Capitulo 11
Isabella
¿Me
gusta hablar contigo? ¿Qué
he dicho que fuera tan fascinante? Resoplo, sacudiendo mi cabeza mientras pelo
las patatas para la cena.
Tal
vez es una falta de opciones. ¿Ha vivido solo durante tanto tiempo que
cualquier conversación parece interesante? No tenemos absolutamente nada en
común.
Pero,
la verdad es... me encantó escucharlo. ¿Por qué deseo tanto gustarle? Y
también, ¿por qué la fiesta era el último lugar donde quería estar anoche
cuando me di cuenta que él no estaría allí?
Levanto
mi mirada y lo veo en el patio trasero a través de la ventana frente a mí.
Trabaja recortando el árbol junto a la valla que separa su patio del de Cramer,
sosteniendo un largo aparato de mano que se extiende hacia arriba hasta las
ramas altas. Mencioné que no está llegando suficiente sol al jardín, así que se
ocupó de resolver el problema. Sin siquiera habérselo pedido.
Me
encanta el jardín más de lo que se lo admito. Es como mi propio espacio pequeño
y todavía estará ahí después que me vaya. Es reconfortante.
Las
semillas están plantadas y los aspersores riegan la tierra durante unos minutos
todas las mañanas y todas las noches puntualmente. Ha comenzado a gustarme
escucharlos encenderse a primera hora, cuando todavía está oscuro y soy la
única persona despierta y en la cocina con mi café.
Todo
está comenzando a sentirse familiar y cálido aquí. Como un hogar.
Corto
la piel de la patata, con dureza y fuerza. Típico. Siempre me apego a
las cosas que no son para siempre. La idea de mi madre regresando cuando era
pequeña, Seth, Jay, mi apartamento y el deseo de hacer un hogar para mí... Me
sorprendo de cuán absolutamente patética sigo siendo. Clavo el cuchillo en la
tabla de cortar y saco de la bolsa unas cuantas patatas más.
Y
para empeorar las cosas, no he podido dejar de pensar sobre anoche en todo el
día y la fiesta es lo último de ello.
El pastel de cumpleaños, las
cintas, bromear con él... La forma en que recordó que tenía que soplar una vela
y pedir un deseo. Un revoloteo alcanza mi corazón y sonrío, luego frunzo el
ceño, confundida y no queriendo esos sentimientos.
Apagué
el cerillo anoche, deseando lo mismo que deseé en el cine aquella noche. Me
encantó cómo me sentí en ese momento y esperaba poder sentirme de ese modo
todos los días. Eso es todo lo que quería.
No
porque algo fuera diferente, o por algo que no tuviera, sino porque me sintiera
exactamente igual al día siguiente. Y al siguiente.
Especial,
recordada, feliz.
Él
me hace feliz.
Feliz
de un modo en que mi novio debería hacerme.
Pelando
otra patata, lo veo moverse por el rabillo de mi ojo e intento detenerme, pero
levanto la mirada de todos modos.
Levantando
sus brazos, se quita su camiseta azul marino y la pone en su bolsillo trasero,
estirándose para levantar el cortador de ramas de nuevo.
Por
un momento, me congelo. Mis manos dejan de hacer su labor y los sonidos del
cortador, la podadora de césped al otro lado de la calle y la música sonando en
la cocina se desvanecen lentamente.
Su
piel, dorada y tonificada, se ve caliente y suave, los músculos de su estómago
y las venas recorriendo sus antebrazos se presionan contra su piel, mostrando
cuánto y cuán duro ha trabajado en su vida. El sudor se resbala por su cuello y
espalda y puedo ver las ondulaciones de los músculos de su espalda. Incluso a
través de los tatuajes.
Largas
piernas en jeans desgastados con su camiseta colgando de su bolsillo trasero y
cubriendo parte de su... Humedezco mis labios mientras aparto la mirada de su
trasero y observo la forma en que sus jeans cuelgan de sus caderas.
Cada
músculo se flexiona mientras corta rama tras rama y todo lo que puedo lograr
son respiraciones cortas y superficiales mientras aún admiro la forma en que
las piernas de su pantalón caen sobre sus botas marrones de construcción.
El
señor Cullen es sexy. Es capaz, con un cuerpo fuerte y me pregunto cómo se
siente. ¿Cómo es con una mujer?
Bajo
mi mirada de nuevo.
—Oh,
eso es sexy. —Escucho decir a una voz.
Parpadeo
y muevo mi cabeza rápidamente, mirando detrás de mí. Tanya.
Está parada a un costado de
la isla, atravesó la puerta de entrada sin que la escuchara. Tiene un antebrazo
apoyado en el granito, inclinándose casualmente con una mirada divertida en su
rostro.
Me
giro para volver a mi labor, mi corazón latiéndome en los oídos.
Es
suficientemente malo comerse con los ojos a alguien que no es Cole, pero
también tenía que ser ella quien me atrapara.
—Nunca
te he visto mirar a Jacob de ese modo —dice.
¿Cuánto
tiempo estuvo ahí parada?
Decido
cortarlo de raíz.
—¿De
qué modo? —espeto—. Deja de intentar comenzar alguna mierda.
La
escucho moverse mientras viene a pararse junto a mí en el fregadero. Lanzo una
mirada hacia Edward para ver que todavía está trabajando, ajeno a nosotras en
la casa.
—Ambos
se están poniendo bastante cómodos aquí —se burla, enjuagando las patatas
peladas y metiéndolas en la olla—. Está haciendo trabajo de jardín. Estás
cocinando. Es como si fueran una pareja.
—Cállate.
Soy lo suficientemente joven como para ser su hija.
—Pero
no eres su hija —contesta, girándose hacia mí e inclinándose—. Eres una
pieza sexy y joven de coño viviendo bajo su techo y sabes que ha pensado en eso.
Puede que sea el papá de Jacob, pero también es un hombre. —Se gira, mirando
por la ventana y observándolo—. Y también uno atractivo y saludable.
—Tengo
novio. Su hijo.
Es
cierto, Isabella. Es exactamente lo que deberías haberte dicho a ti misma
cuando lo estabas mirando fijamente hace un minuto.
Pero
mi hermana solo se encoge de hombros.
—Incluso
más excitante.
Dejo
salir una risa amarga.
—Si
te gusta, ve por él.
—Nuh-uh.
—Sus labios se levantan juguetonamente—. Ahora estoy excitada por la fantasía.
Quiero a mi propio padre de mi novio.
Ugggghhhh... ms mejillas se sonrojan de nuevo.
—Eres
sórdida. Y no tienes novio —señalo.
—Bueno,
debería conseguirme uno. Uno que tenga un papá atractivo.
Sacudo mi cabeza, no voy a
seguir hablando sobre esto. Está convencida de que estaba comiéndomelo con la
mirada y se regocija con la picardía. No voy a alentarla.
—Además
eres mi hermana —declara—. No quiero ponerte celosa al pasar el rato con él.
—¿Por
qué estaría celosa? —digo rápidamente, terminando con la última patata—. En
serio. Tengo novio. A quién se folle Edward Cullen no tiene relevancia para mí.
Ve por él.
Girándome,
seco mis manos, la rodeo y tomo la olla de agua con las patatas y la pongo
sobre la estufa, encendiendo el fuego. Las chuletas de cerdo se están
marinando. La masa para las galletas se está asentando. Repaso mi
lista mental de tareas tan rápido como puedo para mantener mi mente ocupada. Y
alejada de él.
Puede
ver a quien quiera. Esta es su casa.
—Bueno.
—Escucho decir a Tanya—. Si te parece bien, entonces...
Permanezco
en la estufa, fingiendo revisar el fuego, pero mi mano aprieta el mango, el
miedo retorciendo mi interior.
Lo
siguiente que escucho es la puerta trasera chocando con el marco y me enderezo
de golpe, viendo que ha salido de la cocina.
Hija
de...
Volviendo
hacia el fregadero, miro por la ventana y veo a Tanya cruzando el patio hacia
donde Edward está trabajando. Me lanza una mirada por encima de su hombro como
si supiera que estoy mirando. Sonríe con satisfacción y frunzo mi ceño.
No
lo decía en serio. La
idea de las manos de ella sobre él... los brazos de él alrededor de ella... no
quiero ver eso. Es mi hermana.
La
siente acercarse y baja la mirada hacia ella, apagando la herramienta y observo
mientras escucha, probablemente preguntándose por qué lo está molestando.
Tal
vez se lo está preguntando, eso es.
Mi
hermana es atractiva y no muchos hombres la rechazarían, si pone sus ojos en
ellos. ¿Tal vez Edward esté atraído por ella? Es un hombre, como dijo ella.
No
es una “niñita”.
Cruza
sus brazos sobre su pecho, moviendo un poco sus pies, dando la impresión de
modestia y sacudo mi cabeza porque Tanya no es modesta. En absoluto.
Simplemente es muy buena
leyendo a las personas. Sabe que acercándose demasiado fuerte lo asustará.
Después
de un momento, toca su brazo y apenas respiro mientras la observo inclinar su
cuello, inspeccionando sus tatuajes. Luego, rápidamente, se endereza y levanta
su brazo, mostrándole el gran fénix negro que tiene en el costado de su torso.
Él
observa mientras ella se levanta su camiseta blanca sin mangas y los tirantes
de su sujetador, y mi estómago se hunde, esperando que él se sonroje o luzca
incómodo, porque incómodo es algo que le sucede a Edward, pero no lo hace. En
cambio, la observa mientras ella habla animadamente, emocionada y luego
repentinamente, él sonríe, su cuerpo temblando con una risa ante lo que sea que
le esté diciendo.
Algo
tira desde el fondo de mi garganta y no me siento bien. Sigue mirándola. Sus
ojos apenas se han apartado de ella desde que salió ahí fuera. ¿La desea? ¿Lo
excita?
Quiero
decir, quiero que le guste, solo no que la desee. No está bien. No quiero
escucharla gimiendo y jadeando al fondo del pasillo durante toda la noche.
Además,
a ella no le gustará. Es demasiado serio. Bastante aburrido, en realidad.
Pero
definitivamente lo haría sentirse bien durante un rato.
Cierro
mis ojos, un peso de cinco toneladas sobre mis hombros.
Ella
se gira y comienza a recoger ramas del suelo y él regresa a cortar, trabajando
juntos en feliz simultaneidad. Pero la veo girarse para articular algo hacia mí
con una pequeña sonrisa engreída.
Me
lleva un momento registrar lo que dijo.
¿Ya
estás celosa?
No
puedo evitar el gruñido que se me escapa mientras le muestro mi dedo medio y
luego me doy la vuelta, alejándome de la ventana. Maldita sea. No hará
nada. Piensa que me gusta. Simplemente está intentando hacerme enojar.
Tiro
del cuello de mi camiseta para alejarla de mi cuerpo, sintiendo cada centímetro
de mi piel irritada. Necesito un descanso.
Caminando
hacia la estufa, apago el fuego y salgo de la cocina, subiendo las escaleras
rápidamente. Entro en la habitación de Jacob y mía, saco algo de ropa limpia de
los cajones y salgo, cruzando el pasillo hacia nuestro baño.
Pero
en cuanto entro, me detengo, viendo el desastre que Edward ha hecho. La bañera
está arrancada, las válvulas están desconectadas del lavabo y hay escombros por
todo el suelo blanco de baldosas.
Todavía lo está renovando.
Lo olvidé.
La
puerta de su habitación está abierta y puedo ver su cama directamente al
frente, la cabecera contra la pared opuesta mientras me dirijo hacia su
habitación. Cada vez que he pasado por aquí para darme una ducha esta última
semana, se sintió extraño. Estar sola en su habitación.
No
fisgoneo, pero es tentador.
Su
cama siempre está hecha. Unas sábanas acomodadas descuidadamente en un apuro,
pero no puedo evitar estar un poco sorprendida. Sino fuera por mi madrastra, la
cama de mi padre nunca estaría hecha.
Dirigiéndome
hacia al baño, veo las fotografías de Jacob, retratos desde su nacimiento hasta
su último año alineadas en el marco del espejo de su tocador. Una pantalla
plana cuelga de la pared, el cable eléctrico está colgando y desconectado. El
modelo de un barco está sobre su cómoda con solo con una fina capa de polvo
sobre las velas blancas.
Y
un reloj viejo con una desgastada correa de piel que nunca lo he visto ponerse
está sobre un plato en su cómoda. No hay otra joyería en ningún otro lugar.
Además
de la cama, las dos cómodas, la televisión y las mesitas de noche, la
habitación es minimalista. Nada en las paredes, por supuesto, una lámpara negra
con una pantalla gris y la fuerte luz de la tarde filtrándose a través de las
grietas en las persianas parcialmente abiertas.
Odio
que viviera aquí solo durante tanto tiempo. Alguien necesita alegrar un poco
este lugar. No mi hermana.
Cerrando
la puerta del baño detrás de mí, la bloqueo y estiro mi brazo hacia la ducha,
abriendo el agua. Dejo mi cambio de ropa en el mostrador del lavabo y me
desnudo, sacando una toalla del armario y colgándola en el gancho afuera de la
regadera.
¿Ya
estás celosa? Sacudo
mi cabeza, mi ira despierta de nuevo mientras entro en la regadera y cierro la
puerta de cristal.
No
estoy celosa. Simplemente no quiero verla mangoneándolo como sé que
definitivamente puede hacerlo. Mayormente es un juego para mi hermana y esconde
sus inseguridades detrás de un comportamiento caprichoso y sarcasmo.
Edward
no es así. Necesita a alguien tranquilo. Alguien que sepa cómo mantenerlo
tranquilo.
Alguien que pueda envolver
sus brazos alrededor de su cuello y hacer que el resto del mundo desaparezca.
Inclinando
mi cabeza hacia atrás, mojo mi cabello y cierro mis ojos, sintiendo el calor
del agua golpear mis hombros y cuello. Piel de gallina se extiende por mis
brazos, y de repente mi cabeza nada con el placer del calor.
Girándome,
apoyo mis manos en la pared y muevo mi cabeza bajo el chorro, finalmente
enderezándome de nuevo e inclinándome contra la pared detrás de mí mientras
llevo mi cabello hacia atrás.
Mi
estómago se revuelve. Si Jacob no estuviera en el panorama y Edward entrara en
el bar una noche, se sentara en un taburete y hablara conmigo... me gustaría.
Realmente me gustaría.
Lo
desearía.
Cierro
mis ojos con más fuerza. Dios, mi hermana tiene razón. Algo está sucediendo. Ha
estado sucediendo, en realidad. ¿Todos los demás también lo notan? ¿Él lo
nota?
Mierda.
Abriendo
mis ojos, caen inmediatamente en su gel de ducha frente a mí colocado en la
repisa de la regadera. Jacob normalmente utiliza Axe, pero todavía no ha sacado
sus cosas de la otra regadera, probablemente simplemente está utilizando el
Irish Spring de su papá.
Lanzo
una mirada rápida hacia el cristal, asegurándome que estoy sola y tomo la
botella del estante y abro la tapa.
Quedan
pocas burbujas alrededor de la abertura por las duchas de los chicos de esta
mañana y cierro los ojos, llevando el gel de ducha de Edward a mi nariz. La
fuerte fragancia llena mi cabeza y un hormigueo se extienden por mi piel. Es un
jabón barato, pero no es de adorno, hace el trabajo y me recuerda a jeans,
madera y el vello más corto de una barba incipiente en la mandíbula de un
hombre.
Es
él.
Mi
garganta se hincha como si tomara un trago de agua y paso saliva, sintiéndome
decepcionada porque no haya nada ahí. Lamo mis labios, respirando con
dificultad.
Suspendo
a la realidad en alguna parte del fondo de mi mente y ausentemente dejo caer
una gota del jabón en mi mano. Llevando mi mano a mi nariz, inhalo de nuevo, mi
respiración entrecortándose, mis ojos cerrándose y mi clítoris pulsando
inmediatamente.
¿Debería ir detrás de ella? Recuerdo
su sonrisa extraña y engreída que me excitó anoche. No quería que fuera detrás
de nadie, pero Dios, estoy desesperada por ver cómo se vería eso. ¿Cómo es con
una chica?
¿Crees
que no puedo manejarla? He tenido bastante experiencia.
La
mano con jabón cae por mi cuello, se desliza por mis clavículas y baja por mi
pecho y pasa por encima de mi pezón. ¿Manejarla?
—No
a ella —mascullo para mí.
Mis
dedos se deslizan por mi estómago mientras me inclino de nuevo contra la pared
y deslizo mi mano entre mis piernas, mordiendo mi labio y estremeciéndome ante
el toque.
Comienzo
a frotarme lentamente, haciendo pequeños círculos en mi clítoris endurecido con
mis dedos.
—No
—susurro, abriendo mis ojos—. Detente, detente, detente...
Obligo
a Jacob a entrar en mi mente. Sus manos sobre mi cuerpo. Sus labios en mi
oreja. La forma en que hunde su cabeza en mi cuello, así nunca puedo ver sus
ojos.
Oh,
nena.
Mierda,
nena, mierda.
Te
sientes bien. Tan bien.
Sus
manos toman mi trasero y froto la protuberancia con más fuerza. Más rápido.
Persiguiendo el impulso que acabo de tener. El orgasmo se burla de mí en la
parte baja de mi vientre y quiere salir con tanta fuerza.
—Jacob
—digo, cerrando mis ojos de nuevo—. Más fuerte.
Me
giro, mi frente hacia la pared y me presiono contra ella con mi mano todavía
enterrada entre mis piernas. Está detrás de mí, exigiendo entrar. Quiere
follar.
Deslizo
un dedo dentro y comienzo a moverlo. Apoyo mi mejilla contra la pared,
intentando ir rápido, así no puedo pensar. Tal vez si es simplemente follar,
pueda correrme.
Mi
dedo está húmedo y lo vuelvo a sacar y froto mi clítoris de nuevo. Quiero
correrme. Está justo ahí. Pero no puedo. Los músculos en mi brazo se tensan y
mis pulmones duelen por la falta de aire.
Por
favor.
Pero
no llega. Mis dedos se ralentizan y exhalo, lágrimas quemando la parte
posterior de mis ojos.
Muerdo mi labio de nuevo,
deseándolo desesperadamente. Estoy tan mojada.
Y
entonces, mi mente en una neblina y mi voluntad desaparecida, me arrastro al
interior de mi mente, a donde nadie más puede ver excepto yo.
Me
escondo y cedo, porque nadie más que yo tiene que saberlo. En ese momento. En
mis sucios pensamientos y pequeña tórrida fantasía, lo deseo a él. Quiero estar
con él. Nuestro pequeño secreto.
Oculto.
—Una
niña tan buena —susurra una nueva voz en mi oído.
La
voz de Edward.
Ahora
su cuerpo está detrás del mío, más grande y más alto, atrapándome contra la
pared. Su mano toma un puñado de mi cabello y lentamente lleva mi cabeza hacia
atrás, inclinándose para lamer mi labio con su lengua. Gimoteo.
—Ocupándote
de la casa del modo que me gusta —se burla y mi mano se convierte en la suya en
mi cabeza mientras comienza a masturbarme con el dedo—. Preparando mis comidas
del modo que me gusta. Una cosa bonita a la que mirar. Lo estás haciendo muy
bien, Isabella.
Mantengo
mis ojos cerrados, sintiendo sus labios, todo mi cuerpo pulsando con una
corriente eléctrica ante el sabor de su boca caliente y el agua de la ducha
cayendo en cascada sobre su piel caliente. Puedo sentir su polla, dura y
preparada detrás de mí.
—Ahora
necesito que hagas todo lo que hace una mujer —instruye—. Todo lo que una chica
buena hace por un hombre. ¿Puedes hacer eso?
Asiento,
jadeando.
—Sí.
Mi
orgasmo está creciendo de nuevo, mis pezones están presionados dolorosamente
contra la pared de baldosas y se siente muy bien entre mis piernas. Lo deseo.
Lo deseo sobre mí. Quiero saber cómo se siente.
Estirándome
detrás de mí, no pienso. Tomo una esponja y la deslizo entre mis piernas. La
red roza mi clítoris de un modo que me envía sobre el borde. Ruedo mis caderas
contra ella, deseando sentir algo, porque en mi cabeza es él y eso es
suficiente. Su olor me rodea, su boca chupa mi cuello y me levanta, así puede
deslizarse dentro de mí. Es rudo y fuerte, sus manos están en mis tetas en un
instante y su boca robándome el aliento al siguiente. Dios, su lengua sabe bien.
El orgasmo hormiguea en lo
profundo, construyéndose más y más y el padre de Jacob me está follando tan
bien.
Me
corro, la ola me recorre y grito en silencio, respirando con dificultad, pero
sin hacer ningún sonido. Dios. Colapso contra la pared, casi derrumbándome
mientras me estremezco, el orgasmo baja por mis piernas debilitando mis
rodillas. Cierro mis ojos con fuerza y tiemblo hasta que se desvanece,
dejándome mareada.
Cuando
la regadera deja de girar y mi respiración ha vuelto a la normalidad, abro mis
ojos, y un flujo de emociones me recorre.
Oh,
Dios mío. Quiero
llorar.
¿Qué
demonios está mal conmigo? ¿Por qué haría eso? ¿Y con su padre? Yo...
Estoy
confundida, estresada y buscando consuelo en un tipo porque ha sido amable
conmigo unas cuantas veces. Jesús.
No
importa lo que suceda con Jacob y yo, Edward Cullen está fuera de los límites.
No olvido eso. Hay cientos de hombres ahí afuera justo como él. No es especial.
No
puede ser él. Jamás.
Me
enderezo, respirando profundamente. Aunque al bajar la mirada, veo que la
esponja en mi mano no es la rosa. Es la plateada de Edward.
—Mierda.
Todavía
le queda algo de espuma por su ducha de esta mañana.
Y
la usé para llegar al orgasmo. Genial.
Gimo
interiormente.
Saliendo
de la ducha, la entierro debajo del papel higiénico en el bote de basura y hago
una nota mental de conseguirle una nueva la próxima vez que salga.
Y también creo que un jabón
de ducha diferente.
3 comentarios:
😱😍😉😜😘💕❤gracias hermosa
Madre mía, pobrecita va a explotar... Gracias por el capítulo
Gracias por actualizar
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