jueves, 23 de abril de 2020

Capitulo 16 Corazones Oscuros


CAPÍTULO 16
Poco después de las diez, Isabella por fin regresó al apartamento. Tras irse del parque de bomberos, se había dirigido con el Prius a su restaurante mexicano favorito y había cenado sentada en la barra (una mesa para una sola persona le había parecido más deprimente de lo que podía soportar). Luego había vagado hasta la librería y había pasado un rato allí, hasta que se había percatado de que estaba hurgando por la sección de ofertas en busca de novelas de suspense que pudieran gustarle a Edward.

Al abrir la puerta del apartamento, lo primero que vio fue la luz de la cocina encendida. Igual que la de su habitación.

—¿Edward? —preguntó. Sintió que la esperanza le llenaba el corazón y que una oleada de alivio la recorría entera—. ¿Edward? —preguntó de nuevo, apresurándose hacia la habitación.

Pero su casa estaba vacía.

Volvió a la cocina. Porque lo segundo que había visto había sido un enorme jarrón con un ramo de rosas reposando en la encimera. Entre las flores, alcanzaba a distinguir algunas palabras:


«Te quiero. M.»

—Dios mío —murmuró, con un nudo en la garganta. Edward había estado allí. Había venido a decirle que la amaba. Y mientras tanto, ella había estado evitando volver a casa.
Soltó la tarjeta del clip que la sujetaba. Y el estómago le dio un vuelco.

«Tómate tanto tiempo como necesites. Estaré esperando. Te quiero. M. N.»

M.N. Maldito Michael. Mierda.


Isabella sintió que se le encorvaban los hombros. No había sido Edward. Al fin y al cabo, no había sido Edward.

Entonces vio algo más.
Una nota junto al jarrón. Sintió que la aprensión le arañaba la piel mientras la leía.

«Puede que no le quieras a él, pero te mereces algo mejor que yo.»

No estaba firmada, pero no importaba. Isabella reconoció la letra de Edward. Y bajo la nota yacía su duplicado de la llave del apartamento.

Por un momento, el cerebro de Isabella no fue capaz de procesar lo que estaba viendo, de comprender lo que significaba.

Edward había estado en su apartamento.

Frunció el ceño, dándole vueltas. ¿«Te mereces algo mejor que yo»? ¿Qué diablos significaba eso? ¿Y por qué había mencionado a Michael, cuya nota era obvio que había abierto y leído? ¿Por qué había dejado la llave?

La aprensión la cubrió entera, como si fuera una segunda piel. Con la nota de Edward y su llave apretada en el puño, Isabella volvió a su habitación. Poco a poco, dudando, como si se temiera que alguien fuera a surgir de las sombras. Al entrar en el dormitorio, no estaba segura de lo que estaba buscando. Todo parecía estar en su sitio.

Entonces entró en el baño. Tardó un instante en percatarse de lo que había Cambiado. Sus productos de aseo eran los únicos que había sobre la encimera. El cepillo de dientes, la pasta dentífrica y la cuchilla de afeitar de Edward habían desaparecido. Isabella abrió el armario con espejo. El hilo dental, el enjuague bucal y la espuma de afeitar de Edward tampoco estaban. Al apartar la cortina de la ducha, Isabella descubrió que su gel de ducha también se había desvanecido.

Un dolor desgarrador nació en su pecho.

—No —murmuró, regresando al dormitorio a toda prisa—. No, no, no.

Abrió la puerta del vestidor de un tirón. Edward era un tipo muy básico en lo que a la ropa se refería: tenía unos pares de jeans, unas cuantas Camisetas y sus uniformes. No había necesitado demasiado espacio en el armario de Isabella. Pero el espacio que había ocupado ahora estaba vacío. La ropa y los zapatos de Edward habían desaparecido.

—No, Edward, no —dijo, aunque las lágrimas le dificultaban seguir hablando—. Maldita sea.

Isabella corrió a la cocina y sacó el teléfono móvil del bolso. Llamó a Edward. Una y otra vez, sus llamadas fueron recibidas por el contestador automático, hasta que finalmente se rindió y le dejó un mensaje.

—Edward, por favor, dime algo. ¿Qué ha pasado? No lo entiendo. Estoy a tu disposición. Por favor, solo tienes que dejarme ayudar. Sea lo que sea, podemos arreglarlo. —Debatió consigo misma durante un momento largo, y decidió añadir—: Te quiero.

Pulsó el botón para finalizar la llamada y se llevó el teléfono al pecho.

A Isabella le pareció que dejaba de tener sentimientos. Solo había entumecimiento y negación en su interior.

Sin Cambiarse de ropa, se tumbó en la Cama, con el teléfono móvil en la mano. «Llámame. Llámame. Llámame.»

Cuando volvió a abrir los ojos, la grisácea primera luz del día estaba entrando por la ventana. Desbloqueó el teléfono y vio que no había recibido ningún mensaje y que no tenía llamadas perdidas.

Edward había recogido sus cosas y se había largado de su vida, y no pensaba mandarle ningún mensaje.

Tumbada a oscuras, Isabella no podía evitar enfrentarse a lo que estaba ocurriendo. Lo que ya había ocurrido. Edward la había dejado porque pensaba que ella se merecía alguien mejor que él. Edward la había dejado porque no creía ser lo bastante bueno para ella. ¿Cuántas veces lo había oído hacer comentarios al respecto? Y seguía repitiéndolo, pese a que Isabella le había dicho que lo amaba, que estaba enamorada de él, y que no podía imaginarse la vida sin su presencia.

Si aquellos sentimientos no bastaban para convencer a Edward de que Isabella quería estar con él y ser una pareja, no se le ocurría qué más podría hacer o decir para persuadirlo.

El entumecimiento de Isabella desapareció de golpe.

El dolor le atravesó el cuerpo, hasta que quedó consumida por este. Le dolía el corazón. La cabeza. El alma. Se hizo un ovillo y sollozó, acurrucada junto a la almohada. Lloró por sí misma. Lloró por Edward. Lloró por lo que habían sido, y por lo que podrían haber llegado a ser.

Entonces pensó en el niño, y en el hecho de que Edward ni siquiera conocía su existencia, y también lloró por la pequeña vida que habían creado.

¿Qué haría ahora?

O, más bien, ¿qué harían ahora? El gusanito y ella.

No lo sabía. Todavía no. Pero tendría que pensar en algo. Tendría que ser fuerte para su hija o su hijo. Y para sí misma.

Y así sería. Pero, por hoy, se permitiría un día para estar afligida. Al fin y al cabo, una no pierde al amor de su vida cada día.


10 comentarios:

beata dijo...

Que triste la situación de Edward, en realidad necesita mucha ayuda.

saraipineda dijo...

O nooooooo 😭😭😭😭😭😭 xqueeee tan difícil es hablar y decir las cosas en vez de salir uyendo y no dar explicaciones y lastimarse más a ambos xque no sufre sólo él si ella también graciasssssssssssssss graciasssssssssssssss graciasssssssssssssss graciasssssssssssssss graciasssssssssssssss

elizah dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
elizah dijo...

Holaaa, no se porque me temía algo así....que nervios me dejas comiéndome las uñas.
Ojalá termines mi angustia pronto

Twiligther.cam dijo...

No ���������� quiero saber que pasara!!!

TataXOXO dijo...

Ay no!!!! Pobre Bella, ahora con un bebé que cuidar, y con Edward dejándola de esa forma!!!! 😭😭😭
Besos gigantes!!!!
XOXO

Anónimo dijo...

OHHH NOOOO POBRE ISABELLA ELLA CON SU GUSANITO BUSCÁNDOLO POR DOQUIER Y EL ABANDONÁNDOLA, ENTIENDO QUE ESTÁ MAL PERO ME COSITA ELLA QUE SE HA QUEDADO CON EL CORAZÓN ECHO TRIZAS. GRACIAS POR ACTUALIZAR

Anónimo dijo...

Edwardddd por favor recapacita en ella tienes tú mayor apoyo para superar tus ataques de ansiedad!!!
Damaris

Anónimo dijo...

Oh por Dios jodido Edward nos hizo sufrir terrible a nuestra Bella tan hermosa y fuerte, sin saber el daño que le causa a ella y al bebé, muchas gracias por el capítulo apenas poniéndome al corriente con la historia.

Valeeeeeeeeee1 dijo...

😭😭😭😭😭😭😭😭😭😭😭😭

ORACION A MI SEXY VAMPIRITO

Edward de mi guarda
De mi sexy compañia
Bebete mi sangre
De noche y de Dia
Hasta que caiga en tus brazos
Y sea tu marca de heroina