miércoles, 4 de abril de 2018

No esperaba enamorarme de ti Capitulo 12


Capitulo 12
Isabella

Cenamos sentados en el suelo, delante de la estufa en el salón de Edward, con los platos sobre la mesita de café. Nunca me había parecido tan deliciosa una comida. Estaba caliente, tenía el estómago lleno y me sentía feliz. Quizá no debería estar tan contenta, pero no podía evitarlo. Podía aceptar que Edward se iría pronto. Aceptaba que no miraría atrás. Pero ¿estaría bien si mi relación con él se volvía más estrecha? Quizá no. Pero algo me llevaba hacia él, algo que me costaba resistir, algo que me gustaba demasiado y de lo que no quería privarme. Por fin entendía lo que era. Por fin me hacía una idea de qué habían sentido mi madre y mi hermana. Por fin comprendía por qué Alice no quería experimentar el dolor de poner fin a una relación. Y esta, me repetía para mis adentros una y otra vez, iba a acabarse. Y quizá fuera lo mejor. Al menos no me pillaría por sorpresa cuando él cogiera su maleta y se fuera. Tenía tiempo para prepararme. Pero si era yo la que ganaba la beca, los dos haríamos las maletas…, aunque para vivir vidas separadas. Sin embargo, todavía quería estar con él. ¿Me equivocaba al pensar que valía la pena el dolor que vendría después por la felicidad que sentía ahora, sin importar lo temporal que pudiera ser?

—Bueno, ¿quién tiene ahora una expresión intensa?

Me sobresalté y miré a Edward, que se echó a reír.

—Estoy rompiendo mis propias reglas. —Solté una risita.

Él me acompañó, aunque pronto se puso serio.

—Me siento muy feliz de que estés aquí. En caso de que te lo preguntes, el día ha sido… increíble. Tú eres increíble. Quería que lo supieras.

—¿Por qué me da la impresión de que me estás echando?

Edward negó con la cabeza.

—Al contrario. Espero que te quedes. Me encantaría que durmieras aquí esta noche.

—A mí también me gustaría —susurré. Edward emitió un suspiro y sonrió como si mi respuesta supusiera un alivio.

Hubo un golpe en la puerta y los dos nos miramos, confundidos. Edward se quedó quieto, como si estuviera considerando si respondía o no. Pero luego llegó el inconfundible sonido de un banjo al otro lado de la puerta. Me empecé a reír.

—¡Oh, Dios! El licor destilado comienza a hacer efecto.

—Eso parece —confirmó Edward, riéndose también. Se acercó a la puerta y lo seguí envuelta en la colcha. No estaba vestida adecuadamente, pero conocía al grupo que estaba ante su puerta en ese momento, y su amor al alcohol haría que no se dieran cuenta de nada más.

Edward abrió la puerta y se quedó allí riéndose mientras escuchaba la particular versión de Jingle Bells que la banda interpretaba con banjos, instrumentos caseros y sus propias voces y coros. El sonido era horrible y ridículo. Sobre todo porque estaban muy bebidos. Pero no podía dejar de sonreír. Estaban en casa.

La vieja Sally Mae, a la que solo le quedaban tres dientes en la boca, enlazó el brazo de Edward y bailó tres pasos con él, y él le hizo dar vueltas sobre sí misma mientras se reía a carcajadas. Se me encogió el corazón al ver su expresión de felicidad. Por un momento, el mundo se ralentizó hasta que solo estaba él, su risa, sus brazos bailando con Sally, la expresión de alegría cuando la hacía girar, la caballerosa reverencia al final, a la que ella respondió con una expresión coqueta. Me apoyé en el marco de la puerta.

Nos ofrecieron un trago de licor ilegal y tomé un par de sorbos que me supieron a ácido corrosivo y me hicieron toser, igual que a Edward. Le vi hacer una mueca y limpiarse la boca con el dorso de la mano. Luego se alejaron por el camino cubierto de nieve, con la música flotando en el aire hasta desaparecer en la noche clara y fría.

Edward cerró la puerta y estiró el brazo hacia mí para agarrarme, todavía envuelta en la colcha. Me hizo girar una vez como había hecho con Sally Mae, haciéndome reír mientras caía sobre su pecho musculoso. Tenía un cuerpo precioso. Lleno de músculos y sin grasa, con los hombros anchos y la cintura estrecha. No sería mío para siempre, pero lo pensaba disfrutar todo lo que pudiera.

—Están locos —aseguró él con una sonrisa de medio lado.

—Sí —convine, riéndome—. Pero son unos personajes.

Edward me llevó de vuelta a la habitación y nos dejamos caer riéndonos en la cama. Me besó y los dos nos pusimos serios cuando el beso se hizo más profundo. Suspiré mientras le rodeaba el cuello con los brazos y le rozaba el cuero cabelludo con las uñas.

Cuando gimió, hizo que sintiera un hormigueo entre las piernas. ¿El sexo era así para todo el mundo? ¿Cómo era posible que las parejas que tenían eso salieran siquiera de sus casas? Si Edward fuera mío, si estuviéramos comprometidos de alguna manera, si viviéramos en esta casa, juntos, no saldríamos de la cama. Me reí contra su boca, y él se apartó.

—¿Qué es tan gracioso?

—Nada. Es solo que me gusta el sexo.

—Sin embargo, no has mantenido relaciones sexuales —comentó, frotando la nariz contra la mía.

—Eso es fácil de remediar —sugerí—. Tomo la píldora desde que la toma mi hermana. Se la dan de forma gratuita en el centro de salud. Así que la tomo con regularidad. —Me sentía insegura y tímida al darle esta información, pero si el control de natalidad era una de las razones por las que dudaba, quería que supiera que no necesitaba hacerlo.

—Isabella… —murmuró.

—Quiero hacerlo, Edward. Que seas el primero. No me importa si luego te marchas.

—No, no digas eso. No quiero que pienses eso. Me importas. No puedo hacerlo. —Negó con la cabeza para dar más énfasis a sus palabras y luego me colocó un mechón detrás de la oreja—. Isabella, algún día conocerás al hombre de tu vida, con el que querrás vivir y al que entregarte por completo. No pienso tomar lo que debería ser suyo. No pienso apropiarme de lo que tú deberías regalarle a él. —Sus palabras eran tiernas, pero tenía los dientes apretados.

Lo empujé, sintiéndome irracionalmente herida y enfadada.

—Estás arruinando el momento, ¿lo sabes? —Me levanté, llevándome conmigo la manta—. ¿Qué chica quiere oír hablar de otro tipo cuando el chico que quiere en ese momento está besándola? ¿Puedo suponer que de lo próximo que vas a hablar es de la mujer que te considerará digno de entregarte todo eso algún día una vez que te hayas ido de aquí? ¿Tengo que oírte hablar de ella? Supongo que será sofisticada y mundana. ¿Quizá de la alta sociedad de Nueva York? ¿Hablará como una dama y no como una cateta de Kentucky? ¿Llevará perlas y beberá el té en una taza rosa…?

—Isabella, basta. No me refiero a eso. ¿Puedes escucharme un minuto? Dios, el licor destilado saca lo peor de ti. —Maldijo por lo bajo mientras se sentaba y se pasaba una mano por el pelo—. ¿Entiendes ahora por qué esto es un error? Por Dios, mujer.

—¿Ahora soy un error? —Hervía de furia, llena de dolor. Cogí el objeto más cercano y se lo lancé. Por desgracia, era una almohada y apenas le hizo daño. Miré a mi alrededor, pero lo único que tenía a mi alcance era otra almohada. Así que se la lancé también.

Edward se levantó y me rodeó la cintura con los brazos para llevarme hasta la cama, donde me tumbó. Se sentó sobre mí a pesar de que yo luchaba y le golpeaba, aunque él no se movió. No estaba cargando todo su peso sobre mí, pero era tan fuerte como un toro, y no iba a quitarse de encima a menos que decidiera hacerlo.

—¿Has terminado ya? —preguntó con suavidad. Lo fulminé con la mirada—. ¿Puedes escucharme un segundo? Lo que acabo de decir… no ha sonado demasiado bien. —Miró hacia otro lado como si buscara las palabras—. Lo que quiero decir es que el sexo cambiaría las cosas entre nosotros de una manera absoluta y ya no podríamos volver atrás. Lo siento, y creo que tú también lo sientes.

Dejé de luchar.

—Puedo aceptarlo.

—No quiero que tengas que hacerlo.

—Solo es sexo, Edward.

Él negó moviendo la cabeza.

—No sería así entre nosotros. ¡Joder!, ni siquiera un simple beso es algo sencillo. —Parecía dolido como si eso fuera una mala noticia.

—Has mantenido relaciones sexuales con otras chicas.

Sacudió la cabeza.

—Tú no eres como ellas. No he sido el primero de nadie. He… estado con chicas, sí, pero nunca me pareció que fuera injusto para ellas. Si tú y yo mantuviéramos relaciones, sería injusto para los dos.

Supuse que debería sentirme feliz por que, al parecer, me tuviera en tan alta estima. Pero solo podía sentirme herida y celosa de que no quisiera hacer conmigo lo que ya había hecho con otras.

—Vale. Suéltame —resoplé.

—Isabella… —murmuró, mirando al techo como si se sintiera muy frustrado—. Qué terca eres, mi pequeña supernova —murmuró, aunque había una sonrisa en su voz.

Hice un sonido de burla y comencé a luchar de nuevo, pero Edward se inclinó y me cubrió la boca con la suya. Emití un gemido resistiéndome, pero se vio anulado cuando arqueé mi cuerpo hacia el suyo y enredé mis dedos en sus cabellos para impedir que retirara los labios. Me besó con intensa dureza mientras me frotaba contra él, intentando encontrar el alivio que necesitaba.

De pronto, Edward se apartó de mí y me arrancó la colcha que me cubría antes de quitarse la ropa. Se montó de nuevo encima de mí, y cuando vi que su erección sobresalía con rigidez frente a él, pensé que quizá habría cambiado de opinión. Me cubrió con su cuerpo y me separó las piernas.

Gimió como si estuviera dolorido y bajó, deslizándose por mi cuerpo. Abrí mucho los ojos cuando sentí su cálida y húmeda lengua en la zona más sensible de mi sexo. Abrí los brazos y aferré las sábanas con los puños al tiempo que arqueaba el cuello, gimiendo desde lo más profundo.

—Dios, Edward… —jadeé mientras me lamía, rodeando con la lengua mi brote inflamado. Me sentía a punto de gritar de placer.

Le agarré la cabeza con las manos y apreté su cara contra mí hasta que no pude contener el éxtasis que me atravesó, que me hizo arquear la espalda y jadear su nombre una y otra vez.

Cuando abrí los ojos llorosos, él estaba encima de mí.

—¿Volvemos a ser amigos? —preguntó sonriendo.

Le puse la mano en la mejilla.

—Nunca hemos sido solo amigos —dije muy seria.

—Lo sé —replicó con la misma expresión.

Sonreí.

—Se te da muy bien eso.

Frotó la cara contra mi cuello.

—Lo sé.

Le di un empujón, haciendo que se riera entre dientes.

—Solo estaba bromeando.

—No, no es cierto.

—Vale, no lo sé.

Me puse seria. No quería pensar cómo había llegado a hacerlo tan bien. Una ardiente bola roja de celos inundaba mi pecho, y tenía ganas de volver a tirar lo que tuviera al alcance.

—Ven aquí —dijo, cubriéndose con las mantas, pero manteniéndolas levantadas para que pudiera deslizarme a su lado. Lo hice. Se amoldó a mi cuerpo después de colocar la colcha encima de nosotros. Notaba su erección presionando mis nalgas. Me moví hacia él y gruñó entre dientes. Llevé la mano hacia atrás para agarrar su pene, pero me la inmovilizó contra la cadera—. Deja que te abrace —me pidió al oído.

—Pero tú…

—Deja que te abrace —repitió.

Me detuve, relajándome contra su duro pecho.

—¿Has…? —Me mordí el labio—. ¿Has hecho esto con otras chicas? —me atreví a preguntar. Contuve la respiración mientras esperaba su respuesta. Quería desesperadamente tener una parte de él que no hubiera compartido con otra chica.

—No —repuso en voz baja—. Solo contigo. —Me relajé de nuevo con el pecho lleno de alegría. Me rodeó con su brazo y me acercó todavía más. Su cuerpo era cálido y grande, y me fundí con él, sintiéndome segura, protegida y muy, muy cómoda. Suspiré al sentir que me besaba el hombro—. Duerme, pequeña supernova —susurró.

Nos mantuvimos en silencio durante unos minutos y me pregunté si se habría quedado dormido.

—No voy a lamentar nada de esto cuando te vayas —susurré.

Durante un minuto, solo existió el sonido del viento al otro lado de la ventana.

—Yo tampoco —repuso en voz muy baja al cabo de un rato.

Caí en un sueño tranquilo y me desperté cuando sentí la mano de Edward deslizándose perezosamente entre mis piernas en medio de la noche. Suspiré y abrí los ojos, mirando a través de la ventana que había junto a su cama la nieve cayendo con suavidad. Me llevó al orgasmo y luego le devolví el favor, acariciándolo hasta que jadeó y gimió al encontrar su propia liberación. Susurró mi nombre en la oscuridad del dormitorio.

En lo profundo de la noche, oí lo que parecían unos sonidos de asfixia y me desperté enredada con él, que tenía la piel húmeda y los músculos tensos.

—Edward… —susurré, sacudiéndolo con suavidad. Se despertó sobresaltado—. Estabas soñando.

Contuvo el aliento.

—Sí.

—¿Qué soñabas? —Le pasé los dedos por el cabello.

Se quedó callado un buen rato.

—Soñaba con ellos —respondió finalmente—. Allá abajo, enterrados vivos bajo tierra. A veces sueño con ellos, y siento que me ahogo.

Me apreté más contra su cuerpo y lo envolví con mis brazos, estrechándolo con fuerza.

—Lo siento.

Soltó aire de forma ruidosa.

—Estuvieron allí durante casi tres días antes de que se acabara el oxígeno. Tres días.  No lo sabía. Estaba al tanto de que había sido un rescate difícil, y sabía que cuando encontraron a los hombres, estaban todos muertos. Sin embargo, no era consciente de que hubieran sabido que habían vivido allí abajo durante tres días. Me estremecí, imaginando lo que debía de haber sido.

—¿Por eso tienes…?

—¿… claustrofobia? —Se detuvo—. En parte. Cuando tenía siete años, mi hermano y yo estábamos jugando al escondite en los bosques cercanos a la casa de los Priven. Siempre estábamos fuera… —Se aclaró la voz antes de continuar—. En el límite de su propiedad había una vieja nevera y me metí dentro para esconderme. Se me cerró la puerta y no podía salir. —Su voz salía estrangulada por el recuerdo y le besé en el pecho, apretándolo con más fuerza—. Al final me encontraron, pero habían pasado horas y pensaba que me iba a morir allí. Era como estar enterrado vivo. Y luego, cuando mi padre y mi hermano murieron como lo hicieron, sentí de nuevo la misma opresión, imaginando el terror y la angustia que debían de haber experimentado. De pronto, los espacios pequeños me hacían sentir que me iba a volver loco. Incluso a veces estar en la ducha… Tengo que dejar la cortina abierta. —Se rio con timidez—. Es ridículo, lo sé.

Negué moviendo la cabeza contra su pecho.

—No es ridículo. En absoluto.

Me rodeó también con sus brazos y me acarició la piel mientras me apretaba. Pensé en lo solo que había estado… tanto tiempo.

—¿Edward?

—¿Mmmm?

—¿Cómo has…? Es decir…, ¿cómo has sobrevivido tanto tiempo? ¿De dónde sacabas el dinero para comprar alimentos? ¿Cómo te calentabas?

Permaneció en silencio durante un segundo.

—No me gusta hablar de eso, Isabella. Supongo que, de alguna manera, me hace sentir expuesto.

—No tienes que decirme nada. Está bien. —Mis palabras fueron solo un susurro.

«¡Oh, Edward? ¿Qué es lo que haces? ¿Cómo puedes cuidarte solo?».

Besé su piel desnuda, dejando en contacto los labios mucho tiempo.

Permanecimos en silencio durante unos minutos.

—Hago lo que puedo —dijo por fin, en voz muy baja—. Recojo chatarra durante los fines de semana. Pongo trampas para cazar roedores o conejos, luego los vendo o los como si tengo que hacerlo. Recojo tapones… o lo que sea necesario. En general estoy bien. A veces incluso tengo dinero para electricidad; otras veces no. El final de mes es siempre más difícil, cuando he pagado las facturas y no me queda nada.

«No voy a llorar. No voy a llorar».

Estaba compartiendo una parte muy personal e íntima de su vida conmigo. Sabía mejor que nadie que lo que uno hacía para sobrevivir, que las humillaciones que uno sufría en su lucha por vivir era algo que no siempre deseabas que supieran los demás. Porque a veces era indescriptible. A veces era feo y vergonzoso, y también hermoso y valiente. Y él me lo había ofrecido. Me sentía triste, horrorizada, angustiada por él, pero también profundamente agradecida. Le abracé con más fuerza.

—Creo que eres increíble —dije—, y también muy valiente.

—No soy valiente, Isabella. Me levanto cada mañana para vivir mi vida a trompicones. ¿Qué más puedo hacer?

Me quedé callada pensando en sus palabras, meditando que había mil maneras diferentes de que una persona pudiera darse por vencida, y Edward no había elegido ninguna de ellas. Él no era consciente de lo fuerte y valiente que era en realidad.

—Eh, Isabella —susurró un rato después.

—¿Sí?

—Ese libro, La carretera…

—¿Sí? —murmuré, recordando cómo había bromeado al usar la palabra «devorar», en referencia a un libro sobre caníbales. Sonreí somnolienta.

—Había una frase en él que hablaba de que hay un fuego en tu interior, que siempre ha estado ahí, aunque sea pequeño y oculto.

—Sí —confirmé en voz baja.

—A veces pienso en eso. En que ese pequeño fuego es esperanza. Pienso en que hay que mantenerlo encendido en los tiempos difíciles, en esos que es tan doloroso continuar que no quieres hacerlo.

Abrí los ojos.

—¿Qué es lo que mantiene encendido tu fuego?

—La esperanza de que la vida no siempre será tan dolorosa. La creencia de que voy a salir de aquí algún día, que no siempre voy a tener frío y hambre. Eso es lo que me hace seguir adelante. Es mi fuego. Me ayuda a hacer lo que sea necesario para sobrevivir, y me ayuda a odiarme menos por hacerlo.

«¡Oh, Edward!».

Asentí moviendo la cabeza y lo besé de nuevo en el pecho. Él apretó más los brazos a mi alrededor.

Después de unos minutos, su respiración se volvió más pesada, y supe que se había quedado dormido. Me quedé allí, en la oscuridad, durante mucho tiempo, pensando en lo increíble que era Edward al ser capaz de sobrevivir en esas condiciones. Hasta ese momento, no sabía que mi corazón podía llenarse de sorpresa y dolor, alegría y tristeza, todo a la vez.

*******************************************
Hola a todas perdón por no haber actualizado pero es la compu le paso algo que tuve que esperar a repararla pero ya está es que perdón también por no haber subido ya que me encontraba presentando unos exámenes y checando unas cosas ya que quiero compartirles que estudiare una licenciatura en línea y pues como está en proceso de admisión ando ocupada checando fechas de exámenes pero no se preocupen que actualizare la adaptación y la terminare así como subiré mas adaptaciones, muchas gracias por sus comentarios chicas y por leer nos vemos el  viernes con capitulo doble.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Muchas gracias por volver actualizar.. como siempre que con ganas de saber q va a pasar en el proximo capitulo..
Muchas auerte con tus exámenes y con admision a la universidad

Anónimo dijo...

Gracias por continuar con la historia le faltan muchos capítulos para terminar?

Unknown dijo...

Gracias por actualizar!

Melina dijo...

Me encanta. Definitivamente es una historia hermosa

beata dijo...

Gracias por la actualización, es una hermosa historia.

Unknown dijo...

Me he leído la historia de un tiron muchas gracias por adaptarla

Kar dijo...

Que buena historia nena gracias por la adaptación, me parece tan interesante como la esperanza viene en ellos de que su vida va a mejorar y el dolor que sienten de lastimarse por el amor que sienten el uno al otro.
Gracias por hacer el esfuerzo por continuar la historia y aque seguimos fiel a la historia
Saludos y besos 😘😘😘

cari dijo...

GRACIAS ❤😘❤😘❤😘❤😘❤

ORACION A MI SEXY VAMPIRITO

Edward de mi guarda
De mi sexy compañia
Bebete mi sangre
De noche y de Dia
Hasta que caiga en tus brazos
Y sea tu marca de heroina