Capítulo 15
Isabella
Llegamos a
un nuevo acuerdo.
Básicamente,
ahora soy una arrendataria y aunque el objetivo final es vivir aquí y ahorrar
dinero para mi propio lugar en algún momento, no puedo vivir de él como lo
estuve haciendo. Quizás pude haber inventado excusas cuando era la novia de Jacob,
pero ahora, esto tiene que ser justo. Sin importar lo mucho que se oponga.
—No
necesito tus cuarenta dólares al mes para la cuenta del gas, Isabella.
—Entonces
déjame pagar el recibo de la luz.
—¿Por qué
te diría que te quedaras aquí para ahorrar dinero y luego te pediría gastar más
dinero?
—Estoy
ahorrando dinero. Y puedo seguir ahorrando dinero mientras pago al menos una de
las facturas, Edward.
—O podrías
no pagar ninguna factura, ahorrar incluso más dinero y solo irte de aquí más
rápido.
Y entonces
eso me molestó, como si realmente no me quisiera aquí, después de todo.
—No,
espera. —Se encoge—. No quise que sonara así. Solo... no necesito tu dinero,
¿está bien? Vamos a dejar de hablar ahora. ¿Por favor?
Pero no lo
hicimos. Seguimos discutiendo hasta que finalmente cedió y me dejó pagar la
factura del gas y de los víveres, aunque me hizo prometerle que no remplazaría
sus botanas con ninguna cosa orgánica o baja en grasa, con lo que estuve de acuerdo.
Si me atrapa cambiando a hurtadillas el café y la leche de almendras, solo le
diré que lo olvidé.
Llevando la
escoba hasta el porche delantero, levanto el tapete de bienvenida y lo sacudo
antes de colgarlo sobre el barandal. Afuera llueve torrencialmente y las calles
lucen como la parte blanca de las olas del océano mientras las gotas de lluvia
caen y salpican el suelo.
Me pregunto qué
tan bien podrá Edward ver las calles de camino a casa. Aunque todavía es
alrededor de la una de la tarde, y aún hay luz afuera, solo que está bastante
gris, así que podría dejar de llover antes que salga del trabajo.
Paso la
escoba sobre el porche de madera, protegido de la lluvia por el saliente. El
aire es agradable y espeso, mi piel se siente húmeda aun cuando la lluvia no me
está golpeando bajo la marquesina. Mi camiseta se pega un poco a mi estómago y
pongo mi cabello detrás de mi oreja porque me está haciendo cosquillas en los
brazos. Levantando la mirada, veo a James Cramer estacionando su BMW en su
entrada, cubriéndose la cabeza con su maletín mientras corre hacia su porche
delantero.
Me nota y
muestra una sonrisa. Lo saludo con la mano.
Me pregunto
por qué él y Edward no se llevan bien.
Desaparece
en el interior de su casa y termino de limpiar la pequeña cantidad de tierra y
maleza sobre el porche antes de dejar el tapete de bienvenida de regreso en su
lugar.
Adicional a
las facturas del gas y de los víveres, he tomado la responsabilidad de la
planta baja de la casa: Limpiar el polvo, pasar la aspiradora, barrer, trapear,
mantener la cocina ordenada, aunque él tiene que encargarse de los platos
cuando cocino, y yo solo tengo que hacerlo cuando cocina. Lo cual, en realidad,
no ha hecho para nada durante los últimos tres días desde que regresé aquí. En
algún punto de las pocas últimas semanas, me di cuenta que realmente solo
prepara cenas de la sección de comida congelada del supermercado o sopas y
guisos de lata, así que me he encargado completamente de las comidas y él de
los platos y estoy muy bien con eso.
También
arreglo el jardín, mientras él se encarga del césped, la piscina y los
rociadores. Nuestras habitaciones son nuestra responsabilidad, pero limpio mi
baño y él mantiene el sótano en orden.
Establecer
las tareas individuales de la casa fue casi demasiado bueno para ser verdad. Di
por hecho que él fallaría y yo terminaría limpiando las porquerías que dejara
en las áreas que yo tenía asignadas a mantener ordenadas.
Pero no ha
sucedido. Lanza sus botas en el closet después del trabajo, recoge las camisetas
que descarta si tiene mucho calor y nunca tengo que molestarlo para que saque
su ropa de la secadora. Reconozco que nunca he vivido con un hombre que haya
vivido solo antes de mí.
Hasta
ahora, eso es todo. Edward está acostumbrado a cuidar de sí mismo y de sus
cosas, porque no hay nadie más que lo haga por él. Es todo un mundo nuevo.
Caminando
de regreso al interior de la casa, meto la escoba en el armario y me dirijo
arriba para ordenar mi ropa sucia. La antigua habitación de Jacob, nuestra
antigua habitación, sigue vacía, dado que no ha regresado desde que se fue. No
estoy segura de lo que ha estado vistiendo en los últimos días y no sé si ha
hablado con su papá, pero estoy segura de algo, con el tiempo, volverá.
Aguanté
tanto como lo hice porque Jacob era un amigo y no solo un novio. La mayoría de
las chicas, si son más inteligentes que yo y eso no sería difícil, creo, se
cansan de los holgazanes realmente rápido. Saber que él y Leah probablemente no
durarán es el único consuelo para el dolor. Saltó de mi cama inmediatamente a
la suya, ¿verdad?
Pero quizás
me hizo un favor. ¿Lo querría que regreso? No. No quiero odiarlo y sé que es
mejor que esto, pero lo forzamos porque necesitábamos aferrarnos a algo por una
vez en la vida. Forzamos lo que no estaba allí, no porque nos necesitáramos el
uno al otro, sino porque necesitábamos a alguien. Siempre fuimos mejores
amigos.
Siento que
ahora puedo respirar. Y si él tiene un problema conmigo por estar aquí, dejaré
que su papá lidie con eso.
Frente a la
habitación de Jacob, abro la puerta de la otra habitación de invitados, mi
nueva habitación, y saco mi cesta plegable para la ropa sucia de la esquina.
Amo mi
nuevo espacio. Ya había una cama aquí, así que simplemente fui y compré un
nuevo juego de sábanas. Pude haber traído mi viejo juego de sábanas de la cama
de Jacob, dado que es mío de cualquier forma, pero quise empezar de nuevo. Nada
que me recordara quién había sido con él. Moví el resto de mis cosas, cerré su
puerta y no he vuelto a entrar.
Edward y yo
fuimos a IKEA y compramos un tocador, por el cual pagué, pero necesitábamos su
camioneta para traerlo, una mesita de noche y un sillón acolchado. Me divertí
un poco decorando, dado que no necesité considerar a nadie más que a mí. Hay
luces parpadeantes ondeando en la cabecera de hierro forjado de mi cama,
algunos cojines divertidos, una lámpara y una pintura que le compré a un
vendedor ambulante en Nueva Orleans cuando fui con mi hermana. Incluso Dutch,
el amigo de Edward, me trajo su vieja radio casetera Panasonic vintage que
encontró limpiando el garaje de sus padres un par de días atrás. Supongo que Edward
le contó sobre los casetes.
—¡Isabella!
—Llega un bramido desde abajo.
Dejo caer
la camiseta blanca que estaba acomodando y sacudo mi cabeza, escuchando la
puerta mosquitera cerrarse de golpe contra el marco en el piso de abajo.
Mi corazón
late un poco más fuerte.
Saliendo
de la habitación, bajo rápidamente las escaleras. Edward está en la puerta
principal sacando su chaqueta del armario. Agua cae por su rostro y la piel
dorada de sus brazos tatuados, y su cabello está pegado a su cuero cabelludo.
Se quita la chaqueta y su camiseta empapada.
Camino
hacia él.
—¿Qué pasó?
—La orilla
del río está inundándose —dice, entrando rápidamente en la cocina y directo
hacia el refrigerador—. Están llamando a cualquiera que pueda venir a ayudar
con sacos de arena antes que llegue a la calle.
Entendido. Saco mis
zapatillas deportivas del armario, saltando en un pie mientras me pongo cada
uno de ellos.
—¿Llamaste
a Jacob?
—Sí, pero
no responde. —Toma un montón de botellas de agua—. ¿Por qué no lo intentas tú?
Tomo mi
abrigo de lluvia del gancho y cierro el armario, tomando mi gorra de béisbol
del gancho de afuera.
—Si no te
contestó a ti, definitivamente no me contestará a mí.
Edward
vuelve a entrar en la sala de estar, apretando las cinco botellas de agua entre
sus dedos. Levanta sus cejas, pidiéndome silenciosamente que lo haga de nuevo y
pongo los ojos en blanco.
—Pero lo
intentaré en el auto —le digo, abriendo la puerta—. Vámonos.
Bajamos a
la ensenada del río en cuestión de segundos, Edward ya ha cargado tantos sacos
de arena como ha podido en la parte trasera de su camioneta. Aunque la ciudad
tiene un considerable suministro y ya están aquí con sus camiones.
Con
la lluvia siendo tan terrible este verano y hasta el último centímetro de nieve
finalmente habiéndose derretido desde el norte, el río ha sido una bomba de
tiempo. Lo recuerdo inundando las casas en el lado oeste hace unos cuantos años
atrás, pero la ciudad se preparó después de eso. Policía, bomberos, equipos de
la ciudad y ciudadanos, ahora están dispersos entre las rocas de la barrera
contra inundaciones que ya está puesta en su lugar. Pilas de sacos de arena
están colocadas desde el borde del agua, arriba por la pendiente del peñasco,
hacia la tierra y el césped de aquí arriba. Hay un poco menos de cien metros de
maleza, árboles y vías del ferrocarril qué cruzar antes de las casas en ruinas
del viejo lado oeste que fue la primera parte que se estableció de Northridge.
El agua está subiendo pero lentamente, así que con un poco de suerte, si la
barrera para inundaciones no es suficiente, los sacos de arena sí lo serán. Las
personas en este vecindario no pueden darse el lujo de irse, mucho menos de
perder sus casas.
El río
corre hacia el sur, creciendo en velocidad y me estremezco un poco, cada
centímetro de mí está empapado. Gotas de lluvia caen de la visera de mi gorra y
la lluvia corre por mis piernas.
—¿Agua?
Edward me
tiende una botella y doy un vistazo desde abajo de la visera de mi gorra y
sonrío, tomándola.
—Gracias.
Me rodea
sin decir una palabra más, tomando un saco de arena y lanzándoselo al tipo que
sigue en la fila. Hemos estado aquí por tres horas y no hemos podido contactar
a Jacob, aunque no puedo decir que lo intentara demasiado. No quiero verlo
justo en este momento, así que lo dejo timbrar tres veces y luego cuelgo.
Miro la
botella de agua en mi mano. Mi boca es como un desierto.
Desenrosco
la tapa, trago la mitad del agua, respiro profundamente y trago dos sorbos más.
Queda solo un par de centímetros más, así que la meto en el bolsillo de mi
chaqueta para terminármela después.
—Hola, Isabella
—llama una voz alegre, pasando junto a mí.
Veo a April
Lester poniéndose un par de guantes de trabajo y bajando por las rocas hacia Edward,
vestida en jeans que abrazan cada centímetro de sus piernas y una linda
camiseta de camuflaje y un sombrero. Una cola de caballo negra cuelga del
agujero en la parte trasera.
Se ve linda
y tierna. Estoy tan acostumbrada a verla en su ropa “para salir” en el bar.
Saco un
saco de arena de la caja de carga del camión y llevo el saco de dieciocho kilos
hacia el siguiente hombre en la fila y giro de nuevo hacia el camión,
repitiendo la tarea. Cada saco hace su camino de un par de manos al siguiente
hasta que llega a su lugar a la orilla del río.
Noto a
April en otra fila de ensamblaje, justo frente a Edward y está hablando con él.
Intento mantener
mis ojos alejados porque no es asunto mío, pero me encuentro lanzando miradas
de soslayo y no sé por qué.
Calor líquido
recorre mi pecho y siento un sudor frío aparecer en mi frente.
¿La conoce?
¿Alguna vez han hablado? No creo que hayan salido alguna vez. No pueden haber
salido. Edward es como un sacerdote. Es tan estirado y esa mujer viene más
fuerte que un martillo a la cabeza. Lo asustaría.
Humedezco
mis labios, pasando otro saco y no puedo evitar mirarlos. Ella dice algo y
sonríe brillantemente, y él le echa un vistazo, escuchando con diversión. Le
muestra una de sus extrañas sonrisas espectaculares y hermosas y mi corazón
deja de latir.
Frunzo el ceño
y tomo otro saco.
¿Está
malditamente ruborizándose? En realidad luce un poco tímido, pero no luce como
si estuviera ignorando su coqueteo.
Gruño.
Supéralo. Es un
hombre. Uno aún joven y estoy segura que también es uno saludable. Ha tenido
sexo con mujeres, Jacob es una prueba de ello. Es irreal pensar que se está
privando de eso. En algún momento traerá una mujer a la casa. Todo el mundo
tiene necesidades.
Dejo caer
mis ojos a su torso, donde la delgada chaqueta de lluvia negra se moldea a su
cuerpo como una segunda piel. Sus mangas están subidas, mostrando sus
antebrazos y juro que puedo ver la lluvia cayendo por su cuello desde aquí. Es
tan alto y ancho y me encanta la forma en que se ajusta su camiseta y como
lleva esos jeans.
Cuando un
hombre luce así de bien con ropa, sabes que luce bien sin ella.
Y si se
veía la mitad de bien en la preparatoria, todas las chicas deben haberlo
deseado. Tengo curiosidad por saber cómo era él en ese entonces, pero luego hay
algunas cosas que tampoco quiero saber.
April le
pasa un saco, pero se tambalea y él se mueve rápidamente para atraparlo antes
que caiga de los brazos de ella.
Están
sonriendo e inclinándose uno cerca del otro y me duelen los pulmones.
Y, como si
me sintiera observándolo, sus ojos repentinamente se levantan, encontrándose
con los míos y por un momento todos los demás desaparecen.
Dejo de
respirar. Mierda.
Aparto la
mirada, tomando rápidamente otro saco.
No miro
hacia atrás, incluso cuando puedo sentirlo mirándome.
Una vez que el
camión está vacío, saco mi botella de agua y bebo lo que quedaba, caminando
hacia la camioneta de Edward y lanzándola hacia la caja.
—¿Lista?
—dice.
Giro y lo
veo acercándose mientras se quita la chaqueta empapada. Su camiseta se levanta
con el movimiento y aparto mi mirada de su estómago.
—¿Está...
está todo listo? —pregunto.
Arroja la
chaqueta en la parte de atrás y saca otra botella de agua de la hielera.
—Esto es
todo lo que podemos hacer, creo. Solo tenemos que esperar que sea suficiente y
que resista.
Doy una
última mirada alrededor, notando que todos se han movido a hacer otras cosas.
Algunos están subiendo a sus autos y otros siguen colocando sacos de arena o
conversando.
También me
quito la chaqueta, arrojándola hacia la caja de la camioneta y subo al asiento
del pasajero.
Cierro la
puerta y enciende el motor, los limpia-parabrisas se ponen en marcha
inmediatamente desde donde se quedaron en su recorrido.
Miro hacia
afuera por la ventana.
—Oh, mierda
—digo, mirando a la distancia. Sigue mi mirada.
La
camioneta se sitúa en lo más alto y tenemos una vista completa del río a la
distancia, todo el camino hasta el otro lado. Un pequeño conjunto de islas que
están situadas en la mitad ahora están casi cubiertas por el agua y las casas
en el lado opuesto se ven amenazadas a medida que el río se eleva hasta la
mitad de sus soportes.
Todavía
tiene un largo camino por recorrer y la lluvia ya ha empezado a disminuir un
poco. Con suerte, estará bien.
—No puedo
creer lo alto que está —digo—. Irreal.
Se gira hacia
mí.
—Estás
sonriendo de nuevo.
Encuentro
sus ojos, mi rostro relajándose ¿Estaba sonriendo?
—Bueno,
estoy intentando no hacerlo —le digo, mostrando otra sonrisa—. Lo que quiero
decir es que espero que nadie salga herido y nadie se inunde, pero...
—¿Pero?
Me encojo
de hombros, sintiéndome un poco culpable.
—Me gustó
mucho ayudar hoy, creo. Es divertido ensuciarse.
Ríe entre dientes
y pone la camioneta en marcha.
—Todavía no
te has ensuciado —se burla—. Ponte el cinturón.
****
Media hora
después, estoy gritando y agarrando la manija encima de la puerta mientras él
baja por el enlodado canal. Gira con brusquedad el volante, así que saltamos
por el costado y entramos de regreso a terreno alto, y río, rebotando en mi
asiento.
Oh, Dios
mío, esto es divertido. Siento como si fuera a morir. Mis ojos
lagrimean y estoy riéndome a carcajadas.
—No puedo
creer que nunca hayas hecho esto —dice, mirándome como si necesitara redimir mi
carnet de chica de pueblo pequeño—. En mis días, este era el lugar al que llevabas
a una chica para mostrarle qué tan rudo eras en tu camioneta.
Me tambaleo
hacia la izquierda y luego hacia la derecha mientras la camioneta pasa por
todas las pendientes enlodadas y los charcos. Me deja tener completo control
del equipo de sonido y Glory Days de Bruce Springsteen suena en el
casete que puse. Subo el volumen y me agarro al tablero.
—Todavía lo
es —le informo—. Aunque en mis días se está volviendo cada vez más difícil que
los chicos con los que sales mantengan válidas sus licencias para conducir.
Sonríe.
—Te creo.
Llueve y el
lodo se levanta a nuestro alrededor y puedo ver manchas de ambas cosas
golpeando las mangas de mi impermeable más cerca a la puerta y mi muslo
desnudo. Edward insistió en que bajáramos las ventanas, sin importarle en
absoluto que el interior pudiera ensuciarse. Dijo que eso mejoraría la
experiencia.
—¿Has
traído a tus citas aquí? —pregunto.
—De vez en
cuando.
Frunzo la
esquina de mi boca en una sonrisa conocedora.
—¿Y después
las llevabas a Hammond Lock para luego besuquearse?
Mueve su
mirada rápidamente hacia mí, luciendo sorprendido.
—¿Qué sabes
tú sobre Hammond Lock?
Me encojo
de hombros.
—Oh, escuché que
es donde los viejos llevaban a sus citas hace algún tiempo, eso es todo.
Simula un
ceño fruncido y revoluciona el motor, bajándonos a toda velocidad por otra
zanja. Mi estómago cae a mis pies y grito de nuevo, riéndome.
—¡Detente!
—suplico—. ¡Vas a hacernos volcar!
El frente
del guardafangos choca contra el fondo, lanzando una ola de barro y agua frente
a nosotros. Mi cuerpo se lanza con violencia contra el cinturón de seguridad y
grito emocionada, entrecerrando mis ojos.
¡Mierda!
Pero no
puedo dejar de reírme. Tiene razón. ¿Cómo es que nunca he hecho esto? Me lo he
estado perdiendo.
La fría
lluvia cae suavemente a través de la ventana, rociando mi pierna y abro mis
ojos de nuevo y limpio mi mejilla, viendo manchas de barro en mi mano.
Girándome
hacia él, veo sus ojos encontrándose con los míos, los cuerpos de ambos se
sacuden con carcajadas silenciosas.
—¡Está
bien, es mi turno! —suelto emocionadamente.
Desabrochando
mi cinturón de seguridad, jalo la manija de la puerta, moviéndome para salir.
—No, solo
deslízate —me dice—. Saldré y daré la vuelta.
Me detengo
y giro, viéndolo abrir su puerta y en vez de bajarse, se levanta y da la vuelta
por la caja de la camioneta detrás de nosotros. Me deslizo rápidamente hacia el
otro lado del asiento y frente al volante. La ventaja de que su camioneta sea
tan vieja es que tiene un solo asiento completo al frente. Y no necesito pasar
por encima de una consola.
Abrocho mi
cinturón de seguridad y doy un vistazo por el parabrisas, una ola de calor
cubriendo mi estómago mientras sonrío.
—¡Cuidado
con el lodo! —le grito por la ventana.
No tengo
idea cuán profundo es en el exterior del lado de la puerta del pasajero.
Pero espero
mientras la camioneta se sacude por sus movimientos en la parte trasera y
entonces la puerta del lado del pasajero se abre, su mano aparece en la manija
y salta al interior, sin tocar ni una sola vez el suelo.
Deslizándose
en el asiento junto al mío, cierra la puerta de un golpe y pasa su mano por su
ahora húmedo cabello.
Mis ojos caen a su
camiseta moldeada contra su pecho, definiendo su clavícula y los músculos de
sus pectorales y sus hombros anchos.
Se gira hacia mí.
—¿Qué?
Parpadeo y
aclaro mi garganta, recuperándome.
—Nada. Solo
que todavía eres bastante ágil para tu edad, ¿eh?
Sus ojos
resplandecen. Pasa su mano por la parte externa de la puerta de la camioneta,
la mete de regreso y la sacude hacia mí, lodo deslizándose por mi rostro.
Jadeo,
cerrando mis ojos por reflejo y retorciéndome para alejarme.
—¡Detente!
—Río, extendiendo mis manos hacia el frente mientras más lodo viene volando—.
¡Sólo estaba bromeando!
—¿Desde
cuándo treinta y ocho años te convierte en un maldito ciudadano anciano?
—gruñe, pero puedo escuchar la diversión en su voz.
Más lodo
vuela hacia mí y me encojo con mi espalda girada hacia él, intentando
protegerme.
—¡Lo
siento! ¡No fue lo que quise decir!
Pero no
puedo dejar de reírme.
Dos horas
después, el cielo está oscuro y estoy felizmente relajada. Ahora no puedo
pensar, incluso si lo intentara. Las facturas de Jacob y las mías están en mi
habitación, la matrícula con la que me voy a endeudar aún más en cuanto a mis
préstamos estudiantiles que pagar, se vence en un par de meses y el empujón que
siento en mi espalda sabiendo que puedo hacer más dinero si solo tuviera las
agallas... Todo está a kilómetros de distancia en este momento. He estado sonriendo
sin parar durante toda la tarde.
—Eso fue
divertido —le digo a Edward, ambos dando la vuelta a la casa hacia el jardín
trasero.
Estamos
embarrados de lodo y no queremos dejar huellas por toda la sala, así que le
sugerí limpiarnos un poquito primero con la manguera en el jardín trasero.
Alzando la
mirada hacia Edward, veo lodo en su cuello y sus ojos apagados, fuera de foco,
como si estuviera perdido en sus pensamientos. Una pequeña sonrisa cuelga de
sus labios.
—¿Qué? —le pregunto.
Finalmente
parpadea, respirando profundamente y sacudiendo su cabeza.
—Solo me
acabo de dar cuenta que nunca hago nada —dice, empujando la puerta de madera de
la cerca y manteniéndola abierta para mí—. No me he reído así desde... ni
siquiera recuerdo cuándo.
Mi corazón
da un brinco. Me alegra no haber sido la única que lo disfrutó. Me alegra que
le gustara pasar tiempo conmigo, porque...
Porque me
estoy acostumbrando a él.
Me
encuentro mirando el reloj y emocionándome más todos los días a medida que se
acercan las cinco de la tarde. Lo espero con ansias y desearía no hacerlo. Con
el tiempo me iré. No quiero encariñarme.
La ducha
pasa por mi mente y recuerdo su esponja y me arden las mejillas.
Me siento
bien con él y estoy agradecida que se sienta bien conmigo. Solo que no puedo
sentirme tan bien.
Vamos
alrededor de la parte de atrás de la casa, hacia la puerta trasera y me agacho
para abrir la llave del agua. El agua sale por la manguera y la levanto del
suelo.
Enderezándome,
paso mi mano por debajo del chorro de la manguera, agradecida porque el agua
todavía siga caliente debido al sol del día.
Se la paso
y la toma.
—Gracias
por venir hoy —dice en voz baja—. Necesitábamos la ayuda.
Asiento,
quitándome mis zapatillas deportivas y mi gorra.
—También es
mi pueblo.
Enjuaga su
rostro, brazos y botas de construcción y noto el agua derramándose en su ropa y
todavía goteando lodo.
Solo lo
estamos empeorando.
—Hay
algunas toallas en la secadora —digo distraídamente. Puede ir adentro y ponerse
una toalla mientras me quedo afuera y me enjuago.
Se quita su
camiseta y la tomo, torciéndola en mis puños para exprimirle el agua, mientras
pasa la manguera por encima de su hombro y la baja por su espalda.
—¿Ya se ha
quitado todo el lodo? —pregunta.
Se da la vuelta, todavía sosteniendo la manguera y mostrándome su
espalda y repentinamente, puedo sentir el calor de su cuerpo junto al mío. Mi
sangre empieza a calentarse debajo de mi piel y tengo miedo de mirarlo.
—Sí —digo,
apenas audiblemente.
Me quito
una de mis bandas para el cabello y empiezo a deshacer una trenza, mi piel está
ardiendo. Me está mirando.
Cierro mis
ojos por un momento, absorbiéndolo.
Quiero que
me mire.
Aunque lo
escucho soltar una risita, abro mis ojos para verlo estirarse y tomar mi otra
trenza en su mano. Levanta la manguera y enjuaga el extremo.
Oh, el
lodo...
—Sí,
gracias por eso, por cierto. —Obligo un tono sarcástico.
—Tú lo
pediste.
Sí. Lo
hice. Está feliz de burlarse.
Siento
cosquillas en mi cuero cabelludo por su toque y aunque ya no estoy relajada,
estoy sonriendo de nuevo. Solo está tocando los extremos de algunos mechones de
mi cabello y estoy mareada.
Me trago el
nudo en mi garganta y giro lentamente, susurrando:
—¿Podrías
revisar mi espalda?
Espero un
momento, mi pulso acelerándose en mis oídos y el sonido del agua derramándose
de la manguera hacia el suelo.
Pero
entonces lo siento. Los suaves y ligeros roces de sus dedos a lo largo de mi
camiseta y el agua fría filtrándose a través de la tela mientras limpia el
lodo.
Está tan
callado y es tan ruidoso que está palpitando en mis oídos.
Al inicio,
es rápido. Envuelvo mis brazos al frente de mi cuerpo, nerviosa como si esta
fuera la primera vez que me tocan.
Pero
entonces se hace más lento, su mano se queda en mi hombro por más tiempo y
aumenta la presión mientras presiona mis curvas y pasa sus dedos por la
pendiente de mi cuello, mi columna y luego mis caderas.
El pulso
entre mis piernas empieza a palpitar y mis parpados se agitan.
Su mano
llega a la piel desnuda de mi cadera, deteniéndose ahí por un momento y dejo
salir el aire, tan nerviosa en este momento, pero excitada.
No estoy
imaginando esto. No estoy imaginado la forma en que se siente su toque.
Tragando
saliva, miro lentamente hacia el costado, viendo su cuerpo por encima de mi
hombro y estiro mi brazo, tomando el dobladillo de mi camiseta, vacilando solo
durante un momento antes de pasarla por encima de mi cabeza. Luego,
rápidamente, me estiro y tomo una de las toallas limpias de las escaleras,
abrazándola frente a mi cuerpo.
Quiero que
me vea, pero estoy tan asustada de que me aparte.
Dejo caer
mi camiseta empapada y me quedo ahí parada, miedo y deseo consumiendo cualquier
pensamiento racional. Durante un rato, el chorro continuo de agua solo cae,
excavando un agujero en el césped.
Y entonces,
está sobre mí. Cayendo en cascada sobre mi hombro, bajando por el filo de mi
espalda, mientras su mano sigue la caída del agua, limpiando cualquier suciedad
que todavía permaneciera. Cierro mis ojos, mareada.
Es cálido
en mi espalda y me doy cuenta que ahora está más cerca, cerniéndose por encima
de mí desde atrás.
Lo escucho
tragar saliva.
—La toalla
se va a mojar —dice, su voz suena rasposa.
Una sonrisa
tira de mis labios, pero no la dejo mostrarse por completo.
Abriendo
mis ojos, alejo la toalla de mi cuerpo y la lanzo de regreso hacia las
escaleras, la excitación como una corriente eléctrica bajo cada centímetro de
mi piel. No recuerdo alguna vez desear tanto algo como esto.
Limpia mi
espalda, mis brazos y también inclina mi cabeza de lado a lado para asegurarse
que no haya suciedad allí. Termino de destrenzar mi cabello y paso mis dedos
por él para peinarlo, sintiendo algunos mechones húmedos revueltos con los que
están secos.
Quiero
verlo y saber lo que está pensando, pero estoy asustada de romper el hechizo, y
si lo miro, ambos podríamos ser ahuyentados.
Y esto se
siente tan bien.
—¿Mis
piernas están limpias? —pregunto por encima de mi hombro.
Sé que
estoy siendo malvada, pero todavía no quiero que termine.
Solo toma
un momento, pero entonces siento el agua golpear la parte de atrás de mis
piernas, y lentamente, toma una rodilla intentado obtener un mejor punto de
vista.
Vuelvo
a cerrar los ojos, sumergiéndome profundamente en mi cabeza, donde está a salvo
todo lo que quiero en este momento pero estoy muy asustada para decirlo. No es
solo su toque. Es cómo lo hace. Las caricias largas y lánguidas bajando por mis
muslos y la forma en que la punta de sus dedos se mueven solo un centímetro más
arriba de lo que probablemente deberían. Y cómo intenta evitar la parte interna
de mis piernas, pero sigue tonteando cerca como si quisiera ir hacia allí y
está luchando por contenerse.
Termina mis
pantorrillas y mis pies, y finalmente miro sobre mi hombro y hacia él.
—Mi turno
—digo.
Levanta su
mirada, su pecho moviéndose arriba y abajo en respiraciones superficiales. Sus
labios están separados y hay cientos de emociones diferentes en sus ojos. Pero
reconozco las mismas que estoy sintiendo. Miedo y anhelo, confusión y
necesidad.
Lo
queremos, pero sabemos que no deberíamos.
Giro y le
quito la manguera y su mirada cae a mis pechos justo allí para él y solo
cubiertos por mi fino sostén de encaje rosado con rosas en él.
Soy una
chica femenina de corazón y creo que eso le gusta.
Sin una
palabra, se endereza y me mira fijamente, impávido cuando levanto la manguera y
empiezo a lavarlo de nuevo. En primer lugar, ninguno tenía tanto lodo.
Podríamos fácilmente entrar en la casa y en la ducha, y ambos lo sabemos.
Paso mi
mano sobre la piel suave de su pecho, trazando el mural que tiene tatuado a lo
largo de su hombro, su pectoral y su brazo.
No miro sus
ojos, pero sé que está observando mi rostro.
—¿Te
hiciste todos estos tatuajes cuando eras más joven? —pregunto en voz baja.
—La mayoría
de ellos —dice, con voz áspera—. En el pasado cuando no tenía otra cosa en la
que gastar mi dinero.
—¿Te
arrepientes de alguno de ellos? —Veo lodo bajo su oreja y me pongo de
puntillas, poniéndonos pecho contra pecho.
—No, yo...
—Se detiene, su pesada respiración sobre mi mejilla mientras me acerco.
—Tienes
algo de lodo —explico, mirándolo, con mi cuerpo presionado contra el suyo.
Me dejo
caer de nuevo sobre mis pies y continúo:
—¿Me
decías?
Aclara su garganta.
—Oh, sí.
Estoy un... estoy un poco cansado de algunos de ellos para este punto, supongo,
pero en algún momento —me dice—, eran exactamente quien yo era y lo que
necesitaba decir sobre mí mismo.
Asiento,
entendiendo. Me estiro hacia su espalda y lavo su cuello, el filo de sus
hombros y dejo que mis dedos bajen por su columna. Se mueve bajo mi toque y
calor se filtra a través de mi mano, subiendo por mi brazo y estoy tan
excitada. No quiero dejar de tocarlo, pero utilizar mis manos ya no se siente
que fuera suficiente. Quiero sentir sus manos de nuevo.
¿Cómo es Edward
Masen cuando toma?
Gira su
cabeza, preguntando suavemente:
—¿No vas a
preguntarme lo que significan los tatuajes?
Retrocedo
rodeándolo hasta volver a estar frente a él, observando mis dedos mientras
acarician su musculoso brazo.
—Algún día
—susurro en respuesta.
Realmente
quiero saber. Quiero saber todo de él. Pero quizás, me imagino, seguiremos
teniendo una razón para encontrarnos el uno al otro si guardamos algunas cosas
para más tarde.
Y en este
momento, estoy desesperada por ver qué más puede hacer su boca, aparte de
hablar.
Tócame. Por
favor.
Bésame.
Dejo caer
la manguera a mi costado y arrastro los dedos de mi mano izquierda por sus
abdominales. Se tensan cuando mis uñas se deslizan a lo largo de los músculos y
estoy tan asustada de mirarlo. Mi corazón late tan fuerte que duele.
Esto está
mal. Sé que está mal.
Pero Dios,
se siente tan bien. Puedo sentir sus ojos sobre mí y cada fibra de mi sostén
está irritando mi piel y solo quiero estar desnuda ahora mismo. Quiero que me vea.
Cierro mis
ojos. Oh, Dios.
—Isabella...
—Sujeta mi mano y puedo escucharlo respirando fuertemente.
Asiento,
abriendo mis ojos, pero todavía incapaz de encontrar los suyos.
—Lo sé
—exhalo—. Lo lamento.
Estoy sedienta, mis ojos arden por las lágrimas contenidas y no sé
por qué, y hay una necesidad entre mis muslos que es casi dolorosa.
Lentamente,
levanta mi mentón. Finalmente levanto mi mirada, pero tampoco me está mirando.
Sus ojos están bajos y su ceño está contraído con dolor.
—Solo estás
decaída —dice en voz baja—. Extrañas a Jacob y sucede que estoy aquí. Está
bien.
Me quedo
allí inmóvil, mis dedos todavía en su estómago y su mano aún en mi barbilla. Su
pecho se mueve arriba y abajo y por un momento, pienso que voy a darme la
vuelta y correr. Está inventando excusas para mí. Una fácil detrás de la cual
esconderse. Tendría sentido que me sintiera perdida y necesitara a alguien más
para refugiarme.
Pero, cuál
es su excusa. Sé que me mira. Sé que lo hace cuando piensa que no lo veo, pero
lo hago.
Mis ojos
arden, llenándose con lágrimas.
—Eso no era
por lo que me estaba disculpando —le digo.
Levanto mis
ojos, encontrándome con los suyos y aunque estoy asustada, tengo que saltar. No
puedo contenerme.
—Lo
lamento, porque —susurro de forma temblorosa—, esta es no es la primera vez que
quise que me tocaras.
Y su mirada
se congela en mí.
Sostiene mi
mirada, sin moverse a excepción del subir y bajar de su pecho y no tengo idea
de qué estará pasando por su cabeza en este momento, pero no creo lamentarlo.
No más excusas sobre que esto es sobre mí porque estoy desconsolada por causa
de Jacob.
La
atracción ya estaba allí.
Lentamente
deja que sus dedos caigan de mi barbilla, cierra sus manos en puños y aprieta
su mandíbula, luciendo repentinamente enojado.
Por
reflejo, doy un paso atrás, pero no consigo ir más lejos. Aferrándose a mi
cintura, me lleva hacia él, rodeándome con un brazo y tomando mi mandíbula en
su mano entre su pulgar y los otros cuatro dedos. Jadeo, amando la sensación de
su cuerpo duro contra el mío, pero también asustada, porque se ve muy enojado.
—No —gruñe,
mostrando sus dientes y mirándome con furia en sus ojos—. ¿Lo entiendes? Esto
no va a suceder. No vas a conseguir eso de mí.
Lágrimas
llenan mis ojos y apenas puedo seguir viéndolo mientras mi cuerpo se sacude con
un sollozo silencioso.
Su brazo es como el acero a mi alrededor y puedo sentir el calor
de su furia saliendo por su piel.
Me sacude.
—Quieres
tener sexo, entonces ve a conseguirlo en otro lugar.
Inhalo y me
giro para alejarme de él, empujando su cuerpo.
Está en lo
correcto. ¿Qué estoy haciendo? ¿Por qué habría de hacer eso? Me siento tan
estúpida y me agacho, recogiendo rápidamente mi camiseta y mis zapatos.
Pero no me
lo estaba imaginando, ¿verdad? Hubo algo entre nosotros y venía tanto de él
como de mí. ¿Solo vi lo que quería ver?
Quiero
gritar. Lágrimas bajan por mi rostro y simplemente se queda ahí parado,
fulminándome con la mirada.
—Ve a tu
habitación —ordena.
Se me sale
una risa, el sonido es amargo goteando con incredulidad.
—¡Vete a la
mierda! —Me enderezo, endureciendo mi voz—. Esta noche encontraré otra cama,
gracias. Cualquiera lo haría con una puta como yo, ¿verdad?
Me giro
rápidamente y corro hacia la puerta trasera, pero agarra el interior de mi codo
y me arrastra hacia la pared de su pecho. Dejo caer mi camiseta y mis zapatos y
nos obliga a movernos hacia adelante contra la pared de la casa. Estiro mis
manos rápidamente, chocando contra el revestimiento.
Jesús.
Tiemblo,
respirando entrecortadamente mientras mi corazón se acelera y mi sangre corre
caliente bajo mi piel.
¿Qué
demo...?
Su mano me
rodea, tomando mi rostro y su aliento caliente en mi oreja.
—No me
amenaces con una mierda como esa. Si quieres actuar como una mocosa, entonces
tal vez debería castigarte como una, ¿eh?
Casi me río
a través de las lágrimas secándose en mi rostro.
—Por
supuesto —me burlo—. Me muero por ver cómo intentas controlarme. Ni siquiera
puedes hacer que Jacob haga sus quehaceres y ¿cuándo fue la última vez que una
mujer consiguió excitarse en tu cama? Ni siquiera eres un hombre.
Gruñe y su
palma choca contra la casa frente a mí.
Salto.
Y lo siguiente que sé es que su mano está en mi cabello y mi
cabeza está siendo girada hacia el costado mientras sus labios se estrellan
contra los míos.
Gimo, la
sensación y el sabor de él inundándome es tan fuerte que mi clítoris late entre
mis piernas. Oh, mierda. Mis párpados se cierran, el calor y la
adrenalina caen en picada desde mi pecho hasta mi ingle en el lapso de un
segundo.
Retrocede.
—Mierda. —Y
su puño se tensa en mi cabello.
Pero
regresa, su boca cubre la mía exigiendo más y apenas puedo recuperar mi
aliento. Estoy ardiendo por todos lados.
Sabe tan
bien. Se siente tan bien. Solo toma un momento, pero mi cerebro finalmente se
activa y estiro mi mano, tomando la parte de atrás de su cuello y besándolo
también.
Su mano se aferra
a mi cintura y puedo sentir sus dedos deslizarse debajo de la tira de seda roja
de mis bragas asomándose, enrollando su mano una vez en la tela como si
estuviera a punto de arrancarla.
Mi coño
palpita ante la idea. Su lengua es ardiente y exigente, moviéndose rápidamente
en el interior de mi boca, jugando con la mía y cuando retrocede una milésima
para mordisquear mi labio inferior, me levanto sobre la punta de mis pies,
sintiendo el dolor cálido y resbaloso entre mis piernas.
Oh, Dios.
Se mueve de
mis labios a mis mejillas, dejando besos a lo largo de mi mandíbula y de
regreso por mi cuello. Solo puedo arquearlo para darle vía libre.
Y sonrío
por dentro. Desea esto. Me desea.
Mi piel
vibra, el vello se eriza en mis brazos y me dan escalofríos al sentir sus manos
que comienzan a explorar tanto como su boca.
Presiono mi
trasero contra su entrepierna y siento la rugosidad de su polla, dura y
tentadora. Aparta su boca, gimiendo ante mi empujón.
—Isabella.
—Jadea, con los ojos cerrados y sus cejas fruncidas con dolor—. Mierda, no
podemos hacer esto.
Me doy la
vuelta, arqueándome sobre las puntas de mis pies y apoyo mi frente contra la
suya con mis manos en su cintura.
—Lo sé
—digo—. Lo sé.
Dios, ¿por
qué tenía que suceder esto?
Me cierno
sobre sus labios, sintiéndolos mientras su cálido aliento hace que quiera
envolverme dentro de él.
—Lo sé —susurro de nuevo—. Lo arruiné, ¿cierto?
Somos
víctimas de las circunstancias. Al menos estoy convencida que me hubiera
gustado sin importar nada. Si fuera cualquier otro tipo que entrara a mi bar,
se sentara y hablara conmigo, lo habría deseado. Puede ser brusco y está fuera
de práctica respecto a tratar con la gente, pero soy feliz con él y me gusta
que lo único que parece necesitar de mí, es mi presencia. Es más feliz conmigo
aquí.
—No
necesitas pelear contra mí, ¿de acuerdo? —le digo—. Mañana me iré a la casa de
mi hermana y estaré más que bien. No tienes que preocuparte por mí. Nunca debí
haberme quedado...
Aunque
repentinamente, agarra la parte posterior de mis muslos y me levanta, obligando
a que mis piernas se envuelvan alrededor de él. Fijándome contra la pared, me
mira y niega con la cabeza.
—No vas a
ir ninguna parte.
Y luego se
lanza hacia mí, capturando la parte inferior de mi barbilla en su boca. Jadeo,
mi cabeza cae hacia atrás y mis párpados se cierran, mientras muerde y besa,
enviando cosquillas a lo largo de mis brazos.
Me aferro a
sus hombros y cedo, retorciéndome contra él y anhelando la fricción de él entre
mis piernas.
Uno de sus
brazos me sostiene mientras el otro se arrastra hasta el tirante de mi sostén,
tirando hacia abajo, así puede besar la piel de mi hombro.
Jadeo,
desesperada.
—Quítalo.
Por favor.
Su mano se
mueve a mi espalda, pero en lugar de desabrocharlo, tira del tirante y lo lleva
hacia abajo. Sin embargo, solo estoy desnuda por un momento antes que ambos escuchemos
una puerta cerrándose de golpe en el interior de la casa y nos sobresaltamos.
—¿Papá?
—dice Jacob en voz alta—. ¿Estás despierto?
—Mierda
—sisea Edward entre dientes.
—Oh, Dios.
—Me retuerzo fuera de su agarre y me suelta. Me agacho, recogiendo mi camiseta
y mis zapatos de nuevo, levantándolos para cubrirme. Veo la luz de la cocina
encendiéndose a través de la puerta trasera y rodeo el costado de la casa, escondiéndome
fuera de vista.
Mi corazón late con fuerza en mis oídos y no puedo tragar. Echo un
vistazo alrededor de la esquina hacia Edward y él mira alrededor como si no
estuviera seguro de qué hacer, pero finalmente toma la manguera, el agua sigue
corriendo y continúa lavando sus brazos y manos ya limpios.
—¡Sí, aquí
afuera! —llama, su manzana de Adán rebota de arriba abajo.
Oigo el
crujir de la puerta mosquitera al abrirse y me retraigo, asegurándome de estar
fuera de la vista.
—Hola, ¿qué
estás haciendo? —pregunta Jacob.
Rápidamente
vuelvo a abrochar mi sujetador y me pongo de nuevo mi camiseta empapada.
—Solo
limpiando —responde Edward—. El río casi inundó al puerto hoy. Intenté
llamarte.
—Sí, lo
siento.
Hay un
momento de silencio y todo lo que puedo escuchar es el agua derramándose sobre
la hierba ahora inundada.
—¿Dónde
está Isabella? —dice Jacob.
—No sé...
¿adentro?
Mis ojos
caen y la culpa me golpea como una puñalada. Tuvo que mentirle.
Quiero
decir, por supuesto que lo haría. Yo también lo hubiera hecho. Pero la realidad
se asienta respecto a que puedo dejar a Jacob y alejarme y la vida continuará. Edward
no puede hacer eso. Es su hijo.
—¿Te
quedas? —pregunta Edward.
—Solo voy a
recoger algunas cosas —explica Jacob, sonando solemne—. No creo que ella me
quiera cerca por lo menos durante un tiempo. Gracias por dejarla quedarse aquí.
La voz de Edward
apenas está por encima de un susurro.
—No hay
problema.
Hay más
silencio y luego escucho que el agua se detiene y algo de movimiento.
—Realmente
me cuidó cuando... —Jacob se queda en silencio y luego continúa—, cuando no
podía soportar tener a nadie más cerca. Nunca quise lastimarla.
Agujas
pinchan mi garganta. Todo esto es tan desastroso, porque no sé cuán enojada se
me permite estar.
Lo hizo
justo debajo de mi nariz. Durante semanas.
Pero en mi
corazón, tampoco le fui fiel.
En algún
lugar profundo, siempre supimos que esto era finito.
—Puedes volver a casa —dice su padre en voz baja, casi suplicando.
Pero Jacob
no responde y me gustaría poder ver su rostro. ¿Está mirando a su padre? No
puede mirar a los ojos de la gente cuando está molesto o triste.
—¿Qué estás
haciendo? —le pregunta Edward, con tanta tristeza en su voz—. ¿Qué estás
haciendo contigo, eh?
Escucho un
suspiro y luego Jacob dice:
—Hablaré
con ella. Con el tiempo.
Y entonces
la puerta mosquitera se cierra, estrellándose contra el marco y lentamente echo
un vistazo al otro lado de la esquina, viendo a Edward solo, de pie en el lugar
donde lo dejé.
Su frente
está marcada por el dolor y está mirando fijamente hacia el suelo. Aunque su
cabeza se gira ligeramente hacia mí.
—No te
trata bien y debería hacerlo —dice Edward, su rostro lleno de culpa—. Pero esto
no puede suceder, Isabella.
Aprieto mis
dientes, las lágrimas se acumulan en el fondo de mi garganta.
Lo sé.
Lo sé.
17 comentarios:
Hola me encanta la historia y espero que la continúes, pero se ve la letra encima tiene algo negro
Jacob, otra vez arruinando las cosas, lo bueno es que ya se acercaron, aunque supongo que se alejaran de nuevo
Casi pasaba y Jacob los interrumpió
Tenia que llegar ese a interrumpir , Edward eso pasara por que son libres no es la novia de tu hijo y el no la quiere en realidad nunca la quiso solo fue una amiga y el se aprovecho de eso , Bella esta sola y tu lo sabes ❤😘💕 gracias nos leemos
A la espera de que edward reaccione, Jacob no se merece tanta consideración.
Ay noo! Porque tenia que interrumpirlos? Es muy injusto que se sientan mal. Jacob no ha sido ningun un santo. Pero edward es un buen papa y entiendo por ese lado.
Edward debe pensar que bella lo quiere para pasar el rato.
Gracias por actualizar...
Que complicado, era la novia de su hijo, es normal que sienta remordimientos. Les va a costar establecer una relación romántica por encima de eso. gracias por el capítulo
Cuando el próximo capítulo? Me encantó
Muchas gracias por el capítulo, actualiza pronto
Noooo porque tuvo que llegar jacob y cagarlo todo!!estaban ahi nomas de estar juntos,es increible la quimica que tienen. Me supongo que despues de lo que paso se van a alejar pero no lo van a poder hacer por mucho tiempo xq su atraccion es demasiado fuerte.
Espero ansiosa tu proximo capitulo.
Oh esto fue mas rápido deblo que me esperaba pero se arruino ajajaja ahora como se van a ver y sers todo incómodo! Gracias ojalá actualices pronto
!
Hola cuando vuelves actualizar
Ojalá no dejes la historia incompleta, se estaba poniendo más interesante
Hola por favor no dejes de actualizar! Espero que te encuentres bien
Me encanta la historia
:( actualizacion por favooorr!!
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