Capítulo 12
—Vamos, sólo un poco más lejos —le insté, tratando de que
Edward subiera el último tramo de escaleras.
—Bien. —Su rostro estaba pálido y su boca era una blanca línea apretada.
Estaba claro que cada paso que daba tiraba de la carne desgarrada de su espalda y le causaba un dolor insoportable pero él se negó a gemir.
Sólo apretó los dientes y siguió avanzando.
Me sentí aliviada cuando por fin llegamos a nuestra habitación de la
residencia sin encontrar a nadie en el camino.
Suavemente, ayude a Edward a echarse
boca abajo en su cama y luego corrí para
conseguir algo de agua limpia y paños.
Cuando volví, él seguía tumbado en la misma posición pero sus ojos
azules estaban sospechosamente brillantes, como
llenos de lágrimas no derramadas.
Retorcía mi corazón ver su dolor y me pregunté otra vez por qué lo
había hecho. ¿Por qué se había sacrificado por
mí?
—Está bien, Cullen —le dije con voz ahogada, sentándome en la cama junto
a él con cuidado—. Todo va... va a estar bien.
Curaremos esto en poco tiempo.
—Bien. —Él asintió estoicamente mientras escurría uno de los paños y lo utilizaba para secar su herida espalda. A pesar de que fui tan suave
como pude, él todavía hizo una mueca y se alejó de
mi tacto—. ¡Dios, Swan! Eso duele más
de lo que lo hizo la jodida golpiza.
—Lo siento. —Suavicé mi toque aún más hasta que estaba apenas
tocándolo.
Las largas y planas heridas que surcaban su espalda hicieron rodar mi estómago, pero no porque lo encontrara repugnante, sino a causa de la
agonía y el tormento que representaban. Agonía que
Edward había soportado por mí.
Obtuve la mayor parte de la sangre limpiada y luego agarré el tubo de ungüento. Desenrosque la tapa y olí—un olor fuerte, astringente
encontró mi nariz y fruncí el ceño.
—No
estoy seguro, Cullen, pero creo que esta cosa que Biers
me dio para tu
espalda puede picar —le dije—. ¿Quieres que la utilice o no?
Él
suspiró.
—Es
eso o esperar semanas para que mi espalda sane por su cuenta. Sí, adelante,
úsalo, camarón.
—Está
bien. —Rocié un poco de ungüento sobre mi dedo—. Creo que será mejor
que te prepares, entonces.
Dio
un apretón firme en la almohada, sus labios en una línea sombría.
—Adelante.
Vacilante,
pasé la crema amarillenta sobre su espalda, extendiéndola suavemente
por una de sus largas heridas. Edward se tensó bajo mi
tacto y lo vi
apretar la mandíbula. Inmediatamente, me preocupé.
—¿Te
duele?
—Se
siente como si estuvieras recubriendo mi espalda en fuego líquido. —La profunda
voz de Edward
estrangulada—. Se siente como... espera. —Él frunció el
ceño—.
Ahora me siento mejor, mucho mejor. —Estiró alrededor su cabeza y luego
gimió y se dejó caer de nuevo sobre la almohada—. No puedo ver. ¿Qué aspecto
tiene?
Miré
su espalda y me impresionó lo que vi. La herida que había tratado con la pomada
se cerraba ante mis ojos. Vi la carne uniéndose, casi como una cremallera
siendo cerrada. Pronto no quedó nada más que una delgada línea blanca—una
pequeña pero permanente cicatriz de la paliza.
—¿Y
bien? —preguntó con impaciencia Edward y me di cuenta de que
estaba gastando
demasiado tiempo mirando.
—Esta...
está curado —le dije, todavía asombrada—. Este ungüento funciona como
magia, es increíble.
—Sí,
se siente increíble también —murmuró con sarcasmo—. Biers
debe haberte
dado algo de lo bueno. —Suspiró—. Bueno, vamos, haz el resto.
—Voy
a ir tan rápido como pueda —le prometí.
Edward
sólo asintió y apretó la cara contra la almohada.
—Grita
si quieres —le dije, exprimiendo otro poco de ungüento—. Podría ayudar
dejarlo salir. —Luego me fui a trabajar en él, haciendo correr la pomada por
las heridas largas lo más rápido que fuera posible.
No
sé si Edward
tomó mi consejo y gritó pero ciertamente oí alguna maldición ahogada
viniendo de las profundidades de la almohada. Trabajé como un relámpago,
rezando para que su dolor terminara pronto. Cuando por fin terminó, todo
su cuerpo estaba tenso como un alambre y estaba sudando y respirando
con dificultad.
—Todo
hecho —le dije, haciéndole saber que todo había terminado—. El dolor debería
parar pronto. —Eso esperaba de todos modos.
Para
mi alivio, su cuerpo ancho por fin se relajó y la tensión dejó sus largas extremidades.
—Ahh
—gimió, yaciendo deshuesadamente en la cama.
—¿Mejor
ahora? —le pregunté, tal como lo había hecho cuando me consolaba. Cullen
volvió la cabeza hacia un lado para que pudiera verme.
—Sí.
Un infierno mucho mejor, gracias, Swan.
—No
hay problema —le dije en voz baja—. Ahora dime por qué.
Él
se movió incómodo.
—¿Por
qué?
—No
finjas que no sabes de lo que estoy hablando —le dije—. ¿Por qué mentiste
por mí? ¿Por qué tomaste la paliza que debería haber sido mía?
Él
frunció el ceño.
—Era
la única manera de evitar que te expulsaran.
—¿Y
por qué te importa si me expulsan? —exigí—. Apenas has hablado conmigo.
Edward
se pasó una mano por el pelo.
—Mira,
enano, sé que he estado un poco... callado últimamente y lo siento. Sólo he
estado algo... confundido.
—¿Confundido
acerca de qué? —le pregunté.
Él
negó con la cabeza.
—Eso
no importa. La cuestión es que ahora estoy bien. Ahora sé por qué me siento...
eh, por qué siento lo que siento por ti.
De
repente mi corazón latía con fuerza en mi pecho.
—¿Y
cómo te sientes por mí?
Edward
frunció el ceño.
—Ya
sabes... protector. Y, bueno... —Se aclaró la garganta—. Me gustas. Como estar
cerca de ti, pasar tiempo contigo. Pensé que era extraño.
Mi
pulso estaba acelerado pero traté de mantener mi voz normal.
—¿Extraño?
Se llama amistad, Cullen. ¿Qué hay de raro en eso?
—Nada.
—Él negó con la cabeza—. Es que... es tan fuerte lo que siento por ti. Dios...
—Se pasó una mano por el pelo—. Eso suena mal. La cosa es que finalmente
me di cuenta por qué, me recuerdas a mi hermano pequeño, Seth.
—¿Es
él el que está en el cuadro? —le pregunté, señalando la foto holográfica en
su
cómoda. La que él me había sorprendido viendo el primer día. Edward
desvió la mirada.
—Sí,
ese es él. —Se aclaró la garganta—. Era un gran hermano.
¿Era?
Pensé en cómo el director había dicho que Edward
había atravesado una
tragedia.
—¿Él...?
—No podía hacerme terminar la pregunta.
—Murió
—dijo Edward
pesadamente—. Es por eso que perdí gran parte del año
pasado.
—Su voz era profunda con emoción, aun así no me miraba.
—Oh,
Cullen —susurré. Enormemente audaz, extendí la mano y pasé los dedos
muy
ligeramente a través del pelo rubio en la base de su cuello.
Un
escalofrío pasó sobre él y luego respiró hondo y miró hacia arriba.
—Seth
estuvo enfermo toda su vida y nunca se vio, bueno, normal, supongo. Siempre
tenía que protegerlo, mantenerlo a salvo de los matones y ese tipo de
cosas.
—¿Y
es por eso que me proteges? —Mi corazón se hundió un poco. Era una dulce
y generoso motivo pero no pude evitar desear sólo un poco que Edward
se sintiera
por mí como yo sentía por él. Dejé de acariciar su pelo y retiré la mano.
Él
asintió con la cabeza.
—Sí,
supongo que sí.
—Bueno...
gracias —dije—. Gracias por todo, Cullen. Sólo...
—¿Sólo
qué? —Se movió experimentalmente y, al parecer, sin sentir dolor, se puso
de costado para enfrentarme—. ¿Qué está mal ahora?
—Yo
sólo... —Yo podía sentir mis mejillas calentándose pero tenía que hacer la pregunta—.
Sólo no entiendo porque le dijiste al director… lo que le dijiste. Acerca
de nosotros dos siendo... haciendo... —No podría seguir.
Edward
se movió incómodo.
—Bueno,
tú sabes, yo estaba jugando una corazonada. Me imaginé que Biers se
lo
tragaría, y él y el director son muy cercanos, si sabes lo que quiero decir.
—Sí.
—Me aclaré la garganta—. Lo sé. Por lo menos ahora lo hago. Hasta hoyno lo
sospechaba.
—Así
es. —Cullen asintió—. Así que ahora que tienes respuesta a todas tus preguntas,
yo tengo una.
—Está
bien —le dije con cuidado, preocupada de que quisiera saber más sobre adonde
había ido anoche y con quien había estado hablando—. Voy a tratar de responder.
Cullen
me dio una pequeña sonrisa.
—No
te preocupes, no es difícil. Sólo quiero saber dónde pasaras las vacaciones de
invierno.
—¿Vacaciones
de invierno? —Su pregunta me pilló completamente fuera de guardia.
Había estado planeando arriesgarme a volver a casa, cuando Jasper todavía
estaba allí. Pero dado que se iba de gira con la orquesta, no había
realmente ninguna razón para ir.
Jasper
y yo le habíamos dicho al personal de la casa que había sido enviada a
una exclusiva escuela y yo no quería tener que inventar respuestas a bien intencionadas
pero molestas preguntas sobre mis clases.
—Sí,
ya sabes, ¿las vacaciones de invierno, dos semanas enteras fuera? —Edward
levanto
una ceja—. ¿Dónde las pasarás?
—Aquí,
supongo —le dije. Siempre que, por supuesto, no fuera una de esos seleccionados
al azar para hacer la prueba de ADN. En caso de que así fuera, podría
pasar el descanso en prisión o en un laboratorio en algún lugar haciendo crecer
de vuelta a una de mis manos. Pero no quería pensar en eso.
Edward
negó con la cabeza.
—¿No
puedes ir a casa?
—No
—suspiré—. En realidad no. Y de todos modos, no hay nadie para mí para
que vaya a casa. —El pensamiento de pasar el invierno sin Jasper dejó un
repentino nudo
en mi garganta. La
push nunca se puso muy fría pero habíamos
tenido siempre los mejores momentos juntos. A menudo espantábamos
a la cocinera de la cocina y horneábamos galletas juntos— algunas
de ellas casi comestibles.
Y
por supuesto estaba la manera en que Jasper tocaría para mí en su violín mientras
nos sentamos junto al fuego...
—Oye...
—Cullen se incorporó y pasó sus nudillos suavemente contra mi mejilla—.
Estás llorando —dijo en voz baja.
—¿Lo
estoy? —Puse una mano en mi cara y mis dedos salieron mojados—. Lo siento,
sólo estaba pensando.
—Bueno,
si estás molesto porque no tienes a nadie con quien pasar las vacaciones,
no lo estés —dijo Edward con decisión—, porque estarás
pasándolo conmigo.
—¿Contigo?
—Lo miré con incertidumbre—. No lo sé Cullen ¿qué pensarán tus padres?
—Van
a estar contentos de que hice un amigo. El resto de mi formación se graduó
sin mí el año pasado y desde entonces no he encontrado a nadie que me importe
lo suficiente como para pasar tiempo juntos.
Mi
corazón empezó a latir de nuevo.
—Y
estás diciendo... ¿qué te preocupas por mí?
—Sabes
que sí —dijo en voz baja. Se aclaró la garganta y miró hacia otro lado—. ¿Así
se quieres venir?
—Con
una condición. —Levanté un dedo—. No más tratamiento silencioso. Y no
actúes como si no supieras lo que quiero decir. Me ha estado volviendo loco, la
forma en la que simplemente dejaste de hablar.
Se
pasó una mano por el pelo rubio.
—Sí,
lo sé. Lo siento. Como ya he dicho estaba... uh, confundido.
—Sólo
no lo vuelvas a hacer —le dije suavemente—. Sea lo que sea que estés pensando
o sintiendo o nada, quiero saber. Sólo no... —Tragué saliva—. No me dejes
afuera. Eso duele más que cualquier cosa que Demetri pueda hacerme.
—No
sé sobre eso —dijo secamente—. Teniendo en cuenta algunas de las cosas con
las que le he escuchado amenazándote... —Entonces, al ver la mirada seria en
mi cara, asintió—. Está bien, fui un idiota. Lo siento.
Suspiré.
—Supongo
que no puedo quejarme demasiado. Todavía estabas allí para mí cuando
contaba. Hoy en la oficina del director. Y la otra noche cuando tuve ese mal
sueño… —Mis mejillas se pusieron calientes sólo al recordar lo bien que se había
sentido ser sostenida en sus brazos y, para mi sorpresa, las mejillas de Edward
estaban rosadas también.
—Um,
sí, supongo que sí. —Se paró de repente—. Oye, tenemos todo el resto del
día libre ¿sabías? Biers nos excusó de todas nuestras clases así que ¿qué es lo
que quieres hacer?
—No
sé —le dije con incertidumbre—. ¿Estudiar?
—No,
eso es aburrido. —Me dio una sonrisa de medio lado—. Vamos a ir a la sala
de mapas en la biblioteca y planear nuestras vacaciones de invierno. Te voy a mostrar
diapositivas de Apolo y me dirás adonde quieres ir y que quieres ver.
Nunca
has estado allí, ¿verdad?
Negué
con la cabeza.
—No,
pero he oído lo hermosa que es.
—Es
perfecta —me aseguró Edward—. Estas vacaciones de invierno lo
serán también.
Vamos Swan, andando.
Sin
dejar de sonreír, se puso una camisa limpia y nos fuimos a la biblioteca.
Mientras
caminábamos, no podía dejar de pensar que parecía una persona totalmente
nueva.
Era
como si el dolor de los azotes hubiera aclarado algo para él, tal vez su mente
se aclaró de alguna manera. No sabía cómo había pasado y estaba demasiado
agradecida para que me importe. Sólo estaba contenta de tener a mi antiguo,
amigable compañero de habitación de nuevo, aunque ahora estaba segura
de que él no se sentía por mí como yo por él.
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