Capítulo 16
—No
puedo soportar esto más, tengo algo que necesito decirte—dijo Edward mientras
nos deslizamos bajo las sábanas esa noche, la última noche
de las Vacaciones de Invierno.
—¿Qué,
algo más? —Lo miré con inquietud, preguntándome qué otros secretos oscuros
podría estar llevando.
—Me
temo que sí. —Se sentó en la cama y apoyó los codos en las rodillas—. No estoy
seguro de cómo decir esto, pero… ¿todas las cosas que te dije sobre ser hermanos
de juramento?
—¿Sí?
¿Qué pasa con eso? —Puse una mano en mi oreja perforada reflexivamente.
Apenas
noté la plata y el perno de ónix que parecía una parte de mí.
—Es…
bueno, no es algo que la gente realmente siga haciendo. —Edward se aclaró
la garganta—. Quiero decir, solían hacerlo, ese tipo de costumbre pasada de
moda desde los tiempos de mi abuelo. Pero realmente no… realmente no se hace
ahora.
Lo
miré, confundida.
—Entonces,
¿por qué nos hiciste hacerlo? ¿Te inventaste el juramento que hicimos?
—¡No,
claro que no! —Sacudió su cabeza con vehemencia—. El voto es real, lo averigüé
para hacerlo bien. Yo sólo… —Suspiró—. Sólo lo usé como excusa. —¿Una
excusa para qué? —demandé.
—Para
estar más cerca de ti, ¿bien? —Edward pasó ambas manos por su cabello con agitación—.
Para ser capaz de… tocarte. Y besarte, incluso si es sólo en la mejilla.
La
sangre repentinamente rugía en mis oídos tan fuerte que apenas podía oír mis
pensamientos.
—Tú…
¿querías estar más cerca de mí?
—Sí,
maldita sea, ¡lo hice! Quiero decir, sí. Dios, Jaz, no sé cómo decir
esto y podrías
odiarme cuando lo haga, pero tengo que decírtelo.
—¿Decirme
qué? —Agarré su brazo y lo miré casi salvajemente.
—Decirte…
que te amo —Edward se pasó una mano sobre el rostro en obvia frustración—.
Sé que suena raro, y debe sentirse raro también. Quiero decir, nunca
he tenido… sentimientos como estos por otro chico. Demonios, nunca he tenido
sentimientos como estos por nadie. Pero de alguna manera, a pesar de que
eres un chico y uno de primer año, y del extremo opuesto del sistema solar, sólo
se siente…
—Suspiró—.
Sólo se siente correcto. Y lo siento si estoy asustándote
ahora mismo, diciéndote esto. Yo sólo…
—Se
siente correcto para mí, también —interrumpí en un apuro—. Yo… nunca me
he sentido así por nadie tampoco, Edward.
Él
parecía inmensamente aliviado.
—Es
loco, ¿no? Seguía diciéndome a mí mismo que simplemente era que me recordabas
a Seth, que quería protegerte. Y luego me dije a mí mismo que cuando
regresara aquí, a Apolo, vería a todas las chicas lindas en la playa y me daría
cuenta que no era lo que quería. Pero, Jaz… —Agachó su cabeza para mirarme
a los ojos—. Eres lo que quiero. No sé por qué, pero todas las chicas que
he mirado, ninguna es tan bonita… uh, quiero decir, tan atractiva como tú.
No
para mí, al menos.
Mi
corazón se hinchó hasta que sentí como que podría explotar.
—Está
todo bien —dije en voz baja—. Puedes decir que soy bonito si quieres. No…
realmente no me importa.
—Oh,
bueno. —Me dio una sonrisa de alivio—. Me refiero, no quiero decir que no
lo eres, ya sabes, masculino ni nada. —Puso una mano en la frente—. No puedo
creer que esté teniendo esta conversación contigo. Es tan extraño.
—No
es extraño. —Apreté su brazo—. Está bien, quizás un poco extraño — admití
y él se rió—. Pero aún es correcto, como dijiste. Sólo… correcto.
Edward me miró con seriedad.
—Ayer
dijiste que tenías un secreto también, ¿era ése? Que sentías por mí… ¿cómo
yo siento por ti? ¿Que… me amas?
Una
vez más, la verdad subió a mis labios. Y esta vez sabía que iba a extenderse.
Después de todo, no podía dejar que Edward me amara, pensando que
era otro hombre. Él debía estar tan confundido por dentro, preguntándose por
qué se sentía atraído por alguien que pensaba era del mismo sexo.
—Edward —dije—, soy…
—Chicos,
¿están listos para ir a la cama?
Nos
habíamos inclinado hacia adelante, mirando fijamente los ojos del otro, pero
el sonido de la voz de su madre justo fuera de la puerta nos hizo saltar precipitadamente
aparte.
—Sí,
mamá —dijo Edward mientras nos acomodamos rápidamente en lados opuestos
de la cama—. Ya estamos arropados.
—Muy
bien. —Ella abrió la puerta y asomó la cabeza, dándonos una sonrisa un poco
preocupada—. Sólo quería ver cómo estaban. Ya que es su última noche aquí.
—Parecía tan triste que mi corazón, que había estado golpeando unos momentos
antes, dolió por ella. Cuán solitario debe ser para ella, ¡llorando en esta
casa por el mar sin Seth! Y ahora Edward y yo nos íbamos también, dejándola
sin hijos que cuidar. Era una mujer muy dulce y preocupada, deseé nuevamente
tener una madre como ella a la cual llamar mía.
—Regresaremos
de nuevo para las Vacaciones de Primavera —prometió Edward, obviamente
viendo la soledad de su madre—. Lo prometo.
—¿También
regresarás, Jasper? —La Sra. Cullen me miró esperanzada.
Me
aclaré la garganta.
—Yo…
adoraría regresar. Si me acepta, claro.
Ella
sonrió.
—Eres
un buen y leal amigo con Edward. Por supuesto que queremos que
regreses.
Me
preguntaba qué pensaría si supiera que “Edward” acababa de confesar su amor
por mí. ¿Cómo se sentirían ella y su marido si pensaran que su único hijo sobreviviente
estaba enamorado de otro hombre? El matrimonio con el mismo sexo
era aceptado en la mayoría de las lunas progresistas, (no en la Push, claro) pero
todavía había un estigma en muchas provincias.
—Gracias
—dije, sin saber qué más decir—. Muchas gracias, señora Cullen.
—De
nada, querido. —Ella me dio una sonrisa cariñosa, y luego lanzó un beso a
Edward—.
Duerman bien.
—Lo
haremos. Buenas noches, mamá —dijo Edward.
Ella
sonrió y cerró la puerta. Ambos escuchamos sin aliento el sonido de sus pasos
retrocediendo por el pasillo y luego, poco a poco bajando las escaleras.
Cuando
no había nada sino silencio afuera, Edward se volvió hacia mí, con los ojos
ardiendo.
—Esto
me está volviendo loco, Jas. Quiero besarte, besarte de verdad. Estaba
en sus brazos antes de que me diera cuenta. Su boca en la mía era caliente
y urgente, pero yo no estaba menos impaciente que él. Mi mente se volvió
borrosa de nuevo a cuando Emmett me había besado, a la torpe e incómoda
manera que había presionado sus labios en los míos. No había nada de
eso entre Edward y yo —encajábamos de manera natural— nuestras bocas parecían
hechas para unirse.
Por
fin nos separamos, jadeando, y Edward me miró, con los ojos entrecerrados de
placer.
—Sabes
tan bien como pensé que lo harías.
—¿Has…
estado pensando en ello por mucho tiempo? ¿En besarme? — pregunté
con timidez.
Él
asintió.
—Es
una de las razones por las que yo, uh, dejé de hablarte por un tiempo en la escuela.
No podía dejar de pensar en eso, preguntándome cómo sería.
—Te
molesta mucho, ¿no? —Sentí una repentina oleada de culpabilidad—. La idea
de… ¿de besar otro a hombre?
—No
es mi primera opción —admitió, la materia con la mayor naturalidad—. Pero
maldita sea, Jas, he intentado y…
—¿Y
qué? —pregunté en voz baja.
Él
negó con la cabeza.
—Y
simplemente ya no puedo estar lejos de ti. No puedo evitarlo, eres el único para
mí.
Luego
estaba besándome de nuevo, ahuecando mi mejilla para acercarnos más y
pasando sus dedos a través de mi cabello corto sin descanso, como si no pudiera
acercarse lo suficiente. Me rendí ante el placer de sus besos, al igual que lo
había hecho antes. Casi me perdí en su abrazo, de hecho, sólo regresé a mí misma
cuando sentí una mano grande y cálida deslizándose lentamente bajo mi camiseta.
Bajo mi camiseta, donde mis pechos estaban desnudos y sin ataduras.
—¡Edward,
no! —jadeé, rompiendo el beso y empujando su mano lejos al mismo tiempo.
—Está
bien, lo siento. —Él parecía decepcionado, pero no muy sorprendido—. Sólo
pensé… no sé lo que pensé. Me dejé llevar. —Suspiró y me dio una sonrisa irónica—.
Supongo que quieres esperar hasta que estemos casados, ¿verdad?
—¿Casados?
—Lo miré, sin saber si estaba bromeando.
—Claro.
—Se encogió de hombros—. Así es como se hacen las cosas en la Push, ¿no?
Lentamente,
asentí.
—Bueno,
sí. Por lo general no entre dos hombres, pero esperamos al matrimonio
antes de, um, consumar una relación. Pero… ¿realmente estás pidiéndome
que… que me case contigo?
Edward se rió.
—No
estés tan asustado, no estoy pidiéndote que te fugues esta noche. Sólo estoy
diciendo que quizás algún día en el futuro, después que ambos nos graduemos…
—Supongo
—dije tímidamente.
—Puedo
verlo ahora… —sonrió Edward—. Tendremos nuestra propia nave. Seré el
capitán y tú puedes ser el navegante.
—Espera
un minuto. —Intenté sonreírle de vuelta, pero mi corazón todavía estaba
latiendo—. ¿Por qué tienes que ser el capitán?
—Porque
soy más alto, claro —dijo Edward a la vez. Me dio un codazo en las costillas—.
Y también porque eres mucho mejor en Navegación Astronómica que
yo. Contigo como navegante, tenemos muchas menos probabilidades de terminar
en medio de una supernova o quedarnos atrapados en un agujero negro.
—Tienes
razón en eso —dije de mala gana—. Está bien, seré tu navegador. —Y
mi pareja —dijo, mirándome fijamente.
Mi
corazón saltó en mi pecho y me di cuenta que él no estaba bromeando.
—Si…
si me quieres —susurré con incertidumbre—. Hay cosas sobre mí que no conoces,
Edward. Cosas que podrían… podrían cambiar tu pensamiento.
Edward ahuecó mi mejilla y me miró a los ojos.
—Voy
a decirte lo que me dijiste hoy, Jas, no hay nada que pudieras decirme que
cambiara la manera en que me siento por ti.
—Pero…
—No
más peros. Y no más secretos, no esta noche. —Lentamente me atrajo hacia
abajo en la cama y me acunó en sus brazos—. Esta noche sólo quiero abrazarte
—murmuró—. Y besarte e intentar creer que eres mío, realmente, finalmente
mío. No te preocupes —añadió, viendo claramente la preocupación en
mi rostro—. No iré demasiado lejos, lo prometo.
¿Cómo
podría decirle que ya había ido demasiado lejos, demasiado, demasiado lejos? ¿Y que
necesitaba decirle mi secreto antes que fuéramos más lejos?
Abrí
mi boca para hablar de nuevo, pero Edward ya estaba besándome, lentamente
y con ternura, esta vez, como si quisiera que nuestro abrazo durara toda
la noche. Sus grandes y cálidas manos estaban en mi espalda, acariciando arriba
y abajo, tirando de mí hacia él, más cerca que nunca. No podía pensar con
claridad cuando me tocaba así, cuando me besaba con tanta ternura.
Le
diré mañana, me prometí. Una noche más no hará daño.
Y
entonces dejé de lado todo pensamiento racional y simplemente me entregué al
beso.
—Jasper,
¡despierta! ¡Despierta ya!
Una
mano fuerte me estaba sacudiendo, tirando de mí hacia arriba desde las
profundidades del sueño. Al principio me alejé de él, temiendo que fuera la mano
de uno de los hombres sin
rostro, los hombres oscuros que venían a arrastrarme por el pasillo y
cortar mi mano.
No, no es mi mano… La mano de Jasper, susurraba una voz en mi cerebro.
Y
entonces lo vi de nuevo, mi hermano. De pie frente a mí con una goteante mano
ensangrentada
y una destrozada mirada en su rostro. ¿Por qué Bella? susurró, ¿por qué le
dijiste? ¿Cómo has podido?
¡Lo
siento! Corrí hacia delante, tratando de detener el flujo de sangre, pero era
inútil,
estaba sangrando hasta la muerte justo en frente de
mí.
Tambaleándose,
se postró sobre sus rodillas. Y siguió preguntando: ¿Por qué... por
qué...
por qué?
—Jas,
despierta. Necesitas despertar ya ¡Maldición!
Eso
era Edward llamándome, un rincón medio despierto de mi cerebro me informó
sobre ello. Y Jasperr ni siquiera está aquí. Está muy lejos, a salvo.
Siempre
y cuando no lo cuente.
El
pensamiento me hizo estar completamente despierta. Abrí los ojos y vi a Edward mirándome. La luz del sol que entraba por la ventana mostraba una expresión
de preocupación en su rostro.
—¿Era
el mismo sueño otra vez? —preguntó en voz baja—. ¿El que tuviste esa noche
que te abrazaba?
—Sí
—susurré y me eché a llorar.
—Oye,
está bien. Todo va a estar bien. —Edward me tomó entre sus brazos y enterré
mi cara en su pecho, sollozando tristemente. No era sólo el sueño lo que me
había afectado,
era el mensaje que llevaba, el cual estaba completamente claro
para mí.
No
podría decírselo a Edward. No importa lo mucho que lo quiera o lo mal que me
siento por mi engaño, simplemente no podía. No sin antes hablar con Jasper primero. No puedo poner en riesgo el futuro de mi querido hermano
sin su conocimiento o consentimiento. Edward simplemente tendría que permanecer
en la ignorancia de mi verdadera identidad por un tiempo más.
Pero
no podía seguir engañándolo, no podía permitirme tener una relación con él
bajo falsas pretensiones. Con el corazón encogido, me di cuenta de lo que tenía
que hacer. Limpiando mis ojos con la manga de mi pijama, me arrastré fuera
del regazo de Edward. Me dejó ir, pero trató de mantener un brazo alrededor
de mí cuando me senté a su lado en la cama. Aunque no había nada que
quisiera más que la comodidad de estar cerca de él y sentirle abrazándome, me
obligué a empujar su brazo lejos de mí.
—¿Jas?
—Me miró con incertidumbre—. ¿Estás bien?
—No.
—Lo miré, tratando de armarme de valor para lo que tenía que decir—. No,
no lo estoy.
—¿Qué
esta mal?
—Yo...
yo... —Traté de obligarme a decir las palabras que nos separarían. Traté de
alejarme de él, pero de alguna manera no podía.
—Está
bien. —Edward me dio una palmadita en la espalda—. Sé lo que necesitas, algo
para borrar las pesadillas de tu cabeza. Venga, vamos por un último nado.
—¿Nadar?
—Eché un vistazo al cronómetro en la pared—. Pero no tenemos tiempo,
Cullen. Hemos dormido más tarde de lo habitual y nuestro servicio de traslado
sale en una hora.
Se
encogió de hombros.
—Entonces
vamos a tomar un transporte posterior. Mientras estemos en DLO vamos
a estar bien.
—Pero
yo... —empecé a protestar de nuevo, pero me hizo callar al lanzar mi bañador
en la cabeza.
—Date
prisa y póntelo. Tenemos que apresurarnos si queremos conseguir nadar
antes de las grandes olas.
Fui
a cambiarme como me pidió, aunque mi corazón todavía estaba confundido.
Necesitaba decirle que tenía que poner algo de distancia entre nosotros,
que no podía seguir siendo su... ¿Qué era? ¿Novio? ¿Novia? O tal vez pareja
era la mejor palabra, la palabra que él había usado anoche. Tenía que decirle
que no podía serlo, no podía engañarlo un minuto más.
Y
sin embargo, cuando salí del cambiador y vi a Edward de pie allí, su amplio pecho
desnudo y con su bañador de cintura baja aferrado a sus caderas estrechas,
las palabras murieron en mis labios. Se veía tan perfecto, tan hermoso con
su pelo dorado revuelto en un halo alrededor de su cabeza. Todavía no podía
creer que yo era lo que él quería.
Él
no te quiere, dijo una pequeña voz mezquina en mi cabeza. Quiere
a Jasper, el
chico que cree que conoce. Y cuando se entere de que
no eres realmente esa persona...
—Vamos.
—La voz profunda de Edward interrumpió mi ataque de culpa—. ¿Porque
estás ahí parado mirando? ¡Vamos!
Silenciosa
y miserablemente, lo seguí fuera de la casa, bajando hacia la playa. De
alguna manera no podía reunir el valor para hablar. No podía hacerme decir lo
que tenía que decir.
En
las dos semanas que había estado en el Apolo, habíamos estado nadando todos
los días, por la mañana y por la tarde como Edward había prometido. En ese
momento, había dado pasos increíbles, aprendiendo a confiar en el agua y en
mi propia habilidad para moverme en ella sin hundirme. Edward dijo que nadaba
como un Pinkrel, un pequeño pez de color coral que habitaba en los mares
de Apolo. Realmente disfruté el ejercicio junto con la sensación de enfrentarme
a mí misma contra el océano y sentir las corrientes del agua defenderse.
Así
que cuando llegamos a las aguas verde azuladas del océano, me lancé a ella sin
vacilación alguna. Edward tenía razón, tenía que limpiarme las telarañas de la cabeza
y pensar. El agua fría salpicaba mi pecho mientras las olas me ayudaban a
nadar. Nadé lejos, más lejos de lo que nunca había hecho antes, tratando de dar
sentido a los pensamientos que se agitaban dentro de mi cabeza.
—Jasper,
¡ten cuidado! —Edward me dio una mirada preocupada mientras seguía el
ritmo a mi lado.
—Nunca
había visto a nadie aprender a nadar tan rápido como tú, pero sigues siendo
un principiante.
—Estoy
bien. —Metí la cabeza bajo el agua por un momento y salí goteando—. No
tienes que preocuparte por mí, Cullen.
—Me
preocupas, ¡maldita sea! No vayas tan lejos, te estás acercando demasiado al
rompeolas. —Di una mirada a mi izquierda y vi las piedras rojizas, con sus brillantes
picos azules que en realidad estaban mucho más cerca de lo que había pensado.
—Estoy
bien —le dije, tratando de sonar tranquila. Aún así, comencé a llevar mi cuerpo
lejos de la pared. Edward probablemente tenía razón, mis brazos y piernas estaban
cansados y cuando lancé una mirada por encima del hombro, la costa estaba
mucho más lejos de lo que esperaba. Me volví hacia ella y me centré en las
arenas color plata de la playa que se veía tan distante.
Edward parecía aliviado de que estuviera regresando a tierra.
—Bueno,
vamos a entrar —gritó por encima del rugido cada vez más fuerte de las
olas—. Podríamos tener el tiempo suficiente para tomar algo del desayuno si nos
damos prisa.
Empecé
a responder, pero una ola sorprendentemente grande de repente se derramó
sobre mí, llenándome la boca con agua salada, haciendo que me atragantara.
Me pilló desprevenida, escupí y tosí, agitando el agua con los brazos
y las piernas para mantenerme a flote, como Edward me había enseñado.
—Oye,
¿estás bien? —Me dio una mirada de preocupación.
—Bien
—carraspeé, a pesar de que estaba más lejos de la verdad de lo que me habría
gustado admitir. Una parte del agua salada se había metido en mis pulmones
y no podía dejar de toser.
—Vamos.
Creo que las olas pueden llegar pronto hoy y no quiero estar en medio
del agua cuando lo hagan.
—Llegan
antes... ¿a veces? —jadeé mientras continuábamos nadando.
Él
asintió.
—No
muy a menudo, pero de vez en cuando. Aunque... —Lanzó una mirada por
encima del hombro, mirando hacia atrás al mar abierto, y las palabras murieron
en sus labios.
—¿Cullen?
—Giré la cabeza para ver lo que miraba y me quedé sin aliento. Viniendo
directamente hacia nosotros había una ola como ninguna que hubiera visto
antes.
—¡Nada!
—gritó, pero su voz se ahogó por el rugido de la ola que se aproximaba.
Se hizo más y más alta, se elevaba como una gran pared de cristal tan
alto como un edificio por encima de nosotros. Nadé lo más fuerte que pude, pero
mis miembros estaban fatigados y todo mi cuerpo parecía rígido y congelado
por el miedo.
Esta
es la forma en la que moriré, pensé, y luego una
enorme y pesada mano me
empujaba hacia abajo, empujándome a través del agua, como si yo no
fuera más que
un trozo de papel que se había encontrado la marea.
Estoy
segura de que me hubiese ahogado si no fuera por el rompeolas.
La
enorme ola me arrastró de arriba abajo y me empujó contra él. Fue un
impacto apaleador y sentí algo puntiagudo perforar mi costado.
Grité
al golpearme, un dolor penetrante me ganó otro sofocante trago de
agua salada.
Fui
arrojada afuera y di una bocanada de aire cuando la traidora corriente me arrastró,
intentando tragarme otra vez. Pero a pesar de que mis piernas se sentían
como si estuvieran siendo sacudidas por una gran mano, de alguna manera
me mantuve donde estaba.
—¡Jas!
¡Jas! —Edward de repente estuvo justo encima de mí, con su rostro blanco
de miedo en las oscuras aguas—. ¿Estás bien? —exigió. Las olas lo empujaban
arriba y abajo, él luchaba por quedarse cerca de mí sin dar contra la muralla.
—Yo…
creo que sí. —Tosí y escupí más agua.
—¡Gracias
a Dios! Vi que la ola te llevó abajo y que te golpeaste contra el muro…
Creí que te habías ido.
—Aún
estoy aquí —conseguí decir y tosí otra vez.
—Tenemos
que irnos. —Miró atrás de nosotros, inspeccionando el mar abierto—. Hay
otra viniendo. Está lejos en el horizonte pero las olas se mueven rápido.
¿Aún puedes nadar? Si no, puedo llevarte.
—Eso…
eso creo. —Intenté moverme hacia él pero por alguna razón no podía conseguir
más de unas pocas pulgadas lejos del rompeolas—. No puedo moverme
—dije intentando no entrar en pánico—. Estoy atascado, Cullen.
Edward nadó hacia mí, mucho más cerca del rompeolas de lo que era seguro.
—Tu
camiseta está atascada en una espina de mar —dijo, después de una rápida
inspección—. No sé cómo conseguirlo sin ser atravesado en el proceso, ése
es el problema. —Comenzó a tirar de la tela empapada, intentando sacarla sobre
mi cabeza—. Vamos… quítatela.
—¿Qué?
¡No! —jadeé, tirándola de vuelta.
Edward frunció el ceño.
—No
es tiempo para ser modesto, Jas. Esa ola está viniendo muy rápido. ¡Quítatela
ahora!
—¡No!
—Forcejeé en su contra, intentando tener mi empapada camiseta fuera de
sus manos—. Puedo desengancharla, sólo dame un minuto.
—Demonios,
Jas, ¡no tenemos un minuto! —gritó Edward por encima de las olas—.
Tenemos que irnos ahora.
Estábamos
en una guerra de tirones ahora, con Edward intentado sacar mi camiseta
sobre mi cabeza y yo intentando bajarla tercamente, determinada a no dejarlo
exponer el secreto de mi pecho vendado. De repente, con un maravilloso leve
sonido, la camiseta se rasgó libre de las espinas de mar y yo estaba hundiéndome
bajo las olas. Escuché a Edward gritar mi nombre y entonces un fuerte
brazo estaba enganchado alrededor de mi cuello.
—No
forcejees —me instruyó—. Sólo relájate y déjame llevarte.
Quise
discutir que podía nadar por mi propia cuenta pero para ser honesta, yo no
creía que podía. Nadamos lejos e intenté mantener mi cabeza sobre el agua mientras
luchaba con la embravecida corriente que debilitaba mi fuerza. Me preocupaba
que estuviera ralentizando a Edward pero también estaba asustada de
que si me dejaba ir podría hundirme como una piedra. Entonces intenté quedarme
quieta y estar relajada en su agarre mientras él nadaba por ambos de vuelta
a la orilla.
Fue
difícil relajarse, sin embargo… miré el océano abierto y pude ver la próxima ola
venir. Estaba avanzando con más lentitud que la que nos había agobiado más
temprano pero podía verla moverse, como un montaña creciente de cristal verde
grisáceo acercándose, cada vez más cerca.
—Cullen —dije, dudosa de si pudo oírme—. Edward, está viniendo.
—Lo
sé. —Su voz era lúgubre.
—¿Nosotros…
nosotros lo lograremos? —No podía ayudar a la voz trémula de miedo
en mi cabeza.
Hasta
ahora, no había experimentado nada más que el tranquilo océano cuando nadábamos.
He visto al agua como una gigante y amistosa mano que quiere sostenerme.
Ahora estaba viendo otra cara del océano… Un hambriento monstruo
que más bien quiere arrastrarme abajo y comerme.
—No
lo sé. No lo creo. —Sonó tan calmado que yo no podía creerlo.
—¿Qué?
—Comencé a forcejear en su agarre.
—¡No
te muevas! —bramó, mirando atrás brevemente para darme una severa mirada—.
Estaremos bien incluso si la ola nos atrapa. Siempre te empujan primero,
después intentan arrastrarte de vuelta. Cuando nos empujen, iremos con
ellas… intentaremos agarrarnos en la orilla.
—¿Agarrarnos?
—chillé, aún no creyendo lo que estaba diciendo. La ola crecía más
y más grande, por encima de nosotros, cerca de quebrarse.
—Agarrarnos
—repitió Edward—. Entonces agarras algo de arena y te aferras a mí…
no voy a dejarte ir.
—Yo…
—comencé, pero entonces la masiva ola se quebró sobre nosotros, aporreándonos
y empujándonos cerca de la orilla como Edward había dicho que sería.
De
alguna manera me torcí del agarre de Edward pero él me asió fuerte, justo como
había prometido. Intenté mantener la respiración pero el agua salada bajó por
mi garganta y subió por mi nariz de todas maneras. Por un segundo estuve asustada
de que llenaría mis pulmones y me ahogaría después de todo.
Entonces
sentí a Edward y a mí misma ser levantados y empujados hacia adelante con
increíble fuerza. De repente las plateadas arenas de la playa corrían hacia nosotros
de una manera increíble.
La
ola se rompió, tomándonos con ella. El lado de mi cara se estrelló en la arena y
siguió el resto de mí. El violento impacto sacó el poco de aire que tenía en
mis pulmones,
pero aún recordaba lo que Edward había dicho. Buscando adelante, cavé
con mi mano en la plateada arena mojada, intentando resistir y no ser arrastrada
otra vez.
Sentí
el tirón de la corriente y mi débil agarre en la arena no hubiese sido suficiente
para salvarme si Edward no me hubiese agarrado también. Él había logrado
tomar una piedra medio enterrada que sobresalía en la arena con una mano
y con la otra, sostenía mi brazo como la muerte sombría. Por fin la rápida ola
amainó, dejándonos a ambos jadeando.
Edward no gastó tiempo recuperándose.
—Vamos…
levántate. —Se puso de pie y tiró de mi brazo. Yo, sin embargo, continuaba
cabeza abajo en la arena.
—Duele,
Edward —gemí—. Todo duele. Necesito… necesito tomar un respiro.
—Puedes
tomarlo desde tierra alta. —Tiró de mi brazo otra vez—. Vamos, hay otra
viniendo rápido. A no ser que de repente hayas aprendido a respirar bajo el
agua, necesitas levantarte.
Gimiendo,
me puse de pie tambaleante. Mi costado izquierdo —el lado que había
sido embestido contra el rompeolas— dolía y ardía al mismo tiempo. Mis pulmones
aún se sentían medio llenos de agua y estaba tan exhausta que apenas
podía moverme. Edward no podía estar sintiéndose mucho mejor que yo.
Después
de todo, había ocupado un montón de energía más que yo, arrastrándome.
Pero tiró de mí incansablemente a través de las cambiantes arenas
hasta las empinadas escaleras talladas en las rocas.
Era
una escalada que había hecho docenas de veces desde que estaba con él y ahora
apenas podía poner un pie en frente de otro por mí misma. Dos veces tropecé
y hubiera caído si Edward no me hubiese sostenido y estabilizado. Una vez
tuve que parar y vomitar, pero sólo vino un poco de agua de mar. Estaba agradecida
de que no nos hubiésemos detenido por desayuno antes de nuestro baño
matutino. No podía imaginar atravesar lo que habíamos acabado de experimentar
con un incómodo estómago lleno. No sé cómo, pero de alguna manera
nosotros finalmente logramos llegar a la cima.
—Está
bien —dijo Edward—. Esto es seguro. La corriente nunca alcanza esta altura.
—Bien
—susurré y colapsé.
Edward estuvo a mi lado de inmediato, sosteniendo mi cabeza en su regazo y mirándome
con ansiedad.
—¿Jas?
¿Estás bien?
—Bien.
—Hice un esfuerzo por levantarme pero realmente no pude conseguirlo y
tuve que contentarme con sólo tumbarme ahí, con mi cabeza descansando en sus
piernas—. Quiero decir, lo estaré… en un minuto —agregué y tosí un poco más
de agua.
—Lo
siento tanto. —Edward tenía una expresión de arrepentimiento en su cara—. Fui
tan estúpido, insistiendo en que fuéramos a nadar. Pensé que teníamos como
mínimo una hora antes de que las olas vinieran.
Moví
mi cabeza.
—No
debí haber nadado tan lejos. Tú intentaste advertirme pero yo no quería escuchar.
—Yo
no debí haberte permitido nadar tan lejos. —Edward obviamente aún estaba intentando
tomar la culpa—. Pero nunca había visto a las olas venir tan temprano
antes. O tan grandes… ¡estas olas eran monstruosas!
—No
estás bromeando —susurré y tosí otra vez. Era una profunda, y desgarradora
tos que parecía venir desde la raíz de mis pulmones. El violento movimiento
desagarró mi costado herido, grité y me agarré a mí misma, intentando
evitar que mi cuerpo se rompiera en miles de fragmentos de dolor.
—Estás
herido, ¿no? —Edward estaba inclinado sobre mí, con su rostro preocupado—.
¿Este es el lado que te golpeaste contra el rompeolas?
Asentí
y tosí otra vez, aún agarrando mi costado. Dios, ¿esto nunca acabaría?
—Déjame
ver. —Los dedos de Edward tantearon delicadamente mi costado, como
buscando huesos rotos—. ¿Sientes algo agudo punzar desde adentro? — preguntó
ansiosamente—. Porque eso podría significar una costilla rota.
Moví
mi cabeza.
—Tuve
un agudo… agudo dolor cuando me golpeé por primera vez en la muralla.
Pero ahora sólo quema.
—¿Quema?
¿Qué quieres decir? —Sus dedos comenzaron a acercarse sigilosamente,
bajo mi camiseta mojada—. ¿Dónde quema?
—¡Detente!
—De repente encontré fuerza para alejarme de él. No había arriesgado
mi vida manteniendo mi secreto, mientras me aferraba contra el rompeolas,
sólo para que él lo descubriera ahora.
—¿Por
qué debería detenerme? Necesitas dejarme ver —insistió Edward.
—¡Estoy
bien! —Me moví a un lado lejos de él.
—Tú
no estás… ¡Mira! —Tendió su mano hacia mí y vi que las yemas de sus dedos
tenían sangre. Mi sangre, pensé nauseabunda. Estoy sangrando.
—Estás
sangrando —dijo Edward, haciendo eco de mis pensamientos—. Ahora quítate
esa estúpida camiseta y déjame echar un vistazo, Jas.
—No.
—Sacudí mi cabeza enfáticamente y me moví lejos de él.
Edward primero me miró herido, luego enojado.
—¿No
crees que estás llevando esta cosa de la modestia victoriana demasiado lejos?
¿O es sólo que estás avergonzado de dejarme verte?
Crucé
mis brazos sobre mi pecho protectoramente.
—Ninguna.
Yo sólo… puedo mirarlo por mí mismo. Cuando estemos de vuelta en
la casa.
—Pienso
que estás avergonzado de algo —dijo Edward delicadamente—. Mira, Jas, después
de que Seth muriera, su cuerpo estaba tan torcido por el cáncer, que
he visto algunas cosas muy malas.
—¿Qué
estás diciendo? —dije, aún manteniendo mi distancia.
—Estoy
diciendo que no importa lo que estés escondiendo bajo esa camiseta, no tienes
que estar avergonzado por dejarme verlo. —La voz de Edward era suave y engatusadora—.
No me hará sentirme diferente acerca de ti, lo juro. Por favor, Jas…
confía en mí.
¡Cómo
desearía poder! Pero el sueño aún estaba allí —la figura de
Jasperr con los
ojos vacíos y un muñón sangriento delante de mí— y no pude.
—Lo
siento, Cullen —dije—. Quiero pero no puedo.
La
mirada tierna en sus ojos descoloridos fue remplazada por un frío y duro destello.
—¿Realmente
es así como te sientes? ¿Después de todo lo que te dije ayer? ¿Después
de todo lo que hemos pasado juntos? Confié en ti, ya sabes. Diablos confié
en ti un montón.
—Lo
sé y lo siento —dije otra vez, sintiéndome miserable. Esto era tristemente insuficiente
pero no sabía que más decir. Edward se puso de pie y pasó su mano a través
de su mojado cabello.
—Quizá
todo esto fue un error.
—¿Qué
cosa? —Mi corazón latía en mi garganta, haciendo difícil tragar o hablar.
—Esto…
todo esto. Nosotros. —Hizo un ademán hacia mí—. ¿Tienes alguna idea
de cuán difícil fue para mí decirte todo lo que te dije ayer, Jas? No sólo acerca
de Seth. ¿Acerca de cómo me siento por ti… por otro chico? —Movió su cabeza—.
Tenía miedo de que pudieras tirar mis palabras de vuelta a mi cara. Pero
no. Tú dijiste… —Bajó su voz y me miró—. Tú dijiste que sentías lo mismo.
—Lo
hice —susurré, sofocándome por las palabras—. Lo hago. Oh, Edward…
—Si
realmente sintieras por mí lo que yo siento por ti, habrías confiado en mí. Yo…
—Pasó una mano a través de su cabello—. Demonios, desnudé mi alma ante
ti ayer, Jas. Dos veces. Y justo ahora nosotros casi morimos allá afuera en el
rompeolas porque no podías incluso quitarte tu camiseta en frente de mí.
¿Estás
viendo la diferencia?
Lo
veía todo bien. Pero no había nada que yo pudiera hacer acerca de ello. Miserablemente,
asentí.
Edward tomó una respiración profunda, como armándose de valor a sí mismo para
decir algo difícil.
—Lo
siento, Jas, pero hasta que puedas mostrarme lo que estás escondiendo, hasta
que puedas confiar en mí de la manera en que yo confío en ti, no creo que pueda
hacer esto. Creo que quizá… quizá deberíamos sólo volver a ser amigos y
compañeros de cuarto y nada más.
Esto
era exactamente lo que he estado buscando… Las palabras que había sido demasiado
cobarde de decir por mí misma. Y aún así, escuchándolas de sus labios
sentí como si acuchillaran mi estómago.
—Está
bien —me escuché a mí misma susurrar, aunque no sé dónde conseguí la fuerza
para formar las palabras.
Edward me miró triste.
—¿Realmente
no vas a decirme o mostrarme? ¿Te vas a dar por vencido con nosotros…
sólo así?
—Tú
eres el que está renunciado —dije débilmente—. No te culpo. — Torpemente
toqué mi oreja, la perforada con su arete de plata y ónix—. Toma, te
daré esto de vuelta.
—No,
quédatelo. —La boca de Edward estrechó en una pálida línea y movió su cabeza—.
Quiero que lo tengas… para recordarme.
—Como
si pudiera olvidarte.
Edward me dio una larga mirada.
—Vamos.
Tenemos que regresar a la casa, entonces podrás examinar tus lesiones
en privado. —La palabra sonó helada viniendo de sus labios—. Aunque
te advierto —continuó—, si te desmayas y comienzas con hemorragias por
todas partes, voy a quitarte la maldita camiseta y te examinaré. Así que será mejor
que estés alerta si quieres guardar lo que sea que estás escondiendo para ti
mismo.
Asentí,
sin tener nada más que decir.
Edward aparentemente trataba de convencerse a sí mismo también. Doblando, él avanzó
por el camino bajando por el sendero rocoso a su casa. Agarrando mi costado
herido con mis brazos, fui detrás de él.
Lo
perdí. Lo he perdido, susurró una voz en mi cabeza y supe que era verdad. Aunque
mi costado dolía y palpitaba a cada paso, no dolía ni cerca de lo mucho que
lo hacía mi corazón.
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Hola a todas que les parecio el capitulo bueno nos acercamos al final de adaptacion muhcas garcias a las lectoras y las que comentan garcias nos vemos el viernes con capitulo nuevo.
5 comentarios:
Pobre Bella, primero el sentido del honor, pero yo confio en Edward, es mas leal y tiene mas honor que otros.
Gracias por el capítulo
o por dios. que se deje de tonterias, el le conto todo. como dijo el desnudo su alma con ella. es justo que ella haga lo mismo.
me encanta.
Hola hola nena me encanta la historia y sufro con ellos, no es justo que no pueda abrirse a él y contarle su secreto, es muy dolorosa la situación y estoy ansiosa por leer el siguiente capítulo
Gracias nena saludos y besos
Otro capitulo x favor estoy ansiosa x saber que ARA edward cuando se entere
Cuantos capítulos nos faltan
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