lunes, 18 de febrero de 2019

No puedo aamarte capitulo 6


Capitulo 6

Isabella
No he hablado con Edward desde la discusión de ayer. Me niego a llamarlo una pelea. Apenas nos conocemos. ¿Cómo podemos estar peleando?

Tampoco he hablado con Jacob desde ayer, pero por alguna razón, eso no me molesta. Así es como funcionamos. Se fue ayer, para ayudar a un amigo con su auto, y para cuando llegó a casa yo estaba en el bar. Dormí hasta tarde esta mañana, más como un esfuerzo por evitar a Edward en casa, y solo desperté una vez cuando Jacob dejó un beso de despedida en mi mejilla antes de irse a trabajar.

He tenido un nudo en el estómago toda la mañana. ¿Por qué diablos estaba Edward tan enojado? Pensé que nos llevábamos bien. No hice nada malo. De hecho, estaba cortando su maldito césped, y lo siguiente que supe fue que estaba regañándome como si estuviera tomando el sol semidesnuda en el jardín delantero mientras niños de seis años andaban en sus bicicletas por la calle.

Es tan volátil. Muy diferente a su hijo, que nunca se toma nada en serio.


Salgo del auto de Jacob, uno de sus amigos le dio un aventón esta mañana así yo podría ir a la biblioteca. Agarro la lonchera con el almuerzo de Edward que dejó en casa y echo un vistazo alrededor del sitio de trabajo. Está más ajetreado que la última vez que estuve aquí.

Los trabajadores se mueven de un lado a otro, usando cascos de seguridad, con cinturones de herramientas de cuero marrón colgando de sus caderas, y el polvo se levanta por los camiones que entran y salen del área. Los martillos golpean el acero y hombres con botas sucias y jeans rasgados están sentados a horcajadas en las vigas, suspendidas en el aire, mientras hacen lo que sea que hacen para convertir los materiales en un edificio. No muchos llegan a ver los huesos desnudos. Me pregunto por qué Jacob no trabaja para su padre. Este empleo tiene que ser bien remunerado. Después de todo, conozco a algunos de estos chicos. Mantienen a sus familias con este empleo.

Mi mirada deambula, buscando a alguien accesible con quien dejar la lonchera, pero también estoy un poco alerta buscando los tatuajes de Edward. No quiero verlo, de verdad. Mi plan, cuando vi que había dejado su lonchera en casa esta mañana, era hacer una buena acción, entregarla, y dejar la pelota en su cancha para superar la discusión al tener que buscarme y decir “gracias”. Quiero superar cualquier incomodidad entre nosotros.

Caminando por la suciedad y los escombros, me dirijo hacia la estructura y veo a su amigo, Emmett, inclinándose para recoger algo justo adentro. Me nota y se levanta.

―Hola, Emmett. ―Sonrío―. ¿Está Edward?

Sus ojos se deslizan hacia la bolsa térmica negra en mi mano.

―¿Su almuerzo?

―Lo dejó en la mesa de la cocina. ―La levanto ―. Pensé en dejarlo mientras estoy haciendo recados.

―Eso es amable de tu parte. ―Pero no toma la lonchera. En cambio, lanza una herramienta en una caja y me hace un gesto―. Vamos, te llevaré.

―Oh, no, está bien ―le digo―. No quiero molestarlo. Solo lo dejaré contigo.
―Si dejas eso conmigo, me lo comeré. O lo perderé. ―Se ríe y me guía hacia unas escaleras.

Mis hombros se desploman. Increíble.

Nos dirigimos al tercer piso, tomando lo que supongo serán las escaleras de emergencia una vez que los elevadores estén instalados, y llegamos a un piso con solo marcos en las paredes, mostrando cómo estarán divididas las oficinas y áreas de trabajo, una vez que esté terminado.

Edward es el único en el piso, muy lejos en el lado izquierdo y sobre un portapapeles.

Nos escucha acercarnos y alza la mirada de sus papeles, girando su cabeza.

Sus ojos se estrechan en mí, y parpadeo con fuerza y largo, sintiéndome estúpida.
Está usando una camiseta azul marino, y el color en él calienta mis mejillas. Me encanta cómo luce contra sus brazos bronceados y las curvas de sus bíceps.

―¿Qué estás haciendo aquí? ―pregunta.

Sin embargo, no suena molesto a como temía. Solo desconcertado.

Levanto la bolsa.

―Dejaste tu almuerzo sobre la mesa.

Su expresión se relaja, y la tensión en su cuerpo se alivia.
―Oh, gracias. ―Se acerca, y se lo entrego―. Aunque, no pasa nada ―me dice―. Pude haber comido algo del camión de comida. No tenías que molestarte.
¿Camión de comida?

―Bueno, no podía dejar que comieras basura de un camión de comida ―digo.
Y para mi alivio, sonríe un poco.

―Es básicamente lo mismo que hay aquí ―recalca, poniendo la lonchera sobre una mesa de trabajo.

Pero estoy muy por delante de él.

―Bueno, también metí un burrito de pavo, queso y pepino, en caso que quisieras algo diferente.

Su rostro cae.

―No te preocupes ―bromeo―. Tu almuerzo sigue ahí. Solo hice demasiado y necesitaba ayuda para terminar los burritos.

El leve miedo en sus ojos se disipa, y respira.

―¿No serás feliz hasta que coma humus, cierto?

Intento no reír.

―Te construiré lentamente.

Pone los ojos en blanco, y finalmente respiro profundo. Supongo que terminamos la discusión.

Me quedo ahí, sintiendo sus ojos sobre mí, y los sonidos de martillos golpeando y la brisa soplando a través de la estructura se desvanecen lentamente.

Entonces me doy cuenta que Emmett todavía está en la habitación.

Ambos lo miramos, y su mirada se mueve entre nosotros.

―Iré… ―traga y se aclara la garganta―, a hacer algo ―dice y se va, dejándonos solos.

Miro de nuevo a Edward, y supongo que también debería irme y dejarlo, pero en cambio, deslizo mis manos en mis bolsillos y miro alrededor.

―El aserrín huele bien ―le digo.

Una sonrisa cruza sus ojos, y asiente, mirando alrededor.

―Sí. Es como estar en casa para mí.

Cuando nuestras miradas se encuentran otra vez, el calor se desliza en mi vientre, y olvido respirar por un momento. Aparto la mirada rápidamente.
—Me disculpo por haberte hablado así ayer ―dice―. No hiciste nada malo. James estaba mirándote lascivamente, y fue espeluznante. Me molesté. ―Y luego aclara―: Me molesté con él, quiero decir. Siento haberme desahogado contigo.

―Trabajo en un bar ―recalco―. Estoy acostumbrada a las miradas lascivas. Puedo manejarlo.

En realidad, puedo levantarme y luchar por mi honor. Y también Jacob. Si alguna vez se le ocurre. Edward no necesita sentirse responsable por mí. No soy suya para cuidar.

―Bueno, me iré ―le digo y comienzo a retroceder.

Pero me detiene.

―¿Quieres ver? ―ofrece―. ¿Un pequeño recorrido?

Ya he visto gran parte del lugar, después que estuve aquí haciendo bolsas de arena la semana pasada, pero asiento de todos modos.

―Sí, seguro.

Me lleva hacia la parte trasera del edificio, y me pregunto si se supone que debería estar usando un casco, pero él tampoco está usando uno, así que no pregunto.

―Se supone que este es el lugar de las oficinas para ese barco casino que vendrá al área ―explica―. Habrá un pabellón en el muelle, con restaurantes y espacio para eventos, pero manejarán todo desde aquí. Contrataciones, finanzas, publicidad…

Me lanza una sonrisa, y aparto la mirada.

―Es como un esqueleto ―comento―. ¿Cuándo construirán las paredes?
―Una vez que los plomeros y los electricistas tengan todo resuelto ―responde―. Instalo el aislamiento y luego comenzamos a construir. Verás habitaciones en lugar de huesos.

Entramos a un gran espacio en la esquina trasera del edificio, y a diferencia de las otras habitaciones, hay una pared entera sin vigas. Como si fuera solo una enorme ventana panorámica. Entro en el pequeño espacio adyacente y miro sobre la viga frente a mi rostro.

―¿Qué es este espacio?

Me mira.

―Es un baño privado para esta oficina.
Debe ser agradable. Camino de regreso a la oficina con él y me acerco al borde, contemplando la tierra verde y no desarrollada en la distancia.

―Linda vista. ―Sonrío y muevo mi cabello, caminando alrededor de mi falsa oficina como si fuera dueña del lugar―. Sí, Christopher, ¿podrías poner a Japón en la línea? Necesitamos discutir la línea de producción en Malasia ―bromeo
Se ríe.

―¿Tienes un secretario?

―Un hombre puede ser cualquier cosa ―respondo―. No dejes que tu sexo te detenga.

Sacude la cabeza, la diversión curvando sus labios.

Volvemos a la tranquilidad que tuvimos la otra noche cuando miramos televisión y comimos pizza, y lo sigo alrededor del edificio, dejándolo explicar el proceso de meses, o posiblemente años, de construir un edificio desde cero. Comenzó a hacer este trabajo antes que Jacob naciera, y eventualmente creó su propia compañía, capaz de hacer sus propias reglas y tener más control sobre el tipo de proyectos que tomaba. Sin embargo, tiene que ser mucha responsabilidad, saber que estás a cargo de dos docenas de trabajadores y los cheques con el pago que mantienen a sus familias.

Pero aun así… está ayudando a construir nuestro pueblo, aportando trabajo y dando empleos por sí mismo.

―Debes estar muy orgulloso de construir cosas que puedas ver todos los días ―le digo cuando volvemos al primer piso―. Lugares donde las personas van a pasar sus vidas y ganar sus sustentos.

―En realidad nunca lo pensé así. ―Se detiene en la parte trasera del edificio, mirando los acres de espacio vacíos más allá―. También es mi sustento de vida, supongo.

Miro hacia afuera y noto el espacio al aire libre conectado a la parte trasera del edificio. Es grande, y puedo ya ver una fuente de mármol colocada al azar para una configuración posterior.

―¿Esto será un jardín? ―pregunto, notando que no hay techo―. Es una buena idea. ¿Construirás esto, también?

―Oh, no ―responde―. Una compañía de paisajismo vendrá cuando el edificio esté casi completo y se ocupará de plantar el césped, árboles, e instalar la estética.

Justo lo mío. Me encanta el antes y el después, ver la transformación de un espacio al aire libre.
―Te avisaré cuando comiencen ―dice como si leyera mi mente―. Puedes venir de vez en cuando para ver el proceso.

Sonrío.

―Gracias.

En realidad, me gustaría eso. Además de mis profesores, nadie más sabe que en verdad disfruto ese tipo de cosas. Nuestros ojos se encuentran, y me doy cuenta que hay algo que me estoy perdiendo. No tengo mucho en común con las otras personas en mi vida, ¿no es así?

Nos encerramos el uno en el otro pero solo por un momento. Un trabajador pasa, cargando leña por encima de su hombro, y Edward de repente se endereza, rompiendo el contacto conmigo y saludándolo.

―Bueno, debería… ―Muevo mi pulgar detrás de mí―. Irme, supongo.

―Sí ―responde―. También yo.

Retrocedo.

―Te veo en casa. Tendré la cena lista a las cinco.

Solo asiente y regresa a su trabajo.

Casa. ¿No la casa? No es mi hogar, después de todo.
Camino de regreso al auto y subo, sintiéndome peor que cuando llegué. ¿La cena a las cinco? Jacob no sale hasta las seis. ¿De repente solo olvidé que existía?
Envuelvo una toalla alrededor de mi cuerpo y recojo mi ropa sucia, el baño todavía está lleno de vapor. Abriendo la puerta, me asomo al pasillo y me aseguro que está despejado, y corro hacia mi habitación, cerrando mi puerta tras de mí.

Sigo olvidando llevar ropa limpia conmigo, así puedo vestirme justo después de ducharme. Aún estoy acostumbrada a tener mi propio lugar y no me preocupaba si cruzaba el pasillo en toalla. Al menos estoy recordando ponerme un short de pijama si bajo por agua a mitad de la noche. Dudo que no muriera de vergüenza si el papá de Jacob me viera en ropa interior y camiseta.

Tomando mi cepillo, peino mi cabello húmedo y escojo algo para dormir.

Veo un resplandor desde afuera y me acerco a las persianas, mirando a través de una grieta. Está oscuro afuera —son más de las nueve—, pero Edward sigue allí, en la entrada, trabajando en mi VW.
Es bastante increíble. Jacob ha estado ocupado con los autos de todos menos el mío, aunque sospecho que es solo una excusa para salir de la casa.

Un foco cuelga del capó, Edward rodea el VW y se inclina, desenroscando algo. Ha estado ahí afuera desde después de la cena. Quería la ayuda de Jacob, pero por supuesto, está fuera de nuevo. Creo que está esperándolo.

Un par de mujeres caminan por la acera, vestidas con ropa de ejercicio, y se detienen, sonriendo y diciéndole algo a Edward.

La morena de la izquierda trota en el mismo lugar, incluso aunque hace un momento caminaba velozmente, mientras la pelirroja pone sus manos en sus caderas y le da una sonrisa coqueta.

―¿En serio? ―murmuro. ¿Quién diablos sale a caminar a estas horas de la noche?―. Que inteligentes, señoras. Muy inteligentes.

Como si no vieran a Edward trabajando aquí a través de las ventanas de sus cocinas, sin camisa, flexionando sus músculos contra su piel bronceada, todavía luciendo como el chico malo sexy por el que babeaban en la secundaria, probablemente. Entonces se llaman para trazar un plan para ponerse su ropa deportiva y luego “pasan por su casa” ¿cierto? Quiero decir, después de todo sería grosero no saludar, ¿cierto?

Pongo los ojos en blanco. Las amas de casa de los suburbios, aburridas de sus esposos, intentando provocar a Edward Masen, es una parada rápida para emocionarlas.

Suelto las persianas y retrocedo.

Estoy siendo tan mala.

Entonces, están coqueteando. ¿Y eso, qué?

Me enorgullece el hecho de ser una persona tranquila y sensata, pero mi comportamiento ha sido errático últimamente. La mudanza, las cuentas, Jacob… Estoy fuera de mí, insegura, y confundida. No me gusta.

Comienzo una lista de reproducción en mi teléfono, Pity Party zumbando para que coincida con mi enojado humor cuando la puerta del dormitorio se cierra detrás de mí. Dejo de peinar mi cabello, girando mi cabeza.

Jacob está de repente de pie en mi habitación, inclinado contra la puerta, y mirándome con una mirada en sus ojos que conozco demasiado bien. ¿Cuándo llegó a casa?

El calor se eleva en mi piel, y aprieto mi toalla, pero no sé por qué.
Cruza los brazos sobre su pecho mientras sus ojos escalan por mi cuerpo de arriba hacia abajo.

―¿Qué? ―pregunto cuando no dice nada.

―Suelta la toalla.

¿Ahora? Pero su padre todavía está despierto, y…

―Vamos ―protesto pero trato de mantener mi tono ligero y calmado―. Se está haciendo tarde y estoy agotada.

―Te pondré de humor. ―Se aleja de la puerta y se mueve hacia mí, un metro ochenta fácilmente llenando la pequeña habitación―. Ya nunca te veo. Te extraño.

Se acerca y envuelve sus brazos alrededor de mi cintura, mirándome. No puedo evitar sonreír un poco.

Muerdo mi labio inferior juguetonamente y agarro su suave cabello rubio en la cima de su cabeza, trayéndolo por un rápido beso.

―Estuve en casa anoche ―respondo―. Tú no.

Me alejo de él, y aprieto la toalla a mi alrededor.

―Te invité a salir ―señala.

―Estaba cansada ―digo, pero puedo sentir todo lo que se ha estado construyendo dentro de mí por días, a punto de estallar―. Y he tenido que hacer tus tareas, así que…

―No te dije que hicieras eso.

―Tenían que hacerse.

El deseo que sentí por él hace un momento se desvaneció, y ahora hay una pared alzándose entre nosotros.

Pero intenta sortearla de todos modos.

―Mi papá no va a echarme si dejo de cortar el césped por unos días, Isabella ―dice, tratando de poner sus brazos alrededor de mí otra vez―. Te tomas las cosas demasiado en serio.

―No, no lo hiciste porque sabías que yo lo haría. ―Me alejo―. Como siempre. Necesitas organizarte y dejar de hacer lo mínimo.

Deja salir un suspiro y me libera, girándose hacia la puerta.

―¿A dónde vas?
―No puedo escuchar esto justo ahora ―espeta―. ¿Sabes por qué siempre me voy? Por eso. ―Señala mi rostro―. La forma en que me miras. Estoy cansado de no sentirme lo suficientemente bueno.

―Oh, es increíble ―replico sarcásticamente, sacando unos de sus calzoncillos de un cajón y una de sus camisetas de la silla―. Solo estoy aquí para estar contigo, y tú siempre te vas. Sabes, ¡paso más tiempo con tu papá! ¿No crees que sea un poco incómodo para él?

―Si tienes otro lugar a dónde ir, entonces vete si estás tan incómoda.

Mi respiración se atora en mi garganta, y lo miro.

―¿Hablas en serio? De verdad estás diciéndome eso ahora.

Ya me siento como un parásito patético cuando no soy quien nos desalojó. Siempre he estado ahí para él. Somos amigos, maldición. Siempre nos hemos cuidamos el uno al otro. Nunca lo haría sentir… hijo de puta.

Me pongo los calzoncillos y lanzo la toalla, poniéndome la camisa y abotonándola.
Las lágrimas brotan de mis ojos.

Mi hermana tenía razón. Pude haber aguantado durante unas cuantas semanas, trabajado en The Hook, y haberme quedado en mi casa. Al menos no me sentiría como si no soy bienvenida.

Se mueve hacia mí otra vez, con voz más suave.

―Todo lo que estoy diciendo, es que sería agradable olvidar el estrés de vez en cuando y mostrarnos un poco de atención. No puedo recordar la última vez que tuvimos sexo.

¿Y después el sexo? Todo lo que está mal todavía estaría mal.

―Quizás si no estuviera aquí haciendo toda tu mierda y trabajando hasta las dos de la mañana, no estaría tan cansada todo el tiempo ―le digo―. Y quizás si estuvieras ayudándome a ahorrar dinero para poder conseguir otra vez nuestro propio lugar en vez de beberte tus pagos cada maldita noche, no estaría tan preocupada y estresada por el dinero. Me siento jodidamente sola. ¿Dónde estás?
Solo sacude la cabeza, y no puedo evitar que las lágrimas broten. Pero me niego a llorar. Necesitamos hablar, y él no lo hará. No me dará lo único que arreglaría esto.

Se acerca a mí, tomando mi rostro en sus manos.

―Solo cállate un momento y fóllame.

Me besa, y cierro los ojos con fuerza, las lágrimas ahora caen y corren por mis mejillas. Maldito sea. Me roba el aliento, cubriendo mi boca y moviéndose sobre mis labios duro y forzado, y quiero ceder. El estrés y la preocupación han durado tanto y han sido tantas, y si puedo olvidar solo por un rato se sentiría muy bien.

Agarrando mi trasero con ambas manos, me levanta, forzando mis piernas alrededor de su cintura, y caemos en la cama, bajando sobre mí.

Sin embargo, algo me detiene. Como si estuviera de regreso en el parque de casas rodantes con mi papá y mi madrastra. Ellos no me ven.

Jacob no me ve. Podría ser cualquiera justo ahora.

Aparto mi boca y lo empujo.

―Aléjate de mí.

―Nena, por favor. ―Besa mi cuello, y lo conozco lo suficientemente bien para conocer el sonido en su voz. Está molesto, también―. Solo sé una novia por esta noche. Solíamos divertirnos. Vamos a divertirnos.

―No. ―Sacudo la cabeza, tensándome―. Estoy enojada contigo. Necesito un poco de aire.

Y me sentiré peor cuando esto termine.

Sigue besándome, y gruño, empujándolo. Finalmente me suelta y cae en la cama junto a mí. Apenas titubea y entonces está de pie abriendo la puerta, saliendo de la habitación.

En un momento, escucho el encendido del motor, las llantas despegar, y entonces se ha ido.

Idiota.

Pero parte de mí no puede evitar respirar más fácil ahora, también.

Siento como si perteneciera más aquí cuando él no está.

Nunca solía tratarme así. Las lágrimas llenan mis ojos, pero parpadeo, alejándolas.

Levantándome de la cama, voy al soporte de la televisión y recojo la pila de facturas por pagar. Una factura de agua del antiguo apartamento, una factura del doctor todavía sin terminar de pagar, de cuando pensé que rompí mi tobillo el verano pasado, una factura de teléfono, y dos facturas de la tarjeta de crédito de Jacob a punto de ir a la Colección. No tengo seguro médico, y todos los días temo que me ocurra algo que me lleve al hospital por una visita a emergencias de veinte mil dólares.

No tengo un auto que funcione, e incluso si lo tuviera, igualmente apenas puedo permitirme el seguro, el dinero extra del préstamo estudiantil, que tendré después que mi colegiatura esté pagada en invierno, será para gastos de manutención. Puedo tomar otro préstamo, pero no quiero sentirme abrumada con esa cuenta por el resto de mi vida, así que intento no tomar mucho.

Y cada vez que reviso mi correo, hay una nueva y desafortunada sorpresa.

Abriendo el cajón superior del escritorio, saco las propinas que hice la semana pasada, que todavía no he depositado, y extiendo los billetes en mis manos.

Ciento cuarenta y dos dólares. El agujero en el que estoy se hace cada vez más profundo, porque no estoy ganando suficiente para sacarme de ahí.

Meto el dinero de regreso en el cajón y recojo el volante del concurso de camisetas mojadas que también había escondido ahí, y lo miro. Trescientos dólares no son suficientes para que valga la pena, pero ser camarera en The Hook o… hacer lo que mi hermana hace y traer a casa esa cantidad de dinero podría serlo.

Por un momento, no puedo evitar considerar la idea. Ser capaz de tener efectivo en mi bolsillo que no haya desaparecido en el momento en que lo gano. Tener cosas lindas. Tener un auto.

Pero entonces pienso en Jacob y Sam, y los chicos con los que fui a la escuela llegando y mirándome, y meto el papel de regreso al cajón, queriendo vomitar. Los extraños podrán no ser insoportables, pero no bailaré para los chicos con los que fui a la secundaria.

Y ser camarera ahí sería casi igual de malo. La ropa que tendría que usar, los clientes a los que estaría sirviendo…

Dejando la habitación, voy abajo y rodeo la barandilla, caminando por la cocina, a través de la lavandería, y salgo por la puerta trasera.

El aire me golpea, y de repente, puedo respirar otra vez. Los fragantes árboles y la hierba recién cortada llenan mi nariz, y aparte de la luz que ilumina la piscina debajo del agua, está completamente oscuro aquí afuera.

Camino hasta el final y me siento en el borde, sumergiendo mis piernas en el agua hasta la mitad de mis pantorrillas. El agua fría cubre mi piel como un abrazo, aliviando instantáneamente mis nervios.

Jacob regresará tarde. Para entonces, ambos estaremos calmados, subirá a la cama, me acurrucaré con él, y pondrá sus manos sobre las mías, nuestra señal de que todo estará bien.

Necesito relajarme. Tengo diecinueve, y tengo preocupaciones con el dinero y problemas de relación. ¿Quién no los tiene a mi edad? Soy demasiado dura conmigo misma. Edward parece estar bien con que me quede aquí, así que seguiré haciendo lo mejor, y no tendrá motivos para quejarse.
Y en el peor de los casos, mi padre nunca me daría la espalda. Todo estará bien. Podría no estarlo ahora, pero lo estará.

Sonrío un poco, casi convencida. Mirando abajo, a la superficie azul del agua y la luz blanca iluminando el limpio fondo de la piscina, siento una repentina urgencia de probarla.

Puedo hacerlo.

Todo estará bien.
Y respiro profundo, cierro mis ojos, y salto, empujándome del borde y dentro del agua. Salen burbujas por montones de mi boca cuando suelto el aire y me hundo hasta el fondo de la piscina. Mi cabello flota a mi alrededor, el agua acaricia mi cuero cabelludo, y la camiseta se eleva mientras cruzo mis piernas y me siento en el suelo de la piscina.

No sé cuándo comencé a hacer esto. No crecí con una piscina, por supuesto, pero quizás fue el campamento de verano cuando tenía doce, o Cam llevándome a la piscina pública cuando era niña, que me di cuenta de lo asustada que podría llegar a sentirme por lo desconocido. Me gusta desafiar esa parte de mí, porque eleva mi confianza cuando tengo éxito.

Llevando mi ropa hasta la lavandería en el sótano de mala muerte de mi viejo apartamento, sola. Dormir en la oscuridad sin siquiera una luz en el pasillo. Conducir a casa a las dos de la mañana después de un turno y sin revisar el asiento trasero para asegurarme que estaba sola en el auto.

Miro alrededor, girando mi cabeza y viendo solo agua, pero mi visión solo me lleva hasta cierto punto y la vista se desvanece en nada. Cualquier cosa podría venir nadando hacia mí de la distancia. Cualquier cosa podría estar detrás de mí. Cualquier cosa podría salir del desagüe, o sumergirse desde la superficie.

Cierro mis ojos.

Si puedo hacer esto, Jacob y yo estaremos bien. Todo estará bien, y seguiré adelante.

Mis pulmones comienzan a arder, pero mantengo mis ojos cerrados y permanezco quieta. Algo está mirándome. Y hay algo deslizándose en el agua, dirigiéndose directo hacia mí. Lo siento. Está viniendo por mí.

Sé que es mi miedo, así que mantengo mis ojos cerrados, perseverando. Sé que todo estará bien. Es mi imaginación.

Puedo hacerlo. Puedo hacerlo. Mis pulmones se estiran dolorosamente, y mi garganta quema, pero aprieto mis puños. Solo otro segundo. Un segundo más.
Pero de repente, el agua se sacude a mi alrededor, y abro mis ojos, sabiendo que esta vez no es mi imaginación. Levanto la mirada y veo a Edward justo cuando llega hasta mí. Me agarra debajo de los brazos y lo golpeo, sacudiendo mi cabeza.
Sin embargo, mis pulmones están cansados y ya no puedo soportar más. Alejándolo en el agua, coloco mis pies en el fondo de la piscina y salgo disparada hacia la superficie.

Me abro paso, tosiendo con el cabello pegado a mi rostro. Lo escucho escupir agua junto a mí.

―¿Qué diablos estás haciendo? ―gruño.

―¡Pensé que te estabas ahogando! ¿Qué diablos? ¿Qué estabas haciendo?
Toso otra vez, jadeando mientras inhalo bocanadas de aire.

―Enfrentando mis miedos. Maldición ―refunfuño mientras nado hacia el borde.

―¿Estás bien?

―Estoy bien. ―Muevo mi brazo arriba y sobre el borde, mis músculos están débiles por el susto que me dio.

―¿Estás segura?

Se levanta y sale de la piscina, estirando una mano para ayudarme.

Ignoro su mano y la pregunta, impulsándome para sentarme en el borde otra vez.
Si me vio entrar al agua, entonces supongo que probablemente se esté preguntando qué estaba haciendo ahí, pero aun así…

Casi supero el desafío.

La camisa me cuelga pesada y mojada, pero no puedo quitármela. No hay nada debajo. Toso otra vez, aclarando mi garganta y recuperando el aliento. Él se detiene junto a mí, en silencio.

―Los escuché a Jacob y a ti peleando ―dice finalmente.

¿Desde afuera? Genial.

Se sienta a mi lado, frente al agua. No puedo imaginar lo que debe estar pensando. Estoy peleando con su hijo, y después estoy buceando completamente vestida en la piscina. Claro…

Respiro profundo, asegurándome de suavizar mi tono para tranquilizarlo.
―Hago tratos conmigo misma ―le digo pero no encuentro sus ojos―. Si puedo hacer algo que no quiero hacer, entonces todo estará bien. Si hago algo que me asusta, entonces puedo soportar cualquier cosa que venga. ―Sonrío a medias―. No me gusta nadar sola. Me asusta. Especialmente de noche.

Finalmente dirijo mi mirada hacia él. Está mirando la piscina, escuchando.

—Es algo que juego conmigo misma ―le digo.

Asiente, entendiendo.

―Jacob no me quiere aquí ―digo, dejando caer mi mirada mientras el dolor se extiende por mi garganta―. No creo que me quiera en absoluto.

No sé por qué estoy diciéndole esto, pero escucha. En las raras ocasiones en que hemos hablado, parece querer escuchar. Es fácil con él.

―Es joven ―explica―. Todos hacemos y decimos cosas egoístas cuando pensamos que somos dueños del mundo.

―¿Yo soy así? ―replico.

Quiero decir, no soy un ángel, pero sé que trato a Jacob mejor de lo que él me trata.

Edward no dice nada, pero puedo verlo mirándome.

Soy una presa fácil. Me alejé de mi ex y mis padres, pero nunca les di su merecido. Nunca luché. Solo corrí.

Además de mi hermana, Jacob es todo lo que tengo, y permito esta mierda porque era más que solo un novio para mí.

―¿Puedo hacerte una pregunta? ―dice Edward.

Lo miro, y mi corazón se salta un latido al ver que sus ojos se ciernen sobre mí. El reflejo del agua los hace parecer azul.

―¿Cómo se conocieron Jacob y tú? ―pregunta.

Y a pesar de mi irritación, sonrío un poco.

Mis ojos van a la cicatriz en mi pulgar.

―Cuando tenía dieciséis, trabajaba en un auto lavado ―le digo―. No había otras chicas trabajando allí, pero fue todo lo que pude encontrar, así que lo hice con un equipo lleno de chicos.

Siento el calor de su cuerpo junto a mí, mido el subir y bajar de su pecho, y me encuentro emparejándolo.
—Tuve mucha mierda ―continúo, recordando los comentarios sarcásticos cada vez que me inclinaba o me recargaba en un auto―. Los adolescentes pueden ser…

―Sí ―termina Edward por mí concordando, sin humor en su voz. Intercambiamos una sonrisa.

Él también solía ser un adolescente, después de todo, supongo.

―Había un chico llamado Seth que siempre alejaba a la gente de mí ―continúo, recordando―. Era amable conmigo y me hablaba. No me miraba, ni actuaba inmaduro.

Froto mi dedo sobre la cicatriz ausentemente.
-
―Un día me invitó a salir, y trajo a Jacob. ―Miro a Edward, la rabia de antes de repente se ha ido―. Nos volvimos amigos, nos divertíamos mucho, y creo que me volví más cercana a ellos de lo que había sido con alguien. Excepto mi hermana, claro.

Asiente, luciendo como si estuviera pensando. Y entonces pregunta:

―¿Y tú y Jacob comenzaron a salir? ¿Cómo tomó eso Seth?

Vuelvo a mirar a la piscina, respirando profundo.

―Nunca lo supo ―digo en voz baja.

Edward permanece en silencio, la tensión en el aire ahora es espesa. Dije que él nunca lo supo. No que no lo sabe.

Aclaro mi garganta.

―Una noche, hace un par de años, antes que Jacob y yo estuviéramos juntos ―le digo―. Él y Seth salieron. Jacob bebió demasiado y se desmayó. Seth consiguió un aventón con alguien más.

Me arden los ojos por las lágrimas que intento contener, y mi boca está tan seca.

—El conductor perdió el control de su camioneta, dio vueltas, y todos los chicos en la parte de atrás se cayeron.

―Oh, Dios mío ―dice en voz baja, dejando caer su cabeza.

Termino:

―Seth quedó atrapado debajo de la camioneta. Murió un par de días después.
Aprieto mis puños para intentar no llorar. Él era la única persona que conocí que murió. No fue como el abandono de mi madre. Seth no quería irse. Él vivía por los videos juegos, y su cabello siempre estaba colgando fuera de sus gafas, y extraño todas sus peculiaridades.
A veces, me pregunto qué sucedió con la pistola Nerf de su hermano menor, la que todos usamos y a todos nos lastimaba el pulgar.

―Jesucristo ―murmura Edward―. ¿Cómo no sabía de esto? Recuerdo vagamente escuchar algo, pero no sabía que Jacob era amigo de alguien en ese accidente.

Me enderezo y asiento.

―Sí, Jacob… ―hago una pausa, tratando de encontrar mis palabras―, fue difícil para él superarlo.

Los ojos de Edward se estrechan en mí.

―Se suponía que él llevara a Seth esa noche ―explico.

La comprensión cruza su rostro, y estoy segura que siente como si debería saber todo esto, pero tiene sentido que Jacob no le dijera a mucha gente. Estaba avergonzado.

―No nos separamos después de eso ―le digo.

Estaba herida, Jacob estaba herido, y era la única que sabía por qué se sentía responsable, así que era la única con quien podía hablar.

Y después de un tiempo, solo se volvió un hábito. Nosotros, juntos. Nosotros, ayudándonos. Nosotros, queriendo lo que era familiar, constante, y seguro.

Nosotros, aferrándonos a Seth al aferrarnos el uno al otro. Ambos estábamos desesperados por un amigo verdadero. Él y yo lamentándonos por Seth, pero también yo alejándome de mi ex novio. Fue tan fácil sumergirse el uno en el otro y escapar. Tan fácil.

―Lo siento mucho, Isabella ―dice Edward―. ¿Estás bien?

Lo miro fijamente.

—Lo siento ―vacila, apartando la mirada―. Es estúpido preguntar esto ahora, supongo.

No, no es estúpido en absoluto. Es agradable tener a alguien con quien hablar.

―Todo está bien. O lo estará ―digo―. Tiene que estarlo.

Lanza su mirada hacia mí otra vez, y señalo hacia la piscina.

―Me senté en el fondo de una piscina oscura con los ojos cerrados hasta que no pude contener más mi respiración. Tiene que estar bien ahora, ¿cierto? ―pregunto.

Resopla, curvando su boca en una sonrisa.
Se levanta y estira su mano de nuevo, y esta vez la tomo. Me levanta, y nos dirigimos a la casa, pero noto que la vela todavía está encendida sobre la mesa de madera.

Dirigiéndome ahí, me inclino sobre la mesa, cierro los ojos, y soplo, la vela se apaga. Retrocediendo, lo sigo por las escaleras.

―¿Puedo hacerte otra pregunta? ―dice.

―Claro.

―¿Por qué haces eso? ―Me mira.

―¿Qué?

―Lo de cerrar los ojos para soplar una vela ―explica―. Te he visto hacerlo unas cuantas veces.

Me encojo de hombros, sin darme cuenta que lo había notado. Pensé que me había vuelto bastante buena haciéndolo rápidamente y sin que nadie me viera.

―Solo una peculiaridad. ―Lo sigo por la puerta mosquitera―. Los deseos de cumpleaños no siempre se hacen realidad, así que no pierdo la oportunidad cuando soplo una vela.



3 comentarios:

Anónimo dijo...

Actualización mil gracias.

Soma dijo...

Ella y Jacob son pura rutina no son algo verdadero y creo que el ya es más consiente de eso
!

Ana dijo...

Vaya par, no tienen nada en común gracias por el capítulo

ORACION A MI SEXY VAMPIRITO

Edward de mi guarda
De mi sexy compañia
Bebete mi sangre
De noche y de Dia
Hasta que caiga en tus brazos
Y sea tu marca de heroina