Capítulo 4
Nunca toqué el suelo. Alguien me agarró y lo
siguiente que supe fue que estaba siendo colgada de un ancho hombro y llevada como
un saco de grano fuera del baño y por el pasillo.
—¡Oye, bájame! —Golpeé
débilmente en la ancha espalda de Cullen a pesar de que el movimiento me hizo
sentir como si estuviera a punto de vomitar.
—Tómalo con calma,
renacuajo. Estamos casi en la habitación. —Retumbó su voz profunda a través de
mí mientras hablaba.
Quise protestar un poco
más, pero el mundo empezó a girar otra vez en ese punto. Cerré mis ojos y quedé
inerte en su hombro. No parecía haber nada más que pudiera hacer. Cuando
volvimos a la habitación me puso en mi cama con sorprendente delicadeza y se
fue. Me preguntaba dónde había ido cuando volvió y puso algo frío y mojado en
mi punzante mejilla. Gemí y traté de empujarlo, pero apartó mi mano.
—No te muevas, eres un
desastre. —Empujó una pajilla a mis labios—. Toma, bebe esto.
No quería nada de beber,
pero tomé un pequeño sorbo para apaciguarlo. Algo frío, dulce y burbujeante
corrió por mi garganta, haciéndome toser y jadear. La pajilla fue abruptamente
retirada.
—Es sólo una bebida
carbonatada. ¿No puedes manejar nada? —Mi nuevo compañero de cuarto sonó
impaciente.
Volví a toser.
—So... sólo la he
tomado una vez. No me esperaba... las burbujas. —Mi voz sonaba ronca e
incierta, incluso a mis oídos.
—Toma otro sorbo ahora
que sabes lo que es. Necesitas un poco de azúcar en tu sistema. —Presionó la
pajilla en mis labios de nuevo y esta vez tuve la oportunidad de beber sin
toser.
Para mi sorpresa, él
tenía razón, la dulzura azucarada de la bebida efervescente me hizo empezar a
sentirme mejor casi al instante. Mi mejilla seguía dolorida pero al menos el
mundo ya no giraba.
—Gracias —le dije,
después de terminar la bebida.
—De nada. —Estaba
sentado en el borde de mi cama, mirándome críticamente, de la forma en que
alguien podría estudiar a un bicho medio aplastado—. Creo que estás bien.
Tienes sangre en la cara, pero no parece haber una hemorragia.
Me limpié la boca.
—Es de Demetri. Lo
mordí.
—Lo mordiste, ¿eh? —Me
dio una mirada de respeto a regañadientes—. Eres un pequeño chico luchador, te
daré eso.
—Muchas gracias —le
dije con amargura—. Eso significa mucho viniendo de un tontorrón como tú. —Mi
pequeña estatura realmente resultaba ser una desventaja.
—De nada —dijo de nuevo,
tomando el recipiente vacío de bebida y poniéndolo
abajo en la mesita de
noche.
—¿Por qué? —le
pregunté, mirándolo.
—¿Por qué, que?
—¿Por qué me ayudaste?
—Traté de sentarme, pero me empujó hacia abajo.
—Es mejor esperar un
minuto antes de levantarse. Vine a ver de qué se trataba todo el alboroto.
¿Gritas como una niña, lo sabes, camarón?
—Tenía miedo —le dije
con frialdad—. Y no me llames así. Mi nombre es...
—Lo sé, Jasper Swan
—suspiró—. Biers me dijo cuando fui a preguntar por la situación de los
cuartos.
—¿Qué te dijo sobre
eso? —le pregunté.
Cullen se pasó una mano
por su pelo rubio oscuro, con cara de frustración.
—Me dijo que sólo
tendría que lidiar con ello. Mira… —Me señaló—. Iba enserio cuando dije que
tenía que estudiar. No quiero música fuerte o fiestas aquí, lo digo en serio.
—No quiero eso tampoco
—le dije, frunciendo el ceño—. Sólo estoy aquí para aprender, así puedo
conseguir mi licencia de pilotaje. No estoy interesado en ninguna de las
actividades sociales que vi en los pasillos en mi camino hasta aquí.
—¿Actividades
sociales? —Levantó una ceja y se echó a reír—. Tienes una muy extraña manera de
hablar, Swan. ¿De qué luna eres, de todos modos?
—Dianna —le dije con
frialdad—. De la provincia de Push.
Cullen frunció el ceño.
—Soy de Apolo. He oído
hablar de Victoria, pero nunca he estado allí. ¿No es la provincia donde todo
el mundo es tan rígido y formal que ni siquiera pueden estornudar sin
disculparse mil veces?
—Es civilizado —le
corregí—. Qué es más de lo que puedo decir por la forma en que la gente actúa
por aquí.
Él negó con la cabeza.
—No debes haber estado
afuera de la escuela antes. La Academia es bastante estándar.
—Si ser amenazado y
golpeado dos veces en el mismo día es normal no sé cómo alguien se gradúa
—espeté—. Ni siquiera he estado aquí dos horas y ya he sido asaltado.
—¿Asaltado? Vamos. —Me
golpeó el hombro—. Recibiste un golpe, no seas como una niña al
respecto.
Abrí la boca para dar
una respuesta airada y volví a cerrarla. Al parecer ser un hombre involucraba
estoicismo ante el dolor y en este momento yo hacía un trabajo bastante pobre
en ello.
—Me dolió —señalé
finalmente.
—Ser golpeado en la
cara por lo general lo hace. Vamos a ver cómo se ve. —Se inclinó hacia delante,
levantó el paño húmedo y frío que había puesto en mi mejilla herida y frunció
el ceño, pensativo.
—Bueno, vas a tener un
tremendo moretón, pero no creo que nada esté roto. Sin embargo, podemos ir a la
enfermería para una radiografía si lo deseas.
—No, gracias —le dije,
tratando de sentarme de nuevo. Esta vez me ayudó.
—¿Mejor?
—Sí. —Finalmente fui
capaz de mirar alrededor sin sentir como si estuviera en una calesita en la
feria, lo que era una gran mejora.
—¿Y qué hiciste para
ganar eso, de todos modos? —Cullen hizo un gesto a mi mejilla herida—. ¿O Demetri
sólo estaba con su encanto habitual?
—Vi algo... en el
edificio de administración. —Fruncí el ceño hacia mis manos—. No estoy seguro
si debo decirte.
—Si es algo que tiene
que ver con Biers, todo el mundo ya lo sabe. Aunque no creí que Demetri fuera
de esa manera.
—¿Qué quieres decir?
¿De qué manera? —le pregunté.
—Ya sabes. —Cullen hizo
un movimiento de lado a lado con una mano grande y bien formada—. Gay.
Sólo había oído esa
palabra una o dos veces antes, pero tenía una idea general de lo que significaba.
—¿Crees que vi… a Demetri
y Biers... haciendo algo inmoral juntos? —Mi voz se alzó ligeramente—. Pero los
dos son varones. ¿Eso es normal en la Academia también?
Cullen se encogió de
hombros.
—En realidad no, pero
se oye de eso de vez en cuando. Ya sabes como es, demasiados chicos calientes
sin chicas admitidas.
Tuve un súbito
pensamiento perturbador.
—¿Eres tú... de
esa manera?
—¿Gay? ¿Yo? —Rió con
sorpresa, como si la idea fuera totalmente absurda—. No, absolutamente no. Hay
demasiadas chicas guapas en el sistema solar como para perder mi tiempo en otro
tipo. Pero Riley Biers definitivamente lo es. No me digas que no intento la
vieja rutina de “vamos a ver cómo te queda tu uniforme” contigo.
Podía sentir mis mejillas calentándose.
—Sí, lo hizo —admití—.
Yo, uh, logré escapar, sin embargo. ¿Habría realmente tratado de... de...? —No
pude terminar.
Cullen rió con
incredulidad.
—No lo puedo creer, en
realidad estás sonrojado.
—Él... yo... —Me llevé
las manos a las mejillas calientes y me estremecí cuando toqué la herida. ¿Cómo
podía decirle que no hablábamos de cuestiones sexuales de cualquier tipo en
Victoria? ¿Y por qué hablar de esto con él hacía que mi corazón latiera tan
fuerte?
—No importa. —Negó con
la cabeza, un rastro de una sonrisa aún permanecía en sus labios—. Riley
es bastante inofensivo, en realidad, sólo le gusta mirar. Se sale con la suya
porque tiene una especie de entrada con las autoridades de por aquí. ¿Y qué
pasó con él y Demetri?
—Nada de eso —le aseguré—.
En realidad, nada que tuviera que ver con Riely en absoluto. Era el director.
Sus cejas se alzaron.
—¿El director?
Rápidamente, antes de
que pudiera tener una idea equivocada, le puse al corriente de todo lo que
había visto y oído mientras esperaba en la oficina del director. Cuando
terminé, Cullen se echó hacia atrás y dio un silbido largo y bajo.
—¿Y Demetri te atrapó
mirándolo mientras recibía el castigo? No me extraña que esté detrás de
ti, Swan. Quiere que todos piensen que es invencible porque su padre
está en la Junta Directiva. Si se corre la voz de que en realidad fue
castigado y que eligió el remo sobre el bastón, su reputación sería
mandada al infierno.
—No iba a decirle a
nadie —protesté—. ¿Y qué más da qué eligió?
—El remo es para los
cobardes. —Cullen agitó una mano con desdén—. Ni siquiera rompe la piel. El
bastón duele mucho más y puede dejar cicatrices permanentes.
Me estremecí ante la
idea de algo peor que el castigo que había presenciado más temprano ese día.
Aunque padre nos habló
rudamente a Jasper y a mí, nunca había puesto una mano encima a cualquiera de
los dos o se lo permitió a alguien más tampoco. ¿Me golpearía con el bastón el
director James si mi secreto fuera descubierto? No podía dejar que eso
sucediera.
—Parece que vas a tener
que estar pendiente de Demetri por un buen tiempo —dijo Cullen, sacándome de
mis pensamientos tristes—. ¿Cuál es tu horario de clase? Voy a tratar de
decirte la mejor manera de evitarlo.
—Está ahí. —Señalé la tablet
disponible sobre el escritorio y él se levantó de la cama para conseguirla.
—Hmm. —Frunció
el ceño mientras hojeaba el horario—. Parece que tú y yo tenemos una gran
cantidad de las mismas clases. Cálculo interdimensional y navegación astronómica
uno detrás del otro. Desafortunadamente Demetri está en la clase de cálculo
también.
—Al menos tú y yo
estamos juntos en esa —le dije, sin pensar.
Cullen frunció el ceño.
—No te hagas ilusiones,
camarón. Soy tu compañero de cuarto, no tu guardaespaldas. No tengo tiempo para
venir corriendo al rescate cada vez que tropieces con tu dedo del pie.
—Por supuesto que no
—le dije con frialdad—. No esperaría que lo hagas.
Cullen me señaló.
—Vas a tener que
aprender a cuidar de ti mismo. Especialmente en tu última clase del día,
educación física obligatoria. Demetri está en esa también y yo no estoy.
—Entiendo… Estoy por mi
cuenta. —Traté de sonar tranquila y serena.
—Así es. —Parecía
satisfecho, como si por fin hubiera mostrado su punto.
—Pero ¿cómo podemos
tener las mismas clases si tu y Demetri son de la Cuarta Formación y yo estoy
en la Tercera? —le pregunté, extendiendo mi mano para tomar la tablet. Cullen
me la entregó.
—En el caso de Demetri
es porque reprobó los cursos y los está tomando otra vez.
—¿Qué hay de ti? —Miré
hacia arriba con curiosidad. No parecía el tipo de fallar en algo.
—Perdí la mayor parte
del año pasado. —Miró lejos, una mirada de preocupación pasó por sus fuertes
rasgos por un momento—. Por… motivos personales.
—¿Motivos personales? —le
dije—. ¿Qué…?
—Personales significa privados.
¿De verdad tengo que deletrearlo para ti? —Su voz, anteriormente casi amistosa,
se había vuelto enojada y había una mirada indescifrable en sus penetrantes
ojos Verdes.
—Está bien, está bien.
Lo siento. —Levanté mis manos en un gesto de paz—. No fue mi intención
entrometerme.
—Mantente fuera de mis
asuntos. —Cullen me miró con frialdad—. Puede que tenga que compartir la
habitación contigo, pero eso no nos hace amigos.
—Bien. —Traté de hacer
mi voz tan fría y distante como la suya—. No tengo ningún interés en tu vida o
en nada que ver contigo. —Levanté mi barbilla, tratando de parecer superior,
pero justo en ese momento, mí estómago gorgoteó de la manera menos femenina—.
¡Oh! —Olvidando que tenía que ser un hombre que no se preocupaba por esas
cosas, puse una mano sobre mi estómago y otra en mi mejilla—. ¡Por favor,
discúlpame!
Cullen negó con la
cabeza.
—Te avergüenzas con
mucha facilidad, ¿verdad? ¿Y qué si tienes hambre? Es la hora de comer de todos
modos.
—¿Dónde comemos aquí?
—le pregunté, bajando de la cama.
Me miró
especulativamente.
—Está bien, sólo por
esta vez puedes venir conmigo al comedor. Sin embargo, vas a tener que sentarte
con los cadetes de Tercera Formación, no puedes sentarte conmigo.
—No me hagas ningún
favor —le dije, sin molestarme en mantener la ira fuera
de mi voz.
—Las formaciones no se
mezclan. —Se encogió de hombros—. Es sólo la forma en que es en la Academia. Es
estándar. No es que quiera que un camarón como tú se siente conmigo de todos
modos.
Suspiré.
—No me llames
“camarón”. Y estoy empezando a pensar que hay un montón de cosas
“estándar" que no me van a gustar de este lugar.
—Bueno, te guste o no,
estás atrapado aquí ahora. —Hizo un gesto con la cabeza hacia la puerta—.
Vamos, bajito, vámonos.
Crucé los brazos sobre
mi pecho.
—Es Swan, no
bajito o camarón o enano o insignificante o cualquier otro término despectivo
con el que puedas salir. O puedes sólo llamarme Jaz. — Levanté una ceja—.
Entonces, ¿Cómo te digo?
—Simplemente Cullen
—dijo en breve—. Te lo dije, Swan, somos compañeros, no amigos.
Se dirigió hacia la
puerta sin mirar a ver si le seguía. Por un momento me quedé allí echando humo,
entonces me acordé de que Demetri estaba probablemente a mi acecho en alguna
parte cerca y corrí a alcanzarlo. A pesar de que hizo una gran cosa de no ser
mi amigo o mi guardaespaldas, no pensé que Cullen daría un paso atrás y
permitiría que el matón grande me diera una paliza.
Al menos, esperaba que no lo
hiciera.
Dejamos el edificio
Goddard sin hablar y caminamos a través del laberinto de dormitorios cubiertos
de hiedra, nuestros pies susurrando sobre el corto pasto de color índigo. Me
mantuve cerca de Cullen y conservé mis ojos abiertos, esperando ver a Demetri
en cualquier momento, aún con la intención de matarme. Pero, para mi alivio, no
se encontraba por ningún lado.
Cullen no dijo nada
mientras caminábamos, y tuve la inconfundible impresión de que mi nuevo
compañero de cuarto sólo estaba soportándome porque se sentía obligado a
hacerlo, al menos esta vez. Sus bien definidos rasgos tenían un aspecto
melancólico y parecía perdido en sus pensamientos. Aunque había jurado
mantenerme fuera de su vida personal, no pude evitar preguntarme qué le
sucedía. ¿Cuál era la “razón personal” que lo había hecho perder un año de escuela?
¿Y por qué estaba tan sensible al respecto?
Como Cullen no me dio
ningún detalle del campus, traté de mantener mis ojos abiertos y memorizar
dónde se encontraban los diferentes edificios académicos.
No quería perderme al
día siguiente buscando mis clases, pero los terrenos de la Academia eran un
laberinto y temía que perderme fuera una verdadera posibilidad. Pronto nos
encontramos frente a un gran auditorio. Tenía techos altos y paredes verde
pálido que eran visibles a través de las filas de grandes ventanas
rectangulares de plexiglás que se extendían a lo largo del edificio. En el
interior, vi cadetes hablando y riendo y comiendo.
—Esto es —dijo Cullen,
rompiendo el silencio finalmente—. Las bandejas están al frente de la línea.
Agarra una cuando entres y toma tu comida. La mesa de la Tercera Formación es
la tercera desde la izquierda. No olvides limpiar tu bandeja y ponerla en la
ranura para lavar antes de que te vayas si no quieres deméritos.
Sin una palabra más,
empujó la puerta de plexiglás, dejándome sola enfrente del gran y concurrido
edificio.
Sentí una burbuja de
aprensión expandirse en mi pecho mientras miraba el interior del rebosante
comedor. Viviendo la tranquila existencia que yo tenía, era un poco tímida en
las multitudes, especialmente aquellas donde no conocía a nadie. Las pocas
fiestas de sociedad a las que Jasper y yo habíamos asistido en la Push habían
sido pequeñas e íntimas en comparación a la masa de cadetes que veía a través
de las ventanas. Además nunca había entrado a una fiesta preocupada de que una
de las otras personas quisiera matarme o al menos desfigurarme severamente. Era
una situación delicada. Mirando hacia arriba, respiré profundamente para
calmarme antes de entrar.
Prometeo se estaba
ocultando, cambiando el cielo a un hermoso tono azul púrpura
y Zeus era una gran
figura oscura avecinándose en el horizonte. La hiedra negra que crecía sobre
las paredes se movía un poco en el fresco de la brisa nocturna y los retoños de
Sangre y Honor se mecían gentilmente, despidiendo una fragancia masculina con
un toque de especias hacia el ambiente. Era casi apacible.
Miré el enorme campus
con añoranza, deseando que pudiera simplemente encontrar un lugar tranquilo y
comer sola, pero dudaba que eso estuviera permitido. Además tenía que conocer a
mis compañeros de clase eventualmente. Vas a estar bien, me dije a mí
misma. Estoy segura que no todos son tan hostiles como Demetri, o tan
susceptibles como Cullen. Al menos eso esperaba.
No estaba ansiosa por
entrar al brillo del comedor, pero no había nada más que pudiera hacer.
Suspirando, entré y fui al final de larga y serpenteante fila de estudiantes
esperando por la comida.
Había bandejas
metálicas abolladas en varias pilas sobre el mostrador metálico. Tomé una y
seguí la fila como Cullen lo había instruido. Una huraña trabajadora de la
cafetería, la única mujer que había visto desde que entré al campus, servía varias
humeantes pilas de papillas de vegetales reconstituidos en mi bandeja, seguida
de una poco apetitosa carne gris cubierta con una salsa color pus. Viendo la
comida me pregunté por qué, en nombre del Sistema Solar, la colegiatura en la
Academia era tan alta. La educación debe ser excepcional porque era claro que
todo ese dinero que pagaban los padres para mandar a sus hijos aquí no lo
gastaban en comida.
El comedor estaba
amueblado con cuatro largas filas de mesas, y vi de inmediato lo que Cullen
quería decir con que las Formaciones no se mezclaban.
Los chicos más jóvenes
y pequeños ocupaban la mesa a la izquierda, obviamente el lugar de la Primera
Formación. La siguiente mesa tenía cadetes ligeramente más grandes y mayores, y
la tercera mesa, la mía, tenía chicos aún más grandes. La mesa de la Cuarta
Formación era la última, llena de cadetes del tamaño y edad de Cullen. Por la
forma tan confiada como se reían y hablaban, era claro que reinaban en la
Academia. Me pregunté si yo duraría lo suficiente para unirme a ellos.
Sentada sola en la mesa
de la Cuarta Formación, vi a Cullen. Él apenas picaba su comida y aún estaba
envuelto en sus pensamientos. Me sorprendió que no pareciera ser más popular.
Ninguno de los cadetes a sus costados era tan alto o apuesto como él. Sus rasgos
aristocráticos y cabello rubio oscuro lo hacían sobresalir en un mar de caras,
al menos eso pensaba yo. Aunque él no estaba haciendo ningún esfuerzo por ser
amigable. De vez en cuando alguno de los otros estudiantes de la Cuarta
Formación le hacía un comentario, pero Cullen apenas asentía y nunca respondía
con más de una o dos palabras.
También busqué a Demetri,
pero no parecía estar en la mesa de la Cuarta Formación. Supuse que todavía
estaba en la fila, esperando su comida. En ese caso, sería mejor que comiera y
me fuera lo más pronto posible, antes de que me viera. Odiaba sentirme como si
me estuviera escondiendo de él, pero había dejado en claro que no me
enfrentaría en una pelea justa. Y como él y sus amigos me superaban en número y
peso, no había nada que pudiera hacer salvo estar en guardia.
Viendo a mi propio
grupo, escaneé la larga fila de cadetes de la Tercera Formación por una cara
amigable, pero nadie me miraba a los ojos. Todos bromeaban y hablaban con los
chicos a sus costados, pero ninguno parecía dispuesto a hacer un nuevo amigo.
Suspirando, me recordé que probablemente era lo mejor. Entre más me acercara a
alguien, más factible era que mi secreto se descubriera. Pero de todas formas,
hubiera sido agradable recibir una palabra amable de alguien, incluso de un
extraño.
Encontré un asiento
vacío en medio de dos cadetes de la Tercera Formación y puse mi bandeja en la
mesa. Pero justo cuando me iba a sentar, el cadete a mi derecha, un chico de
gran tamaño con pecas y ojos color avellana muy juntos, agarró mi brazo.
—Oye, Pequeño Tim, no
te puedes sentar aquí. Los de la Primera Formación están por allá. —Señaló con
su cabeza la mesa más lejana.
—Soy de Tercera Formación
—le dije mirándolo a los ojos con el ceño fruncido—. Soy Jaz Swan, acabo de
llegar hoy.
—Swan, ¿eh? —Levantó
una ceja—. Oh, sí, escuché de ti. Así que, ¿dónde está tu uniforme?
Para entonces, varios
de los otros cadetes de la Tercera Formación escuchaban nuestro intercambio,
pero pretendí no notarlo.
—Está en mi dormitorio.
No he tenido tiempo de probármelo —dije. Por alguna razón, el cadete y sus
amigos se echaron a reír.
—No te lo has podido
probar, ¿eh? —preguntó uno de ellos, aún riendo—. Eso no fue lo que escuchamos.
—Sí, escuchamos que te
pasaste un largo rato probándotelo —dijo otro. —Aunque no es una sorpresa. —El
primer cadete, el de la pecas, me miró, sus ojos avellana entrecerrados—. Él es
bonito como una niña, ¿no creen? Con esos grandes ojos cafés y esos suaves
labios rosas, sí Swan, todo lo que necesitas son un par de senos y te podemos
inscribir en el Concurso Señorita Prometeo.
Sus burlas me dejaron
fría, y no sólo porque estaba apenada y furiosa de que se rieran de mí. Había
pensado que mi disfraz era bastante bueno, después de todo, había engañado al
mismo Director. Además, mis rasgos eran delicados pero no muy diferentes de los
de mi hermano. Sin mencionar mi cabello corto, que ayudaba a mi cara a parecer
más masculina. Pero si este cadete desconocido estaba haciendo comentarios sobre
mi apariencia femenina…
—Bien, bien, Newton,
nunca pensé que vería el día en que te pondrías mano a mano con nosotros.
La voz fuerte y mordaz
a mi izquierda pertenecía a un cadete alto y esbelto con cabello rubio
platinado bien peinado y ojos verde pálido.
El cadete pecoso
frunció el ceño.
—¿De qué hablas McCarthy?
—Oh, sólo de la forma
en la que poetizabas la bella cara de nuestro nuevo compañero: sus grandes ojos
cafés, sus exquisitos labios. —Le levantó una ceja rubia a Newton—. ¿Podrá ser
que estamos en presencia del amor del cual no nos atrevemos a hablar?
—¿Qué estás…? ¡Oye! —Newton
se sonrojó repentinamente.
—Ah sí, finalmente lo
entiendes —dijo McCarthy secamente—. Me da gusto que estemos en la misma página
ahora. Entonces ¿estabas diciendo que piensas que nuestro nuevo amigo es muy
bonito?
—Cállate, McCarthy. —Newton
estaba rojo debajo de sus pecas—. Sabes que no me refería a eso. Sólo quise
decir que alguien podría confundirlo por una chica.
—Y alguien te podría
confundir a ti con un hombre, pero eso no lo haría verdad, ¿o sí? —Los ojos
verde pálido de McCarthy danzaron con humor.
—Tú… —Newton empezó a
decir, pero McCarthy agitó su mano despectivamente.
—Adiós, Newton. Me
encantan nuestros pequeños intercambios intelectuales. Deberíamos hacerlo
alguna otra vez cuando no hayas dejado tu cerebro en el dormitorio. —Sin
esperar una réplica del furioso Newton, me tomó del brazo y me empujó al final
de la mesa—. Ven, siéntate conmigo, Swan. Dejemos a los filisteos con su comida.
Fui con él,
principalmente porque no había nada más que pudiera hacer.
Sentarme con Newton y
sus amigos estaba fuera de la cuestión ahora, y los únicos asientos libres
estaban al final de la mesa, donde McCarthy me llevaba.
—Gracias —dije una vez
que estábamos sentados lado a lado, con mucha distancia entre nosotros y los
otros cadetes—. Fue maravillosa la forma en que lo pusiste en su lugar.
—No es difícil de hacer
cuando tienes un coeficiente intelectual de más de 65. — McCarthy picó
delicadamente la pila de vegetales reconstruidos y luego bajó su tenedor—. Me
rindo, ¿quién puede comer esta porquería?
—Estaba preguntándome lo
mismo. —Pinché mi “carne misteriosa” con el tenedor, casi esperando que me
picara de vuelta—. ¿Todas las comidas de aquí son así de malas?
McCarthy suspiró
cansado.
—Desafortunadamente sí,
mi querido maniquí. Si eres inteligente harás lo mismo que yo: haz que algún
familiar te mande un gran suministro de barras de proteína y vive de ellas. Se
vuelve monótono después de un tiempo pero al menos sabes qué estás comiendo.
—Miró su comida con el ceño fruncido—. Lo cual es más de lo que puedo decir de
esto.
—No sé si esa sea una
opción para mí.
No podía verme
corriendo el riesgo de contactar a Jasper sólo para pedirle que me mandara
barras de proteínas. La Academia tenía una prohibición a todos los aparatos
personales de comunicación, eso significaba que si quería hablar con él tendría
que salir del campus para hablarle.
—Entonces tendrás que
sonreír y soportarlo. —Señalo mi plato aún lleno—. Come. Me gustaría decirte
que la comida pondrá pelo en tu pecho y añadirá pulgadas a tu altura, pero me
temo que lo único que puedo decirte es que nadie ha muerto hasta ahora por
comerla. No que yo sepa.
—Gracias. —Piqué la
pila de vegetales—. Y gracias por ayudarme en vez de unirte a la burla. Nadie
más ha sido muy amigable.
Él asintió.
—¿Fue eso lo que le
pasó a tu mejilla? ¿Un poco de “enemistad”?
Miré hacia abajo.
—Podrías decir eso.
—Bien, no te preocupes
mi encantador homúnculo. Quien lo hizo probablemente sólo tiene celos de tu
buena apariencia. —McCarthy me pestañeó provocativamente, haciéndome reír.
—Lo dudo —dije
secamente—. Parezco ser universalmente odiado porque soy pequeño. Pero no puedo
ser la única chi…uh, persona de corta estatura aquí. No vi un letrero que
dijera: “Debes de ser al menos así de alto para entrar” en las puertas de la
Academia cuando entré esta tarde.
McCarthy se rió
deleitado.
—Excelente, tienes
ingenio y encanto. Una combinación perfecta. Y sólo ignora lo que Newton y sus
filisteos estaban diciendo. Odian a cualquiera que sea diferente por cualquier
razón.
—Hablando de diferente…
La nueva voz era
profunda y familiar. Miré hacia arriba y vi a Cullen enfrente de nosotros, una
bandeja casi llena en una mano y el ceño fruncido en su cara.
—Hablando de diferente
—dijo otra vez, dirigiéndose a McCarthy—, no creo que Swan es el mismo tipo de
diferente que tú, McCarthy.
—¿De qué estás
hablando? —pregunté pero McCarthy sólo le dirigió una mirada fría a mi
compañero de cuarto.
—Vaya, vaya, el
Príncipe de Hielo habla. ¿A qué debo este honor, su Majestad?
—Deja las tonterías, McCarthy.
—Cullen frunció el ceño—. Te estoy haciendo un favor, te estoy dejando saber
que tienes la idea equivocada.
McCarthy le levantó una
ceja.
—¿Y tú cómo sabes qué
ideas tengo o no en mi hermosa y pequeña cabeza? Swan ni siquiera está en tu
Formación.
—Cullen es mi compañero
de cuarto —dije—. Pero nos acabamos de conocer hoy.
—¿En serio? ¿Hoy? —McCarthy
le pestañeó a Cullen—. Debo decir que eso no es mucho tiempo. No lo suficiente
como para conocer a alguien tan bien.
—Lo conozco lo
suficiente como para saber que le estás ladrando al árbol equivocado —dijo Cullen
secamente. Luego me miró a mí—. Ten cuidado. Te veré en la habitación antes de
DLO.
—¿De qué estaba
hablando? —Lo miré con confusión mientras él arrojaba su bandeja en un agujero en la
pared y dejaba el comedor.
—¿Quién puede saber? —McCarthy
suspiró—. Es un enigma. Tanto dolor y belleza y misterio todo atado en un nudo
imposible.
—Él me dijo que perdió
casi todo el año pasado por razones personales —dije, esperando obtener un poco
más de información sobre mi misterioso compañero de cuarto.
McCarthy asintió
sagazmente.
—Eso pasó. Pero si
esperas que te diga los sórdidos detalles, lo siento pero realmente no puedo.
—¿Por qué no?
Aunque no quería
admitirlo, me moría de curiosidad.
Los ojos verde pálido
de McCarthy se abrieron ampliamente.
—Porque, querido chico,
¡nadie lo sabe! Y créeme, no es por falta de intentos. — Él miro
especulativamente a Cullen mientras mi alto compañero de cuarto empujaba la
puerta de plexiglás y salía hacia la noche—. Ah, él es un acertijo.
Pero uno que me temo no
estoy destinado a resolver jamás.
—No creo que yo lo haga
tampoco —suspiré—. Un minuto es amable y el siguiente es…
—¿Qué? —McCarthy me
miró, ansiosa curiosidad en sus ojos.
Me encogí de hombros.
—Frío. Distante. No lo
sé, tal vez así es la forma como es. Ni siquiera lo he conocido por un día
completo.
—Bueno, tienes el resto
del año para conocerlo. —Me sonrió—. Hablando del apuesto pero distante
Príncipe de Hielo, ¿ya te dio un tour por el campus?
Negué con la cabeza.
—No. Y estoy muerto de
miedo de perderme mañana tratando de encontrar mis clases.
—No podemos dejar que
eso pase. —McCarthy señaló mi plato—. ¿Ya terminaste con eso? No te preocupes
si aún tienes hambre, tengo una barra de proteína extra en mi bolsillo que te
puedo dar.
—Gracias. —Le sonreí
con agradecimiento—. En ese caso, definitivamente he acabado.
—Vamos, entonces. —Se
levantó, recogiendo su bandeja y también la mía—. Te mostraré los alrededores
un poco antes de que apaguen las luces.
Por un momento
consideré rechazar su oferta. Cullen me había dicho que fuera cuidadosa, ¿o no?
Pero, si realmente estaba preocupado por mí, pudo haberme esperado para que
regresáramos juntos al dormitorio. Aunque eso significara ser visto conmigo, un
humilde cadete de Tercera Formación, en público.
Esa idea me hizo enojar
y le asentí a McCarthy.
—Maravilloso, me
encantaría un tour.
Él sonrió, mostrando
dientes muy blancos.
—Entonces vamos,
pequeño polluelo, veamos en qué problemas podemos meternos.
Filisteos: individuos de un
pueblo que habitó el sudoeste de Palestina hasta el s. VII a. C. Se aplica a las personas que son vulgares,
tienen escasos conocimientos y carecen de sensibilidad artística o literaria.
Homúnculo: ser con forma de
hombre pequeño que, según una antigua creencia, podía ser fabricado artificialmente.
3 comentarios:
Emmet gay? Me bailan las neuronas 😂 😂 🤣, gracias por el capítulo
Vaya si q esta bella es curiosa y q quizo decir edward con dlo ... emmet diferente �� ya veremos como le sigue llendo a bella en la academia ... y sera q edward perdio a alguien de su familia su hermano el chico de la foto o q le pasara .q gran capitulo
no le tenia nada de fe a esta historia y me esta encantandooo !!!❤❤❤
Publicar un comentario