martes, 16 de junio de 2020

Capitulo 24 corazones oscuros


CAPÍTULO 24
—Creo que este es el mejor San Valentín de mi vida —dijo Isabella, sentada en una mecedora mientras Edward apretaba el último tornillo de la cuna del bebé. ¿Acaso había algo más romántico que ver al padre de su hijo dedicándose en cuerpo y alma a la decoración de la habitación del niño? Llevaban horas poniéndola a punto, y ambos estaban más que satisfechos de pasar aquel día, que existía para celebrar el amor, juntos en casa.

Habían decidido decorar la habitación en tonos rojos, amarillos y azules, con detalles de bomberos y perros dálmata. Los instintos de Isabella no se habían equivocado: era un niño. A Edward se le habían llenado los ojos de lágrimas al ver la ecografía y recibir la noticia, lo cual había sido una de las cosas más tiernas que Isabella había visto jamás.

La sonrisa de Edward sacó a relucir sus hoyuelos.

—¿Ah, sí? Creo que para mí también.

Isabella tomó un bombón de la enorme caja que Edward le había regalado, se lo metió en la boca y observó lo que antes había sido la habitación de invitados. Se había mudado a la casa adosada una semana después de que le dieran el alta. Edward había insistido, y la había estado mimando tanto que Isabella se había enamorado aún más de él.

—Bueno —dijo Edward—. Ya está lista.

Se levantó, puso la cuna contra la pared y colocó el colchón en su interior.

—Está quedando fantástica —dijo Isabella, levantando la vista hacia el móvil del bebé, del que colgaban un casco de bombero, un dálmata, una boca de incendio y un Camión de bomberos—. Es una habitación monísima.

—Tengo una idea —dijo Edward. Salió de la habitación y regresó al cabo de un momento con el osito de peluche que Isabella le había regalado meses atrás—. Creo que este muchacho debería quedarse aquí. El primer osito del niño. Cortesía de su mamá y su papá.

—¿Te he dicho ya lo tierno que eres? —le preguntó Isabella mientras Edward ponía el peluche en la cuna.

Edward le dedicó una sonrisa algo avergonzada y se arrodilló ante Isabella.

—Nuestro hijo se lo merece todo —dijo. Le plantó un beso en la tripa. Isabella todavía no tenía la barriga muy grande, pero el embarazo era obvio—. Y tú también.

Isabella le pasó una mano por el pelo corto.

—Los tres nos lo merecemos —dijo—. Y ya lo tenemos.

Inclinándose hacia ella, Edward le puso una mano en la mejilla y la besó, en una mezcla lenta de labios y lenguas suaves.

—Eres deliciosa, joder —dijo.

—¿Ah, sí? —susurró Isabella, rodeándole el cuello con los brazos.

Edward asintió y la besó con más fervor. Entonces trazó un Camino de besos por la mejilla y la mandíbula hasta su oreja.

—Verte hacer de «manitas» por la casa es muy atractivo —dijo Isabella, sonriendo.
Edward sofocó una risa contra su cuello.

—Te gusta, ¿eh?

—Me encanta —contestó ella, asintiendo.

—Pues cuando quieras que clave un clavo, solo hace falta que me lo digas —dijo Edward.
Isabella se echó a reír.

—Eso lo quiero siempre, Edward, ¿no lo sabías?

Con una sonrisa pícara, Edward se levantó y la puso en pie. Besándola de nuevo, la guio por la puerta de la habitación del niño y hacia la suya. Había una montaña de cajas de mudanza apiladas contra una pared: estaban colocando las cosas de Isabella sin prisa, pero sin pausa.

—Dime lo que quieres —dijo Edward, con una mirada ardiente en los ojos oscuros.

—Te quiero a ti —contestó Isabella, quitándose la Camiseta—. Solo a ti.

Edward le besó el hombro, la curva del pecho y el pezón a través del sujetador.

—Ya me tienes —dijo—. Soy tuyo desde el principio.

Le desabrochó el sujetador y le lamió un pezón y luego el otro.

No tardaron mucho en estar los dos desnudos en la Cama, con Edward empujándola contra el colchón. Se arrodilló y la agarró por los muslos para que se abriera de piernas. La expresión que tenía en la cara al inclinarse era de pura glotonería masculina. Le besó los muslos, la cadera y la piel justo por encima del vello del pubis, volviéndola loca y haciendo que lo deseara aún más. Entonces le plantó un beso firme sobre el clítoris, y Isabella no pudo reprimir una sacudida de caderas.

—¿Quieres que ponga la boca aquí? —preguntó, acariciándola con el aliento en su lugar más sensible.

—Dios sí —dijo ella, clavando la mirada en él. Joder, pero qué atractivo era; sus hombros anchos llenaban el espacio entre sus muslos, y su rostro decidido la observaba con una intensidad increíble.

—Dilo —contestó Edward—. Dime lo que quieres.

—Quiero que me hagas correrme con la boca —gimió Isabella.

—Joder, sí —dijo, y se lanzó sobre ella. Lamiendo y chupando sin piedad, volviéndola loca. La penetró con un dedo grueso, y luego con otro, moviéndolos en su interior mientras le devoraba el clítoris y lo estimulaba con la lengua. Los piercings que tenía en el labio se clavaban contra su carne, una sensación que siempre la llevaba al límite.

Isabella gritó y le agarró la cabeza, sujetándolo contra ella, presionándolo.

—Dios, voy a correrme ya.

Edward gruñó para expresar su satisfacción, lamiéndola más rápido, con más furia.

Isabella contuvo el aliento mientras el orgasmo estallaba en su interior, recorriéndola en oleadas.

—Joder —dijo con la voz ronca.

—Otra vez —dijo Edward, con una mirada traviesa y la ceja con el piercing arqueada. Dobló los dedos que seguían en su interior y acarició un punto que hizo que a Isabella le pareciera estar volando.

—Dios —gimió—. Me encanta eso que estás haciendo.

Edward siguió trabajando con los dedos en lo más hondo de su ser, mientras le pasaba la lengua por el clítoris, rápido y decidido. Alargó la otra mano y la puso sobre su pecho, y con los dedos se dedicó a acariciar y pellizcar sus pezones sensibles. El cuerpo de Isabella volvió a estar listo en un momento, y una mezcla de amor, excitación y deseo por aquel hombre la recorrió entera. Aquel hombre tan guapo, tierno y atormentado. Su Edward.

—Sí, sí, sí —dijo, moviendo las caderas, con el pulso desbocado.

—Córrete en mi lengua, Isabella —dijo Edward entre dientes—. Quiero que te corras.

El deseo y la excitación que oyó en su voz la llevaron al límite. Y entonces dobló los dedos para acariciar aquel punto tan sensible una y otra vez.

Isabella se corrió con un grito; el cuerpo le temblaba y la habitación daba vueltas a su alrededor. Resultó que el sexo durante el embarazo tenía sus beneficios: le resultaba más fácil disfrutar de múltiples orgasmos, que parecían mucho más intensos. Isabella alargó las manos hacia Edward.

Este gateó sobre ella y la recostó contra los cojines, hasta que pudo reposar entre sus piernas abiertas.

—Te quiero tanto, joder —dijo Edward, agarrándose el miembro con la mano. Se inclinó y la besó, un gesto urgente, lleno de calor, amor y deseo. En un instante, la estaba penetrando profundamente.

—Yo también te quiero —suspiró Isabella, arqueándose bajo su peso. Nunca se cansaría de oírlo pronunciar esas palabras. Encontrarlo en el ascensor había sido un regalo del cielo.

Con los brazos apoyados a ambos lados de la cabeza de Isabella, Edward estaba moviendo las caderas en un ritmo lento e intenso. Bajó la mirada hacia donde su cuerpo desaparecía en el de ella.

—Cómo me pone mirarte —dijo con la voz ronca—. Me encanta estar dentro de ti.

Isabella recorrió sus costados musculados con las manos hasta que le alcanzó el trasero, que tenía en tensión.

—Más fuerte —susurró. Necesitaba más, lo necesitaba entero.

—No quiero hacerte daño —contestó Edward.

—No me harás daño —dijo ella—. Te necesito.

—Joder —replicó Edward, dejando que su peso quedara sobre ella. Deslizó las manos bajo las nalgas de Isabella, Cambiando el ángulo de sus caderas, y se entregó a la tarea: rápido, duro, delicioso. Con cada impacto frotaba contra el clítoris de Isabella, hasta que esta estuvo jadeando y clavándole las uñas en los hombros.

—Soy tuyo, Castaña, ¿lo sabes? —le susurró al oído—. No hay ninguna parte de mí que no sea tuya.

Las palabras le llenaron el corazón e hicieron que su alma volara.

—Yo siento lo mismo, Edward. Lo eres todo para mí.

—Mierda —gruñó, moviendo las caderas más rápido—. Es demasiado bueno.
Isabella cruzó las piernas alrededor de sus caderas y le clavó los talones en el trasero.

—Córrete dentro de mí. Quiero sentirlo.
Edward empezó a mover las caderas en un círculo, y la nueva sensación la empujó al borde del orgasmo.

—Dios.

—¿Sí?

—No pares —susurró Isabella—. No pares.

—¿Vas a correrte para mí de nuevo? —pregunté, besándole la oreja.

No pudo hacer más que gemir de satisfacción mientras una sensación deliciosa aceleraba en su vientre.

—Dios, que estrecha estás —dijo Edward con voz ronca.

Y entonces Isabella estaba gritando y corriéndose, aferrándolo con todo su cuerpo.

—¡Sí, Isabella, sí! Me corro, joder—dijo, con la voz grave. Su rabo palpitaba en su interior mientras el movimiento de sus caderas aflojaba el ritmo y daba una última sacudida

Cuando sus cuerpos volvieron a relajarse, Edward salió de su interior y se tumbó en la Cama, agarrando a Isabella para que esta quedara casi sobre de él. Le pasó un brazo alrededor del hombro y la sujetó contra sí.

—Nunca pensé que algún día tendría todo esto, Isabella —dijo, dándole un beso en la frente—. Es más de lo que habría podido desear —añadió. La tomó por la barbilla y la hizo levantar la cara para poder mirarla a los ojos, y Isabella nunca había visto su mirada tan brillante y relajada. Desde que se habían mudado juntos, le había contado todo lo que había hecho para mejorar su salud mental mientras habían estado separados. Isabella estaba de lo más orgullosa de él, estaba orgullosa de que hubiera tenido el coraje de enfrentarse a tanta oscuridad y, aun así, encontrar la luz—. Tú eres más de lo que podría haber deseado.

Isabella le acarició la cicatriz de la cabeza, con el pecho tan lleno de amor por ese hombre que no estaba segura de cómo lograba contenerlo en su interior.

—Voy a dedicar el resto de mi vida a hacerte feliz.

Edward la tomó de la mano y le dio un beso en la palma.

—¿No te has dado cuenta, Castaña? Ya me haces feliz.

1 comentario:

TataXOXO dijo...

Awww que ternura!!! Edward por fina cepto su vida juntos, que están bien y felices!!! Es lindo verlos tan entregados al nuevo embarazo!!!
Besos gigantes!!!
XOXO

ORACION A MI SEXY VAMPIRITO

Edward de mi guarda
De mi sexy compañia
Bebete mi sangre
De noche y de Dia
Hasta que caiga en tus brazos
Y sea tu marca de heroina