lunes, 18 de marzo de 2019

no puedo amarte capitulo 11


Capitulo 11

Isabella
¿Me gusta hablar contigo? ¿Qué he dicho que fuera tan fascinante? Resoplo, sacudiendo mi cabeza mientras pelo las patatas para la cena.

Tal vez es una falta de opciones. ¿Ha vivido solo durante tanto tiempo que cualquier conversación parece interesante? No tenemos absolutamente nada en común.

Pero, la verdad es... me encantó escucharlo. ¿Por qué deseo tanto gustarle? Y también, ¿por qué la fiesta era el último lugar donde quería estar anoche cuando me di cuenta que él no estaría allí?

Levanto mi mirada y lo veo en el patio trasero a través de la ventana frente a mí. Trabaja recortando el árbol junto a la valla que separa su patio del de Cramer, sosteniendo un largo aparato de mano que se extiende hacia arriba hasta las ramas altas. Mencioné que no está llegando suficiente sol al jardín, así que se ocupó de resolver el problema. Sin siquiera habérselo pedido.


Me encanta el jardín más de lo que se lo admito. Es como mi propio espacio pequeño y todavía estará ahí después que me vaya. Es reconfortante.

Las semillas están plantadas y los aspersores riegan la tierra durante unos minutos todas las mañanas y todas las noches puntualmente. Ha comenzado a gustarme escucharlos encenderse a primera hora, cuando todavía está oscuro y soy la única persona despierta y en la cocina con mi café.

Todo está comenzando a sentirse familiar y cálido aquí. Como un hogar.

Corto la piel de la patata, con dureza y fuerza. Típico. Siempre me apego a las cosas que no son para siempre. La idea de mi madre regresando cuando era pequeña, Seth, Jay, mi apartamento y el deseo de hacer un hogar para mí... Me sorprendo de cuán absolutamente patética sigo siendo. Clavo el cuchillo en la tabla de cortar y saco de la bolsa unas cuantas patatas más.

Y para empeorar las cosas, no he podido dejar de pensar sobre anoche en todo el día y la fiesta es lo último de ello.

El pastel de cumpleaños, las cintas, bromear con él... La forma en que recordó que tenía que soplar una vela y pedir un deseo. Un revoloteo alcanza mi corazón y sonrío, luego frunzo el ceño, confundida y no queriendo esos sentimientos.
Apagué el cerillo anoche, deseando lo mismo que deseé en el cine aquella noche. Me encantó cómo me sentí en ese momento y esperaba poder sentirme de ese modo todos los días. Eso es todo lo que quería.

No porque algo fuera diferente, o por algo que no tuviera, sino porque me sintiera exactamente igual al día siguiente. Y al siguiente.

Especial, recordada, feliz.

Él me hace feliz.

Feliz de un modo en que mi novio debería hacerme.

Pelando otra patata, lo veo moverse por el rabillo de mi ojo e intento detenerme, pero levanto la mirada de todos modos.

Levantando sus brazos, se quita su camiseta azul marino y la pone en su bolsillo trasero, estirándose para levantar el cortador de ramas de nuevo.

Por un momento, me congelo. Mis manos dejan de hacer su labor y los sonidos del cortador, la podadora de césped al otro lado de la calle y la música sonando en la cocina se desvanecen lentamente.

Su piel, dorada y tonificada, se ve caliente y suave, los músculos de su estómago y las venas recorriendo sus antebrazos se presionan contra su piel, mostrando cuánto y cuán duro ha trabajado en su vida. El sudor se resbala por su cuello y espalda y puedo ver las ondulaciones de los músculos de su espalda. Incluso a través de los tatuajes.

Largas piernas en jeans desgastados con su camiseta colgando de su bolsillo trasero y cubriendo parte de su... Humedezco mis labios mientras aparto la mirada de su trasero y observo la forma en que sus jeans cuelgan de sus caderas.

Cada músculo se flexiona mientras corta rama tras rama y todo lo que puedo lograr son respiraciones cortas y superficiales mientras aún admiro la forma en que las piernas de su pantalón caen sobre sus botas marrones de construcción.

El señor Cullen es sexy. Es capaz, con un cuerpo fuerte y me pregunto cómo se siente. ¿Cómo es con una mujer?

Bajo mi mirada de nuevo.

—Oh, eso es sexy. —Escucho decir a una voz.

Parpadeo y muevo mi cabeza rápidamente, mirando detrás de mí. Tanya.

Está parada a un costado de la isla, atravesó la puerta de entrada sin que la escuchara. Tiene un antebrazo apoyado en el granito, inclinándose casualmente con una mirada divertida en su rostro.
Me giro para volver a mi labor, mi corazón latiéndome en los oídos.

Es suficientemente malo comerse con los ojos a alguien que no es Cole, pero también tenía que ser ella quien me atrapara.

—Nunca te he visto mirar a Jacob de ese modo —dice.

¿Cuánto tiempo estuvo ahí parada?

Decido cortarlo de raíz.

—¿De qué modo? —espeto—. Deja de intentar comenzar alguna mierda.

La escucho moverse mientras viene a pararse junto a mí en el fregadero. Lanzo una mirada hacia Edward para ver que todavía está trabajando, ajeno a nosotras en la casa.

—Ambos se están poniendo bastante cómodos aquí —se burla, enjuagando las patatas peladas y metiéndolas en la olla—. Está haciendo trabajo de jardín. Estás cocinando. Es como si fueran una pareja.

—Cállate. Soy lo suficientemente joven como para ser su hija.

—Pero no eres su hija —contesta, girándose hacia mí e inclinándose—. Eres una pieza sexy y joven de coño viviendo bajo su techo y sabes que ha pensado en eso. Puede que sea el papá de Jacob, pero también es un hombre. —Se gira, mirando por la ventana y observándolo—. Y también uno atractivo y saludable.

—Tengo novio. Su hijo.

Es cierto, Isabella. Es exactamente lo que deberías haberte dicho a ti misma cuando lo estabas mirando fijamente hace un minuto.

Pero mi hermana solo se encoge de hombros.

—Incluso más excitante.

Dejo salir una risa amarga.

—Si te gusta, ve por él.

—Nuh-uh. —Sus labios se levantan juguetonamente—. Ahora estoy excitada por la fantasía. Quiero a mi propio padre de mi novio.

Ugggghhhh... ms mejillas se sonrojan de nuevo.

—Eres sórdida. Y no tienes novio —señalo.

—Bueno, debería conseguirme uno. Uno que tenga un papá atractivo.

Sacudo mi cabeza, no voy a seguir hablando sobre esto. Está convencida de que estaba comiéndomelo con la mirada y se regocija con la picardía. No voy a alentarla.
—Además eres mi hermana —declara—. No quiero ponerte celosa al pasar el rato con él.

—¿Por qué estaría celosa? —digo rápidamente, terminando con la última patata—. En serio. Tengo novio. A quién se folle Edward Cullen no tiene relevancia para mí. Ve por él.

Girándome, seco mis manos, la rodeo y tomo la olla de agua con las patatas y la pongo sobre la estufa, encendiendo el fuego. Las chuletas de cerdo se están marinando. La masa para las galletas se está asentando. Repaso mi lista mental de tareas tan rápido como puedo para mantener mi mente ocupada. Y alejada de él.

Puede ver a quien quiera. Esta es su casa.

—Bueno. —Escucho decir a Tanya—. Si te parece bien, entonces...

Permanezco en la estufa, fingiendo revisar el fuego, pero mi mano aprieta el mango, el miedo retorciendo mi interior.

Lo siguiente que escucho es la puerta trasera chocando con el marco y me enderezo de golpe, viendo que ha salido de la cocina.

Hija de...

Volviendo hacia el fregadero, miro por la ventana y veo a Tanya cruzando el patio hacia donde Edward está trabajando. Me lanza una mirada por encima de su hombro como si supiera que estoy mirando. Sonríe con satisfacción y frunzo mi ceño.

No lo decía en serio. La idea de las manos de ella sobre él... los brazos de él alrededor de ella... no quiero ver eso. Es mi hermana.

La siente acercarse y baja la mirada hacia ella, apagando la herramienta y observo mientras escucha, probablemente preguntándose por qué lo está molestando.

Tal vez se lo está preguntando, eso es.

Mi hermana es atractiva y no muchos hombres la rechazarían, si pone sus ojos en ellos. ¿Tal vez Edward esté atraído por ella? Es un hombre, como dijo ella.
No es una “niñita”.

Cruza sus brazos sobre su pecho, moviendo un poco sus pies, dando la impresión de modestia y sacudo mi cabeza porque Tanya no es modesta. En absoluto.

Simplemente es muy buena leyendo a las personas. Sabe que acercándose demasiado fuerte lo asustará.
Después de un momento, toca su brazo y apenas respiro mientras la observo inclinar su cuello, inspeccionando sus tatuajes. Luego, rápidamente, se endereza y levanta su brazo, mostrándole el gran fénix negro que tiene en el costado de su torso.

Él observa mientras ella se levanta su camiseta blanca sin mangas y los tirantes de su sujetador, y mi estómago se hunde, esperando que él se sonroje o luzca incómodo, porque incómodo es algo que le sucede a Edward, pero no lo hace. En cambio, la observa mientras ella habla animadamente, emocionada y luego repentinamente, él sonríe, su cuerpo temblando con una risa ante lo que sea que le esté diciendo.

Algo tira desde el fondo de mi garganta y no me siento bien. Sigue mirándola. Sus ojos apenas se han apartado de ella desde que salió ahí fuera. ¿La desea? ¿Lo excita?

Quiero decir, quiero que le guste, solo no que la desee. No está bien. No quiero escucharla gimiendo y jadeando al fondo del pasillo durante toda la noche.

Además, a ella no le gustará. Es demasiado serio. Bastante aburrido, en realidad.
Pero definitivamente lo haría sentirse bien durante un rato.

Cierro mis ojos, un peso de cinco toneladas sobre mis hombros.

Ella se gira y comienza a recoger ramas del suelo y él regresa a cortar, trabajando juntos en feliz simultaneidad. Pero la veo girarse para articular algo hacia mí con una pequeña sonrisa engreída.

Me lleva un momento registrar lo que dijo.

¿Ya estás celosa?

No puedo evitar el gruñido que se me escapa mientras le muestro mi dedo medio y luego me doy la vuelta, alejándome de la ventana. Maldita sea. No hará nada. Piensa que me gusta. Simplemente está intentando hacerme enojar.

Tiro del cuello de mi camiseta para alejarla de mi cuerpo, sintiendo cada centímetro de mi piel irritada. Necesito un descanso.

Caminando hacia la estufa, apago el fuego y salgo de la cocina, subiendo las escaleras rápidamente. Entro en la habitación de Jacob y mía, saco algo de ropa limpia de los cajones y salgo, cruzando el pasillo hacia nuestro baño.

Pero en cuanto entro, me detengo, viendo el desastre que Edward ha hecho. La bañera está arrancada, las válvulas están desconectadas del lavabo y hay escombros por todo el suelo blanco de baldosas.

Todavía lo está renovando. Lo olvidé.
La puerta de su habitación está abierta y puedo ver su cama directamente al frente, la cabecera contra la pared opuesta mientras me dirijo hacia su habitación. Cada vez que he pasado por aquí para darme una ducha esta última semana, se sintió extraño. Estar sola en su habitación.

No fisgoneo, pero es tentador.

Su cama siempre está hecha. Unas sábanas acomodadas descuidadamente en un apuro, pero no puedo evitar estar un poco sorprendida. Sino fuera por mi madrastra, la cama de mi padre nunca estaría hecha.

Dirigiéndome hacia al baño, veo las fotografías de Jacob, retratos desde su nacimiento hasta su último año alineadas en el marco del espejo de su tocador. Una pantalla plana cuelga de la pared, el cable eléctrico está colgando y desconectado. El modelo de un barco está sobre su cómoda con solo con una fina capa de polvo sobre las velas blancas.

Y un reloj viejo con una desgastada correa de piel que nunca lo he visto ponerse está sobre un plato en su cómoda. No hay otra joyería en ningún otro lugar.

Además de la cama, las dos cómodas, la televisión y las mesitas de noche, la habitación es minimalista. Nada en las paredes, por supuesto, una lámpara negra con una pantalla gris y la fuerte luz de la tarde filtrándose a través de las grietas en las persianas parcialmente abiertas.

Odio que viviera aquí solo durante tanto tiempo. Alguien necesita alegrar un poco este lugar. No mi hermana.

Cerrando la puerta del baño detrás de mí, la bloqueo y estiro mi brazo hacia la ducha, abriendo el agua. Dejo mi cambio de ropa en el mostrador del lavabo y me desnudo, sacando una toalla del armario y colgándola en el gancho afuera de la regadera.

¿Ya estás celosa? Sacudo mi cabeza, mi ira despierta de nuevo mientras entro en la regadera y cierro la puerta de cristal.

No estoy celosa. Simplemente no quiero verla mangoneándolo como sé que definitivamente puede hacerlo. Mayormente es un juego para mi hermana y esconde sus inseguridades detrás de un comportamiento caprichoso y sarcasmo.
Edward no es así. Necesita a alguien tranquilo. Alguien que sepa cómo mantenerlo tranquilo.

Alguien que pueda envolver sus brazos alrededor de su cuello y hacer que el resto del mundo desaparezca.
Inclinando mi cabeza hacia atrás, mojo mi cabello y cierro mis ojos, sintiendo el calor del agua golpear mis hombros y cuello. Piel de gallina se extiende por mis brazos, y de repente mi cabeza nada con el placer del calor.

Girándome, apoyo mis manos en la pared y muevo mi cabeza bajo el chorro, finalmente enderezándome de nuevo e inclinándome contra la pared detrás de mí mientras llevo mi cabello hacia atrás.

Mi estómago se revuelve. Si Jacob no estuviera en el panorama y Edward entrara en el bar una noche, se sentara en un taburete y hablara conmigo... me gustaría. Realmente me gustaría.

Lo desearía.

Cierro mis ojos con más fuerza. Dios, mi hermana tiene razón. Algo está sucediendo. Ha estado sucediendo, en realidad. ¿Todos los demás también lo notan? ¿Él lo nota?

Mierda.

Abriendo mis ojos, caen inmediatamente en su gel de ducha frente a mí colocado en la repisa de la regadera. Jacob normalmente utiliza Axe, pero todavía no ha sacado sus cosas de la otra regadera, probablemente simplemente está utilizando el Irish Spring de su papá.

Lanzo una mirada rápida hacia el cristal, asegurándome que estoy sola y tomo la botella del estante y abro la tapa.

Quedan pocas burbujas alrededor de la abertura por las duchas de los chicos de esta mañana y cierro los ojos, llevando el gel de ducha de Edward a mi nariz. La fuerte fragancia llena mi cabeza y un hormigueo se extienden por mi piel. Es un jabón barato, pero no es de adorno, hace el trabajo y me recuerda a jeans, madera y el vello más corto de una barba incipiente en la mandíbula de un hombre.

Es él.

Mi garganta se hincha como si tomara un trago de agua y paso saliva, sintiéndome decepcionada porque no haya nada ahí. Lamo mis labios, respirando con dificultad.

Suspendo a la realidad en alguna parte del fondo de mi mente y ausentemente dejo caer una gota del jabón en mi mano. Llevando mi mano a mi nariz, inhalo de nuevo, mi respiración entrecortándose, mis ojos cerrándose y mi clítoris pulsando inmediatamente.

¿Debería ir detrás de ella? Recuerdo su sonrisa extraña y engreída que me excitó anoche. No quería que fuera detrás de nadie, pero Dios, estoy desesperada por ver cómo se vería eso. ¿Cómo es con una chica?
¿Crees que no puedo manejarla? He tenido bastante experiencia.

La mano con jabón cae por mi cuello, se desliza por mis clavículas y baja por mi pecho y pasa por encima de mi pezón. ¿Manejarla?

—No a ella —mascullo para mí.

Mis dedos se deslizan por mi estómago mientras me inclino de nuevo contra la pared y deslizo mi mano entre mis piernas, mordiendo mi labio y estremeciéndome ante el toque.

Comienzo a frotarme lentamente, haciendo pequeños círculos en mi clítoris endurecido con mis dedos.

—No —susurro, abriendo mis ojos—. Detente, detente, detente...

Obligo a Jacob a entrar en mi mente. Sus manos sobre mi cuerpo. Sus labios en mi oreja. La forma en que hunde su cabeza en mi cuello, así nunca puedo ver sus ojos.

Oh, nena.

Mierda, nena, mierda.

Te sientes bien. Tan bien.

Sus manos toman mi trasero y froto la protuberancia con más fuerza. Más rápido. Persiguiendo el impulso que acabo de tener. El orgasmo se burla de mí en la parte baja de mi vientre y quiere salir con tanta fuerza.

—Jacob —digo, cerrando mis ojos de nuevo—. Más fuerte.

Me giro, mi frente hacia la pared y me presiono contra ella con mi mano todavía enterrada entre mis piernas. Está detrás de mí, exigiendo entrar. Quiere follar.

Deslizo un dedo dentro y comienzo a moverlo. Apoyo mi mejilla contra la pared, intentando ir rápido, así no puedo pensar. Tal vez si es simplemente follar, pueda correrme.

Mi dedo está húmedo y lo vuelvo a sacar y froto mi clítoris de nuevo. Quiero correrme. Está justo ahí. Pero no puedo. Los músculos en mi brazo se tensan y mis pulmones duelen por la falta de aire.

Por favor.

Pero no llega. Mis dedos se ralentizan y exhalo, lágrimas quemando la parte posterior de mis ojos.

Muerdo mi labio de nuevo, deseándolo desesperadamente. Estoy tan mojada.
Y entonces, mi mente en una neblina y mi voluntad desaparecida, me arrastro al interior de mi mente, a donde nadie más puede ver excepto yo.

Me escondo y cedo, porque nadie más que yo tiene que saberlo. En ese momento. En mis sucios pensamientos y pequeña tórrida fantasía, lo deseo a él. Quiero estar con él. Nuestro pequeño secreto.

Oculto.

—Una niña tan buena —susurra una nueva voz en mi oído.

La voz de Edward.

Ahora su cuerpo está detrás del mío, más grande y más alto, atrapándome contra la pared. Su mano toma un puñado de mi cabello y lentamente lleva mi cabeza hacia atrás, inclinándose para lamer mi labio con su lengua. Gimoteo.

—Ocupándote de la casa del modo que me gusta —se burla y mi mano se convierte en la suya en mi cabeza mientras comienza a masturbarme con el dedo—. Preparando mis comidas del modo que me gusta. Una cosa bonita a la que mirar. Lo estás haciendo muy bien, Isabella.

Mantengo mis ojos cerrados, sintiendo sus labios, todo mi cuerpo pulsando con una corriente eléctrica ante el sabor de su boca caliente y el agua de la ducha cayendo en cascada sobre su piel caliente. Puedo sentir su polla, dura y preparada detrás de mí.

—Ahora necesito que hagas todo lo que hace una mujer —instruye—. Todo lo que una chica buena hace por un hombre. ¿Puedes hacer eso?

Asiento, jadeando.

—Sí.

Mi orgasmo está creciendo de nuevo, mis pezones están presionados dolorosamente contra la pared de baldosas y se siente muy bien entre mis piernas. Lo deseo. Lo deseo sobre mí. Quiero saber cómo se siente.

Estirándome detrás de mí, no pienso. Tomo una esponja y la deslizo entre mis piernas. La red roza mi clítoris de un modo que me envía sobre el borde. Ruedo mis caderas contra ella, deseando sentir algo, porque en mi cabeza es él y eso es suficiente. Su olor me rodea, su boca chupa mi cuello y me levanta, así puede deslizarse dentro de mí. Es rudo y fuerte, sus manos están en mis tetas en un instante y su boca robándome el aliento al siguiente. Dios, su lengua sabe bien.

El orgasmo hormiguea en lo profundo, construyéndose más y más y el padre de Jacob me está follando tan bien.
Me corro, la ola me recorre y grito en silencio, respirando con dificultad, pero sin hacer ningún sonido. Dios. Colapso contra la pared, casi derrumbándome mientras me estremezco, el orgasmo baja por mis piernas debilitando mis rodillas. Cierro mis ojos con fuerza y tiemblo hasta que se desvanece, dejándome mareada.

Cuando la regadera deja de girar y mi respiración ha vuelto a la normalidad, abro mis ojos, y un flujo de emociones me recorre.

Oh, Dios mío. Quiero llorar.

¿Qué demonios está mal conmigo? ¿Por qué haría eso? ¿Y con su padre? Yo...
Estoy confundida, estresada y buscando consuelo en un tipo porque ha sido amable conmigo unas cuantas veces. Jesús.

No importa lo que suceda con Jacob y yo, Edward Cullen está fuera de los límites. No olvido eso. Hay cientos de hombres ahí afuera justo como él. No es especial.
No puede ser él. Jamás.

Me enderezo, respirando profundamente. Aunque al bajar la mirada, veo que la esponja en mi mano no es la rosa. Es la plateada de Edward.

—Mierda.

Todavía le queda algo de espuma por su ducha de esta mañana.

Y la usé para llegar al orgasmo. Genial.

Gimo interiormente.

Saliendo de la ducha, la entierro debajo del papel higiénico en el bote de basura y hago una nota mental de conseguirle una nueva la próxima vez que salga.

Y también creo que un jabón de ducha diferente.




3 comentarios:

cari dijo...

😱😍😉😜😘💕❤gracias hermosa

Ana dijo...

Madre mía, pobrecita va a explotar... Gracias por el capítulo

vani dijo...

Gracias por actualizar

ORACION A MI SEXY VAMPIRITO

Edward de mi guarda
De mi sexy compañia
Bebete mi sangre
De noche y de Dia
Hasta que caiga en tus brazos
Y sea tu marca de heroina