Isabella se quedó
contemplando la puerta de su apartamento; el ruido que había hecho al cerrarse
todavía le resonaba en los oídos. ¿Qué diablos acababa de ocurrir?
Se llevó una mano
al vientre, comprendiendo entonces que no había tenido oportunidad de darle la
noticia a Edward. Dios santo, ¿cómo iba a decírselo ahora? Si oír que Isabella
lo quería ya le había causado un ataque de ansiedad tan grave. (Jamás, desde
que lo había conocido, lo había visto palidecer y adquirir una expresión tan
distante, o... bueno, quedarse en blanco de aquella manera.) Le había parecido
estar contemplando la carcasa vacía del hombre al que había conocido.
Puesto que el
abandono había sido un tema recurrente en su vida, Isabella había sospechado
que oír que ella lo quería podría desencadenar un ataque de ansiedad en Edward.
Pero nunca había imaginado que sería tan serio.
Instintivamente, se
lanzó hacia la puerta y la abrió de golpe, pero en el vestíbulo ya no había
nadie. Se apoyó contra el marco de la puerta y contempló el vacío.