viernes, 9 de noviembre de 2018

La forma que estaba destinada a ser capitulo 9


Segunda parte
8meses después
Capitulo 9
Me sentí como si estuviera irrumpiendo en la propiedad de alguien, aunque la mitad era mía.

Todo se veía de la misma manera que cuando nos habíamos ido. La casa de la playa estaba helada. La calefacción tenía que estar encendida. Estábamos a mediados de mayo y todavía hacía bastante frío en la isla. No se suponía que regresara hasta el final de junio, pero la casa donde había alquilado un apartamento se había vendido, obligándome a irme. Eso no me dio más elección que dirigirme a Newport antes, de otra manera habríamos estado sin hogar. Ya estaba en mi baja por maternidad hasta el final del año escolar, así que tenía sentido.

Habíamos sido incapaces de encontrar arrendatarios temporales en temporada baja aquí, así que la casa de la playa permanecía vacía. Un inesperado sentimiento de añoranza me abrumó. Este lugar solía recordarme a Nana; ahora me recordaba a Edward. Prácticamente podía oler su colonia en la cocina. Era mi imaginación, pero se sentía real. También lo imaginé de pie cerca de la cafetera, sonriendo mientras revolvía su café fusión… su desnuda espalda musculosa mientras miraba por la ventana hacia el océano… el lamer, tragar, chupar al beber tequila. Mirando hacia la sala de estar, recordé nuestra última noche incómoda antes de que Tanya volviera.


Cerrando mis ojos por un momento, imaginé que era el último verano cuando la vida era muy simple. Entonces, el pequeño llanto procedente del transportador de bebé atado con correas a mi pecho me devolvió a la realidad.

La cabeza de Bea se movió atrás y adelante buscando mi pecho. —Espera… espera. Tengo que sacarte de esta cosa primero. —Sacándola del BabyBjorn, balbuceé—: Fuiste tan buena durante el viaje. Debes estar hambrienta, ¿eh?

Mierda. La mayoría de mis cosas estaban todavía en el auto. Cargué a mi hija de dos meses fuera para recuperar la almohada de amamantamiento de mi asiento de atrás. Tracy me la había comprado, insistiendo en que era la cosa que más necesitaría, y tenía razón. Era rosa brillante con margaritas blancas, y absolutamente necesaria para alimentar a este constantemente hambriento bebé sin romperme la espalda. Me detuve por un momento para admirar el océano antes de regresar dentro.

Bea era el diminutivo de Beatrice. Fue llamada así por su abuela. Mi niña había nacido a mediados de marzo, una semana antes de su fecha. Jacob eligió no estar allí. Dijo que quería pruebas de que el bebé era suyo, y hasta entonces, no iba a reconocerla como su hija. Porque habíamos usado condones, asumió que era improbable que pudiera ser el padre. Él era la única persona con la que me había acostado antes de quedarme embarazada, pero no había manera simple de probarle eso si no tomaba mi palabra para ello. No quería el estrés de tener que llevar a Bea a que le sacaran sangre en este momento, y él no tenía prisa por estar ahí para nosotras, así que decidí postergar el tratar con él. Su puta, Leah, estaba seguramente trabajando esta situación detrás de las escenas, y me sentía segura que ella le decía que yo era una mentirosa. Con cosas mucho más importantes que hacer, no necesitaba esa mierda ahora mismo. La vida era demasiado estresante como era.

Cuando Bea terminó de comer, se quedó dormida de nuevo. Lentamente la retiré de mi pecho y la coloqué en su sillita de bebé. Usé el raro descanso para dirigirme de nuevo fuera y recuperar el resto de nuestras cosas. La mayoría estaba en almacenamiento en Providence. Pero traje todas nuestras ropas y el moisés de Bea. Tendría que comprar una cuna y encontrar la manera de montarla.

Un hombre con rizos oscuros que parecía estar en sus tempranos treintas, se acercó a mí. Sus grandes ojos marrones sonreían. —Oye, vecina. Vi tu auto. Me preguntaba cuando llegaría a conocer a los ocupantes de esta hermosa casa.

Apunté a la casa justo a la derecha de la mía. —¿Vives en esa de ahí?

—Sí. Me mudé en el otoño. Soy una de esas personas raras de todo el año, al parecer.

—Bueno, has conocido a Cheri, ¿verdad? También es de todo el año.

—Sip, pero creo que es todo.

Riendo, dije—: Probablemente tienes razón.

Extendió su mano. —Emmett McCarty.

—Encantada de conocerte… Isabella Swan.
—Veo que tienes cosas de bebé aquí. ¿Tienes hijos?

—Oh… sólo una. Mi hija nació en marzo. Está dentro durmiendo.

—También tengo una hija. Tiene siete y vive con su madre en California.

—Debes extrañarla.

—No tienes idea. Trabajo para la Marina, así que he sido colocado fuera de aquí por un tiempo. Después de que su madre y yo nos divorciáramos, mi ex quiso mudarse de vuelta al oeste para estar más cerca de su familia.

—Ya veo.

—¿Voy a conocer a tu marido?

—Oh… no estoy casada. Es una larga historia. No estoy con el padre de mi hija. Fue un embarazo accidental.

—Siento oír eso.

—No lo hagas. Es una bendición.

Emmett miró dentro de mi camioneta. —¿Puedo ayudarte a cargar el resto de estas cosas dentro?

Mi miedo a confiar en este virtual extraño fue superado por mi fatiga. Bea no me había dejado dormir, y di la bienvenida a cualquier ayuda que pudiera conseguir cargando toda esta mierda dentro.

—Eso sería genial.

Emmett descargó todas las cosas del coche en la casa, incluso subió el moisés por las escaleras para mí y lo puso junto a mi cama.

Después de que bajáramos las escaleras juntos, él se arrodilló para mirar a Bea mientras dormía en su cochecito en el suelo de la sala de estar.

Él susurró—: Ella es preciosa.

—Gracias. Le gusta dormir durante el día y mantenerme despierta por la noche. Ellos dicen que duermas cuando el bebé duerme, pero no puedo. Tengo demasiado que hacer cuando ella está durmiendo.

Se puso de pie y vaciló un poco, entonces dijo—: Bueno, si hay algo más que necesites, estoy justo en la puerta de al lado. En serio… si algo se rompe, o necesitas ayuda levantando algo… no lo dudes.

—Realmente aprecio eso más de lo que sabes. Gracias.

Cuando la puerta se cerró, una sonrisa se extendió por mi cara. Pobre Emmett, no tenía idea de que estaría montando una cuna pronto.
Con Bea todavía durmiendo, decidí ir arriba y sacar alguna de nuestra ropa. De camino a mi dormitorio, no pude evitar detenerme en la habitación de Edward. Me tumbé y esnifé la almohada en su lado de la cama. Este momento no estaba en mi imaginación; todavía olía como su colonia. Había un sentimiento de añoranza de nuevo. Abracé la almohada y una lágrima cayó por mi mejilla. Había hecho un trabajo decente guardando estos sentimientos por casi un año. Este fue el momento en que todo se resolvió.

Te extraño.

Edward había llamado y mandado mensajes muchas veces en los pasados varios meses. Le dejaba saber que estaba bien pero insistía en que no necesitaba su ayuda. Él no era muy activo en los medios sociales aparte de publicar un par de fotos de actuaciones —mayormente de su público—, aquí y allá en Instagram. Seguía el Facebook de Tanya para pequeños atisbos de su vida en la ciudad, tan celosa de su libertad. Lo extrañaba terriblemente pero sabía que distanciarme a mí misma fue lo mejor.

Justo después del nacimiento de Bea, le mandé una foto de ella. Él una vez más ofreció ayuda, tanto monetaria como de otro tipo. Siempre me negué. Él y Tanya terminaron enviándome una generosa tarjeta de regalo de Babies R Us, la cual usé para comprar el moisés y la silla saltarina de Bea.

No le había contado que me habían echado de mi apartamento. Estaba avergonzada y no quería el ofrecimiento de caridad de nuevo. Por lo que, él no sabía que estaba viviendo aquí todavía. Realmente esperaba que por algún milagro, ellos se quedaran lejos por tanto tiempo como fuera posible este verano. Dudaba que ellos apreciarían despertarse varias veces en medido de la noche por Bea, de todos modos. A decir verdad, sin embargo, la verdadera razón por la que no quería verlo era simplemente que sería demasiado doloroso.

***
Casi un mes pasó sin señales de Edward y Tanya. Finalmente estaba aclimatada a la vida en la isla otra vez.

Emmett terminó montando la cuna para mí. Era blanca, y había comprado un juego de sábanas en línea con lo que quedaba en mi tarjeta de regalo. Emmett y yo nos volvimos amigables. Sabiendo que no era fácil para mí dejar la casa, ocasionalmente me traía café o mariscos frescos de los muelles. Aunque sentí que podría estar atraído por mí, no estaba haciendo ningún movimiento, lo cual era una buena cosa, porque ciertamente no estaba en posición de salir con nadie.

Bea estaba pasando por un mal momento. Tenía cólicos y todavía no dormía mucho. No importaba cuánto la alimentara, ella siempre quería más. Cuando me las arreglaba para salir de la casa, la llevaba a todas partes conmigo, al supermercado, a las citas de médico. No había salido sola desde el día en que nació. Éramos sólo nosotras dos. Estaba bien con eso. Las únicas veces que la tristeza me invadía, tendían a ser tarde en la noche cuando estaba más cansada y exhausta del día.

Una noche, diluviaba fuera de la ventana de mi dormitorio. Bea estaba gritando y llorando. Había drenado mis pechos de leche, pero no tomaba una botella. Empezando a ver estrellas por la fatiga, sólo quería dormir tan desesperadamente. Rompí en lágrimas. Se sentía como que este tipo de tortura sería adecuada para los presos. ¿Cómo iba a continuar viviendo sin dormir? ¿Cómo iba a volver alguna vez al trabajo, y quién posiblemente cuidaría de ella de la manera en que yo lo hacía? Una sensación de impotencia me consumió cuando un trueno sonó en la distancia. ¿Y si perdíamos la luz? ¿Cómo cambiaría su pañal en la oscuridad? Se me ocurrió que ni siquiera teníamos velas. Un ataque de pánico pequeño empezó a armarse dentro de mí. Decidiendo dirigirme abajo, lentamente descendía las escaleras mientras sostenía a Bea cuidadosamente.

Una media hora más tarde, mis emociones sólo habían empeorado. Mis pezones estaban doloridos y agrietados. Bea todavía tenía cólicos en mis brazos. La puerta delantera traqueteó y un intenso pánico siguió. Una ráfaga de adrenalina golpeó mientras frenéticamente alcanzaba mi bolsillo por la navaja de Edward. Me aseguraba de llevar pijamas con bolsillos por esa buena razón.
Alguien estaba irrumpiendo en la casa.

Se me ocurrió que mi teléfono estaba arriba. Bea gritó, así que no podíamos escondernos. La puerta estaba agitándose otra vez.

—Maldita llave —le escuché decir cuando la puerta se abrió.

Sus ojos sobresalieron de su cabeza cuando captó un vistazo de mí. Bea estaba colgando de mi teta. Mi cabello estaba despeinado, y con rigidez le estaba apuntando con su propia navaja.

—Edward.
Volteo su cabeza. —Qué demonios, Isabella. Baja ese cuchillo y cubre tu pecho.
Su llegada sorpresiva me asustó tanto que no me di cuenta que uno de mis senos se había salido de mi sujetador de lactancia. No estaba usando una camisa porque yo raramente usaba una cuando dormía. Era más fácil alimentarla cuando sólo estaba usando un sujetador. Con Bea en un brazo, caminé hacia la cocina y tomé mi abrigo de uno de los percheros antes de cubrirme a mí misma.

La escena era caótica mientras buscaba a tientas mi suéter y hablaba a través de los insoportables gritos de Bea. —¿Qué estás haciendo aquí?

—¿Ahora siempre andas por la casa sin sujetador? Porque si es así, vamos a tener un problema.

—No pensé que aparecerías. Es más temprano que la temporada en la que llegaste el año pasado. ¿Por qué no me llamaste primero?

—Por un lado, no pensé que estarías aquí. Necesitaba escapar de la ciudad por un tiempo. Iba a pasar un par de semanas arreglando la casa, preparándola para cuando tú llegaras.

Bea no había dejado de llorar. La reboté hacia arriba y hacia abajo para calmarla.

—¿Qué está mal con ella?

—Tiene cólicos. No puedo producir suficiente leche y no toma fórmula.

Él se acercó lentamente adonde estaba parada y tomó un vistazo de la cara de Bea. Su boca se curvó en una suave sonrisa. —Se parece a ti.

—Lo sé.
Ahora que estaba cerca de mí, me dio un buen vistazo a mí también. —Jesucristo, Isabella.

—¿Qué?

—Parece que atravesaste una guerra.

—¿Esa es otra forma de decirme que me veo como una mierda?

—Tus ojos están inyectados de sangre… tu cabello está enredado. Mierda. Eres un desastre.

—¿No crees que soy consciente de eso?

—¿Has estado durmiendo?

—No. He dormido sólo un poco. Ella está pasando por una mala racha, me mantiene despierta toda la noche y duerme esporádicamente durante el día.

—Tú estás pasando por la parte dura de la racha Patch,¿no?

—Muy gracioso.

—No puedes vivir así.

—¿Qué exactamente sugieres que haga?

—Puedes empezar tomando una ducha.

—No puedo simplemente dejarla llorando así.

—¿No has considerado que tal vez ella llora porque apestas? —Se rió.

Me quedé sin palabras por un momento antes de estallar en carcajadas a mis expensas. Dios mío. Podría estar técnicamente en lo correcto.

—Podrías tener un punto.

—La sostendré mientras te bañas.

—¿En serio? ¿Harías eso?

—Dije que lo haría.

—¿Alguna vez has sostenido un bebé?

—No.

—¿Estás seguro que estás bien con esto?

—Puedo manejarlo.

No había manera de que desperdicie esta oportunidad. La idea de una ducha caliente ahora parecía absolutamente celestial.
Pasándosela con cuidado a Edward, le advertí. —Cuida su cabeza. Asegúrate de que no se doble demasiado hacia atrás. Apoyar su cuello con tu brazo.

—Lo tengo.

Bea se veía tan pequeña en sus enormes brazos. También parecía que le gustaba estar ahí, la pequeña polluela dejó de llorar.

—Debes de estar bromeando.

—¿Qué? —preguntó.

—¿No te has dado cuenta que dejó de llorar?

—Te lo dije. Tal vez apestas.

—Tal vez. —Me reí—. O tal vez es porque eres un imán para las chicas y tal vez ese título se extiende también para las niñas.

Balanceó su cuerpo hacia atrás y adelante de calmarla y me despidió con la mano. —Shh. Ve, Isabella. Antes de que se vuelva loca otra vez.

—Está bien. —Me di la vuelta a los pies de la escalera—. Muchas gracias.

Arriba, mientras el agua caliente se vertía sobre mí, le agradecí a Dios porque Edward apareciera cuando lo hizo. Realmente estaba en mi última etapa de la cordura. Al igual que él siempre lo había hecho cuando éramos niños, Edward vino exactamente cuándo lo necesitaba. Incluso si no fue intencional, esta noche era mi héroe.

Sintiéndome algo humana otra vez, salí de la ducha y me vestí lo más rápido que pude. No se me escapó el hecho de que la planta baja estaba tranquila. Sin embargo, sentía que necesitaba vestirme rápidamente en caso de que Edward perdía la paciencia, o peor, si Bea se había hecho caca.

La realidad cuando llegué abajo estaba muy lejos de lo que me imaginaba. La espalda de Bea subía y bajaba mientras yacía boca abajo en el pecho de Edward. Estaba dormida. Él estaba sentado en el sofá, y las cosas estaban tan pacíficas como podrían ser. Cuando vio que me acercaba, se llevó el dedo índice a la boca para indicarme que debería estar en silencio.

Sentándome en el sofá junto a él, me quedé mirando con asombro. Ni siquiera tiene que hacer nada más que existir, y de alguna manera era capaz de conseguir que se duerma. ¿Quién sabría que Edward “Yo No Quiero Tener Niños Nunca” Cullen fuera el susurrador de bebés?

Se giró hacia mí. —¿Por qué no te vas a dormir?
—¿Qué tal si se despierta?

—Lidiaré con eso.

—Se despertará queriendo comer.

—Si eso sucede, la llevaré arriba. Por ahora ella está bien.

—¿Estás seguro?

—Isabella…

—¿Sí?

—¿Parece que nos iremos a alguna parte pronto? —Me espantó—. ¡Vete!

—Gracias. —Articulé antes de subir.

Apenas recuerdo cuando mi cabeza tocó la almohada. Es el tiempo más largo que he dormido de una sola vez desde el día antes de que naciera mi hija.

Seis horas más tarde, el sonido de Bea llorando me despertó. Frotando mis ojos, pude ver a Edward parado en la puerta con ella.

—Traté de evitar subir lo más que pude… —Se acercó a mí y la puso en mis brazos—. Voy a ir a golpear un poco el saco.

—De nuevo, muchas gracias. Necesitaba tanto dormir.

—No es ningún problema.

Cuando se fue, saqué mi pecho, y Bea se aferró inmediatamente. Ella olía a él. Aspiré el aroma masculino, y un deseo sexual que había sido suprimido por un largo tiempo revivió en mí. Se sentía tan bien no ser más la única adulta en esta casa, pero necesitaba mantener mis sentimientos bajo control. Como fuera, no iba a obsesionarme de nuevo con Edward. Ser responsable de otro ser humano quería decir que ya no podía permitirme el lujo de convertirse en un desastre emocional.

***
Era media tarde cuando Edward bajó las escaleras. Bea estaba al soporte de mi pecho mientras limpiaba la cocina.

—Buenos días. —Sonreí.

—Hola —dijo atontado.

Justo así, mi cuerpo se despertó con una intensa necesidad. Era la misma definición de desaliñado. Su cabello estaba despeinado, y a la luz del día, se hizo evidente que había estado dejando crecer su barba. Llevaba camiseta gris que parecía que había sido pintada en sus músculos. No me hagan hablar de lo bien que su culo se veía en esos pantalones de gimnasia.

—¿Cómo está ella? —preguntó. Mi cuerpo reaccionó aún más mientras se acercó para echarle un vistazo a Bea.

—Está dormida.

—Eso parece. Debería saberlo, el sol está brillando. —Buscó mis ojos—. ¿Cómo estás tú?

—Me estoy sintiendo bien. Estuviste maravilloso anoche.

—Eso es lo que siempre dicen. —Guiñó.

Rodeando mis ojos, le dije—: De nuevo, gracias.

—Deja de agradecerme. —Su cara se puso seria—. Sabes, todas esas en las que te pregunté cómo lo estabas haciendo me dijiste que bien. No te veías malditamente bien anoche. Estabas mintiendo.

—Edward, todo esto es mi responsabilidad. ¿Qué podría hacer alguien por mí?

—¿Ha venido a visitarte tu madre alguna vez?

—Fue al hospital cuando Bea nació, pero no se ofreció a quedarse a ayudar. Estaba más preocupada por cosas como viajar a Cancún con su novio y vender esos leggins multicolores por todo el internet. Ya sabes, prioridades.

—Malditamente increíble. —Miró alrededor de la casa—. Nana habría ayudado.

—Sí, lo habría hecho. —Cerré mis ojos por un momento, pensando en mi abuela antes de que mis pensamientos regresaran de nuevo a mi madre—. En cuanto a Renee, no la quiero conmigo de todos modos. Tener que lidiar con ella sería como cuidar con dos bebés.

—Todavía debe tener la decencia de ofrecer ayuda, incluso si te negaras.

—Estoy de acuerdo.

Se rascó la cabeza. —Me olvidé de traer mi café conmigo. ¿Tienes algo por ahí?

—En realidad, dejé de beber fusión de café cuando descubrí que estaba embarazada. La retirada fue formidable. Tengo algo de la mitad de tu café en el armario.
—Supongo que tendrá que serlo por ahora. —Miró a Bea—. No crees que la fusión hizo alguna cosa a ella, ¿verdad?

—¿Quieres decirlo por su dormir errático?

—Me siento culpable por engancharte en esa mierda. Ninguno de los dos sabía lo que estaba pasando.

—No lo estés. No fue tu culpa. Mírala. Está bien.

Se frotó la barbilla y sonrió. —Sí. Parece estar bien.

—Trataré de ponerla en el piso de arriba en la cuna. Entonces, vendré abajo y haré café.

—Lo tengo —dijo Edward.

—¿Estás seguro?

—Sí.

Después de acomodar a Bea, Edward preparaba dos tazas al regresar a la cocina.

—¿Todavía tomas crema y azúcar? —preguntó.

—Sí. Gracias.

—¿Cómo está?

—Dormida como un bebé.

—Bien. —Deslizó mi taza hacia mí.

Tomé un sorbo y pregunté lo que había estado muriendo por hacer—: ¿Por qué Tanya no vino contigo?

—Tiene un papel regular en un nuevo musical llamado The Alley Cats. No puede salir de la ciudad.

—¿No va a venir para nada?

—No estoy seguro.

—¿Por cuánto tiempo te estás quedando?

Agitó su café y sacudió la cabeza. —No lo sé.

Temor me llenó. Edward sólo había estado aquí un día, y ya estaba triste por el día en que se iría dejándome sola de nuevo.

—Bueno, estoy feliz de que estés aquí.

Tomamos café en silencio hasta que noté a Edward mirando hacia abajo a mis pechos.

Tosiendo, preguntó—: ¿Derramaste café en ti misma?

Miré hacia abajo y, efectivamente, la leche materna se escapaba de mis pezones, formando dos manchas de humedad gigantes. —Mierda. No. Estoy goteando leche. Iría a cambiarme, pero solo volverá a suceder hasta que se despierte.

—Jesús. Estoy tan contento de que no soy una mujer.

Dios. Me alegro de que no fuera una mujer, también.

—Bienvenido a mi vida. —Cuando continuó a mirar hacia abajo, bromeé—, no tienes que mirar. Mis ojos están aquí arriba.

—Tus tetas son enormes. Debes saber eso.

—Oh, estoy muy consciente. Es una cuestión de oferta y demanda. Cuanto más bebe —lo que es todo el tiempo—, más hago. Es todo lo que quiere hacer cuando está despierta.

—No puedo decir que la culpo.

Sabía que mi cara estaba poniéndose roja. ¿Qué me estaba pasando? No podía ser un zombi caminando sin dormir y tratar con ese entusiasmo de nuevo. Ni siquiera me siento atractiva nunca más. Sin embargo, estaba cayendo de nuevo en el patrón de desear a este hombre.

—Bueno, a pesar de que mis pechos son más grandes, he perdido peso.

—Oh, lo he notado. ¿No has estado comiendo?

—No tan bien como debería. Me obligo a comer palitos de queso y verduras crudas, pero estoy generalmente demasiado agotada para cocinar nada sustancial.

—¿Cuándo fue la última vez que tuviste una comida hecha en casa?

—Ni siquiera puedo recordar. Las únicas veces que he tomado la molestia de cocinar es cuando el vecino me trae marisco del muelle.

—¿Qué vecino?

—Emmett.

Emmett.

—Sí. Se mudó en la casa que estaba vacante el pasado verano. Ya sabes, ¿la azul?

—En serio… —Me miró—. ¿Qué más te trae?

—Café a veces.

—Déjame adivinar. Está soltero.
—Sí… se divorció, pero es sólo un amigo. Ha sido muy útil. En realidad él montó la cuna para mí.

—Claro. Por supuesto que sí. Ningún tipo hace esa mierda sin un motivo posterior, Isabella.

—No todos los hombres son iguales.

—Y no todas las jodidas chicas lucen como tú. Confía en mí, ese tipo está esperando su oportunidad. Solo se consciente de ello y ten cuidado.

Sintiendo calor del cumplido, carraspeé. —Bueno, no importaría si tuviera motivos ocultos o no. Claramente, no estoy en condiciones de estar con un hombre. Ni siquiera puedo bañarme la mitad del tiempo.

—No deberías estar dejando hombres extraños entrar en esta casa tan fácilmente. Estás en una posición muy vulnerable en este momento. Este tipo sabe eso.

—Bueno, estaba desesperada por ayuda, así que…

—Deberías haberme llamado.

—Estabas en Nueva York. Eso no habría tenido sentido. Él está justo al lado.

—Habría venido por el día si me necesitas.

—No quiero ser una carga para ti, Edward. Tengo que encontrar mi propio camino. —A pesar de que una parte de mi amaba que él hubiera dicho eso, otra parte se encontraba igualmente confusa—. El pasado verano estabas sugiriendo que nos evitáramos por completo. —Mi tono era amargo—. Perdóname si no fuiste la primera persona que pensé en llamar cuando necesitaba ayuda.

Su expresión se oscureció. —Joder, Isabella. ¿De verdad? ¿Vas a sacar eso de nuevo? ¿De verdad crees que eso era lo que realmente quería? Estaba borracho como la mierda esa noche y diciendo y haciendo todo lo que podía para mantener mi polla de mierda en los pantalones. Pensé que ya expliqué que sugerirte eso fue un error.

—Bueno. Lo siento. —Extendí mis manos—. No quiero pelear.

—Bien. —Exhaló y cambió de tema—. Por lo tanto, le dije a Aro que podría tocar un par de noches aquí y allá si quería, pero no me comprometería a nada a largo plazo.

—¿Debido a que no estás seguro de cuánto tiempo te vas a quedar?

—Correcto.
—Bueno, él debe ser tan feliz de tenerte de vuelta aunque sólo sea por un par de noches.

—Sí. Lo estaba.

—Me gustaría poder ir a verte tocar.

—¿Por qué no?

—No puedo llevar a Bea a Sandy‟s. Empezaría a llorar en medio de tus canciones. Y si tuviera que darle de comer allí, sería incómodo.

—¿Y qué si llora? La gente solo tiene que lidiar con ello. Y podrías ir a la trastienda para darle de comer. Necesitas jodidamente salir de casa.

—Tal vez lo consideraré.

De repente se levantó y puso la taza en el fregadero. —Tengo que trabajar un poco. Voy a hacer la cena esta noche, por lo que no te llenes con demasiadas verduras crudas.

—Eso será impresionante.

***

Bea durmió durante al menos un par de horas de la tarde, permitiéndome hacer la lavandería y otras tareas. Edward pasó la mayor parte del día encerrado en su habitación de trabajo.

Cuando por fin bajó las escaleras, se había acabado de duchar y estaba abrochándose el botón de debajo de la camisa negra.

Lucía demasiado bien para ser quedarse en casa esta noche. —¿Estás tocando en Sandy‟s?

—No. No esta noche.

—No lo creía. Es sólo que estás bien vestido.

—¿Recuerdas a Tom de Sandy‟s?

—¿El antiguo gerente de la noche?

—Sí. Le dije que podría encontrarme con él para una bebida tarde en el Barking Crab. Quiere hacerme algunas preguntas de cosas de música.

—Ya veo.

—¿Por qué no vas arriba y te cambias antes de la cena?

—Estamos comiendo aquí, ¿verdad?
—Sí, pero tienes el seno manchado de leche en tu camisa. Sólo pensé que tal vez te gustaría ducharte y cambiarte.

Él estaba en lo correcto. Necesitaba ser más precisa en mi aspecto.

—Me encantaría.

Edward cuidó a Bea mientras me duchaba. Decidí ir por todas y me puse un vestido tubo. Me lavé el cabello y maquillé mis ojos. En cierto modo me sentía como si estuviera preparándome para una cita, y tenía que detener esa línea de pensamiento.
Pensé que iba a encontrar Edward cocinando cuando regresé de la planta baja. Le había dicho que la pusiera en la sillita. En su lugar, sostenía Bea y balanceándola hacia adelante y hacia atrás, mirando por la ventana. No sabía que había estado observando.

—Volví.

—Oh hola. Ella no quería ir al asiento, se puso a llorar, por lo que hemos estado viendo la puesta de sol. —Mi corazón se encogió.

—Necesitas cocinar, ¿verdad?

—Sí, pero no tomará mucho tiempo.

Extendí mis brazos, y para mi sorpresa, Bea empezó a llorar en protesta cuando traté de alejarla de él. Dándole golpecitos en su espalda, dije—: No creo que ella quiera dejarte.

—No. Es sólo tu imaginación.

—¿De verdad? ¿Quieres probarlo? —La tendí hacia él de nuevo.

Edward la acunó en sus brazos de nuevo, y por supuesto, Bea dejó de llorar. Alzaba la vista hacia él. Parecía que la manzana no cayó lejos del árbol.

—Mi imaginación, ¿eh?

Le sonrió. —No sé por qué le gusto. Aun no hago nada más que abrazarla.

—Para un bebé, eso es todo.

De repente pareciendo un poco incómodo, me la entregó de nuevo. —Será mejor que la tomes.

De regreso a mi alcance, Bea comenzó a quejarse de nuevo, por lo que la llevé a la sala y le di de comer mientras que Edward comenzó la cena.

Hubo un golpe en la puerta.

—¿Estás esperando a alguien? —gritó Edward desde la cocina.
—No. ¿Te importa atenderlo? Ella todavía está comiendo. —Reajusté la manta sobre mi hombro para mayor privacidad.

No podía ver la puerta desde donde estaba sentada, pero podía oír todo.

—¿Quién eres tú?

—Soy Emmett. Vivo al lado. ¿Y tú eres?

Mierda.

—Edward. Esta es mi casa.

—Oh, es cierto. Ella mencionó un compañero de piso temporal.

—¿Puedo ayudarte?

—¿Está Isabella aquí?

—Sí, pero está alimentando al bebé.

—Solo estaba abajo en el muelle. Le compré algunos mariscos.

—¡Isabella! Emmett está aquí. Te trajo algunas conchas —gritó Edward.

Genial.

Cubriéndome tan rápido como pude, grité—: ¡Ya voy!

Tratando de parecer despreocupada, dije—: ¡Hola!

—Hola, Isabella. Lamento si interrumpo algo.

—No, no, no en…

—En realidad, estábamos a punto de comer —interrumpió Edward.

Emmett parecía molesto. —¿Por cuánto tiempo te vas a quedar, Edward?

—Tanto como necesite.

—Isabella me dijo que tu novia es una estrella de Broadway, ¿correcto?

—Sí.

—Eso es realmente de la puta madre.

—¿De la puta madre? ¿Qué diablos eres un surfista o algo? —Edward levantó sus manos en señal de shaka8—. ¡Woe!
—Emmett, no hagas caso de Edward. Fue muy dulce de tu parte traer los cangrejos. Lo aprecio mucho.

—Cangrejos… interesante elección —se burló Edward.

—Mejor dejo que ustedes chicos coman.

—Hablaremos pronto. —Sonreí.

—Cuídate, Isabella. Un placer conocerte, Edward.

Edward hizo un pequeño saludo. —¡Copiado!

Cuando Edward cerró la puerta detrás de Emmett, me volví hacia él. —Estás siendo un idiota total.

—Vamos. Sólo estaba jugando con él.

—Crees que es divertido, pero él es el único amigo que tengo aquí, y vas a espantarlo. Después que vuelvas a Nueva York de nuevo, necesitaré a alguien con quien hablar. Es muy solitario aquí.

—No necesitas a ese idiota. ¿Por qué lo necesitarías a él? Vives en Providence de todos modos.

Mordiendo mi labio, le dije—: En realidad… iba a hablar contigo acerca de algo.

—¿Acerca de qué?

—Podría tomar un año de descanso… de mi trabajo como profesora. Me echaron de mi apartamento porque el dueño vendió el edificio. No tengo un lugar para vivir en la ciudad más, y no estoy segura de que estoy lista para poner a Bea en la guardería al final del verano. Iba a preguntarte si estaba bien si me quedo en esta casa en la temporada baja.

—Esta casa es tuya. Por supuesto, está bien. Nunca te diría lo contrario. Ni siquiera deberías tener que preguntar.

—Bien. Bueno, ahora que tengo eso fuera del camino, me siento mejor. Gracias.

—La cena está lista. Acuéstala para que puedas comer.

Edward había servido vino para cada uno de nosotros.

—Oh… no puedo beber, Edward.

—Mierda. No estaba pensando.

—Bueno, dicen que puedo tener una copa, pero todavía he estado vacilante.
—Está bien. No se va a desperdiciar.

Edward había hecho arroz a la cazuela. Estábamos a mitad de nuestra comida cuando Bea empezó a llorar desde su silla mecedora. Cuando me levanté para conseguirla, Edward me detuvo.

—Termina tu comida. La tengo.

La levantó y la trajo a la mesa. Como siempre, se calmó en sus brazos mientras estiraba su cuello para mirar su rostro. Esta vez, ella extendió su pequeña mano y empezó a jugar con su barba.

—¿Oye, estás tratando de decir que necesito afeitarme?

La mirada de él con ella siempre me daba piel de gallina.

No vayas allí, Isabella.

Bea comenzó a balbucear. Casi parecía como si estuviera tratando de hablar con él.
Edward pretendió entenderla. —Ah, ¿sí? —Cuando se tiró un gas, ni siquiera se inmutó. Sólo dijo—: Bueno, ¡perdón!

Todo el asunto me estaba haciendo desmoronar.

Después de que terminé, la tomé de vuelta de él y le di de comer en el sofá mientras Edward limpiaba la cocina. Bea se volvió a dormir después de su comida.

Cuando Edward se unió a nosotras en la sala de estar, se me vino a la mente que había tenido planes para salir.

—¿No se supone que te encontrarías con Tom para una bebida?

—Nah. Creo que voy a pasar. Estoy tocando mañana por la noche. Probablemente me reuniré con él después de eso en su lugar.

Su teléfono vibró y él respondió—: Oye.

No estaba completamente segura de con quien estaba hablando hasta que me miró y dijo—: Tanya dice hola.

—Hola, Tanya. —Sonreí, aunque por dentro empezaba a sentir esos viejos celos familiares entrando sigilosamente otra vez. Tal vez fue una buena cosa que llamó cuando lo hizo, porque una revisión de la realidad era desesperadamente necesaria.
Luego, se alejó para terminar la llamada en la otra habitación.

Cuando regresó, dijo—: Tengo que volver a Nueva York este fin de semana.
Mi corazón se sentía como que cayó a mi estómago. —Oh. ¿Sólo por el fin de semana?

—Tal vez un poco más.

5 comentarios:

Ana dijo...

Vaya, parece que Le gustan los bebés gracias por el capítulo

vani dijo...

Gracias por actualizar !!
Que vida pobre..

Unknown dijo...

Esta muy bueno

beata dijo...

Me molesta tanto moralismo alrededor de la lactancia, como si fuera vulgar.

Gracias por actualizar, me gustó el capítulo.

Kar dijo...

Hola hola nena termine de ponerme al corriente, wow estuvieron geniales los capítulos, ahora bien entrando en materia es una ternura Edward con la pequeña Bea y ya lo tenemos marcando territorio ji ji ahora que se va veremos que pasa
Gracias por el capítulo nena te leo en el siguiente
Saludos y besos

ORACION A MI SEXY VAMPIRITO

Edward de mi guarda
De mi sexy compañia
Bebete mi sangre
De noche y de Dia
Hasta que caiga en tus brazos
Y sea tu marca de heroina