viernes, 22 de marzo de 2019

No puedo amarte capitulo 15


Capítulo 15

Isabella
Llegamos a un nuevo acuerdo.

Básicamente, ahora soy una arrendataria y aunque el objetivo final es vivir aquí y ahorrar dinero para mi propio lugar en algún momento, no puedo vivir de él como lo estuve haciendo. Quizás pude haber inventado excusas cuando era la novia de Jacob, pero ahora, esto tiene que ser justo. Sin importar lo mucho que se oponga.

—No necesito tus cuarenta dólares al mes para la cuenta del gas, Isabella.

—Entonces déjame pagar el recibo de la luz.

—¿Por qué te diría que te quedaras aquí para ahorrar dinero y luego te pediría gastar más dinero?

—Estoy ahorrando dinero. Y puedo seguir ahorrando dinero mientras pago al menos una de las facturas, Edward.

—O podrías no pagar ninguna factura, ahorrar incluso más dinero y solo irte de aquí más rápido.

Y entonces eso me molestó, como si realmente no me quisiera aquí, después de todo.

—No, espera. —Se encoge—. No quise que sonara así. Solo... no necesito tu dinero, ¿está bien? Vamos a dejar de hablar ahora. ¿Por favor?


Pero no lo hicimos. Seguimos discutiendo hasta que finalmente cedió y me dejó pagar la factura del gas y de los víveres, aunque me hizo prometerle que no remplazaría sus botanas con ninguna cosa orgánica o baja en grasa, con lo que estuve de acuerdo. Si me atrapa cambiando a hurtadillas el café y la leche de almendras, solo le diré que lo olvidé.

Llevando la escoba hasta el porche delantero, levanto el tapete de bienvenida y lo sacudo antes de colgarlo sobre el barandal. Afuera llueve torrencialmente y las calles lucen como la parte blanca de las olas del océano mientras las gotas de lluvia caen y salpican el suelo.
Me pregunto qué tan bien podrá Edward ver las calles de camino a casa. Aunque todavía es alrededor de la una de la tarde, y aún hay luz afuera, solo que está bastante gris, así que podría dejar de llover antes que salga del trabajo.

Paso la escoba sobre el porche de madera, protegido de la lluvia por el saliente. El aire es agradable y espeso, mi piel se siente húmeda aun cuando la lluvia no me está golpeando bajo la marquesina. Mi camiseta se pega un poco a mi estómago y pongo mi cabello detrás de mi oreja porque me está haciendo cosquillas en los brazos. Levantando la mirada, veo a James Cramer estacionando su BMW en su entrada, cubriéndose la cabeza con su maletín mientras corre hacia su porche delantero.

Me nota y muestra una sonrisa. Lo saludo con la mano.

Me pregunto por qué él y Edward no se llevan bien.

Desaparece en el interior de su casa y termino de limpiar la pequeña cantidad de tierra y maleza sobre el porche antes de dejar el tapete de bienvenida de regreso en su lugar.

Adicional a las facturas del gas y de los víveres, he tomado la responsabilidad de la planta baja de la casa: Limpiar el polvo, pasar la aspiradora, barrer, trapear, mantener la cocina ordenada, aunque él tiene que encargarse de los platos cuando cocino, y yo solo tengo que hacerlo cuando cocina. Lo cual, en realidad, no ha hecho para nada durante los últimos tres días desde que regresé aquí. En algún punto de las pocas últimas semanas, me di cuenta que realmente solo prepara cenas de la sección de comida congelada del supermercado o sopas y guisos de lata, así que me he encargado completamente de las comidas y él de los platos y estoy muy bien con eso.

También arreglo el jardín, mientras él se encarga del césped, la piscina y los rociadores. Nuestras habitaciones son nuestra responsabilidad, pero limpio mi baño y él mantiene el sótano en orden.

Establecer las tareas individuales de la casa fue casi demasiado bueno para ser verdad. Di por hecho que él fallaría y yo terminaría limpiando las porquerías que dejara en las áreas que yo tenía asignadas a mantener ordenadas.

Pero no ha sucedido. Lanza sus botas en el closet después del trabajo, recoge las camisetas que descarta si tiene mucho calor y nunca tengo que molestarlo para que saque su ropa de la secadora. Reconozco que nunca he vivido con un hombre que haya vivido solo antes de mí.

Hasta ahora, eso es todo. Edward está acostumbrado a cuidar de sí mismo y de sus cosas, porque no hay nadie más que lo haga por él. Es todo un mundo nuevo.
Caminando de regreso al interior de la casa, meto la escoba en el armario y me dirijo arriba para ordenar mi ropa sucia. La antigua habitación de Jacob, nuestra antigua habitación, sigue vacía, dado que no ha regresado desde que se fue. No estoy segura de lo que ha estado vistiendo en los últimos días y no sé si ha hablado con su papá, pero estoy segura de algo, con el tiempo, volverá.

Aguanté tanto como lo hice porque Jacob era un amigo y no solo un novio. La mayoría de las chicas, si son más inteligentes que yo y eso no sería difícil, creo, se cansan de los holgazanes realmente rápido. Saber que él y Leah probablemente no durarán es el único consuelo para el dolor. Saltó de mi cama inmediatamente a la suya, ¿verdad?

Pero quizás me hizo un favor. ¿Lo querría que regreso? No. No quiero odiarlo y sé que es mejor que esto, pero lo forzamos porque necesitábamos aferrarnos a algo por una vez en la vida. Forzamos lo que no estaba allí, no porque nos necesitáramos el uno al otro, sino porque necesitábamos a alguien. Siempre fuimos mejores amigos.

Siento que ahora puedo respirar. Y si él tiene un problema conmigo por estar aquí, dejaré que su papá lidie con eso.

Frente a la habitación de Jacob, abro la puerta de la otra habitación de invitados, mi nueva habitación, y saco mi cesta plegable para la ropa sucia de la esquina.

Amo mi nuevo espacio. Ya había una cama aquí, así que simplemente fui y compré un nuevo juego de sábanas. Pude haber traído mi viejo juego de sábanas de la cama de Jacob, dado que es mío de cualquier forma, pero quise empezar de nuevo. Nada que me recordara quién había sido con él. Moví el resto de mis cosas, cerré su puerta y no he vuelto a entrar.

Edward y yo fuimos a IKEA y compramos un tocador, por el cual pagué, pero necesitábamos su camioneta para traerlo, una mesita de noche y un sillón acolchado. Me divertí un poco decorando, dado que no necesité considerar a nadie más que a mí. Hay luces parpadeantes ondeando en la cabecera de hierro forjado de mi cama, algunos cojines divertidos, una lámpara y una pintura que le compré a un vendedor ambulante en Nueva Orleans cuando fui con mi hermana. Incluso Dutch, el amigo de Edward, me trajo su vieja radio casetera Panasonic vintage que encontró limpiando el garaje de sus padres un par de días atrás. Supongo que Edward le contó sobre los casetes.

—¡Isabella! —Llega un bramido desde abajo.

Dejo caer la camiseta blanca que estaba acomodando y sacudo mi cabeza, escuchando la puerta mosquitera cerrarse de golpe contra el marco en el piso de abajo.

Mi corazón late un poco más fuerte.
Saliendo de la habitación, bajo rápidamente las escaleras. Edward está en la puerta principal sacando su chaqueta del armario. Agua cae por su rostro y la piel dorada de sus brazos tatuados, y su cabello está pegado a su cuero cabelludo. Se quita la chaqueta y su camiseta empapada.

Camino hacia él.

—¿Qué pasó?

—La orilla del río está inundándose —dice, entrando rápidamente en la cocina y directo hacia el refrigerador—. Están llamando a cualquiera que pueda venir a ayudar con sacos de arena antes que llegue a la calle.

Entendido. Saco mis zapatillas deportivas del armario, saltando en un pie mientras me pongo cada uno de ellos.

—¿Llamaste a Jacob?

—Sí, pero no responde. —Toma un montón de botellas de agua—. ¿Por qué no lo intentas tú?

Tomo mi abrigo de lluvia del gancho y cierro el armario, tomando mi gorra de béisbol del gancho de afuera.

—Si no te contestó a ti, definitivamente no me contestará a mí.

Edward vuelve a entrar en la sala de estar, apretando las cinco botellas de agua entre sus dedos. Levanta sus cejas, pidiéndome silenciosamente que lo haga de nuevo y pongo los ojos en blanco.

—Pero lo intentaré en el auto —le digo, abriendo la puerta—. Vámonos.

Bajamos a la ensenada del río en cuestión de segundos, Edward ya ha cargado tantos sacos de arena como ha podido en la parte trasera de su camioneta. Aunque la ciudad tiene un considerable suministro y ya están aquí con sus camiones.

Con la lluvia siendo tan terrible este verano y hasta el último centímetro de nieve finalmente habiéndose derretido desde el norte, el río ha sido una bomba de tiempo. Lo recuerdo inundando las casas en el lado oeste hace unos cuantos años atrás, pero la ciudad se preparó después de eso. Policía, bomberos, equipos de la ciudad y ciudadanos, ahora están dispersos entre las rocas de la barrera contra inundaciones que ya está puesta en su lugar. Pilas de sacos de arena están colocadas desde el borde del agua, arriba por la pendiente del peñasco, hacia la tierra y el césped de aquí arriba. Hay un poco menos de cien metros de maleza, árboles y vías del ferrocarril qué cruzar antes de las casas en ruinas del viejo lado oeste que fue la primera parte que se estableció de Northridge. El agua está subiendo pero lentamente, así que con un poco de suerte, si la barrera para inundaciones no es suficiente, los sacos de arena sí lo serán. Las personas en este vecindario no pueden darse el lujo de irse, mucho menos de perder sus casas.

El río corre hacia el sur, creciendo en velocidad y me estremezco un poco, cada centímetro de mí está empapado. Gotas de lluvia caen de la visera de mi gorra y la lluvia corre por mis piernas.

—¿Agua?

Edward me tiende una botella y doy un vistazo desde abajo de la visera de mi gorra y sonrío, tomándola.

—Gracias.

Me rodea sin decir una palabra más, tomando un saco de arena y lanzándoselo al tipo que sigue en la fila. Hemos estado aquí por tres horas y no hemos podido contactar a Jacob, aunque no puedo decir que lo intentara demasiado. No quiero verlo justo en este momento, así que lo dejo timbrar tres veces y luego cuelgo.
Miro la botella de agua en mi mano. Mi boca es como un desierto.

Desenrosco la tapa, trago la mitad del agua, respiro profundamente y trago dos sorbos más. Queda solo un par de centímetros más, así que la meto en el bolsillo de mi chaqueta para terminármela después.

—Hola, Isabella —llama una voz alegre, pasando junto a mí.

Veo a April Lester poniéndose un par de guantes de trabajo y bajando por las rocas hacia Edward, vestida en jeans que abrazan cada centímetro de sus piernas y una linda camiseta de camuflaje y un sombrero. Una cola de caballo negra cuelga del agujero en la parte trasera.

Se ve linda y tierna. Estoy tan acostumbrada a verla en su ropa “para salir” en el bar.

Saco un saco de arena de la caja de carga del camión y llevo el saco de dieciocho kilos hacia el siguiente hombre en la fila y giro de nuevo hacia el camión, repitiendo la tarea. Cada saco hace su camino de un par de manos al siguiente hasta que llega a su lugar a la orilla del río.

Noto a April en otra fila de ensamblaje, justo frente a Edward y está hablando con él.

Intento mantener mis ojos alejados porque no es asunto mío, pero me encuentro lanzando miradas de soslayo y no sé por qué.

Calor líquido recorre mi pecho y siento un sudor frío aparecer en mi frente.
¿La conoce? ¿Alguna vez han hablado? No creo que hayan salido alguna vez. No pueden haber salido. Edward es como un sacerdote. Es tan estirado y esa mujer viene más fuerte que un martillo a la cabeza. Lo asustaría.

Humedezco mis labios, pasando otro saco y no puedo evitar mirarlos. Ella dice algo y sonríe brillantemente, y él le echa un vistazo, escuchando con diversión. Le muestra una de sus extrañas sonrisas espectaculares y hermosas y mi corazón deja de latir.

Frunzo el ceño y tomo otro saco.

¿Está malditamente ruborizándose? En realidad luce un poco tímido, pero no luce como si estuviera ignorando su coqueteo.

Gruño.

Supéralo. Es un hombre. Uno aún joven y estoy segura que también es uno saludable. Ha tenido sexo con mujeres, Jacob es una prueba de ello. Es irreal pensar que se está privando de eso. En algún momento traerá una mujer a la casa. Todo el mundo tiene necesidades.

Dejo caer mis ojos a su torso, donde la delgada chaqueta de lluvia negra se moldea a su cuerpo como una segunda piel. Sus mangas están subidas, mostrando sus antebrazos y juro que puedo ver la lluvia cayendo por su cuello desde aquí. Es tan alto y ancho y me encanta la forma en que se ajusta su camiseta y como lleva esos jeans.

Cuando un hombre luce así de bien con ropa, sabes que luce bien sin ella.
Y si se veía la mitad de bien en la preparatoria, todas las chicas deben haberlo deseado. Tengo curiosidad por saber cómo era él en ese entonces, pero luego hay algunas cosas que tampoco quiero saber.

April le pasa un saco, pero se tambalea y él se mueve rápidamente para atraparlo antes que caiga de los brazos de ella.

Están sonriendo e inclinándose uno cerca del otro y me duelen los pulmones.
Y, como si me sintiera observándolo, sus ojos repentinamente se levantan, encontrándose con los míos y por un momento todos los demás desaparecen.

Dejo de respirar. Mierda.

Aparto la mirada, tomando rápidamente otro saco.

No miro hacia atrás, incluso cuando puedo sentirlo mirándome.
Una vez que el camión está vacío, saco mi botella de agua y bebo lo que quedaba, caminando hacia la camioneta de Edward y lanzándola hacia la caja.

—¿Lista? —dice.

Giro y lo veo acercándose mientras se quita la chaqueta empapada. Su camiseta se levanta con el movimiento y aparto mi mirada de su estómago.

—¿Está... está todo listo? —pregunto.

Arroja la chaqueta en la parte de atrás y saca otra botella de agua de la hielera.

—Esto es todo lo que podemos hacer, creo. Solo tenemos que esperar que sea suficiente y que resista.

Doy una última mirada alrededor, notando que todos se han movido a hacer otras cosas. Algunos están subiendo a sus autos y otros siguen colocando sacos de arena o conversando.

También me quito la chaqueta, arrojándola hacia la caja de la camioneta y subo al asiento del pasajero.

Cierro la puerta y enciende el motor, los limpia-parabrisas se ponen en marcha inmediatamente desde donde se quedaron en su recorrido.

Miro hacia afuera por la ventana.

—Oh, mierda —digo, mirando a la distancia. Sigue mi mirada.

La camioneta se sitúa en lo más alto y tenemos una vista completa del río a la distancia, todo el camino hasta el otro lado. Un pequeño conjunto de islas que están situadas en la mitad ahora están casi cubiertas por el agua y las casas en el lado opuesto se ven amenazadas a medida que el río se eleva hasta la mitad de sus soportes.

Todavía tiene un largo camino por recorrer y la lluvia ya ha empezado a disminuir un poco. Con suerte, estará bien.

—No puedo creer lo alto que está —digo—. Irreal.

Se gira hacia mí.

—Estás sonriendo de nuevo.

Encuentro sus ojos, mi rostro relajándose ¿Estaba sonriendo?

—Bueno, estoy intentando no hacerlo —le digo, mostrando otra sonrisa—. Lo que quiero decir es que espero que nadie salga herido y nadie se inunde, pero...

—¿Pero?

Me encojo de hombros, sintiéndome un poco culpable.

—Me gustó mucho ayudar hoy, creo. Es divertido ensuciarse.

Ríe entre dientes y pone la camioneta en marcha.
—Todavía no te has ensuciado —se burla—. Ponte el cinturón.

****

Media hora después, estoy gritando y agarrando la manija encima de la puerta mientras él baja por el enlodado canal. Gira con brusquedad el volante, así que saltamos por el costado y entramos de regreso a terreno alto, y río, rebotando en mi asiento.

Oh, Dios mío, esto es divertido. Siento como si fuera a morir. Mis ojos lagrimean y estoy riéndome a carcajadas.

—No puedo creer que nunca hayas hecho esto —dice, mirándome como si necesitara redimir mi carnet de chica de pueblo pequeño—. En mis días, este era el lugar al que llevabas a una chica para mostrarle qué tan rudo eras en tu camioneta.

Me tambaleo hacia la izquierda y luego hacia la derecha mientras la camioneta pasa por todas las pendientes enlodadas y los charcos. Me deja tener completo control del equipo de sonido y Glory Days de Bruce Springsteen suena en el casete que puse. Subo el volumen y me agarro al tablero.

—Todavía lo es —le informo—. Aunque en mis días se está volviendo cada vez más difícil que los chicos con los que sales mantengan válidas sus licencias para conducir.

Sonríe.

—Te creo.

Llueve y el lodo se levanta a nuestro alrededor y puedo ver manchas de ambas cosas golpeando las mangas de mi impermeable más cerca a la puerta y mi muslo desnudo. Edward insistió en que bajáramos las ventanas, sin importarle en absoluto que el interior pudiera ensuciarse. Dijo que eso mejoraría la experiencia.

—¿Has traído a tus citas aquí? —pregunto.

—De vez en cuando.

Frunzo la esquina de mi boca en una sonrisa conocedora.

—¿Y después las llevabas a Hammond Lock para luego besuquearse?

Mueve su mirada rápidamente hacia mí, luciendo sorprendido.

—¿Qué sabes tú sobre Hammond Lock?

Me encojo de hombros.

—Oh, escuché que es donde los viejos llevaban a sus citas hace algún tiempo, eso es todo.
Simula un ceño fruncido y revoluciona el motor, bajándonos a toda velocidad por otra zanja. Mi estómago cae a mis pies y grito de nuevo, riéndome.

—¡Detente! —suplico—. ¡Vas a hacernos volcar!

El frente del guardafangos choca contra el fondo, lanzando una ola de barro y agua frente a nosotros. Mi cuerpo se lanza con violencia contra el cinturón de seguridad y grito emocionada, entrecerrando mis ojos.

¡Mierda!

Pero no puedo dejar de reírme. Tiene razón. ¿Cómo es que nunca he hecho esto? Me lo he estado perdiendo.

La fría lluvia cae suavemente a través de la ventana, rociando mi pierna y abro mis ojos de nuevo y limpio mi mejilla, viendo manchas de barro en mi mano.
Girándome hacia él, veo sus ojos encontrándose con los míos, los cuerpos de ambos se sacuden con carcajadas silenciosas.

—¡Está bien, es mi turno! —suelto emocionadamente.

Desabrochando mi cinturón de seguridad, jalo la manija de la puerta, moviéndome para salir.

—No, solo deslízate —me dice—. Saldré y daré la vuelta.

Me detengo y giro, viéndolo abrir su puerta y en vez de bajarse, se levanta y da la vuelta por la caja de la camioneta detrás de nosotros. Me deslizo rápidamente hacia el otro lado del asiento y frente al volante. La ventaja de que su camioneta sea tan vieja es que tiene un solo asiento completo al frente. Y no necesito pasar por encima de una consola.

Abrocho mi cinturón de seguridad y doy un vistazo por el parabrisas, una ola de calor cubriendo mi estómago mientras sonrío.

—¡Cuidado con el lodo! —le grito por la ventana.

No tengo idea cuán profundo es en el exterior del lado de la puerta del pasajero.
Pero espero mientras la camioneta se sacude por sus movimientos en la parte trasera y entonces la puerta del lado del pasajero se abre, su mano aparece en la manija y salta al interior, sin tocar ni una sola vez el suelo.

Deslizándose en el asiento junto al mío, cierra la puerta de un golpe y pasa su mano por su ahora húmedo cabello.

Mis ojos caen a su camiseta moldeada contra su pecho, definiendo su clavícula y los músculos de sus pectorales y sus hombros anchos.
Se gira hacia mí.
—¿Qué?

Parpadeo y aclaro mi garganta, recuperándome.

—Nada. Solo que todavía eres bastante ágil para tu edad, ¿eh?

Sus ojos resplandecen. Pasa su mano por la parte externa de la puerta de la camioneta, la mete de regreso y la sacude hacia mí, lodo deslizándose por mi rostro.

Jadeo, cerrando mis ojos por reflejo y retorciéndome para alejarme.

—¡Detente! —Río, extendiendo mis manos hacia el frente mientras más lodo viene volando—. ¡Sólo estaba bromeando!

—¿Desde cuándo treinta y ocho años te convierte en un maldito ciudadano anciano? —gruñe, pero puedo escuchar la diversión en su voz.

Más lodo vuela hacia mí y me encojo con mi espalda girada hacia él, intentando protegerme.

—¡Lo siento! ¡No fue lo que quise decir!

Pero no puedo dejar de reírme.

Dos horas después, el cielo está oscuro y estoy felizmente relajada. Ahora no puedo pensar, incluso si lo intentara. Las facturas de Jacob y las mías están en mi habitación, la matrícula con la que me voy a endeudar aún más en cuanto a mis préstamos estudiantiles que pagar, se vence en un par de meses y el empujón que siento en mi espalda sabiendo que puedo hacer más dinero si solo tuviera las agallas... Todo está a kilómetros de distancia en este momento. He estado sonriendo sin parar durante toda la tarde.

—Eso fue divertido —le digo a Edward, ambos dando la vuelta a la casa hacia el jardín trasero.

Estamos embarrados de lodo y no queremos dejar huellas por toda la sala, así que le sugerí limpiarnos un poquito primero con la manguera en el jardín trasero.

Alzando la mirada hacia Edward, veo lodo en su cuello y sus ojos apagados, fuera de foco, como si estuviera perdido en sus pensamientos. Una pequeña sonrisa cuelga de sus labios.

—¿Qué? —le pregunto.       
Finalmente parpadea, respirando profundamente y sacudiendo su cabeza.

—Solo me acabo de dar cuenta que nunca hago nada —dice, empujando la puerta de madera de la cerca y manteniéndola abierta para mí—. No me he reído así desde... ni siquiera recuerdo cuándo.

Mi corazón da un brinco. Me alegra no haber sido la única que lo disfrutó. Me alegra que le gustara pasar tiempo conmigo, porque...
Porque me estoy acostumbrando a él.

Me encuentro mirando el reloj y emocionándome más todos los días a medida que se acercan las cinco de la tarde. Lo espero con ansias y desearía no hacerlo. Con el tiempo me iré. No quiero encariñarme.

La ducha pasa por mi mente y recuerdo su esponja y me arden las mejillas.
Me siento bien con él y estoy agradecida que se sienta bien conmigo. Solo que no puedo sentirme tan bien.

Vamos alrededor de la parte de atrás de la casa, hacia la puerta trasera y me agacho para abrir la llave del agua. El agua sale por la manguera y la levanto del suelo.

Enderezándome, paso mi mano por debajo del chorro de la manguera, agradecida porque el agua todavía siga caliente debido al sol del día.
Se la paso y la toma.

—Gracias por venir hoy —dice en voz baja—. Necesitábamos la ayuda.

Asiento, quitándome mis zapatillas deportivas y mi gorra.

—También es mi pueblo.

Enjuaga su rostro, brazos y botas de construcción y noto el agua derramándose en su ropa y todavía goteando lodo.

Solo lo estamos empeorando.

—Hay algunas toallas en la secadora —digo distraídamente. Puede ir adentro y ponerse una toalla mientras me quedo afuera y me enjuago.

Se quita su camiseta y la tomo, torciéndola en mis puños para exprimirle el agua, mientras pasa la manguera por encima de su hombro y la baja por su espalda.

—¿Ya se ha quitado todo el lodo? —pregunta.

Se da la vuelta, todavía sosteniendo la manguera y mostrándome su espalda y repentinamente, puedo sentir el calor de su cuerpo junto al mío. Mi sangre empieza a calentarse debajo de mi piel y tengo miedo de mirarlo.
—Sí —digo, apenas audiblemente.

Me quito una de mis bandas para el cabello y empiezo a deshacer una trenza, mi piel está ardiendo. Me está mirando.

Cierro mis ojos por un momento, absorbiéndolo.

Quiero que me mire.

Aunque lo escucho soltar una risita, abro mis ojos para verlo estirarse y tomar mi otra trenza en su mano. Levanta la manguera y enjuaga el extremo.

Oh, el lodo...

—Sí, gracias por eso, por cierto. —Obligo un tono sarcástico.

—Tú lo pediste.

Sí. Lo hice. Está feliz de burlarse.

Siento cosquillas en mi cuero cabelludo por su toque y aunque ya no estoy relajada, estoy sonriendo de nuevo. Solo está tocando los extremos de algunos mechones de mi cabello y estoy mareada.

Me trago el nudo en mi garganta y giro lentamente, susurrando:

—¿Podrías revisar mi espalda?

Espero un momento, mi pulso acelerándose en mis oídos y el sonido del agua derramándose de la manguera hacia el suelo.

Pero entonces lo siento. Los suaves y ligeros roces de sus dedos a lo largo de mi camiseta y el agua fría filtrándose a través de la tela mientras limpia el lodo.
Está tan callado y es tan ruidoso que está palpitando en mis oídos.

Al inicio, es rápido. Envuelvo mis brazos al frente de mi cuerpo, nerviosa como si esta fuera la primera vez que me tocan.

Pero entonces se hace más lento, su mano se queda en mi hombro por más tiempo y aumenta la presión mientras presiona mis curvas y pasa sus dedos por la pendiente de mi cuello, mi columna y luego mis caderas.

El pulso entre mis piernas empieza a palpitar y mis parpados se agitan.

Su mano llega a la piel desnuda de mi cadera, deteniéndose ahí por un momento y dejo salir el aire, tan nerviosa en este momento, pero excitada.

No estoy imaginando esto. No estoy imaginado la forma en que se siente su toque.

Tragando saliva, miro lentamente hacia el costado, viendo su cuerpo por encima de mi hombro y estiro mi brazo, tomando el dobladillo de mi camiseta, vacilando solo durante un momento antes de pasarla por encima de mi cabeza. Luego, rápidamente, me estiro y tomo una de las toallas limpias de las escaleras, abrazándola frente a mi cuerpo.

Quiero que me vea, pero estoy tan asustada de que me aparte.

Dejo caer mi camiseta empapada y me quedo ahí parada, miedo y deseo consumiendo cualquier pensamiento racional. Durante un rato, el chorro continuo de agua solo cae, excavando un agujero en el césped.

Y entonces, está sobre mí. Cayendo en cascada sobre mi hombro, bajando por el filo de mi espalda, mientras su mano sigue la caída del agua, limpiando cualquier suciedad que todavía permaneciera. Cierro mis ojos, mareada.

Es cálido en mi espalda y me doy cuenta que ahora está más cerca, cerniéndose por encima de mí desde atrás.

Lo escucho tragar saliva.

—La toalla se va a mojar —dice, su voz suena rasposa.

Una sonrisa tira de mis labios, pero no la dejo mostrarse por completo.

Abriendo mis ojos, alejo la toalla de mi cuerpo y la lanzo de regreso hacia las escaleras, la excitación como una corriente eléctrica bajo cada centímetro de mi piel. No recuerdo alguna vez desear tanto algo como esto.

Limpia mi espalda, mis brazos y también inclina mi cabeza de lado a lado para asegurarse que no haya suciedad allí. Termino de destrenzar mi cabello y paso mis dedos por él para peinarlo, sintiendo algunos mechones húmedos revueltos con los que están secos.

Quiero verlo y saber lo que está pensando, pero estoy asustada de romper el hechizo, y si lo miro, ambos podríamos ser ahuyentados.
Y esto se siente tan bien.

—¿Mis piernas están limpias? —pregunto por encima de mi hombro.

Sé que estoy siendo malvada, pero todavía no quiero que termine.

Solo toma un momento, pero entonces siento el agua golpear la parte de atrás de mis piernas, y lentamente, toma una rodilla intentado obtener un mejor punto de vista.

Vuelvo a cerrar los ojos, sumergiéndome profundamente en mi cabeza, donde está a salvo todo lo que quiero en este momento pero estoy muy asustada para decirlo. No es solo su toque. Es cómo lo hace. Las caricias largas y lánguidas bajando por mis muslos y la forma en que la punta de sus dedos se mueven solo un centímetro más arriba de lo que probablemente deberían. Y cómo intenta evitar la parte interna de mis piernas, pero sigue tonteando cerca como si quisiera ir hacia allí y está luchando por contenerse.

Termina mis pantorrillas y mis pies, y finalmente miro sobre mi hombro y hacia él.

—Mi turno —digo.

Levanta su mirada, su pecho moviéndose arriba y abajo en respiraciones superficiales. Sus labios están separados y hay cientos de emociones diferentes en sus ojos. Pero reconozco las mismas que estoy sintiendo. Miedo y anhelo, confusión y necesidad.

Lo queremos, pero sabemos que no deberíamos.

Giro y le quito la manguera y su mirada cae a mis pechos justo allí para él y solo cubiertos por mi fino sostén de encaje rosado con rosas en él.

Soy una chica femenina de corazón y creo que eso le gusta.

Sin una palabra, se endereza y me mira fijamente, impávido cuando levanto la manguera y empiezo a lavarlo de nuevo. En primer lugar, ninguno tenía tanto lodo. Podríamos fácilmente entrar en la casa y en la ducha, y ambos lo sabemos.

Paso mi mano sobre la piel suave de su pecho, trazando el mural que tiene tatuado a lo largo de su hombro, su pectoral y su brazo.

No miro sus ojos, pero sé que está observando mi rostro.

—¿Te hiciste todos estos tatuajes cuando eras más joven? —pregunto en voz baja.

—La mayoría de ellos —dice, con voz áspera—. En el pasado cuando no tenía otra cosa en la que gastar mi dinero.

—¿Te arrepientes de alguno de ellos? —Veo lodo bajo su oreja y me pongo de puntillas, poniéndonos pecho contra pecho.

—No, yo... —Se detiene, su pesada respiración sobre mi mejilla mientras me acerco.

—Tienes algo de lodo —explico, mirándolo, con mi cuerpo presionado contra el suyo.

Me dejo caer de nuevo sobre mis pies y continúo:

—¿Me decías?

Aclara su garganta.
—Oh, sí. Estoy un... estoy un poco cansado de algunos de ellos para este punto, supongo, pero en algún momento —me dice—, eran exactamente quien yo era y lo que necesitaba decir sobre mí mismo.

Asiento, entendiendo. Me estiro hacia su espalda y lavo su cuello, el filo de sus hombros y dejo que mis dedos bajen por su columna. Se mueve bajo mi toque y calor se filtra a través de mi mano, subiendo por mi brazo y estoy tan excitada. No quiero dejar de tocarlo, pero utilizar mis manos ya no se siente que fuera suficiente. Quiero sentir sus manos de nuevo.

¿Cómo es Edward Masen cuando toma?

Gira su cabeza, preguntando suavemente:

—¿No vas a preguntarme lo que significan los tatuajes?
Retrocedo rodeándolo hasta volver a estar frente a él, observando mis dedos mientras acarician su musculoso brazo.

—Algún día —susurro en respuesta.

Realmente quiero saber. Quiero saber todo de él. Pero quizás, me imagino, seguiremos teniendo una razón para encontrarnos el uno al otro si guardamos algunas cosas para más tarde.

Y en este momento, estoy desesperada por ver qué más puede hacer su boca, aparte de hablar.

Tócame. Por favor.

Bésame.

Dejo caer la manguera a mi costado y arrastro los dedos de mi mano izquierda por sus abdominales. Se tensan cuando mis uñas se deslizan a lo largo de los músculos y estoy tan asustada de mirarlo. Mi corazón late tan fuerte que duele.

Esto está mal. Sé que está mal.

Pero Dios, se siente tan bien. Puedo sentir sus ojos sobre mí y cada fibra de mi sostén está irritando mi piel y solo quiero estar desnuda ahora mismo. Quiero que me vea.

Cierro mis ojos. Oh, Dios.

—Isabella... —Sujeta mi mano y puedo escucharlo respirando fuertemente.
Asiento, abriendo mis ojos, pero todavía incapaz de encontrar los suyos.

—Lo sé —exhalo—. Lo lamento.

Estoy sedienta, mis ojos arden por las lágrimas contenidas y no sé por qué, y hay una necesidad entre mis muslos que es casi dolorosa.
Lentamente, levanta mi mentón. Finalmente levanto mi mirada, pero tampoco me está mirando. Sus ojos están bajos y su ceño está contraído con dolor.

—Solo estás decaída —dice en voz baja—. Extrañas a Jacob y sucede que estoy aquí. Está bien.

Me quedo allí inmóvil, mis dedos todavía en su estómago y su mano aún en mi barbilla. Su pecho se mueve arriba y abajo y por un momento, pienso que voy a darme la vuelta y correr. Está inventando excusas para mí. Una fácil detrás de la cual esconderse. Tendría sentido que me sintiera perdida y necesitara a alguien más para refugiarme.

Pero, cuál es su excusa. Sé que me mira. Sé que lo hace cuando piensa que no lo veo, pero lo hago.

Mis ojos arden, llenándose con lágrimas.

—Eso no era por lo que me estaba disculpando —le digo.

Levanto mis ojos, encontrándome con los suyos y aunque estoy asustada, tengo que saltar. No puedo contenerme.

—Lo lamento, porque —susurro de forma temblorosa—, esta es no es la primera vez que quise que me tocaras.

Y su mirada se congela en mí.

Sostiene mi mirada, sin moverse a excepción del subir y bajar de su pecho y no tengo idea de qué estará pasando por su cabeza en este momento, pero no creo lamentarlo. No más excusas sobre que esto es sobre mí porque estoy desconsolada por causa de Jacob.

La atracción ya estaba allí.

Lentamente deja que sus dedos caigan de mi barbilla, cierra sus manos en puños y aprieta su mandíbula, luciendo repentinamente enojado.

Por reflejo, doy un paso atrás, pero no consigo ir más lejos. Aferrándose a mi cintura, me lleva hacia él, rodeándome con un brazo y tomando mi mandíbula en su mano entre su pulgar y los otros cuatro dedos. Jadeo, amando la sensación de su cuerpo duro contra el mío, pero también asustada, porque se ve muy enojado.

—No —gruñe, mostrando sus dientes y mirándome con furia en sus ojos—. ¿Lo entiendes? Esto no va a suceder. No vas a conseguir eso de mí.

Lágrimas llenan mis ojos y apenas puedo seguir viéndolo mientras mi cuerpo se sacude con un sollozo silencioso.

Su brazo es como el acero a mi alrededor y puedo sentir el calor de su furia saliendo por su piel.
Me sacude.

—Quieres tener sexo, entonces ve a conseguirlo en otro lugar.

Inhalo y me giro para alejarme de él, empujando su cuerpo.

Está en lo correcto. ¿Qué estoy haciendo? ¿Por qué habría de hacer eso? Me siento tan estúpida y me agacho, recogiendo rápidamente mi camiseta y mis zapatos.

Pero no me lo estaba imaginando, ¿verdad? Hubo algo entre nosotros y venía tanto de él como de mí. ¿Solo vi lo que quería ver?

Quiero gritar. Lágrimas bajan por mi rostro y simplemente se queda ahí parado, fulminándome con la mirada.

—Ve a tu habitación —ordena.

Se me sale una risa, el sonido es amargo goteando con incredulidad.

—¡Vete a la mierda! —Me enderezo, endureciendo mi voz—. Esta noche encontraré otra cama, gracias. Cualquiera lo haría con una puta como yo, ¿verdad?

Me giro rápidamente y corro hacia la puerta trasera, pero agarra el interior de mi codo y me arrastra hacia la pared de su pecho. Dejo caer mi camiseta y mis zapatos y nos obliga a movernos hacia adelante contra la pared de la casa. Estiro mis manos rápidamente, chocando contra el revestimiento.

Jesús.

Tiemblo, respirando entrecortadamente mientras mi corazón se acelera y mi sangre corre caliente bajo mi piel.

¿Qué demo...?

Su mano me rodea, tomando mi rostro y su aliento caliente en mi oreja.

—No me amenaces con una mierda como esa. Si quieres actuar como una mocosa, entonces tal vez debería castigarte como una, ¿eh?

Casi me río a través de las lágrimas secándose en mi rostro.

—Por supuesto —me burlo—. Me muero por ver cómo intentas controlarme. Ni siquiera puedes hacer que Jacob haga sus quehaceres y ¿cuándo fue la última vez que una mujer consiguió excitarse en tu cama? Ni siquiera eres un hombre.

Gruñe y su palma choca contra la casa frente a mí.

Salto.

Y lo siguiente que sé es que su mano está en mi cabello y mi cabeza está siendo girada hacia el costado mientras sus labios se estrellan contra los míos.
Gimo, la sensación y el sabor de él inundándome es tan fuerte que mi clítoris late entre mis piernas. Oh, mierda. Mis párpados se cierran, el calor y la adrenalina caen en picada desde mi pecho hasta mi ingle en el lapso de un segundo.
Retrocede.

—Mierda. —Y su puño se tensa en mi cabello.

Pero regresa, su boca cubre la mía exigiendo más y apenas puedo recuperar mi aliento. Estoy ardiendo por todos lados.

Sabe tan bien. Se siente tan bien. Solo toma un momento, pero mi cerebro finalmente se activa y estiro mi mano, tomando la parte de atrás de su cuello y besándolo también.

Su mano se aferra a mi cintura y puedo sentir sus dedos deslizarse debajo de la tira de seda roja de mis bragas asomándose, enrollando su mano una vez en la tela como si estuviera a punto de arrancarla.

Mi coño palpita ante la idea. Su lengua es ardiente y exigente, moviéndose rápidamente en el interior de mi boca, jugando con la mía y cuando retrocede una milésima para mordisquear mi labio inferior, me levanto sobre la punta de mis pies, sintiendo el dolor cálido y resbaloso entre mis piernas.

Oh, Dios.

Se mueve de mis labios a mis mejillas, dejando besos a lo largo de mi mandíbula y de regreso por mi cuello. Solo puedo arquearlo para darle vía libre.

Y sonrío por dentro. Desea esto. Me desea.

Mi piel vibra, el vello se eriza en mis brazos y me dan escalofríos al sentir sus manos que comienzan a explorar tanto como su boca.

Presiono mi trasero contra su entrepierna y siento la rugosidad de su polla, dura y tentadora. Aparta su boca, gimiendo ante mi empujón.

—Isabella. —Jadea, con los ojos cerrados y sus cejas fruncidas con dolor—. Mierda, no podemos hacer esto.

Me doy la vuelta, arqueándome sobre las puntas de mis pies y apoyo mi frente contra la suya con mis manos en su cintura.

—Lo sé —digo—. Lo sé.

Dios, ¿por qué tenía que suceder esto?

Me cierno sobre sus labios, sintiéndolos mientras su cálido aliento hace que quiera envolverme dentro de él.

—Lo sé —susurro de nuevo—. Lo arruiné, ¿cierto?
Somos víctimas de las circunstancias. Al menos estoy convencida que me hubiera gustado sin importar nada. Si fuera cualquier otro tipo que entrara a mi bar, se sentara y hablara conmigo, lo habría deseado. Puede ser brusco y está fuera de práctica respecto a tratar con la gente, pero soy feliz con él y me gusta que lo único que parece necesitar de mí, es mi presencia. Es más feliz conmigo aquí.

—No necesitas pelear contra mí, ¿de acuerdo? —le digo—. Mañana me iré a la casa de mi hermana y estaré más que bien. No tienes que preocuparte por mí. Nunca debí haberme quedado...

Aunque repentinamente, agarra la parte posterior de mis muslos y me levanta, obligando a que mis piernas se envuelvan alrededor de él. Fijándome contra la pared, me mira y niega con la cabeza.

—No vas a ir ninguna parte.

Y luego se lanza hacia mí, capturando la parte inferior de mi barbilla en su boca. Jadeo, mi cabeza cae hacia atrás y mis párpados se cierran, mientras muerde y besa, enviando cosquillas a lo largo de mis brazos.

Me aferro a sus hombros y cedo, retorciéndome contra él y anhelando la fricción de él entre mis piernas.

Uno de sus brazos me sostiene mientras el otro se arrastra hasta el tirante de mi sostén, tirando hacia abajo, así puede besar la piel de mi hombro.
Jadeo, desesperada.

—Quítalo. Por favor.

Su mano se mueve a mi espalda, pero en lugar de desabrocharlo, tira del tirante y lo lleva hacia abajo. Sin embargo, solo estoy desnuda por un momento antes que ambos escuchemos una puerta cerrándose de golpe en el interior de la casa y nos sobresaltamos.

—¿Papá? —dice Jacob en voz alta—. ¿Estás despierto?

—Mierda —sisea Edward entre dientes.

—Oh, Dios. —Me retuerzo fuera de su agarre y me suelta. Me agacho, recogiendo mi camiseta y mis zapatos de nuevo, levantándolos para cubrirme. Veo la luz de la cocina encendiéndose a través de la puerta trasera y rodeo el costado de la casa, escondiéndome fuera de vista.

Mi corazón late con fuerza en mis oídos y no puedo tragar. Echo un vistazo alrededor de la esquina hacia Edward y él mira alrededor como si no estuviera seguro de qué hacer, pero finalmente toma la manguera, el agua sigue corriendo y continúa lavando sus brazos y manos ya limpios.
—¡Sí, aquí afuera! —llama, su manzana de Adán rebota de arriba abajo.

Oigo el crujir de la puerta mosquitera al abrirse y me retraigo, asegurándome de estar fuera de la vista.

—Hola, ¿qué estás haciendo? —pregunta Jacob.

Rápidamente vuelvo a abrochar mi sujetador y me pongo de nuevo mi camiseta empapada.

—Solo limpiando —responde Edward—. El río casi inundó al puerto hoy. Intenté llamarte.

—Sí, lo siento.

Hay un momento de silencio y todo lo que puedo escuchar es el agua derramándose sobre la hierba ahora inundada.

—¿Dónde está Isabella? —dice Jacob.

—No sé... ¿adentro?

Mis ojos caen y la culpa me golpea como una puñalada. Tuvo que mentirle.
Quiero decir, por supuesto que lo haría. Yo también lo hubiera hecho. Pero la realidad se asienta respecto a que puedo dejar a Jacob y alejarme y la vida continuará. Edward no puede hacer eso. Es su hijo.

—¿Te quedas? —pregunta Edward.

—Solo voy a recoger algunas cosas —explica Jacob, sonando solemne—. No creo que ella me quiera cerca por lo menos durante un tiempo. Gracias por dejarla quedarse aquí.

La voz de Edward apenas está por encima de un susurro.

—No hay problema.

Hay más silencio y luego escucho que el agua se detiene y algo de movimiento.

—Realmente me cuidó cuando... —Jacob se queda en silencio y luego continúa—, cuando no podía soportar tener a nadie más cerca. Nunca quise lastimarla.

Agujas pinchan mi garganta. Todo esto es tan desastroso, porque no sé cuán enojada se me permite estar.

Lo hizo justo debajo de mi nariz. Durante semanas.

Pero en mi corazón, tampoco le fui fiel.

En algún lugar profundo, siempre supimos que esto era finito.

—Puedes volver a casa —dice su padre en voz baja, casi suplicando.
Pero Jacob no responde y me gustaría poder ver su rostro. ¿Está mirando a su padre? No puede mirar a los ojos de la gente cuando está molesto o triste.

—¿Qué estás haciendo? —le pregunta Edward, con tanta tristeza en su voz—. ¿Qué estás haciendo contigo, eh?

Escucho un suspiro y luego Jacob dice:

—Hablaré con ella. Con el tiempo.

Y entonces la puerta mosquitera se cierra, estrellándose contra el marco y lentamente echo un vistazo al otro lado de la esquina, viendo a Edward solo, de pie en el lugar donde lo dejé.

Su frente está marcada por el dolor y está mirando fijamente hacia el suelo. Aunque su cabeza se gira ligeramente hacia mí.

—No te trata bien y debería hacerlo —dice Edward, su rostro lleno de culpa—. Pero esto no puede suceder, Isabella.

Aprieto mis dientes, las lágrimas se acumulan en el fondo de mi garganta.

Lo sé.

Lo sé.


17 comentarios:

vio dijo...

Hola me encanta la historia y espero que la continúes, pero se ve la letra encima tiene algo negro

martha dijo...

Jacob, otra vez arruinando las cosas, lo bueno es que ya se acercaron, aunque supongo que se alejaran de nuevo

Jde dijo...

Casi pasaba y Jacob los interrumpió

cari dijo...

Tenia que llegar ese a interrumpir , Edward eso pasara por que son libres no es la novia de tu hijo y el no la quiere en realidad nunca la quiso solo fue una amiga y el se aprovecho de eso , Bella esta sola y tu lo sabes ❤😘💕 gracias nos leemos

Celina Cullen dijo...

A la espera de que edward reaccione, Jacob no se merece tanta consideración.

carola dijo...

Ay noo! Porque tenia que interrumpirlos? Es muy injusto que se sientan mal. Jacob no ha sido ningun un santo. Pero edward es un buen papa y entiendo por ese lado.

vani dijo...

Edward debe pensar que bella lo quiere para pasar el rato.
Gracias por actualizar...

Anónimo dijo...

Que complicado, era la novia de su hijo, es normal que sienta remordimientos. Les va a costar establecer una relación romántica por encima de eso. gracias por el capítulo

Selene dijo...

Cuando el próximo capítulo? Me encantó

Ana dijo...

Muchas gracias por el capítulo, actualiza pronto

Marina dijo...

Noooo porque tuvo que llegar jacob y cagarlo todo!!estaban ahi nomas de estar juntos,es increible la quimica que tienen. Me supongo que despues de lo que paso se van a alejar pero no lo van a poder hacer por mucho tiempo xq su atraccion es demasiado fuerte.
Espero ansiosa tu proximo capitulo.

Somas dijo...

Oh esto fue mas rápido deblo que me esperaba pero se arruino ajajaja ahora como se van a ver y sers todo incómodo! Gracias ojalá actualices pronto
!

Lucía dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
brigitteluna dijo...

Hola cuando vuelves actualizar

martha dijo...

Ojalá no dejes la historia incompleta, se estaba poniendo más interesante

carola dijo...

Hola por favor no dejes de actualizar! Espero que te encuentres bien
Me encanta la historia

carola dijo...

:( actualizacion por favooorr!!

ORACION A MI SEXY VAMPIRITO

Edward de mi guarda
De mi sexy compañia
Bebete mi sangre
De noche y de Dia
Hasta que caiga en tus brazos
Y sea tu marca de heroina