Capítulo 11
La
pena me dejó ciega y no estaba casi tan tranquila o cuidadosa en mi camino
de vuelta a mi dormitorio cuando había estado saliendo a hurtadillas.
Quizás así fue como me atraparon.
Casi
estaba en el edificio Goddard —de hecho los escalones delanteros estaban
justo delante de mí— cuando mi visión de repente fue bloqueada por una
larga y horriblemente forma familiar. Una pesada mano se sujetó a mi hombro
antes de que pudiera moverme.
—Te
pillé, freshie —susurró Demetri, mirándome lascivamente—. Ya sabes, Alec
dijo que te vio saliendo a hurtadillas. Yo le dije que estaba loco, pero mira
aquí, tenía razón.
—¡Déjame
en paz! —siseé, intentando alejarme. Pero el agarre de Demetri era firme.
—No
lo creo —gruñó, empujándome más cerca—. He estado esperando meses a
conseguirte solo, sin Cullen alrededor para interferir.
—Demetri,
por favor sé razonable —dije, intentando mantener mi voz tranquila,
aunque mi corazón estaba acelerado—. ¿Por qué no sólo ponemos nuestras
diferencias detrás de nosotros?
—Porque
no quiero hacerlo —dijo bruscamente, su cara volviéndose incluso más
fea de lo normal, lo cual era decir algo—. ¿Crees que conseguí los azotes del
inicio por ser razonable? No lo creo. Voy a molerte hasta hacerte papilla, Swan.
Cuando haya terminado contigo no habrá quedado suficiente para llenar
ni siquiera una de tus pequeñas botas, dejando sólo el resto de tu uniforme.
Voy a...
Pero
las otras horribles cosas que había planeado para mí no fueron dichas. De repente
una voz familiar fue gritada desde la ventana sobre nuestras cabezas.
—¡Quien
está ahí! ¿Qué demonios creen que están haciendo fuera a esta hora de
la
noche?
Demetri
se congeló pero yo cometí el error de levantar la mirada. Me encontré mirando
la cara del monitor de los dormitorios, Aro, el mismo que me había
pillado la primera noche que intenté escabullirme a una ducha.
—Swan
—gritó—. ¡Te veo ahí abajo! ¿Quién está contigo?
Demetri
me miró, aún manteniendo su cara baja.
—Díselo
y estás muerto —siseó él. Entonces se alejó, en un cadáver de arbustos alrededor
del lateral de los dormitorios y se fue con un susurro de vegetación.
—¡Oye!
—gritó Aro—. ¡Vi eso! Tú, Swan, quédate donde estás.
Desde
que él ya me había identificado, no tenía elección. Miserablemente, me quedé
esperando hasta que él corrió los escalones y salió del dormitorio para agarrarme
por el brazo.
—¡Vamos!
—Él actuaba como si estuviera intentando huir de él aunque sólo estaba
allí de pie, muda y derrotada. Había estado tan cerca de alejarme con mi aviso
a Jasper. Ahora, ¿quién sabía lo que podría ocurrir?—. ¿Quién estaba contigo
justo ahora? —demandó Aro.
Sacudí
mi cabeza.
—Lo
siento, señor. Estaba oscuro y no pude verle.
Aro
frunció el ceño.
—¡No
me mientas, cadete! Sólo empeorarás las cosas.
Él
tenía razón pero estaba bastante segura que empeoraría mucho las cosas por hablarle
sobre Demetri. Él ya quería golpearme hasta hacerme papilla. Si daba su
nombre a las autoridades de la Academia, seguramente encontraría una manera
de matarme. Si Edward
y yo ya habíamos estado diciendo los términos, yo podría haberlo
arriesgado. Pero desde que apenas nos comunicábamos ya, no
sabía cuán lejos habría ido para protegerme. No quería estar completamente sola
con un abusón homicida detrás de mí. Así que simplemente sacudí mi cabeza
otra vez.
—Lo
siento, señor —murmuré.
La
cara de Aro se oscureció.
—Apuesta
tu culo a que lo lamentarás por esto, Swan. Ven conmigo ahora, ¡en
marcha!
Me
arrastró al edificio del dormitorio y todo el camino escaleras arriba hacia mi propia
habitación. En mi puerta él paró y me miró, claramente aún enfurecido.
—¿Señor?
—dije dudosamente—. ¿Debería... puedo entrar ahora? —Sólo quería alejarme
de él, quería tumbarme en mi propia cama durante un momento y acurrucarme
en una bola de miseria.
—Por
ahora —gruñó él—. Después del desayuno, informa a la oficina del director.
Te daré ese tiempo para pensar sobre decirme la identidad de la persona
que estaba fuera contigo. Si no sales con eso por entonces, estarás buscando
una expulsión automática. ¿Me comprendes, Swan?
Lentamente,
asentí.
—S-Sí
señor —tartamudeé. Le comprendía todo demasiado bien. Estaría forzada
a dejar la escuela, mi padre sería notificado, y tanto Jasper como yo seríamos
expuestos. Era el peor resultado posible. Pero si hablaba sobre Demetri,
probablemente sería asesinada en mi sueño.
¿Qué
iba hacer?
¿En
qué demonios estabas pensando? —gruñó Edward.
Aparentemente
los gritos de Aro lo habían despertado, probablemente junto
con el resto del dormitorio. Cuando entré a la habitación, él
ya estaba caminando de un lado al otro, sus ojos azules estaban feroces y enojados.
—Yo…
—comencé a decir, pero no me dejó terminar.
—¿Por
qué te escabullías en medio de la noche, de todos modos? —demandó—. ¡Maldición,
Swan, jodidamente me asustaste! Desperté y me encontré con que
te habías ido, y mi linterna estaba desaparecida ¿Con quién te estabas reuniendo?
¿Era con Emmett?
—No
me estaba reuniéndome con nadie —dije con toda la dignidad que pude mostrar.
—¿No
lo estabas? —Sus ojos se entrecerraron—. ¿Entonces con quién te vio Aro?
Lo escuché discutiendo sobre eso y luego dijo algo más que no pude captar
antes que te dejara de regreso a la habitación.
Suspiré
y decidí decirle tanto como podía sin revelar mi secreto.
—Mira
—dije—. Salí del campus esta noche. Cuando regresé, Demetri me estaba
esperando. Dijo que Alec me había visto escabulléndome. Iba a golpearme
hasta que Aro nos vio, pero huyó antes que Aro pudiera ver su
cara.
—¡Dios!
—Norh pasó su mano por su cabello—. ¿Por qué diablos te estabas escabullendo
del campus? ¿Sabes lo que te harían si descubren eso, Swan?
—Probablemente
lo que van a hacerme ahora, expulsarme —dije lentamente.
Sentándome
en mi cama, puse cabeza en mis manos. Todo había ido tan bien. Si
sólo…
—¿Qué
quieres decir con expulsarte? —preguntó Cullen. Su profunda voz tenía una
nota de conmoción y cuando levanté la vista, vi que estaba molesto, tal vez más
molesto de lo que alguna vez lo había visto.
—Quiero
decir que Aro dice que si no delato a la persona que vio conmigo, me
dará una expulsión automática. —Sacudí mi cabeza—. Pero no puedo acusar
a Demetri, él realmente va a querer matarme.
—Tienes
razón sobre eso. —Cullen lucía serio—. No hay amenaza en el mundo que
pueda hacer que se mantenga alejado de ti si lo delatas. No puedo estar contigo
cada minuto del día, serías carne muerta.
—¿Crees
que no sé eso? —Restregué una manga a lo largo de mis ojos—. Desearía
poder pensar qué hacer, pero estoy tan cansado.
—No
estoy sorprendido, haz estado fuera toda la noche rompiendo todas las reglas.
—Pero la voz de Edward
era ligeramente más amable, a pesar de sus palabras
duras. Suspiró y se hundió en la cama, en frente de mí—. Sólo dime esto,
¿qué era tan jodidamente importante para que tuvieras que salir del campus?
—Tenía
que hacer una llamada —dije, tensándome—, a alguien… Alguien que
me
importa mucho. Tenía que advertirle que podría estar en peligro. —Levanté la
mirada hacia Edward—.
Lo siento, es todo lo que puedo decirte.
—Está
bien. —Asintió—. Sólo quería asegurarme que no te arriesgaste por nada.
—No
habría ido si no fuera urgente —dije secamente—. Ahora si me disculpas, voy
a tratar de descansar. Mañana tengo un día largo. O uno corto, dependiendo
cómo lo veas.
Edward
frunció el ceño.
—Trata
de dormir un poco. No te preocupes sobre la expulsión, lo superaremos.
—Claro
—murmuré, mirando abajo hacia mis manos—. Sólo ondearé mi varita mágica
y haré que todo el desastre desaparezca.
—No
estoy bromeando, Swan. Mírame —demandó.
Cuando
finalmente levanté la vista y me encontré con su mirada, estaba sorprendida
de ver que sus ojos azules centellaban con determinación.
—Te
juro aquí y ahora —dijo—. Que no serás expulsado. ¿Me entiendes? No permitiré
que eso pase, no lo permitiré.
Lentamente,
asentí. No entendía cómo él podría mantener su promesa o porqué
quería ayudarme, considerando el tratamiento silencioso que me había estado
dando por tanto tiempo. Pero estaba muy cansada y miserable para decir algo
sobre eso. Sólo suspiré y me acosté en mi cama, todavía completamente vestida.
Sólo tenía una hora antes que fuera la hora de levantarme y no me sentía
con ganas de entrar en el armario y ponerme el pijama.
Oh,
Jasper, pensé, mientras rodaba de lado y miraba la vacía
pared. Espero
que puedas salir a tiempo. Espero que estés a
billones de kilómetros de aquí cuando la Academia y
padre descubran lo que hemos hecho.
La
oficina del director era exactamente como la recordaba. Los libros antiguos
que revestían los estantes, las fotos holográficas, el enorme escritorio
de madera bruñida que dominaba la sala. Sólo que esta vez el hombre
sentado detrás de ese escritorio tenía una mirada muy enojada en
su cara. El director James estaba mirándome de una manera que me hace sentir
mal del estómago. A un lado de él estaba Aro, también mirando, y por
el otro, su asistente personal Biers (Kinky Biers,
cantó mi mente) que
parecía ligeramente divertido.
—¿Tienes
algo que decir en tu defensa, Swan? —tronó el director—. ¿Estás dispuesto
a dar la identidad del cadete que estaba contigo anoche?
Desgraciadamente,
negué con la cabeza.
—No,
señor.
—Sé
razonable, Swan. —La voz de James dejó caer una nota;
al parecer
había decidido intentar un enfoque diferente en mí—. Escaparse pasado
el RLO no
es normalmente una expulsión automática, sino que debes decir la verdad.
Tu
padre pagó una gran cantidad de crédito para enviarte aquí y no va a estar feliz
cuando se entere de lo tengo que decirle. —Por la mirada en su rostro, el director
no iba a estar muy feliz por esa parte tampoco—. Has sido un estudiante
modelo hasta ahora —continuó—, has conseguido la máxima puntuación
en todas tus clases. Sería una pena dejar todo ese trabajo duro echarse
a perder, ahora ¿no es así?
—Sí,
señor —asentí—. Pero todavía no puedo decir quién era. —Me miró suplicante—.
¿No puede creerme cuando digo que era demasiado oscuro para ver
su cara? —Lo que era una especie de verdad. No había visto mucho más de Demetri
que sus furiosos ojos de cerdo.
—Te
he oído hablar con él —gruñó Aro—. Así que sé que sabes de quién se trataba.
Dinos, Swan, o enfrentarás las consecuencias.
—Las
cuales voy a determinar. —El director Aro dio una mirada irritada y el
monitor del dormitorio retrocedió y se encogió de hombros como disculpándose—.
Ahora bien —continuó James—. No quiero expulsarte, Swan.
Pero lo haré si no me das un nombre en estos momentos.
—Lo
siento, señor —le dije, sacudiendo la cabeza—. Pero no puedo…
—Era
yo.
Me
dio sorpresa al ver a Edward dando zancadas hasta el despacho
del director.
—¿Cullen?
—Mi voz chilló con sorpresa.
Mi
compañero asintió brevemente antes de llegar a estar a mi lado en la parte delantera
del escritorio amplio del director.
—Siento
entrar sin permiso, señor —dijo, dirigiéndose a James—. Pero no puedo
dejar que Swan enfrente estos cargos a su cuenta. No, cuando soy el verdadero
culpable.
—¿Qué?
—exclamaron juntos Aro, James y Biers. Yo simplemente estaba
allí, tan sorprendida incluso para hablar.
Cullen
levantó la barbilla.
—Dije,
yo era el que estaba afuera después del RLO con Swan anoche. Y de hecho,
dejar el dormitorio en primer lugar fue idea mía, no suya.
—Cullen
—susurré, pero él se limitó a negar con la cabeza.
—No
trates de detenerme de decirle, Swan. Debí haberme quedado contigo anoche.
Fue cobarde de mi parte correr.
—Pero
muy valiente de tu parte venir adelante ahora —dijo efusivamente Biers,
sonriendo a Cullen—. Que amable de tu parte defender a tu compañero de
cuarto.
—Así
es. —James entrelazó los dedos y apoyó los codos sobre la mesa. Inclinándose
hacia adelante, estudió atentamente a Cullen—. Pero estoy curioso por
saber exactamente por qué estaban allí en las primeras horas de la mañana, Cullen.
¿Qué posible explicación puede haber?
—Queríamos
ver el cometa Haley II —contestó Cullen, sin pestañear.
Aro
frunció el ceño.
—¿Y
no se podía ver desde la ventana de tu habitación?
—No
con una vista despejada —dijo Cullen—. Además, al estar fuera en la oscuridad
de la noche, el ambiente es mucho más... —Tosió y sus mejillas se pusieron
rojas—. Era mucho más romántico.
Las
dos cejas pobladas James se dispararon hacia arriba y Biers
realmente se
quedó sin aliento. Aro, sin embargo, seguía con el ceño fruncido.
—No
lo creo, Cullen —dijo—. No me parece que seas de ese tipo.
—¿Y
qué tipo es ese? —exigió Biers malhumorado,
mirando al monitor de
dormitorio.
—Sabes
qué tipo —gruñó Aro, mirando hacia atrás. Es evidente que no había
amor entre ellos dos.
—Está
bien, está bien. —James alzó ambas manos, pidiendo silencio—. Sr. Cullen
—dijo, frunciendo el ceño a mi compañero de cuarto—. Como ustedes saben,
nosotros no tenemos ninguna, ah… hem, política formal sobre este tipo de
cosas. En lo que respecta a la orientación sexual, la Academia funciona en un sistema
no preguntes, no digas que parece funcionar muy bien.
Me
pareció que era la posición de la Academia sobre casi todo, desde la intimidación
hasta el baño, pero no dije ni una palabra. Todavía estaba demasiado
aturdida por lo que Cullen estaba dando a entender sobre nosotros.
—Ahora,
usted y Swan son buenos estudiantes —continuó el Director—. De dos
de las mejores familias en el sistema Prometeo. Y, Cullen, puedo entender cómo
la tragedia que sufrió le puede hacer... ah… hem, buscar consuelo de una...
ah… hem, de una relación no tradicional. Cuando perdí a mi esposa... — Lanzó
una rápida mirada hacia Biers que estaba viendo con
amor hacia él. La
cara de James se tornó roja y sacudió la cabeza—. Bueno, eso es ni aquí
ni allá.
El punto es, que teniendo en cuenta que es la primera infracción y que se presentaron
voluntariamente, no voy a expulsar a ninguno de ustedes.
A
mi lado, pude sentir a Cullen respirar un suspiro de alivio. Hubiera estado respirando
también excepto que todavía estaba muy confundida. ¿Realmente Cullen
dijo lo que pienso que dijo sobre nosotros? ¿Y por qué iba a reclamar tal cosa
cuando me dijo enfáticamente al principio del semestre que no era gay?
—Sin
embargo... —James levantó un dedo—. Estaban todavía afuera después del
RLO y esto no puede quedar impune. —Me miró—. Swan, ya que eres quien
Aro realmente atrapó, estoy obligado a darte diez golpes. ¿Va a elegir el
bastón o el remo?
Mi
corazón saltó a mi garganta y no sólo porque sabía que la golpiza me haría daño.
¿Tendría que bajar mis pantalones del uniforme como Demetri lo hizo, para
recibir el castigo? Y si lo hiciera, ¿qué pasaría si el director se diera
cuenta de
mi falta de equipo masculino? La mentira de Cullen sería para nada y ¡sería descubierta
de todos modos!
Pero
antes de que pudiera decir una palabra, Cullen me empujó detrás de él.
—¡Señor!
Señor, por favor —dijo mientras el director se levantaba de detrás de su
escritorio, supuestamente para ir a buscar cualquier instrumento de castigo que
eligiera.
—Sí,
Cullen. ¿Qué pasa? —James frunció el ceño hacia él.
—Señor,
era mi idea dejar el dormitorio después del RLO. —La voz de Edward sonó
ligeramente tensa—. Soy mayor que Swan y he estado en la Academia mucho
más tiempo. Conozco las consecuencias y sin embargo, lo llevé a romper las
reglas. Por lo tanto, debo ser quien reciba el castigo.
James
negó, indeciso.
—No
lo sé, Cullen. Eso no es por lo general como hacemos las cosas...
—¡Oh,
déjalo! James,
tienes que dejarlo. —Biers nos estaba mirando tanto a Cullen
como a mí misma con los ojos brillantes—. ¿No lo ves? —preguntó, girándose
hacia el director—. Él se sacrifica por quien ama. Es hermoso.
—Sí,
bueno... —El director se aclaró la garganta, luciendo avergonzado—. Está bien
—dijo al fin—. Voy a permitirlo por esta vez. —Miró a Edward—.
¿Cuál será,
bastón o el remo?
Cullen
levantó la barbilla.
—El
remo, señor. Gracias, señor —dijo con claridad.
James
frunció el ceño.
—Vamos
a ver si me estás dando las gracias cuando hayamos terminado, Cullen.
No voy a ir fácil contigo por el bien del "amor verdadero".
—No,
señor —dijo Cullen estoicamente—. No lo esperaría de usted, señor.
—Bueno,
bueno... —suspiró James—. Hinks, supongo que será mejor que me traigas
el remo.
—Ahora
mismo. —Mirándonos, como si fuéramos un capítulo de su novela romántica
favorita venir a la vida, se apresuró a salir de la habitación.
Aro
sacudió la cabeza con disgusto.
—Me
voy. Confío en que esto se acabó, ¿director?
James
asintió en breve.
—Sí,
Aro. Puede irse.
Aro
volvió para irse, pero primero señaló a Edward y a mí.
—Voy
a vigilarlos; a ambos —gruñó y luego se fue, golpeando la puerta de la oficina
del director en su salida..
Ni
un momento después, Biers regresó con una larga y flexible longitud de madera
pulida que parecía positivamente letal a mis ojos horrorizados. ¿El director
realmente está pensando en golpear a Edward con eso? ¿Edward
realmente va
a tomar mi castigo?
Parecía
como si lo fuera a hacer. Contempló el remo con una mirada fría, distante
en sus ojos. Una mirada que dijo que estaba preparado para el dolor y que
no le temía. No entendía esa mirada, ¿cómo no iba a estar aterrorizado en este
momento? ¿Y por qué estaba dispuesto a hacer esto por mí en primer lugar?
Me había hablado apenas en los últimos pocos meses, ¿por qué estaba dispuesto
a recibir una paliza por alguien que obviamente no le gustaba?
James
tomó el bastón de Biers y lo agitó por el aire un par de veces, como calentamiento.
Hizo un feroz sonido que me hizo pensar en una serpiente venenosa.
—Bueno
—dijo al fin—. Supongo que será mejor comenzar. Cullen, ya que has elegido
el remo por favor quítate la chaqueta y la camisa de uniforme.
—Sí,
señor. —Inmediatamente, Edward comenzó a
desabotonarse la chaqueta.
Durante
todo este tiempo yo había estado aquí de pie mirándolo sin decir nada.
Pero
finalmente mi parálisis se rompió.
—Cullen
—susurré, agarrando su codo—. Por favor... No puedo dejar que hagas esto
por mí.
Se
zafó de mí y terminó de quitarse la chaqueta.
—Ya
está hecho, camarón. —Me lanzó una rápida sonrisa cuando empezó a quitarse
la camisa—. No te preocupes por eso.
—Por
supuesto que me preocupo por eso… Me preocupo por ti. Y no me llames camarón
—le dije con los labios entumecidos.
La
sonrisa de Edward
se ensanchó.
—Está
bien, enano. —Terminó desabrochándose la camisa y se encogió de hombros—.
En serio, relájate, Swan. Voy a estar bien.
—Pero…
—empecé.
—Suficiente
charla —dijo James, interrumpiendo mí media protesta formada—.
Cullen, asume el cargo.
Sin
una palabra de queja, Edward se adelantó y puso sus dos manos
con las palmas
hacia abajo sobre la gran mesa de madera del director. Inclinó la cabeza, presentando
su amplia espalda como un objetivo y esperó.
Cuando
el primer golpe cayó con un chasquido plano, salté y jadeé, haciendo mucho
más ruido que Edward.
Él simplemente se mordió el labio y bajó la mirada hacia la
antigua alfombra oriental del director sin decir una palabra. El golpe
dejó una furiosa roncha roja sobre su suave piel dorada, justo entre los omóplatos.
—Uno
—anunció James y luego echó hacia atrás su brazo de nuevo. Una vez más
el remo cayó.
—Dos
—continuó.
En
el momento en que había llegado al quinto golpe, las ronchas se habían convertido
en heridas. Hilos de sangre corrían por los costados de Cullen y el director
respiraba pesadamente, claramente estaba poniendo todo su esfuerzo en
ello. Biers
estaba de pie a un lado, con las manos debajo de la barbilla con una
mirada de simpatía en el rostro.
Sentí
como mis entrañas se torcían en un gran nudo. Edward
continuó siendo
estoicamente silencioso aunque podía ver sus nudillos volviéndose
blancos mientras
se aferraba a los lados de la mesa del director.
Yo,
en cambio, jadeaba cada vez que la caña golpeaba la carne; no podía evitarlo.
Era demasiado horrible, tan horrible que quería darme la vuelta y no mirar.
Pero Edward
estaba haciendo esto por mí, estaba soportando este ardiente dolor,
así que no podía. Lo debía mirar. Mantuve mis ojos fijos en la visión brutal,
sin dejarme siquiera parpadear.
En
el momento en que el séptimo golpe cayó, mis lágrimas caían más rápido que
la sangre que salía de la ancha espalda de Edward.
Gotas carmesí
repiqueteaban sobre la alfombra oriental, pero al director no parecía
importarle.
O
bien las había limpiado con regularidad o el patrón de manchas marrones era el
resultado de castigos similares. No podía dejar de comparar la golpiza que Edward
estaba recibiendo con lo que había visto tomar a Demetri. En ese entonces,
había pensado que el director ejercía el bastón con ferocidad sorprendente.
Pero no era nada de lo que Edward estaba sufriendo bajo
el remo.
—Por
favor —gemí, sosteniendo una mano. Cullen me vio y movió la cabeza.
—Casi...
hecho —rechinó él—. Déjalo... terminar.
Retiré
mi mano y me mordí los labios hasta sangrar para no rogar más. Cullen tenía
razón: no había nada que yo pudiera hacer, sino estar en silencio y dejar que
el director terminara de dar la golpiza. Me alivió un poco cuando los últimos
tres golpes parecía venir más rápidamente que los demás. Podrían haber
sido un poco más ligero y, probablemente porque Biers
estaba mirando
James
en evidente desaprobación.
—...
Diez. Ahí está. —Por fin el director arrojó su remo y dio un paso atrás.
Había
una expresión de alivio en sus ojos que me hizo pensar que no le importaba
mucho esta parte del trabajo, aunque claramente lo tomó en serio como
para hacerlo minuciosamente—. Pueden irse, Cullen, Swan —dijo, asintiendo
a los dos—. Y no dejen que esto vuelva a suceder.
—No,
señor —respondió Edward
a través de sus dientes apretados—. No lo haremos. —Poco a poco,
con cuidado, se levantó de la posición encorvada que había
asumido sobre el escritorio. Dio un paso y luego vaciló, casi colapso en el acto.
Corrí
hacia él con rapidez.
—Déjame
ayudarte —le supliqué, tratando de encontrar una manera de apoyarlo
sin tocar su espalda herida—. Por favor, Cullen, apóyate en mí.
—Nunca
pensé que tendría que pedir ayuda a un camarón como tú —bromeó con
voz ronca. Pero pasó un brazo por mis hombros de todos modos y me dejó tomar
algo de su peso—. Voy a estar bien —murmuró, sacudiendo la cabeza—. Simplemente
quema en estos momentos. Mejorará en un minuto...
—Por
supuesto que lo estarás. Ustedes dos vengan conmigo. —Biers
caminó rápidamente
hacia la puerta y, al no saber qué más hacer, lo seguí, todavía a medio
camino apoyando a Cullen.
Hinks
nos llevó a la parte posterior del edificio administrativo y abrió una puerta.
—Aquí
estamos. —Asintió hacia el otro lado del campus—. Las clases ya empezaron
así que deberían ser capaces de volver a su dormitorio sin que nadie los
vea. Haré que estén excusados por hoy.
—Gracias.
—Asentí a Biers—.
Te lo agradezco.
—No
hay problema en absoluto, cariño. —Me dio una sonrisa simpática—. Ah, y
aquí, casi lo olvido. —Me dio un pequeño tubo blanco en la mano—. Pomada curativo
Molecular —explicó—. Mitiga los efectos de los golpes casi de inmediato,
sólo asegúrate de lavar las heridas completamente primero. Y no le digas
al director que te lo di a ti, le gusta pensar que sus pequeños castigos dejan
una impresión duradera, pero no te lo he dicho. —Me hizo un guiño de complicidad.
—Por
supuesto. —Agarré el tubo de la valiosa pomada—. No vamos a decir una
palabra. Gracias, Riley.
—Es
un placer. He estado aquí por más tiempo de lo que me gusta admitir, pero
nunca he visto nada tan valiente o tan hermoso como lo que él hizo por ti. —Miró
a Edward—.
Tienes que amar mucho a Swan.
Cullen
hizo una mueca.
—Más
de lo que debería, eso es seguro —murmuró—. Swan, ¿podemos salir de
aquí? Mi espalda se siente como si estuviera en llamas.
—¡Váyanse,
váyanse! —Nos ahuyentó Hinks por la puerta trasera—. Y si necesitan
algo más, háganmelo saber. Me ocuparé de que lo consigan.
—Gracias,
Biers
—dije, asintiendo hacia él con gratitud. Tuve que admitir que podría
haber juzgado mal al asistente del director, o tal vez sólo estaba viendo un
nuevo lado de él.
En
cualquier caso, Riley
fue pronto la última cosa en mi mente. Edward
tropezó
y casi se cae y fue todo lo que pude hacer para mantenerlo en pie.
—Vamos.
—Tiré de él en la dirección correcta—. Vamos.
Tenía
que llevarlo de vuelta a nuestro dormitorio antes de que colapsara. Y de la
forma en que se veía, esta podría no ser una tarea fácil.
1 comentario:
Gracias por el capítulo
Publicar un comentario