Capítulo 25
Edward
Me
detengo frente a Heidi, escaneo el estacionamiento a mi alrededor por el
Challenger de Jacob. No lo veo, pero apenas puedo ver nada bajo la lluvia en
este momento. Lo llamé y a Isabella sin parar durante las últimas veinticuatro
horas, pero no puedo soportarlo más. Si él quiere tiempo, puedo hacer eso. Si
necesita espacio, se lo daré.
Pero
necesito disculparme cara a cara. Necesito que sepa que lo amo, y no quise que
esto sucediera.
No
es que él me escuche o probablemente incluso me escuche a través de su ira,
pero no puedo sentarme sin hacer nada.
Salgo
de mi camioneta, corro hacia la puerta de Heidi, bajo el porche cubierto, y
golpeo con mi puño. Ha estado lloviendo todo el día y, aunque dejé que los
chicos tuvieran el día libre, todavía fui al sitio y me encargué del negocio
solo para matar el tiempo hasta que Jacob saliera del trabajo hoy. Si es que ya
comenzó su nuevo trabajo, claro.
Heidi
abre la puerta, todavía con su falda recta de oficina, pero descalza y con la
camisa por fuera. Me ve y cruza sus brazos sobre su pecho, inmovilizándome con
una mirada presumida.
—Quiero
hablar con él —le digo.
—Has
hecho suficiente —se burla, sacando su cola de caballo apretada—. Jesús, pensé
que yo era una mala madre. ¿Qué estabas pensando? ¿Tomando sus sobras como si
no hubiera otra mujer en esta ciudad que pudieras follar?
—No
fue así.
—Ahórrame
los detalles. —Se acerca a una mesa cercana y toma un vaso que lo más probable
es que sea vodka y jugo de naranja—. Ella no es diferente de lo que pensabas
que era yo. Ella te usó, Edward. Te utilizó por un lugar para vivir y
conveniencia, y oh, ¿qué más hiciste? ¿Arreglar su auto también? —Sacude la
cabeza, sonriendo amargamente—. Ella tuvo suerte contigo, y todo lo que tuvo
que hacer fue abrir sus piernas. Cristo, ustedes los hombres son realmente
densos cuando se trata de una cara bonita.
Mi
mandíbula se tensa. Isabella no es así. Ella no se parece en nada a ti.
No
estoy aquí para hablar de ella de todos modos.
—Tú
no sabes nada —digo.
—Aw,
¿están enamorados?
Mi
corazón late dos veces más fuerte, y mi rostro cae, una imagen parpadea en mi
mente de ella de pie junto a la piscina hace tres noches, pidiéndome que le
contara a Jacob y luego que la llevara a la cama, a nuestra cama.
Mi
estómago se hunde. La extraño tanto.
—Oh,
Dios mío, la amas —dice Heidi, mirándome a la cara y luciendo como si estuviera
a punto de reír.
Pero
antes que pueda decirme algo más, me enderezo.
—¿Dónde
está?
—Se
fue —dice, apoyándose en la puerta y tomando un sorbo de su bebida—. Por las
próximas ocho semanas.
—¿Qué?
—Bueno,
tal vez si estuvieras prestando más atención a tu hijo que a su pedazo de
basura desechada, sabrías que fue a MEPS (Military Entrance
Processing Station: es donde llegan las solicitudes para el servicio militar y completar
el proceso de enlistamiento.) hace
más de una semana para sus exámenes físicos y otras pruebas —me dice, muy
complacida de restregarme en la cara todo lo que no sé—. Se alistó en la
Marina, Edward. Parece que estaba desesperado por la orientación que claramente
no consigue de ti. Se embarcó esta mañana.
Mis
cejas caen en picada.
—¿Qué?
—grito esta vez.
¿La
Marina? No solo te unes a la Marina. Lleva meses enlistarse. Yo
debería saberlo. Casi lo hice cuando tenía su edad.
Como
si sintiera mis preguntas, continúa.
—Lo
ha estado planeando por un tiempo. Está perdido, quiere una dirección —dice
como si recitara su lista de compras—. Tenía miedo de contarle a alguien,
porque tiene la costumbre de no seguir con las cosas. Quería sorprendernos
cuando estuviera seguro. Después que fue a MEPS, hizo su prueba, obtuvo su
examen físico y estaba comprometido. Sin embargo, iba a decírtelo, pero supongo
que nunca tuvo la oportunidad.
Mis
pulmones están vacíos, y agacho la cabeza.
Agujas
me apuñalan la garganta y me escuecen los ojos. Esto no es correcto. Él no
habría hecho algo así. Jacob no es... disciplinado. ¿Se sometería
voluntariamente a eso? ¿Qué estaba pensando?
—Está
en la Estación Naval de Great Lakes —dice—. Regresará en un par de meses.
Comprueba su Instagram si no me crees. Hizo un último comentario esta mañana.
¿Instagram?
Yo no…
Jesucristo.
Ella
cierra la puerta, e inmediatamente escucho que la cerradura gira.
Me
quedo allí, afuera de su puerta, la lluvia que me rodea con los últimos días
corre por mi cabeza mientras intento conectar cualquier pista que Jacob haya
dejado sobre sus planes. Renunció a su trabajo, diciéndome todos los beneficios
de su nuevo... él quería un tatuaje.
Este
nuevo trabajo secreto era una gran cosa.
¿Realmente
se unió al ejército?
Dirigiéndome
a mi camioneta, subo y cierro de golpe la puerta contra el aguacero y reviso mi
teléfono en busca de mensajes o textos nuevamente.
Pero
aún nada. Nada de Jacob o Isabella.
¿Sabía
ella sobre esto?
No,
ella me lo habría dicho.
Recordando
lo que dijo Heidi, escribo Jacob Masen Instagram en la barra de búsqueda
e inmediatamente veo aparecer algunas cuentas diferentes. Al hacer clic en
ellas, encuentro una con su foto y veo que la primera publicación es la más reciente.
Es solo una imagen de las puertas abiertas de un autobús que parece que está a
punto de abordar con una leyenda que dice: Debí haber tomado la píldora azul.
¿Qué
significa eso? Entonces recuerdo The Matrix. Una de sus películas
favoritas cuando era pequeño.
Paso
mi mano a través de mi cabello, listo para salir de mi maldita piel. ¿Cómo no
pudo al menos enviar un mensaje de texto? Entiendo si él no me habla, pero
tiene que saber que estaría preocupado. Por dejarme durante meses con todas
estas preguntas…
Me siento en la camioneta, pasando la
siguiente media hora buscando sitios web y blogs de padres, tratando de
descubrir cómo puedo hablar con él. No se le permite un teléfono celular
durante el entrenamiento, y no puedo llamarlo a menos que haya una emergencia,
e incluso entonces tengo que pasar por la Cruz Roja para localizarlo.
Mierda.
Siento que estoy en Twilight Zone en este momento. Él se fue. Sin forma de
contactarlo inmediatamente durante ocho semanas.
No
hemos pasado mucho tiempo juntos los últimos años, pero todavía estaba a solo
una llamada de distancia. No puedo dejar que las cosas se queden así durante
dos meses.
Busco
la estación local de reclutamiento en el área y llamo a la oficina. Podría
conseguir su dirección una vez que reciba su asignación.
No
hay respuesta, así que lo rastrearé mañana y descubriré cómo encontrarlo.
Maldita
sea.
—¡Mierda!
Me
siento tan impotente.
Sabiendo
que su teléfono celular probablemente ha sido confiscado por ahora, lo llamo de
todos modos y sostengo el teléfono en mi oreja. Va inmediatamente al correo de
voz.
—Jacob
—digo, tragando algunas veces para mojarme la garganta—. Yo... yo...
Sacudo
mi cabeza, cerrando los ojos.
—Te
amo —le digo—, y siempre estaré aquí para ti. Sé que... sé que no tengo excusa.
Yo solo… —Lágrimas brotan de mis ojos y no sé qué más decir, excepto la
verdad—. Traté de no enamorarme de ella. Lo intenté. Lo siento.
Cuelgo
y tiro el teléfono, sintiéndome vacío.
No
quiero a ninguno de los dos fuera sin que sepan que los amo.
Estoy
solo otra vez, y solo los quiero de vuelta. Ellos son todo.
Isabella
tenía razón. Debí habérselo contado, acabar con ello y procurar que lo
aceptara. Yo nunca iba a dejarla de buen grado. ¿Cuánto tiempo pensaba
mentirle? Incluso si ella y yo no terminamos las cosas, habría tenido que
decírselo en algún momento.
Enciendo
el motor y cambio a reversa, retrocediendo fuera del estacionamiento y saliendo
a toda velocidad. Volviendo a la carretera, me dirijo a la ciudad, revisando
periódicamente mi teléfono en busca de mensajes.
Isabella
dejó casi todo en mi casa. Tomó algunas ropas, sus libros y algunas cosas
personales, pero sus modelos, su cama, muebles y la pintura todavía están allí.
Volverá
por esas cosas, ¿verdad? No toda la esperanza está perdida todavía. La veré de
nuevo.
Pero
no la he visto en ninguna parte de la ciudad, no ha estado en el trabajo, y no
he visto su auto. ¿Dónde está?
Estaba
tan tranquila la otra noche. Misteriosamente calmada, en realidad. Como si ya
no le importara.
Me
odiaré para siempre si la arruiné. Mi hermosa, feliz y sexy chica que me mata
con sus sonrisas y bromas.
Entrando
en el estacionamiento de The Hook, salgo de la camioneta y camino bajo la
lluvia hacia el club.
No
hay nadie en la puerta, protegiéndola, pero dudo que me detuviera de todos
modos. Entro y me detengo, déjà vù inundándome. La misma canción del pequeño
baile del FaceTime de Isabella suena mientras dos mujeres dan vueltas alrededor
de los tubos en el escenario. La imagen de su hermoso cuerpo actuando solo para
mí me golpea, y estoy casi enfermo con lo jodidamente estúpido que soy y por lo
que perdí.
Al
ver a Tanya a la izquierda, me acerco, sin importarme que esté encima de un
tipo en este momento. Está sentada a horcajadas sobre él, con los brazos
apoyados sobre sus hombros.
—¿Dónde
está? —exijo.
Tanya
me dispara una mirada, arqueando una ceja mientras aprieta al tipo, sin perder
el ritmo.
—Mira,
solo quiero hablar con ella, ¿de acuerdo?
Tanya
termina con el tipo, susurrando algo en su oreja, y se levanta de la silla,
pasando a mi lado.
La
sigo.
—¿Al
menos puedo saber si está bien? —pregunto en tono firme—. Han pasado días. ¿Se
está quedando en un lugar seguro? Dejó casi todo atrás, así que sé que no tiene
su propio lugar.
Tanya
sigue caminando, y estoy un poco incómodo con la media de red que tiene
alrededor de su tanga, pero sigo persiguiéndola. Hace un gesto al camarero
quien busca en una nevera portátil y saca una botella de agua para ella, deslizándola
por la barra.
Pero en
lugar de detenerse, toma el agua, se da vuelta y sigue alejándose de mí.
—¡Jesús,
Tanya! —Dejo escapar, busco mi billetera y saco dinero—. ¡Aquí hay cien dólares
por cinco minutos de tu tiempo! —Lo coloco con fuerza sobre la barra—. No
quiero un baile, lo único que quiero…
Ella
gira, y no tengo tiempo para reaccionar antes que su rodilla conecte entre mis
piernas, haciéndome caer hacia adelante.
Gruño,
jadeando cuando un dolor incandescente arde como balas en mi ingle, muslos y
estómago. Cierro los ojos con fuerza, cayendo sobre una rodilla y un sudor frío
me recorre todo el cuerpo.
Escucho
débilmente su voz en mi oreja.
—No
bailaría para ti ni aunque valieras mil millones de dólares y tu polla tuviera
el sabor de un Tootsie Pop de cereza —dice con rabia—. Aléjate de mí y de mi
hermana. Olvida que existió.
Un
malestar se enrolla a través de mí, y me toma un tiempo antes de poder respirar
regularmente de nuevo. Para cuando soy capaz de levantarme, mis piernas están
temblorosas y Tanya se ha ido.
Y
también mis cien dólares.
—No
la amas, ¿verdad? —pregunta Emmett.
Termino
de apilar las cajas en el garaje, mi cuarto proyecto en la última semana para
mantenerme ocupado cuando no estoy en el trabajo.
Emmett
está afuera, sentado en una silla de jardín, inclinado hacia delante, sus codos
sobre sus rodillas y mirándome como si fuera un toro en una tienda de China, a
punto de romper una mierda en cualquier momento.
Han
pasado nueve días desde que vi a mi hijo o a Isabella, y cada día que pasa
siento que se están alejando cada vez más de mí. Como si hubiera seguido
adelante y como si nunca hubiera existido para ella.
Cualquier
esperanza que tenía se está agotando rápidamente.
He
llamado, enviado mensajes de texto y dejado mensajes para ambos, y la única
ventaja que tengo es una dirección para escribirle a Jacob. Tuve que acosar a
su reclutador para que me la consiguiera. Envié mi primera carta ayer.
En
cuanto a Isabella, la única certeza que he podido obtener de que está bien es
de Emmett, que tuvo noticias de su esposa, quien supo por Esme que Isabella
está fuera de la ciudad visitando amigos y está bien.
¿Regresará?
Dejé
de llamar después de unos días, porque claramente no quiere hablar y estoy
intentando respetar sus deseos, pero... si llamara ahora mismo, iría a buscarla
desde cualquier lugar y le daría todo lo que quisiera. Por el resto de mi vida
ella puede tener todo lo que quiera.
—Edward,
no puedes casarte con ella —declara Emmett como si supiera dónde está mi
cabeza—. Lo sabes, ¿verdad?
Le
doy la espalda, volviendo a colocar las herramientas desechadas en el banco de
trabajo y despejando lentamente la mesa.
Hace
nueve días hubiera estado de acuerdo con él. Hubiera dicho que tenía razón.
La
gente hablará. Probablemente ya estén hablando. Lo harán sucio e incorrecto y
sus amigas de la escuela secundaria bromearán sobre ella, y nadie nos tomaría
en serio. Todo lo que verían es su edad y cómo cambió del hijo a su padre, y
sería la comidilla de la ciudad.
Pero
ahora no estoy tan seguro. ¿A quién le importa lo que piensen? Lo superaríamos,
y el círculo de amigos de Isabella es tan pequeño como el mío. A ella no le
importará lo que los extraños tengan que decir al respecto.
Seríamos
jodidamente felices, y finalmente la gente seguiría adelante.
Ella
me quería. Quería amarme.
Estaba
lista para nosotros.
Sacudo
la cabeza, argumentando:
—Ella
es diferente.
—No,
no lo es —responde Emmett—. Es joven y llena de esperanza. Como solíamos ser.
Me
giro lentamente y lo miro. No es como que él se oponga a mí.
Pero
lo escucho mientras continúa.
—Todo es nuevo y fresco para ella
—dice—. Está entusiasmada con la vida y te hace recordar cómo se sentía. Antes
que creciéramos y nos diéramos cuenta que no íbamos a ser pilotos de caza
salvando el mundo o reyes de Wall Street montados en alargadas limusinas. —Se
ríe en voz baja, recostándose en la silla—. Antes que hubiera facturas que
pagar y responsabilidades que aumentaban a medida que pasaban los años.
Su
mirada cae, y puedo ver todo lo que siento en su rostro. Él no odia su vida,
adora a su esposa e hijos, pero si pudiéramos regresar y hacer al menos una
cosa diferente, sé que ambos lo haríamos.
Aquí
estamos, sentados, y no estamos seguros de qué más tenemos que esperar.
—Mira,
hombre. —Levanta sus ojos hacia mí—. Te divertiste con ella. No digo que hayas
hecho nada malo. Si el sexo es bueno, entonces disfrutan el uno del otro. Pero
debes pensar en el futuro y sabes que no siempre se sentirá así. —Hace una
pausa, frunciendo el ceño—. Se despertará en diez años y verá en línea una foto
de un amigo de la escuela que está recorriendo Nepal o alguna mierda y mirará
su propia vida y pensará en cómo se enganchó con dos niños en esta pequeña
ciudad y se casó con un hombre de casi cincuenta años cuya vida está a más de
la mitad de camino.
Permanezco
en silencio, y el peso de sus palabras en mis entrañas es como ladrillos.
—¿Crees
que no se arrepentirá de elegirte, sabiendo que sus mejores años casi se han
ido? —pregunta.
Pero
no tengo que responder. Él sabe que tiene razón.
En
diez años, aún será joven y hermosa, y voy a merecerla incluso menos que ahora.
No puedo darle todo lo que ella quiere sin importar lo mucho que mi ego piense
lo contrario.
Nació
para grandes cosas. Es inteligente, fuerte y se merece el mundo. Merece una
vida que me pasó hace mucho tiempo.
Otro
hombre será para ella todo lo que no soy y nunca seré, y aunque esa idea es
como ácido en mi boca, estará más feliz por ello. Y sobre todo lo demás, eso es
lo que quiero. Ella se hará mayor con otra persona, y esa es la vida que
merece.
Emmett
se va, y cierro el garaje, me dirijo a la casa e inmediatamente subo las
escaleras. Me detengo en el dormitorio de Isabella, la puerta se abre y la
ligera brisa que sopla fuera de su ventana sopla las hojas del árbol en el
patio trasero.
Su
leve aroma permanece, y la marca que su cuerpo hizo todavía está grabada en la
almohada apoyada en su silla.
Sin
embargo, no entro. No es mi habitación, ya no es mi chica y está por ahí en
algún lado, siguiendo con su vida, y necesito hacer lo mismo.
Suficiente.
Haz lo correcto.
Alcanzando
la perilla, inhalo su perfume por última vez.
Y cierro
la puerta.
**Dos meses después**
Enrollando
la delgada cuerda blanca alrededor de la rueda, tiro de ella viendo como se
mueve hacia mí sobre la polea. Me muevo al otro poste de madera que coloqué en
el jardín y tiro de esa cuerda, probándola.
No
tengo idea de por qué estoy poniendo un tendedero.
Lo
único que sé, es que me estoy quedando sin ideas. Ya construí una mesa de
picnic con hielera integrada en la mitad, la pinté y agregué las bancas.
También había puesto un pozo para fogatas, un camino de piedra que llevaba de
la puerta trasera al portón de atrás, una cama de flores, antorchas alrededor
de la alberca, una pérgola, una hamaca, un pequeño estanque con un jardín de
piedras. Seguía moviéndome de un proyecto al otro, para no tener tiempo de
pensar, no voy a hacerlo. Supongo que lo disfrutaré cuando termine.
—Se
ve diferente aquí atrás —dice alguien.
Miró
hacia arriba, viendo a James Cramer de pie en el balcón de su habitación y
mirando hacia mi patio.
¿Este
tipo tiene obsesión conmigo o qué? ¿Por qué siempre está intentando hablarme?
—¿Tienes
tiempo libre, huh? —pregunta—. Noté que ha estado más tranquilo en las últimas
semanas.
Le
dirijo otra mirada, dándole una sonrisa de cortesía. Quizás si le respondo, me
dejará en paz.
Y
sí, ha estado más tranquilo. Hasta ahora.
—Entonces,
um —comienza, y gruño entre dientes—. Te vi a ti y a Isabella una noche.
Me
detengo y vuelvo a levantar los ojos, mirándolo. Calor sube por mi cuello al
escuchar su nombre. No he hablado sobre ella con nadie en meses.
—Mi
cocina está frente a la tuya —explica—, era tarde, y ustedes estaban en el
lavaplatos.
Mi
cuerpo se calienta, recordando eso. La vista de ella caminando desnuda a la
cocina una noche, y como no la dejé tomar un bocadillo de media noche hasta que
yo tuviera el mío. Estaba tan hermosa.
Me
enderezo, apretando los dientes.
—¿Observaste?
—No.
—Suelta como si nunca se atreviera. Y luego se encoje de hombros—. Quiero
decir, lo hubiera hecho si no hubieran terminado en el suelo eventualmente y
fuera de mi línea de visión.
Continua
con una risa, y si pudiera volar, estaría sobre su cerca en este momento,
estrangulándolo.
Parece
notar mi ira e intenta calmarme.
—Escucha,
no pretendía ver nada, ¿está bien? Sabes, podrías intentar permanecer alejado
de las ventanas. —Mueve la cabeza—. Solo digo que creo que es la primera vez
que te vi sonreír. Ciertamente parece que te hizo feliz. En realidad no podría
creer que ella no fuera capaz de hacer feliz a cualquier otro hombre.
—Cállate
de una jodida vez —murmuro, inclinándome y recogiendo las herramientas,
tirándolas en la pequeña caja.
¿De
verdad? ¿Cómo pudimos ser tan descuidados? Él es la última persona cuyos ojos
quiero sobre ella.
—Entonces,
¿a dónde fue? —pregunta—. ¿No funcionó para ustedes?
Lo
ignoro, reuniendo mi mierda, para poder escapar adentro.
—¿Cómo
lo echaste a perder, hombre? —Se ríe, tomando un sorbo de su cerveza—. Si
encuentras a una mujer así, joven y ardiente con un cuerpo en buena forma, no
la pierdes.
Lanzo
la llave al suelo, moviéndome hacia adelante sin tener a dónde ir.
—Voy
a patear tu trasero. Cierra la maldita boca.
—Entonces,
está disponible ahora, ¿verdad?
—Hijo
de perra —gruño.
Se
ríe entre dientes. Debe ser tan divertido.
—Definitivamente
eres triste —dice—. Las mujeres no son tan difíciles de hacer feliz si te
interesa un poco.
—No soy
incapaz —espeto—. Pero ese no es el punto. Las chicas adolescentes deben estar
con chicos adolescentes, y no lo olvides de una jodida vez la próxima vez que
te cruces con una. Ella merece a alguien de su propia edad.
Él
asiente, pensando. Y luego me lanza una mirada.
—Entonces,
tu hijo es de su edad, ¿verdad? ¿La trató mejor que tú?
Respiro
pesadamente, pero permanezco en silencio. Me da una sonrisa medio complacida y
se aparta, regresando a su casa.
Eso
no es el punto, imbécil.
Sí,
puedo decir con seguridad que sus relaciones con chicos de su misma edad
tampoco son ganadoras, pero…
¿Pero
qué? ¿No voy a ser capaz de darle todo lo que quiere? ¿No voy a crecer con
ella? ¿No voy a comenzar de nuevo, y construir una familia a mi edad?
Dos
meses atrás, todos esos parecían argumentos válidos, pero con el tiempo se
sintieron menos convincentes. Como que quizás, quién soy y dónde estoy en mi
vida, no está grabado en piedra. Todavía puede cambiar.
Sacudo
la cabeza. No lo sé.
No,
hice lo correcto. Han pasado meses, y no he sabido de ella. Claramente siguió
adelante.
Pero
Dios, la extraño. Es como si estuviera constantemente enfermo de hambre, pero
la comida no me satisfará. Existe un vacío en mi interior que no puedo llenar
por mi cuenta.
Levanto
la caja de herramientas y giró hacia la casa, pero cuando miro hacia arriba,
veo a Jacob de pie en la puerta trasera de la casa.
Me
detengo. Jesús. ¿Desde hace cuánto tiempo ha estado parado ahí?
La
caja cuelga de mis dedos mientras nos miramos, y estoy completamente
sorprendido de verlo ahí.
—Te
vi en la graduación —dice, una mano en su bolsillo.
Su
graduación del campo de entrenamiento fue ayer, y había estado escribiéndole y
acosando a su reclutador todo el verano para poder contactarlo. Aunque tenía
que verlo. No podía perdérmelo. Es un logro impresionante.
Lentamente,
camino hacia él, incapaz de apartar la mirada. Se ve increíble. Más alto y
grande, un largo verano en el campo de entrenamiento había bronceado su piel y
aclarado su ahora cabello corto. Está usando su uniforme verde de camuflaje con
su gorra en una mano mientras se recarga en el marco.
—Solo
quería verte —le digo—. No estaba seguro si me habías puesto en la lista o tu
reclutador, pero no respondiste ninguna de mis cartas, así que no estaba seguro
si me querías ahí.
Después
que la ceremonia terminó quise hablar con él, pero su mamá estaba ahí con su
último novio, y con él estaban unos amigos que habían conducido para verlo. No
quería arruinarlo, así que me fui. Él tendría de regreso su teléfono, así que
podría ver las llamadas, mensajes, y correos de voz. Me haría saber cuando
estuviera listo.
Agacha
la cabeza, escaneando el suelo frente a él.
—Recibí
todas tus cartas. Gracias por las tarjetas telefónicas.
¿Quieres
decir las que no usaste para llamarme? Sonrío, sin culparlo. Era
una pequeña posibilidad, pero me alegra que recibiera todo. Siempre y cuando
supiera que estaba pensando en él…
—¿Cómo
estás? —Doy un paso al frente y bajo la caja de herramientas, sacando un trapo
de mi bolsillo trasero para limpiarme las manos.
No
habla y respira profundamente. Finalmente, levanta sus ojos azules.
—¿Tienes
cerveza?
Asiento
suavemente y lo llevo a la cocina. El aire acondicionado me golpea, enfriando
el sudor en mi espalda, y mis nervios hacen que sea difícil respirar, peor en
este momento no estoy tan nervioso como pensé que estaría. No está gritando
todavía, así que es una buena señal.
Abro
dos botellas de Corona. La luz del sol de la tarde se desvanece de la mesa de
la cocina mientras se oculta detrás de unas nubes.
Toma
asiento, y hago lo mismo. Cuando permanece en silencio, me doy cuenta que la
pelota está en mi cancha.
—Entonces,
¿eres feliz? —le pregunto—. ¿En la fuerza militar?
Tuve
tiempo para acostumbrarme a la idea, especialmente después que su reclutador me
lo asegurara, pero necesitaba escucharlo de él.
—Sí.
—Baja su cerveza a la mesa, manteniendo su puño alrededor de ésta—. No lo sé, supongo
que es lo que necesitaba. Ser desgarrado para que me reconstruyeran mejor.
Espero
para que continúe.
—No puedo
dormir hasta tarde —dice—. No puedo llegar ebrio. No puedo decir que estoy
enfermo si me siento flojo ese día… apesta, pero tengo un trabajo y dinero en
la cuenta. Una carrera. Eso se siente muy bien. —Finalmente levanta la mirada—.
Tengo un futuro, y para alguien que nunca supo dónde demonios estaba su lugar
en el mundo, es algo bueno que los militares decidieran por ti y te dieran dirección.
—¿Estás
seguro? —Levanto la botella, dándole un trago.
Me
encanta que esté haciendo algo con su vida, pero también quiero asegurarme que
esté haciendo su propio camino.
Continúa.
—Ahí
es donde Isabella y yo nunca tuvimos sentido. Ella sabía lo que estaba en su
mente, y lo resentía cuando estaba con ella, porque yo nunca lo supe. —Deja
escapar un suspiro—. Yo no era su igual, nunca lo suficientemente bueno para
ella. Nunca sería lo suficientemente fuerte mentalmente. Algunos de nosotros
simplemente no lo somos.
Mi
corazón se detiene ante sonido de su nombre, pero lo ignoro. No estoy seguro de
que unirse a los militares fuera algo que realmente quisiera hacer con su vida,
pero estoy seguro que no estaba encontrando respuestas en este pueblo. Al menos
lo sabía.
Fue
lo suficientemente fuerte para dar ese salto.
—Tú
hiciste eso, ¿no es así? —pregunto—. Lograste pasar el entrenamiento. Estoy
orgulloso de ti.
Veo
su manzana de Adán subir y bajar, y los músculos de su mandíbula moverse. Toma
otro sorbo, todavía sin mirarme.
—Entonces,
¿dónde está? —pregunta, echando un vistazo a la sala como si todavía estuviera
en la casa.
—No
lo sé. —Muevo la cabeza—. Se fue después de ti. No la he visto en dos meses.
Su
mirada brinca a la mía, su ceño fruncido en preocupación.
—He
hablado con su hermana —lo tranquilizo—. Ella está bien. Donde sea que se
encuentre.
Parece
aceptar la respuesta, porque toma otro trago. Pero ahora, me siento más
desanimado. Está claro que tampoco ha mantenido contacto con Jacob. No es que pensara
que seguían en contacto después de todo, pero eran amigos. Dependiente del otro
en algún momento. Entre más lazos corte, menos razones tendrá para regresar.
—¿Estás
viendo a alguien más? —pregunta.
—Nop,
no en este momento. —Doy otro sorbo—. Solo concentrándome en la casa y los
negocios.
—Sí, me
encontré con Emmett de camino al pueblo, me dijo que están adelantados por dos
años.
Me
río.
—No
es tanto…
Aunque,
vamos jodidamente bien. Puedes terminar mucho trabajo cuando no te apresuras a
llegar a casa con una mujer que enciende tu cuerpo.
—Entonces,
¿ella lo terminó o tú con ella? —pregunta, regresando a Isabella.
Lo
miro. No quiero hablar de esto. Solo quiero que él esté bien. Quiero que hable
de cualquier otra cosa menos yo.
Pero
mayormente, es porque no estoy orgulloso de mi respuesta. Si Isabella no se
hubiera ido, la hubiera mantenido por todo el tiempo que hubiera estado
dispuesta. Debí renunciar a ella por él, y no lo hice. Y no estoy seguro si lo
hubiera hecho si ella me hubiera dejado decidir.
—Lo
lamento —digo en su lugar—. Nunca sabrás lo arrepentido que estoy.
Sus
ojos se fijan en los míos, con una ola de emociones. No estoy seguro si quiero
enfrentar su mirada. Dolor, decepción, confusión, soledad… Pero también: calma,
resolución y aceptación.
—Cuando
te vi en la graduación ayer, quería estar molesto contigo —dice—. Y estaba
molesto porque no fuera así.
Baja
la mirada, las ruedas girando en su cabeza.
—Supongo
que hay algo que decir sobre el tiempo y la distancia. —Me da una sonrisa
triste—. Te da mucha perspectiva. Mucho tiempo para pensar en ciertas cosas.
Sí.
—Cuando
tenía seis —continúa—, perdiste un contrato porque fuiste a un juego de las
ligas menores. En mi cumpleaños diez, cambiaste mi fiesta y pagaste por todos
para que fueran al lugar de go-carts, porque mamá y uno de sus novios
comenzaron a pelear en casa y me avergonzaron frente a todos. Cuando me gradué
de la secundaria, tomaste una segunda hipoteca para pagar por mi universidad,
la cual tiré por el caño.
Mi
garganta se hincha. ¿Recuerda todo eso?
—Hacer
lo que pudieras para hacerme feliz, sin importar el sacrificio, nunca pareció
una decisión difícil para ti. —Me mira, su voz gruesa con emoción—. Entonces,
creo que hacer algo que sabías me lastimaría, definitivamente no fue una
decisión fácil —dice—. Sé que me amas.
Aprieto
los dientes para mantener mi respiración calmada, y el alivio se apodera de mí.
—No
sé cuán de acuerdo estoy con todo esto, pero… —asiente—. Sé que me amas.
Estoy
sin palabras. Es un poco desgarrador ver a tu hijo y preguntarte si tuviste
algo que ver en lo bueno que resultó ser. No puedo creer que esté sentado justo
aquí cuando no estaba seguro de sí volvería a verme.
—¿Todavía
la amas? —pregunta.
Dudo
por un momento, buscando las palabras. Sí, todavía la amo, pero…
—Ella
está mejor sin mí —le digo.
Lo
deja, sin presionar más.
—Tengo
que regresar mañana en la noche. ¿Está bien si me quedo la noche?
—Por
supuesto.
Se
levanta, llevando su cerveza con él a la sala.
—Los
Twins jugarán contra los Cubs esta noche —dice—. ¿Quieres verlo?
Inhalo
profundamente y lo suelto, sintiendo cómo mi cuerpo se relaja por primera vez
en meses.
—Suena
bien. Ordenaré la pizza.
—Queso
—especifica.
Me
río.
—Sí,
lo recuerdo.
Saco
el teléfono de mi bolsillo y comienzo a marcar, pero luego escucho su voz.
—Y
papá —dice.
Levanto
la cabeza.
—Te
amo —me dice—. Pero nadie está mejor sin ti.
****
Esa
noche, despierto por un relámpago a la distancia. No abro los ojos, el peso de
muchos largos días de trabajo pesan en mis párpados. Giro a mi costado,
sabiendo que volveré a dormir si espero un minuto.
La parte
interna de mi brazo derecho quema con el tatuaje que me hice más temprano esta
noche. Jacob y yo decidimos ir al Rockford después de la pizza y hacernos esos
tatuajes que había mencionado. Él eligió un ancla a la mitad de su espalda,
acompañado por una brújula y un nudo de pescador con la frase “Forjado por el
Mar” a su alrededor. Aunque todo solo tiene las líneas. Dice que le daría color
después que se lo gane.
Supongo
que significa después de sus primeros seis meses en el mar.
La
vela grabada en mi piel se siente como si estuviera realmente encendida, el
humo de la mecha sube por mi brazo hasta mi codo. Desde la primera vez que Jaocb
mencionó los tatuajes hace dos meses, supe que algo que representara a Isabella
sería la única cosa que querría en mí por el resto de mi vida. La cumpleañera y
sus deseos. Siempre sería una parte de mí.
Inhalo
profundamente, y a pesar que he lavado las sábanas muchas veces desde que se
fue, todavía puedo sentir el aroma de su cabello en la almohada.
Y
si me concentro lo suficiente y dejo mis ojos cerrados, ella está junto a mí.
Muevo
un brazo alrededor de su cuerpo, y la atraigo hacia mí, clavando mi nariz en su
frío cabello.
—¿Estaba
roncando? —susurra.
Sonrió,
tratando de no reír.
—No.
Se
siente tan cohibida, y es adorable. La abrazo, sintiéndome tan lleno, porque
todo lo que necesito es ella en mis brazos ahora. Sus curvas encajan
perfectamente conmigo, y estoy lleno. Mi pecho se llena de algo que es
prácticamente demasiado para poder contener.
Ella
respira calmadamente, y deslizo mi mano sobre su estómago desnudo, mi cuerpo
vuelve a la vida por ella. Tan fácilmente, como siempre lo hace.
De
pronto, su pequeña voz interrumpe una vez más el silencioso cuarto.
—Me
embarazaste —susurra.
No
me muevo. ¿Qué dijo?
No,
eso no puede ser verdad. Hemos tenido cuidado.
Cuando
no digo nada, gira para mirarme.
—No
tuve mi período la semana pasada —dice tímidamente—. Me hice unas pruebas en la
mañana. Mi mejor suposición es que tengo un mes.
Cierro
los ojos. Dios mío. ¿Un bebé?
Mi
bebé.
—Espero
que tenga mis ojos —dice.
Abro
los míos.
—¿Tus
ojos?
—Bueno,
ella será una mezcla de ambos después de todo —explica—, y quiero que tenga tu
sonrisa. Eso lo pone parejo, ¿verdad?
Toco
su rostro.
—¿Estás
segura? ¿Un bebé?
Asiente.
—Estoy
segura. —Me mira con cautela y pregunta—. ¿Está bien?
Abro
mi boca, pero ninguna palabra sale. ¿Un bebé? Me imagino despertando con un
infante a mitad de la noche, asientos para auto, y caricaturas, y me siento
abrumado, pero extrañamente, me siento… tan jodidamente enamorado de ella y de
la idea de su cuerpo creciendo con mi niño.
Pero
quería que tuviera opciones. ¿Realmente quiere esto?
Lo
único que sé, es que la quiero a ella. Quiero todo con ella, y deseo, por su
bien, que todavía no lo estuviera, pero lo querría eventualmente.
—Te
amo —susurro—. Te amo tanto.
Exhala
y sonríe como si hubiera estado conteniendo el aliento todo ese tiempo, y se
coloca sobre mí, a horcajadas.
—Te
amo, también. —Me besa, su cuerpo desnudo acoplándose al mío—. Estaba tan
nerviosa. No estaba segura si querías más niños, o…
—Shh,
nena —le digo, besándola y sosteniendo su rostro—. Te amo. Es solo… —me detengo
y luego continúo, mirándola a los ojos—, estás atrapada conmigo, ¿no es así?
Me
regala una pequeña sonrisa, y tomo su trasero en mis manos.
—He
visto muchas veces el amor fracasado, Edward —dice—. Ambos lo hemos visto, ¿no
es así? —Y luego se mueve contra mí, despertando mi cuerpo de inmediato—. Este
es de la buena clase. Cuando lo encuentras, lo conservas. Nada es más
importante.
Me
pongo duro, mientras ella se mueve contra mí, y tomo su rostro, mirándola a los
ojos.
—¿Me
amas? —pregunta.
—Nunca
dejaré de amarte.
Se
agacha y me besa, cerniendo sus labios sobre los míos.
—Entonces,
soy muy afortunada —susurra—. Somos tan afortunados.
Clavo
mis manos en ella y la acerco, pero de pronto no hay nada aquí, y abro los
ojos, viendo que mis brazos están vacíos. Era un sueño, y no puedo calmar mi
respiración. Apartando las sabanas, me siento, columpiando mis piernas, y
cubriéndome la cabeza con las manos.
—Mierda
—digo ahogadamente. Mi frente está cubierta en sudor.
Todavía
estoy duro, sangre pulsando atreves de mi polla, porque todavía puedo sentir lo
que sentía hace dos meses. Daría lo que fuera por tenerla en mis brazos en este
momento.
Levantándome,
me pongo los jeans y salgo de la habitación. Paso la habitación de Jacob donde
sigue dormido y silenciosamente abro la puerta de Isabella. Su habitación ha
estado cerrada por ocho semanas, y me siento perdido en cuanto inhalo. Ella
está en todas partes, cierro la puerta y enciendo la luz.
Sus
revistas Home & Garden están debajo de su cama, y miro su
escritorio, mis ojos moviéndose a la esquina y recordando lo hermosa que estaba
esa noche. El sistema de sonido que Emmett le dio está encima, y camino hacia
éste, bajando el volumen y presionando Play. Reconozco a Bruce
Springsteen I’m On Fire saliendo de las bocinas, y vuelvo a ajustar el
volumen, sin querer despertar a Jacob.
Camino
a la cama, me siento y escucho la canción, mirando alrededor.
No
puedo alejarme de ella, y nunca quiero hacerlo. En algún momento pensé que
estaba enamorado de Lindsay, pero no era así. No era como esto.
Y
ni siquiera se lo dije. Ella no sabe que la amo.
Nunca
pensé que diría esto, pero Cramer tiene razón. La hubiera amado con todo lo que
tenía. Era la indicada para mí. Hubiera llegado lejos para poder hacerla feliz
por el resto de su vida.
Pero
lo arruiné.
Mirando
alrededor, noto un frasco en su mesa de noche, la etiqueta dice Sueños.
Muevo la mano y lo tomo, estudiando unos pequeños rollos de papel, todos de
diferentes colores y amarrados con hilo dorado dentro del frasco.
Mi
corazón retumba en mis oídos, no quiero invadir su privacidad pero necesito
saber, necesito saber que sus sueños no me incluyen o cosas que puedo darle. Su
amor nubla su mente. Lo que escribió aquí, será la verdad.
Abriendo
la tapa, dejo caer los rollos sobre la cama y tomo uno. Deslizando el hilo, mi
estómago se retuerce por los nervios mientras desenrollo el primero.
Inventar
mi propia tradición de Navidad.
Sonrío
débilmente, algo como eso suena exactamente a ella. Es creativa, y hubiera
amado ver con qué salía.
Dejándolo
a un lado, tomo otro, lo abro y leo.
Conducir
un convertible con la capota abajo en la lluvia.
Sí, puedo
verla arrastrándome a hacer algo así, intentando hacer que me divierta.
Tomando
otro rollo, mi sonrisa cae, y mi boca se seca, preparándome de nuevo para ver
algo que quizás no me guste. El pulso de mi cuello se acelera mientras desenrollo.
Tener
una biblioteca en mi casa algún día. Con estantes a la medida, hojas soplando
afuera, y un sillón cómodo con frazadas calientes.
Muevo
las cejas y suelto el papel, tomando otro rápidamente.
Me
pregunto si puedo hacer que Edward se quede en cama todo el día, en un día de
lluvia, para ver películas.
Te
lo garantizo chica, ver películas no sería todo lo que haríamos si nos
quedáramos en cama todo el día.
Desenrollo
otro.
Subir
a un globo aerostático.
Mi
respiración se acelera mientras sigo abriendo papeles, uno detrás del otro.
Adoptar
un perro.
¿Cómo
haces tu propia cerveza? Me gustaría intentar eso.
Llevar
a mis hijos a paseos al lago en los veranos.
Instalar
un tendedero en el jardín de mi futura casa. ¡Ya nadie hace eso!
Parpadeo.
Acabo de instalar un tendedor. Ella lo tiene ahora.
Continúo.
Correr
un maratón.
Tener
una cobija en la cajuela para picnics espontáneos.
Ver
un desfile.
Aprender
a hacer chili.
Ir
en cuatro ruedas.
Nadar
en el océano.
Llenar
la camioneta de Edward con mantas y almohadas e ir a mirar las estrellas.
Sigo
leyendo papel tras papel, finalmente sin ser capaz de leer más y alejándolos.
—Mierda.
—Respiro, mis ojos ardiendo.
Puedo
darle todo esto. Cada una de esas cosas, sus sueños, la vida que desea, puedo
dárselo. Todo eso.
¿En
qué pensaba? ¿Qué ella quería poder, dinero, y fama? ¿Qué dijo en una de sus
primeras noches aquí?
No
me importa la boda. Yo solo quiero la vida.
Ella
quiere un hogar. Quiere que las personas se amen.
Quería
que la quisiera. Es todo lo que quería.
Lágrimas
que no dejaré caer brotan de mis ojos.
—¿Qué
demonios hice?
***********************************
Holaa todas que les aprecio el capitulo de hoy bueno como ls habia comentado el lunes acaba esta adaptacion ya los ultimos 2 capitulos para acabar pero no se preocupen estare seleccionando la siguiente para el blog pero aun pueden leer la de fan fiction "Quiero estar contigo" bueno nos vemos al lunes
7 comentarios:
Vaya jacob por fin crecio y al menos edward se dio cuenta q si lo ama su hijo y q ya es hora de ir x bella
Me ha encantado este Capítulo, gracias, actualiza pronto
Muchas gracias por actualizar, me encanto el capituló por lo menos Jaocb ya entro en razón y perdono a su padre y se dio cuenta que lo que hizo no fue para lastimarlo, y Edward por fin se dio cuenta que ama a Bella con todo su ser y que los sueños que tiene ella, el se los puede cumplir y ser feliz los dos como una verdadera familia llena de mucho amor. Esperando con ansias la próxima actualización.
Saludos y bendiciones
Aaaww ha sido un capitulo con emociones diferentes. Creo que jacob maduro mucho. Por fin edward no se sentira culpable.
Pense que no duraria tanto tiempo lejos de bella. Es muy triste su situacion.
Gracias por el nuevo capitulo y nos leemos el lunes
excelente capitulo,me gusto mucho.
la verdad que no puedo creer que al fin jake maduro y se dio cuenta que el padre siempre estuvo para el y nunca lo dejo de lado.
y edward, un poco tarde se dio cuenta que lo que queria bela es estabilidad,tener su casa,su familia. y ella veía todo ese futuro con edward. espero que ahora que edward tiene claro sus sentimientos busque a bela como sea y le pida perdón por tardar tanto tiempo.
espero ansiosa el próximo capitulo.
Estoy triste de que ya termine la adaptación
Así que el vecino se hizo un festín con ello, hay que cerrar las ventanas!!!!
Que bueno lo de Jacobo..
Esperemos que ahora Edward se ponga a buscarla....
Gracias por la historia y por tu tiempo!!!
Vanina Iliana
GRACIAS 😭😭❤
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