lunes, 9 de diciembre de 2019

Capitulo final Pacto de hermanos


Capítulo 20

Al puerto espacial, y date prisa —le dijo mi nuevo esposo a la limusina automatizada la cual aceleró inmediatamente lejos con nosotros en su vientre. Él se volteó hacia mí—. Me gustaría poder ofrecerte una luna de miel en un resort exclusivo pero temo que mi negocio no lo permite. Tenemos que estar en la nave y fuera de la órbita de Dianna esta noche.

—Lo entiendo —dije en voz suave. Honestamente, no me importaba donde pasáramos la luna de miel. ¿Por qué debería importarme donde pasaría mi temporada personal en el infierno? Me preguntaba si él intentaría tocarme... besarme.... La idea hizo que mí estómago se encogiera. No porque fuera un Skelly head, sin embargo, porque él no era Edward. Los besos de otro nunca podrían ser tan dulces, u otras caricias tan tiernas.


Sácalo de tu mente, me aconsejé a mi misma mientras la limo aceleraba por las calles oscuras hacia el puerto espacial. Probablemente nunca lo volverás a ver de nuevo y tienes que vivir con esta... persona Anthony por el resto de tu vida. Así que será mejor que dejes de pensar en el pasado.

Por supuesto, era más fácil dar que recibir el consejo. De todas formas, me forcé a apartar la mirada de la ventana de la limusina y me volteé para enfrentar a mi nuevo esposo en su lugar. Para mi incomodidad, me encontré con que él me estaba estudiando intensamente, el brillo de sus ojos ocultos detrás de la máscara nunca vacilaba.

 —Um... —Busqué en mi mente un tema de conversación. ¿Qué diría uno a su nuevo esposo quién es un total y completo extraño?—. ¿Cómo debería llamarle? —pregunté finalmente cuando el pareció poco dispuesto a ayudarme—. ¿Anthony estaría bien o prefiere Señor Masen?

—Simplemente Masen —dijo brevemente—. Por ahora será así.

—Sí, mi señor. —Miré hacia abajo, a mis dedos, desando que él dejara de mirarme.

—¿Mi mirada te hace sentir incómoda, Bella? —preguntó suavemente.

Miré hacia arriba rápidamente.

—¿Cómo supo mi apodo?

Se encogió de hombros.

—Pareció una suposición lógica. Pero nunca respondiste a mi pregunta. ¿Te hace sentir incómoda cuando te miro?

—Un poco —confesé—. Yo... no tengo mucho que mostrar.

—Estoy en desacuerdo, eres adorable. Especialmente me gusta la longitud de tu cabello. —Extendió la mano y apartó un mechón de pelo de mis ojos con una mano enguantada—. Hermoso —murmuró para sí mismo.

Pude sentir mis mejillas calentándose.

—Gr-gracias, mi señor —tartamudeé—. Es muy amable.

—Oh, quizás no pienses así en un rato —remarcó ominosamente.

Antes de poder tomar el coraje para preguntarle que quiso decir con eso, la limusina automatizada se detuvo en el puerto espacial de la Push.

Para mi sorpresa, la nave frente a la cual nos detuvimos parecía ser un vehículo comercial más que uno privado. Unos pocos miembros de la tripulación vestidos en monos azules estaban cargando paquetes en la bahía de embarque mientras otros se escabullían por encima del exterior de sus vastos y blancos flancos, asegurándose que estuviera lista para despegar.

—Aquí está. La Lakota. —Escuché una nota de orgullo en la voz grave de mi esposo la cual, de alguna forma, lo hizo sonar más joven—. No mucho para comenzar, sólo un transporte inter-lunar. Pero va a dar algunos saltos interestelares también. Debería ser un viaje interesante.

—¿Lo será? —Miré la nave con una ligera punzada de esperanza.

—Oh, sí. —Mi nuevo esposo asintió—. Hay mucho que ver allí afuera, entre las estrellas. Si no tienes miedo de hacer el viaje.

—No tengo miedo —suspiré—. Pensé... Supongo que pensé que sólo me llevaría de vuelta a Midas y que viviríamos allí.

Él sacudió su cabeza.

—No, ahora viviremos en la nave por un tiempo. ¿Te gustaría?

—Sí, mucho —dije antes de pensar en ello. Quizás cumpla mi sueño de explorar las estrellas después de todo. Luego, recordé que no las estaría explorando con Edward y mi fugaz sensación de euforia fue abruptamente aplastada. Oh Edward, si tan sólo estuvieras aquí. ¡Nada de eso significa algo sin ti!

Tomé su mano enguantada y luego su brazo, el cual me extendió como un caballero debería. Al menos tiene modales, me dije a mí misma. Estaba segura que mi padre había salido de su camino para escoger el peor esposo que pudiera encontrar, ¿por qué más me casaría con un Skelly head? Pero quizás él haya cometido un error con Lord Masen. Después de todo, las apariencias pueden ser engañosas.

Caminamos por la pasarela hacia el interior de la nave. Dentro, eran todo largos pasillos de acero, un lugar completamente profesional pero con algunos toques personales tales como las placas con nombres colgadas en las puertas de la cabina. Pasamos el cuartel de la tripulación, un espacioso puente de aire, y una cocina de uso común antes de llegar al sector privado.

Me di cuenta de que era privado porque mi nuevo esposo tuvo que marcar un código en un teclado de buen gusto para subir una energía azul la cual lo separaba del resto de la nave. Una vez levantado el campo azul, fui sorprendía por la vista a un pasillo mucho más lujoso, uno que tenía una suave alfombra verde musgo. Aquí las puertas eran hechas de madera en lugar de acero y las placas de afuera de las cabinas manifestaban oficinas en lugar de nombres.

"Primer Oficial", decía la primera. En frente de ella había otra marcada como "Capitán". Y un poco más abajo había una puerta con la designación de "Navegador".

Esta fue la puerta donde mi esposo se detuvo. Pero no había ningún teclado en el cual introducir un código. En su lugar, un identificador de huellas estaba fijo en la pared junto a la puerta.

—Aquí. —Él hizo un gesto hacia mí—. Pon tu mano en él. Deja que la nave lea tus huellas.

—No entiendo —dije vagamente mientras presionaba mi mano en la placa como él lo había indicado—. ¿Es el navegador de la nave?

—No —dijo mientras la puerta se abría para revelar una pequeña pero lujosa cabina equipada—. Tú lo eres.

—¿De qué está hablando? —Di un paso a través del umbral y volteé mi rostro hacia él para enfrentarlo. Me siguió y la puerta se cerró detrás de nosotros con un silbido silencioso.

—Dije, que eres la navegadora de Lakota, si lo quieres ser, eso es.

Sacudí mi cabeza.

—¿Es por eso que se casó conmigo? ¿Por qué escuchó sobre lo que hice? ¿Sobre como asistí a la Forks Academy disfrazada y aprendí navegación ahí?

—Escuché que eras la mejor de tus clases antes de que lo descubrieran — retumbó mi nuevo esposo—. Pero no, no es por eso que me casé contigo.

—Entonces, ¿por qué? No lo entiendo.

—Lo harás en un tiempo. —Dio un paso hacia atrás, aún mirándome a través de la mascarilla sin rasgos—. Esta es tu cabina pero la visitaré cada vez que sea oportuno.

—Sí, mi señor. —Sentí mis mejillas calentarse mientras consideraba lo que él estaba diciendo. No había duda que esperaría que cumpliera con mis deberes de esposa, a pesar de como me sentía sobre la situación. Sus siguientes palabras confirmaron mis pensamientos.

—Es nuestra noche de bodas, Bella. ¿Sabes lo que quiere decir?

—Yo... creo que sí. —Me atreví a echarle una rápida mirada a él y luego bajé la mirada para estudiar mis manos.

—Bien —gruñó—. Iré a chequear algunas cosas con la tripulación y darles algunas instrucciones de despegue. Cuando regrese, espero encontrarte esperando en la cama por mí. Usa el camisón rosa que encontrarás en el armario. ¿Lo entiendes?

Asentí miserablemente. Era mi esposo ahora, mi señor y mi amo, y yo era una prisionera en su nave. ¿Qué más podía hacer?

—Sí mi señor —murmuré.

—Muy bien —dijo nuevamente. Luego salió de mi habitación en un remolino negro y ya se había ido.

Por un largo rato simplemente permanecí allí en el centro de la habitación, aturdida. ¿Cómo había llegado a esto? ¿Iba realmente tener que entregarme a este hombre completamente extraño? No un extraño, tu esposo, reprendió una pequeña voz en mi cabeza. Y no sabes nada de él excepto que es un Skelly head.

¿Tendría que verlo sin su máscara? ¿Sería terriblemente horroroso? Para ser honestos, no me importaba. Cualquiera menos North sería horrible para mi, ¿qué importaba si el rostro de mi nuevo esposo lucía como una calavera? Torpemente, me forcé a ir al otro lado de la habitación hacia la cama de columnas y el armario que estaba junto a ella.

Supuse que debía quitarme el traje carmesí y prepararme para la cama. No es que fuera a dormir mucho una vez que mi nuevo esposo volviera. Cerré mis ojos fuertemente ante la idea. Dios, no podía seguir con esto.

Pero debes hacerlo, susurró mi vocecita. Y de todos modos, es un castigo apropiado para todas tus mentiras y engaños. Eso era probablemente cierto, pero fue poco consuelo. Suspirando profundamente, abrí el armario y miré a través de las ropas que allí colgaban.

Para mi sospesa, parecía haber sido escogido especialmente para mí. Todos parecían ser de mi talla y no eran todos vestidos y faldas como fui obligada a llevar toda mi vida en Victoria. En realidad habían unos cuantos pares de pantalones también. ¿Podría ser que mi nuevo esposo fuera un poco más liberal de lo que había pensado al principio?

No te engañes a ti misma. ¿Qué hay si te deja vestir pantalones? Él aún espera que cumplas con tus deberes de esposa cuando lo ordene. ¿Cómo puede ser liberal?

Un punto muy bueno. Con el corazón encogido, saqué un negligé de color rosa pálido con encaje en su cuello y mangas. "Usa el camisón rosa", había dicho. Era casto. Una cosa delicada, sería el exacto color de mi vestido de boda si mi tiempo en la Academia no me hubiese convertido en una "mujer caída". ¿Estaba mi nuevo esposo intentando decirme algo? Y si fuera así, ¿qué? Acaricié su sedoso material cuidadosamente antes de sacarme mi vestido de novia carmesí y ponérmelo en su lugar.

Justo cuando me metí en la cama, sentí la puerta de mi nueva habitación abrirse en un silbido silencioso. Apresuradamente me metí bajo las sábanas, incapaz de hacer frente a mi nuevo esposo o a los deberes que me correspondían.

Bella —dijo tranquilamente en esa profunda y grave voz—. ¿Estás lista?

Me forcé a mí misma a asomarme por el borde de las sábanas.

—Sí, mi señor. —Las palabras llegaron en un chillido pero no pude evitarlo, mi corazón latía con fuerza y mi garganta estaba seca. Todo en lo que podía pensar era que este extraño estaba apunto de tocarme y yo iba a tener que permitirlo.

Iba a ser mil veces peor que el beso indeseado de Emmett y todo porque el hombre tocándome no era el que quería, no era Edward.

Mi nuevo esposo caminó hacia a la cama. De pie a mi lado, se acercó a mí luciendo imposiblemente alto en su traje de un negro intacto.

—¿Debería dejar las luces encendidas o apagadas?

—Apagadas por favor, mi señor —dije antes de pensar en ello.

—Muy bien. —Se rió severamente mientras apagaba las luces, dejando la habitación oscura—. Así podrás evitar ver lo que hay bajo mi máscara, sin dudas.

—Oh, no, no, mi señor —protesté—. Sólo porque... soy tímida, eso es todo.

—He escuchado hablar de tu excesiva modestia. —Su voz se suavizó un poco y la cama crujió cuando se sentó en el otro lado del colchón, a pocos centímetros de donde yo estaba—. He escuchado que te las arreglaste para pasar por un chico en la Forks Academy y nadie era sabio a causa de tu prudencia.

—Me escondí tan bien como pude hasta... hasta el final —susurré, recordando la horrible sensación de estar desnuda entre Demetri y sus secuaces—. Yo... yo fui atacada en las duchas y fui descubierta. —Entonces me di cuenta de como debió haber sonado—. Fui atacada pero no... no tomada. —Me apresuré a asegurarle—. Fui rescatada antes de que algo... inapropiado tuviera lugar.

—Antes de que fueras violada, querrás decir —dijo rotundamente—. Esperaba más.

—¿Es por eso que me consiguió un camisón rosa? —pregunté vacilante.
—Entre otras cosas. Cuéntame sobre como fuiste rescatada.

—Mi compañero de habitación, él llegó justo a tiempo. Creo que mi amigo le dijo que yo estaba en problemas. —Suspiré melancólicamente—. Siempre llegaba justo a tiempo para salvarme. Parecía saber exactamente cuando más necesitaba ayuda.

—Es una lástima que no pueda salvarte esta vez —remarcó mi nuevo esposo.

Cerré mis ojos, luchando por contener las lágrimas.

—Él no querría. Ahora me odia por mi decepción y no puedo culparlo. Fue horrible, lo que hice, la forma en que mentí.

—Quizás no es tan horrible. Estabas protegiéndote en una situación peligrosa —ofreció gentilmente.

—Debí haber encontrado otra forma. No debí haber estado allí en primer lugar —susurré—. Herí a tantas personas... herí a Edward...

—¿Ese era su nombre? —murmuró.

—Sí. —Enterré mi cara en mis manos y sollocé—. Lo siento, simplemente... No
puedo... parece que no puedo olvidarlo.

—¿Aún lo amas? —Su voz áspera chirrió en mis oídos y temí a las consecuencias de responder con sinceridad. Pero ya había echo demasiado mintiendo.

—Sí —susurré—. Mucho. Perdóneme, mi señor. Sé que no es lo que un hombre desea escuchar en su noche de bodas pero...

—Por el contrario, eso es exactamente lo que esperaba escuchar.

Su afirmación me sorprendió tanto que levanté la mirada, observando de cerca su figura en la oscuridad.

—¿Qué?

—Antes, me preguntaste por qué me casé contigo Bella —dijo—. Me casé contigo porque aún me siento de la misma forma que tú te sientes por mí.

—No... lo entiendo. —Sacudí mi cabeza—. No lo he visto antes de esta noche.

—¿Es eso lo que piensas? —Las luces se encendieron de repente e hice una mueca de dolor por su brillo. Cuando mis ojos finalmente se acostumbraron, vi que mi nuevo esposo estaba una vez más de pie junto a la cama.

—¿Mi señor? —dije vacilante.

Bella —susurró. Dio un paso hacia mí y alcanzó su máscara. A medida que caía, el modulador de voz que había sido colocado en el interior de esta se separó, y escuché sus palabras en un tono más familiar—. Me casé contigo porque no podía dejar de pensar en ti. Porque no importaba que tan enfadado estuviera contigo, no podía sacarte de mi cabeza.

Edward —jadeé, mirando fijamente en sus familiares y penetrantes ojos azules.

Tropecé de la cama y me puse delante de él, escaneando su altura frenéticamente. Las ropas negras parecían fuera de lugar pero el resto de él, su dorado cabello despeinado, sus afilados rasgos, eran tan maravillosamente familiares. Aun así, no podía creerlo—. Edward, ¿eres... realmente tú?

—Realmente soy yo. —Dejó caer su máscara y el modulador de voz en el piso, y tomó mis manos en las suyas—. Me casé contigo porque aún te amo, Bella.

—Oh —susurré y luego la habitación comenzó a dar vueltas y todo se volvió gris.

Edward me atrapó antes de que pudiera tocar el piso, justo como había hecho en la Academia luego de mi primera pelea con Demetri. Se movió a la enorme cama de dosel y se instaló allí, aún sosteniéndome.

—¿Estás bien? —Su querido y familiar rostro estaba ansioso. Tuve que estirarme y tocar su mejilla para asegurarme nuevamente que él era real. Que todo no era un vívido y maravilloso sueño del cual me despertaría. Edward volteó su rostro con mi caricia y frotó mi palma con su boca, colocando un suave beso en el centro. Luego preguntó de nuevo—: ¿Estás bien?

—Oh, Edward, si eres real, verdaderamente real y esto no es un sueño, entonces sí, estoy más que bien —susurré—. Pero no veo como... Pensé... Pensé que me odiabas.

—Lo hice, por un tiempo —dijo seriamente—. No sabes lo que me has hecho pasar, Bella. Cuestioné mi sexualidad, mi cordura, todo sobre mí mismo cuando me di cuenta de que me sentía atraído hacia otro hombre. No es que haya algo malo en ello, pero no soy gay. Enamorarme de ti fue seriamente una de las cosas más difíciles que he enfrentado.

—Lo siento tanto. —Mis ojos se llenaron con lágrimas e intenté parpadear para alejarlas—. Quise decirte, por favor créeme, Edward. Quería hacerlo. Pero no era sólo mi secreto.

—Lo sé. Estabas protegiendo a tu hermano. —Suspiró—. Darme cuenta de eso fue lo que me ayudó a superarlo. Hubiese hecho lo mismo que tú hiciste por Jasper, por Seth. Y tampoco nunca lo habría dado por vencido.

—Gracias por tu comprensión —susurré.

—Hubiera guardado tu secreto, lo sabes. —Me miró seriamente—. Eso fue lo que me hirió más, saber que pensabas que no podías confiar en mí.

—Sé que lo hubieses guardado. —Bajé la cabeza—. Estuve a punto de decírtelo tantas veces, especialmente durante las vacaciones. Pero de alguna forma simplemente... no pude.

—Oye... —Edward levantó mi barbilla de modo que pudiéramos vernos a los ojos—. Está bien, he tenido tiempo para superarlo. Y te he dado un poco de tu propia medicina justo ahora. —Asintió hacia la máscara y el modulador de voz que aún seguían en el suelo—. ¿Te gustó?

—En lo absoluto —dije temblando—. ¿Cómo pudiste hacerme creer que pasaría mi noche de boda con un completo extraño? Pudiste haberme dicho tan pronto como salimos de la casa.

—¿Y arriesgarme a que alguno de tus sirvientes viera y alertara a tu padre? No lo creo. —Edward sacudió su cabeza—. Además, pretendiste ser alguien más por más de seis meses. Creo que merecías sesenta minutos del mismo tratamiento. Y... —Bajó su mirada—. Y quería saber si aún me querías. Si aún te importaba.

—Claro que me importa —dije con fiereza—. Nunca dejé de hacerlo incluso cuando pensé que tú sí.

—Tampoco dejé de hacerlo —admitió suavemente—. Aunque lo intenté por un tiempo. Estaba tan enojado contigo.

—Lo podría decir por la forma en la que me mirabas. —Miré hacia mis manos—. La última vez que nos encontramos fue cuando mi padre me estaba arrastrando hacia afuera.

—Estaba mayormente en shock en ese entonces —dijo—. Pero había tenido el suficiente sentido común para actuar como que te odiaba.

—¿Qué quieres decir con suficiente sentido común? —demandé—. ¡No sabes cuantas veces repetí esa escena en mi mente! Que horrible me sentí sabiendo que no podías soportar siquiera verme.

—Piensa en ello, Bella —dijo pacientemente—. Tu padre ya te estaba acusando de ser algún tipo de prostituta. Si hubiese actuado de acuerdo a mis verdaderos sentimientos y hubiese intentado abrazarte, o Dios no lo permita, besarte, sus peores sospechas se hubieran confirmado, en su opinión, de todos modos.

Pensé en los ojos furiosos de mi padre y tuve que admitir que Edward tenía razón.

—Supongo que sí —dije con un suspiro—. Y supongo que me lo merecía. La angustia mental en la que he estado los pasados seis meses pensando que me odiabas fue probablemente nada comparado a lo que pasaste cuando intentabas entender tus sentimientos por mí.

—No sé sobre eso. —Edward besó mi mejilla con ternura—. Pero creo que incluso deberíamos dejarlo pasar. No más sobre torturarnos el uno al otro por un tiempo, ¿de acuerdo?

—Está bien. —Me acurruqué felizmente contra su pecho—. De todos modos, ¿cómo conseguiste el consentimiento de mi padre para casarte conmigo?

Se encogió de hombros.

—Sólo pensé en el disfraz más horrible que pude imaginar. Tenías razón, tu padre realmente quería castigarte. ¿Por cuál otro motivo te casaría con un hombre que pensaba que era un Skelly head? —Aclaró su garganta—. Siento haberlo implicado de nuevo en la Academia en primer lugar. Pero no vi ninguna otra manera de evitar que perdieras una mano.

—¡Así que tú fuiste quien lo llamó! —Lo miré con sorpresa—. Me preguntaba sobre eso.

—Todavía estaba tan enojado y herido que no podía ver bien, pero sabía que no quería que perdieras una extremidad. Así que hice una llamada anónima.

Afortunadamente no estaba lejos de Athena o es posible que aún tu mano estuviera volviendo a re-crecer. —Me miró especulativamente—. Aunque si hubiese crecido tan rápido como tu cabello, supongo que estarías bien.

Me sonrojé y puse una mano en mi cabello.

—¿Te gusta largo?

—Me gusta más que eso —aseguró Edward en un gruñido suave—. Ahora que te veo con él cayendo alrededor de tú rostro, me pregunto como pude haberte visto como un hombre en primer lugar. —Frunció el ceño—. Por supuesto, casi al final estaba comenzando a sospechar que algo no estaba bien.

—¿Qué te hizo sospechar? ¿Mi olor de niña? —pregunté, recordando como se había quejado de que yo olía bien, incluso cuando usaba su champú.

—Eso fue una parte de ello, supongo. —Edward sacudió su cabeza—. Y tú extremada modestia. Al principio pensé que tenías alguna deformidad, como la tenía Seth. Ese fue el por qué te ayudé a tomar duchas a mitad de la noche. Pero luego, después de sostenerte cerca de mí esas noches en las vacaciones y sentir cuán suave y delicada eras, comencé a sospechar que quizás había algo más.

—¿Algo más? ¿Cómo qué? —pregunté.

—No lo sé... —Frunció el ceño—. Quizás como que eras transexual o algo así. Ya sabes, la transición de un sexo a otro...

—¿Un transexual de Victoria? —Casi me reí—. No debes conocer mucho mi provincia. Una cosa así jamás sería tolerada. Por lo que, fui evitada por sólo llevar tu símbolo. —Estiré mi brazo para tocar el ónix y el broche de plata aún plantado firmemente en mi lóbulo derecho.

—Lo sé, hice algunas investigaciones en la Push durante el tiempo que estuvimos separados. —Me miró con seriedad—. Tienes que creerme, no sabía que sólo las prostitutas se perforaban sus orejas allí.

—Eso está bien. —Le sonreí—. Estaba orgullosa de llevarlo. No me importa lo que nadie piense en la push.

—Especialmente desde que no tendrás que verlos nunca más —remarcó Edward.

—Espero que no. —Mordí mi labio—. Y... ¿estás seguro de que mi padre nunca sospechó nada?

Edward se encogió de hombros.

—Incluso si lo hiciera, ya es demasiado tarde, estamos legalmente casados. Y en caso de que te estés preguntando, los nombres en el contrato del matrimonio son reales, no el falso que le di a tú padre. Así que estamos completamente vinculados. —Aclaró su garganta y se movió incómodamente—. Y sobre eso, sé que en realidad nunca te pedí que te casaras conmigo. Si no estás feliz con la situación, siempre podemos anularlo.

La ansiedad se retorció en mi estómago como nudos.

—Es... ¿Es eso lo que quieres? —susurré.

—No. Diablos, no. —Edward sacudió la cabeza con fuerza—. ¿Recuerdas que te dije que tendríamos una nave para nosotros una vez que saliéramos de la Academia? Bueno, esta es.

—Oh, Edward... —Mi corazón se sintió como si fuera a estallar pero aún había algo que me molestaba—. Es maravilloso, pero ¿qué hay de tu sueño de ser parte del Cuerpo Espacial? ¿Renunciaste a eso por mí?

—No había mucho a lo que renunciar —dijo Edward seriamente—. Los Cuerpos no admiten oficiales mujeres y sabía que quería estar contigo. —Aclaró su garganta—. Ellos tampoco ven amablemente a los reclutas que han lisiado permanentemente a otro cadete.

Me llevé una mano a mi boca.

—¿Quieres decir Demetri?

Edward asintió.

—Nunca volverá a caminar de nuevo sin una prótesis. Yo, uh, arruiné bastante su rostro también. No es que fuera atractivo para empezar.

—Oh, Edward —susurré mientras una oleada de culpa se apoderaba de mí—. E hiciste todo eso por mí. Si no hubieras...

—Si no lo hubiese hecho él hubiera... hubiera... —Edward sacudió su cabeza—. Cuando pienso en que podría haberte sucedido si Emmett no me hubiera advertido que había visto a Demetri furtivamente de nuevo en el campus...

Edward... —susurré—. No lo hagas.

Entrecerró los ojos y su voz se convirtió en un gruñido.

—Sólo intento decir que no me arrepiento de nada de lo que le hice a Demetri y lo haría de nuevo en un minuto. Se merece todo lo que hice y más. —Me miró a los ojos—. Haría cualquier cosa, arriesgaría todo para protegerte, Bella. Para mantenerte segura, aquí conmigo. —Acarició mi cabello—. Me sentía de esa forma incluso antes de saber que eras una chica. Lo sabes.

Sus palabras parecieron encender un fuego en algún lugar dentro de mí.

—Sí, lo sé —susurré, moviendo mi rostro sobre su amplio pecho. Quería relajarme y simplemente disfrutar de estar en sus brazos, pero algo más me molestaba en un rincón de mi mente.

—Tus padres, ¿qué dijeron acerca de todo esto? —pregunté, recordando lo amables que habían el Sr. y la Sra. Cullen durante mi estadía en su casa.

—Bueno, mi padre no estaba muy entusiasmado y ambos se sorprendieron bastante cuando se enteraron de que eras una chica. —Edward sonrió—. Pero creo que mi madre estaba mayormente feliz. Ella sabía que me gustabas, ya ves, podía decir que había algo entre nosotros. Y el hecho de que seas una chica quiere decir que tiene más posibilidades de conseguir nietos.

—Siempre podríamos haber adoptado si no lo fuera —señalé.

—Sí, lo sé. Pero entonces los bebés no tendrían tus grandes ojos marrones —se burló de mí gentilmente.

La cabeza me daba vueltas, aún estaba teniendo un momento difícil creyendo que estábamos casados por completo, y aún menos, hablando de tener bebés.

Eso es algo para pensar en el futuro, lejos en el futuro, me dije a mí misma.

—¿Así que piensas que tus padres me perdonarán? —pregunté, intentando volver a mi pregunta original—. Quiero decir, realmente me agradaron. Odiaría pensar que ellos me culpan por la pérdida de tu carrera.

Edward enarcó una ceja hacia mí.

—¿Cuál pérdida? Sólo porque no esté usando un uniforme con el logo del Cuerpo no quiere decir que no soy el capitán de una nave. ¿Qué piensas que es esto? —Hizo un gesto con una mano hacia la nave a nuestro alrededor.

—Es bastante impresionante —dije, sonriéndole—. ¿Realmente vamos a ir por todo el sistema?

—Y fuera de él también —me aseguró—. De hecho, una de nuestras paradas va a ser cerca de donde la orquesta de tu hermano está tocando. ¿Quieres visitarlo en una de sus actuaciones y sorprenderlo?

—Eso sería maravilloso. —Me sentí mareada de emoción ante la idea de ver a Jasper nuevamente. ¡Qué maravilloso encuentro y podría presentarle a Edward!

Edward me sonrió.

—Pensé que eso te haría feliz.

—Más feliz de lo que puedas imaginar —dije, sonriendo—. Pero, ¿realmente voy a ser la navegadora de Lakota?

—Absolutamente. Tan pronto como me gradué fui al sector privado y encontré al dueño de una nave en busca de un capitán y un navegador. Le dije que éramos un acuerdo en paquete, tuvo que tomarnos a ambos a la vez.

—¿Y estuvo de acuerdo? —pregunté sorprendida.

—Oh sí —asintió Edward—. Estaba encantado de tener dos graduados de la Academia para dirigir su nave. Bueno, un graduado de la Academia y otro que abandonó. —Me sonrió—. Pero le prometí que conseguirías tu licencia de navegador durante nuestro primer viaje para hacer todo bien y legal. Así que esa es la primera orden de negocios para ti.

—No, no lo es —murmuré, sacudiendo mi cabeza. De pronto estuve consiente de cuan cerca estábamos. Edward aún me estaba sosteniendo en su regazo y no parecía dispuesto a bajarme en un tiempo. No es que lo quisiera. Su esencia picante llenaba mis sentidos y sus brazos a mí alrededor se sentían increíblemente bien.

—¿No lo es? —Edward lucía confundido.

—No. —Levantando mi mano, enredé mis dedos en su espeso y rubio cabello y tiré de él hacia abajo—. Esto es.

Mientras nuestros labios se unieron en un beso, pensé en cuan afortunada era, aunque casi había terminado en tragedia, mi apuesta había sido pagada. Tenía la vida con la que siempre había soñada con el hombre que amaba. Edward y yo viajaríamos a través del espacio juntos, compañeros iguales como habíamos imaginado. Finalmente estábamos juntos sin secretos o mentiras entre nosotros que nos mantuvieran separados y nada volvería a separarnos de nuevo.

Pero no importaba dónde la vida me llevara, o qué distantes y maravillosas estrellas viera, sabía que nunca olvidaría el tiempo que pasé en la Academia.

Fin


Libro: The Academy
Autora:Emmaline Andrews
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Muchas a gracias a todas por seguir esta adaptacion y estar pendiente de ella, pronto subire una nueva por e blog por ahora subire una adaptacion especial de navidad en la pagina de fanfiction.

5 comentarios:

beata dijo...

Gracias por esta linda historia. Me encantó. Espero tus próximas actualizaciones.

Anónimo dijo...

hermosa historia!!! y que reencuentro... gracias!!!!!!

Anónimo dijo...

ME HA ENCANTADO COMO TODAS TUS HISTORIAS. GRACIAS.

sueñosliterarios dijo...

Oh, q tierno final y me encantó la historia

Kar dijo...

Hola hola nena definitivamente me anamore de está muchas Gracias te leo en la sig
Saludos y besos

ORACION A MI SEXY VAMPIRITO

Edward de mi guarda
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Bebete mi sangre
De noche y de Dia
Hasta que caiga en tus brazos
Y sea tu marca de heroina