Segunda
parte
8meses
después
Capitulo
9
Me sentí como si estuviera irrumpiendo en la
propiedad de alguien, aunque la mitad era mía.
Todo se veía de la misma manera que cuando
nos habíamos ido. La casa de la playa estaba helada. La calefacción tenía que
estar encendida. Estábamos a mediados de mayo y todavía hacía bastante frío en
la isla. No se suponía que regresara hasta el final de junio, pero la casa
donde había alquilado un apartamento se había vendido, obligándome a irme. Eso
no me dio más elección que dirigirme a Newport antes, de otra manera habríamos
estado sin hogar. Ya estaba en mi baja por maternidad hasta el final del año
escolar, así que tenía sentido.
Habíamos sido incapaces de encontrar
arrendatarios temporales en temporada baja aquí, así que la casa de la playa
permanecía vacía. Un inesperado sentimiento de añoranza me abrumó. Este lugar
solía recordarme a Nana; ahora me recordaba a Edward. Prácticamente podía oler
su colonia en la cocina. Era mi imaginación, pero se sentía real. También lo
imaginé de pie cerca de la cafetera, sonriendo mientras revolvía su café
fusión… su desnuda espalda musculosa mientras miraba por la ventana hacia el
océano… el lamer, tragar, chupar al beber tequila. Mirando hacia la sala de
estar, recordé nuestra última noche incómoda antes de que Tanya volviera.
Cerrando mis ojos por un momento, imaginé que
era el último verano cuando la vida era muy simple. Entonces, el pequeño llanto
procedente del transportador de bebé atado con correas a mi pecho me devolvió a
la realidad.
La cabeza de Bea se movió atrás y adelante
buscando mi pecho. —Espera… espera. Tengo que sacarte de esta cosa primero.
—Sacándola del BabyBjorn, balbuceé—: Fuiste tan buena durante el viaje.
Debes estar hambrienta, ¿eh?
Mierda. La mayoría de mis cosas estaban todavía en
el auto. Cargué a mi hija de dos meses fuera para recuperar la almohada de
amamantamiento de mi asiento de atrás. Tracy me la había comprado, insistiendo
en que era la cosa que más necesitaría, y tenía razón. Era rosa brillante con
margaritas blancas, y absolutamente necesaria para alimentar a este
constantemente hambriento bebé sin romperme la espalda. Me detuve por un
momento para admirar el océano antes de regresar dentro.
Bea era el diminutivo de Beatrice. Fue
llamada así por su abuela. Mi niña había nacido a mediados de marzo, una semana
antes de su fecha. Jacob eligió no estar allí. Dijo que quería pruebas de que
el bebé era suyo, y hasta entonces, no iba a reconocerla como su hija. Porque
habíamos usado condones, asumió que era improbable que pudiera ser el padre. Él
era la única persona con la que me había acostado antes de quedarme embarazada,
pero no había manera simple de probarle eso si no tomaba mi palabra para ello.
No quería el estrés de tener que llevar a Bea a que le sacaran sangre en este
momento, y él no tenía prisa por estar ahí para nosotras, así que decidí
postergar el tratar con él. Su puta, Leah, estaba seguramente trabajando esta
situación detrás de las escenas, y me sentía segura que ella le decía que yo
era una mentirosa. Con cosas mucho más importantes que hacer, no necesitaba esa
mierda ahora mismo. La vida era demasiado estresante como era.
Cuando Bea terminó de comer, se quedó dormida
de nuevo. Lentamente la retiré de mi pecho y la coloqué en su sillita de bebé.
Usé el raro descanso para dirigirme de nuevo fuera y recuperar el resto de
nuestras cosas. La mayoría estaba en almacenamiento en Providence. Pero traje
todas nuestras ropas y el moisés de Bea. Tendría que comprar una cuna y
encontrar la manera de montarla.
Un hombre con rizos oscuros que parecía estar
en sus tempranos treintas, se acercó a mí. Sus grandes ojos marrones sonreían.
—Oye, vecina. Vi tu auto. Me preguntaba cuando llegaría a conocer a los
ocupantes de esta hermosa casa.
Apunté a la casa justo a la derecha de la
mía. —¿Vives en esa de ahí?
—Sí. Me mudé en el otoño. Soy una de esas
personas raras de todo el año, al parecer.
—Bueno, has conocido a Cheri, ¿verdad?
También es de todo el año.
—Sip, pero creo que es todo.
Riendo, dije—: Probablemente tienes razón.
Extendió su mano. —Emmett McCarty.
—Encantada de conocerte… Isabella
Swan.
—Veo que tienes cosas de bebé aquí. ¿Tienes
hijos?
—Oh… sólo una. Mi hija nació en marzo. Está
dentro durmiendo.
—También tengo una hija. Tiene siete y vive
con su madre en California.
—Debes extrañarla.
—No tienes idea. Trabajo para la Marina, así
que he sido colocado fuera de aquí por un tiempo. Después de que su madre y yo
nos divorciáramos, mi ex quiso mudarse de vuelta al oeste para estar más cerca
de su familia.
—Ya veo.
—¿Voy a conocer a tu marido?
—Oh… no estoy casada. Es una larga historia.
No estoy con el padre de mi hija. Fue un embarazo accidental.
—Siento oír eso.
—No lo hagas. Es una bendición.
Emmett miró dentro de mi camioneta. —¿Puedo
ayudarte a cargar el resto de estas cosas dentro?
Mi miedo a confiar en este virtual extraño
fue superado por mi fatiga. Bea no me había dejado dormir, y di la bienvenida a
cualquier ayuda que pudiera conseguir cargando toda esta mierda dentro.
—Eso sería genial.
Emmett descargó todas las cosas del coche en
la casa, incluso subió el moisés por las escaleras para mí y lo puso junto a mi
cama.
Después de que bajáramos las escaleras
juntos, él se arrodilló para mirar a Bea mientras dormía en su cochecito en el
suelo de la sala de estar.
Él susurró—: Ella es preciosa.
—Gracias. Le gusta dormir durante el día y
mantenerme despierta por la noche. Ellos dicen que duermas cuando el bebé
duerme, pero no puedo. Tengo demasiado que hacer cuando ella está durmiendo.
Se puso de pie y vaciló un poco, entonces
dijo—: Bueno, si hay algo más que necesites, estoy justo en la puerta de al
lado. En serio… si algo se rompe, o necesitas ayuda levantando algo… no lo
dudes.
—Realmente aprecio eso más de lo que sabes.
Gracias.
Cuando la puerta se cerró,
una sonrisa se extendió por mi cara. Pobre Emmett, no tenía idea de que estaría
montando una cuna pronto.
Con Bea todavía durmiendo, decidí ir arriba y
sacar alguna de nuestra ropa. De camino a mi dormitorio, no pude evitar
detenerme en la habitación de Edward. Me tumbé y esnifé la almohada en su lado
de la cama. Este momento no estaba en mi imaginación; todavía olía como su
colonia. Había un sentimiento de añoranza de nuevo. Abracé la almohada y una
lágrima cayó por mi mejilla. Había hecho un trabajo decente guardando estos
sentimientos por casi un año. Este fue el momento en que todo se resolvió.
Te extraño.
Edward había llamado y mandado mensajes
muchas veces en los pasados varios meses. Le dejaba saber que estaba bien pero
insistía en que no necesitaba su ayuda. Él no era muy activo en los medios
sociales aparte de publicar un par de fotos de actuaciones —mayormente de su
público—, aquí y allá en Instagram. Seguía el Facebook de Tanya para pequeños
atisbos de su vida en la ciudad, tan celosa de su libertad. Lo extrañaba
terriblemente pero sabía que distanciarme a mí misma fue lo mejor.
Justo después del nacimiento de Bea, le mandé
una foto de ella. Él una vez más ofreció ayuda, tanto monetaria como de otro
tipo. Siempre me negué. Él y Tanya terminaron enviándome una generosa tarjeta
de regalo de Babies R Us, la cual usé para comprar el moisés y la silla
saltarina de Bea.
No le había contado que me habían echado de
mi apartamento. Estaba avergonzada y no quería el ofrecimiento de caridad de
nuevo. Por lo que, él no sabía que estaba viviendo aquí todavía. Realmente
esperaba que por algún milagro, ellos se quedaran lejos por tanto tiempo como
fuera posible este verano. Dudaba que ellos apreciarían despertarse varias
veces en medido de la noche por Bea, de todos modos. A decir verdad, sin
embargo, la verdadera razón por la que no quería verlo era simplemente que
sería demasiado doloroso.
***
Casi un mes pasó sin señales de Edward y Tanya.
Finalmente estaba aclimatada a la vida en la isla otra vez.
Emmett terminó montando la cuna para mí. Era
blanca, y había comprado un juego de sábanas en línea con lo que quedaba en mi
tarjeta de regalo. Emmett y yo nos volvimos amigables. Sabiendo que no era
fácil para mí dejar la casa, ocasionalmente me traía café o mariscos frescos de
los muelles. Aunque sentí que podría estar atraído por mí, no estaba haciendo
ningún movimiento, lo cual era una buena cosa, porque ciertamente no estaba en
posición de salir con nadie.
Bea estaba pasando por un mal momento. Tenía
cólicos y todavía no dormía mucho. No importaba cuánto la alimentara, ella
siempre quería más. Cuando me las arreglaba para salir de la casa, la llevaba a
todas partes conmigo, al supermercado, a las citas de médico. No había salido
sola desde el día en que nació. Éramos sólo nosotras dos. Estaba bien con eso.
Las únicas veces que la tristeza me invadía, tendían a ser tarde en la noche
cuando estaba más cansada y exhausta del día.
Una noche, diluviaba fuera de la ventana de
mi dormitorio. Bea estaba gritando y llorando. Había drenado mis pechos de
leche, pero no tomaba una botella. Empezando a ver estrellas por la fatiga,
sólo quería dormir tan desesperadamente. Rompí en lágrimas. Se sentía como que
este tipo de tortura sería adecuada para los presos. ¿Cómo iba a continuar
viviendo sin dormir? ¿Cómo iba a volver alguna vez al trabajo, y quién
posiblemente cuidaría de ella de la manera en que yo lo hacía? Una sensación de
impotencia me consumió cuando un trueno sonó en la distancia. ¿Y si perdíamos
la luz? ¿Cómo cambiaría su pañal en la oscuridad? Se me ocurrió que ni siquiera
teníamos velas. Un ataque de pánico pequeño empezó a armarse dentro de mí.
Decidiendo dirigirme abajo, lentamente descendía las escaleras mientras
sostenía a Bea cuidadosamente.
Una media hora más tarde, mis emociones sólo
habían empeorado. Mis pezones estaban doloridos y agrietados. Bea todavía tenía
cólicos en mis brazos. La puerta delantera traqueteó y un intenso pánico
siguió. Una ráfaga de adrenalina golpeó mientras frenéticamente alcanzaba mi
bolsillo por la navaja de Edward. Me aseguraba de llevar pijamas con bolsillos
por esa buena razón.
Alguien estaba irrumpiendo en la casa.
Se me ocurrió que mi teléfono estaba arriba.
Bea gritó, así que no podíamos escondernos. La puerta estaba agitándose otra
vez.
—Maldita llave —le escuché decir cuando la
puerta se abrió.
Sus ojos sobresalieron de su cabeza cuando
captó un vistazo de mí. Bea estaba colgando de mi teta. Mi cabello estaba
despeinado, y con rigidez le estaba apuntando con su propia navaja.
—Edward.
Volteo su cabeza. —Qué
demonios, Isabella. Baja ese cuchillo y cubre tu pecho.
Su llegada sorpresiva me asustó tanto que no
me di cuenta que uno de mis senos se había salido de mi sujetador de lactancia.
No estaba usando una camisa porque yo raramente usaba una cuando dormía. Era
más fácil alimentarla cuando sólo estaba usando un sujetador. Con Bea en un
brazo, caminé hacia la cocina y tomé mi abrigo de uno de los percheros antes de
cubrirme a mí misma.
La escena era caótica mientras buscaba a
tientas mi suéter y hablaba a través de los insoportables gritos de Bea. —¿Qué
estás haciendo aquí?
—¿Ahora siempre andas por la casa sin
sujetador? Porque si es así, vamos a tener un problema.
—No pensé que aparecerías. Es más temprano
que la temporada en la que llegaste el año pasado. ¿Por qué no me llamaste
primero?
—Por un lado, no pensé que estarías aquí.
Necesitaba escapar de la ciudad por un tiempo. Iba a pasar un par de semanas
arreglando la casa, preparándola para cuando tú llegaras.
Bea no había dejado de llorar. La reboté
hacia arriba y hacia abajo para calmarla.
—¿Qué está mal con ella?
—Tiene cólicos. No puedo producir suficiente
leche y no toma fórmula.
Él se acercó lentamente adonde estaba parada
y tomó un vistazo de la cara de Bea. Su boca se curvó en una suave sonrisa. —Se
parece a ti.
—Lo sé.
Ahora que estaba cerca de mí, me dio un buen
vistazo a mí también. —Jesucristo, Isabella.
—¿Qué?
—Parece que atravesaste una guerra.
—¿Esa es otra forma de decirme que me veo
como una mierda?
—Tus ojos están inyectados de sangre… tu
cabello está enredado. Mierda. Eres un desastre.
—¿No crees que soy consciente de eso?
—¿Has estado durmiendo?
—No. He dormido sólo un poco. Ella está
pasando por una mala racha, me mantiene despierta toda la noche y duerme
esporádicamente durante el día.
—Tú estás pasando por la parte dura de la
racha Patch,¿no?
—Muy gracioso.
—No puedes vivir así.
—¿Qué exactamente sugieres que haga?
—Puedes empezar tomando una ducha.
—No puedo simplemente dejarla llorando así.
—¿No has considerado que tal vez ella llora
porque apestas? —Se rió.
Me quedé sin palabras por un momento antes de
estallar en carcajadas a mis expensas. Dios mío. Podría estar técnicamente en
lo correcto.
—Podrías tener un punto.
—La sostendré mientras te bañas.
—¿En serio? ¿Harías eso?
—Dije que lo haría.
—¿Alguna vez has sostenido un bebé?
—No.
—¿Estás seguro que estás bien con esto?
—Puedo manejarlo.
No había manera de que
desperdicie esta oportunidad. La idea de una ducha caliente ahora parecía
absolutamente celestial.
Pasándosela con cuidado a Edward, le advertí.
—Cuida su cabeza. Asegúrate de que no se doble demasiado hacia atrás. Apoyar su
cuello con tu brazo.
—Lo tengo.
Bea se veía tan pequeña en sus enormes
brazos. También parecía que le gustaba estar ahí, la pequeña polluela dejó de
llorar.
—Debes de estar bromeando.
—¿Qué? —preguntó.
—¿No te has dado cuenta que dejó de llorar?
—Te lo dije. Tal vez apestas.
—Tal vez. —Me reí—. O tal vez es porque eres
un imán para las chicas y tal vez ese título se extiende también para las
niñas.
Balanceó su cuerpo hacia atrás y adelante de
calmarla y me despidió con la mano. —Shh. Ve, Isabella. Antes de que se vuelva
loca otra vez.
—Está bien. —Me di la vuelta a los pies de la
escalera—. Muchas gracias.
Arriba, mientras el agua caliente se vertía
sobre mí, le agradecí a Dios porque Edward apareciera cuando lo hizo. Realmente
estaba en mi última etapa de la cordura. Al igual que él siempre lo había hecho
cuando éramos niños, Edward vino exactamente cuándo lo necesitaba. Incluso si
no fue intencional, esta noche era mi héroe.
Sintiéndome algo humana otra vez, salí de la
ducha y me vestí lo más rápido que pude. No se me escapó el hecho de que la
planta baja estaba tranquila. Sin embargo, sentía que necesitaba vestirme
rápidamente en caso de que Edward perdía la paciencia, o peor, si Bea se había
hecho caca.
La realidad cuando llegué abajo estaba muy
lejos de lo que me imaginaba. La espalda de Bea subía y bajaba mientras yacía
boca abajo en el pecho de Edward. Estaba dormida. Él estaba sentado en el sofá,
y las cosas estaban tan pacíficas como podrían ser. Cuando vio que me acercaba,
se llevó el dedo índice a la boca para indicarme que debería estar en silencio.
Sentándome en el sofá junto a él, me quedé
mirando con asombro. Ni siquiera tiene que hacer nada más que existir, y de
alguna manera era capaz de conseguir que se duerma. ¿Quién sabría que Edward
“Yo No Quiero Tener Niños Nunca” Cullen fuera el susurrador de bebés?
Se giró hacia mí. —¿Por qué
no te vas a dormir?
—¿Qué tal si se despierta?
—Lidiaré con eso.
—Se despertará queriendo comer.
—Si eso sucede, la llevaré arriba. Por ahora
ella está bien.
—¿Estás seguro?
—Isabella…
—¿Sí?
—¿Parece que nos iremos a alguna parte
pronto? —Me espantó—. ¡Vete!
—Gracias. —Articulé antes de subir.
Apenas recuerdo cuando mi cabeza tocó la
almohada. Es el tiempo más largo que he dormido de una sola vez desde el día
antes de que naciera mi hija.
Seis horas más tarde, el sonido de Bea
llorando me despertó. Frotando mis ojos, pude ver a Edward parado en la puerta
con ella.
—Traté de evitar subir lo más que pude… —Se
acercó a mí y la puso en mis brazos—. Voy a ir a golpear un poco el saco.
—De nuevo, muchas gracias. Necesitaba tanto
dormir.
—No es ningún problema.
Cuando se fue, saqué mi pecho, y Bea se
aferró inmediatamente. Ella olía a él. Aspiré el aroma masculino, y un deseo
sexual que había sido suprimido por un largo tiempo revivió en mí. Se sentía
tan bien no ser más la única adulta en esta casa, pero necesitaba mantener mis
sentimientos bajo control. Como fuera, no iba a obsesionarme de nuevo con Edward.
Ser responsable de otro ser humano quería decir que ya no podía permitirme el
lujo de convertirse en un desastre emocional.
***
Era media tarde cuando Edward bajó las
escaleras. Bea estaba al soporte de mi pecho mientras limpiaba la cocina.
—Buenos días. —Sonreí.
—Hola —dijo atontado.
Justo así, mi cuerpo se despertó con una
intensa necesidad. Era la misma definición de desaliñado. Su cabello estaba
despeinado, y a la luz del día, se hizo evidente que había estado dejando
crecer su barba. Llevaba camiseta gris que parecía que había sido pintada en
sus músculos. No me hagan hablar de lo bien que su culo se veía en esos
pantalones de gimnasia.
—¿Cómo está ella? —preguntó. Mi cuerpo
reaccionó aún más mientras se acercó para echarle un vistazo a Bea.
—Está dormida.
—Eso parece. Debería saberlo, el sol está
brillando. —Buscó mis ojos—. ¿Cómo estás tú?
—Me estoy sintiendo bien. Estuviste
maravilloso anoche.
—Eso es lo que siempre dicen. —Guiñó.
Rodeando mis ojos, le dije—: De nuevo,
gracias.
—Deja de agradecerme. —Su cara se puso
seria—. Sabes, todas esas en las que te pregunté cómo lo estabas haciendo me
dijiste que bien. No te veías malditamente bien anoche. Estabas mintiendo.
—Edward, todo esto es mi responsabilidad.
¿Qué podría hacer alguien por mí?
—¿Ha venido a visitarte tu madre alguna vez?
—Fue al hospital cuando Bea nació, pero no se
ofreció a quedarse a ayudar. Estaba más preocupada por cosas como viajar a
Cancún con su novio y vender esos leggins multicolores por todo el internet. Ya
sabes, prioridades.
—Malditamente increíble. —Miró alrededor de
la casa—. Nana habría ayudado.
—Sí, lo habría hecho. —Cerré mis ojos por un
momento, pensando en mi abuela antes de que mis pensamientos regresaran de
nuevo a mi madre—. En cuanto a Renee, no la quiero conmigo de todos modos.
Tener que lidiar con ella sería como cuidar con dos bebés.
—Todavía debe tener la decencia de ofrecer
ayuda, incluso si te negaras.
—Estoy de acuerdo.
Se rascó la cabeza. —Me olvidé de traer mi
café conmigo. ¿Tienes algo por ahí?
—En realidad, dejé de beber
fusión de café cuando descubrí que estaba embarazada. La retirada fue
formidable. Tengo algo de la mitad de tu café en el armario.
—Supongo que tendrá que serlo por ahora.
—Miró a Bea—. No crees que la fusión hizo alguna cosa a ella, ¿verdad?
—¿Quieres decirlo por su dormir errático?
—Me siento culpable por engancharte en esa
mierda. Ninguno de los dos sabía lo que estaba pasando.
—No lo estés. No fue tu culpa. Mírala. Está
bien.
Se frotó la barbilla y sonrió. —Sí. Parece
estar bien.
—Trataré de ponerla en el piso de arriba en
la cuna. Entonces, vendré abajo y haré café.
—Lo tengo —dijo Edward.
—¿Estás seguro?
—Sí.
Después de acomodar a Bea, Edward preparaba
dos tazas al regresar a la cocina.
—¿Todavía tomas crema y azúcar? —preguntó.
—Sí. Gracias.
—¿Cómo está?
—Dormida como un bebé.
—Bien. —Deslizó mi taza hacia mí.
Tomé un sorbo y pregunté lo que había estado
muriendo por hacer—: ¿Por qué Tanya no vino contigo?
—Tiene un papel regular en un nuevo musical
llamado The Alley Cats. No puede salir de la ciudad.
—¿No va a venir para nada?
—No estoy seguro.
—¿Por cuánto tiempo te estás quedando?
Agitó su café y sacudió la cabeza. —No lo sé.
Temor me llenó. Edward sólo había estado aquí
un día, y ya estaba triste por el día en que se iría dejándome sola de nuevo.
—Bueno, estoy feliz de que estés aquí.
Tomamos café en silencio hasta que noté a Edward
mirando hacia abajo a mis pechos.
Tosiendo, preguntó—: ¿Derramaste café en ti
misma?
Miré hacia abajo y, efectivamente, la leche
materna se escapaba de mis pezones, formando dos manchas de humedad gigantes.
—Mierda. No. Estoy goteando leche. Iría a cambiarme, pero solo volverá a
suceder hasta que se despierte.
—Jesús. Estoy tan contento de que no soy una
mujer.
Dios. Me alegro de que no fuera una mujer,
también.
—Bienvenido a mi vida. —Cuando continuó a
mirar hacia abajo, bromeé—, no tienes que mirar. Mis ojos están aquí arriba.
—Tus tetas son enormes. Debes saber eso.
—Oh, estoy muy consciente. Es una cuestión de
oferta y demanda. Cuanto más bebe —lo que es todo el tiempo—, más hago. Es todo
lo que quiere hacer cuando está despierta.
—No puedo decir que la culpo.
Sabía que mi cara estaba poniéndose roja.
¿Qué me estaba pasando? No podía ser un zombi caminando sin dormir y tratar con
ese entusiasmo de nuevo. Ni siquiera me siento atractiva nunca más. Sin
embargo, estaba cayendo de nuevo en el patrón de desear a este hombre.
—Bueno, a pesar de que mis pechos son más
grandes, he perdido peso.
—Oh, lo he notado. ¿No has estado comiendo?
—No tan bien como debería. Me obligo a comer
palitos de queso y verduras crudas, pero estoy generalmente demasiado agotada
para cocinar nada sustancial.
—¿Cuándo fue la última vez que tuviste una
comida hecha en casa?
—Ni siquiera puedo recordar. Las únicas veces
que he tomado la molestia de cocinar es cuando el vecino me trae marisco del
muelle.
—¿Qué vecino?
—Emmett.
—Emmett.
—Sí. Se mudó en la casa que estaba vacante el
pasado verano. Ya sabes, ¿la azul?
—En serio… —Me miró—. ¿Qué más te trae?
—Café a veces.
—Déjame adivinar. Está
soltero.
—Sí… se divorció, pero es sólo un amigo. Ha
sido muy útil. En realidad él montó la cuna para mí.
—Claro. Por supuesto que sí. Ningún tipo hace
esa mierda sin un motivo posterior, Isabella.
—No todos los hombres son iguales.
—Y no todas las jodidas chicas lucen como tú.
Confía en mí, ese tipo está esperando su oportunidad. Solo se consciente de
ello y ten cuidado.
Sintiendo calor del cumplido, carraspeé.
—Bueno, no importaría si tuviera motivos ocultos o no. Claramente, no estoy en
condiciones de estar con un hombre. Ni siquiera puedo bañarme la mitad del
tiempo.
—No deberías estar dejando hombres extraños
entrar en esta casa tan fácilmente. Estás en una posición muy vulnerable en
este momento. Este tipo sabe eso.
—Bueno, estaba desesperada por ayuda, así
que…
—Deberías haberme llamado.
—Estabas en Nueva York. Eso no habría tenido
sentido. Él está justo al lado.
—Habría venido por el día si me necesitas.
—No quiero ser una carga para ti, Edward.
Tengo que encontrar mi propio camino. —A pesar de que una parte de mi amaba que
él hubiera dicho eso, otra parte se encontraba igualmente confusa—. El pasado
verano estabas sugiriendo que nos evitáramos por completo. —Mi tono era
amargo—. Perdóname si no fuiste la primera persona que pensé en llamar cuando
necesitaba ayuda.
Su expresión se oscureció. —Joder, Isabella.
¿De verdad? ¿Vas a sacar eso de nuevo? ¿De verdad crees que eso era lo que realmente
quería? Estaba borracho como la mierda esa noche y diciendo y haciendo todo
lo que podía para mantener mi polla de mierda en los pantalones. Pensé que ya
expliqué que sugerirte eso fue un error.
—Bueno. Lo siento. —Extendí mis manos—. No
quiero pelear.
—Bien. —Exhaló y cambió de tema—. Por lo
tanto, le dije a Aro que podría tocar un par de noches aquí y allá si quería,
pero no me comprometería a nada a largo plazo.
—¿Debido a que no estás seguro de cuánto
tiempo te vas a quedar?
—Correcto.
—Bueno, él debe ser tan feliz de tenerte de
vuelta aunque sólo sea por un par de noches.
—Sí. Lo estaba.
—Me gustaría poder ir a verte tocar.
—¿Por qué no?
—No puedo llevar a Bea a Sandy‟s. Empezaría a
llorar en medio de tus canciones. Y si tuviera que darle de comer allí, sería
incómodo.
—¿Y qué si llora? La gente solo tiene que
lidiar con ello. Y podrías ir a la trastienda para darle de comer. Necesitas
jodidamente salir de casa.
—Tal vez lo consideraré.
De repente se levantó y puso la taza en el
fregadero. —Tengo que trabajar un poco. Voy a hacer la cena esta noche, por lo
que no te llenes con demasiadas verduras crudas.
—Eso será impresionante.
***
Bea durmió durante al menos un par de horas
de la tarde, permitiéndome hacer la lavandería y otras tareas. Edward pasó la
mayor parte del día encerrado en su habitación de trabajo.
Cuando por fin bajó las escaleras, se había
acabado de duchar y estaba abrochándose el botón de debajo de la camisa negra.
Lucía demasiado bien para ser quedarse en
casa esta noche. —¿Estás tocando en Sandy‟s?
—No. No esta noche.
—No lo creía. Es sólo que estás bien vestido.
—¿Recuerdas a Tom de Sandy‟s?
—¿El antiguo gerente de la noche?
—Sí. Le dije que podría encontrarme con él
para una bebida tarde en el Barking Crab. Quiere hacerme algunas preguntas de
cosas de música.
—Ya veo.
—¿Por qué no vas arriba y te cambias antes de
la cena?
—Estamos comiendo aquí,
¿verdad?
—Sí, pero tienes el seno manchado de leche en
tu camisa. Sólo pensé que tal vez te gustaría ducharte y cambiarte.
Él estaba en lo correcto. Necesitaba ser más
precisa en mi aspecto.
—Me encantaría.
Edward cuidó a Bea mientras me duchaba.
Decidí ir por todas y me puse un vestido tubo. Me lavé el cabello y maquillé
mis ojos. En cierto modo me sentía como si estuviera preparándome para una
cita, y tenía que detener esa línea de pensamiento.
Pensé que iba a encontrar Edward cocinando
cuando regresé de la planta baja. Le había dicho que la pusiera en la sillita.
En su lugar, sostenía Bea y balanceándola hacia adelante y hacia atrás, mirando
por la ventana. No sabía que había estado observando.
—Volví.
—Oh hola. Ella no quería ir al asiento, se
puso a llorar, por lo que hemos estado viendo la puesta de sol. —Mi corazón se
encogió.
—Necesitas cocinar, ¿verdad?
—Sí, pero no tomará mucho tiempo.
Extendí mis brazos, y para mi sorpresa, Bea
empezó a llorar en protesta cuando traté de alejarla de él. Dándole golpecitos
en su espalda, dije—: No creo que ella quiera dejarte.
—No. Es sólo tu imaginación.
—¿De verdad? ¿Quieres probarlo? —La tendí
hacia él de nuevo.
Edward la acunó en sus brazos de nuevo, y por
supuesto, Bea dejó de llorar. Alzaba la vista hacia él. Parecía que la manzana
no cayó lejos del árbol.
—Mi imaginación, ¿eh?
Le sonrió. —No sé por qué le gusto. Aun no
hago nada más que abrazarla.
—Para un bebé, eso es todo.
De repente pareciendo un poco incómodo, me la
entregó de nuevo. —Será mejor que la tomes.
De regreso a mi alcance, Bea comenzó a
quejarse de nuevo, por lo que la llevé a la sala y le di de comer mientras que Edward
comenzó la cena.
Hubo un golpe en la puerta.
—¿Estás esperando a alguien?
—gritó Edward desde la cocina.
—No. ¿Te importa atenderlo? Ella todavía está
comiendo. —Reajusté la manta sobre mi hombro para mayor privacidad.
No podía ver la puerta desde donde estaba
sentada, pero podía oír todo.
—¿Quién eres tú?
—Soy Emmett. Vivo al lado. ¿Y tú eres?
Mierda.
—Edward. Esta es mi casa.
—Oh, es cierto. Ella mencionó un compañero de
piso temporal.
—¿Puedo ayudarte?
—¿Está Isabella aquí?
—Sí, pero está alimentando al bebé.
—Solo estaba abajo en el muelle. Le compré
algunos mariscos.
—¡Isabella! Emmett está aquí. Te trajo
algunas conchas —gritó Edward.
Genial.
Cubriéndome tan rápido como pude, grité—: ¡Ya
voy!
Tratando de parecer despreocupada, dije—:
¡Hola!
—Hola, Isabella. Lamento si interrumpo algo.
—No, no, no en…
—En realidad, estábamos a punto de comer
—interrumpió Edward.
Emmett parecía molesto. —¿Por cuánto tiempo
te vas a quedar, Edward?
—Tanto como necesite.
—Isabella me dijo que tu novia es una
estrella de Broadway, ¿correcto?
—Sí.
—Eso es realmente de la puta madre.
—¿De la puta madre? ¿Qué
diablos eres un surfista o algo? —Edward levantó sus manos en señal de shaka8—.
¡Woe!
—Emmett, no hagas caso de Edward. Fue muy
dulce de tu parte traer los cangrejos. Lo aprecio mucho.
—Cangrejos… interesante elección —se burló Edward.
—Mejor dejo que ustedes chicos coman.
—Hablaremos pronto. —Sonreí.
—Cuídate, Isabella. Un placer conocerte, Edward.
Edward hizo un pequeño saludo. —¡Copiado!
Cuando Edward cerró la puerta detrás de Emmett,
me volví hacia él. —Estás siendo un idiota total.
—Vamos. Sólo estaba jugando con él.
—Crees que es divertido, pero él es el único
amigo que tengo aquí, y vas a espantarlo. Después que vuelvas a Nueva York de
nuevo, necesitaré a alguien con quien hablar. Es muy solitario aquí.
—No necesitas a ese idiota. ¿Por qué lo
necesitarías a él? Vives en Providence de todos modos.
Mordiendo mi labio, le dije—: En realidad…
iba a hablar contigo acerca de algo.
—¿Acerca de qué?
—Podría tomar un año de descanso… de mi
trabajo como profesora. Me echaron de mi apartamento porque el dueño vendió el
edificio. No tengo un lugar para vivir en la ciudad más, y no estoy segura de
que estoy lista para poner a Bea en la guardería al final del verano. Iba a
preguntarte si estaba bien si me quedo en esta casa en la temporada baja.
—Esta casa es tuya. Por supuesto, está bien.
Nunca te diría lo contrario. Ni siquiera deberías tener que preguntar.
—Bien. Bueno, ahora que tengo eso fuera del
camino, me siento mejor. Gracias.
—La cena está lista. Acuéstala para que
puedas comer.
Edward había servido vino para cada uno de
nosotros.
—Oh… no puedo beber, Edward.
—Mierda. No estaba pensando.
—Bueno, dicen que puedo
tener una copa, pero todavía he estado vacilante.
—Está bien. No se va a desperdiciar.
Edward había hecho arroz a la cazuela.
Estábamos a mitad de nuestra comida cuando Bea empezó a llorar desde su silla
mecedora. Cuando me levanté para conseguirla, Edward me detuvo.
—Termina tu comida. La tengo.
La levantó y la trajo a la mesa. Como
siempre, se calmó en sus brazos mientras estiraba su cuello para mirar su
rostro. Esta vez, ella extendió su pequeña mano y empezó a jugar con su barba.
—¿Oye, estás tratando de decir que necesito
afeitarme?
La mirada de él con ella siempre me daba piel
de gallina.
No vayas allí, Isabella.
Bea comenzó a balbucear. Casi parecía como si
estuviera tratando de hablar con él.
Edward pretendió entenderla. —Ah, ¿sí?
—Cuando se tiró un gas, ni siquiera se inmutó. Sólo dijo—: Bueno, ¡perdón!
Todo el asunto me estaba haciendo desmoronar.
Después de que terminé, la tomé de vuelta de
él y le di de comer en el sofá mientras Edward limpiaba la cocina. Bea se
volvió a dormir después de su comida.
Cuando Edward se unió a nosotras en la sala
de estar, se me vino a la mente que había tenido planes para salir.
—¿No se supone que te encontrarías con Tom
para una bebida?
—Nah. Creo que voy a pasar. Estoy tocando
mañana por la noche. Probablemente me reuniré con él después de eso en su
lugar.
Su teléfono vibró y él respondió—: Oye.
No estaba completamente segura de con quien
estaba hablando hasta que me miró y dijo—: Tanya dice hola.
—Hola, Tanya. —Sonreí, aunque por dentro
empezaba a sentir esos viejos celos familiares entrando sigilosamente otra vez.
Tal vez fue una buena cosa que llamó cuando lo hizo, porque una revisión de la
realidad era desesperadamente necesaria.
Luego, se alejó para terminar la llamada en
la otra habitación.
Cuando regresó, dijo—: Tengo que volver a
Nueva York este fin de semana.
Mi corazón se sentía como
que cayó a mi estómago. —Oh. ¿Sólo por el fin de semana?
—Tal vez un poco más.
5 comentarios:
Vaya, parece que Le gustan los bebés gracias por el capítulo
Gracias por actualizar !!
Que vida pobre..
Esta muy bueno
Me molesta tanto moralismo alrededor de la lactancia, como si fuera vulgar.
Gracias por actualizar, me gustó el capítulo.
Hola hola nena termine de ponerme al corriente, wow estuvieron geniales los capítulos, ahora bien entrando en materia es una ternura Edward con la pequeña Bea y ya lo tenemos marcando territorio ji ji ahora que se va veremos que pasa
Gracias por el capítulo nena te leo en el siguiente
Saludos y besos
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