dess Cullen dijo...

Ohhhhh!!!!!
Están tan enamorados el uno del otro....

ORACION A MI SEXY VAMPIRITO

Edward de mi guarda
De mi sexy compañia
Bebete mi sangre
De noche y de Dia
Hasta que caiga en tus brazos
Y sea tu marca de heroina