Capitulo 14
Edward
Meadow
Lakes. Quiero reír.
No hay praderas, ni lagos y ciertamente no hay un lago en una pradera. Es un
estacionamiento de tráileres viejos de sesenta años de antigüedad, lleno de
basureros apoyados en bloques de hormigón.
¿De
verdad creció aquí?
Estoy
empezando a pensar que Jacob no estaba tan mal, después de todo. Miro a mi
alrededor, asimilando los viejos tráileres plateados Airstream mezclados con
algunas casas rodantes de los años 80s, con persianas rotas apenas visibles
detrás de ventanas sucias y fachadas verdes con moho carcomidas por las
termitas y sus aislamientos térmicos expuestos. Todo este maldito lugar es un
riesgo de incendio esperando a suceder. No la quiero aquí. No tiene que
quedarse en mi casa, pero simplemente... no aquí.
Isabella
está sentada en el asiento junto a mí, pasa lentamente sus manos una sobre la
otra, mirando fijamente hacia abajo de forma inexpresiva, perdida en sus
pensamientos. No puedo sacudirme la sensación de que está intentado postergar
tener que mirar por la ventana tanto como sea posible.
Todavía
no está oscuro, pero el sol se ha puesto y una par de niños salen corriendo de
entre dos casas rodantes, persiguiendo un balón. Bajo la velocidad en caso que
corran hacia la calle.
—Justo
ahí —dice Isabella.
Echo
un vistazo, viéndola señalar hacia mi izquierda y sigo su mirada hacia un
tráiler con un revestimiento verde lima asqueroso y aprieto los dientes.
Una
unidad de aire acondicionado sobresale por la ventana de enfrente, una cerca de
madera desvencijada y vieja rodea la base, hay partes caídas y rotas sobre el
césped o simplemente hay secciones faltantes y el porche está lleno de
porquerías al azar, ropa y un par de bolsas llenas de basura. Tres jóvenes
están de pie en el porche, fumando y hablando.
—¿Aquí?
—Me volteo y le pregunto.
Pero
solo se desabrocha el cinturón de seguridad, preparándose para bajarse.
—¿Quiénes son esos tipos?
—digo.
Levanta
la mirada solo por un momento antes de apartar sus ojos de nuevo, tomando su
bolso.
—Probablemente
sean mi hermanastro y un par de sus amigos.
Me
detengo frente al tráiler, dado que la pequeña entrada para auto está ocupada y
apago el motor.
—¿Tienes
un hermanastro? —No lo ha mencionado.
Solo
se encoge de hombros.
—En
el sentido técnico —dice, esbozando una sonrisa—. No hablo mucho con él.
—Pero
vive aquí —digo intentado conseguir algo de claridad.
Asiente
y antes que pueda decir algo más, se baja de la camioneta, llevando su bolso
con ella.
Bueno,
¿cuántas habitaciones puede tener este lugar, si hay otro chico viviendo aquí?
¿Siquiera tiene una cama?
Saca
una maleta de la parte trasera, pasa su bolso por encima de su cabeza, y guía
el camino. Tomo una caja y la sigo, apretando mis dientes para mantener mi
jodida boca bajo control. No sé si estoy furioso o preocupado o qué, y no sé si
tengo derecho de sentir esas cosas o si cualquier preocupación está
justificada. Probablemente estará bien. Esta es su familia. Yo solo...
Siento
como si fuera a explotar en cualquier segundo.
Subimos
los pocos escalones hacia la puerta principal y Isabella apenas si mira a su
hermanastro y sus amigos mientras abre la puerta.
—Riley,
este es el papá de Jacob —murmura—. Edward, este es mi hermanastro, Riley.
Me
giro hacia el chico y se endereza, tendiéndome su mano.
—Qué
tal, hombre.
Muevo
la caja en mis brazos y logro estrechar su mano.
—Hola.
Es
bajo y fornido para ser un chico, de la estatura de Isabella, pero intenta
compensarlo con un tatuaje en el cuello y una chaqueta de cuero negra.
En
verano.
—Así
qué, ¿ahora estás en casa? —le dice, tomando un trago de su cerveza.
—Sí.
Uno
de los amigos de Riley le da un codazo.
—¿Ella
es la que es desnudista?
Aprieto
mis dedos alrededor de la caja.
Resopla,
casi escupiendo su cerveza.
—No,
hombre. Esa es la otra. —Pero entonces sus ojos van hacia Isabella, moviéndose
de arriba abajo con una sonrisita—. Aunque, esta también puede bailar un poco.
Todos
se ríen y siento un bulto subiendo por mi garganta como un gruñido.
Tranquilizándome, me volteo y abro la puerta para Isabella, obligándola a
entrar.
Debo
ser más indulgente. No es como si yo no fuera el ocasional idiota de tiempo en
tiempo mientras crecía.
¿Cómo
demonios sabe cómo baila?
Me
doy una sacudida mental y respiro profundamente. Deja su mierda y ve a casa.
No es mi problema. Esta es su decisión. Y si yo fuera ella, habría hecho lo
mismo.
Estoy
realmente orgulloso de mí. No es ajena a mis exabruptos o mis demandas
prepotentes y me estoy manteniendo asombrosamente callado, dado el hecho que
odio este vecindario y toda esta situación está desgastando mis engranajes.
Puedo aguantarlo durante cinco minutos más, ¿cierto?
Y
si lo hago, quizás entonces me premiaré con Dairy Queen de camino casa por
mantener mi boca cerrada por una vez.
Su
padre, Charlie, está desmayado en un sillón reclinable a la izquierda, la
televisión reproduciendo alguna serie en un volumen bajo, mientras un par de
mujeres están sentadas en la mesa de la cocina a la derecha. Están fumando
cigarrillos con latas de cerveza frente a ellas. El equipo de sonido de un auto
resuena a la distancia y unos pocos petardos de pólvora explotan afuera a
nuestro alrededor.
—¿Necesitan
ayuda? —pregunta una señora de cabello oscuro desde la mesa. Levanta su
cerveza, tomando un trago y dándome apenas algo de atención.
Isabella
sacude su cabeza y se desvía hacia la cocina, alrededor de las señoras en la
mesa. No nos presenta y ciertamente no me importa si esta señora no lo hace. Su
hija o su hijastra, viene a casa con un hombre que nunca has visto ¿y eso no
hace que le hagas al menos una pregunta?
Asumo
que es su madrastra, de cualquier forma, ya que tiene los mismos ojos pequeños
y cafés del chico de afuera.
Inhalo
el olor a desinfectante mezclado con un toque de burritos y tierra húmeda, como
si algo se hubiera mojado por la lluvia o estuviera pudriéndose en algún lugar.
Avanzamos por el pasillo con nuestras pisadas creando un ruido sordo mientras
entramos a la primera puerta de la izquierda.
—Puede
haber algo de ropa sucia para lavar que arrojáramos allí—dice la mujer de la
mesa—. Recógelo y llévalo a la lavadora, ¿quieres?
Tomo
otra respiración profunda. Estará bien.
Abre
la puerta de la habitación y miro el interior de su vieja habitación. Mi
mandíbula se tensa.
—¿Dónde
está mi cama? —grita Isabella, suspirando.
Pero
nadie le responde.
La
habitación está repleta de jodida basura. Tiene un tocador al que le faltan
cajones, una toalla de playa colgando de su ventana y telarañas en la esquina
del techo. Puedo oler la pila de ropa sucia que ahora habita su cuarto y
entrecierro mis ojos hacia el agujero en la pared.
No.
Isabella
baja su maleta y se voltea hacia mí, tomando la caja.
—No
te preocupes —dice, sonriendo a la que sea la mirada que tengo en el rostro—.
Estaré bien. Me conoces. Tendré este lugar como nuevo para mañana.
Pero
no le daré la caja, manteniéndola segura en mis brazos.
Arranco
mis ojos lejos de la trampa para ratones situada al lado del conducto de
calefacción sin rejilla para mantener los roedores fuera y bajo mi mirada dura
hacia ella.
—Demonios,
no —gruño—. He terminado esta conversación. Nos vamos ahora.
Sosteniendo
la caja en la curva de un brazo, me agacho y tomo su maleta con la otra mano e
inmediatamente me volteo, saliendo rápidamente de la casa.
—¿Disculpa?
—Sale apresurada detrás de mí, atónita.
Pero
ya me estoy marchando. Ignoro a las mujeres en la cocina y ni siquiera volteo
para ver si su padre se ha despertado antes de atravesar la puerta del frente y
pasar junto a los chicos que siguen holgazaneando en el porche.
—¡Edward!
—grita detrás de mí.
La
ignoro. Sé que me seguirá. Tengo todas sus cosas.
Dejando la caja y la maleta
en la parte trasera de la camioneta, saco mis llaves y subo al asiento del
conductor. Camina alrededor de la parte frontal de la camioneta y abre la
puerta del lado del pasajero.
Me
fulmina con la mirada.
—¿Qué
demonios estás haciendo?
—No
te vas a quedar aquí. —Enciendo el motor.
—¿Cuál
es tu maldito problema? —dice con fuerza.
Miro
a través de mi ventana, viendo a los chicos en el porche mirándonos curiosos.
—¿Tu
hermanastro ha intentado algo contigo? —le pregunto.
—Nada
que no pueda manejar.
—¿Y
sus amigos?
Toma
una respiración y sé que intenta mantener la calma. Está impaciente por mis
preocupaciones.
—Estaré
bien —afirma—. No soy tu hija. Mi papá está aquí.
—Tu
papá no es... —digo abruptamente, pero me detengo.
Insultarla
no nos llevará a ningún lado.
Presiono
mi espalda contra el asiento y golpeo mi puño contra el volante.
Su
padre no es un hombre malo. Por lo que sé sobre él de todas formas. Incluso
hemos hablado un par de veces en el pasado.
Pero
es débil.
Es
un borracho y un perdedor. Es el tipo de persona que hace lo mínimo en la vida
y aporta migajas, porque es demasiado perezoso para luchar por algo mejor. No
puede estar allí para ella.
—Esto
es estúpido —digo—. No vas a cambiar un hogar perfectamente bueno, en un
vecindario agradable y seguro, por esto. Trágate tu orgullo, Isabella.
—¡No
pertenezco a tu casa! —Furia quema sus ojos—. Y esto es de donde vengo,
gracias. Jacob va a regresar, eventualmente y es tu hijo. ¿Cómo crees que va a
funcionar con los dos allí? No tengo derecho.
—Lidiaremos
con eso.
—No
—responde—. Este no es asunto tuyo. Esta es mi casa.
—¡Esta
no es una casa! Tú no...
Abro mi boca para terminar,
pero mi corazón está latiendo tan fuerte y estoy asustado por lo que iba a
decir.
Mi
respiración es superficial y rápida, dirijo mis ojos hacia adelante de nuevo y
lejos de ella. Bajo mi voz.
—No
tienes a nadie que se preocupe por ti en este agujero de mierda.
—¿Y
lo tengo en tu casa?
Muevo
mis ojos hacia ella, la respuesta a esa pregunta viene tan fácilmente y es tan
pesada en la punta de mi lengua que quiero decirle.
Pero
no lo hago.
Y
se queda mirándome fijamente, mi respuesta no dicha colgando entre nosotros.
Titubea, la comprensión suavizando sus ojos.
—Solo
entra a la camioneta —le digo con los dientes apretados—, y vayamos a casa.
—Pero...
—¡Ahora,
Isabella! —Golpeo el volante con la palma de mi mano.
Toma
una respiración con sus ojos encendidos. No sé si la asusté o si está
preocupada por hacer una escena, pero se sube rápidamente a la camioneta y
cierra la puerta de golpe. Está tensa y enojada y probablemente piensa que
lidiará conmigo más tarde, lejos de las miradas indiscretas de los demás, pero
no me importa. Ya la tengo y vamos a salir de aquí.
Muevo
la camioneta y me pongo en marcha, girando y luego retrocediendo para dar una
vuelta en U. Finalmente de frente hacia el camino por donde llegamos, presiono
el acelerador y nos saco de allí, conduciendo de regreso por el sendero y
entrando a la calle que nos llevará de regreso al pueblo.
No
tengo idea de lo que su hermanastro o hermanastra probablemente estaban
pensando y realmente no me importa en absoluto. Que piensen lo que quieran
durante los próximos cinco minutos, porque es exactamente ese tiempo lo que les
tomará olvidar que existe de nuevo.
No
hay duda de por qué se mudó de aquí en primer lugar. No creo que fuera abusada
o cualquier otra cosa así, nunca escuché hablar alguna cosa así sobre su padre,
pero definitivamente fue desatendida y descuidada. Se merece algo mejor.
Los
árboles se ciernen a ambos lados de la oscura autopista y bajo mi ventana por
algo del muy necesitado aire.
No dice nada, solo se queda
ahí sentada, inmóvil y podría patearme, porque debí haber hablado con ella en
la casa en lugar de pasar por todo esto. Sabía cómo iba a terminar esto. No
había forma de que se quedara en Meadow Lakes. Realmente no la estaba ayudando
a mudarse en serio esta noche. Estaba encontrando mi coraje.
Pero
¿y si quería mudarse con su hermana? ¿O quedarse con una amiga? Aun así habría
peleado con ella. Sé que lo habría hecho.
No
es que no pueda cuidar de sí misma. Sé muy bien que puede hacerlo.
Simplemente,
no quiero que tenga que hacerlo. En algún momento del camino me comprometí a
ello.
Nadie
más en su vida puede darle lo que merece y hasta que pueda mantenerse por su
cuenta, tomaré esa responsabilidad. A la mierda todo. Se merece lo mejor. Va a
obtener lo mejor.
Miro
fijamente hacia adelante y apoyo mi codo en la puerta, pasando mi mano por mi
cabello. Aunque no es mi decisión. ¿Cierto? Presionarla no me hace mejor
que nadie más en su vida.
Y
no quiero ser otro más que la reprima. También terminará resintiéndose conmigo.
Si hay una cosa que he aprendido sobre relaciones, cualquier tipo de relación,
es que nadie debe llevar los pantalones. Hay que saber cuándo entrar con fuerza
y cuándo retroceder. Ambas partes.
Dar
y recibir. Compartir el poder.
Freno
y me giro lentamente hacia el lado derecho del camino, deteniéndome cuando un
auto pasa rápidamente junto a mí.
Sus
ojos se mueven, pero todavía no me mira.
Dios,
lo que debe estar pensando.
—Lo
siento —digo, mi tono ahora es más tranquilo y más suave—. No era mi intención
ordenarte de esa manera. —Dejo caer mis manos del volante e intento bajar el ritmo
de mi corazón un poco—.Jacob se está quedando con… —mi voz se va apagando,
sabiendo que sabe con quién se está quedando—. Por el momento —termino—.
Tendrás espacio y puedes ocupar la otra habitación de invitados. Es tu propio
espacio. Te gusta mi casa, ¿verdad?
Respira,
buscando las palabras.
—Sí,
pero...
—Me
gusta tener ayuda en la casa —explico—. Y es bueno venir a casa y no tener que
hacer la cena cada noche. Mantengamos el mismo acuerdo.
Hace
una pausa y el miedo aumenta gradualmente. Tal vez la leí mal, después de todo.
Tal vez solo está intentando buscar la manera de zafarse de mí. Tal vez
realmente no quiere quedarse en mi casa.
—¿Estarás contenta? ¿En mi
casa? ¿Honestamente? —pregunto—. ¿Más feliz que regresar allá?
El
silencio se estrecha entre nosotros y estoy empezando a sentirme estúpido. Como
si hubiera malinterpretado todo y no estaba poniéndose cómoda bajo mi techo.
Pero
todas la veces que tuve vistazos de ella esta semana: encendiendo sus velas,
trabajando en el jardín, nadando en la mañana o cocinando en la cocina y agitando
su cabeza de arriba abajo por una de esas horrorosas bandas que escuchó esta
semana, parecía como si estuviera en casa, ¿sabes? Estaba sonriendo mucho, nos
pusimos lo suficientemente cómodos como para bromear e incluso se portó de
forma traviesa conmigo, añadiendo esas estúpidas coles y aguacates al sándwich
de pavo de mi almuerzo del otro día.
Sonrío
un poco, pensando en eso.
No
quiero que tenga algo peor porque piense que no la quiero en mi casa, o que se
le está imponiendo algo. Quiero estar seguro que sabe que no tiene que irse.
Parpadeo
largo y fuerte, agotado de repente. Y odio jodidamente la idea de que esté en
ese agujero de mierda con nadie allí que vaya a apreciar las cosas que hace.
Dejo
caer mis ojos y mi voz.
—Por
favor no me hagas dejarte allí.
Veo
su cabeza girar en mi dirección y sé cómo debo estar sonando.
—Por
favor —susurro de nuevo.
Está
viéndome fijamente, pero me reúso a mirarla, porque estoy asustado de que mis
ojos digan algo más o revelarán algo que está balanceándose en el borde de mi
cerebro y que todavía no quiero enfrentar.
Está
feliz en mi casa, está segura allí, tiene una cama y no hay jodidos ratones. Es
así de simple.
Sí.
Así de simple.
Después
de un momento, la escucho inhalar tranquilamente mientras se estira y toma su
cinturón de seguridad, abrochándolo.
Trago.
—Están
pasando Fright Night en Netflix —dice—. ¿Mitad de pepperoni y mitad de
taco?
Sonrío.
Girándome hacia ella, veo sus ojos azules mirándome con el mismo humor que
tenía cuando estábamos cortando la sandía el otro día.
Vuelvo
a poner el auto en marcha y asiento.
—Llama —le digo—. La
recogeremos de camino a casa.
*********
Hola a todas que les parecio el capitulo de hoy . nos vemos el viernes con capitulo nuevo.
14 comentarios:
Que basurero de casa y las personas ahi son iguales. Gracias a Dios que le hizo caso a edward y se volvio con el.
Me frustra un poco que no se digan lo que sienten.
Amo la historia. Estare pendiente por el capitulo del viernes! Saludos
muy buen capitulo
Uff!! que bueno que se regresan, el panorama de la casa de su padre me dio escalofríos...
racias por el capitulo, espero el proximo para el viernes...
No puedo creer que bela viviera en ese basurero toda la adolescencia. Pobre encima el padre es mejor perderlo que encontrarlo y su madrastra y hermanastro me cayeron re mal.
Menos mal que edward obligo a bela a irse a vivir con el. Espero que jacob nunca vuelva
madre mia esta de infarto. me encanto mil gracias
Me encanto y creo q las cosas van a ponerse interesantes para este par
Ambos tienen carácter fuerte!!!
Gracias por actualizar...
Muchas gracias por el capítulo
Que bueno que bella decidió quedarse con Edward de aquí algo nacerá
Hola, no he podido leer el 12 y el 13 y estoy perdida con la historia puedes revisarlos? Gracias
hola ana aqui te dejo el enlace donde estan todos los capitulos de la adpatcion https://twilightsecretlove.blogspot.com/p/adaptaciones-en.html
Me encanta ☺
Edward gracias por no dejarla en ese nido de ratas, donde nadie se preocupa por ella y solo vive basura gracias por rescatarla y llevarla de nuevo a tu casa 😉😜😘💕❤ gracias ya quiero mas capítulos 😜😘💕
Hola, gracias He conseguido leerlos en la versión web.
Sabiamos que no la iba a dejar pero es tan bueno leerlo todo apasionado por no dejarla en ese basurero!!
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