lunes, 30 de septiembre de 2019

Capitulo 11 Pacto de hermano


Capítulo 11

La pena me dejó ciega y no estaba casi tan tranquila o cuidadosa en mi camino de vuelta a mi dormitorio cuando había estado saliendo a hurtadillas. Quizás así fue como me atraparon.

Casi estaba en el edificio Goddard —de hecho los escalones delanteros estaban justo delante de mí— cuando mi visión de repente fue bloqueada por una larga y horriblemente forma familiar. Una pesada mano se sujetó a mi hombro antes de que pudiera moverme.

—Te pillé, freshie —susurró Demetri, mirándome lascivamente—. Ya sabes, Alec dijo que te vio saliendo a hurtadillas. Yo le dije que estaba loco, pero mira aquí, tenía razón.

—¡Déjame en paz! —siseé, intentando alejarme. Pero el agarre de Demetri era firme.

—No lo creo —gruñó, empujándome más cerca—. He estado esperando meses a conseguirte solo, sin Cullen alrededor para interferir.


—Demetri, por favor sé razonable —dije, intentando mantener mi voz tranquila, aunque mi corazón estaba acelerado—. ¿Por qué no sólo ponemos nuestras diferencias detrás de nosotros?

—Porque no quiero hacerlo —dijo bruscamente, su cara volviéndose incluso más fea de lo normal, lo cual era decir algo—. ¿Crees que conseguí los azotes del inicio por ser razonable? No lo creo. Voy a molerte hasta hacerte papilla, Swan. Cuando haya terminado contigo no habrá quedado suficiente para llenar ni siquiera una de tus pequeñas botas, dejando sólo el resto de tu uniforme. Voy a...

Pero las otras horribles cosas que había planeado para mí no fueron dichas. De repente una voz familiar fue gritada desde la ventana sobre nuestras cabezas.

—¡Quien está ahí! ¿Qué demonios creen que están haciendo fuera a esta hora de
la noche?
Demetri se congeló pero yo cometí el error de levantar la mirada. Me encontré mirando la cara del monitor de los dormitorios, Aro, el mismo que me había pillado la primera noche que intenté escabullirme a una ducha.

—Swan —gritó—. ¡Te veo ahí abajo! ¿Quién está contigo?

Demetri me miró, aún manteniendo su cara baja.

—Díselo y estás muerto —siseó él. Entonces se alejó, en un cadáver de arbustos alrededor del lateral de los dormitorios y se fue con un susurro de vegetación.

—¡Oye! —gritó Aro—. ¡Vi eso! Tú, Swan, quédate donde estás.

Desde que él ya me había identificado, no tenía elección. Miserablemente, me quedé esperando hasta que él corrió los escalones y salió del dormitorio para agarrarme por el brazo.

—¡Vamos! —Él actuaba como si estuviera intentando huir de él aunque sólo estaba allí de pie, muda y derrotada. Había estado tan cerca de alejarme con mi aviso a Jasper. Ahora, ¿quién sabía lo que podría ocurrir?—. ¿Quién estaba contigo justo ahora? —demandó Aro.

Sacudí mi cabeza.

—Lo siento, señor. Estaba oscuro y no pude verle.

Aro frunció el ceño.

—¡No me mientas, cadete! Sólo empeorarás las cosas.

Él tenía razón pero estaba bastante segura que empeoraría mucho las cosas por hablarle sobre Demetri. Él ya quería golpearme hasta hacerme papilla. Si daba su nombre a las autoridades de la Academia, seguramente encontraría una manera de matarme. Si Edward y yo ya habíamos estado diciendo los términos, yo podría haberlo arriesgado. Pero desde que apenas nos comunicábamos ya, no sabía cuán lejos habría ido para protegerme. No quería estar completamente sola con un abusón homicida detrás de mí. Así que simplemente sacudí mi cabeza otra vez.

—Lo siento, señor —murmuré.

La cara de Aro se oscureció.
—Apuesta tu culo a que lo lamentarás por esto, Swan. Ven conmigo ahora, ¡en marcha!

Me arrastró al edificio del dormitorio y todo el camino escaleras arriba hacia mi propia habitación. En mi puerta él paró y me miró, claramente aún enfurecido.

—¿Señor? —dije dudosamente—. ¿Debería... puedo entrar ahora? —Sólo quería alejarme de él, quería tumbarme en mi propia cama durante un momento y acurrucarme en una bola de miseria.

—Por ahora —gruñó él—. Después del desayuno, informa a la oficina del director. Te daré ese tiempo para pensar sobre decirme la identidad de la persona que estaba fuera contigo. Si no sales con eso por entonces, estarás buscando una expulsión automática. ¿Me comprendes, Swan?

Lentamente, asentí.

—S-Sí señor —tartamudeé. Le comprendía todo demasiado bien. Estaría forzada a dejar la escuela, mi padre sería notificado, y tanto Jasper como yo seríamos expuestos. Era el peor resultado posible. Pero si hablaba sobre Demetri, probablemente sería asesinada en mi sueño.

¿Qué iba hacer?
¿En qué demonios estabas pensando? —gruñó Edward.

Aparentemente los gritos de Aro lo habían despertado, probablemente junto con el resto del dormitorio. Cuando entré a la habitación, él ya estaba caminando de un lado al otro, sus ojos azules estaban feroces y enojados.

—Yo… —comencé a decir, pero no me dejó terminar.

—¿Por qué te escabullías en medio de la noche, de todos modos? —demandó—. ¡Maldición, Swan, jodidamente me asustaste! Desperté y me encontré con que te habías ido, y mi linterna estaba desaparecida ¿Con quién te estabas reuniendo? ¿Era con Emmett?

—No me estaba reuniéndome con nadie —dije con toda la dignidad que pude mostrar.

—¿No lo estabas? —Sus ojos se entrecerraron—. ¿Entonces con quién te vio Aro? Lo escuché discutiendo sobre eso y luego dijo algo más que no pude captar antes que te dejara de regreso a la habitación.

Suspiré y decidí decirle tanto como podía sin revelar mi secreto.

—Mira —dije—. Salí del campus esta noche. Cuando regresé, Demetri me estaba esperando. Dijo que Alec me había visto escabulléndome. Iba a golpearme hasta que Aro nos vio, pero huyó antes que Aro pudiera ver su cara.

—¡Dios! —Norh pasó su mano por su cabello—. ¿Por qué diablos te estabas escabullendo del campus? ¿Sabes lo que te harían si descubren eso, Swan?

—Probablemente lo que van a hacerme ahora, expulsarme —dije lentamente.
Sentándome en mi cama, puse cabeza en mis manos. Todo había ido tan bien. Si
sólo…
—¿Qué quieres decir con expulsarte? —preguntó Cullen. Su profunda voz tenía una nota de conmoción y cuando levanté la vista, vi que estaba molesto, tal vez más molesto de lo que alguna vez lo había visto.

—Quiero decir que Aro dice que si no delato a la persona que vio conmigo, me dará una expulsión automática. —Sacudí mi cabeza—. Pero no puedo acusar a Demetri, él realmente va a querer matarme.

—Tienes razón sobre eso. —Cullen lucía serio—. No hay amenaza en el mundo que pueda hacer que se mantenga alejado de ti si lo delatas. No puedo estar contigo cada minuto del día, serías carne muerta.

—¿Crees que no sé eso? —Restregué una manga a lo largo de mis ojos—. Desearía poder pensar qué hacer, pero estoy tan cansado.

—No estoy sorprendido, haz estado fuera toda la noche rompiendo todas las reglas. —Pero la voz de Edward era ligeramente más amable, a pesar de sus palabras duras. Suspiró y se hundió en la cama, en frente de mí—. Sólo dime esto, ¿qué era tan jodidamente importante para que tuvieras que salir del campus?

—Tenía que hacer una llamada —dije, tensándome—, a alguien… Alguien que
me importa mucho. Tenía que advertirle que podría estar en peligro. —Levanté la mirada hacia Edward—. Lo siento, es todo lo que puedo decirte.

—Está bien. —Asintió—. Sólo quería asegurarme que no te arriesgaste por nada.

—No habría ido si no fuera urgente —dije secamente—. Ahora si me disculpas, voy a tratar de descansar. Mañana tengo un día largo. O uno corto, dependiendo cómo lo veas.

Edward frunció el ceño.

—Trata de dormir un poco. No te preocupes sobre la expulsión, lo superaremos.

—Claro —murmuré, mirando abajo hacia mis manos—. Sólo ondearé mi varita mágica y haré que todo el desastre desaparezca.

—No estoy bromeando, Swan. Mírame —demandó.
Cuando finalmente levanté la vista y me encontré con su mirada, estaba sorprendida de ver que sus ojos azules centellaban con determinación.

—Te juro aquí y ahora —dijo—. Que no serás expulsado. ¿Me entiendes? No permitiré que eso pase, no lo permitiré.

Lentamente, asentí. No entendía cómo él podría mantener su promesa o porqué quería ayudarme, considerando el tratamiento silencioso que me había estado dando por tanto tiempo. Pero estaba muy cansada y miserable para decir algo sobre eso. Sólo suspiré y me acosté en mi cama, todavía completamente vestida. Sólo tenía una hora antes que fuera la hora de levantarme y no me sentía con ganas de entrar en el armario y ponerme el pijama.

Oh, Jasper, pensé, mientras rodaba de lado y miraba la vacía pared. Espero que puedas salir a tiempo. Espero que estés a billones de kilómetros de aquí cuando la Academia y padre descubran lo que hemos hecho.

La oficina del director era exactamente como la recordaba. Los libros antiguos que revestían los estantes, las fotos holográficas, el enorme escritorio de madera bruñida que dominaba la sala. Sólo que esta vez el hombre sentado detrás de ese escritorio tenía una mirada muy enojada en su cara. El director James estaba mirándome de una manera que me hace sentir mal del estómago. A un lado de él estaba Aro, también mirando, y por el otro, su asistente personal Biers (Kinky Biers, cantó mi mente) que parecía ligeramente divertido.

—¿Tienes algo que decir en tu defensa, Swan? —tronó el director—. ¿Estás dispuesto a dar la identidad del cadete que estaba contigo anoche?

Desgraciadamente, negué con la cabeza.

—No, señor.

—Sé razonable, Swan. —La voz de James dejó caer una nota; al parecer había decidido intentar un enfoque diferente en mí—. Escaparse pasado el RLO no es normalmente una expulsión automática, sino que debes decir la verdad.
Tu padre pagó una gran cantidad de crédito para enviarte aquí y no va a estar feliz cuando se entere de lo tengo que decirle. —Por la mirada en su rostro, el director no iba a estar muy feliz por esa parte tampoco—. Has sido un estudiante modelo hasta ahora —continuó—, has conseguido la máxima puntuación en todas tus clases. Sería una pena dejar todo ese trabajo duro echarse a perder, ahora ¿no es así?

—Sí, señor —asentí—. Pero todavía no puedo decir quién era. —Me miró suplicante—. ¿No puede creerme cuando digo que era demasiado oscuro para ver su cara? —Lo que era una especie de verdad. No había visto mucho más de Demetri que sus furiosos ojos de cerdo.

—Te he oído hablar con él —gruñó Aro—. Así que sé que sabes de quién se trataba. Dinos, Swan, o enfrentarás las consecuencias.

—Las cuales voy a determinar. —El director Aro dio una mirada irritada y el monitor del dormitorio retrocedió y se encogió de hombros como disculpándose—. Ahora bien —continuó James—. No quiero expulsarte, Swan. Pero lo haré si no me das un nombre en estos momentos.

—Lo siento, señor —le dije, sacudiendo la cabeza—. Pero no puedo…

—Era yo.

Me dio sorpresa al ver a Edward dando zancadas hasta el despacho del director.

—¿Cullen? —Mi voz chilló con sorpresa.

Mi compañero asintió brevemente antes de llegar a estar a mi lado en la parte delantera del escritorio amplio del director.

—Siento entrar sin permiso, señor —dijo, dirigiéndose a James—. Pero no puedo dejar que Swan enfrente estos cargos a su cuenta. No, cuando soy el verdadero culpable.

—¿Qué? —exclamaron juntos Aro, James y Biers. Yo simplemente estaba allí, tan sorprendida incluso para hablar.

Cullen levantó la barbilla.

—Dije, yo era el que estaba afuera después del RLO con Swan anoche. Y de hecho, dejar el dormitorio en primer lugar fue idea mía, no suya.

—Cullen —susurré, pero él se limitó a negar con la cabeza.

—No trates de detenerme de decirle, Swan. Debí haberme quedado contigo anoche. Fue cobarde de mi parte correr.

—Pero muy valiente de tu parte venir adelante ahora —dijo efusivamente Biers, sonriendo a Cullen—. Que amable de tu parte defender a tu compañero de cuarto.

—Así es. —James entrelazó los dedos y apoyó los codos sobre la mesa. Inclinándose hacia adelante, estudió atentamente a Cullen—. Pero estoy curioso por saber exactamente por qué estaban allí en las primeras horas de la mañana, Cullen. ¿Qué posible explicación puede haber?

—Queríamos ver el cometa Haley II —contestó Cullen, sin pestañear.
Aro frunció el ceño.

—¿Y no se podía ver desde la ventana de tu habitación?

—No con una vista despejada —dijo Cullen—. Además, al estar fuera en la oscuridad de la noche, el ambiente es mucho más... —Tosió y sus mejillas se pusieron rojas—. Era mucho más romántico.

Las dos cejas pobladas James se dispararon hacia arriba y Biers realmente se quedó sin aliento. Aro, sin embargo, seguía con el ceño fruncido.

—No lo creo, Cullen —dijo—. No me parece que seas de ese tipo.

—¿Y qué tipo es ese? —exigió Biers malhumorado, mirando al monitor de dormitorio.

—Sabes qué tipo —gruñó Aro, mirando hacia atrás. Es evidente que no había amor entre ellos dos.

—Está bien, está bien. —James alzó ambas manos, pidiendo silencio—. Sr. Cullen —dijo, frunciendo el ceño a mi compañero de cuarto—. Como ustedes saben, nosotros no tenemos ninguna, ah… hem, política formal sobre este tipo de cosas. En lo que respecta a la orientación sexual, la Academia funciona en un sistema no preguntes, no digas que parece funcionar muy bien.

Me pareció que era la posición de la Academia sobre casi todo, desde la intimidación hasta el baño, pero no dije ni una palabra. Todavía estaba demasiado aturdida por lo que Cullen estaba dando a entender sobre nosotros.

—Ahora, usted y Swan son buenos estudiantes —continuó el Director—. De dos de las mejores familias en el sistema Prometeo. Y, Cullen, puedo entender cómo la tragedia que sufrió le puede hacer... ah… hem, buscar consuelo de una... ah… hem, de una relación no tradicional. Cuando perdí a mi esposa... — Lanzó una rápida mirada hacia Biers que estaba viendo con amor hacia él. La cara de James se tornó roja y sacudió la cabeza—. Bueno, eso es ni aquí ni allá. El punto es, que teniendo en cuenta que es la primera infracción y que se presentaron voluntariamente, no voy a expulsar a ninguno de ustedes.

A mi lado, pude sentir a Cullen respirar un suspiro de alivio. Hubiera estado respirando también excepto que todavía estaba muy confundida. ¿Realmente Cullen dijo lo que pienso que dijo sobre nosotros? ¿Y por qué iba a reclamar tal cosa cuando me dijo enfáticamente al principio del semestre que no era gay?

—Sin embargo... —James levantó un dedo—. Estaban todavía afuera después del RLO y esto no puede quedar impune. —Me miró—. Swan, ya que eres quien Aro realmente atrapó, estoy obligado a darte diez golpes. ¿Va a elegir el bastón o el remo?

Mi corazón saltó a mi garganta y no sólo porque sabía que la golpiza me haría daño. ¿Tendría que bajar mis pantalones del uniforme como Demetri lo hizo, para recibir el castigo? Y si lo hiciera, ¿qué pasaría si el director se diera cuenta de mi falta de equipo masculino? La mentira de Cullen sería para nada y ¡sería descubierta de todos modos!

Pero antes de que pudiera decir una palabra, Cullen me empujó detrás de él.

—¡Señor! Señor, por favor —dijo mientras el director se levantaba de detrás de su escritorio, supuestamente para ir a buscar cualquier instrumento de castigo que eligiera.

—Sí, Cullen. ¿Qué pasa? —James frunció el ceño hacia él.

—Señor, era mi idea dejar el dormitorio después del RLO. —La voz de Edward sonó ligeramente tensa—. Soy mayor que Swan y he estado en la Academia mucho más tiempo. Conozco las consecuencias y sin embargo, lo llevé a romper las reglas. Por lo tanto, debo ser quien reciba el castigo.

James negó, indeciso.

—No lo sé, Cullen. Eso no es por lo general como hacemos las cosas...

—¡Oh, déjalo! James, tienes que dejarlo. —Biers nos estaba mirando tanto a Cullen como a mí misma con los ojos brillantes—. ¿No lo ves? —preguntó, girándose hacia el director—. Él se sacrifica por quien ama. Es hermoso.

—Sí, bueno... —El director se aclaró la garganta, luciendo avergonzado—. Está bien —dijo al fin—. Voy a permitirlo por esta vez. —Miró a Edward—. ¿Cuál será, bastón o el remo?

Cullen levantó la barbilla.

—El remo, señor. Gracias, señor —dijo con claridad.

James frunció el ceño.
—Vamos a ver si me estás dando las gracias cuando hayamos terminado, Cullen. No voy a ir fácil contigo por el bien del "amor verdadero".

—No, señor —dijo Cullen estoicamente—. No lo esperaría de usted, señor.

—Bueno, bueno... —suspiró James—. Hinks, supongo que será mejor que me traigas el remo.

—Ahora mismo. —Mirándonos, como si fuéramos un capítulo de su novela romántica favorita venir a la vida, se apresuró a salir de la habitación.

Aro sacudió la cabeza con disgusto.

—Me voy. Confío en que esto se acabó, ¿director?

James asintió en breve.

—Sí, Aro. Puede irse.

Aro volvió para irse, pero primero señaló a Edward y a mí.

—Voy a vigilarlos; a ambos —gruñó y luego se fue, golpeando la puerta de la oficina del director en su salida..

Ni un momento después, Biers regresó con una larga y flexible longitud de madera pulida que parecía positivamente letal a mis ojos horrorizados. ¿El director realmente está pensando en golpear a Edward con eso? ¿Edward realmente va a tomar mi castigo?

Parecía como si lo fuera a hacer. Contempló el remo con una mirada fría, distante en sus ojos. Una mirada que dijo que estaba preparado para el dolor y que no le temía. No entendía esa mirada, ¿cómo no iba a estar aterrorizado en este momento? ¿Y por qué estaba dispuesto a hacer esto por mí en primer lugar? Me había hablado apenas en los últimos pocos meses, ¿por qué estaba dispuesto a recibir una paliza por alguien que obviamente no le gustaba?

James tomó el bastón de Biers y lo agitó por el aire un par de veces, como calentamiento. Hizo un feroz sonido que me hizo pensar en una serpiente venenosa.

—Bueno —dijo al fin—. Supongo que será mejor comenzar. Cullen, ya que has elegido el remo por favor quítate la chaqueta y la camisa de uniforme.

—Sí, señor. —Inmediatamente, Edward comenzó a desabotonarse la chaqueta.

Durante todo este tiempo yo había estado aquí de pie mirándolo sin decir nada.

Pero finalmente mi parálisis se rompió.

—Cullen —susurré, agarrando su codo—. Por favor... No puedo dejar que hagas esto por mí.

Se zafó de mí y terminó de quitarse la chaqueta.

—Ya está hecho, camarón. —Me lanzó una rápida sonrisa cuando empezó a quitarse la camisa—. No te preocupes por eso.

—Por supuesto que me preocupo por eso… Me preocupo por ti. Y no me llames camarón —le dije con los labios entumecidos.

La sonrisa de Edward se ensanchó.

—Está bien, enano. —Terminó desabrochándose la camisa y se encogió de hombros—. En serio, relájate, Swan. Voy a estar bien.

—Pero… —empecé.

—Suficiente charla —dijo James, interrumpiendo mí media protesta formada—. Cullen, asume el cargo.

Sin una palabra de queja, Edward se adelantó y puso sus dos manos con las palmas hacia abajo sobre la gran mesa de madera del director. Inclinó la cabeza, presentando su amplia espalda como un objetivo y esperó.

Cuando el primer golpe cayó con un chasquido plano, salté y jadeé, haciendo mucho más ruido que Edward. Él simplemente se mordió el labio y bajó la mirada hacia la antigua alfombra oriental del director sin decir una palabra. El golpe dejó una furiosa roncha roja sobre su suave piel dorada, justo entre los omóplatos.

—Uno —anunció James y luego echó hacia atrás su brazo de nuevo. Una vez más el remo cayó.

—Dos —continuó.

En el momento en que había llegado al quinto golpe, las ronchas se habían convertido en heridas. Hilos de sangre corrían por los costados de Cullen y el director respiraba pesadamente, claramente estaba poniendo todo su esfuerzo en ello. Biers estaba de pie a un lado, con las manos debajo de la barbilla con una mirada de simpatía en el rostro.

Sentí como mis entrañas se torcían en un gran nudo. Edward continuó siendo estoicamente silencioso aunque podía ver sus nudillos volviéndose blancos mientras se aferraba a los lados de la mesa del director.

Yo, en cambio, jadeaba cada vez que la caña golpeaba la carne; no podía evitarlo. Era demasiado horrible, tan horrible que quería darme la vuelta y no mirar. Pero Edward estaba haciendo esto por mí, estaba soportando este ardiente dolor, así que no podía. Lo debía mirar. Mantuve mis ojos fijos en la visión brutal, sin dejarme siquiera parpadear.

En el momento en que el séptimo golpe cayó, mis lágrimas caían más rápido que la sangre que salía de la ancha espalda de Edward. Gotas carmesí repiqueteaban sobre la alfombra oriental, pero al director no parecía importarle.

O bien las había limpiado con regularidad o el patrón de manchas marrones era el resultado de castigos similares. No podía dejar de comparar la golpiza que Edward estaba recibiendo con lo que había visto tomar a Demetri. En ese entonces, había pensado que el director ejercía el bastón con ferocidad sorprendente. Pero no era nada de lo que Edward estaba sufriendo bajo el remo.

—Por favor —gemí, sosteniendo una mano. Cullen me vio y movió la cabeza.

—Casi... hecho —rechinó él—. Déjalo... terminar.

Retiré mi mano y me mordí los labios hasta sangrar para no rogar más. Cullen tenía razón: no había nada que yo pudiera hacer, sino estar en silencio y dejar que el director terminara de dar la golpiza. Me alivió un poco cuando los últimos tres golpes parecía venir más rápidamente que los demás. Podrían haber sido un poco más ligero y, probablemente porque Biers estaba mirando

James en evidente desaprobación.

—... Diez. Ahí está. —Por fin el director arrojó su remo y dio un paso atrás.

Había una expresión de alivio en sus ojos que me hizo pensar que no le importaba mucho esta parte del trabajo, aunque claramente lo tomó en serio como para hacerlo minuciosamente—. Pueden irse, Cullen, Swan —dijo, asintiendo a los dos—. Y no dejen que esto vuelva a suceder.

—No, señor —respondió Edward a través de sus dientes apretados—. No lo haremos. —Poco a poco, con cuidado, se levantó de la posición encorvada que había asumido sobre el escritorio. Dio un paso y luego vaciló, casi colapso en el acto.

Corrí hacia él con rapidez.

—Déjame ayudarte —le supliqué, tratando de encontrar una manera de apoyarlo sin tocar su espalda herida—. Por favor, Cullen, apóyate en mí.

—Nunca pensé que tendría que pedir ayuda a un camarón como tú —bromeó con voz ronca. Pero pasó un brazo por mis hombros de todos modos y me dejó tomar algo de su peso—. Voy a estar bien —murmuró, sacudiendo la cabeza—. Simplemente quema en estos momentos. Mejorará en un minuto...

—Por supuesto que lo estarás. Ustedes dos vengan conmigo. —Biers caminó rápidamente hacia la puerta y, al no saber qué más hacer, lo seguí, todavía a medio camino apoyando a Cullen.

Hinks nos llevó a la parte posterior del edificio administrativo y abrió una puerta.

—Aquí estamos. —Asintió hacia el otro lado del campus—. Las clases ya empezaron así que deberían ser capaces de volver a su dormitorio sin que nadie los vea. Haré que estén excusados por hoy.

—Gracias. —Asentí a Biers—. Te lo agradezco.

—No hay problema en absoluto, cariño. —Me dio una sonrisa simpática—. Ah, y aquí, casi lo olvido. —Me dio un pequeño tubo blanco en la mano—. Pomada curativo Molecular —explicó—. Mitiga los efectos de los golpes casi de inmediato, sólo asegúrate de lavar las heridas completamente primero. Y no le digas al director que te lo di a ti, le gusta pensar que sus pequeños castigos dejan una impresión duradera, pero no te lo he dicho. —Me hizo un guiño de complicidad.

—Por supuesto. —Agarré el tubo de la valiosa pomada—. No vamos a decir una palabra. Gracias, Riley.

—Es un placer. He estado aquí por más tiempo de lo que me gusta admitir, pero nunca he visto nada tan valiente o tan hermoso como lo que él hizo por ti. —Miró a Edward—. Tienes que amar mucho a Swan.

Cullen hizo una mueca.
—Más de lo que debería, eso es seguro —murmuró—. Swan, ¿podemos salir de aquí? Mi espalda se siente como si estuviera en llamas.

—¡Váyanse, váyanse! —Nos ahuyentó Hinks por la puerta trasera—. Y si necesitan algo más, háganmelo saber. Me ocuparé de que lo consigan.

—Gracias, Biers —dije, asintiendo hacia él con gratitud. Tuve que admitir que podría haber juzgado mal al asistente del director, o tal vez sólo estaba viendo un nuevo lado de él.

En cualquier caso, Riley fue pronto la última cosa en mi mente. Edward tropezó y casi se cae y fue todo lo que pude hacer para mantenerlo en pie.

—Vamos. —Tiré de él en la dirección correcta—. Vamos.

Tenía que llevarlo de vuelta a nuestro dormitorio antes de que colapsara. Y de la forma en que se veía, esta podría no ser una tarea fácil.





1 comentario:

Ana dijo...

Gracias por el capítulo

ORACION A MI SEXY VAMPIRITO

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Hasta que caiga en tus brazos
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