viernes, 1 de febrero de 2019

No puedo amarte capitulo 3


Capitulo 3

Edward
Parpadeo despertándome, mis párpados están pesados y lentos mientras la habitación oscura aparece a la vista.

Todavía está oscuro. Normalmente no me levanto antes de las cinco y media. Por qué estoy…

No, espera. Gruño, abro los ojos un poco más y noto el tenue resplandor que baila en la pared de mi dormitorio.

Gotas de lluvia. Ah, mierda, no está oscuro. Está nublado.

Me tumbo de espaldas y entrecierro los ojos al techo mientras espero un momento y escucho. Y luego, casi de inmediato, lo escucho. El repiqueteo de pequeños golpes rebotando en las canaletas de la lluvia.

Dejo escapar un suspiro. Maldita sea. No es bueno. Me pongo las palmas sobre los ojos y froto el sueño antes de mirar el reloj en mi mesita de noche. Cinco y veintinueve.

Sí. Como un reloj.


Dejé de necesitar un despertador hace años, mi cuerpo simplemente se acostumbró a despertar a la misma hora todos los días. Aun así, lo configuro, por las dudas. Al acercarme, tanteo el interruptor en el costado y lo presiono en dos puntos, apagando la alarma antes que suene.

La lluvia realmente podría retrasarnos hoy. No necesito estar en el sitio hasta dentro de una hora y media, pero la mitad de los muchachos probablemente intentarán llamar, pensando que no podremos trabajar un día completo de todos modos, así que bien podrían quedarse en la cama.

Sin embargo, no va a suceder. Hoy haremos algo, cualquier cosa, porque no tengo ganas de evitar el mal humor de mi hijo y sus ceños fruncidos durante todo el día si me quedo en esta casa. Prefiero estar en el trabajo.

Cuando era más joven, era diferente. Era mío. Hacíamos cosas juntos y hablábamos y él quería estar cerca de mí, pero ahora…

Ella lo ha cambiado. Mi hijo es lo único que alguien podría usar en mi contra, y hombre, su madre sabía cómo usar eso. Lo movía como una pieza de ajedrez hasta que él creyó todo lo que salió de su boca, que ella era la víctima en cada situación, y yo era el enemigo. Ella no podía equivocarse, y yo no podía hacer nada bien.

Después de un tiempo, decidí estar allí para él. Con el tiempo se dará cuenta, y lo superaremos. Verá a través de sus mentiras, y solo necesito esperar. Sin importar cuánta paciencia vaya a necesitar o las discusiones, mientras tanto.

Al menos Isabella es bastante buena. Será un buen amortiguador entre nosotros.
Incluso si casi me caigo de culo cuando descubrí quién era.

Cierro los ojos, apoyo el dorso de mi mano sobre mis ojos y pienso en esa noche.
Me divertí saliendo con ella en el cine. Sus respuestas, su humor, lo fácil que fue hablar con ella… La forma en que se relajó a mi lado durante la película fue tan jodidamente cómodo y natural.

La forma en que su sonrisa se sintió en mí…

No la habría invitado a salir. Es demasiado joven y sabía que tenía novio.

Pero fue difícil no pensar en la idea por un momento. Ella es genial.

Y luego, cuando descubrí quién era, casi me enojé.

Recuerdo haberla escuchado durante esa llamada telefónica y apretar los dientes con tanta fuerza que me dolió la mandíbula al darme cuenta. Estaba enojado, porque en ese momento estaba celoso de mi hijo. Estaba celoso de cualquier chico que tuviera diecinueve años y tuviera la oportunidad de estar con ella.

Su piel perfecta y su nariz respingona. Su magnífico labio inferior que creo que me atrapó mirándolo.

La forma en que inclinó la cabeza hacia atrás, levantó los pies, y podía estar simplemente a mi lado.

Todo se sintió fácil.

Pero la chica de mis sueños está fuera de los límites. Es de Jacob, y tiene diecinueve años. No hay forma.

Es una niña, y mis pensamientos breves y sórdidos permanecerán escondidos en mi cabeza.
Mi teléfono vibra sobre la mesita de noche, extiendo la mano y lo agarro, mirando la pantalla.

Y gimo. Ahora no.

Pero deslizo el botón verde de todos modos y cierro los ojos, sosteniendo el teléfono en la oreja.
—Un poco temprano para ti, ¿no es así?

Heidi, mi ex, se ríe suavemente, el sonido sensual de su sexy voz bien afinado ahora. La mujer está acostumbrada a obtener lo que quiere de cualquier persona.

Casi cualquiera.

—No cuando no has estado en la cama —se burla.

Guardo mi risa para mí mismo. Algunas mujeres que se convierten en madres jóvenes luego sienten como si hubieran perdido su juventud al saltar a la maternidad tan temprano. Heidi Kenmont, madre de mi hijo, no se perdió una maldita cosa. No dejó que estar embarazada de nueve meses la retuviera más de lo que dejó que Jacob la retuviera cuando era un niño pequeño.

—¿Cómo está? —pregunta.

Me quito las mantas y me siento, balanceando las piernas sobre la cama y bostezando.

—Cálido, alimentado y seguro. —Froto mi mano sobre mi cuero cabelludo—. Eso es todo lo que sé ahora. —Pero luego agrego—: Por cierto, estoy sorprendido de que estés de acuerdo con esto.

—Entonces, ¿por eso les ofreciste dejar que se quedaran contigo? ¿Porque no pensaste que realmente sucedería? —insiste—. Estoy de acuerdo con que se quede contigo. Ya es hora de que asumas una cierta responsabilidad con él.

Es hora de que yo… Jesús. Me río entre dientes y sacudo la cabeza, poniéndome de pie.

—No eres como me gusta comenzar mi día, Heidi. Ya lo sabes. ¿Ahora qué quieres?

Se queda callada por un momento, y luego escucho su voz suave volver a su tono burlón.

—Oh, sabes lo que quiero.

Y a pesar del desdén que ahora siento por ella, la sangre todavía corre a mi ingle, para mi disgusto. Nos divertimos un poco, después de todo. Hace tiempo.

Y mi cuerpo lo recuerda.

Además, no he tenido sexo en mucho tiempo.

Pero no estoy lo suficientemente desesperado como para ser utilizado. No todavía, de todos modos.
—¿Así que eso es todo? —Coloco el teléfono entre mi hombro y oreja mientras tomo el jean del banco al final de la cama y meto las piernas—. ¿Crees que voy a estar listo para ir contigo cada vez que rompes con un tipo, te emborrachas y quieres tener sexo?

—¿Por qué no? —replica—. No importa quién entra en tu vida o sale de la mía, siempre hubo una cosa que hacíamos muy bien juntos, ¿verdad?

—Claro, Heidi. —No me molesto en esconder el sarcasmo de mi tono.

—Bueno, no estás viendo a nadie, ¿verdad? —pregunta, pero ya sabe que no—. Y no es como si no hubiéramos saltado juntos a la cama a lo largo de los años para desahogarnos un poco de vez en cuando. No recuerdo que alguna vez no te haya gustado.

—Sí. —Dejo escapar un profundo suspiro—. Se llama falta de opciones. La ciudad pequeña y todo eso.

—Estúpido.

Me río a mi pesar. Tengo que concedérselo. La mujer podía adaptarse a cualquier insulto.

La verdad es que tiene razón. Después de la ruptura, cuando Jacob tenía dos años, todavía nos vimos de vez en cuando, pero lo que dije también es verdad. El sexo era bueno, todavía tiene un gran cuerpo, y la cama era el único lugar en el que nunca nos odiamos, pero solo volvía porque era fácil. Todas las demás mujeres de este pueblo son hermanas o hijas de alguien, y puedes acostarte con ellas sin que esperen un anillo en algún momento. Y no estaba preparado para eso. No después del desastre de convertirme en padre a los diecinueve años. Si alguna vez dejo embarazada a otra mujer, será mi esposa, y mi esposa será alguien de quien no me cansaré.

Y quiero más niños. Siempre he querido más. Pero a los treinta y ocho, dos años menos de los cuarenta, es probable que Jacob sea mi único hijo ahora. Me estoy volviendo demasiado viejo para comenzar de nuevo.

—Vamos —dice—. ¿Qué puedes perder? Sé que lo recuerdas, y sé que te gusta todo lo que recuerdas, Edward. ¿Ese verano cuando tenía diecisiete años? Todavía son los mejores recuerdos de mi vida.

Sí, pero no todo lo que vino después.

—¿Tú y yo haciéndolo bajo una manta en el sofá, mientras mis padres dormían en el piso de arriba? —me dice como si no recordara—. Sé que todavía tienes un apetito muy saludable.

El calor sube por mi piel, y hago una pausa.
—Así que ven aquí y fóllame —exige.

Dudo por solo un momento, pero luego sacudo la cabeza. Es tentador. Mi cuerpo lo quiere Y si solo lo admito para mí, me siento un poco solo cuando me detengo lo suficiente como para permitirme sentirlo. Hay tantas mañanas que odio despertar solo.

Pero no. Mi orgullo está cansado de recibir un golpe cada vez que cree que estaré listo para ir a su entera disposición.

—Tengo que ir a trabajar. —Cuelgo el teléfono antes de tener la oportunidad de pensarlo más, o peor, reconsiderarlo. Deslizo mi celular en mi bolsillo trasero y me acerco al tocador por una camiseta. Mi teléfono vuelve a sonar—.Es implacable —refunfuño y lo saco de mi bolsillo.

Pero esta vez, veo el nombre de Emmett en la pantalla.

Lo respondo, sosteniéndolo contra mi oreja.

—¿Qué?

—Está lloviendo.

—¿De verdad? ¿No me digas? —Me río entre dientes, tirando de mi camisa sobre mi cabeza—. Eres un genio.

—Mira afuera.

Me callo, cada músculo se tensa al instante. Maldición. Por su tono, sé lo que voy a ver, pero camino hacia la ventana de todos modos y abro una de las cortinas, mirando la tormenta de la mañana.

—Mierda.

La calle está bordeada a ambos lados por rápidos de agua de lluvia, todos corriendo hacia los desagües pluviales, la cal estrellándose contra la acera antes de hundirse en las alcantarillas. La calle en sí es una orquesta de ruido blanco, las gotas rebotan en el suelo o los capós de los autos, la lluvia es tan espesa que apenas puedo ver las casas frente a mí.

—Me reuniré con los muchachos en la tienda —dice Emmett—. Cargaremos lonas y sacos de arena y nos encontraremos contigo en el sitio.

—Estaré allí en veinte —contesto, y los dos colgamos.

Saco unos calcetines de mi cajón, me guardo el teléfono en el bolsillo y entro al baño, haciendo un rápido barrido con el cepillo de dientes antes de salir de la habitación. Camino por el pasillo, pasando la habitación vacía, el baño principal, y luego una puerta cerrada, la otra habitación libre, recordando rápidamente que ya no está vacía.
Pero cuando llego a la parte superior de las escaleras, un aroma dulce y embriagador golpea mi nariz, haciendo que mi piel zumbe, y me detengo a respirar. Una ligera punzada de hambre golpea mi estómago, y me estremezco. La niña apagó una vela ayer. ¿Dejó otra ardiendo toda la noche? Podríamos tener que hablar de eso. No solo es inseguro, sino que realmente no me gusta todo lo relacionado con la aromaterapia, donde se engaña a tu cuerpo para que crea que hay magdalenas de arándanos en la casa cuando en realidad no las hay.

Bajo la escalera, la casa cruje bajo mi peso, pero cuando llego al final, miro a mi alrededor, notando que las luces de la sala están encendidas y hay música suave que viene de la cocina.

Al entrar, veo a Isabella sentada en la isla, en la oscuridad. Su computadora portátil está abierta frente a ella mientras que sus manos están rodeando una taza de café.

Dudo por una fracción de segundo, conmocionado por lo diferente que se ve en este momento. La luz de la pantalla hace que sus ojos brillen mientras el vapor sale de la taza frente a su rostro. Luego frunce los labios y sopla, tratando de enfriar la bebida, mientras que el cabello rubio cae sobre su rostro desde el moño desordenado en la parte superior de su cabeza.

La delgada pendiente de su mandíbula, las largas pestañas, la punta suave de su pequeña nariz y… mis ojos bajan antes que pueda detenerlos, y observo sus piernas perfectas, suaves y bronceadas, visibles porque todavía tiene su pantalón corto de pijama. El calor se remueve en mi estómago, y aparto la mirada, pellizcándome las cejas.

No pueden ser de la misma edad. Mi hijo es un niño, y ella es…

Una niña, también, supongo.

Es extraño. La última vez que conocí una de sus novias, la chica llevaba un aparato de ortodoncia. Es desagradable pensar en que ahora sale con chicas que eran mi tipo en el pasado.

—Buenos días —saludo mientras paso junto a ella ala Keurig1.

Por el rabillo del ojo la veo levantar la cabeza.

—Oh, hola. Buenos días.

Su voz es suave y entrecortada, y escucho la tapa del portátil cerrarse mientras pongo una capsula en la máquina y una taza de metal debajo de la boquilla. Miro por encima de mi hombro para verla bajarse silenciosamente del taburete y recoger su computadora y cuaderno.

—No tienes que irte —le digo—. Ya me voy de todos los modos.

Muestra una pequeña y tensa sonrisa, pero no me mira mientras coloca sus cosas a su lado y toma su café de nuevo.

—¿Llevas despierta mucho tiempo? —pregunto

—Tengo el sueño ligero. —Finalmente levanta los ojos y se ríe para sí misma—. Las tormentas eléctricas son difíciles para mí.

Asiento, entendiendo. El calor es igual para mí. El aire acondicionado debe ajustarse a dieciocho grados todas las noches para poder dormir. Está en la punta de mi lengua preguntarle si la temperatura la molestó anoche, pero realmente no tiene sentido. Necesito dormir, no voy a cambiarlo, y sabe dónde están las mantas extra si necesita algo.

Nos quedamos en silencio por un momento, y luego finalmente parpadea y hace un gesto a la cocina detrás de mí.

—Hay, mmm… magdalenas de arándanos si tienes hambre —indica—. Son precocinadas, pero son bastante buenas.

Giro la cabeza y, por supuesto, un molde de magdalenas que no es mío está en la parte superior de la cocina, cada molde rebosa con una magdalena dorada. Extiendo la mano y agarro una, ocultando mi sonrisa. Entonces, no son velas perfumadas que despiertan falsas esperanzas, después de todo. Creo que ella me gusta.

Se da vuelta y comienza a salir de la cocina, pero la llamo.

—¿Crees que puedas levantar a Jacob muy rápido, por favor? La lluvia realmente está en mi horario de trabajo, y aún estamos sentando los cimientos, así que hoy necesito ayuda con los sacos de arena.

Me mira por encima del hombro, curiosa.

—¿Cimientos?

—Del sitio que me contrataron para construir —aclaro—. Hoy no puedo trabajar con el clima, pero tenemos que asegurarnos que el sótano no se inunde. Me vendría bien la ayuda de Jacob.

Cae en cuenta y la confusión en su rostro desaparece.

—Cierto. Claro. —Asiente y sale rápidamente de la habitación, sus pasos resuenan en las escaleras con determinación.
Si no hubiera estado despierta, probablemente no habría pensado en pedirle a Jacob que viniera a ayudar, pero la oportunidad de pedir el favor por medio de ella era demasiado buena. Si pregunto, lo enojaré. Si ella pregunta, podría ir mejor.
Y, además, él sabe que esto es parte del acuerdo. Él y Isabella limpian lo suyo, ayudan con la cocina, hacen el trabajo de jardinería y hacen otras cosas que puedan necesitarse, y yo pago las cuentas. No es pedir demasiado.

Arreglo la tapa de mi taza para llevar y pongo dos capsulas más para llenar mi termo antes de ir a la puerta donde están las botas de trabajo. Sentado en el banco junto a la puerta, dejo mis cosas y me pongo los zapatos, tomo mis llaves, y saco mi chaqueta negra para la lluvia del armario de la entrada, poniéndomela.
Recojo mi taza y el termo.

—¡Jacob! —grito, listo para irme.

El techo sobre mí cruje, y escucho pasos rápidos. Luego se produce un ruido sordo antes que una puerta se cierre de golpe, y puedo decir que finalmente está bajando las escaleras.

Agarro la manija de la puerta y miro por encima del hombro.

—Tengo café extra. Podemos ir a comprar algo de desayuno si quieres algo para comer rápidamente.

Pero no es él quien rodea la esquina. Isabella está vestida con unos vaqueros ajustados de color azul oscuro, enrollados en la parte inferior, con Chucks, y se está recogiendo el cabello en una Coleta mientras intenta sostener un impermeable amarillo bajo su brazo.

Estrecho mis ojos hacía ella.

—¿Dónde está Jacob?

—Está, eh… no se siente muy bien —responde, poniéndose la chaqueta—. Sin embargo, iré y te ayudaré.

No se siente bien. ¿Código para resaca?

—No, está bien —le digo—. Quédate aquí. Es más seguro. Aunque, gracias.

Alza los ojos, se concentran en mí y luego se estrechan.

—¿Más seguro? —pregunta como si acabara de decir que saldré a hacerme la pedicura—. ¿O simplemente te preocupa que pases más tiempo sosteniendo mi mano que haciendo algo del trabajo?

Intento mantener una expresión seria. Es muy inteligente.
De acuerdo, sí, lo siento, cariño, pero sí. Al menos Jacob tiene algo de experiencia, un poco, que yo sepa, pero algo, al ayudarme durante los veranos y los fines de semana. No necesito desviarme para explicar las instrucciones en lugar de darlas hoy.

—Te diré qué… —Se abrocha el impermeable, su actitud dulce y tímida es reemplazada lentamente por una actitud más determinada—. Si la señorita no puede soportar un poco de lluvia en el cabello o el barro debajo de las uñas, entonces volverá a la camioneta y te esperará. Donde es seguro. ¿De acuerdo?
Y luego arquea una ceja hacia mí como si ni siquiera debiera responder a eso.

Ni siquiera sé cómo hacerlo, porque mi cerebro ahora está en blanco, y olvido por qué tengo un termo en la mano.

Sacudo la cabeza para despejarla y abro la puerta.

—Está bien. Sube a la camioneta.

Esta maldita tormenta vino de la nada.

Siempre miro el clima porque a veces determina si podemos trabajar en todo ese día, así que es muy importante. Especialmente durante el verano.

Sin embargo, pensé que esta tormenta se desviaría y se dirigiría hacia el norte. Apago el motor y subo la cremallera de mi chaqueta, escudriñando por el parabrisas delantero. El aguacero está difuminando todo más allá del cristal, pero veo un destello naranja y un casco amarillo que flota unos metros más adelante y sé que algunos de los muchachos ya están aquí.

Isabella levanta su capucha a mi lado, pero no la miro ni le digo qué hacer. Puede seguir mi ejemplo si quiere estar aquí.

Salto de la camioneta, las duras gotas de lluvia golpean instantáneamente la parte superior de mi cabeza y mis hombros, instintivamente me agacho un poco mientras cierro la puerta y corro hacia el edificio. Mis botas salpican pequeños charcos, y corro hacia la tina de una camioneta de la compañía, bajando de inmediato la puerta trasera y tomando tantos sacos de arena como puedo cargar en mis brazos. El amarillo brillante aparece a mi lado y, sin decir una palabra, Isabella hace lo mismo, rápidamente carga más bolsas en sus brazos y me sigue por el costado del edificio hasta donde los chicos están esperando.
Dejo caer las bolsas y miro a través del marco de acero de la estructura, notando la plataforma de cemento destapada en el nivel inferior. Hijo de puta. Nueve hombres, incluido mi mejor amigo, me miran fijamente, esperando instrucciones.

El viento sopla la lluvia en la parte trasera de mis jeans, empapando el material en mi piel.

—¡Quiero estas bolsas alrededor de todo el perímetro! —grito sobre la tormenta—. ¡Un metro de alto! ¿Entendido?

Rápidos asentimientos.

—¡Y cubran ese cemento, maldita sea!

Muevo mi barbilla hacia la plataforma descubierta que está arruinándose. Lluvia o no, siempre debe cubrirse, por si acaso, y alguien la dejó así en el último turno.
Emmett, mi mejor amigo desde la escuela secundaria, mueve sus ojos marrones a mi lado, suavizando su expresión al instante. Echo un vistazo para ver a Isabella, su cabello escondido en la capucha de su impermeable, pero afortunadamente no se queda para ser presentada. Volviendo a la camioneta, saca más sacos de arena de la plataforma, y me vuelvo hacia Emmett que me mira con curiosidad.
Solo sacudo la cabeza. Ahora no. No es extraño que la novia de mi hijo quiera pagar y ser útil, pero es extraño que él no esté aquí también. ¿Él sabe que ella tomó su lugar, ayudando esta mañana? ¿Qué clase de hombre está de acuerdo con eso? Le enseñé a cumplir con sus obligaciones, maldita sea.

O tal vez simplemente no quería venir conmigo.

Necesito hacer algo con respecto a él, pero no sé qué. Esta táctica de “esperar y ver” no funciona. Necesita una patada en el culo.

Los hombres se ponen a trabajar, cargan pilas de tres bolsas y las colocan a los lados del edificio, mientras yo saco mi navaja de la caja de herramientas en la camioneta y corto rectángulos de lona azul para engrapar alrededor del marco del primer piso. Antes de darme cuenta, ha pasado una hora, las lonas están alzadas, los sacos de arena están haciendo su trabajo, y aparte de mí, todos parecen haberse desvanecido.

Arrojo mi cuchillo y la pistola de grapas de nuevo en la camioneta y cierro la puerta, mirando alrededor del sitio en busca de Isabella.

No la he visto en un rato. El arrepentimiento comienza a abrirse paso en mi estómago. Debí haberle dado algún tipo de instrucción aquí. Probablemente no sabe cómo moverse. Es fácil que la gente se lastime si no están entrenados.
Caminando por un costado, veo todas las bolsas alineadas como deberían estar, las lonas aún intactas, incluso con el viento, y la plataforma de cemento prolijamente cubierta. Escucho voces y recorro la parte de atrás, al instante viendo a Isabella ayudando a llevar los insertos de las ventanas al remolque, uno de los chicos asegurándose que estén cubiertos, también.

Está sonriendo. Como loca.

Con ojos que brillan de emoción y como si estuviera a punto de saltar en las puntas de sus pies, por el amor Dios.

¿Se está divirtiendo?

Su capucha se ha caído, y su Coleta cuelga empapada mientras los mechones de cabello se pegan a su rostro. Sus zapatos están empapados, sus jeans están embarrados, y gracias a Cristo no está usando una camiseta blanca, porque el impermeable está haciendo muy poco para mantener los ojos de los muchachos alejados de ella como está.

Miro a Dale, Bryan y Donny, que llevan equipo al remolque mientras miran hacia ella, sonriendo, y luego se miran, riéndose de algo que no puedo oír.

—Dense prisa —les grito y se ponen firmes, continuando.
Isabella camina hacia donde estoy de pie, al lado del edificio y se agacha, metiendo la lona debajo de una viga.

—Entonces, tú eres el jefe, ¿eh? —Me mira inquisitivamente. Algo en su expresión parece más suave que esta mañana. Más feliz. Más a gusto.

¿Jacob no le dijo que soy dueño de una empresa de construcción? ¿Habla de mí en absoluto?

Un dolor serpentea por mis entrañas.

—Bueno, trata de serlo —bromea Emmett, respondiendo su pregunta.

Le echo una mirada, pero estoy tentado de sonreír. Bromear es lo nuestro, pero me gustaría que el imbécil no lo hiciera en el trabajo. Me deja como un tonto, maldita sea.

—¡Mierda! —exclama Isabella de repente.

Levanto mis ojos hacia ella y veo agua de lluvia cayendo sobre su cabeza como una cascada. La lona se rasgó en la parte superior del marco y derramó en su grieta toda el agua que había recogido. Salta, escapando del aguacero, y la alcanza, tratando de volver a colocarla en su lugar.

Pero no puede alcanzarla.
Colocándome detrás de ella, me estiro y la agarro, sosteniéndola en su lugar mientras giro mi cabeza y hago un gesto con mi barbilla hacia Emmett. Asiente y se marcha para recuperar la pistola de grapas de nuevo.

Isabella suelta la lona y se desliza entre mis brazos, dando un paso hacia un lado y riéndose para sí misma.

—¿Estás bien? —pregunto.

Asiente, secándose el rostro y sacudiendo su chaqueta.

—Sí. Supongo que el impermeable era inútil, ¿eh?

Poso la mirada en su camisa, viendo la empapada camisa azul marino pegada a su cuerpo, ajustada y moldeando cada centímetro de su pecho y estómago. Una franja de sus caderas y barriga se asoma justo debajo de donde se pega la camisa. Su piel es perfecta, sus curvas hermosas. Me trago el nudo en la garganta y me alejo rápidamente.

Definitivamente tiene un cuerpo que no recuerdo que las chicas de diecinueve años hayan tenido a esa edad, pero solo tiene diecinueve años.

Y es de Jacob. No es mía. No la mires de nuevo.

Emmett aparece y me da la pistola de grapas, y empiezo a reajustar la lona. Retrocede bajo mis brazos extendidos, ella se vuelve a colocar entre mis brazos extendidos y coloca sus manos debajo de las mías y se estira para sostener la lona mientras la engrapo.

Algo cálido pasa bajo mi piel, pero lo sacudo.

—¿Tengo que… llevarte a casa? —le pregunto—. ¿No tienes clase o algo hoy?

—Horario de verano —contesta, mirándome—. Solo tengo una clase este trimestre, pero no es hasta mañana. Sin embargo, tengo que trabajar en el bar más tarde.

Me pregunto cómo va y viene a trabajar, o a la universidad, ya que Jacob comienza su día a las diez y no sale del trabajo hasta las seis. No tiene un vehículo para ir a trabajar. Lo que me recuerda… Tomaré algunas herramientas antes de irme de aquí que no tengo en casa. Tal vez pueda ayudar a Jacob a trabajar en su VW hoy.

Después de aproximadamente otra hora, todo está tan ajustado como se puede, el equipo está asegurado y guardado, y todos están empapados hasta los huesos. Dejo que los chicos se vayan. Odio perder tiempo, pero los veranos son lluviosos y hemos hecho lo que hemos podido.

Demonios, ni siquiera la mitad de ellos apareció de todos modos.
Subo a la camioneta con Isabella y me quito la chaqueta mojada, mientras ella se abrocha el cinturón de seguridad junto a mí. Enciendo el motor y espero a que el estacionamiento se despeje un poco antes de finalmente salir, ambos en silencio.
Hace tanto silencio de repente, y me doy cuenta que la lluvia había sido tan constante durante las últimas horas que no había podido escuchar una voz a menos que se gritara. O un movimiento, a menos que fuera el mío. Ahora, mis oídos buscan instintivamente algo a lo que aferrarse, a la lluvia golpeando mi camioneta como balas de goma, la fricción del cuero en el volante en mi puño. El chapoteo de la lluvia debajo de los neumáticos cuando avanzo por la carretera, mi motor retumbando como una canción de cuna.

Pero, aun así, es tan silencioso.

Ella respira profundamente.


Su abrigo cruje mientras desliza sus manos debajo de sus muslos.

Escucho un suave clic y muevo mis ojos al piso donde está entrechocando suavemente sus zapatos.

Se lame los labios, y hago una mueca. Jesús.

Estirándome, enciendo la radio. Cualquier cosa para distraerme.

No sé por qué estoy tan irritable hoy. No, sí lo sé. Desperté con Heidi al teléfono. Es la última persona con la que quiero tratar a primera hora de la mañana.

No es difícil pasar por alto lo feliz que era a la edad de Jacob y Isabella, divertirme con todo lo que pudiera tener en mis manos y no forzarme a pensar demasiado en las decisiones que estaba tomando. Pero no mucho después de conocer a Heidi, la factura de toda esa diversión caducó. Hice un niño con una niña que apenas conocía. Una mentirosa patológica y alguien que manipula como si fuera un maldito deporte.

Y cuando me fui, lo dejé con ella. Jacob nunca tuvo una oportunidad.

La llevé a la corte, por supuesto, tratando de obtener la custodia, pero los jueces de esa época a menudo veían a la madre como la mejor opción, y ella sabía cómo apelar por simpatía. Quería a Jacob, porque Jacob significaba una manutención. Y ciertamente me sacó eso.

Era como estar en prisión, tener que llevarlo con ella después de mis fines de semana con él. Ella retuerce las cosas en nudos, y eso es lo que le hizo a él. Para cuando tenía diez años, se ponía delante de ella si necesitaba decirle algo, y yo siempre estaba equivocado.
Para cuando tenía catorce años, dejó de querer visitarme cada dos fines de semana, y ahora, apenas nos conocemos. Ni siquiera llamaba a menos que necesitara dinero.

Sacudo la cabeza, despejándola.

—¿Quieres poner una cinta? —sugiero a Isabella.

No la miro a los ojos, pero puedo ver su cabeza moverse en mi dirección.

—¿Una cinta? ¿Como una cinta de casete?

De repente, su mirada se dirige al estéreo de mi auto y sus ojos se abren, la sorpresa ilumina su rostro. Casi me río.

¿No lo notó de camino hacia aquí?

—¿Eso es una casetera de verdad? —dice.

Alarga la mano y toca la radio del auto viejo como si fuera un jarrón precioso y presiona Abrir. Aparece una cinta de casete transparente con letras blancas que nunca escuché.

La quita, la ahueca en su mano y lee el título.

—Guns N 'Roses. —Se lleva la mano a la boca, como si estuviera a punto de llorar—. Oh, Dios mío.

Lanzándose hacia la guantera, la abre y mira fijamente la fila de cintas ordenadamente dispuestas.

—Deep Purple —lee—, Rolling Stones, Bruce Springsteen, John Mellencamp, ZZ Top…

Luego, parece detectar algo que realmente la emociona, porque se acerca y saca el estuche negro de Def Leppard.

—¿Hysteria? —exclama, leyendo el título del álbum—. Ya no hacen ese álbum. ¡Todo lo que puedes conseguir es la versión en vivo!

Alzo las cejas, no estoy seguro de por qué todo esto es tan emocionante.

—Te tomaré la palabra —digo, un poco divertido por su emoción—. Esta camioneta era de mi padre. Esas son sus cintas. Simplemente nunca llegué a sacarlas después que… falleció hace unos años.

Se me ocurre que es la primera en tocar la cinta de Guns N'Roses desde que él la puso en el reproductor.
Mira de nuevo a la Colección.
—Bueno, eso está bien, supongo —murmura—. Claramente no sabes lo que tienes aquí y estos habrían terminado en el fondo de un basurero, por el amor de Dios. Tu padre era un tipo genial.

Sonrío, estoy de acuerdo. Coloca cuidadosamente la cinta Guns en su estuche y saca la cinta Def Leppard.

—¿Puedo? —pregunta, haciendo un gesto hacia la casetera.

Me río entre dientes y cambio de velocidad cuando salimos a la carretera.

—Adelante.

Escuchamos dos canciones de camino a casa, entramos al pueblo y tomamos un atajo más allá del puente del ferrocarril sobre el río a nuestra derecha.

—Vaya, mira eso —dice.

Bajo la velocidad y sigo su mirada hacia la derecha, por la ventanilla del lado del pasajero, y veo que el río ha aumentado considerablemente. En lugar del metro ochenta normal de espacio libre entre el puente y el agua, ahora el agua corre como una amenaza justo debajo del fondo del puente. Afortunadamente, la lluvia se ha ralentizado, por lo que no debería subir más.

Piso de nuevo el acelerador, llevándonos a casa.

—Eso fue divertido —comenta—. Hoy, quiero decir.

Arqueó las cejas y la miro.

—Quiero decir… —Parpadea, corrigiéndose—. No me refiero a que fue divertido. Quiero decir, espero que no te retrases ni pierdas dinero, pero… —Inhala y exhala, moviendo sus ojos a la ventana—. Un par de veces casi sentí que mi vida estaba en peligro.

También parece estar demasiado complacida con eso, y puedo decir por su tono que está sonriendo.

—¿Y eso es divertido? —cuestiono.

Vuelve a mirar por el parabrisas y se encoge de hombros, la diversión tira de la esquina de su boca.

Me río.

—Sí, fue divertido. Gracias por ayudar. Me aseguraré de avisarte cuando la próxima tormenta esté a punto de llegar, para que puedas entrar en acción.

—Genial.

Continúo conduciendo por la carretera hacia nuestra tranquila ciudad, girando a la izquierda y luego a la derecha hacia mi vecindario, contento por primera vez hoy. Es una buena niña. Espero que Jacob no lo arruine, porque ya puedo decir que este es el tipo de chica que sería una buena madre y que trabajaría a tu lado, construyendo una vida en lugar de dejarte seco.

Y por alguna razón me agrada que haya disfrutado el día. Nadie en mi familia se interesó mucho, ni se enorgulleció, de lo que hago para ganarme la vida. Mi madre me ama, por supuesto, al igual que mi papá antes de morir, pero presionaron tanto para que fuera a la universidad, y ese fue el plan hasta que llegó Jacob.

Siempre fue una decepción que me quedara en este pueblo y trabajara en algo que pensaban que requería más fuerza que cerebro.

Sin embargo, cuando fundé Masen Construction, mi propio negocio, y construí mi propio hogar, siempre me miraban como si quisieran algo mejor, pero sabían que era inútil decir algo. Se habían dado por vencidos.

No es que odiaran lo que hice, o que no estuvieran contentos con el hombre en el que me he convertido. Lloraron mis oportunidades perdidas y todavía estaban preocupados por la felicidad de su hijo. Lo que no se dieron cuenta, sin embargo, es que ahora tengo mi propio hijo y su felicidad es lo primero.

Y realmente amo muchas cosas sobre lo que hago. Consigo horas de aire fresco todos los días, el sol, el ejercicio… Es una buena vida. Duermo bien por la noche. Es agradable ver que otra persona lo disfrute como yo.

—Mi día está arruinado ahora —dice Isabella—. Nada sobrepasará eso.

—¿Sobrepasar qué? —respondo—. ¿Mojarte bajo la lluvia?

—Y jugar en el barro.

Sonrío y sacudo la cabeza cuando entro en mi calzada.

—Eso no es jugar en el barro.

Se vuelve hacia mí.

—Oh, ¿te refieres a enlodarse? ¿Por eso tu camioneta se ve tan desagradable?

Me burlo y apago el auto, lanzándola una mirada.

—Niña, si puedes decir de qué color es la pintura, entonces no estás usando tu camioneta correctamente. ¿Lo entiendes?

Pone los ojos en blanco y abre la puerta del auto. Los dos bajamos y nos dirigimos al porche.

Ahora que lo pienso, si no le importara mojarse y ensuciarse hoy, probablemente le encantaría enlodarse. No lo he hecho en mucho tiempo. Mi camioneta solo se ve desagradable porque nunca la lavo. Eso no es natural.
—¿Alguna vez has llevado a Jacob? —pregunta, subiendo los escalones.

—Algunas veces mientras crecía, sí.

Extiendo la mano antes que llegue a la puerta y la abra, manteniéndola abierta para que entre primero.

Pero se da vuelta, mirándome antes de entrar.

—Quizás puedas llevarnos a los dos la próxima vez que vayas —sugiere—. Mientras pueda conducir. No eres muy posesivo con tu camioneta, ¿verdad?

—No. Una camioneta está hecha para ser usada. Adelante. Solo me pondré el cinturón de seguridad.

Sonríe suavemente y me mira por un momento, algo que no puedo descifrar cruza su rostro. ¿Dije algo?

La miro por un momento, notando cómo sus ojos se ven casi como una acuarela. Azul medianoche, pero cada vez más claro cuanto más se acercan a la pupila. Miro hacia otro lado, aclarando mi garganta.

—¡Isabella! —grita Jacob de repente desde el piso de arriba—. Nena, ¿estás en casa? ¡Ven acá!

Me encuentro con su mirada otra vez, y se aleja, mostrándome una sonrisa de disculpa.

—Tengo que ir a prepararme para el trabajo. Gracias por permitirme ayudar hoy.
Asiento, pero me quedo en la puerta, viéndola cruzar la sala de estar y desaparecer por las escaleras. Un sentimiento extraño me invade mientras la miro. ¿Cómo es con Jacob? ¿Cómo es él con ella? ¿Es bueno con ella?

Me quedo junto a la puerta de entrada, escuchando la puerta del dormitorio cerrarse y sabiendo que está en la habitación con él. La casa de repente se siente pesada. Sofocante y tensa, y no puedo respirar. No quiero entrar, no importa si necesito ropa seca o no.

Dejo caer mis llaves sobre la mesa a mi izquierda y veo la llave del VW allí. La tomo y retrocedo, cerrando la puerta antes de volver a bajar los escalones del porche y al garaje a la derecha de la casa.

—Conseguiste unos huéspedes, ¿eh? —Escucho a alguien decir.
Miro hacia el lado y veo a James Cramer de pie en el porche con una taza de café en la mano, cubierto por la lluvia, que ahora es una ligera brisa.
Muevo mi barbilla, saludándolo, pero no respondo. Nunca me gustó el tipo y nunca me importó ser amable. Lo que debe haber notado a estas alturas.

No me importa, sin embargo. Solo mirarlo me irrita. Y no es nada específico lo que odio. Solo pequeñas cosas que se suman a lo largo de los años. Cómo trató a su esposa. Cómo era infiel y nunca estaba en casa. Cómo se quedó con la casa después del divorcio y la envió a ella y a sus hijos a vivir a un apartamento. Cómo contrata constantemente niñeras cuando se supone que sus hijos pasan tiempo con él durante el fin de semana.

Eh, ¿quién sabe? Tal vez intentó obtener la custodia y tal vez ella lo engañó primero. Nunca se sabe realmente lo que sucede en la casa de alguien. Mírame a mí y cómo se crió mi hijo, después de todo. ¿Quién soy para juzgar?

Todavía no me gusta el tipo. Piensa que su carrera de ejecutivo y los triatlones lo convierten en un héroe.

Y ahora sueno malditamente celoso. Estupendo.

Pulsando el código en el panel al costado de la puerta del garaje, retrocedo y lo abro. No guardo ningún automóvil aquí, así que hay espacio para que sirva como taller de mecánica y área de trabajo.

Hay herramientas, un compresor de aire, un refrigerador extra, un par de bancos de trabajo y una mesa completa llena de piezas de automóviles que acaban de ser arrojadas aquí a lo largo de los años. El auto de Isabella está en el camino de entrada, pero sé que tendré que entrar aquí por unas cuantas cosas después de abrir el capó. Jacob no es malo con los autos, pero sé que va a necesitarse dinero para conseguir que funcione nuevamente, y dinero que no tienen. Al menos echaré un vistazo, para ver qué tan malo es.

—Hola, hombre.

Miro por encima de mi hombro y veo a Emmett subiendo por el camino de entrada. Tiene ropa seca y una cerveza en la mano. Nada raro. Mantiene un refrigerador en la parte trasera de su camioneta.

—Hola. —Me quito la camiseta aún húmeda por la cabeza y la tiro en un banco de trabajo. Sacando un gato de debajo de una mesa, salgo del garaje hacia el VW verde desvaído. Emmett saca una silla de jardín y la lleva a la hierba junto al auto de Isabella.

—¿A las cinco mañana? —pregunta.

—Sí.

Como perdimos tiempo hoy, sabe que mañana querré comenzar temprano.
—Entonces, los muchachos estaban pensando en ir a Grounders en un rato. Tomar algunas cervezas, escuchar música… —me dice—. No hay nada más que hacer con este clima.

Giro la llave inglesa pero lo miro.

—¿Grounders? ¿Desde cuándo vas allí? ¿Se cerró Poor Red's?

—No —responde, encogiéndose de hombros—. Simplemente se dieron cuenta que hay con qué alimentar el ojo en el Grounders.

Miro hacia él, sonríe y señala con la cabeza hacia la casa y a quien está dentro.

—Sí, cállate. —Aprieto la llave—. Esa es la chica de mi hijo. Déjenla en paz.

—¡No voy a hacer nada! —Alza sus manos en defensa—. Estoy casado.

—Ni siquiera quiero que la vean —afirmo, poniéndome de pie y dejando la herramienta.

De acuerdo, yo he estado mirando, pero no sabía quién era cuando nos conocimos.

Me limpio las manos con el trapo del taller.

—¿Entendido? Dejen a la chica en paz.

Solo se burla, recostándose en su asiento y echando la cabeza hacia atrás.

La chica, estoy seguro, ya ha tratado con mucha atención masculina, trabajando en ese bar. Y estoy seguro que no le importaría un poco de ingresos extra esta noche.

La hace sonar como una prostituta. Pero supongo que tiene razón. Evitar la atención no deseada tiene que ser una habilidad, especialmente trabajando en un hoyo como ese

Aun así, no puedo verlo. La chica tiene una gran boca, pero es bastante inocente y dulce, también. Imaginarla en ese ambiente es imposible.

—Hola —chilla una voz femenina.
Me inclino y miro alrededor del capó, viendo a la misma joven que estuvo aquí anoche. De nuevo, ¿cuál era su nombre?

—Edward, ¿verdad? —menciona, poniendo una mano sobre su pecho—. Tanya, ¿recuerdas? Soy la hermana de Isabella.

Emmett la está mirando fijamente, con la boca ligeramente abierta.

—Solo vine para llevarla al trabajo —dice Tanya y luego sus ojos bajan por mi torso y mis brazos—. Tienes unos tatuajes geniales.
Sus ojos se iluminan cuando asiente en aprobación. Noto que también tiene algunos en la parte superior de su brazo y un fénix en el costado de su torso. Lo cual solo puedo ver, porque casi no lleva ropa, vestida con una minifalda negra y una camiseta sin mangas negra cortada justo debajo de sus pechos.

¿Dónde demonios está tu padre? En serio…

Detrás de ella, un Mustang descapotable blanco nuevo está estacionado junto a la acera, el auto está lleno con otras dos mujeres, todas vestidas de forma similar por lo que puedo ver. Tienen mucho cabello, y desde aquí puedo sentir la brisa de sus pestañas cuando parpadean.

Pero luego se me ocurre algo, y miro alrededor del capó de nuevo.

—¿Todas trabajan juntas? ¿Con Isabella?

—No, trabajamos en The Hook.

Emmett hace un sonido de gárgaras, y me doy cuenta que se está ahogando con su cerveza. Tose y se ríe al mismo tiempo que se aclara la garganta.
Tanya asiente y se burla.

—Sí, ya conoces The Hook.

Se ríe, y juro que lo veo sonrojarse.

—Es posible que haya estado familiarizado con el lugar en algún momento.
The Hook es un club de striptease en el centro, no lejos de Grounders, donde trabaja Isabella.

—Isabella no trabaja allí, ¿verdad? —pregunto. Quiero decir, podría tener dos trabajos, supongo, pero si no puedo imaginarla detrás de la barra en Grounders, realmente no quiero la imagen mental de ella en The Hook.
Pero afortunadamente, Tanya se apresura a responder.

—Oh, no, pero mi jefe sí le ofreció un trabajo de camarera —contesta—. Ha estado tratando de convencerla por un año. Sin embargo, es tímida.

Dice lo último con un pequeño guiño, y no estoy seguro de lo que eso significa. ¿Tímida sobre qué? ¿Tendría que usar algo similar a las bailarinas para trabajar detrás de la barra?

Sí, no. Imaginarla en The Hook, tratando con los tipos que llegan queriendo una cosa, me estresaría. ¿Sabe Jacob sobre la oferta de trabajo? No me puedo imaginar que quiera que trabaje allí.

Sin embargo, no tengo tiempo para pensarlo más, porque Isabella baja por el porche delantero y camina hacia su hermana por el césped.
—Deja de hablar de mí —le advierte, agarrando la correa de su bolso sobre su pecho, pero Tanya solo le lanza una mirada juguetona.

Isabella responde poniendo los ojos en blanco, pero apenas lo noto. Mi corazón late con fuerza, mirando su atuendo.

Miro hacia otro lado.

Por alguna razón, el juicio que le di a Tanya por su ropa no se transfiere a Isabella, a pesar que es unos años más joven. Vestida con shorts jean azul oscuro, bajos en la cadera y ajustados en el muslo, no están cortados, sino enrollados, y su holgada camiseta negra muestra su estómago y cuelga de un hombro. El cabello le cuelga por la espalda en grandes rizos sueltos, y sus ojos están bordeados por un delineador oscuro y una sombra de ojos oscuros, haciendo que el azul medianoche en sus ojos explote como una corriente de luna en un mar nocturno.
Me pregunto si está usando sus Chucks, pero eso significaría pasar sus piernas, y estoy teniendo dificultades para hacerlo, así que mantengo mi mirada apartada y continúo trabajando en el auto.

La culpa me divide. Ella es de Jacob. Él la besa. La abraza. La hace sonreír. No me corresponde tener ninguna opinión sobre ella, especialmente las territoriales, como dónde trabaja o cómo se viste. Sigo sintiéndome como en el teatro. Es una mujer joven que conocí y me divertí hablando con ella, y nadie más tuvo nada que ver con eso. Una parte de mí sigue sintiendo que la conocí primero, aunque sé que no fue así.

—Hoy tengo un turno doble —dice, y creo que me está hablando—, así que llegaré tarde, pero tengo mi llave.

Asiento y vuelvo a ponerme la gorra, sin mirar a nadie.

Hay un breve silencio antes que ella empiece a alejarse.

—Está bien, los veo a ambos más tarde —se despide.

—Gracias por la ayuda de hoy, dulzura —le dice Emmett.

Levanta su brazo y se despide de las chicas, y escucho algunas risitas antes que el auto arranque. Continúo con lo que estoy haciendo, sin pensar en cuán insegura es la zona de la ciudad por la noche, o la ventaja de trabajar detrás de un bar es que los clientes no pueden poner sus manos sobre ella, lo cual es bueno. Su trabajo es genial, en realidad. Es más dinero del que hará en Burger King o siendo una agente de telemercadeo. Ella y Jacob saldrán de la casa en poco tiempo.

Pero no es de extrañar que ese imbécil de Aro esté tratando de hacerla trabajar en The Hook. Por el amor de Dios. ¿Luciendo como esta noche? Los hombres pagan mucho dinero por jóvenes sexys, pero aún más por la joven y ardiente hija de un granjero.

Estoy desatornillando, limpiando y volviendo a ajustar las tapas cuando me doy cuenta que me duele la mano y que los músculos están cansados. Me detengo y me enderezo, estallando los nudillos.

Pero luego veo a Emmett mirándome por el rabillo del ojo, y miro hacia él, encontrándome con su mirada.

—¿Qué? —pregunto.

¿Por qué me está mirando?

Pero solo me da una pequeña sonrisa y sacude la cabeza.

—Nada.
*******************************
hola a todas las lectoras que les parecio el punto de vista de edward nos vemos el lunes.

8 comentarios:

carola dijo...

Me encanto saber que le pasa a edward con bella. Estan igual de atraidos. Y emmet ya se dio cuenta jajajj pobre edward,cuanto mas resistira?
Y jacob es un idiota inmaduro.
Gracias por el capitulo! Cariños

melina dijo...

hola, esta muy buena esta historiaa,
enserio bella no puede seguir con una persona tan inmadura como jacob, y ed pues trata de comportarse. me encanta. mil gracias

martha dijo...

Muy buena la historia, gracias por publicar, esperando el próximo capitulo

Gaby Madriz dijo...

Cómo Bella puede seguir con Jacob? Ella es demasiado para él y deberia darse cuenta, porque honestamente esta perdiendo el tiempo

vani dijo...

Bueno por los comentarios veo que no soy la única que no quiero a Jacobo.
Gracias por la historia.

Ana dijo...

Muchas gracias, me encanta

Kar dijo...

Hola hola Annel poniéndome al corriente voy con el siguiente capítulo
Saludos y besos

Floor Lola dijo...

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