miércoles, 16 de octubre de 2019

Capitulo 16 Pacto de hermanos


Capítulo 16

—No puedo soportar esto más, tengo algo que necesito decirte—dijo Edward mientras nos deslizamos bajo las sábanas esa noche, la última noche de las Vacaciones de Invierno.

—¿Qué, algo más? —Lo miré con inquietud, preguntándome qué otros secretos oscuros podría estar llevando.

—Me temo que sí. —Se sentó en la cama y apoyó los codos en las rodillas—. No estoy seguro de cómo decir esto, pero… ¿todas las cosas que te dije sobre ser hermanos de juramento?

—¿Sí? ¿Qué pasa con eso? —Puse una mano en mi oreja perforada reflexivamente.

Apenas noté la plata y el perno de ónix que parecía una parte de mí.

—Es… bueno, no es algo que la gente realmente siga haciendo. —Edward se aclaró la garganta—. Quiero decir, solían hacerlo, ese tipo de costumbre pasada de moda desde los tiempos de mi abuelo. Pero realmente no… realmente no se hace ahora.

Lo miré, confundida.

—Entonces, ¿por qué nos hiciste hacerlo? ¿Te inventaste el juramento que hicimos?

—¡No, claro que no! —Sacudió su cabeza con vehemencia—. El voto es real, lo averigüé para hacerlo bien. Yo sólo… —Suspiró—. Sólo lo usé como excusa. —¿Una excusa para qué? —demandé.


—Para estar más cerca de ti, ¿bien? —Edward pasó ambas manos por su cabello con agitación—. Para ser capaz de… tocarte. Y besarte, incluso si es sólo en la mejilla.

La sangre repentinamente rugía en mis oídos tan fuerte que apenas podía oír mis pensamientos.

—Tú… ¿querías estar más cerca de mí?

—Sí, maldita sea, ¡lo hice! Quiero decir, sí. Dios, Jaz, no sé cómo decir esto y podrías odiarme cuando lo haga, pero tengo que decírtelo.

—¿Decirme qué? —Agarré su brazo y lo miré casi salvajemente.

—Decirte… que te amo —Edward se pasó una mano sobre el rostro en obvia frustración—. Sé que suena raro, y debe sentirse raro también. Quiero decir, nunca he tenido… sentimientos como estos por otro chico. Demonios, nunca he tenido sentimientos como estos por nadie. Pero de alguna manera, a pesar de que eres un chico y uno de primer año, y del extremo opuesto del sistema solar, sólo se siente…

—Suspiró—. Sólo se siente correcto. Y lo siento si estoy asustándote ahora mismo, diciéndote esto. Yo sólo…

—Se siente correcto para mí, también —interrumpí en un apuro—. Yo… nunca me he sentido así por nadie tampoco, Edward.

Él parecía inmensamente aliviado.

—Es loco, ¿no? Seguía diciéndome a mí mismo que simplemente era que me recordabas a Seth, que quería protegerte. Y luego me dije a mí mismo que cuando regresara aquí, a Apolo, vería a todas las chicas lindas en la playa y me daría cuenta que no era lo que quería. Pero, Jaz… —Agachó su cabeza para mirarme a los ojos—. Eres lo que quiero. No sé por qué, pero todas las chicas que he mirado, ninguna es tan bonita… uh, quiero decir, tan atractiva como tú.

No para mí, al menos.

Mi corazón se hinchó hasta que sentí como que podría explotar.

—Está todo bien —dije en voz baja—. Puedes decir que soy bonito si quieres. No… realmente no me importa.

—Oh, bueno. —Me dio una sonrisa de alivio—. Me refiero, no quiero decir que no lo eres, ya sabes, masculino ni nada. —Puso una mano en la frente—. No puedo creer que esté teniendo esta conversación contigo. Es tan extraño.

—No es extraño. —Apreté su brazo—. Está bien, quizás un poco extraño — admití y él se rió—. Pero aún es correcto, como dijiste. Sólo… correcto.

Edward me miró con seriedad.

—Ayer dijiste que tenías un secreto también, ¿era ése? Que sentías por mí… ¿cómo yo siento por ti? ¿Que… me amas?

Una vez más, la verdad subió a mis labios. Y esta vez sabía que iba a extenderse. Después de todo, no podía dejar que Edward me amara, pensando que era otro hombre. Él debía estar tan confundido por dentro, preguntándose por qué se sentía atraído por alguien que pensaba era del mismo sexo.

—Edward —dije—, soy…

—Chicos, ¿están listos para ir a la cama?

Nos habíamos inclinado hacia adelante, mirando fijamente los ojos del otro, pero el sonido de la voz de su madre justo fuera de la puerta nos hizo saltar precipitadamente aparte.

—Sí, mamá —dijo Edward mientras nos acomodamos rápidamente en lados opuestos de la cama—. Ya estamos arropados.

—Muy bien. —Ella abrió la puerta y asomó la cabeza, dándonos una sonrisa un poco preocupada—. Sólo quería ver cómo estaban. Ya que es su última noche aquí. —Parecía tan triste que mi corazón, que había estado golpeando unos momentos antes, dolió por ella. Cuán solitario debe ser para ella, ¡llorando en esta casa por el mar sin Seth! Y ahora Edward y yo nos íbamos también, dejándola sin hijos que cuidar. Era una mujer muy dulce y preocupada, deseé nuevamente tener una madre como ella a la cual llamar mía.

—Regresaremos de nuevo para las Vacaciones de Primavera —prometió Edward, obviamente viendo la soledad de su madre—. Lo prometo.

—¿También regresarás, Jasper? —La Sra. Cullen me miró esperanzada.

Me aclaré la garganta.

—Yo… adoraría regresar. Si me acepta, claro.

Ella sonrió.

—Eres un buen y leal amigo con Edward. Por supuesto que queremos que
regreses.

Me preguntaba qué pensaría si supiera que “Edward” acababa de confesar su amor por mí. ¿Cómo se sentirían ella y su marido si pensaran que su único hijo sobreviviente estaba enamorado de otro hombre? El matrimonio con el mismo sexo era aceptado en la mayoría de las lunas progresistas, (no en la Push, claro) pero todavía había un estigma en muchas provincias.

—Gracias —dije, sin saber qué más decir—. Muchas gracias, señora Cullen.

—De nada, querido. —Ella me dio una sonrisa cariñosa, y luego lanzó un beso a
Edward—. Duerman bien.

—Lo haremos. Buenas noches, mamá —dijo Edward.

Ella sonrió y cerró la puerta. Ambos escuchamos sin aliento el sonido de sus pasos retrocediendo por el pasillo y luego, poco a poco bajando las escaleras.

Cuando no había nada sino silencio afuera, Edward se volvió hacia mí, con los ojos ardiendo.

—Esto me está volviendo loco, Jas. Quiero besarte, besarte de verdad. Estaba en sus brazos antes de que me diera cuenta. Su boca en la mía era caliente y urgente, pero yo no estaba menos impaciente que él. Mi mente se volvió borrosa de nuevo a cuando Emmett me había besado, a la torpe e incómoda manera que había presionado sus labios en los míos. No había nada de eso entre Edward y yo —encajábamos de manera natural— nuestras bocas parecían hechas para unirse.

Por fin nos separamos, jadeando, y Edward me miró, con los ojos entrecerrados de placer.

—Sabes tan bien como pensé que lo harías.

—¿Has… estado pensando en ello por mucho tiempo? ¿En besarme? — pregunté con timidez.

Él asintió.

—Es una de las razones por las que yo, uh, dejé de hablarte por un tiempo en la escuela. No podía dejar de pensar en eso, preguntándome cómo sería.

—Te molesta mucho, ¿no? —Sentí una repentina oleada de culpabilidad—. La idea de… ¿de besar otro a hombre?

—No es mi primera opción —admitió, la materia con la mayor naturalidad—. Pero maldita sea, Jas, he intentado y…

—¿Y qué? —pregunté en voz baja.

Él negó con la cabeza.

—Y simplemente ya no puedo estar lejos de ti. No puedo evitarlo, eres el único para mí.

Luego estaba besándome de nuevo, ahuecando mi mejilla para acercarnos más y pasando sus dedos a través de mi cabello corto sin descanso, como si no pudiera acercarse lo suficiente. Me rendí ante el placer de sus besos, al igual que lo había hecho antes. Casi me perdí en su abrazo, de hecho, sólo regresé a mí misma cuando sentí una mano grande y cálida deslizándose lentamente bajo mi camiseta. Bajo mi camiseta, donde mis pechos estaban desnudos y sin ataduras.

—¡Edward, no! —jadeé, rompiendo el beso y empujando su mano lejos al mismo tiempo.

—Está bien, lo siento. —Él parecía decepcionado, pero no muy sorprendido—. Sólo pensé… no sé lo que pensé. Me dejé llevar. —Suspiró y me dio una sonrisa irónica—. Supongo que quieres esperar hasta que estemos casados, ¿verdad?

—¿Casados? —Lo miré, sin saber si estaba bromeando.

—Claro. —Se encogió de hombros—. Así es como se hacen las cosas en la Push, ¿no?

Lentamente, asentí.

—Bueno, sí. Por lo general no entre dos hombres, pero esperamos al matrimonio antes de, um, consumar una relación. Pero… ¿realmente estás pidiéndome que… que me case contigo?

Edward se rió.

—No estés tan asustado, no estoy pidiéndote que te fugues esta noche. Sólo estoy diciendo que quizás algún día en el futuro, después que ambos nos graduemos…

—Supongo —dije tímidamente.

—Puedo verlo ahora… —sonrió Edward—. Tendremos nuestra propia nave. Seré el capitán y tú puedes ser el navegante.

—Espera un minuto. —Intenté sonreírle de vuelta, pero mi corazón todavía estaba latiendo—. ¿Por qué tienes que ser el capitán?

—Porque soy más alto, claro —dijo Edward a la vez. Me dio un codazo en las costillas—. Y también porque eres mucho mejor en Navegación Astronómica que yo. Contigo como navegante, tenemos muchas menos probabilidades de terminar en medio de una supernova o quedarnos atrapados en un agujero negro.

—Tienes razón en eso —dije de mala gana—. Está bien, seré tu navegador. —Y mi pareja —dijo, mirándome fijamente.

Mi corazón saltó en mi pecho y me di cuenta que él no estaba bromeando.

—Si… si me quieres —susurré con incertidumbre—. Hay cosas sobre mí que no conoces, Edward. Cosas que podrían… podrían cambiar tu pensamiento.

Edward ahuecó mi mejilla y me miró a los ojos.

—Voy a decirte lo que me dijiste hoy, Jas, no hay nada que pudieras decirme que cambiara la manera en que me siento por ti.

—Pero…

—No más peros. Y no más secretos, no esta noche. —Lentamente me atrajo hacia abajo en la cama y me acunó en sus brazos—. Esta noche sólo quiero abrazarte —murmuró—. Y besarte e intentar creer que eres mío, realmente, finalmente mío. No te preocupes —añadió, viendo claramente la preocupación en mi rostro—. No iré demasiado lejos, lo prometo.

¿Cómo podría decirle que ya había ido demasiado lejos, demasiado, demasiado lejos? ¿Y que necesitaba decirle mi secreto antes que fuéramos más lejos?

Abrí mi boca para hablar de nuevo, pero Edward ya estaba besándome, lentamente y con ternura, esta vez, como si quisiera que nuestro abrazo durara toda la noche. Sus grandes y cálidas manos estaban en mi espalda, acariciando arriba y abajo, tirando de mí hacia él, más cerca que nunca. No podía pensar con claridad cuando me tocaba así, cuando me besaba con tanta ternura.

Le diré mañana, me prometí. Una noche más no hará daño.

Y entonces dejé de lado todo pensamiento racional y simplemente me entregué al beso.

—Jasper, ¡despierta! ¡Despierta ya!

Una mano fuerte me estaba sacudiendo, tirando de mí hacia arriba desde las profundidades del sueño. Al principio me alejé de él, temiendo que fuera la mano de uno de los hombres sin rostro, los hombres oscuros que venían a arrastrarme por el pasillo y cortar mi mano. No, no es mi mano… La mano de Jasper, susurraba una voz en mi cerebro.

Y entonces lo vi de nuevo, mi hermano. De pie frente a mí con una goteante mano
ensangrentada y una destrozada mirada en su rostro. ¿Por qué Bella? susurró, ¿por qué le dijiste? ¿Cómo has podido?

¡Lo siento! Corrí hacia delante, tratando de detener el flujo de sangre, pero era inútil, estaba sangrando hasta la muerte justo en frente de mí.

Tambaleándose, se postró sobre sus rodillas. Y siguió preguntando: ¿Por qué... por
qué... por qué?

—Jas, despierta. Necesitas despertar ya ¡Maldición!

Eso era Edward llamándome, un rincón medio despierto de mi cerebro me informó sobre ello. Y Jasperr ni siquiera está aquí. Está muy lejos, a salvo.

Siempre y cuando no lo cuente.

El pensamiento me hizo estar completamente despierta. Abrí los ojos y vi a Edward mirándome. La luz del sol que entraba por la ventana mostraba una expresión de preocupación en su rostro.

—¿Era el mismo sueño otra vez? —preguntó en voz baja—. ¿El que tuviste esa noche que te abrazaba?

—Sí —susurré y me eché a llorar.

—Oye, está bien. Todo va a estar bien. —Edward me tomó entre sus brazos y enterré mi cara en su pecho, sollozando tristemente. No era sólo el sueño lo que me había afectado, era el mensaje que llevaba, el cual estaba completamente claro para mí.

No podría decírselo a Edward. No importa lo mucho que lo quiera o lo mal que me siento por mi engaño, simplemente no podía. No sin antes hablar con Jasper primero. No puedo poner en riesgo el futuro de mi querido hermano sin su conocimiento o consentimiento. Edward simplemente tendría que permanecer en la ignorancia de mi verdadera identidad por un tiempo más.

Pero no podía seguir engañándolo, no podía permitirme tener una relación con él bajo falsas pretensiones. Con el corazón encogido, me di cuenta de lo que tenía que hacer. Limpiando mis ojos con la manga de mi pijama, me arrastré fuera del regazo de Edward. Me dejó ir, pero trató de mantener un brazo alrededor de mí cuando me senté a su lado en la cama. Aunque no había nada que quisiera más que la comodidad de estar cerca de él y sentirle abrazándome, me obligué a empujar su brazo lejos de mí.

—¿Jas? —Me miró con incertidumbre—. ¿Estás bien?

—No. —Lo miré, tratando de armarme de valor para lo que tenía que decir—. No, no lo estoy.

—¿Qué esta mal?

—Yo... yo... —Traté de obligarme a decir las palabras que nos separarían. Traté de alejarme de él, pero de alguna manera no podía.

—Está bien. —Edward me dio una palmadita en la espalda—. Sé lo que necesitas, algo para borrar las pesadillas de tu cabeza. Venga, vamos por un último nado.

—¿Nadar? —Eché un vistazo al cronómetro en la pared—. Pero no tenemos tiempo, Cullen. Hemos dormido más tarde de lo habitual y nuestro servicio de traslado sale en una hora.

Se encogió de hombros.

—Entonces vamos a tomar un transporte posterior. Mientras estemos en DLO vamos a estar bien.

—Pero yo... —empecé a protestar de nuevo, pero me hizo callar al lanzar mi bañador en la cabeza.

—Date prisa y póntelo. Tenemos que apresurarnos si queremos conseguir nadar antes de las grandes olas.

Fui a cambiarme como me pidió, aunque mi corazón todavía estaba confundido. Necesitaba decirle que tenía que poner algo de distancia entre nosotros, que no podía seguir siendo su... ¿Qué era? ¿Novio? ¿Novia? O tal vez pareja era la mejor palabra, la palabra que él había usado anoche. Tenía que decirle que no podía serlo, no podía engañarlo un minuto más.

Y sin embargo, cuando salí del cambiador y vi a Edward de pie allí, su amplio pecho desnudo y con su bañador de cintura baja aferrado a sus caderas estrechas, las palabras murieron en mis labios. Se veía tan perfecto, tan hermoso con su pelo dorado revuelto en un halo alrededor de su cabeza. Todavía no podía creer que yo era lo que él quería.

Él no te quiere, dijo una pequeña voz mezquina en mi cabeza. Quiere a Jasper, el chico que cree que conoce. Y cuando se entere de que no eres realmente esa persona...

—Vamos. —La voz profunda de Edward interrumpió mi ataque de culpa—. ¿Porque estás ahí parado mirando? ¡Vamos!

Silenciosa y miserablemente, lo seguí fuera de la casa, bajando hacia la playa. De alguna manera no podía reunir el valor para hablar. No podía hacerme decir lo que tenía que decir.

En las dos semanas que había estado en el Apolo, habíamos estado nadando todos los días, por la mañana y por la tarde como Edward había prometido. En ese momento, había dado pasos increíbles, aprendiendo a confiar en el agua y en mi propia habilidad para moverme en ella sin hundirme. Edward dijo que nadaba como un Pinkrel, un pequeño pez de color coral que habitaba en los mares de Apolo. Realmente disfruté el ejercicio junto con la sensación de enfrentarme a mí misma contra el océano y sentir las corrientes del agua defenderse.

Así que cuando llegamos a las aguas verde azuladas del océano, me lancé a ella sin vacilación alguna. Edward tenía razón, tenía que limpiarme las telarañas de la cabeza y pensar. El agua fría salpicaba mi pecho mientras las olas me ayudaban a nadar. Nadé lejos, más lejos de lo que nunca había hecho antes, tratando de dar sentido a los pensamientos que se agitaban dentro de mi cabeza.

—Jasper, ¡ten cuidado! —Edward me dio una mirada preocupada mientras seguía el ritmo a mi lado.

—Nunca había visto a nadie aprender a nadar tan rápido como tú, pero sigues siendo un principiante.

—Estoy bien. —Metí la cabeza bajo el agua por un momento y salí goteando—. No tienes que preocuparte por mí, Cullen.

—Me preocupas, ¡maldita sea! No vayas tan lejos, te estás acercando demasiado al rompeolas. —Di una mirada a mi izquierda y vi las piedras rojizas, con sus brillantes picos azules que en realidad estaban mucho más cerca de lo que había pensado.

—Estoy bien —le dije, tratando de sonar tranquila. Aún así, comencé a llevar mi cuerpo lejos de la pared. Edward probablemente tenía razón, mis brazos y piernas estaban cansados y cuando lancé una mirada por encima del hombro, la costa estaba mucho más lejos de lo que esperaba. Me volví hacia ella y me centré en las arenas color plata de la playa que se veía tan distante.

Edward parecía aliviado de que estuviera regresando a tierra.

—Bueno, vamos a entrar —gritó por encima del rugido cada vez más fuerte de las olas—. Podríamos tener el tiempo suficiente para tomar algo del desayuno si nos damos prisa.

Empecé a responder, pero una ola sorprendentemente grande de repente se derramó sobre mí, llenándome la boca con agua salada, haciendo que me atragantara. Me pilló desprevenida, escupí y tosí, agitando el agua con los brazos y las piernas para mantenerme a flote, como Edward me había enseñado.

—Oye, ¿estás bien? —Me dio una mirada de preocupación.

—Bien —carraspeé, a pesar de que estaba más lejos de la verdad de lo que me habría gustado admitir. Una parte del agua salada se había metido en mis pulmones y no podía dejar de toser.

—Vamos. Creo que las olas pueden llegar pronto hoy y no quiero estar en medio del agua cuando lo hagan.

—Llegan antes... ¿a veces? —jadeé mientras continuábamos nadando.

Él asintió.

—No muy a menudo, pero de vez en cuando. Aunque... —Lanzó una mirada por encima del hombro, mirando hacia atrás al mar abierto, y las palabras murieron en sus labios.

—¿Cullen? —Giré la cabeza para ver lo que miraba y me quedé sin aliento. Viniendo directamente hacia nosotros había una ola como ninguna que hubiera visto antes.

—¡Nada! —gritó, pero su voz se ahogó por el rugido de la ola que se aproximaba. Se hizo más y más alta, se elevaba como una gran pared de cristal tan alto como un edificio por encima de nosotros. Nadé lo más fuerte que pude, pero mis miembros estaban fatigados y todo mi cuerpo parecía rígido y congelado por el miedo.

Esta es la forma en la que moriré, pensé, y luego una enorme y pesada mano me empujaba hacia abajo, empujándome a través del agua, como si yo no fuera más que un trozo de papel que se había encontrado la marea.

Estoy segura de que me hubiese ahogado si no fuera por el rompeolas.

La enorme ola me arrastró de arriba abajo y me empujó contra él. Fue un impacto apaleador y sentí algo puntiagudo perforar mi costado.

Grité al golpearme, un dolor penetrante me ganó otro sofocante trago de agua salada.

Fui arrojada afuera y di una bocanada de aire cuando la traidora corriente me arrastró, intentando tragarme otra vez. Pero a pesar de que mis piernas se sentían como si estuvieran siendo sacudidas por una gran mano, de alguna manera me mantuve donde estaba.

—¡Jas! ¡Jas! —Edward de repente estuvo justo encima de mí, con su rostro blanco de miedo en las oscuras aguas—. ¿Estás bien? —exigió. Las olas lo empujaban arriba y abajo, él luchaba por quedarse cerca de mí sin dar contra la muralla.

—Yo… creo que sí. —Tosí y escupí más agua.

—¡Gracias a Dios! Vi que la ola te llevó abajo y que te golpeaste contra el muro… Creí que te habías ido.

—Aún estoy aquí —conseguí decir y tosí otra vez.

—Tenemos que irnos. —Miró atrás de nosotros, inspeccionando el mar abierto—. Hay otra viniendo. Está lejos en el horizonte pero las olas se mueven rápido. ¿Aún puedes nadar? Si no, puedo llevarte.

—Eso… eso creo. —Intenté moverme hacia él pero por alguna razón no podía conseguir más de unas pocas pulgadas lejos del rompeolas—. No puedo moverme —dije intentando no entrar en pánico—. Estoy atascado, Cullen.

Edward nadó hacia mí, mucho más cerca del rompeolas de lo que era seguro.

—Tu camiseta está atascada en una espina de mar —dijo, después de una rápida inspección—. No sé cómo conseguirlo sin ser atravesado en el proceso, ése es el problema. —Comenzó a tirar de la tela empapada, intentando sacarla sobre mi cabeza—. Vamos… quítatela.

—¿Qué? ¡No! —jadeé, tirándola de vuelta.

Edward frunció el ceño.

—No es tiempo para ser modesto, Jas. Esa ola está viniendo muy rápido. ¡Quítatela ahora!

—¡No! —Forcejeé en su contra, intentando tener mi empapada camiseta fuera de sus manos—. Puedo desengancharla, sólo dame un minuto.

—Demonios, Jas, ¡no tenemos un minuto! —gritó Edward por encima de las olas—. Tenemos que irnos ahora.

Estábamos en una guerra de tirones ahora, con Edward intentado sacar mi camiseta sobre mi cabeza y yo intentando bajarla tercamente, determinada a no dejarlo exponer el secreto de mi pecho vendado. De repente, con un maravilloso leve sonido, la camiseta se rasgó libre de las espinas de mar y yo estaba hundiéndome bajo las olas. Escuché a Edward gritar mi nombre y entonces un fuerte brazo estaba enganchado alrededor de mi cuello.

—No forcejees —me instruyó—. Sólo relájate y déjame llevarte.

Quise discutir que podía nadar por mi propia cuenta pero para ser honesta, yo no creía que podía. Nadamos lejos e intenté mantener mi cabeza sobre el agua mientras luchaba con la embravecida corriente que debilitaba mi fuerza. Me preocupaba que estuviera ralentizando a Edward pero también estaba asustada de que si me dejaba ir podría hundirme como una piedra. Entonces intenté quedarme quieta y estar relajada en su agarre mientras él nadaba por ambos de vuelta a la orilla.

Fue difícil relajarse, sin embargo… miré el océano abierto y pude ver la próxima ola venir. Estaba avanzando con más lentitud que la que nos había agobiado más temprano pero podía verla moverse, como un montaña creciente de cristal verde grisáceo acercándose, cada vez más cerca.

—Cullen —dije, dudosa de si pudo oírme—. Edward, está viniendo.

—Lo sé. —Su voz era lúgubre.

—¿Nosotros… nosotros lo lograremos? —No podía ayudar a la voz trémula de miedo en mi cabeza.

Hasta ahora, no había experimentado nada más que el tranquilo océano cuando nadábamos. He visto al agua como una gigante y amistosa mano que quiere sostenerme. Ahora estaba viendo otra cara del océano… Un hambriento monstruo que más bien quiere arrastrarme abajo y comerme.

—No lo sé. No lo creo. —Sonó tan calmado que yo no podía creerlo.

—¿Qué? —Comencé a forcejear en su agarre.

—¡No te muevas! —bramó, mirando atrás brevemente para darme una severa mirada—. Estaremos bien incluso si la ola nos atrapa. Siempre te empujan primero, después intentan arrastrarte de vuelta. Cuando nos empujen, iremos con ellas… intentaremos agarrarnos en la orilla.

—¿Agarrarnos? —chillé, aún no creyendo lo que estaba diciendo. La ola crecía más y más grande, por encima de nosotros, cerca de quebrarse.

—Agarrarnos —repitió Edward—. Entonces agarras algo de arena y te aferras a mí… no voy a dejarte ir.

—Yo… —comencé, pero entonces la masiva ola se quebró sobre nosotros, aporreándonos y empujándonos cerca de la orilla como Edward había dicho que sería.

De alguna manera me torcí del agarre de Edward pero él me asió fuerte, justo como había prometido. Intenté mantener la respiración pero el agua salada bajó por mi garganta y subió por mi nariz de todas maneras. Por un segundo estuve asustada de que llenaría mis pulmones y me ahogaría después de todo.

Entonces sentí a Edward y a mí misma ser levantados y empujados hacia adelante con increíble fuerza. De repente las plateadas arenas de la playa corrían hacia nosotros de una manera increíble.

La ola se rompió, tomándonos con ella. El lado de mi cara se estrelló en la arena y siguió el resto de mí. El violento impacto sacó el poco de aire que tenía en mis pulmones, pero aún recordaba lo que Edward había dicho. Buscando adelante, cavé con mi mano en la plateada arena mojada, intentando resistir y no ser arrastrada otra vez.

Sentí el tirón de la corriente y mi débil agarre en la arena no hubiese sido suficiente para salvarme si Edward no me hubiese agarrado también. Él había logrado tomar una piedra medio enterrada que sobresalía en la arena con una mano y con la otra, sostenía mi brazo como la muerte sombría. Por fin la rápida ola amainó, dejándonos a ambos jadeando.

Edward no gastó tiempo recuperándose.

—Vamos… levántate. —Se puso de pie y tiró de mi brazo. Yo, sin embargo, continuaba cabeza abajo en la arena.

—Duele, Edward —gemí—. Todo duele. Necesito… necesito tomar un respiro.

—Puedes tomarlo desde tierra alta. —Tiró de mi brazo otra vez—. Vamos, hay otra viniendo rápido. A no ser que de repente hayas aprendido a respirar bajo el agua, necesitas levantarte.

Gimiendo, me puse de pie tambaleante. Mi costado izquierdo —el lado que había sido embestido contra el rompeolas— dolía y ardía al mismo tiempo. Mis pulmones aún se sentían medio llenos de agua y estaba tan exhausta que apenas podía moverme. Edward no podía estar sintiéndose mucho mejor que yo.

Después de todo, había ocupado un montón de energía más que yo, arrastrándome. Pero tiró de mí incansablemente a través de las cambiantes arenas hasta las empinadas escaleras talladas en las rocas.

Era una escalada que había hecho docenas de veces desde que estaba con él y ahora apenas podía poner un pie en frente de otro por mí misma. Dos veces tropecé y hubiera caído si Edward no me hubiese sostenido y estabilizado. Una vez tuve que parar y vomitar, pero sólo vino un poco de agua de mar. Estaba agradecida de que no nos hubiésemos detenido por desayuno antes de nuestro baño matutino. No podía imaginar atravesar lo que habíamos acabado de experimentar con un incómodo estómago lleno. No sé cómo, pero de alguna manera nosotros finalmente logramos llegar a la cima.

—Está bien —dijo Edward—. Esto es seguro. La corriente nunca alcanza esta altura.

—Bien —susurré y colapsé.

Edward estuvo a mi lado de inmediato, sosteniendo mi cabeza en su regazo y mirándome con ansiedad.

—¿Jas? ¿Estás bien?

—Bien. —Hice un esfuerzo por levantarme pero realmente no pude conseguirlo y tuve que contentarme con sólo tumbarme ahí, con mi cabeza descansando en sus piernas—. Quiero decir, lo estaré… en un minuto —agregué y tosí un poco más de agua.

—Lo siento tanto. —Edward tenía una expresión de arrepentimiento en su cara—. Fui tan estúpido, insistiendo en que fuéramos a nadar. Pensé que teníamos como mínimo una hora antes de que las olas vinieran.

Moví mi cabeza.

—No debí haber nadado tan lejos. Tú intentaste advertirme pero yo no quería escuchar.

—Yo no debí haberte permitido nadar tan lejos. —Edward obviamente aún estaba intentando tomar la culpa—. Pero nunca había visto a las olas venir tan temprano antes. O tan grandes… ¡estas olas eran monstruosas!

—No estás bromeando —susurré y tosí otra vez. Era una profunda, y desgarradora tos que parecía venir desde la raíz de mis pulmones. El violento movimiento desagarró mi costado herido, grité y me agarré a mí misma, intentando evitar que mi cuerpo se rompiera en miles de fragmentos de dolor.

—Estás herido, ¿no? —Edward estaba inclinado sobre mí, con su rostro preocupado—. ¿Este es el lado que te golpeaste contra el rompeolas?

Asentí y tosí otra vez, aún agarrando mi costado. Dios, ¿esto nunca acabaría?

—Déjame ver. —Los dedos de Edward tantearon delicadamente mi costado, como buscando huesos rotos—. ¿Sientes algo agudo punzar desde adentro? — preguntó ansiosamente—. Porque eso podría significar una costilla rota.

Moví mi cabeza.

—Tuve un agudo… agudo dolor cuando me golpeé por primera vez en la muralla. Pero ahora sólo quema.

—¿Quema? ¿Qué quieres decir? —Sus dedos comenzaron a acercarse sigilosamente, bajo mi camiseta mojada—. ¿Dónde quema?

—¡Detente! —De repente encontré fuerza para alejarme de él. No había arriesgado mi vida manteniendo mi secreto, mientras me aferraba contra el rompeolas, sólo para que él lo descubriera ahora.

—¿Por qué debería detenerme? Necesitas dejarme ver —insistió Edward.

—¡Estoy bien! —Me moví a un lado lejos de él.

—Tú no estás… ¡Mira! —Tendió su mano hacia mí y vi que las yemas de sus dedos tenían sangre. Mi sangre, pensé nauseabunda. Estoy sangrando.

—Estás sangrando —dijo Edward, haciendo eco de mis pensamientos—. Ahora quítate esa estúpida camiseta y déjame echar un vistazo, Jas.

—No. —Sacudí mi cabeza enfáticamente y me moví lejos de él.

Edward primero me miró herido, luego enojado.

—¿No crees que estás llevando esta cosa de la modestia victoriana demasiado lejos? ¿O es sólo que estás avergonzado de dejarme verte?

Crucé mis brazos sobre mi pecho protectoramente.

—Ninguna. Yo sólo… puedo mirarlo por mí mismo. Cuando estemos de vuelta en la casa.

—Pienso que estás avergonzado de algo —dijo Edward delicadamente—. Mira, Jas, después de que Seth muriera, su cuerpo estaba tan torcido por el cáncer, que he visto algunas cosas muy malas.

—¿Qué estás diciendo? —dije, aún manteniendo mi distancia.

—Estoy diciendo que no importa lo que estés escondiendo bajo esa camiseta, no tienes que estar avergonzado por dejarme verlo. —La voz de Edward era suave y engatusadora—. No me hará sentirme diferente acerca de ti, lo juro. Por favor, Jas… confía en mí.

¡Cómo desearía poder! Pero el sueño aún estaba allí —la figura de Jasperr con los ojos vacíos y un muñón sangriento delante de mí— y no pude.

—Lo siento, Cullen —dije—. Quiero pero no puedo.

La mirada tierna en sus ojos descoloridos fue remplazada por un frío y duro destello.

—¿Realmente es así como te sientes? ¿Después de todo lo que te dije ayer? ¿Después de todo lo que hemos pasado juntos? Confié en ti, ya sabes. Diablos confié en ti un montón.

—Lo sé y lo siento —dije otra vez, sintiéndome miserable. Esto era tristemente insuficiente pero no sabía que más decir. Edward se puso de pie y pasó su mano a través de su mojado cabello.

—Quizá todo esto fue un error.

—¿Qué cosa? —Mi corazón latía en mi garganta, haciendo difícil tragar o hablar.

—Esto… todo esto. Nosotros. —Hizo un ademán hacia mí—. ¿Tienes alguna idea de cuán difícil fue para mí decirte todo lo que te dije ayer, Jas? No sólo acerca de Seth. ¿Acerca de cómo me siento por ti… por otro chico? —Movió su cabeza—. Tenía miedo de que pudieras tirar mis palabras de vuelta a mi cara. Pero no. Tú dijiste… —Bajó su voz y me miró—. Tú dijiste que sentías lo mismo.

—Lo hice —susurré, sofocándome por las palabras—. Lo hago. Oh, Edward…

—Si realmente sintieras por mí lo que yo siento por ti, habrías confiado en mí. Yo… —Pasó una mano a través de su cabello—. Demonios, desnudé mi alma ante ti ayer, Jas. Dos veces. Y justo ahora nosotros casi morimos allá afuera en el rompeolas porque no podías incluso quitarte tu camiseta en frente de mí.

¿Estás viendo la diferencia?

Lo veía todo bien. Pero no había nada que yo pudiera hacer acerca de ello. Miserablemente, asentí.

Edward tomó una respiración profunda, como armándose de valor a sí mismo para decir algo difícil.

—Lo siento, Jas, pero hasta que puedas mostrarme lo que estás escondiendo, hasta que puedas confiar en mí de la manera en que yo confío en ti, no creo que pueda hacer esto. Creo que quizá… quizá deberíamos sólo volver a ser amigos y compañeros de cuarto y nada más.

Esto era exactamente lo que he estado buscando… Las palabras que había sido demasiado cobarde de decir por mí misma. Y aún así, escuchándolas de sus labios sentí como si acuchillaran mi estómago.

—Está bien —me escuché a mí misma susurrar, aunque no sé dónde conseguí la fuerza para formar las palabras.

Edward me miró triste.

—¿Realmente no vas a decirme o mostrarme? ¿Te vas a dar por vencido con nosotros… sólo así?

—Tú eres el que está renunciado —dije débilmente—. No te culpo. — Torpemente toqué mi oreja, la perforada con su arete de plata y ónix—. Toma, te daré esto de vuelta.

—No, quédatelo. —La boca de Edward estrechó en una pálida línea y movió su cabeza—. Quiero que lo tengas… para recordarme.

—Como si pudiera olvidarte.

Edward me dio una larga mirada.

—Vamos. Tenemos que regresar a la casa, entonces podrás examinar tus lesiones en privado. —La palabra sonó helada viniendo de sus labios—. Aunque te advierto —continuó—, si te desmayas y comienzas con hemorragias por todas partes, voy a quitarte la maldita camiseta y te examinaré. Así que será mejor que estés alerta si quieres guardar lo que sea que estás escondiendo para ti mismo.

Asentí, sin tener nada más que decir.

Edward aparentemente trataba de convencerse a sí mismo también. Doblando, él avanzó por el camino bajando por el sendero rocoso a su casa. Agarrando mi costado herido con mis brazos, fui detrás de él.

Lo perdí. Lo he perdido, susurró una voz en mi cabeza y supe que era verdad. Aunque mi costado dolía y palpitaba a cada paso, no dolía ni cerca de lo mucho que lo hacía mi corazón.
*******************************************
Hola a todas que les parecio el capitulo bueno nos acercamos al final de adaptacion muhcas garcias a las lectoras y las que comentan garcias nos vemos el viernes con capitulo nuevo.

5 comentarios:

beata dijo...

Pobre Bella, primero el sentido del honor, pero yo confio en Edward, es mas leal y tiene mas honor que otros.
Gracias por el capítulo

Anónimo dijo...

o por dios. que se deje de tonterias, el le conto todo. como dijo el desnudo su alma con ella. es justo que ella haga lo mismo.

me encanta.

Kar dijo...

Hola hola nena me encanta la historia y sufro con ellos, no es justo que no pueda abrirse a él y contarle su secreto, es muy dolorosa la situación y estoy ansiosa por leer el siguiente capítulo
Gracias nena saludos y besos

Unknown dijo...

Otro capitulo x favor estoy ansiosa x saber que ARA edward cuando se entere

Unknown dijo...

Cuantos capítulos nos faltan

ORACION A MI SEXY VAMPIRITO

Edward de mi guarda
De mi sexy compañia
Bebete mi sangre
De noche y de Dia
Hasta que caiga en tus brazos
Y sea tu marca de heroina