lunes, 20 de mayo de 2019

Capitulo 27 No puedo amarte


Capítulo 27

Bella
Un año después

—¡Aprenderé por mi cuenta si dejas de revisar hasta el último detalle! —regaño a Edward, intentando apartar sus manos de mis manillares.

Está sentado detrás de mí en mi nuevo cuadriciclo y pisa el acelerador, impulsándonos fuera del desfiladero y el barro. Jadeo, recostándome contra él y mi estómago cae a mis pies mientras aferro sus antebrazos para estabilizarme. Me rio.

—Bueno, si llevaras el casco… —dice.

—Pero no puedo ver con el casco.

Estamos enlodándonos. No es como si estuviéramos yendo a una velocidad de cincuenta y seis kilómetros por hora ahí fuera. No necesito un casco para esto. Y además, sólo estoy aprendiendo a usar el cuadriciclo hoy. Tendrá suerte si subo a diecinueve kilómetros por hora.


Pero si no llevo el casco, entonces no me dejará conducirlo sola hasta que haya recibido una instrucción apropiada. De ahí la lección de conducción.

Aceleramos a través de la ladera, el barro salpica por todo mi nuevo cuadriciclo rojo, mis botas y jeans. También siento unas gotas de algo frío aterrizar periódicamente en mi cabello, apartado de mi rostro con una gorra de baseball, y en mi camiseta.

Mis exámenes finales han terminado esta semana, y he tenido dolores de cabeza por falta de sueño sin parar, pero me siento mucho mejor hoy. Me alegra que me sorprendiera con esto. Un día de él, diversión y aire fresco es todo lo que necesitaba.

Ha sido tan bueno a través de mi malhumor durante el último par de semanas mientras estudiaba, haciéndome aperitivos y siendo bueno al no distraerme mientras terminaba el trabajo.

Aunque vino a la biblioteca —mi viejo dormitorio— y me tentó con un rapidito aquí y allá bajo la pretensión que necesitaba un descanso del estudio.

Sí, de acuerdo.

Sonrío, recordándolo entrar mientras tenía la nariz enterrada en un libro, quitarse su camiseta y decirme que va a tomar una ducha, pero sé lo que realmente quiere, porque sabe que la vista de él con solo sus jeans es mi jodido porno. No puse pelea. Nunca lo hago. Lo deseo tanto como él a mí.

Pero ahora los finales han terminado y también las clases hasta el próximo otoño, y soy toda suya.

Su camioneta está estacionada delante, y su cuadriciclo todavía está en el tráiler unido, limpio y brillando como nuevo.

Se detiene y apaga el motor, enterrando sus labios en mi cuello y besándome.

—Tengo un regalo para ti —se burla.

Vuelvo mi cabeza, rozando su mejilla con mis labios.

—Ya me diste mi regalo. —Paso mis dedos por los manillares de mi nuevo cuadriciclo y también recuerdo el orgasmo que tuve a las seis de la mañana. Ha sido un muy buen cumpleaños hasta ahora.

—En realidad, el cuadriciclo era solo una excusa para comprarme uno —explica.

Mordisqueo su mandíbula.

—Entonces, ¿qué es? ¿Más antigüedades para mi colección?

—Las cintas de casete no son antigüedades, Isabella —declara con firmeza.
Me rio.

—Tienes razón, tienes razón. Son consideradas clásicas. Como los autos de más de treinta años. ¡Como tú! —trino—. Eres clásico.

Pone su mano sobre mi boca, amortiguando mi risa y sacudiendo la cabeza. No está ofendido por mi broma. Solo me burlo sobre su edad porque todavía piensa que es un problema, y estoy intentando aligerar el humor.

Y para algunas personas en la ciudad, es extraño. Pero no significan nada para nosotros. Jacob, mi hermana y Esme han llegado a estar de acuerdo, no obstante Jacob un poco más lento que los otros, pero son todo lo que importa.

Muerdo sus dedos, jugando, pero de repente, sostiene una pequeña caja de cuero negro frente a mí y me detengo.

Mi rostro cae y ya no me rio.

Bajando su mano de mi rostro, permanece en silencio mientras miro fijamente la caja. Un millón de diferentes pensamientos recorren mi cabeza ahora mismo, pero apenas puedo oírlos porque el pulso en mis oídos es ensordecedor.

Oh, Dios mío. No es un… anillo, ¿cierto? Quiero decir, no hemos hablado sobre esto.

Siempre esperé que llegara a esto, pero Edward no da grandes pasos sin un poco de ayuda. No tenía ni idea…

Extendiendo la mano lentamente, tomo la caja y la abro. Mi boca está tan seca como un desierto, cuando veo el anillo de diamantes dentro.

Lágrimas pican en mis ojos y mi boca se abre.

Es una rosa. Como las de mi pastel de cumpleaños que me compró el año pasado y las flores que planté alrededor de la casa esta primavera. Un diamante enorme se asienta en medio de los pétalos de platino, adornados con pequeñas piedras, y es diferente de cualquier cosa que haya visto jamás. Hermoso y especial y completamente mío.

¿Quiere casarse conmigo?

Dejo escapar un pequeño sollozo, abrumada.

—¿Te estás burlando de mí ahora mismo? —espeto—. ¡Estoy cubierta de barro!
¿Está haciendo esto ahora? ¿Cuando hubo cientos de cenas y desayunos en la cama este último año cuando estaba linda y limpia?

Su pecho se sacude con una risa detrás de mí y envuelve su brazo en mi cintura.

—Eres hermosa.

Paso mi pulgar sobre la enorme piedra. Es real. Todo esto es real.

—He estado planeando esto por un largo tiempo —dice—. Creerías que sabría qué quería hacer o decir, pero no puedo pensar en nada ahora mismo. —Su aliento cae por mi cabello mientras susurra—: Supongo que debí haberme puesto sobre una rodilla, ¿eh?

—No, no me sueltes. —Mi voz tiembla.

Trago el bulto en mi garganta y saco el anillo, bajando la caja y probándomelo. La fría banda se desliza perfectamente y tomo su mano, poniéndola sobre el manillar de nuevo con la mía encima.

Su dedo todavía no tiene un anillo cuando entrelazo nuestras manos.

Pero lo hará.

Mi corazón se hincha como si fuera demasiado para que mi pecho lo contuviera, y estoy sin palabras. Ciertamente me sorprendió. No puedo creer que hiciera esto sin darme ni una pista de lo que había preparado.

Miro nuestras manos unidas, recostándome contra él e incluso más excitada ahora por todo lo que está por venir. Creo que parte de mí —una pequeña parte—, todavía estaba esperando por él. Siempre estaba en lo profundo de mi mente, ese miedo a que todavía pudiera verme demasiado joven o no preparada para esto o él, pero tiene que saber…

Soy feliz cada día. No hay nada que se sienta mejor que él.

Una pocas gotas de lluvia golpean mis brazos, las nubes por encima oscureciéndose, y finalmente encuentro mi aliento, inhalando profundamente.

—Entonces, vas a decir “sí” o… —Su voz se desvanece.

Sonrío ante la pizca de miedo que oigo en su voz ante mi silencio.

—Sí. —Me vuelvo y lo beso—. Me haces tan feliz. Te amo.

Presiona su frente contra la mía.

—Te amo tanto que duele, nena.

Su boca se hunde en la mía de nuevo y toma mi rostro en sus manos, besándome y provocando a mi lengua a donde lo siento en todas partes. Mi aliento se vuelve irregular y estoy a punto de sugerir que llevemos esto a la camioneta, ya que estamos completamente solos aquí, pero la lluvia aumenta, golpeando mi cuerpo mucho más rápido ahora.

Rompo el beso y alzo la mirada, entrecerrando los ojos contra la lluvia para ver las nubes de tormenta por encima. Las tormentas de verano están empezando temprano este año.

Desmonta, ayudándome, y ambos trotamos hacia el lado del pasajero de la camioneta, abre mi puerta para mí.

—¿Podemos hacerlo hoy? —pregunto, apartando mi nuevo casco sin usar de mi asiento y dejándolo en el suelo.

—¿Casarnos? —pregunta—. Realmente no te importa la boda, ¿cierto?

Echo un vistazo para verlo sonriéndome mientras se quita su camiseta embarrada y la arroja a la cama de la camioneta.

Me paro en la puerta abierta y me encojo de hombros. Al crecer, nunca se me ocurrió preocuparme por una fiesta y ropa elegante. Cuando otras mujeres jóvenes soñaban con los colores y los vestidos de damas de honor, solo quería todo lo que venía después de eso. El marido, los hijos, la casa con el olor a galletas después de la escuela, picnics y viajes por carretera…

Subo el escalón, a punto de entrar en la camioneta, pero tira de mí y me vuelve contra él. Caigo contra su pecho desnudo, mis pies todavía plantados en el escalón, y rodeo su cuello con mis brazos.

—Como que sí me preocupo por eso —admite, encogiéndose un poco como si se disculpara—. Nunca he estado casado antes, ¿sabes? Me encantaría verte en un vestido.

Ahora, ¿cómo puedo decir que no a eso? Asiento, besándolo de nuevo. En realidad, podría ser divertido. ¿Fotos de compromiso en el barro? Sí, por favor.

—Estaba pensando en México —me dice, mirándome—. ¿Una playa en el mar de Cortés y solo tú, yo y nuestras personas cercanas?

Sonrío.

—Diablos, sí.

Suena a lo que nos gusta. Tranquilo, privado y perfecto. Y no mentiría si dijera que me entusiasma ir a algún lugar que nunca he visto. Apenas he estado fuera de esta ciudad, y la idea de tener que conseguir un pasaporte me emociona tanto como tener que comprar ese vestido por el que Edward va a morir cuando me vea con él.

Ya estoy burbujeando con excitación ante la mirada que espero ver en su rostro.
Me mira, guardando silencio y sus ojos serios.

—¿Vas a querer hijos? —pregunta.

Mi corazón late con fuera, sabiendo que esto es potencialmente un tema sensible.

—¿Uno, al menos? —menciono, tímida—. ¿Eso está bien?

Entiendo que empezar de nuevo es un mucho que pedirle, pero me encantaría tener a su bebé.

Con el tiempo.

Para mi sorpresa, apenas duda antes de asentir.

—Estoy bien con ello —responde—. Aunque, no puedo esperar demasiado, o recibiré el descuento por persona mayor en la cena de graduación del niño.

Estallo en risas.

—Sin embargo, después que te gradúes —me dice—, está en marcha, ¿de acuerdo?

—De acuerdo.
Me siento en el asiento y me quito las botas embarradas, tirándolas en la cama de la camioneta con la camiseta de Edward, y me quito mi gorra, mi cabello cayendo alrededor de mi rostro.

—Sabes… —empiezo—. Estoy un poco nerviosa.

—¿Oh?

Niego, chasqueando la lengua.

—Casarme con un hombre mayor con mucha más experiencia…

Se acerca a mí, agarrando mis caderas y tirando de mí al borde del asiento y hacia él. Paso mi mano por su pecho desnudo.

—No necesito que mi esposa sepa lo que les gusta a otros hombres —declara—. Solo lo que me gusta.

Mis cejas se alzan, teniendo una idea. Lentamente, desabotono la camisa de franela que llevo y veo sus ojos ensancharse cuando ve que no llevo nada debajo. La abro ligeramente, invitando a sus ojos a posarse en mis pechos desnudos.

—¿Y qué te gusta? —lo provoco como esa noche en la cocina cuando le puse una tirita en el dedo.

Su mirada está posada en mi pecho y dejo que la camisa caiga por mis brazos, mis pezones están duros por el frío de la lluvia en el aire.

Dejo caer mi voz a un susurro.

—Creo que necesito más práctica.

Sus ojos se oscurecen y se llenan de deseo mientras me mira. Impulsándose en el escalón, entra en la camioneta y fuera de la lluvia, bajando su cuerpo sobre el mío. Caigo hacia atrás en el asiento, abriendo mis piernas para él mientras trabajo en desabrochar su cinturón.

Nuestros labios se ciernen sobre los del otro.

—Lo que sea que la cumpleañera quiera —susurra.

3 comentarios:

k_roline82 dijo...

Me encanto,!por fin son felices y se van a casar. Los finales felices son los mejores y me gusta que la edad no pudo romper su amor. Continuare con el epílogo. Muchas gracias

vani dijo...

Siiii.... Que sorpresa!!!
Lo que menos me esperaba era que le propusiece casamiento...
Gracias por tu tiempo!!!

Ana dijo...

Muchas gracias

ORACION A MI SEXY VAMPIRITO

Edward de mi guarda
De mi sexy compañia
Bebete mi sangre
De noche y de Dia
Hasta que caiga en tus brazos
Y sea tu marca de heroina