Capitulo 5
Edward
De
ninguna manera iba a pagar la mitad de la pizza, por Dios santo. La invité, ¿no
es así? Y la razón por la que se quedaran aquí era para ahorrar dinero,
¿cierto? Paso a su lado, ignorando el dinero en su mano mientras llevo la pizza
a la isla de la cocina.
Suspira,
dejando salir un pequeño gruñido. Me rio.
—Mira,
yo pedí la pizza, ¿está bien? Simplemente asegúrate que no tenga nada de tu
lechuga blandita en mi mitad.
—Ja,
ja. —Camina hacia el refrigerador y toma dos sodas.
Soy
un hombre simple de pepperoni y puedo soportar una pizza de tacos, pero no esa
lechuga cálida y destrozada que viene con ella. Puede quedársela por completo.
Repartimos
los trozos en dos platos, pero antes de irnos a la sala de estar, pone una pila
de vegetales en mi plato con unas pinzas.
—Uh,
gracias.
—Si
comes primero los vegetales —indica—, tendrás menos sitio para la pizza. Un
pequeño truco que saqué de Pinterest.
¿Pinter…
qué?
—Entonces
comerás menos pizza —continúa—, consumirás menos calorías y te sentirás mejor
después de la comida.
Sí,
claro. Si me preocupara por consumir menos calorías, supongo.
Bien.
A la mierda. Lo que sea. Me dirijo al refrigerador y tomo la salsa ranchera que
hay en la puerta.
—No
—exclama, deteniéndome—. Ya tiene salsa. Una vinagreta de frambuesa.
Me
enderezo y la miro fijamente.
Simplemente
sonríe y se aleja.
Tomo dos tenedores, le paso
uno y llevo mi plato y mi soda a la sala de estar, con ella detrás de mí.
Una
vez sentado, tomo el tenedor y dejo salir un suspiro antes de hundirlo en la
ensalada. Recuerdo lo que mi madre decía sobre los vegetales mientras crecía.
Sabían mejor si los comías cuando tenías hambre. Acabaré con eso de una vez y
los comeré primero como Isabella sugirió.
Meto
un bocado en mi boca y el sabor amargo de las hojas disminuye solo un poco por
el aderezo dulce.
—Bueno,
¿verdad? —comenta.
—No.
—Niego—. Me estás matando.
Se
ríe.
—Bueno,
gracias por probarlo. Puedes dejar de comerlo si quieres.
Pero,
de todos modos, persevero. No es como si no pudiera con una dosis de vegetales,
¿cierto?
Y
no es como si odiara los vegetales. Me gustan las mazorcas de maíz y me gustan…
las patatas y eso. Técnicamente son vegetales, ¿verdad?
—Así
que, ¿qué estás viendo? —pregunta.
Miro
hacia la televisión y me doy cuenta que el volumen está muy bajo. Alcanzo el
control remoto y lo subo.
—El
club de lucha —contesto.
—Oh,
mira, nací el año en que se creó.
Arqueo
una ceja, pero mantengo la boca cerrada.
Pero
hago las cuentas en mi cabeza, recordando que vi esto en mi último año de
secundaria. Así que, sí, sería alrededor de esa época.
Mierda,
estoy envejeciendo. Al pensar en todo lo que ha pasado en mi vida donde ella no
estuvo, o no era lo suficientemente mayor para recordarlo. La observo, admirando
su joven piel y esperanzadores ojos.
Estaba
justo en la secundaria hace un año.
Comemos
en silencio el siguiente par de horas, absortos en una de mis películas
favoritas. No tengo idea si la ha visto, pero después de un tiempo, su plato
está a medio comer y olvidado sobre la mesa de café, y está sentada al otro
lado del sofá, abrazándose las piernas y mirándola con interés.
—Hacen
que fumar se vea apetecible —comenta finalmente, mirando a Marla Singer en la
pantalla.
—¿Apetecible?
Se
aclara la garganta y se endereza.
—Bueno,
es como Bruce Willis —explica—. Podría verlo fumar durante días. Es como si
estuviese comiendo. Comiendo un agradable, suculento…
—Filete
—termino por ella, comprendiéndolo.
—Exacto.
—Me lanza una suave sonrisa—. Lo posee totalmente. Es parte de su vestuario.
—Bueno.
—Suspiro, recogiendo nuestros platos—. No comiences a fumar.
—Tú
lo haces.
Me
detengo, bajando la mirada hacia ella. Solo he fumado una vez desde que se
mudaron y nunca fumo en casa. Ni siquiera creo que Jacob sepa que fumo.
Probablemente
viendo la confusión en mi rostro, aclara:
—Noté
la colilla de cigarro en el cenicero de afuera.
Ah.
Me dirijo a la
cocina, rodeando la mesa de café mientras llevo los platos.
—En
raras ocasiones, sí. Me gusta el olor.
—¿Por
qué? —Se levanta del sofá, tomando las latas vacías de soda y servilletas
mientras me sigue.
—Simplemente
me gusta. —Limpio los platos y los coloco en el lavavajillas—. Mi abuelo
fumaba, así que…
Parecía
natural comenzar a compartir, pero de repente se siente estúpido.
—¿Así
que…? —insiste.
Pero
simplemente sacudo la cabeza, cerrando el lavavajillas y poniéndolo en marcha.
—Solo
me gusta el olor, es todo. —Termino bruscamente.
No
estoy seguro de por qué estoy teniendo problemas para hablar con ella. No hay
ningún misterio. Mi abuelo era increíble, tuve una gran infancia, pero mientras
más crezco, más alejado me siento del sentimiento de cuando tenía ocho años. El
sentimiento de estar en algún lugar que amaba y sintiendo lo que sentía.
Felicidad.
Fumo
cigarros de vez en cuando para transportarme allí.
Aunque
no es el tipo de cosas con las que me siento cómodo compartiendo.
Pero es divertido lo cerca
que llegué a estar de hacer eso con ella hace un momento.
Puedo
sentir su mirada sobre mí, y siento la incomodidad.
—¿Quieres
una cerveza? —pregunto, abriendo el refrigerador y sacando dos. Cualquier cosa
para cambiar de tema.
—Um…
claro.
Las
abro y le entrego una Corona, finalmente encontrándome con su mirada. Con sus ojos
muy jóvenes, muy azules y muy de diecinueve años de edad. Mierda. De
nuevo olvidé que es menor de edad.
Lo
que sea. Tomo un trago y salgo de la cocina. Trabaja en un bar, ¿no es así?
Estoy seguro que los clientes la han invitado a unos tragos antes.
Pongo
mi trasero en el sofá, poniendo el brazo en el respaldo y tomando otro trago. A
la película todavía le quedan unos minutos y se sienta al otro lado del sofá
para terminar de verla, pero parece que ya no puedo seguir concentrado.
Y
tampoco creo que ella la esté viendo.
Algo
ha cambiado. La conversación era ligera y luego no. Y es mi culpa. Soy frío.
De
algún modo después de Heidi y el caos, dejé de ser capaz de abrirme. Me
acostumbré demasiado a estar solo.
Frunzo
el ceño. No quiero que ella me evite por no poder mantener una jodida
conversación. Es la novia de Jacob y no quiero más muros entre él y yo. Ella
podría ayudar con eso.
—¿Estás
planeando quedarte en la ciudad después de terminar la universidad? —pregunto.
Me
mira y se encoge ligeramente de hombros.
—No
estoy segura. Todavía quedan unos cuantos años —responde—. No me importaría
quedarme aquí mientras pueda permitirme unas vacaciones de vez en cuando. —Se
ríe un poco—. Simplemente no quiero estar en un trabajo sin futuro para siempre,
¿sabes? Si puedo encontrar un trabajo en la zona, entonces podría ser agradable
quedarme durante un tiempo por mi hermana y mi sobrino.
Hay
muchas obras aquí y en las ciudades y suburbios de los alrededores. Por eso me
fue fácil quedarme todos estos años. Si se interesa en el diseño de paisajes,
es muy posible que tenga buenas oportunidades si se queda en la zona.
—¿Alguna
vez has viajado? —indago, echándole un vistazo.
Pero
luego me detengo, olvidando de repente lo que estaba diciendo. Bajo la mirada
hacia su trasero, su cuerpo ahora girado mientras está inclinada sobre el brazo
del sofá para dejar la cerveza en el suelo. Sus pequeños pantalones cortos
abrazan cada curva, sus rodillas están separadas y, por un momento, soy atraído
hacia la humedad entre sus piernas.
El
calor inunda mi ingle y mi polla se remueve.
Mierda.
Aparto la mirada.
Lucho
por respirar y el sudor estalla en mi cuello. ¿Qué demonios?
Puede
que no luzca joven, pero lo es. Es
una niña. ¿Qué demonios estoy haciendo?
Vuelve
a sentarse e inclino mi botella, tomando otro trago para cubrir mis nervios.
—No
realmente —responde.
De
nuevo, ¿qué le pregunté? Oh, cierto. Viajar…
—Fui
a Nueva Orleans con mi hermana cuando tenía quince años y gané una beca para
una escuela de verano en Virginia cuando tenía doce años —dice—. Eso es todo.
—¿Nueva
Orleans a los quince? —bromeo. Debió haber sido interesante.
Una
conocedora sonrisa cruza su rostro, pero desaparece rápidamente.
—Ahí
es donde vive mi madre —indica.
Oh,
sí, cierto. Su padre es Charlie Swan. No le presto mucha atención a los
chismes, pero sé que ha estado casado unas cuantas veces.
Isabella
se aclara la garganta, enderezándose.
—Se
marchó cuando yo tenía cuatro años.
¿Cuatro?
¿Qué clase de persona la dejaría de ese modo?
Se
sienta en silencio, aparentando como si estuviera pensando, y la urgencia de
tomarla entre mis brazos me recorre.
Ahora
mismo.
—Cuando
mi hermana se graduó de la secundaria, la encontramos —explica—, e hicimos un
viaje por carretera ese verano para visitarla.
—¿Cómo
resultó?
Se
encoge de hombros.
—Bien,
supongo. Estaba trabajando de camarera, tenía un pequeño apartamento y estaba
viviendo su vida. Estaba encantada de vernos. Ahora que habíamos crecido y no
necesitábamos muchos cuidados, supongo —añade.
Finalmente me mira, portando
una sonrisa triste.
—¿Le
preguntaste por qué se fue? —pregunto.
Pero
simplemente sacude la cabeza.
—No,
solía querer saberlo, pero luego cuando la conocí, realmente ya no me
importaba. —Se detiene y luego añade—: Ella no me gustó.
La
observo, permaneciendo en silencio. ¿Jacob tiene esos pensamientos sobre mí?
—Así
que, ¿has estado casado? —Su voz es ligera, y me doy cuenta que está intentando
cambiar de tema.
Me
enderezo, respirando profundamente y poniendo los ojos en blanco para mí mismo.
—La
madre de Jacob y yo no duramos mucho tiempo después que él nació —le digo—, y
no lo sé… me quedé atrapado intentando crear un sustento… un futuro. Me
acostumbré a estar solo.
Deslizo
mis dedos por mi cuero cabelludo, finalmente apoyando mi cabeza en mi mano y
mirándola. Pero parece escéptica, estudiándome con cierta cautela en sus ojos,
como si no creyera que esa sea la razón por la que todavía estoy soltero.
—Hubo
oportunidades de casarme —le aseguro—, pero supongo que incluso en la
secundaria nunca quise ser parte de las estadísticas y hacer lo que se supone
que debía hacer, ¿sabes? Graduarme, conseguir un trabajo, casarme, tener hijos…
morir.
Dejo
salir una risa, pero sorprendentemente, ahora las palabras salen con facilidad.
—Mi
abuelo, quien también fumaba cigarros —aclaro—, murió cuando yo tenía nueve
años, pero todavía recuerdo esa fiesta en casa que mis padres organizaron
cuando mi padre terminó la universidad. Estaba en sus treinta, el primero de la
familia en ir a la universidad, así que fue algo importante.
Se
recuesta, sosteniendo la botella con ambas manos y escuchando.
—Creo
que tenía unos seis años en aquel entonces —le cuento—. Mis abuelos estaban
allí, y todo el mundo estaba hablando y riendo, pero lo que más recuerdo es a
mi abuelo, de sesenta años, metro ochenta de altura y ciento quince kilos de
peso haciendo temblar los cimientos de la casa porque estaba bailando Jump De
Pointer Sisters.
Rompe
en una sonrisa. Sí, puedes imaginarlo.
—Mi
abuela observaba desde la mesa, riendo con los demás con esa mirada de
felicidad. —Trago saliva, recordando la gran sonrisa en su rostro—. Todo el
mundo estaba simplemente tan feliz, incluso a su edad, seguían creciendo,
divirtiéndose, siendo tontos… —Me detengo—. No lo sé. Me gustó eso, supongo.
—Quieres
eso —dice Isabella en voz baja.
Pienso
en mis abuelos, haciéndose reír constantemente el uno al otro y en todas las
mujeres con las que he estado y cómo nunca sentí eso. Ni siquiera con Heidi.
Probablemente fui incapaz.
—Simplemente
no parecía forzado, ¿sabes? —continúo, girando hacia ella—. Establecieron
estándares altos. Es difícil encontrar esa persona que hable tu mismo lenguaje.
Baja
la mirada, aparentando estar sumida en sus pensamientos.
Continúo,
cambiando de tema.
—¿Qué
hay de ti? —indago—. ¿Alguna idea de cómo quieres que sea tu vida algún día? Tu
matrimonio, la boda, el día perfecto… ¿El vestido perfecto?
Simplemente
suspira y toma un trago de la botella.
—Realmente
no me preocupo por la boda —responde, volviendo a mirar la televisión—. Solo
quiero una buena vida.
Buena
vida.
Esas
palabras golpean con fuerza y no sé por qué.
Tal
vez porque todavía estoy esperando lo mismo.
Una
semana después y la casa se ha organizado en una rutina, gracias a nuestra
pizza y la noche de película.
Normalmente
Isabella ya está levantada cuando bajo por la mañana, y noto que hay un
agradable brillo en las encimeras y en las puertas de los armarios que no
estuvo ahí la noche anterior. Los suelos se sienten limpios, el refrigerador
está mágicamente libre de mala comida y sobras de hace tres días, y los
electrodomésticos brillan.
También todo huele increíble
y a veces es porque hace muffins o hotcakes, y otras veces por las velas
aromáticas, las que ya no me preocupan que queme la casa. Usa una cafetera
francesa para el café y yo he dejado de usar mi Keurig en favor de eso.
Cualquier
cosa que Jacob deje en la sala de estar la noche anterior, como zapatos o latas
de soda, desaparece repentinamente y no puedo recordar la última vez que tuve
que usar la lavadora.
Y
no, ni por un momento creo que sea gracias a mi hijo. Se ha convertido en un
jodido perezoso y parece que, no me había dado cuenta de cuánto había cambiado.
Cuanto
más crecía menos tiempo quería pasar conmigo, y veo muestras de cómo era su
madre conmigo en la forma que trata ahora a Isabella. Es descuidado, y me
encuentro apretando los dientes para mantener mi boca cerrada y guardarme mis
opiniones.
Amo
a mi hijo, pero es difícil ver por qué la merece.
Difícilmente
está en casa excepto para dormir, y cuando lo está, Isabella está en el trabajo
hasta las dos de la mañana. Estaba preocupado por encontrarlos teniendo sexo en
el sofá o algo así cuando ofrecí dejarlos vivir aquí, pero gracias a Dios, sus
horarios no compaginan bien, así que difícilmente están aquí al mismo tiempo. Y
si lo están, estoy en el trabajo y no tengo que escuchar o ver algo.
Aun
así, ella está bastante tiempo sola. Él ni siquiera permanece en casa las
noches que ella tiene libre y me pregunto por qué demonios lo soporta. Ella
parece capaz y con fortaleza. Una chica que puede cuidarse sola. ¿Qué los unió?
De hecho, no parece tener a nadie más que a Jacob y esa hermana suya. Ningún
amigo u otros miembros de la familia han pasado por aquí a verla, que pueda
decir.
Aunque,
de cualquier modo, estoy disfrutando teniéndola por aquí, incluso si deseo que Jacob
estuviera más en casa. Sonrío en cuanto paso por la puerta cada tarde,
escuchando música de los ochenta sonando por la casa y de algún modo parece
incluso más verano aquí dentro. Es agradable no volver a una casa vacía para
variar, e incluso me sorprendo dejando el trabajo a tiempo todos los días,
porque en realidad ahora disfruto estar en casa.
Ella
y yo hemos charlado más a lo largo de los últimos días, hablando sobre cómo fue
el trabajo o cómo le está yendo en la escuela, y la chica tiene la extraña
habilidad de hacerme hablar. Le gusta hacer cosas y es buena burlándose o
haciendo bromas para tranquilizarme.
Puedo
prescindir de su lasaña de berenjena, eso está claro, pero si no estuviera
aquí, Jacob me estaría evitando incluso más de lo que lo hace hasta ahora, y no
me estaría mordiendo la lengua con él como lo hago. Estoy contento de que ella
esté aquí.
Sosteniendo la bolsa de la
ropa sucia sobre mi hombro, bajo las escaleras, girándome en la barandilla y
entrando a la lavandería.
Después
de sacar mi ropa de la secadora, saco otras cosas de la lavadora y meto una
nueva carga, encendiendo de nuevo ambas máquinas. Veo un rastro de polvo al
frente de mi camiseta por trabajar esta mañana en el garaje y me la quito,
metiéndola en la lavadora antes de cerrar la tapa.
Dejando
la bolsa sobre la ropa seca, tomo el cesto y vuelvo escaleras arriba. En mi
habitación, arrojo la ropa sobre la cama y hurgo entre la pila, buscando otra
camiseta.
Pero
me detengo, pasando ligeramente mis dedos sobre una pequeña pieza de tela roja
que no reconozco. Está amontonada en mis jeans y no tengo que pensar dos veces
para saber qué es.
Mierda.
Enganchando
el dedo en la pequeña banda, miro a través de la pequeña tanga roja colgando de
mi dedo.
—¿Qué
demonios? —digo entre dientes, bajando la mirada hacia la ropa para comprobar
dos veces que es la mía—. ¿Cómo llegó esto a mis cosas?—. ¡Isabe…! —grito pero
me detengo, dándome cuenta de lo extraño que va a parecer si tengo su ropa
interior. Voy a parecer un morboso, siendo atrapado con su ropa interior. Jesús.
Suelto
la prenda como si fuera un sartén caliente.
Cae
sobre la cama y me froto la nuca, sintiendo el ligero sudor en mi piel. Mi
mente divaga.
Ha
pasado maldito largo tiempo desde que cualquier ropa interior de mujer estuvo
sobre mi cama. O en mi cama.
Y
ciertamente tampoco fue una tanga. Una imagen de la pequeña e inocente novia de
mi hijo llevando esto aparece en mi mente, y pongo los ojos en blanco,
retrocediendo un poco.
—Maldición.
Voy a ir al infierno.
Regojo
de nuevo toda la ropa, enterrando la tanga entre esta para esconderla, así
puedo llevar la cesta de nuevo abajo. Simplemente lanzaré la ropa interior
sobre la secadora o algo así y dejaré que ella la encuentre.
Aunque,
tomando la cesta, registro el suave estruendo de la cortadora de césped fuera y
dejo caer la ropa, caminando hacia la ventana.
Isabella
está en el patio trasero, moviéndose por el césped con mi cortadora verde
Crafstman. ¿Qué está…?
Aprieto la mandíbula, el
agravio asentándose. Le dije a Jacob que cortara el maldito césped. Ayudar con
el trabajo de jardinería es su responsabilidad.
Observo
mientras ella balancea la cabeza, y es entonces cuando noto el agudo zumbido de
guitarras y golpes de batería. Debe estar escuchando música.
Sonrío.
¿Qué horrible banda de los ochenta está escuchando hoy?
El
sudor oscurece su camiseta gris a mitad de su espalda e incluso desde aquí
puedo ver su cabello, algunos mechones que se habían liberado de su Coleta,
pegándose a su cuello. Sus pequeños pantalones cortos blancos muestran los
músculos de sus muslos y pantorrillas, flexionándose mientras empuja la
máquina. Su piel brilla con sudor, y me centro en su espalda baja, viendo la
pequeña porción de piel brillando al sol.
El
calor inunda mi estómago y mi sonrisa desaparece mientras la miro.
Estoy
congelado. No quiero apartar la mirada.
Pero
finalmente pestañeo, alejando mis ojos y tragando saliva a través de la
sequedad de mi garganta.
¿No
tiene un proyecto o algo en qué trabajar para su clase de verano? Mencionó eso
hace unos días. Jacob puede cortar el maldito césped.
Estirando
los brazos, abro la ventana y saco la cabeza, abriendo la boca para llamarla,
pero de repente suelta el manillar, gira la cabeza hacia adelante y hacia atrás
y hace que toca la guitarra.
Me
detengo y la observo, frunciendo el ceño pero también muy cerca de estallar en risas.
—¡Pon
algo de azúcar en mí! —Suena desde el altavoz Bluetooth—. ¡Ooooh, en nombre del
amor!
Mueve
los labios en sincronía, inclinándose hacia atrás, y luego haciendo otros
movimientos, bailando y dejándose llevar por la canción.
Agarrando
de nuevo el manillar, lo usa de apoyo y echa la cabeza de lado a lado, girando
el cabello y moviendo las caderas. La goma en su Coleta cae y los mechones
giran, la hermosa perversión en los mechones que caen sobre su rostro la hacen
verse absolutamente hermosa. Mis pulmones arden por aire mientras el deseo me
recorre al observarla moviéndose. Dios, si ella es tuya, ¿cómo no la tocas a
cada momento?
Sin
embargo, detengo ese pensamiento inmediatamente y comienzo a meter la cabeza,
pero vislumbro a James Cramer, el vecino de al lado, de pie en el balcón de su
dormitorio.
Baja
la mirada hacia Isabella, observándola bailar.
Aprieto los dedos alrededor
del marco de la ventana.
Imbécil. Probablemente sus hijos están en la
casa, y está mirando lascivamente como un jodido pervertido.
Intento
pensar en que prácticamente estoy haciendo lo mismo, pero siento una urgencia
protectora de conseguir un arma o algo. Esta no va a ser tu niñera, idiota.
De
repente el cortacésped se detiene, y giro hacia Isabella justo a tiempo para
verla caminar hacia el borde de la piscina, respirando pesadamente y empapada
en sudor. Se aparta el cabello del rostro, respira profundamente y luego da un
paso, cayendo en la parte profunda de la piscina y hundiéndose, con ropa y
todo.
Dejo
de respirar.
Hace
calor. Cerca de los treinta y dos grados y necesita refrescarse. Pero muevo la
mirada hacia James mientras inclina la barbilla, intentando conseguir un mejor
vistazo. Entonces Isabella resurge a la superficie, flotando de espaldas y
descansando allí, su camiseta moldeada a su cuerpo como una segunda piel.
Duros, pequeños puntos señalan al cielo por debajo de su camiseta y veo una
sonrisa curvarse en los jodidos labios de él.
—Maldito
infierno —siseo entre dientes. Volviendo a meter la cabeza en la habitación y
cerrando la ventana de golpe.
Dejando
la habitación, salgo rápidamente al pasillo y bajo corriendo las escaleras.
Moviéndome por la cocina, atravieso la lavandería y salgo por la puerta
trasera. Isabella está nadando junto al borde de la piscina de nuevo, saliendo.
Alzo
la mirada para ver a James observando mientras ella sale, su ropa aplastada
contra su cuerpo y el agua corriendo por cada centímetro disponible de su piel.
Él
desliza su mirada hacia mí y le enseño mi dedo medio. Simplemente se ríe y
sacude la cabeza, regresando a su jodida casa.
Isabella
toma su cabello, pasándoselo por su hombro y escurriéndolo. Bajo la mirada por
sus piernas, donde el agua se desliza por sus tonificados muslos y sus
pantalones cortos mezclándose con su trasero.
Me
enderezo, poniendo una expresión dura.
—Isabella
—la llamo.
Se
gira, mirándome, y duda solo un momento antes de dirigirse hacia mí. Debe tener
alguna idea de que no está completamente presentable ahora mismo, porque cruza
los brazos sobre su pecho.
—Pensé
que le había dicho a Jacob que cortara el césped. —Intento esconder el gruñido
construyéndose en mi pecho.
Asiente y toma su agua fría
de la mesa del césped.
—Mientras
se haga, ¿cierto? —Y luego me mira, preguntando—: ¿Estoy haciendo un mal trabajo?
—Por
supuesto que n-no —contesto rápidamente, odiando lo rápido que me hace sentir
como un estúpido desagradecido—. Se ve bien, pero ya estás haciendo suficiente.
Más que suficiente. Él tiene el trabajo del césped. Puede encontrar el maldito
tiempo.
—Está
bien. —Le resta importancia y deja el agua, girándose de nuevo hacia el
cortacésped—. De todos modos necesito sol y el ejercicio.
—Yo
lo terminaré. —La detengo, adelantándome hacia el cortacésped.
Pero
me sujeta por el brazo.
—Lo
tengo —asegura, la furia mostrándose en sus ojos—. En serio. No estamos aquí de
gratis. Puedo ocuparme de algunas labores.
—No
vestida así, no lo harás.
Frunce
el ceño.
—¿Disculpa?
Me
acerco, bajando la voz mientras hablo con ella.
—Mi
vecino ha estado pegado a su balcón vigilando cada uno de tus movimientos —digo
con aspereza—. Dios sabe lo que está pensando.
—Ese
no es mi problema —protesta—. Tenía calor. Salté a la piscina. Tengo la ropa
puesta.
—Sí,
como una segunda piel —termino por ella, mostrando los dientes—. No puedes
hacer esas cosas aquí. Es un vecindario familiar. No el club de striptease de
tu hermana.
—¡Estoy
en el patio trasero! —masculla, tensándose—. ¿A quién le importa cómo estoy
vestida?
—¡A
sus esposas!
Arquea
una ceja y su pecho se mueve con furiosas respiraciones.
Bajo
la mirada hacia ella, calmando mi voz.
—Las
mujeres en el vecindario no aprecian a las calienta pollas paseándose alrededor
y tentando a sus maridos, ¿está bien? —lo digo planamente, para que entienda.
Pero solo deja salir una
risa amarga como si no pudiera creer que lo digo en serio.
—Uh…
sí, vaya. —Asiente y toma una respira profundamente, alzando la barbilla y
mirándome fijamente—. Um, está bien, ésta es la cuestión… Soy consciente que
probablemente las cosas eran un poco diferentes cuando eras un adolescente…
¡HACE OCHENTA Y NUEVE AÑOS! —replica.
—Fue
hace veinte años, gracias.
—Pero
hoy en día —continúa—, no le echamos la culpa a las mujeres por el
comportamiento de los hombres. —Fija la mirada, luego hay una pequeña mueca en
sus labios—. Si él quiere mirar, no puedo evitarlo. Si quiere irse a algún
sitio privado y darse un poco de amor, oye, nunca lo sabré. ¡No es mi problema!
Aprieto
los puños. Maldita mocosa.
No
puedo recuperar el aliento, pero no rompemos el contacto visual.
Tiene
razón.
Sé
que tiene razón. No está haciendo nada malo. Solo…
No
me gusta él mirando.
Mirándola.
Después
de unos segundos, me recompongo y me enderezo, disfrutando ser treinta
centímetros más alto.
—Jacob
hace el trabajo del césped. O yo —le indico, rodeándola hacia el cortacésped—.
¿Lo entiendes?
No
espero su respuesta mientras camino alrededor, dirigiéndome hacia el
cortacésped.
Pero
escucho su dulce y baja voz detrás de mí.
—Sí,
papi.
Parpadeo largo y fuerte, la
mano picándome con la urgencia de darle una nalgada a alguien por primera vez
en mi vida.
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Hola a todas se que aun quieren seguir con la adaptacion y lo hare como comento una chica si es importante los comentarios ya sea para autoras, traductoras o en mi caso adaptadoras por nos damos cuenta que les encanta la historia no les pido que escriban una lista simplemente un gracias es suficiente he checado las visitas de los capitulos y siempre hay como 300 me encanta ver pero cuando veo si hay algun comentario veo que no hay ninguno y suelo pensar que lo mas seguro es que no les gusta la adaptacion porfis solo regalenme un gracias. nos vemos mañana en martes de adelantos en facebook con el grupo Elite Fanfiction y el miercoles con capitulo nuevo.
17 comentarios:
Wooow vamos bella! Me encantó el capítulo
Jacob es un flojo y a BELLA no le gusta estar sin hacer nada ella es como una ormiguita trabajadora que ni le gusta estar sin hacer nada , el James un hdp asqueroso mirón , Edward no te enojes el que se enoja pierde 😉😜❤😘💕 Gracias hermosa nos leemos
Jajajja me encanto como le contesto bella. PAPI!!! JAJJAJA . Pobre edward se va a volver loco.
Amo la historia! Gracias por seguir actualizando.
Jajajaja edward va a fantasear con ese "Si PAPI" después seguro. Gracias por actualizar!
Esto fue más de todo lo que me esperaba ajajaja y eso comentario final \0/ gracias por seguir!!
Esa respuesta jajaja creo que traera problemas
Buen capitulo, ya se están acercando más
Pensé que Isabella se iba a tomar mal todo lo que le dijo Edward de estar provocando.
Mortal estuvo con ese "si Papi".
Me encantó el capítulo.
Gracias!!!
Jacob no hace nada por merecer a Bella y Edward cada día le gusta más ella.
Gracias por seguir actualizando la historia en verdad me encanta.
Muchas gracias por el capítulo, Le da un aneurisma
Amo los comentarios sarcasticos de bella y jacob por idiota la perdera y ese hecho de que edward muere por ella e intenta todo lo posible x parar, el momento de las bragas me rei muchisimo juro q lo imagine asi tal cual, lo malo q mi hijo me miro con cara rara y me dijo mama estas bien porque te ries asi 🤣
Anelo pronto el siguiente capitulo 😍
Nos salio celosito el niño Edward!! Yo estaba esperando este cap para saber si el señor de la casa logró ver a Bella en su actuación, pero la tanga en la ropa fue muy sugerente
me encanto
Si fuera bela sabes como me tiro a edward,lo amo!!ese dialogo entre los dos me encanto jaja SI PAPI JAJA. Espero ansiosa el proximo capitulo
Hola hola nena tememos un Edward celoso además de bastante Hot, y ese si papi fue muy acertado
Gracias por el capítulo nena voy por el siguiente
Saludos y besos
ooo me encanta, ellos avanzan y jacob que le den por tonto.
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