lunes, 18 de febrero de 2019

No puedo amarte capitulo 8


Capitulo 8

Edward
A la mañana siguiente, me sorprende ver que soy el primero en levantarse. Isabella normalmente está moviéndose de un lado a otro, bañándose o trabajando en su computadora antes de bajar, pero la casa parece estar vacía. Abro la puerta principal y veo que el auto de Jacob tampoco está en el camino de entrada.

Es domingo por la mañana. No estaría despierto todavía. ¿No volvieron a casa entonces?

Me ocupo de ms asuntos, siguiendo con mi mañana, pero cuando son las diez quiero continuar con el baño principal, arrancar la vieja bañera y levantar las baldosas del piso, pero haré mucho ruido. Toco la puerta de Isabella y Jacob para asegurarme que no estén allí.

Nadie responde, y abro la puerta para ver la cama aún hecha y el dormitorio vacío. Supongo que anoche debieron haberse quedado en casa de un amigo. Cierro de nuevo y me pongo a trabajar.

—Hola —dice Jacob mientras entra en la cocina una hora después.

Cierro el refrigerador, agarrando un refresco, y me vuelvo hacia él mientras arroja sus llaves sobre el mostrador. Se ve demacrado, con el cabello enmarañado y los ojos enrojecidos.

—Hola. —Hago un gesto hacia el gabinete a la izquierda—. La aspirina está ahí. Busca un poco de agua y dúchate. Puedes ayudarme con el baño.

Asiente, pero parece que está a dos segundos de vomitar. Su piel es de un color verde, y realmente siento pena por él. No extraño ese sentimiento.

—Estás bebiendo mucho —le digo.


Me ignora, arrastrando los pies hasta el armario y toma una aspirina.
Lo presiono.

—Estás bebiendo demasiado.

Todavía no dice nada, pero su mandíbula se tensa, indicando que me escuchó.
Desearía que me hablara. Incluso que peleara conmigo, porque es mejor que nada. Quiero escuchar sobre su trabajo y su vida. Sobre el amigo que perdió. No debería haber aprendido algo así por Isabella.

Debí haber insistido más cuando comenzó a dejarme fuera. Mucho más.

Pero sé a quién debo culpar realmente por la brecha que hay entre nosotros.

—Fui bueno con tu madre —le digo.

Resopla, tomando otro gran sorbo de agua y todavía sin mirarme.

Él le creerá. Aún no está listo para escucharme. Pero igualmente lo voy a decir.

—Trabajé duro, los apoyé a ambos y fui fiel. —Me levanto del asiento y lo miro—. Puedes hacerme preguntas. No voy a mentir.

Pero solo sacude la cabeza, termina el vaso y lo baja.

—Tengo que darme una ducha.

Se da vuelta para alejarse, pero no he terminado todavía.

—¿Alguna vez no hice algo que me pediste que hiciera? —le pregunto.

Se detiene pero no se vuelve.

Cada vez que necesitaba dinero, se lo daba. Cada vez que necesitaba un aventón, yo estaba allí. Cada vez que quería ir a algún lado, ver algo, tomar una clase de karate o simplemente estar conmigo, siempre estuve allí para él. El dolor se extiende por mi pecho mientras le miro la espalda.

Era un buen padre. Cuando me quería cerca.

—¿Alguna vez me descubriste una mentira? —continúo.

Una mentira que ella no le enseñó a creer, ¿verdad?

Me mira por encima de su hombro, y puedo ver la lucha en sus ojos. Quiere estar enojado con algo o con alguien, y fui ese objetivo durante mucho tiempo, pero ahora no está seguro del por qué. Tiene que empezar a ver quién es su madre y qué le hace a la gente. Tiene que dejar de permitir que ella se lo haga.

—Estoy aquí —digo—. ¿Está bien?

Lo escucho respirar, su pecho subiendo y bajando y finalmente asiente, todavía parece vacilante, pero es algo.

Luego se da vuelta y sale de la habitación, hacia las escaleras, pero de repente miro hacia la puerta principal, y algo se me ocurre.

—¿Dónde está Isabella? —grito, caminando hacia la sala de estar.

Está a mitad de camino por la escalera, pero vuelve a mirarme y niega, todavía sin hablar.

—¿No la recogiste del trabajo anoche? —pregunto—. ¿No estaban juntos?

—No. —Bosteza y se pasa la mano por el cabello—. Había bebido demasiado, así que envié a uno de mis amigos para que la recogiera y la trajera a casa. Probablemente salió a trotar y no te diste cuenta.

Me quedo allí, tratando de reconstruir mi conversación con ella la última noche mientras Jacob se dirige escaleras arriba.

Así que, cuando hablé con ella anoche, no estaba con Jacob. No estaba con él en absoluto.

Y no ha estado en casa. Su cama todavía está hecha.

Jacob se dirige al piso de arriba, y grito detrás de él, recordando.

—¡Usa mi baño!

Trabajaré un poco más en el suyo y el baño principal tiene la única otra ducha en la casa.

Regreso a la cocina, todavía pensando.

¿Por qué ella mentiría sobre eso? Si se quedó con un amigo, su hermana, lo que sea... está bien. Pero me dejó creer que ella y Jacob estaban juntos, que es la razón por la que llamé, para asegurarme que los dos estuvieran bien.

Envié a uno de mis amigos para que la recogiera y la trajera a casa.

Sí, tu amigo no la trajo a casa. Podría haberme preocupado, pero mintió por una razón.

Y a pesar de lo mucho que me gusta Isabella, no puedo evitar los viejos sentimientos cerniéndose en mi interior, que hace mucho no siento. No me gusta que me mientan.

Especialmente las mujeres.

Una hora después, entro en Grounders y ya veo la multitud del almuerzo llenando las mesas y el bar. Un par de camareros vestidos con sus jeans, camisas ajustadas y pequeños mandiles llevan platos a los motociclistas que se detienen para descansar durante sus carreras del domingo y los cazadores que vienen de sus excursiones matutinas. El bar está lleno de veteranos que parecen haber dormido vestidos la noche anterior, y las luces fluorescentes hacen que todo se vea sucio a pesar del olor a Pine-Sol escociéndome la nariz.

Las suelas de mis botas de trabajo se pegan al suelo con cada paso que doy por la habitación. Nunca he entendido el atractivo de este lugar o por qué ha durado tanto.

Veo a Isabella en el otro extremo de la barra, su puño cubierto con una toalla blanca y enterrado en un vaso mientras lo seca. No estaba seguro de que estuviera aquí, pero cuando no está en la casa, es aquí donde está.

Todavía lleva la misma ropa de anoche cuando la vi salir, y un bostezo se extiende por su rostro. Su cabello está atado en una Coleta alta, y sus labios rosados con un toque de lápiz labial.

Estaba bonita ayer. Esta mañana, mi sospecha está desdibujando todo. De repente, tengo veinte años nuevamente y estoy preguntándome dónde estuvo la madre de Jacob toda la noche.

Pero Isabella no es así. Es una buena chica.

Simplemente, no tiene sentido que haya dicho que estaba con Jacob cuando no era así.

A menos que estuviera metida en algo que no debería.

No quiero que Jacob pase por eso con Isabella. No como lo hice con su madre. ¿Qué pasa si la deja embarazada y se queda atascado, tratando con una persona así? No quiero que se quede solo para siempre, porque cree que no es suficiente para ella.

Me obligo a calmar mi respiración. Estoy sacando conclusiones. Relájate.

Ella me ve acercándome, y sus ojos se iluminan un poco. Abre la boca para decir algo, pero hablo primero.

—¿Estás bien? —pregunto—. ¿Tuviste una buena noche?

Ladea la cabeza, titubeando un poco.

—Um, sí, supongo.

Así que, nada malo pasó entonces. Está en una sola pieza y parece feliz.

—¿Tú y Jacob se divirtieron? —presiono, y mi pulso comienza a acelerarse.

Deja caer su cabeza evitando mis ojos mientras coloca el vaso debajo de la barra.

—Sí. —Asiente.

Y tenso mi mandíbula, mi temperamento se eleva. Acaba de mentir otra vez.

—Sí, Jacob cree que nunca te recogió. —Pongo mis manos en la barra y me apoyo—. Dice que uno de sus amigos te recogió, pero no te vio el resto de la noche, y no regresaste a casa.

Me mira, sonrojándose.

—Um... Sí, es... yo... yo estaba...

Tartamudea, nerviosa, y me quedo allí esperando la explicación simple y fácil que sé que vendrá, pero...

No es así.

Abre la boca para decir algo otra vez, pero luego la cierra, hay una ligera mueca de dolor en sus ojos como si supiera que ha sido atrapada.

Controlo mi tono, tratando de sonar tranquilo.

—¿Dónde estuviste toda la noche, Isabella?

Mira a todas partes menos en mí, sus hombros se tensan, y su respiración se vuelve más pesada. Puede responder la pregunta. Simplemente no quiere.

—¿Isabella?

—¿Jacob está en casa ahora? —pregunta.

—Sí.

—Entonces ambos estamos bien. El resto no es asunto tuyo —afirma.

Estrecho mi mirada hacia ella.

—Y mi casa no es un hotel, niña.

Puede que se haya quedado con su hermana o un amigo, pero ¿por qué mentir sobre eso? Está escondiendo algo.

Levanta la barbilla, y continúa:

—Dónde dormí anoche, es entre Jacob y yo.

Mantengo mi expresión seria, pero todo lo que inunda mi cabeza, son las imágenes de un muy joven y estúpido yo, atrapando a mi novia follando con un tipo en un auto frente a nuestro apartamento a las tres de la mañana. Si parece un pato y camina como un pato...

Sí.

Me alejo de la barra y cruzo los brazos sobre mi pecho.

—Honestamente, no me importa lo que hagas, Isabella —le digo, y mi corazón se congela lentamente—, pero tampoco soy estúpido. Jacob puede ser distraído, pero yo no. Quien sea que te recogió anoche no te trajo a casa, así que si estás jugando con mi hijo, me ofenderé por eso —le advierto—. Y luego te pediré que te vayas de mi maldita casa. No pagaré para apoyar a alguien así. ¿Entiendes? Nunca me vuelvas a mentir.

Su mandíbula se tensa como si estuviera tan enojada como yo. Espero que su lengua afilada salga volando hacia mí, y por un momento creo que lo hará, pero luego no lo hace. En cambio, sus ojos comienzan a humedecerse, y su barbilla tiembla cuando inhala pequeñas y superficiales respiraciones. Mira hacia otro lado, parpadeando.

—Sí, entiendo —dice en voz baja. Y luego baja la toalla y levanta la partición, dejando la barra—. Discúlpame, por favor.

Se aleja por el pasillo y se pierde de vista. La miro fijamente.

Puede que me equivoque. Podría estar equivocado.

Pero he ignorado mi instinto muchas veces, y ahora he aprendido. Pensé que era una de las buenas, pero no me van a volver a engañar. Si no estaba haciendo nada, habría respondido la pregunta.

Dando media vuelta, vuelvo a bajar por la barra hacia la puerta. Pero una voz me detiene.

—Jugando con tu hijo… —se burla de mis palabras una voz femenina—. Tu precioso hijo.

Me detengo y miro a Esme Foley, la dueña, de pie detrás de la barra con un cigarrillo en la mano y humo ondeando frente a su rostro.

—¿Tienes algo que decir?

Se aleja del mostrador de atrás e inhala antes de apagar el cigarrillo en el cenicero y plantar sus manos en la barra. Me fulmina con la mirada.

—Se suponía que el imbécil de tu hijo la recogería en el trabajo anoche después de trabajar un turno de diez horas —me dice—. Se emborrachó en una fiesta y adivina quién vino a buscarla en su lugar. Sam McCabe, su ex, quien pensó que era divertido golpearla después de haber perdido un juego, cuando estaban en la escuela secundaria.

¿Qué?

—Se negó a estar en un auto con él —masculla Esme—. En cambio, la encontré acurrucada, durmiendo en la sucia mesa de billar esta mañana porque no tenía a nadie más a quien llamar anoche. —Y luego entrecierra los ojos—. No quería que averiguaras lo perdedor que es tu hijo.

Me quedo quieto, sin poder moverme.

No respiro, y no puedo parpadear, la ira amenaza con desbordarse.

Él la golpeó. ¿Él la golpeó? Mis puños se cierran y me arden los pulmones. Cada músculo quema.

Hijo de puta.

¿Y Jacob estaba en la misma fiesta? ¿Lo envió a buscarla? ¿Qué diablos? ¿Cómo puede estar cerca de una bolsa de mierda como esa?

La visión de un pequeño y cobarde punk agarrando a Isabella, lastimándola, haciéndola llorar... Yo...

Cierro mis ojos.

Acabo de hacerla llorar.

—Es una buena niña con un corazón realmente bueno —continúa Esme—. Y merece muchísimo más que los imbéciles de esta ciudad, incluido tu hijo. Espero que los deje a todos y nunca mire hacia atrás.

Jesucristo. ¿En qué estaba pensando?

Doy vuelta y camino hacia donde Isabella desapareció por el pasillo. Tengo que hablar con ella ahora. Todo lo que tenía sentido en mi instinto hace unos minutos ahora parece ridículo. ¿Por qué iba a saltar a conclusiones de las que no tengo ninguna prueba?

¡Maldita sea, Jacob! No puedo creerlo.

Camino por el pasillo, viendo los baños, una oficina y otra habitación con la puerta entreabierta. Probablemente esté en el baño, pero antes de decidir esperar, abro la otra puerta para comprobar ahí primero.

Está de pie en el centro de la pequeña habitación, de espaldas hacia mí, pero puedo notar que se está limpiando los ojos. Los estantes de piso a techo están alineados en las paredes, almacenan botellas de licor, batidoras, jugos y otros suministros como servilletas, pajitas y velas.

Me paro en la puerta y la escucho sollozar.

—¿Isabella? —digo vacilante.

Se endereza instantáneamente, girando lo suficiente para poder ver un lado de su rostro.

—¿En serio? —dice, tratando de endurecer su voz—. Solo vete. ¿Quieres que me vaya? Lo tienes, ¿está bien? Me iré.

Doy un paso hacia adelante.

—Isabella, lo siento mucho. No sé en qué estaba pensando.

—Solo vete.

—Debiste haberme llamado —le digo, dando un paso más—. Hubiera estado aquí en un abrir y cerrar de ojos. Lo siento. Yo solo…

Pero de repente se da vuelta, mirándome.

—¿Sabes algo de los hombres? —pregunta, limpiándose los ojos, con una dureza en la mandíbula—. Creen que pueden tratarte mal, porque lo soportarás. Pero ganas cuando nunca los dejas hacerlo otra vez. —Se acerca a mí y agrega—: Puedes besarme el culo.

Y luego me rodea y sale de la habitación.

Me desanimo. Quiero seguirla. Quiero dejar las cosas claras y hacerle saber que estaba equivocado. Quiero decirlo y hacerlo bien, pero...

No lo sé.

Esta es la segunda vez que discutimos, y las dos veces fue por mi culpa. No deberíamos pelear. Es lo que hace una mujer con su novio, no con su padre.

Y eso es lo que soy. El padre de su novio.

Nada más.

Pero en el fondo de mi corazón, el pequeño calor creciendo cada día más y más grande sabe que es una mentira.

Esto es más. No perdí los estribos por el bien de Jacob. Fue por el mío.

Ella se volvió importante, y por primera vez en mucho tiempo, me encontré realmente disfrutando de hablar con alguien. Empecé a bajar la guardia.

Se siente bien tenerla cerca.

Y acabo de enviarla a empacar.
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Hola a todas que les parecio esta pequeña sopresa de tres capitulo es una pequeño regalo por no actualizar como saben estoy estudiando y la escuela me tiene con actividades y mas mis niños pero no se preocupen que cada vez que no pueda actualizar por varios dias pasara lo mismo subire tres capitulos para ir avanzando y pasr ala siguiente adaptacion aun le falta a esta historia pero ya estoy pensando enla siguiente bueno nos vemos el miercoles y mañana habra adelanto del siguiente capitulo en el grupo de facebook Elite Fanfic.

9 comentarios:

carola dijo...

Oh noo! Pobrecita bella,todo le esta saliendo mal. Jacob es un imbecil y Sam es todavia peor!
Me gusta que bella no se deje pasar a llevar por nadie. Gracias por el cap.

Marina dijo...

Edward si que la cago con bela. Es un idiota! Y bela tendria qur dejar a jacob ese tipo no vale la pena,no le llega ni a los talones a bela. Y ese sam es un desgraciado,bela tendria qe haberlo denunciado cuando la golpio o hacer una orden de restriccion,ALGO!!
Gracias por los 3 capitulos uno mejor que el otro.
Espero ansiosa la proxima actualizacion

cari dijo...

GRACIAS ❤😘💕

cari dijo...

GRACIAS 😘💕

cari dijo...

GRACIAS ❤😘💕

Ana dijo...

Bueno, es normal que sospechara... Pero lo de Jacob no tiene nombre... Gracias

Anónimo dijo...

Ojalá y Esme le hubiera dicho más cosas que lo pongan en su lugar :/ gracias!

martha dijo...

Ese Jacob es un tonto, no puede ser tan inmaduro

Kar dijo...

Hola hola le estalló en la cara a Edward eso que siente por Bella y ahora que va a pasar no puede dejarla ir, gracias por el capítulo nena y estar esperando ansiosa el siguiente
Saludos y besos

ORACION A MI SEXY VAMPIRITO

Edward de mi guarda
De mi sexy compañia
Bebete mi sangre
De noche y de Dia
Hasta que caiga en tus brazos
Y sea tu marca de heroina