lunes, 25 de noviembre de 2019

Capitulo 17 pacto de Hermanos


Capítulo 17


—Entonces, ¿cómo estuvieron tus vacaciones de invierno? Un pajarito me dijo que tú y Cullen la pasaron juntos. — Emmett enganchó su brazo con el mío mientras caminábamos por el largo pasillo del edificio de ciencias juntos.

Hice una mueca mientras su brazo rozaba mi costado herido. La sangre que Edward había visto en la playa había sido de algunos rasguños que había recibido de los espinos de mar. Estaban casi curados ya, pero los moretones azules y púrpuras que habían florecido bajo la piel por el impacto con el rompeolas estaban todavía tiernos y dolorosos.

—Yo fui el que te dijo que iba a pasar las vacaciones con Cullen —le recordé a Emmett con irritación—. No es como si fuera un gran secreto.


—No, creo que no —suspiró—. Esperaba conseguir algo sucio. ¿Tuvieron ustedes dos un buen rato? —Me levantó una ceja rubia significativamente y sabía exactamente lo que estaba preguntando.

—Tuve una encantadora visita —dije con voz apagada—. Sus padres son muy agradables y su casa es hermosa.

Emmett frunció el ceño.

—¿Entonces por qué estás tan deprimido, mi querido maniquí? Pasaste tus vacaciones de invierno en el paraíso con un dios, deberías estar extático. A menos que... —Me miró de cerca—. A menos que haya problemas entre tú y el Príncipe de Hielo.

—Estamos bien —le dije con estoicismo—. Somos amigos y compañeros de cuarto. ¿Qué más quieres?

Emmett negó con la cabeza e hizo un sonido de disgusto.

—Oh, no, querido. Creo que la pregunta es, ¿qué quieres tú?
La respuesta a eso era fácil, quería a Edwartd de vuelta. Desde nuestras palabras en la playa había sido frío y distante. Habíamos tomado el transporte de regreso a La Academia en silencio y habíamos entrado justo antes de DLO. Edward no dijo nada, pero cuando tomé mi pijama y me fui a cambiar en el armario como de costumbre, sentí sus ojos sobre mí, tanto enojados como llenos de reproches.

No había preguntado incluso si quería que programara la alarma para levantarme para mi ducha de las tres de la mañana y yo no se lo había recordado tampoco.
Supuse que tendría que encontrar una nueva manera de estar limpia, o tal vez sólo escabullirme por mi cuenta. Era arriesgado, pero ¿qué otra cosa podía hacer?

Hoy, el primer día de regreso a clases, Edward había sido cortés pero nada más, tal como lo había sido durante todo el tiempo que estuvo tratando de llegar a un acuerdo con sus sentimientos iniciales hacia mí, el semestre anterior. Sólo que esta vez era peor. Peor, porque ahora sabía lo maravilloso que podría ser el ser amada por él. Ser sostenida en sus brazos. Pero me temo que nunca tendré ese placer de nuevo, no a menos que le revelara mi secreto y quizás ni siquiera entonces. Después de todo, ¿qué tan enojado estaría Edward cuando se enterara de que había sido engañado? ¿Alguna vez desearía estar conmigo otra vez? Me pareció que era muy dudoso. Aún así, yo habría estado dispuesta a darle una oportunidad si pudiera haberme comunicado con Jasper en su móvil para conseguir su bendición. Pero las pocas llamadas que había hecho en la estación antes de que tomáramos el transporte de regreso a Athena habían quedado sin respuesta. Yo sabía que Jasper estaba fuera de alcance físicamente pero tenía la esperanza de al menos conectar con él a través del video de la pantalla. El hecho de que no pude llegar a mi amado hermano gemelo me hizo sentir más abandonada. Si sólo pudiera hablar con él, explicarle sobre Edward  y obtener su bendición para…

—Bueno, ya que no pareces tener una respuesta a mi pequeña pregunta, ¿qué tal un nuevo pedazo de chisme jugoso para levantarte el ánimo? —dijo Emmett, interrumpiendo mi diatriba interna de miseria.

—¿Qué? —pregunté con voz apagada—. No me importa lo jugoso que sea. Dudo que vaya a hacerme sentir mejor.

—Oh, creo que podría hacerlo. —Emmett me dio una sonrisa socarrona—. ¿Adivina quién fue expulsado?

—¿Quién? —pregunté obedientemente, aunque realmente no me importaba.

—Nada menos que tu amigable matón de vecindario, Demetri. —Emmett me sonrió—. Así es, al parecer fue sorprendido haciendo trampa en uno de sus exámenes parciales y en esta ocasión, ¡el director se negó a dejarlo pasar!

—¿En serio? —Para mi sorpresa, la noticia realmente sí me hizo sentir mejor.

Tener la amenaza constante de Demetri eliminada se sentía como quitar un peso sobre mis hombros.

—En serio —confirmó Emmett—. Estaban tratando de acallar todo antes de que nos fuéramos de vacaciones pero ahora está saliendo a la luz en gotas pequeñas.  —Me miró de cerca—. De la misma manera que el dato de que tú y Cullen son una pareja salió, de hecho.

Apreté la mandíbula. Probablemente había oído algo de Riley, que no parecía el tipo de guardar silencio sobre los azotes que Edward había tomado por mí.

—Lo que sea que hayas oído, no es cierto. Te lo dije, Cullen y yo no somos más que compañeros de cuarto.

—Tal vez ahora, pero estoy dispuesto a apostar que había algo entre ustedes en algún momento. —Emmett me miró con reproche—. Y yo que pensaba que no bateabas para ese equipo.

—No lo hago —dije—. Y tampoco Cullen.

Él arqueó una ceja.

Irritable. De todos modos, estaba más sorprendido sobre Cullen que sobre ti. Es tan recto que pondría celosa a una regla.

—Sí, lo es. Y yo también. Así que sólo termina, ¿de acuerdo? —La continua investigación de Emmett en mi vida privada empezaba a ponerme de nervios. Sobre todo ahora que ya no tenía más vida privada con Cullen.

—Está bien. —Emmett dejó caer mi brazo bruscamente—. Sé de esa forma si quieres.

Suspiré. Bien, ahora había logrado alienar al único amigo que me quedaba.

—Mira, Emmett, lo siento…

—No, no, no me importa. —Él ya se alejaba, su nariz en el aire como si oliera algo malo—. Te voy a dejar en paz con tu mal humor. Avísame cuando hayas terminado de poner mala cara por lo que sea que pasó y que te niegas a hablar.

Estaré cerca. —Me lanzó una última mirada sardónica y se perdió en el pasillo ahora lleno de gente.

Me detuve en seco en medio del pasillo y me quedé allí como un bulto, dejando a los otros estudiantes caminar a mí alrededor. Me sentía miserable, completamente miserable y no había nada que pudiera hacer al respecto. Nada excepto decirle a North mi secreto y no podía hacer eso. Así que estaba atrapada.

Eventualmente me moví otra vez y caminé por el pasillo en dirección a mi última clase del día, educación física obligatoria. Mientras caminaba hacia el gimnasio haciendo eco, me sorprendí a mí misma manteniendo un ojo cauteloso por Demetri y sus compinches. Entonces recordé el “chisme jugoso” de Emmett. Bueno, era un problema resuelto, al menos. Sin el matón buscando constantemente darme una paliza, debería ser capaz de tomar una ducha en paz después de clase. Eso era, mientras sus amigos restantes no vinieran por mí.

Hoy el entrenador Cayo nos hizo jugar baloncesto, un deporte de la antigua Tierra que parecía haber sido inventado específicamente para personas altas, lo que me dejó fuera. Pasé la mayor parte de la clase sentada en el banquillo viendo a mis compañeros de clase turnarse para tratar de pasar una bola de color naranja con rayas a través de una red. Para mi alivio, Demetri sí estaba ausente y sus dos grandes secuaces, Alec y Felix, me ignoraron por completo. Aun así, sólo para estar segura, esperé hasta que la mayoría de los otros estudiantes habían terminado sus duchas antes de colarme de nuevo a los vestuarios del gimnasio.

El vestuario casi se había vaciado y todas las duchas estaban desocupadas en el momento en que llegué allí. Revisé para estar segura y sólo cuando estaba convencida de que la larga fila de duchas estaba realmente vacía caminé tranquilamente a tomar la del final.

Sintiéndome nerviosa y tensa, abrí el agua caliente y esperé hasta que hubiera vapor antes de despojarme de la ropa. A continuación, asegurándome que la cortina estuviera cerrada por completo y mi toalla al alcance de la mano, me acerqué rápidamente a la ducha.

El agua caliente se puso a trabajar en mí al mismo tiempo. Mientras estallaba una cápsula de champú por encima de mi cabeza, sentí que mi tensión comenzaba a ceder. Todavía estaba descontenta por la situación con Edward, pero ya no me sentía como doblándome de miseria. Era una gran mejora.

Enjuagué mi cabello y enjaboné mi cuerpo también, frotando mis pechos para aliviar el dolor de estar envuelta todo el día. Sólo tengo que llegar hasta el final de este semestre, me dije mientras me lavaba. Entonces puedo dejar La Academia para siempre y conseguir un trabajo en el sector privado. No tendría que fingir ser alguien que no era allí. Las mujeres eran contadas en igualdad con los hombres y una mujer podría ser capitán o navegador si ella se probaba a sí misma, lo que yo tenía toda la intención de hacer.

Pensé en volar a través de las vastas extensiones del espacio, explorando nuevos lugares, viendo mundos que sólo había imaginado. Ese era mi sueño, la verdadera razón por la que estaba aquí, me recordé. Yo no había venido a La Academia para enamorarme, había venido para salir de debajo del pulgar de mi padre, para ver las estrellas, y por supuesto, para facilitarle a Jasper el sueño de ser un músico profesional. Casi había logrado todo eso, mi objetivo estaba a la vista. Sólo tenía que aguantar unos cuantos meses más y estaría libre.

En realidad estaba comenzando a sentirme mejor cuando, espontáneamente, las palabras de Edward aparecieron en mi mente. Lo puedo ver ahora... Vamos a tener nuestra propia nave. Voy a ser el capitán y tú puedes ser el navegador.

De repente, mi tristeza regresó en un torrente. No habría ninguna nave ahora. No exploraría las estrellas con el hombre que amo a mi lado. Sólo sería yo, sola en el espacio. Eso era, si me las arreglaba para pasar por los exámenes finales sin ser elegida para un chequeo de ADN o perder una mano.

—Oh Edward —susurré, inclinando mi frente contra la pared de azulejos fríos—. Odio esto. Desearía que las cosas pudieran ser diferentes.

—Te voy a mostrar lo que es diferente, novato.

Antes de que pudiera registrar la familiar voz detrás de mí, una mano áspera me tenía del brazo y me estaba dando la vuelta.

Tomada por sorpresa, me sacudí, casi resbalando sobre las baldosas húmedas. Una caída al suelo de la ducha habría sido dolorosa, pero podría haberme salvado, podría haberme cubierto. Por desgracia, el agarre de Demetri en mi brazo era demasiado firme. Me levantó, mirándome con una luz malvada en sus ojos porcinos pequeños.

Me quedé mirando el rostro familiar de odio en estado de shock.

—Tú... tú fuiste expulsado —jadeé, tratando de cubrirme con las manos—. ¡Ni siquiera deberías estar aquí!

—Sí, pero tenía un pequeño asunto pendiente. —Me sonrió—. Tú, novato. Así que vine de regreso y le dije a Felix y Alec que te mantuvieran aquí por mí. Pensé que podrías colarte por la puerta trasera, pero… —Se detuvo bruscamente, sus ojos muy abiertos—. Felix... Alec... ¿ven lo que estoy viendo?

—Maldita sea —dijo Felix, por detrás de su hombro. —Míralo... mírala.

—¿Qué demonios? —El tonto Alec, de pie al otro lado de Demetri, pareció confundido—. ¿Dónde está su pene? —preguntó sin rodeos.

—Él no tiene uno, idiota. —Los ojos de Demetri dejaron mi cara y recorrieron mi cuerpo—. Él es ella. El novato aquí es una chica.

—Déjame en paz. —Traté de retroceder pero Demetri no iba a dejarme ir. Su carnosa mano se tensó sobre la parte superior de mi brazo, sosteniéndome rápido.

—Una chica bonita —se maravilló, y su voz estaba de repente poblada de lujuria—. Un poco plana, pero soy un hombre al que le gustan las piernas.

—Maldita sea —dijo Felix otra vez, y sus ojos se habían vuelto codiciosos—. Una chica de carne y hueso aquí mismo, delante de nuestras narices todo este tiempo. Sólo piensa en toda la diversión que podríamos haber tenido con ella.

Alec parecía finalmente comprender la idea.

—Así que si Swan es una chica, eso significa que esa vez que te derrotó en esgrima... Oye, Demetri te ganó una chica. ¿Sabías eso?

—Cállate, idiota —gruñó Demetri, echándole una mirada—. Yo no sabía que él era ella en ese entonces.

—No importa —dijo Alec implacablemente—. Aun así fuiste tomado por una chica.

Demetri me dio una sonrisa cruel.

—Y ahora es el momento de que yo haga una pequeña toma.

Mi estómago se sentía como si me hubiera tragado un kilo de hielo y mis piernas se pusieron de repente débiles. Seguramente él no estaba pensando en hacer eso. Ser descubierta era bastante malo pero ser asaltada por un cerdo como Demetri... Bueno, preferiría perder una mano sin duda.

—Tú... tú no lo harías —dije, mi voz seca de miedo
.
—Oh, ¿no lo haría? —Demetri me miró lascivamente—. ¿Sabes cuánto tiempo ha pasado desde que tuve a una chica, novato? Mi padre me castigó todas las vacaciones, no podía siquiera salir para encontrarme una prostituta. Necesito un poco de algo para calmarme, ¿y si tú me ayudas?

—¡No! —Finalmente logré librarme de él, pero no había ningún lugar a donde ir sino de vuelta en la ducha que todavía estaba corriendo—. Aléjate de mí — dije con voz temblorosa—. ¿Cómo te atreves a hablarme de esa manera? Tú... tú no eres un caballero.

Demetri se echó a reír, un sonido horrible que hizo eco y rodó en el pasillo de baldosas.

—Bueno, vamos a eso, tampoco lo eres tú, novato. Y no vas a ser una dama, tampoco. No cuando haya acabado contigo. —Se desabrochó la bragueta y dio un paso adelante, alcanzándome—. Ahora ven aquí.

Me encogí contra las frías baldosas, sintiéndome enferma y desesperada. Él realmente iba a hacerlo. Me iba a violar. Y no había nada que pudiera hacer para detenerlo.

No, ¡no puedo pensar de esa manera! Levanté la barbilla. Si dejo que me intimide, estoy muerta. Tengo que tener un plan... una estrategia. De repente, sabía lo que iba a hacer.

—Vamos, entonces —dije, aunque tenía la garganta tan seca que apenas podía articular las palabras. Dejé caer mis brazos, dejándome expuesta, aunque cada instinto me había clamado contra eso. Yo estaba orando que Demetri y sus compinches mantuvieran sus ojos en mi cuerpo y no en mis manos. Ellos lo hicieron. Deslicé un brazo detrás de mí y busqué a ciegas con la punta de mis dedos la bolita de champú extra en la pequeña repisa a la altura de mi cintura en la esquina de la casilla—. Vamos —dije de nuevo, palmeando la pastilla y rezando para que no se hubieran dado cuenta.

—Muy bien, ahora, eso me gusta más. —Demetri se pavoneó hacia adelante y cerró la ducha con un giro de su muñeca. Con la otra mano estaba tirando hacia abajo sus pantalones. Luché por mantener los ojos por encima de su cintura, pero no pude dejar de notar el grueso y rechoncho miembro masculino que quedó a la vista. Mi estómago dio vueltas pero traté de no dejar que el disgusto se mostrará en mi rostro—. Apuesto a que has estado deseándome todo este tiempo, ¿eh, nena? —Arrastró las palabras, inclinándose hacia mí—. Apuesto a que…

Saltando hacia adelante, rompí la bolita en su ojo derecho. Estalló inmediatamente, rociando su ojo sin protección con champú.

Demetri rugió de dolor y se tambaleó hacia atrás, agarrando su cara. Sus pantalones cayeron hasta los tobillos y se tropezó, cayendo en Felix y Alec que habían estado de pie detrás de él con impaciencia.

Alec cayó también, deslizándose sobre el suelo húmedo para aterrizar en su espalda. Felix giró sus brazos torpemente, tratando de no caer. No esperé a ver si se las arreglaba para mantener el equilibrio. Agarrando mi toalla, huí, saltando sobre la forma supina de Demetri en un salto desesperado.

Lo habría logrado si Demetri no hubiera estirado una mano y me hubiera agarrado por el tobillo. Caí al suelo en pleno vuelo, como un pájaro disparado desde el cielo, mi toalla retorcida torpemente alrededor de mi torso. Mi rodilla chocó duro contra los azulejos rígidos y mi amoratado costado chilló en el impacto.

—Oh no, no lo harás, pequeña perra —gruñó Demetri. Su ojo derecho estaba entrecerrado todavía, pero el izquierdo estaba lleno de odio malévolo—. Ahora seré el doble de malo. —Agarrando mi tobillo, me empezó a arrastrar. Desesperada, le di una patada a la cara de Demetri con mi pie libre. Mi talón conectó con su nariz y oí un crujido sordo. Algo húmedo y caliente brotó en contra de mi suela y Demetri aulló de dolor. Estaba bastante segura de que le había roto la nariz pero de alguna manera, en su rabia, se las arregló para mantener su control sobre mí.

—¡Déjame... ir! —grité, pateándolo de nuevo con cada palabra.

—Yo no lo creo. —Su rostro era una máscara sangrienta de furia mientras me arrastraba hacia él. Podía sentir los huesos de mi tobillo crujir con la presión de su mano carnosa.

Luché desesperadamente, escarbando en los azulejos pulidos, luchando contra la mano cerrada alrededor de mi tobillo. Mi toalla se sentía como si estuviera exprimiéndome por la mitad, se había torcido de alguna manera como una serpiente de constricción alrededor de mis pechos y caderas. Alec y Felix empezaban a ponerse de pie. Si no escapaba pronto…

—Déjalo ir.

La voz profunda y autoritaria me hizo jadear y mirar hacia arriba. Sentí un gran alivio cuando vi a Edward de pie, mirando hacia abajo a la escena en el piso de la ducha. Su rostro estaba lleno de furia justificada, una vista que envió a Felix en escape sobre sus manos y rodillas.

Alec, sin embargo, no se rindió tan rápido. Alargó la mano hacia mí y me agarró del brazo, obviamente con la intención de sostenerme para Demetri.

Al minuto siguiente Edward era un borrón de movimiento y Alec aulló. Vi que varios de sus dedos parecían estar doblados en un equivocado y antinatural ángulo. Llorando de dolor, se alejó, sosteniendo los dedos rotos contra su pecho.

—¿Alguien más? —Edward miró a Demetri desafiantemente—. ¿Quieres una muestra también? Te voy a romper los dos brazos si no sueltas a Jasper ahora.

El rostro de Demetri se retorció de odio.

—¿Después de lo que esa pequeña perra me hizo? No lo creo. —En un movimiento convulsivo se levantó sobre sus rodillas, todavía apretando mi tobillo—. Voy a…

Para mi alivio, no llegué a oír lo que él había planeado para mí. Edward entró en acción de nuevo y esta vez los movimientos que usó eran nada como los que me había mostrado durante nuestra lección de judo. Fueron rápidos, eficientes... y mortales. Antes de que pudiera parpadear, él pateó, rompiendo la gruesa muñeca de Demetri como una cerilla. Demetri dejó escapar un grito agudo, sin aliento y de repente me soltó.

Con el agarre del matón en mi tobillo finalmente roto, me escabullí hacia atrás, todavía luchando con mi toalla. Pero Edward no había terminado. Inclinándose, tomó a Demetri por el cuello y lo puso de pie. Cuando vio la forma en que los pantalones de Demetri estaban alrededor de sus gruesos tobillos, su rostro se volvió aún más oscuro.

—Emmett pensó que no andabas en nada bueno cuando vio que a escondidas regresabas al campus pero esto es peor de lo que imaginaba. ¿Qué demonios pensabas en hacer, Demetri? ¿No era intimidar a Jasper y golpearlo lo bastante malo para ti?

Demetri levantó la vista, su rostro se curvó en una mueca desagradable, con el brazo roto colgando inútilmente a su lado.

—¿Qué crees que iba a hacer, eh? Lo mismo que has estado haciendo con esa pequeña perra todo el semestre, eso es.

Edward lo fulminó con la mirada.

—Lo que Jasper y yo hacemos no es asunto tuyo. Él está bajo mi protección.

—¿Por qué continuas diciendo "él", eh? —exigió Felix, desde la relativa seguridad de la esquina.

—Sí —resopló Alec, todavía sosteniendo sus dedos rotos—. Deja de tratar de fingir. Sabemos que sabes lo que Jasper es.

—¿De qué están hablando? —La honesta apariencia de confusión en la cara de Edward le pareció a Demetri repentinamente hilarante.

—Míralo, ¡él no lo sabe! —gritó, aunque sus palabras sonaron apagadas, debido a su nariz rota—. No lo sabe.

—Tú, hijo de puta. ¿Qué no sé? —exigió Edward, sacudiéndolo.

—Tu pequeño compañero de habitación es una chica, Cullen  —se burló Demetri, asintiendo con la cabeza hacia mí—. No me digas que realmente no lo sabías. Swan es una chica.

De repente, Edward pareció volverse loco. Con un gruñido bajo, se volvió a Demetri y comenzó a golpearlo. Oí otro chasquido y luego el matón estaba jadeando y agarrando su pierna. Me sentí mal cuando vi la forma en que su pantorrilla sin hueso y gomosa se doblaba de repente en el medio. Cayó sobre una rodilla, pero North no había terminado. Sus manos mortales volaron y luego un fragmento de hueso blanco, manchado de rojo, se asomó por un agujero que había roto en la manga de la camisa de Demetri. A continuación, North se dirigió a su rostro ya sangriento. Su propio rostro estaba blanco de furia, él estaba completamente fuera de control.

—¡Alto! ¡Basta ya! —jadeé, horrorizada por la violencia—. No, Edward, ¡lo vas a matar!

Mi voz pareció llegar a él de alguna manera. Jadeando, se apartó de Demetri que estaba en el suelo.

—Te lo advertí. —Su voz estaba temblando—. Te advertí lo que sucedería si venías por Jasper de nuevo. Ahora vete. —Él miró a Felix y Alec quienes tenían miradas sorprendidas en sus caras—. Vayan, agárrenlo y sáquenlo de aquí. Antes de que les dé a los dos algo de lo mismo.

Luchando, se las arreglaron para enganchar un brazo alrededor de Demetri y arrastrarlo hacia la puerta. El matón estaba inconsciente, eso o muerto, pensé con un escalofrío. Él no protestó, incluso cuando sus amigos golpearon toscamente sus extremidades rotas en su prisa por alejarse de Edward.

Dejaron un rastro de color rojo en los azulejos blancos que hicieron dar vueltas a mi estómago pero por fin se habían ido. Luego el baño estaba vacío a excepción de mí y Edward.

Lentamente, se volvió hacia mí. Finalmente había logrado ponerme de pie y hacer que mi toalla se anudara firmemente alrededor de mí, pero la expresión de su rostro me hizo sentir completamente desnuda.

—¿Es verdad? —Su voz era apenas un susurro y la expresión de su rostro era terrible de contemplar.

—Por supuesto que no —mentí frenéticamente, tratando desesperadamente de mantener mi secreto, el secreto de Jasper—. Demetri está loco. Están todos...
Él levantó una mano para detenerme.

—No más mentiras, Jaz —dijo con voz cansada, limpiándose las manos con sangre en los pantalones de su uniforme—. Dime. No, no me digas... muéstrame.

Edward

—¡Muéstrame! —rugió y luego su voz se convirtió en un susurro—. Por favor. Necesito ver. Necesito saber. Por favor, Jasper, sólo... sólo muéstrame.

No había nada más que pudiera hacer, ni otra mentira que pudiera decir. No había forma de impedirle descubrir mi vergonzoso secreto. Ruborizándome y temblando, dejé caer la toalla.

Edward asimiló, sus ojos cada vez más amplios por segundo.

—Dios mío —susurró—. Es verdad.

Edward... —Di un paso hacia él pero retrocedió, sacudiendo la cabeza.

—No, aléjate de mí. No puedo creer que fuera tan idiota. Nunca siquiera...

—Bueno, ahora ¿qué diablos está pasando aquí? —El rugido furioso del entrenador Cayo hizo eco en el cuarto de azulejos, congelándome en mi lugar—. Demetri de vuelta en el campus y medio muerto a golpes. Alec y Felix gritando que Cullen es el responsable y que Swan es una maldita chica. Y ahora…

Paró en seco justo frente a mí, al lado de Edward. Finalmente mi parálisis se rompió. Me sonrojé y busqué la toalla, mi corazón golpeando con horror. Pero estaba claro que para el momento en que la puse en su lugar, el entrenador había visto todo. Me miró sin comprender.

—¿Swan?

—Lo puedo explicar —balbuceé, apretando la toalla más fuerte a mí alrededor—. Es mi hermano, sabe, mi padre lo iba a mandar aquí, pero él no quería venir. Quería unirse a la orquesta en lugar de eso. Y yo, yo siempre he sido mejor en Navegación Astronómica que bordando. Quería volar una nave espacial y esta era la única manera de aprender. Así que cambiamos de lugar, pero no es culpa de Jasper. Sinceramente no…

El entrenador Cayo negó con la cabeza.
—Guárdalo para el director. —Me tomó firmemente por el brazo—. Vamos. No me pagan lo suficiente como para hacerle frente a este tipo de mierda. —Me dio una mirada de disgusto—. Maldita forma de empezar el condenado semestre.

El entrenador me estaba alejando pero miré por encima de mi hombro a Edward.

Él se quedó allí, mirándome, con las manos ensangrentadas colgando lánguidamente por los costados. Más que mi propio castigo, incluso más que el temor de que Jasper estuviera en peligro, la mirada de sus ojos azules me atravesó el corazón.

Edward —susurré—. Edward, lo siento. Lo siento tanto...

Edward sólo negó con la cabeza.

—Confié en ti —susurró, pero las paredes resonantes tomaron su voz y la arrojaron a mí, una acusación amarga—. Yo confiaba en ti.

Y entonces el entrenador Cayo me tiró por la esquina y él se había ido.


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ORACION A MI SEXY VAMPIRITO

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Bebete mi sangre
De noche y de Dia
Hasta que caiga en tus brazos
Y sea tu marca de heroina