Capitulo 6
Isabella
No
he hablado con Edward desde la discusión de ayer. Me niego a llamarlo una
pelea. Apenas nos conocemos. ¿Cómo podemos estar peleando?
Tampoco
he hablado con Jacob desde ayer, pero por alguna razón, eso no me molesta. Así
es como funcionamos. Se fue ayer, para ayudar a un amigo con su auto, y para
cuando llegó a casa yo estaba en el bar. Dormí hasta tarde esta mañana, más
como un esfuerzo por evitar a Edward en casa, y solo desperté una vez cuando Jacob
dejó un beso de despedida en mi mejilla antes de irse a trabajar.
He
tenido un nudo en el estómago toda la mañana. ¿Por qué diablos estaba Edward
tan enojado? Pensé que nos llevábamos bien. No hice nada malo. De hecho, estaba
cortando su maldito césped, y lo siguiente que supe fue que estaba regañándome
como si estuviera tomando el sol semidesnuda en el jardín delantero mientras
niños de seis años andaban en sus bicicletas por la calle.
Es
tan volátil. Muy diferente a su hijo, que nunca se toma nada en serio.
Salgo
del auto de Jacob, uno de sus amigos le dio un aventón esta mañana así yo
podría ir a la biblioteca. Agarro la lonchera con el almuerzo de Edward que
dejó en casa y echo un vistazo alrededor del sitio de trabajo. Está más
ajetreado que la última vez que estuve aquí.
Los
trabajadores se mueven de un lado a otro, usando cascos de seguridad, con
cinturones de herramientas de cuero marrón colgando de sus caderas, y el polvo
se levanta por los camiones que entran y salen del área. Los martillos golpean
el acero y hombres con botas sucias y jeans rasgados están sentados a
horcajadas en las vigas, suspendidas en el aire, mientras hacen lo que sea que
hacen para convertir los materiales en un edificio. No muchos llegan a ver los
huesos desnudos. Me pregunto por qué Jacob no trabaja para su padre. Este
empleo tiene que ser bien remunerado. Después de todo, conozco a algunos de
estos chicos. Mantienen a sus familias con este empleo.
Mi
mirada deambula, buscando a alguien accesible con quien dejar la lonchera, pero
también estoy un poco alerta buscando los tatuajes de Edward. No quiero verlo,
de verdad. Mi plan, cuando vi que había dejado su lonchera en casa esta mañana,
era hacer una buena acción, entregarla, y dejar la pelota en su cancha para
superar la discusión al tener que buscarme y decir “gracias”. Quiero superar
cualquier incomodidad entre nosotros.
Caminando
por la suciedad y los escombros, me dirijo hacia la estructura y veo a su
amigo, Emmett, inclinándose para recoger algo justo adentro. Me nota y se
levanta.
―Hola,
Emmett. ―Sonrío―. ¿Está Edward?
Sus
ojos se deslizan hacia la bolsa térmica negra en mi mano.
―¿Su
almuerzo?
―Lo
dejó en la mesa de la cocina. ―La levanto ―. Pensé en dejarlo mientras estoy
haciendo recados.
―Eso
es amable de tu parte. ―Pero no toma la lonchera. En cambio, lanza una
herramienta en una caja y me hace un gesto―. Vamos, te llevaré.
―Oh,
no, está bien ―le digo―. No quiero molestarlo. Solo lo dejaré contigo.
―Si
dejas eso conmigo, me lo comeré. O lo perderé. ―Se ríe y me guía hacia unas
escaleras.
Mis
hombros se desploman. Increíble.
Nos
dirigimos al tercer piso, tomando lo que supongo serán las escaleras de
emergencia una vez que los elevadores estén instalados, y llegamos a un piso
con solo marcos en las paredes, mostrando cómo estarán divididas las oficinas y
áreas de trabajo, una vez que esté terminado.
Edward
es el único en el piso, muy lejos en el lado izquierdo y sobre un portapapeles.
Nos
escucha acercarnos y alza la mirada de sus papeles, girando su cabeza.
Sus
ojos se estrechan en mí, y parpadeo con fuerza y largo, sintiéndome estúpida.
Está
usando una camiseta azul marino, y el color en él calienta mis mejillas. Me
encanta cómo luce contra sus brazos bronceados y las curvas de sus bíceps.
―¿Qué
estás haciendo aquí? ―pregunta.
Sin
embargo, no suena molesto a como temía. Solo desconcertado.
Levanto
la bolsa.
―Dejaste
tu almuerzo sobre la mesa.
Su expresión se relaja, y la
tensión en su cuerpo se alivia.
―Oh,
gracias. ―Se acerca, y se lo entrego―. Aunque, no pasa nada ―me dice―. Pude
haber comido algo del camión de comida. No tenías que molestarte.
¿Camión
de comida?
―Bueno,
no podía dejar que comieras basura de un camión de comida ―digo.
Y
para mi alivio, sonríe un poco.
―Es
básicamente lo mismo que hay aquí ―recalca, poniendo la lonchera sobre una mesa
de trabajo.
Pero
estoy muy por delante de él.
―Bueno,
también metí un burrito de pavo, queso y pepino, en caso que quisieras algo
diferente.
Su
rostro cae.
―No
te preocupes ―bromeo―. Tu almuerzo sigue ahí. Solo hice demasiado y necesitaba
ayuda para terminar los burritos.
El
leve miedo en sus ojos se disipa, y respira.
―¿No
serás feliz hasta que coma humus, cierto?
Intento
no reír.
―Te
construiré lentamente.
Pone
los ojos en blanco, y finalmente respiro profundo. Supongo que terminamos la
discusión.
Me
quedo ahí, sintiendo sus ojos sobre mí, y los sonidos de martillos golpeando y
la brisa soplando a través de la estructura se desvanecen lentamente.
Entonces
me doy cuenta que Emmett todavía está en la habitación.
Ambos
lo miramos, y su mirada se mueve entre nosotros.
―Iré…
―traga y se aclara la garganta―, a hacer algo ―dice y se va, dejándonos solos.
Miro
de nuevo a Edward, y supongo que también debería irme y dejarlo, pero en
cambio, deslizo mis manos en mis bolsillos y miro alrededor.
―El
aserrín huele bien ―le digo.
Una
sonrisa cruza sus ojos, y asiente, mirando alrededor.
―Sí.
Es como estar en casa para mí.
Cuando nuestras miradas se
encuentran otra vez, el calor se desliza en mi vientre, y olvido respirar por
un momento. Aparto la mirada rápidamente.
—Me
disculpo por haberte hablado así ayer ―dice―. No hiciste nada malo. James
estaba mirándote lascivamente, y fue espeluznante. Me molesté. ―Y luego
aclara―: Me molesté con él, quiero decir. Siento haberme desahogado contigo.
―Trabajo
en un bar ―recalco―. Estoy acostumbrada a las miradas lascivas. Puedo
manejarlo.
En
realidad, puedo levantarme y luchar por mi honor. Y también Jacob. Si alguna
vez se le ocurre. Edward no necesita sentirse responsable por mí. No soy suya
para cuidar.
―Bueno,
me iré ―le digo y comienzo a retroceder.
Pero
me detiene.
―¿Quieres
ver? ―ofrece―. ¿Un pequeño recorrido?
Ya
he visto gran parte del lugar, después que estuve aquí haciendo bolsas de arena
la semana pasada, pero asiento de todos modos.
―Sí,
seguro.
Me
lleva hacia la parte trasera del edificio, y me pregunto si se supone que
debería estar usando un casco, pero él tampoco está usando uno, así que no
pregunto.
―Se
supone que este es el lugar de las oficinas para ese barco casino que vendrá al
área ―explica―. Habrá un pabellón en el muelle, con restaurantes y espacio para
eventos, pero manejarán todo desde aquí. Contrataciones, finanzas, publicidad…
Me
lanza una sonrisa, y aparto la mirada.
―Es
como un esqueleto ―comento―. ¿Cuándo construirán las paredes?
―Una
vez que los plomeros y los electricistas tengan todo resuelto ―responde―.
Instalo el aislamiento y luego comenzamos a construir. Verás habitaciones en
lugar de huesos.
Entramos
a un gran espacio en la esquina trasera del edificio, y a diferencia de las
otras habitaciones, hay una pared entera sin vigas. Como si fuera solo una
enorme ventana panorámica. Entro en el pequeño espacio adyacente y miro sobre
la viga frente a mi rostro.
―¿Qué
es este espacio?
Me
mira.
―Es un baño privado para
esta oficina.
Debe
ser agradable. Camino de regreso a la oficina con él y me acerco al borde,
contemplando la tierra verde y no desarrollada en la distancia.
―Linda
vista. ―Sonrío y muevo mi cabello, caminando alrededor de mi falsa oficina como
si fuera dueña del lugar―. Sí, Christopher, ¿podrías poner a Japón en la línea?
Necesitamos discutir la línea de producción en Malasia ―bromeo
Se
ríe.
―¿Tienes
un secretario?
―Un
hombre puede ser cualquier cosa ―respondo―. No dejes que tu sexo te detenga.
Sacude
la cabeza, la diversión curvando sus labios.
Volvemos
a la tranquilidad que tuvimos la otra noche cuando miramos televisión y comimos
pizza, y lo sigo alrededor del edificio, dejándolo explicar el proceso de
meses, o posiblemente años, de construir un edificio desde cero. Comenzó a
hacer este trabajo antes que Jacob naciera, y eventualmente creó su propia
compañía, capaz de hacer sus propias reglas y tener más control sobre el tipo
de proyectos que tomaba. Sin embargo, tiene que ser mucha responsabilidad,
saber que estás a cargo de dos docenas de trabajadores y los cheques con el
pago que mantienen a sus familias.
Pero
aun así… está ayudando a construir nuestro pueblo, aportando trabajo y dando
empleos por sí mismo.
―Debes
estar muy orgulloso de construir cosas que puedas ver todos los días ―le digo
cuando volvemos al primer piso―. Lugares donde las personas van a pasar sus
vidas y ganar sus sustentos.
―En
realidad nunca lo pensé así. ―Se detiene en la parte trasera del edificio,
mirando los acres de espacio vacíos más allá―. También es mi sustento de vida,
supongo.
Miro
hacia afuera y noto el espacio al aire libre conectado a la parte trasera del
edificio. Es grande, y puedo ya ver una fuente de mármol colocada al azar para
una configuración posterior.
―¿Esto
será un jardín? ―pregunto, notando que no hay techo―. Es una buena idea.
¿Construirás esto, también?
―Oh,
no ―responde―. Una compañía de paisajismo vendrá cuando el edificio esté casi
completo y se ocupará de plantar el césped, árboles, e instalar la estética.
Justo lo mío. Me encanta el
antes y el después, ver la transformación de un espacio al aire libre.
―Te
avisaré cuando comiencen ―dice como si leyera mi mente―. Puedes venir de vez en
cuando para ver el proceso.
Sonrío.
―Gracias.
En
realidad, me gustaría eso. Además de mis profesores, nadie más sabe que en
verdad disfruto ese tipo de cosas. Nuestros ojos se encuentran, y me doy cuenta
que hay algo que me estoy perdiendo. No tengo mucho en común con las otras
personas en mi vida, ¿no es así?
Nos
encerramos el uno en el otro pero solo por un momento. Un trabajador pasa,
cargando leña por encima de su hombro, y Edward de repente se endereza,
rompiendo el contacto conmigo y saludándolo.
―Bueno,
debería… ―Muevo mi pulgar detrás de mí―. Irme, supongo.
―Sí
―responde―. También yo.
Retrocedo.
―Te
veo en casa. Tendré la cena lista a las cinco.
Solo
asiente y regresa a su trabajo.
Casa.
¿No la casa? No es mi hogar, después de todo.
Camino
de regreso al auto y subo, sintiéndome peor que cuando llegué. ¿La cena a las
cinco? Jacob no sale hasta las seis. ¿De repente solo olvidé que existía?
Envuelvo
una toalla alrededor de mi cuerpo y recojo mi ropa sucia, el baño todavía está
lleno de vapor. Abriendo la puerta, me asomo al pasillo y me aseguro que está
despejado, y corro hacia mi habitación, cerrando mi puerta tras de mí.
Sigo
olvidando llevar ropa limpia conmigo, así puedo vestirme justo después de
ducharme. Aún estoy acostumbrada a tener mi propio lugar y no me preocupaba si
cruzaba el pasillo en toalla. Al menos estoy recordando ponerme un short de
pijama si bajo por agua a mitad de la noche. Dudo que no muriera de vergüenza
si el papá de Jacob me viera en ropa interior y camiseta.
Tomando
mi cepillo, peino mi cabello húmedo y escojo algo para dormir.
Veo un resplandor desde
afuera y me acerco a las persianas, mirando a través de una grieta. Está oscuro
afuera —son más de las nueve—, pero Edward sigue allí, en la entrada,
trabajando en mi VW.
Es
bastante increíble. Jacob ha estado ocupado con los autos de todos menos el
mío, aunque sospecho que es solo una excusa para salir de la casa.
Un
foco cuelga del capó, Edward rodea el VW y se inclina, desenroscando algo. Ha
estado ahí afuera desde después de la cena. Quería la ayuda de Jacob, pero por
supuesto, está fuera de nuevo. Creo que está esperándolo.
Un
par de mujeres caminan por la acera, vestidas con ropa de ejercicio, y se
detienen, sonriendo y diciéndole algo a Edward.
La
morena de la izquierda trota en el mismo lugar, incluso aunque hace un momento
caminaba velozmente, mientras la pelirroja pone sus manos en sus caderas y le
da una sonrisa coqueta.
―¿En
serio? ―murmuro. ¿Quién diablos sale a caminar a estas horas de la noche?―.
Que inteligentes, señoras. Muy inteligentes.
Como
si no vieran a Edward trabajando aquí a través de las ventanas de sus cocinas,
sin camisa, flexionando sus músculos contra su piel bronceada, todavía luciendo
como el chico malo sexy por el que babeaban en la secundaria, probablemente.
Entonces se llaman para trazar un plan para ponerse su ropa deportiva y luego
“pasan por su casa” ¿cierto? Quiero decir, después de todo sería grosero no
saludar, ¿cierto?
Pongo
los ojos en blanco. Las amas de casa de los suburbios, aburridas de sus
esposos, intentando provocar a Edward Masen, es una parada rápida para
emocionarlas.
Suelto
las persianas y retrocedo.
Estoy
siendo tan mala.
Entonces,
están coqueteando. ¿Y eso, qué?
Me
enorgullece el hecho de ser una persona tranquila y sensata, pero mi
comportamiento ha sido errático últimamente. La mudanza, las cuentas, Jacob…
Estoy fuera de mí, insegura, y confundida. No me gusta.
Comienzo
una lista de reproducción en mi teléfono, Pity Party zumbando para que
coincida con mi enojado humor cuando la puerta del dormitorio se cierra detrás
de mí. Dejo de peinar mi cabello, girando mi cabeza.
Jacob
está de repente de pie en mi habitación, inclinado contra la puerta, y
mirándome con una mirada en sus ojos que conozco demasiado bien. ¿Cuándo llegó
a casa?
El calor se eleva en mi
piel, y aprieto mi toalla, pero no sé por qué.
Cruza
los brazos sobre su pecho mientras sus ojos escalan por mi cuerpo de arriba
hacia abajo.
―¿Qué?
―pregunto cuando no dice nada.
―Suelta
la toalla.
¿Ahora?
Pero su padre todavía está despierto, y…
―Vamos
―protesto pero trato de mantener mi tono ligero y calmado―. Se está haciendo
tarde y estoy agotada.
―Te
pondré de humor. ―Se aleja de la puerta y se mueve hacia mí, un metro ochenta
fácilmente llenando la pequeña habitación―. Ya nunca te veo. Te extraño.
Se
acerca y envuelve sus brazos alrededor de mi cintura, mirándome. No puedo
evitar sonreír un poco.
Muerdo
mi labio inferior juguetonamente y agarro su suave cabello rubio en la cima de
su cabeza, trayéndolo por un rápido beso.
―Estuve
en casa anoche ―respondo―. Tú no.
Me
alejo de él, y aprieto la toalla a mi alrededor.
―Te
invité a salir ―señala.
―Estaba
cansada ―digo, pero puedo sentir todo lo que se ha estado construyendo dentro
de mí por días, a punto de estallar―. Y he tenido que hacer tus tareas, así
que…
―No
te dije que hicieras eso.
―Tenían
que hacerse.
El
deseo que sentí por él hace un momento se desvaneció, y ahora hay una pared
alzándose entre nosotros.
Pero
intenta sortearla de todos modos.
―Mi
papá no va a echarme si dejo de cortar el césped por unos días, Isabella ―dice,
tratando de poner sus brazos alrededor de mí otra vez―. Te tomas las cosas
demasiado en serio.
―No,
no lo hiciste porque sabías que yo lo haría. ―Me alejo―. Como siempre.
Necesitas organizarte y dejar de hacer lo mínimo.
Deja
salir un suspiro y me libera, girándose hacia la puerta.
―¿A dónde vas?
―No
puedo escuchar esto justo ahora ―espeta―. ¿Sabes por qué siempre me voy? Por
eso. ―Señala mi rostro―. La forma en que me miras. Estoy cansado de no sentirme
lo suficientemente bueno.
―Oh,
es increíble ―replico sarcásticamente, sacando unos de sus calzoncillos de un
cajón y una de sus camisetas de la silla―. Solo estoy aquí para estar contigo,
y tú siempre te vas. Sabes, ¡paso más tiempo con tu papá! ¿No crees que sea un
poco incómodo para él?
―Si
tienes otro lugar a dónde ir, entonces vete si estás tan incómoda.
Mi
respiración se atora en mi garganta, y lo miro.
―¿Hablas
en serio? De verdad estás diciéndome eso ahora.
Ya
me siento como un parásito patético cuando no soy quien nos desalojó. Siempre
he estado ahí para él. Somos amigos, maldición. Siempre nos hemos cuidamos el
uno al otro. Nunca lo haría sentir… hijo de puta.
Me
pongo los calzoncillos y lanzo la toalla, poniéndome la camisa y abotonándola.
Las
lágrimas brotan de mis ojos.
Mi
hermana tenía razón. Pude haber aguantado durante unas cuantas semanas,
trabajado en The Hook, y haberme quedado en mi casa. Al menos no me sentiría
como si no soy bienvenida.
Se
mueve hacia mí otra vez, con voz más suave.
―Todo
lo que estoy diciendo, es que sería agradable olvidar el estrés de vez en
cuando y mostrarnos un poco de atención. No puedo recordar la última vez que
tuvimos sexo.
¿Y
después el sexo? Todo lo que está mal todavía estaría mal.
―Quizás
si no estuviera aquí haciendo toda tu mierda y trabajando hasta las dos de la
mañana, no estaría tan cansada todo el tiempo ―le digo―. Y quizás si estuvieras
ayudándome a ahorrar dinero para poder conseguir otra vez nuestro propio lugar
en vez de beberte tus pagos cada maldita noche, no estaría tan preocupada y
estresada por el dinero. Me siento jodidamente sola. ¿Dónde estás?
Solo
sacude la cabeza, y no puedo evitar que las lágrimas broten. Pero me niego a
llorar. Necesitamos hablar, y él no lo hará. No me dará lo único que arreglaría
esto.
Se
acerca a mí, tomando mi rostro en sus manos.
―Solo
cállate un momento y fóllame.
Me
besa, y cierro los ojos con fuerza, las lágrimas ahora caen y corren por mis
mejillas. Maldito sea. Me roba el aliento, cubriendo mi boca y moviéndose sobre
mis labios duro y forzado, y quiero ceder. El estrés y la preocupación han
durado tanto y han sido tantas, y si puedo olvidar solo por un rato se sentiría
muy bien.
Agarrando
mi trasero con ambas manos, me levanta, forzando mis piernas alrededor de su
cintura, y caemos en la cama, bajando sobre mí.
Sin
embargo, algo me detiene. Como si estuviera de regreso en el parque de casas
rodantes con mi papá y mi madrastra. Ellos no me ven.
Jacob
no me ve. Podría ser cualquiera justo ahora.
Aparto
mi boca y lo empujo.
―Aléjate
de mí.
―Nena,
por favor. ―Besa mi cuello, y lo conozco lo suficientemente bien para conocer
el sonido en su voz. Está molesto, también―. Solo sé una novia por esta noche.
Solíamos divertirnos. Vamos a divertirnos.
―No.
―Sacudo la cabeza, tensándome―. Estoy enojada contigo. Necesito un poco de
aire.
Y
me sentiré peor cuando esto termine.
Sigue
besándome, y gruño, empujándolo. Finalmente me suelta y cae en la cama junto a
mí. Apenas titubea y entonces está de pie abriendo la puerta, saliendo de la
habitación.
En
un momento, escucho el encendido del motor, las llantas despegar, y entonces se
ha ido.
Idiota.
Pero
parte de mí no puede evitar respirar más fácil ahora, también.
Siento
como si perteneciera más aquí cuando él no está.
Nunca
solía tratarme así. Las lágrimas llenan mis ojos, pero parpadeo, alejándolas.
Levantándome
de la cama, voy al soporte de la televisión y recojo la pila de facturas por
pagar. Una factura de agua del antiguo apartamento, una factura del doctor
todavía sin terminar de pagar, de cuando pensé que rompí mi tobillo el verano
pasado, una factura de teléfono, y dos facturas de la tarjeta de crédito de Jacob
a punto de ir a la Colección. No tengo seguro médico, y todos los días temo que
me ocurra algo que me lleve al hospital por una visita a emergencias de veinte
mil dólares.
No
tengo un auto que funcione, e incluso si lo tuviera, igualmente apenas puedo
permitirme el seguro, el dinero extra del préstamo estudiantil, que tendré
después que mi colegiatura esté pagada en invierno, será para gastos de
manutención. Puedo tomar otro préstamo, pero no quiero sentirme abrumada con
esa cuenta por el resto de mi vida, así que intento no tomar mucho.
Y
cada vez que reviso mi correo, hay una nueva y desafortunada sorpresa.
Abriendo
el cajón superior del escritorio, saco las propinas que hice la semana pasada,
que todavía no he depositado, y extiendo los billetes en mis manos.
Ciento
cuarenta y dos dólares. El agujero en el que estoy se hace cada vez más
profundo, porque no estoy ganando suficiente para sacarme de ahí.
Meto
el dinero de regreso en el cajón y recojo el volante del concurso de camisetas
mojadas que también había escondido ahí, y lo miro. Trescientos dólares no son
suficientes para que valga la pena, pero ser camarera en The Hook o… hacer lo
que mi hermana hace y traer a casa esa cantidad de dinero podría serlo.
Por
un momento, no puedo evitar considerar la idea. Ser capaz de tener efectivo en
mi bolsillo que no haya desaparecido en el momento en que lo gano. Tener cosas
lindas. Tener un auto.
Pero
entonces pienso en Jacob y Sam, y los chicos con los que fui a la escuela
llegando y mirándome, y meto el papel de regreso al cajón, queriendo vomitar.
Los extraños podrán no ser insoportables, pero no bailaré para los chicos con
los que fui a la secundaria.
Y
ser camarera ahí sería casi igual de malo. La ropa que tendría que usar, los
clientes a los que estaría sirviendo…
Dejando
la habitación, voy abajo y rodeo la barandilla, caminando por la cocina, a
través de la lavandería, y salgo por la puerta trasera.
El
aire me golpea, y de repente, puedo respirar otra vez. Los fragantes árboles y
la hierba recién cortada llenan mi nariz, y aparte de la luz que ilumina la
piscina debajo del agua, está completamente oscuro aquí afuera.
Camino
hasta el final y me siento en el borde, sumergiendo mis piernas en el agua
hasta la mitad de mis pantorrillas. El agua fría cubre mi piel como un abrazo,
aliviando instantáneamente mis nervios.
Jacob
regresará tarde. Para entonces, ambos estaremos calmados, subirá a la cama, me
acurrucaré con él, y pondrá sus manos sobre las mías, nuestra señal de que todo
estará bien.
Necesito relajarme. Tengo
diecinueve, y tengo preocupaciones con el dinero y problemas de relación.
¿Quién no los tiene a mi edad? Soy demasiado dura conmigo misma. Edward parece
estar bien con que me quede aquí, así que seguiré haciendo lo mejor, y no
tendrá motivos para quejarse.
Y
en el peor de los casos, mi padre nunca me daría la espalda. Todo estará bien.
Podría no estarlo ahora, pero lo estará.
Sonrío
un poco, casi convencida. Mirando abajo, a la superficie azul del agua y la luz
blanca iluminando el limpio fondo de la piscina, siento una repentina urgencia
de probarla.
Puedo
hacerlo.
Todo
estará bien.
Y
respiro profundo, cierro mis ojos, y salto, empujándome del borde y dentro del
agua. Salen burbujas por montones de mi boca cuando suelto el aire y me hundo
hasta el fondo de la piscina. Mi cabello flota a mi alrededor, el agua acaricia
mi cuero cabelludo, y la camiseta se eleva mientras cruzo mis piernas y me
siento en el suelo de la piscina.
No
sé cuándo comencé a hacer esto. No crecí con una piscina, por supuesto, pero
quizás fue el campamento de verano cuando tenía doce, o Cam llevándome a la
piscina pública cuando era niña, que me di cuenta de lo asustada que podría
llegar a sentirme por lo desconocido. Me gusta desafiar esa parte de mí, porque
eleva mi confianza cuando tengo éxito.
Llevando
mi ropa hasta la lavandería en el sótano de mala muerte de mi viejo apartamento,
sola. Dormir en la oscuridad sin siquiera una luz en el pasillo. Conducir a
casa a las dos de la mañana después de un turno y sin revisar el asiento
trasero para asegurarme que estaba sola en el auto.
Miro
alrededor, girando mi cabeza y viendo solo agua, pero mi visión solo me lleva
hasta cierto punto y la vista se desvanece en nada. Cualquier cosa podría venir
nadando hacia mí de la distancia. Cualquier cosa podría estar detrás de mí.
Cualquier cosa podría salir del desagüe, o sumergirse desde la superficie.
Cierro
mis ojos.
Si
puedo hacer esto, Jacob y yo estaremos bien. Todo estará bien, y seguiré
adelante.
Mis
pulmones comienzan a arder, pero mantengo mis ojos cerrados y permanezco
quieta. Algo está mirándome. Y hay algo deslizándose en el agua, dirigiéndose
directo hacia mí. Lo siento. Está viniendo por mí.
Sé
que es mi miedo, así que mantengo mis ojos cerrados, perseverando. Sé que todo
estará bien. Es mi imaginación.
Puedo hacerlo. Puedo hacerlo.
Mis pulmones se estiran dolorosamente, y mi garganta quema, pero aprieto mis
puños. Solo otro segundo. Un segundo más.
Pero
de repente, el agua se sacude a mi alrededor, y abro mis ojos, sabiendo que
esta vez no es mi imaginación. Levanto la mirada y veo a Edward justo cuando
llega hasta mí. Me agarra debajo de los brazos y lo golpeo, sacudiendo mi
cabeza.
Sin
embargo, mis pulmones están cansados y ya no puedo soportar más. Alejándolo en
el agua, coloco mis pies en el fondo de la piscina y salgo disparada hacia la
superficie.
Me
abro paso, tosiendo con el cabello pegado a mi rostro. Lo escucho escupir agua
junto a mí.
―¿Qué
diablos estás haciendo? ―gruño.
―¡Pensé
que te estabas ahogando! ¿Qué diablos? ¿Qué estabas haciendo?
Toso
otra vez, jadeando mientras inhalo bocanadas de aire.
―Enfrentando
mis miedos. Maldición ―refunfuño mientras nado hacia el borde.
―¿Estás
bien?
―Estoy
bien. ―Muevo mi brazo arriba y sobre el borde, mis músculos están débiles por
el susto que me dio.
―¿Estás
segura?
Se
levanta y sale de la piscina, estirando una mano para ayudarme.
Ignoro
su mano y la pregunta, impulsándome para sentarme en el borde otra vez.
Si
me vio entrar al agua, entonces supongo que probablemente se esté preguntando
qué estaba haciendo ahí, pero aun así…
Casi
supero el desafío.
La
camisa me cuelga pesada y mojada, pero no puedo quitármela. No hay nada debajo.
Toso otra vez, aclarando mi garganta y recuperando el aliento. Él se detiene
junto a mí, en silencio.
―Los
escuché a Jacob y a ti peleando ―dice finalmente.
¿Desde
afuera? Genial.
Se
sienta a mi lado, frente al agua. No puedo imaginar lo que debe estar pensando.
Estoy peleando con su hijo, y después estoy buceando completamente vestida en
la piscina. Claro…
Respiro profundo,
asegurándome de suavizar mi tono para tranquilizarlo.
―Hago
tratos conmigo misma ―le digo pero no encuentro sus ojos―. Si puedo hacer algo
que no quiero hacer, entonces todo estará bien. Si hago algo que me asusta,
entonces puedo soportar cualquier cosa que venga. ―Sonrío a medias―. No me
gusta nadar sola. Me asusta. Especialmente de noche.
Finalmente
dirijo mi mirada hacia él. Está mirando la piscina, escuchando.
—Es
algo que juego conmigo misma ―le digo.
Asiente,
entendiendo.
―Jacob
no me quiere aquí ―digo, dejando caer mi mirada mientras el dolor se extiende
por mi garganta―. No creo que me quiera en absoluto.
No
sé por qué estoy diciéndole esto, pero escucha. En las raras ocasiones en que
hemos hablado, parece querer escuchar. Es fácil con él.
―Es
joven ―explica―. Todos hacemos y decimos cosas egoístas cuando pensamos que
somos dueños del mundo.
―¿Yo
soy así? ―replico.
Quiero
decir, no soy un ángel, pero sé que trato a Jacob mejor de lo que él me trata.
Edward
no dice nada, pero puedo verlo mirándome.
Soy
una presa fácil. Me alejé de mi ex y mis padres, pero nunca les di su merecido.
Nunca luché. Solo corrí.
Además
de mi hermana, Jacob es todo lo que tengo, y permito esta mierda porque era más
que solo un novio para mí.
―¿Puedo
hacerte una pregunta? ―dice Edward.
Lo
miro, y mi corazón se salta un latido al ver que sus ojos se ciernen sobre mí.
El reflejo del agua los hace parecer azul.
―¿Cómo
se conocieron Jacob y tú? ―pregunta.
Y
a pesar de mi irritación, sonrío un poco.
Mis
ojos van a la cicatriz en mi pulgar.
―Cuando
tenía dieciséis, trabajaba en un auto lavado ―le digo―. No había otras chicas
trabajando allí, pero fue todo lo que pude encontrar, así que lo hice con un
equipo lleno de chicos.
Siento el calor de su cuerpo
junto a mí, mido el subir y bajar de su pecho, y me encuentro emparejándolo.
—Tuve
mucha mierda ―continúo, recordando los comentarios sarcásticos cada vez que me
inclinaba o me recargaba en un auto―. Los adolescentes pueden ser…
―Sí
―termina Edward por mí concordando, sin humor en su voz. Intercambiamos una
sonrisa.
Él
también solía ser un adolescente, después de todo, supongo.
―Había
un chico llamado Seth que siempre alejaba a la gente de mí ―continúo,
recordando―. Era amable conmigo y me hablaba. No me miraba, ni actuaba
inmaduro.
Froto
mi dedo sobre la cicatriz ausentemente.
-
―Un
día me invitó a salir, y trajo a Jacob. ―Miro a Edward, la rabia de antes de
repente se ha ido―. Nos volvimos amigos, nos divertíamos mucho, y creo que me
volví más cercana a ellos de lo que había sido con alguien. Excepto mi hermana,
claro.
Asiente,
luciendo como si estuviera pensando. Y entonces pregunta:
―¿Y
tú y Jacob comenzaron a salir? ¿Cómo tomó eso Seth?
Vuelvo
a mirar a la piscina, respirando profundo.
―Nunca
lo supo ―digo en voz baja.
Edward
permanece en silencio, la tensión en el aire ahora es espesa. Dije que él
nunca lo supo. No que no lo sabe.
Aclaro
mi garganta.
―Una
noche, hace un par de años, antes que Jacob y yo estuviéramos juntos ―le digo―.
Él y Seth salieron. Jacob bebió demasiado y se desmayó. Seth consiguió un
aventón con alguien más.
Me
arden los ojos por las lágrimas que intento contener, y mi boca está tan seca.
—El
conductor perdió el control de su camioneta, dio vueltas, y todos los chicos en
la parte de atrás se cayeron.
―Oh,
Dios mío ―dice en voz baja, dejando caer su cabeza.
Termino:
―Seth
quedó atrapado debajo de la camioneta. Murió un par de días después.
Aprieto mis puños para
intentar no llorar. Él era la única persona que conocí que murió. No fue como
el abandono de mi madre. Seth no quería irse. Él vivía por los videos juegos, y
su cabello siempre estaba colgando fuera de sus gafas, y extraño todas sus
peculiaridades.
A
veces, me pregunto qué sucedió con la pistola Nerf de su hermano menor, la que
todos usamos y a todos nos lastimaba el pulgar.
―Jesucristo
―murmura Edward―. ¿Cómo no sabía de esto? Recuerdo vagamente escuchar algo,
pero no sabía que Jacob era amigo de alguien en ese accidente.
Me
enderezo y asiento.
―Sí,
Jacob… ―hago una pausa, tratando de encontrar mis palabras―, fue difícil para
él superarlo.
Los
ojos de Edward se estrechan en mí.
―Se
suponía que él llevara a Seth esa noche ―explico.
La
comprensión cruza su rostro, y estoy segura que siente como si debería saber
todo esto, pero tiene sentido que Jacob no le dijera a mucha gente. Estaba
avergonzado.
―No
nos separamos después de eso ―le digo.
Estaba
herida, Jacob estaba herido, y era la única que sabía por qué se sentía
responsable, así que era la única con quien podía hablar.
Y
después de un tiempo, solo se volvió un hábito. Nosotros, juntos. Nosotros,
ayudándonos. Nosotros, queriendo lo que era familiar, constante, y seguro.
Nosotros,
aferrándonos a Seth al aferrarnos el uno al otro. Ambos estábamos desesperados
por un amigo verdadero. Él y yo lamentándonos por Seth, pero también yo
alejándome de mi ex novio. Fue tan fácil sumergirse el uno en el otro y
escapar. Tan fácil.
―Lo
siento mucho, Isabella ―dice Edward―. ¿Estás bien?
Lo
miro fijamente.
—Lo
siento ―vacila, apartando la mirada―. Es estúpido preguntar esto ahora,
supongo.
No,
no es estúpido en absoluto. Es agradable tener a alguien con quien hablar.
―Todo
está bien. O lo estará ―digo―. Tiene que estarlo.
Lanza
su mirada hacia mí otra vez, y señalo hacia la piscina.
―Me
senté en el fondo de una piscina oscura con los ojos cerrados hasta que no pude
contener más mi respiración. Tiene que estar bien ahora, ¿cierto? ―pregunto.
Resopla, curvando su boca en
una sonrisa.
Se
levanta y estira su mano de nuevo, y esta vez la tomo. Me levanta, y nos
dirigimos a la casa, pero noto que la vela todavía está encendida sobre la mesa
de madera.
Dirigiéndome
ahí, me inclino sobre la mesa, cierro los ojos, y soplo, la vela se apaga.
Retrocediendo, lo sigo por las escaleras.
―¿Puedo
hacerte otra pregunta? ―dice.
―Claro.
―¿Por
qué haces eso? ―Me mira.
―¿Qué?
―Lo
de cerrar los ojos para soplar una vela ―explica―. Te he visto hacerlo unas
cuantas veces.
Me
encojo de hombros, sin darme cuenta que lo había notado. Pensé que me había
vuelto bastante buena haciéndolo rápidamente y sin que nadie me viera.
―Solo una peculiaridad. ―Lo
sigo por la puerta mosquitera―. Los deseos de cumpleaños no siempre se hacen
realidad, así que no pierdo la oportunidad cuando soplo una vela.
3 comentarios:
Actualización mil gracias.
Ella y Jacob son pura rutina no son algo verdadero y creo que el ya es más consiente de eso
!
Vaya par, no tienen nada en común gracias por el capítulo
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